Índice de Los nueve libros de la historia de Heródoto de HalicarnasoTercera parte del Libro CuartoPrimera parte del Libro QuintoBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO

Melpómene

Cuarta parte



151

Después, durante siete años no llovió en Tera, y entre tanto se secaron cuantos árboles había en la isla, salvo uno solo. Consultaron los tereos el oráculo, y la Pitia les recordó la colonia de Libia. No viendo remedio alguno de su mal, enviaron mensajeros a Creta que averiguasen si algún cretense o algún extranjero avecindado allí había llegado a Libia. Rodeando la isla, los mensajeros llegaron a la ciudad de Itapo, y en ella entraron en relación con un pescador de múrice, llamado Corobio, quien les dijo que arrastrado por los vientos había llegado a una isla de Libia llamada Platea. Tras convencerle con buen salario, se lo llevaron a Tera, y de Tera se hicieron a la mar primero unos exploradores, no muchos; guiados por Corobio a aquella isla Platea, le dejaron con víveres para algunos meses, y ellos navegaron con toda rapidez rumbo a Tera para dar a los tereos noticia de la isla.


152

Como estuvieron ausentes más tiempo del concertado, se le acabaron a Corobio todas las provisiones. Entretanto una nave samia, cuyo capitán era Coleo, y que se dirigía al Egipto, fue llevada a esa Platea. Los samios, informados por Corobio de toda la historia, le dejaron víveres para un año, partieron de la isla y se hicieron a la vela deseosos de llegar al Egipto, aunque desviándose por el viento del Este; y como no amainaba, atravesaron las columnas de Herac1es, y aportaron a Tarteso, conducidos por divina guía. Era entonces Tarteso para los griegos un mercado virgen, de suerte que cuando volvieron, habían ganado con sus mercancías más que todos los griegos que nosotros sepamos con certeza, siempre después de Sóstrato, de Egina, hijo de Laodamante, porque con éste ningún otro puede contender. Los samios, apartando el diezmo de su ganancia, seis talentos, hicieron un caldero de bronce a manera de cratera argólica, con unas cabezas de grifos que sobresalen del borde; lo dedicaron en el Hereo, sostenido por tres colosos arrodillados, de bronce, cada uno de siete codos de alto. Esta acción fue el comienzo de la gran amistad de los cireneos y tereos para con los samios.


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Los tereos, después de dejar a Corobio en la isla, llegaron a Tera y dieron cuenta de que habían poblado una isla de Libia. Determinaron los tereos enviar hombres de sus siete distritos sorteando uno de cada dos hermanos, y que Bato fuese por guía y rey. Así enviaron a Platea dos naves de cincuenta remos.


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Así cuentan los tereos: en todo lo demás ya concuerdan con los cireneos. Los cireneos, en efecto, no concuerdan en absoluto con los tereos por lo que mira a Bato, pues lo cuentan así. Hay en Creta una ciudad, llamada Oaxo, en la que era rey Etearco, el cual, viudo y con una hija, por nombre Frónima, casó con otra mujer. La intrusa juzgó oportuno ser de veras madrastra de Frónima, pues la maltrató y maquinó contra ella mil perfidias; al fin, la acusó de liviana y persuadió a su marido de que así era verdad. Engañado por su mujer, el padre tramó contra su hija una acción impía. Había en Oaxo un mercader tereo, por nombre Temisón; Etearco, después de recibirle por huésped suyo, le conjuró que le sirviese en lo que le pediría; después de jurárselo, le entregó Etearco a su hija y le mandó llevársela y arrojarla al mar. Llevó muy a mal Temisón la mala fe del juramento y, renunciando al vínculo de hospedaje, hizo lo siguiente: tomó a la joven y se embarcó, y cuando estuvo en alta mar, para cumplir el juramento que había empeñado a Etearco, la sumergió en el mar, atada con unas cuerdas, la volvió a sacar y arribó a Teras.


