Presentación de Omar CortésCapítulo quinto. Apartado 2 - Guerra de guerrillasCapítulo quinto. Apartado 4 - Madero en el suelo mexicano Biblioteca Virtual Antorcha

José C. Valades

HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

TOMO PRIMERO



CAPÍTULO 5 - EL TRIUNFO

ACTIVIDAD DE LOS LIBERALES




Ricardo Flores Magón, Antonio I. Villarreal y Librado Rivera, los adalides del antiporfirismo en Estados Unidos, presos durante tres años en Florence (Arizona), acusados de violar las leyes de neutralidad, han recuperado su libertad, y aureolados por su cautiverio llegan a Los Angeles (California), en agosto de 1910. Un mes después reaparece Regeneración. Es la época del periódico.

¡Mexicanos: a la guerra!, dice Flores Magón en tal periódico. Mexicano: tu mejor amigo es un fusil. Cómpralo. Que sea Winchester 30-30, escribe Antonio I. Villarreal, quien se dispone a la guerra.

Nada en común hay entre los preparativos revolucionarios que en esos días hace Madero en San Luis Potosí y los civiles en México, como de un inevitable acontecer. Así, ajenos a un concierto, se preparan maderistas y magonistas —magonistas porque así llama la gente a los liberales—; y como lo principal es poseer armas y municiones para la guerra, Flores Magón lanza a todos los vientos una proclama pidiendo a los liberales, demócratas, socialistas y anarquistas de Estados Unidos y del mundo que reúnan dinero para que los revolucionarios mexicanos puedan hacer la guerra a Porfirio Díaz.

Y no en balde es el llamamiento de Flores Magón, pues el Partido Socialista de Estados Unidos, la American Federation of Labor, los Industrial Workers of the Workd y los liberales de John Kenneth Turner, ofrecen su apoyo a los insurgentes de México. Con esto, de un extremo al otro extremo del territorio norteamericano se habla, con entusiasmo, de los revolucionarios mexicanos; y esto da tantas esperanzas al corazón de un hombre tan emotivo como Flores Magón, que éste, aunque sin unirse a Madero, agranda los sucesos en color y cantidad al través de las páginas de Regeneración.

Sin embargo, magonistas dentro de los alzados de noviembre, no hay muchos: el grupo de Prisciliano G. Silva, al oriente de Ciudad Juárez; el de Lázaro Alaniz, Cerca de Bauche; el de Práxedis G. Guerrero, que primero avanza hacia Casas Grandes, y luego se vuelve sobre Janos donde, como se dijo, el propio Guerrero fue muerto.

La situación que la minoría liberal guarda entre los grupos revolucionarios de Chihuahua, hace considerar a la Junta del Partido Liberal la necesidad de elegir su propio campo de operaciones, de manera que los liberales peleen independientemente de los maderistas; y al caso, la Junta resuelve que tal campo sea la península de Baja California, y nombra como jefe de la columna expedicionaria a José María Leyva, y segundo de éste a Simón Bertholdo.

Leyva, hombre de iniciativa y fanático de las libertades, empieza a organizar la expedición en Los Angeles; y cuando cree haber arreglado todo lo conveniente en lo que respecta a los futuros soldados, Flores Magón le hace saber que sólo puede entregarle un Wíncherter 30-30, unos centenares de cartuchos y diez dólares. Esto aconteció el 10 de enero (1911).

Así y todo, Leyva no se desanima y se pone en marcha hacia Holtville (Alta California), donde va a reunir su gente y a esperar los recursos bélicos que le promete Flores Magón; pues la Junta ha resuelto iniciar la guerra en Baja California con un asalto al pueblo de Mexicali.

En Holtville se unen a Leyva los liberales Rodolfo Gallego, Camilo Jiménez y diez o doce más. Faltan armas; pero a poco las recibe Leyva. En efecto, Flores Magón le envía doscientos rifles Springfield y quince mil cartuchos. Es la contribución de los norteamericanos que, ya liberales, ya socialistas, ya anarquistas, envían a los revolucionarios mexicanos. Ahora, pues, hay material para la guerra y es indispensable comenzarla. Los magonistas, de los cuales dos son norteamericanos, se ponen en marcha hacia la frontera de México. Los revolucionarios son quince, y llevan las armas en un carro.

La noche del 15 de enero, los liberales están en suelo mexicano, como a catorce kilómetros de Mexicali. Allí debió hallarse otro grupo comprometido a concurrir a la guerra; mas el grupo no aparece, y Leyva opta por permanecer junto a sus compañeros semioculto entre los matorrales, con la esperanza de que llegarían más tarde los otros comprometidos; y como esto no sucedió, y empezaban a escasear los víveres, el día 28 Leyva resolvió marchar sobre Mexicali. La plaza estaba defendida por sólo ocho hombres y fácilmente fue tomada.

Ningún programa, denotante de ideas específicas, a excepción de la concerniente al derrocamiento del gobierno porfirista, pretendió desarrollar Leyva en Mexicali. Lo importante para el jefe de la expedición fue organizar un cuerpo de doscientos hombres, ya de aventureros, ya de jornaleros, pero mexicanos todos, con la mira de avanzar hacia Los Picachos, donde Celso Vega, al frente de una columna gobiernista, estaba acampado después de salir de Ensenada al tener noticia de lo acontecido en Mexicali.

Organizada la columna. Leyva se puso en marcha hacia Los Picachos; pero antes de combatir retrocedió precipitadamente a Mexicali, pues tuvo conocimiento de que habiendo llegado a tal población poco más de cincuenta extranjeros, miembros en su mayoría de grupos socialistas, éstos tenían elegido como comandante de la plaza a William Stanley. Leyva de vuelta en Mexicali, no sólo desconoció la autoridad de Stanley, sino que ordenó que éste fuese aprehendido y conducido a territorio de Estados Unidos.

Con el suceso. Leyva fortaleció su posición como jefe de las fuerzas liberales en la península, dando órdenes para la defensa de la plaza; pues Vega, teniendo noticias de las rivalidades entre los revolucionarios, se acercó hasta las goteras del pueblo; pero sin muchos deseos de combatir. A la primera resistencia de los magonistas se volvió a Los Picachos.

Animado por la retirada de los gobiernistas, Leyva emprendió una segunda marcha hacia el camino de Ensenada; pero nuevamente la intrusión de los extranjeros quebrantó y dividió a los liberales, ya que en tanto unos consideraban que los socialistas norteamericanos acudían al llamamiento que Flores Magón había hecho al proletariado mundial y que por lo mismo no podían ser tenidos por filibusteros, otros creían que la revolución estaba obligada a rechazar de sus filas a los soldados de fortuna.

La situación se hizo tan difícil y comprometida para Leyva, que en medio de muchas dificultades entre socialistas mexicanos y socialistas extranjeros, optó por dejar el mando, quedando al frente de los magonistas Francisco Vázquez, primero; Francisco R. Quijada, después.
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