Indice de La matanza política de Huitzilac de Helia D´Acosta Capítulo décimo - ¿Hubo sublevación? Capítulo duodécimo - El presidente nos tiene preparada una sorpresaBiblioteca Virtual Antorcha

LA MATANZA DE HUITZILAC

HELIA D´ACOSTA

CAPÍTULO UNDÉCIMO

Los cuerpos desnudos estaban amontonados


Visité a la señora Angelina Almada viuda de Almada, esposa del mayor Octavio Almada, asesinado en Huitzilac, en su domicilio de las calles de Yucatán. Esta dama vive con su única hija: María Oiga, el esposo de ésta y su nietecito. La señora viuda de Almada, es una dama valerosa y de mucho temple, sin embargo, en su rostro ha quedado impreso el sufrimiento.

En el curso de la entrevista, y cuando habla de su esposo, no puede contener las lágrimas.

Empieza su relato con estas palabras:

- En aquel fatídico año de 1927, Octavto y yo, cumpliamos cuatro años de casados. Mi única hija, María Olga, tenía tan sólo tres años. Yo amaba intensamente a mi esposo. Era muy guapo, un esposo excelente ... tenía treinta y tres años cuando lo mataron.

La voz se le quiebra, la mirada se empaña.

Cuando se repone un poco, continúa:

- Octavio era muy amigo del general Serrano, y uno de sus más entusiastas partidarios. El día 2 de octubre de 1927, llegó a casa por la tarde y me dijo:

- Voy a Cuernavaca con Pancho, para ir a La Chicharra, a pasar el día de su santo.

- Yo no te dejo ir solo. Voy contigo -le dije-, no quería dejarlo ir solo porque yo sabía que la campaña política estaba muy álgida. Y pensé: si algo ocurriera, al menos estaría con él.

Accedió a llevarme y nos fuimos esa tarde a Cuernavaca. Nos alojamos en el hotel Roma.

Al día siguiente, fuimos al hotel Jardín donde se habían hospedado otros miembros de la comitiva del general Serrano.

Nos sentamos en el vestíbulo. Estábamos platicando, cuando, de pronto llegó un militar. Mi esposo se puso de pie, lo saludó y hablaron algunas palabras. Octavio me dijo:

- Espérame; enseguida vuelvo.

- Nunca supe quién fue ese militar, porque Octavio no me lo presentó, pues era celoso ... y como estábamos recién casados ... Además, usted sabe que los esposos mexicanos, nunca nos cuentan sus asuntos.

Salió Octavio y yo me quedé con Pepe Reygadas Escalante y Joaquín Urrea -que estaban alojados en el hotel Jardín y que, también como nosotros, habían ido para acompañar al general Serrano ...

Pasó un rato ... yo estaba nerviosísima, presintiendo algo grave. De pronto, llegó un individuo y me entregó un recado escrito de puño y letra de Octavio, en el que me decía que me viniera a México con la familia del portador del recado -se llamaba Eduardo Sánchez García- a quien yo no conocía, pero como mi esposo me lo ordenaba, yo obedecí.

Es cierto. Los han matado

- Ya se imagina usted -prosigue la señora Almada- cómo vendría yo. La familia de ese señor, venía en dos coches. En la carretera a Cuernavaca, nos detenían a cada momento. Por fin: llegamos aquí en la tarde. Enseguida me fui a la casa de Pepe Reygadas, pues me había suplicado que le dijera a su mamá que estaba sin cuidado. Luego fui a ver a Micaelita, la mamá del general Serrano. Después me fui a la casa de mis padres porque Octavio en el recado me decía que me fuera con ellos.

Me acosté, sin poder conciliar el sueño. Como a las doce de la noche, llegaron a verme, Micaelita y Lucrecia Jáuregui, hermana de Antonio, que también se había ido con el general. Me dijeron que les había llegado un telegrama en el que les decían que los traían presos.

Me vestí y fui con ella a tratar de ver a Ricardo Topete y a Riva Palacio, que era Ministro de Gobernación.

Carlos Riva Palacio estaba viviendo en la casa de mi hermano Marcelino mientras le amueblaban su casa porque se acababa de casar. Dicen que Carlos llegó a la casa de mi hermano cuando nosotras estábamos allí, pero se negó a recibirnos.

Muy afligida, marché a casa de mis padres, descansé un poco, y muy temprano -era el día cuatro de octubre- pedí a mi papá los periódicos y no quiso mostrármelos.

Me imaginé algo malo, pero nunca pensé que los hubieran matado. Ante mi insistencia, mi madre me dijo:

- Hijita han sucedido cosas terribles. Necesitas tener muchq valor -y me mostró los periódicos.

Como loca, corrí al teléfono. Hablé a la casa de Micaelita y Cosme Almada, que estaba allí, me dijo:

- Es cierto. Los han matado.

Estaba tan desesperada que salí corriendo ... detrás de mí, salieron mi madre y mi hermano.

Llegamos al Hospital Militar, con dificultades, nos dejaron entrar.

Llegué hasta el anfiteatro ... el primer cadáver que vi, fue el del general Vidal -lo estaban limpiando con ácido fénico. En una esquina, estaban los cuerpos desnudos de otros amigos del general Serrano, a quienes ya habían hecho la autopsia.

Estaban amontonados, uno sobre otro.

Cuando llegué a donde estaba el cuerpo de Octavio, una enfermera piadosa, le puso una sábana para que yo no viera su cuerpo desnudo y destrozado.

Como loca me arrojé y abracé su cuerpo. Pude ver que tenía una mejilla desprendida como por un culatazo.

Las lágrimas brotan de los tristes ojos de la señora Almada, y entre sollozos me dijo:

- Yo adoraba a mi marido. Los dos éramos jóvenes, pudimos haber sido muy felices. He sufrido mucho por su ausencia. ¡No perdono a esos criminales el habérmelo quitado!

(De la revista Jueves de Excelsior correspondiente al 18 de diciembre de 1947)
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