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Allí un hombre principal entre los tereos, Polimnesto, tomó a Frónima por concubina. Andando el tiempo tuvo de ella un hijo de habla trabada y balbuciente, a quien se le puso el nombre de Bato, según dicen los tereos y los cireneos, pero según creo yo se le puso algún otro nombre; y fue llamado Bato después de haber aportado a Libia, tanto por el oráculo que oyó en Delfos, como por la dignidad que obtuvo. Porque los libios dicen por rey, Bato, y creo que por ese motivo la Pitia en su oráculo le llamó en lengua líbica, sabedora de que él sería rey de Libia. En efecto, cuando se hizo hombre, fue a Delfos a consultar sobre su voz, y a su consulta respondió así la Pitia:

Bato, vienes por tu voz, mas nuestro rey Febo Apolo
te envia a poblar la Libia, nutridora de rebaños
.

como si en lengua griega le dijera: Oh rey, vienes por tu voz. Él respondió en estos términos: Rey, vine para pedir un oráculo sobre mi voz y tú me profetizas imposibles, ordenándome que pueble la Libia. ¿Con qué fuerza, con qué poder? Así diciendo no persuadió al dios a darle otra respuesta; y como le profetizara lo mismo que antes, Bato le dejó con la palabra y regresó a Tera.


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Pero luego no sólo a él sino también a los otros vecinos de Tera todo les volvía a salir mal; y desconociendo los tereos la causa de sus desventuras enviaron a Delfos a consultar por las calamidades que les aquejaban. La Pitia respondió que si junto con Bato poblaban a Cirene en la Libia, les iría mejor. Entonces los tereos enviaron a Bato con dos navíos de cincuenta remos. Éstos se hicieron a la vela para la Libia, pero como no sabían qué más hacer, se vinieron de vuelta a Tera. A su regreso los tereos les arrojaron flechas, no les dejaron arribar a tierra, y les mandaron que navegasen de vuelta. Obligados a ello, navegaron de vuelta, y poblaron una isla cerca de la Libia, cuyo nombre, según antes dije, es Platea. Dicese que la isla es tan grande como la actual ciudad de Cirene.


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Vivieron en ella durante dos años y como de nada les aprovechaba, dejaron un hombre solo, y todos los demás partieron para Delfos. Presentándose allí al oráculo, le interrogaron, advirtiéndole que vivían en Libia, y que no por eso les iba mejor. A esto respondió así la Pitia:

Si tú, que no has visto a Libia, nutridora de rebaños,
sabes de ella mds que yo que la vi, grande es tu ciencia
.

Oída tal respuesta, Bato y los suyos navegaron de vuelta, ya que Apolo no les eximía de fundar su colonia, mientras no llegaran a la misma Libia. Arribaron a su isla, recogieron al que habían dejado, y poblaron en la misma Libia un sitio llamado Aciris, frente a la isla; por ambos lados lo encierran hermosísimos sotos y por el otro corre un río.


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Seis años moraron en ese paraje; pero en el séptimo, los libios les persuadieron a desampararlo, con ruegos y con promesa de llevarles a otro sitio mejor. Los libios les sacaron de allí y les condujeron a Poniente, y para que los griegos, al pasar, no viesen el más hermoso de sus lugares, calcularon las horas del día y pasaron por allí de noche. Ese lugar tiene por nombre Irasa. Les llevaron a una fuente que se dice ser de Apolo, y les dijeron: Griegos, aquí os conviene morar, porque aquí está agujereado el cielo.


159

En vida de Bato, el fundador de la colonia, que reinó cuarenta años, y de Arcesilao su hijo, que reinó dieciséis, vivieron alli los citeneos, tantos en número como al principio habían llegado. Pero en tiempo del tercer rey, llamado Bato el Feliz, la Pitia, con sus oráculos, movió a todos los griegos a navegar a Libia para avecindarse con los dreneos, ya que ellos les invitaban al reparto de la tierra. Lo que vaticinaba decía así:

Todo el que acudiere tarde a la Libia muy amada,
ya dividida la tierra, digo que habrá de pesarle
.

