Presentación de Omar CortésCapítulo primero. Apartado 13 - Advertencia de nacionalidadCapítulo segundo. Apartado 2 - Lo insurreccional en Flores Magón Biblioteca Virtual Antorcha

José C. Valades

HISTORIA GENERAL DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

TOMO PRIMERO



CAPÍTULO 2 - LA SUCESIÓN

ACTIVIDADES DE FLORES MAGÓN




Antes de que las partes estamentales que obedecían a la sinergia del régimen porfirista se contrajeran defensivamente, las fuerzas contrarias al gobierno del general Porfirio Díaz empezaron a eliminarse silenciosamente, para dejar la responsabilidad y dirección de lo que parecía un inminente porvenir a los más aptos. Esta selección política se realizaba no bajo el mando o acción de determinada parcialidad, sino que tal acontecimiento se efectuaba como parte de la naturaleza política del antiporfirismo, de manera que entre un grupo que sustituía al siguiente grupo, iban apareciendo hombres sobresalientes; y si éstos no hacían gran número, puesto que la escasez de individualidades formaba en los males del país, sí debieron tener altas cualidades para poder ganar una confianza popular que poco a poco iba adquiriendo visibilidad al través de la República.

Esto último, que podía ser observado a la luz del día, era desdeñado por los hombres del porfirismo, puesto que mucho se había hincado en ellos el engreimiento. Además, como acontece siempre que en un gobierno se desenvuelve la idea de su omnipotencia, el régimen vigilaba, perseguía y encarcelaba a los oponentes más débiles y desatendía las actividades y artificios de quienes, por sus virtudes intrínsecas, podían ser los más fuertes, los más agresivos y quizás los únicos victoriosos.

Al efecto, para el gobierno del general Díaz, el peligro eruptivo estaba representado por la Junta Organizadora del Partido Liberal, establecido en San Luis Misuri (Estados Unidos). Tal peligro, sin embargo, era sobrestimado, porque ¿qué significaba, dentro de la gran realidad autoritaria de don Porfirio, un grupo de jóvenes expulsos acaudillado por Ricardo Flores Magón, noveles en el arte de la insurrección, pobres de solemnidad, dedicados al iluminismo político y creyentes en el poder de sus letras?

Flores Magón, después de sufrir prisión y hambre, como consecuencia de la publicación de Regeneración, hecha en la ciudad de México en compañía de su hermano Jesús, considerando inútil una lucha contra el gobierno del general Díaz dentro del país, se había asilado voluntariamente en Estados Unidos, reiniciando la edición de su periódico en San Antonio (Texas); pero como aquí, la suerte le siguió siendo adversa, llevó su laboriosidad política y literaria, siempre inagotable, a San Luis Misuri, donde, presidiendo la Junta Liberal reinició sus actividades periodísticas.

Establecidos así, en la ciudad norteamericana, y mientras que las agencias de policía privada les seguían vigilando y molestando por instrucciones de Ramón Corral, los jóvenes expulsos creyeron llegado el momento de dar cuerpo político a sus pensamientos y resoluciones, y al efecto, con la fundación de la Junta del Partido Liberal, fijaron los principios y planes para un futuro político victorioso; futuro que no veían lejano, pues eran neófitos en política y de manifiesta y temeraria vehemencia.

A este último objeto redactaron y firmaron un documento al cual llamaron Programa, que si carecía de ciencia política, en cambio poseía un espíritu popular. Trata tal documento, por igual, los más accesorios y criticables problemas administrativos del régimen porfirista y los más superficiales negocios de la Nación. Pretende, en seguida, una definición acerca de la democracia, pero sin resultado. Detrae al clero, aunque le reconoce jerarquía y estabilidad.