Se juntó en Cirene gran gentío; pero se vieron los libios circunvecinos cercenados de mucha tierra, y su rey, por nombre Adicrán, al verse privado de la comarca y agraviado por los cireneos, despachó emisarios a Egipto, y se entregó a Apries, rey de Egipto. Juntó éste un numeroso ejército de egipcios y lo envió contra Cirene. Los cireneos salieron en armas al lugar llamado Irasa y a la fuente Testa; trabaron combate con los egipcios y vencieron en el encuentro. Porque los egipcios, como no habían tenido antes experiencia de los griegos y les desdeñaban, fueron derrotados de manera que unos pocos de ellos volvieron a Egipto. Por eso, y porque reprochaban ese desastre a Apries, los egipcios se sublevaron contra él.


160

Ese Bato tuvo por hijo a Arcesilao quien, al comenzar a reinar, riñó con sus hermanos hasta que éstos le dejaron y partieron a otro lugar de Libia. Alli fundaron para sí la ciudad que entonces y ahora se llama Barca, y al mismo tiempo que la fundaban, hicieron que los libios se sublevasen contra los cireneos. Arcesilao hizo después una expedición contra los libios que les habían acogido y contra los que se le habían sublevado; los libios, por miedo de él, huyeron a Oriente. Arcesilao persiguió a los fugitivos hasta hal1arse en Leucón, un lugar de Libia, y los libios resolvieron atacarle. En el encuentro vencieron a los cireneos en tal forma, que alli cayeron siete mil hoplitas cireneos. Después de esta desgracia Arcesilao, que estaba enfermo y había tomado una medicina, fue estrangulado por su hermano Haliarco, y a Haliarco mató después a traición la mujer de Arcesilao, que tenía por nombre Erixo.


161

Heredó el reino de Arcesilao su hijo Bato, que era cojo y de pies contrahechos. Por razón del desastre que habían sufrido, los cireneos enviaron a Delfos emisarios para preguntar con qué constitución podrían regirse mejor. Mandó la Pitia que tomasen un reformador de Mantinea de Arcadia; lo pidieron, pues, los cireneos, y los mantineos les entregaron a Demonacte, el más estimado de sus ciudadanos. Llegó este hombre a Cirene, e informándose de todo, les repartió en tres tribus según esta disposición: hizo una división con los tereos y los pueblos fronterizos; otra, con los peloponesios y los cretenses; y la tercera, con todos los isleños. Además, reservó para el rey Bato sus posesiones y sacerdocios, pero puso en manos del pueblo todo lo demás que habían poseído antes los reyes.


162

Duró tal estado de cosas el tiempo que vivió Bato; pero en el de su hijo Arcesilao, hubo gran tumulto acerca de las magistraturas. Arcesilao, hijo de Bato el cojo y de Feretima, declaró que no se atendría a lo ordenado por Demonacte de Mantinea, y reclamó todas las prerrogativas de sus antepasados. Se sublevó, fue derrotado y huyó a Samo, y su madre a Salamina de Chipre. En ese tiempo, dominaba en Salamina Eveltón, el que dedicó en Delfos el incensario, digno de verse, que se conserva en el tesoro de los corintios. Ante él llegó Feretima y le pidió un ejército que les restituyese a Cirene: Eveltón le daba todo menos el ejército; ella, al recibir cada don, decía que era hermoso, pero más hermoso sería darle el ejército que había pedido, y esto lo decía a cada dádiva. Regalóle, por último, Eveltón un huso de oro y una rueca con su copo de lana, y como Feretima repitiese las mismas palabras, Eveltón replicó que con tales dones se obsequiaba a una mujer y no con un ejército.


163

Por aquel tiempo, Arcesilao, refugiado en Samo, reclutaba a cuantos podía con la promesa de repartirles tierras. Reunido un numeroso ejército, se dirigió a Delfos a consultar el oráculo sobre su vuelta. La Pitia le vaticinó así: Por cuatro Batos y por cuatro Arcesilaos -ocho generaciones de hombres- Loxias os concede reinar en Cirene; pero os exhorta a que no intentéis siquiera reinar más allá. Por tanto, vuélvete a tu tierra y quédate tranquilo; y si hallares el horno lleno de cántaros, no los cuezas, antes despáchalos enhorabuena. Pero si cocieres la jornada, no entres en el lugar rodeado por las aguas; de no hacerlo así morirás tú mismo y contigo el toro más hermoso.


164

Así vaticinó la Pitia a Arcesilao. Pero él tomó consigo las tropas que tenía en Samo, volvió a Cirene, y apoderado del mando, no se acordaba del oráculo, sino que pedía venganza de sus contrarios por el destierro que había sufrido; algunos de ellos se marcharon para siempre del país; a otros prendió Arcesilao, y les envió a Chipre para que pereciesen, pero fueron llevados por los vientos a Cnido, y los cnidios les salvaron y enviaron a Tera; algunos otros de los cireneos se refugiaron en una gran torre de un particular llamado Aglómaco; Arcesilao la rodeó de leña y le prendió fuego. Pero después de hacerlo, cayó en la cuenta de que eso significaba el oráculo, ya que la Pitia no le había permitido cocer los cántaros que hallase en el horno, y de intento se abstuvo de entrar en Cirene, temiendo la muerte que se le había profetizado, y creyendo que Cirene era el lugar rodeado por las aguas. Estaba casado con una parienta suya, hija del rey de los barceos, por nombre Alacir; dirigióse, pues, allá, pero ciertos barceos y algunos desterrados de Cirene, le descubrieron y le asesinaron mientras andaba por la plaza, juntamente con su suegro Aladr. Así cumplió Arcesilao su destino, habiéndose desviado del oráculo, ya voluntaria, ya involuntariamente.


165

En tanto que Arcesilao se detenía en Barca después de haber causado su propia ruina, Feretima su madre, tenía en Cirene todas las prerrogativas de su hijo, despachando los negocios y tomando parte en el Senado. Pero apenas supo que su hijo había muerto en Barca, huyó a Egipto, pues contaba con los servicios que Arcesilao había hecho a Cambises, hijo de Ciro. En efecto, fue ese Arcesilao quien entregó Cirene a Cambises y se la hizo tributaria. Llegada Feretima a Egipto, se presentó como suplicante de Ariandes, y le rogó que la vengase, valiéndose del pretexto de que por su adhesión a los medos había muerto su hijo.


166

Ese Ariandes había sido nombrado por Cambises gobernador de Egipto, y tiempo después pereció por igualarse con Dario; pues habiendo visto y oído que Dario quería dejar de sí una memoria cual ningún otro rey hubiese hecho, le imitó hasta que llevó su merecido. Acuñó Darío una moneda del oro más acendrado que darse pudiese, y Ariandes, que gobernaba Egipto, hizo otro tanto con moneda de plata; y ahora la plata más acendrada es la ariándica. Informado Darío de lo que hacía Ariandes y acusándole de otra culpa, la de sublevarse, le dió muerte.


167

Entonces ese Ariandes, compadecido de Feretima, le dió todas las tropas de Egipto, así las de tierra como las de mar, designando por general de tierra a Amasis, de la tribu marafia, y de mar a Bardes, de la tribu pasargada. Pero antes de despachar el ejército, envió Ariandes a Barca un heraldo para averiguar quién era el que había matado a Arcesilao; todos los barceos se reconocieron culpables por haber recibido de él graves daños. Al oír esto, Ariandes envió entonces su ejército juntamente con Feretima. Este motivo era el pretexto de la expedición; pero a mi parecer, se enviaba ese ejército para conquistar la Libia; porque las poblaciones libias son muchas y diversas, y de ellas pocas eran las que obedecían al Rey, y a las más no se les daba nada de Darío.