Donde el documento de la Junta (1° de junio, 1906) (Nuevamente existe aquí un grave error en la fecha puesto que el Programa del Partido Liberal Mexicano, fue expedido y publicado en el N°11 de la tercera época del periódico Regeneración el 1° de julio de 1906, cuando el periódico portaba la leyenda Periódico independiente de combate. La verdad no puedo asegurar si este incomprensible error corresponde a José C. Valades, o es producto del pésimo cuidado de la edición que me ha servido de base para elaborar la presente edición virtual. Nota de Omar Cortés), enraiza y crece, y da sombra y frescura a una nueva doctrina mexicana, es cuando se refiere, con una seguridad que parecía provenir de excepcional experiencia social y humana, a la necesidad de incorporar a las clases más pobres y atrasadas del país a la vida política y económica de la Nación mexicana. Y en seguida de tal capítulo, y entre manifestaciones literarias, el Programa pide la jornada de ocho horas, el salario mínimo, la reglamentación del servicio doméstico y del trabajo a domicilio, la higiene en las fábricas, la vivienda obrera, el descanso dominical, la prohibición del trabajo infantil, la indemnización por accidentes de trabajo, la pensión a la vejez, los salarios en moneda contante y sonante, la cancelación de las deudas a los jornaleros, la protección a los medieros, las obligaciones para los arrendatarios de habitaciones y la distribución justa y conveniente de la tierra.

Ninguna institución específica capaz de llevar a cabo tales proyectos señaló el Programa. Quienes lo redactaron —Ricardo y Enrique Flores Magón, Antonio I. Villarreal, Juan Sarabia y Librado Rivera— eran cabezas de despejado entendimiento; pero sin experiencia ni cultura; y aunque en el programa entrevén algunos problemas nacionales, sin llegar al fondo de una naturaleza rural que trataba de desenvolverse, no escaseaba en tales líderes liberales, el influjo del Socialismo.

El documento, por otra parte, no era subversivo, sino de oposición al régimen porfirista. Esto no obstante, las enconadas diatribas de Flores Magón que tan fuertemente golpeaban al general Díaz, parecían llevadas al objeto de hacer ambiente propio para un alzamiento popular en la República.

La impetuosa literatura de Regeneración no era desoída en el país. En los puntos fronterizos del norte de México, los atrevimientos de Regeneración, producían una verdadera inquietud. El periódico iba de una mano a otra mano. Leíanle los maestros de escuela, los mineros, los jornaleros, los comerciantes, los agentes viajeros.

Al calor de Regeneración, los liberales organizaban clubes aunque los más con el carácter de meras tertulias políticas; otros, los menos, con propósitos levantiscos. Entre éstos estaba el fundado por los mineros de Cananea.

Aquí, a los emotivos artículos de Flores Magón se asociaba la prédica socialista de Lázaro Gutiérrez de Lara, líder de muchos valimientos entre los trabajadores de las minas de Arizona y Nuevo México; y de las excitaciones de Flores Magón y de Gutiérrez de Lara, se originó la idea de preparar y realizar un movimietno de huelga contra la Cananea Copper Company, que abusaba en las exigüidades del salario, las exigencias de largas jornadas de trabajo y la discriminación a los mexicanos.

Resuelta la huelga, los trabajadores abandonaron sus ocupaciones el 6 de junio (1906); y el hecho fue tan tumultuoso que poco después ya tenía el carácter de sedición.

El ambiente no podía ser más propio para provocar la ira de los mineros. Cananea estaba dividida en dos zonas. Una, la destinada a las habitaciones de los extranjeros, en donde todo era comodidad y ventaja; otra, la que daba albergue a los trabajadores mexicanos, dentro de la cual la pobreza y la insalubridad estaban a la mano.

Todo esto, que repugnaba a los sentimientos de nacionalidad fue motivo para que la huelga, apenas iniciada, se convirtiera en motín; y como ni la autoridad municipal ni la del estado, poseían fuerzas para sofocar la violencia de los huelguistas que amenazaron desde el primer momento con incendios y destrucción a los intereses extranjeros, las autoridades locales no dudaron en pedir el auxilio de fuerzas armadas noramericanas, las que penetrando a territorio nacional con gran detrimento de la soberanía de México, auxiliaron en el restablecimiento del orden.

Deplorable huella de sangre y antinacionalidad dejó lo sucedido en Cananea; e iniciado un juicio contra los directores de la Unión Liberal Humanidad que habían acaudillado la huelga, los líderes Manuel M. Diéguez y Esteban Calderón, alias Vaca, fueron enviados a la prisión de San Juan de Ulúa, mientras que el Congreso de la Unión, excluía a las autoridades civiles de Sonora de responsabilidad por el paso de gente armada de Estados Unidos a suelo mexicano.
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