168

La población de Libia está distribuída de este modo: comenzando desde el Egipto, los primeros habitantes de la Libia son los adirmáquidas, los cuales siguen por la mayor parte las costumbres egipcias y llevan el mismo traje que los demás libios; sus mujeres llevan en una y otra pierna ajorcas de bronce; llevan el pelo largo; cada cual, cuando coge sus piojos los muerde a su vez y así los arroja; éstos son los únicos libios que hacen tal cosa, y los únicos, también, que presentan al rey las doncellas que están por casarse, y el rey desflora a la que le agrada. Estos adirmáquidas se extienden desde el Egipto hasta el puerto que tiene por nombre Plino.


169

Con ellos lindan los giligamas, que ocupan la región que mira a Poniente hasta la isla Afrodisíade. Frente al centro de esta región se halla la isla Platea, que colonizaron los cireneos, y en el continente está el puerto Menelao, y Aciris, que los cireneos poblaron. Desde allí comienza el silfio, y desde la isla de Platea se extiende el silfio hasta la boca de la Sirte. Tienen éstos costumbres semejantes a los otros.


170

Por la parte de Poniente lindan con los giligamas los asbistas; éstos viven más allá de Cirene. Los asbistas no llegan hasta el mar, pues ocupan la costa los cireneos. Son entre los libios los más aficionados a manejar cuadrigas. En las más de sus costumbres procuran imitar a los cireneos.


171

Por la parte de Poniente, lindan con los asbistas los ausquisas; éstos viven más allá de Barca y llegan al mar por Evespérides. En medio de la región de los ausquisas viven los bácales, nación poco populosa, los cuales llegan al mar por la ciudad de Tauquira en la región de los barceos. Tienen las mismas costumbres que los pueblos que están más allá de Cirene.


172

Por la parte de Poniente, lindan con los ausquisas los nasamones, nación populosa que en verano deja sus ganados junto al mar y sube a un paraje llamado Augila para cosechar los dátiles, pues allí hay muchas grandes palmas, todas frutales. Cazan langostas, las secan al sol, las muelen y luego espolvorean con ellas la leche y se la beben. Es costumbre tener cada uno muchas mujeres y el trato con ellas es común, de modo semejante a los maságetas: plantan delante de la casa un bastón y se juntan con ellas. Cuando un nasamón casa por primera vez, es costumbre que la primera noche la desposada pase por todos los invitados y se una con ellos, y que cada cual, después de unírsele, le dé el regalo que haya traído de su casa. Los juramentos y adivinación que practican son los siguientes: juran por los hombres tenidos por justos y mejores entre ellos, tocando sus sepulcros. En cuanto a la adivinación, concurren a las tumbas de sus antepasados, y después de hacer sus rezos se acuestan encima, y se gobiernan por lo que ven en sueños. Para darse garantías proceden así: el uno da de beber al otro de su mano, y bebe de la de aquél, y si no tienen nada líquido toman polvo del suelo y lo lamen.


173

Comarcanos de los nasamones son los psilos, quienes han perecido del siguiente modo: el viento del Sur les secó con su soplo las cisternas de agua, y la tierra, como está toda dentro de la Sirte, no tenía agua. Deliberaron los psilos, y de común acuerdo salieron en expedición contra el viento del Sur (digo lo que dicen los libios). Cuando se hallaron en el arenal, sopló el viento del Sur y los sepultó a todos. Y como perecieron, los nasamones poseen su tierra.


174

Más allá de éstos, en dirección al viento Sur, en la región llena de fieras, viven los garamantes, los cuales huyen de todo hombre y de todo trato; no tienen ningún arma, ni saben defenderse.


175

Éstos, pues, viven más allá de los nasamones. Pero a la parte de Poniente, por la costa, siguen los macas, los cuales llevan pelo como penacho, pues dejan crecer el cabello en la coronilla y se rapan los costados. En la guerra llevan como escudos pieles de avestruz. Atraviesa sus tierras el río Cínipe, que baja de una colina llamada de las Gracias, y desagua en el mar. Dicha colina de las Gracias tiene espesa arboleda, mientras lo restante de Libia de que acabo de hablar es rasa; y desde ella al mar hay doscientos estadios.


176

Linderos de los macas son los gindanes, cuyas mujeres llevan en los tobillos muchas jarreteras de piel cada una, y las llevan por esta razón, según se cuenta: por cada hombre que las goza, se ciñen una jarretera. La que más lleva es tenida por la mejor, pues ha sido amada por más hombres.


177

Ocupan el promontorio de dichos gindanes, que avanza hacia el mar, los lotófogos, que viven sólo de comer el fruto del loto. El fruto del loto es del tamaño del lentisco, pero en lo dulce semeja al fruto de la palma; de ese fruto los lotófogos hacen también vino.


178

Por la costa lindan con los lotófogos los maclies; que también se sirven del loto, pero menos que los que dije antes. Se extienden hasta un gran río, de nombre Tritón, que desagua en la gran laguna Tritónide; en ella hay una isla llamada Fla. Dicen que, según un oráculo, los lacedemonios deben poblarla.


179

También se cuenta esta historia: cuando quedó construída la nave Argo al pie del monte Pelión, Jasón embarcó en ella, además de una hecatombe, un trípode de bronce, y queriendo llegar a Delfos bordeaba el Peloponeso; pero al encontrarse en su navegación cerca de Malea, se desencadenó un viento Norte que le arrastró a la Libia, y antes de ver tierra, se halló en los bajíos de la laguna Tritónide. Como no hallase medio para salir, es fama que Tritón se le apareció y le pidió que le diese el trípode, prometiendo mostrarle la salida y sacarles sanos y salvos. Obedeció Jasón, y entonces le mostró Tritón por donde salir de los bajíos y, habiendo puesto el trípode en su propio templo, profetizó desde él e indicó a Jasón y a sus compañeros toda la historia: que era de toda necesidad que cuando un descendiente de los Argonautas se llevase el trípode, entonces se fundarían alrededor de la laguna Tritónide cien ciudades griegas. Al oír esto los naturales de Libia, escondieron el trípode.


180

Lindan con los maclies los ausees; unos y otros moran en torno de la laguna Tritónide, divididos entre si por el río Tritón. Los madies se dejan crecer el pelo en la parte posterior de la cabeza y los ausees en la de adelante. En una fiesta anual de Atenea, las doncellas, repartidas en dos bandos, riñen entre sí a pedradas y a palos y dicen que cumplen los ritos de sus mayores en honra de la diosa indígena a la cual llamamos Atenea. A las doncellas que mueren de aquellas heridas, las llaman falsas doncellas. Antes de invitarlas a combatir, hacen esto en común: cada año adornan a la doncella más hermosa con un morrión corintio y con una panoplia griega, y la llevan en carro alrededor de la laguna. No puedo decir con qué armadura adornasen a sus doncellas antes de tener por vecinos a los griegos, aunque creo las adornarían con la armadura egipcia; afirmo, en efecto, que del Egipto tomaron los griegos el yelmo y el escudo. Por lo que toca a Atenea, dicen ellos que fue hija de Posidón y de la laguna Tritónide, y que enojada por cierto motivo con su padre se entregó a Zeus, el cual la tomó por hija: así lo cuentan. Tienen común el trato con las mujeres, y no cohabitan con ellas sino que se juntan como las bestias. Cuando una mujer tiene un niño crecido, se congregan en un lugar los hombres a los tres meses, y se tiene al niño por hijo de aquel a quien más se parece.


181

He acabado de hablar de los libios nómades de la costa. Más allá de éstos, tierra adentro, está la Libia llena de fieras. Pasada esta tierra corre una loma de arena que se extiende desde la Tebas de Egipto hasta las columnas de Heracles. En esta loma se hallan, a cada diez jornadas más o menos, masas de grandes terrones de sal, que están en unos cerros, y en la cumbre de cada cerro brota de la sal agua fría y dulce; alrededor moran unos hombres, que son los últimos en dirección al desierto y más allá de la región de las fieras. Los primeros a partir de Tebas, a diez días de camino, son los ammonios, que tienen un santuario derivado del de Zeus Tebeo, pues como ya llevo dicho, la estatua de Zeus que hay en Tebas tiene rostro de carnero. Hay allí otra fuente que por la madrugada está tibia; a la hora en que se llena el mercado, más fría; cuando es mediodía se vuelve en extremo fría y entonces riegan con ella los huertos. Al declinar el día, cede el frío, hasta que se pone el sol, y entonces el agua se vuelve tibia; se va calentando hasta acercarse la medianoche, y entonces hierve a borbotones; pasa la medianoche y se enfría hasta la aurora. Esta fuente lleva el nombre de fuente del Sol.


182

Después de los ammonios, a otros diez días de camino por la loma de arena, hay un cerro de sal y agua semejante al de los ammonios, con gentes que moran a su alrededor. Llámase este paraje Augila, y allí acuden los nasamones a cosechar los dátiles.


183

Desde Augila, después de otros diez días de camino, hay otro cerro de sal y agua, con muchas palmas frutales como en los otros lugares; viven en aquel cerro hombres que se llaman garamantes, nación sobremanera populosa, quienes para sembrar cubren la sal con tierra. De ahí parte el trayecto más corto para los lotófogos, treinta días de camino; y ahí se crían también los bueyes que pacen hacia atrás, y pacen hacia atrás por este motivo: tienen las astas inclinadas adelante; por ese motivo retroceden para pacer, y no pueden avanzar porque las astas darían en el suelo; en todo el resto no difieren de los demás bueyes, sino en cuanto al grosor y la lisura del cuero. Van dichos garamantes a caza de los etíopes trogloditas en cuadrigas, pues son los etíopes trogloditas los hombres más ligeros de pies de cuantos hayamos oído contar. Se alimentan los trogloditas de serpientes, lagartos y otros reptiles semejantes: su lengua no se asemeja a ninguna otra, mas chillan a manera de murciélagos.


184

A otros diez días de camino de los garamantes, hay otro cerro de sal y agua, y viven a su alrededor los hombres llamados atarantes, los cuales, de todos los hombres que nosotros sepamos, son los únicos sin nombre, pues en conjunto tienen el nombre de atarantes, pero cada uno de ellos no lleva nombre alguno. Cuando el sol quema con exceso, le maldicen, y además le insultan con los más infames improperios porque les abrasa y atormenta, a ellos y a sus tierras. Después de otros diez días de camino hay otro cerro de sal, agua y gentes que viven alrededor. Contiguo a esta sal hay un monte que tiene por nombre Atlas; es estrecho y redondo por todas partes, dícese que es tan alto, que no es posible ver sus cumbres, porque jamás las abandonan las nubes, ni en verano ni en invierno. Dicen los naturales que este monte es la columna del cielo; de él han tomado el nombre esos hombres, pues se llaman atlantes; dícese que ni comen cosa animada ni tienen sueños.


185

Hasta esos atlantes puedo enumerar los nombres de los que viven en la loma de arena; a partir de ellos, ya no puedo, si bien se extiende la loma hasta las columnas de Heracles y más allá. Hay en ella una salina a cada diez días de camino y viven gentes; toda, tienen sus casas hechas de terrones de sal, pues por esa parte de Libia ya no llueve, que si lloviera, no podrfan quedar en pie las paredes por ser de sal. Sácase allí sal, así blanca como roja. Más allá de la loma, hacia el Sur, tierra adentro de Libia, el país es un desierto sin agua, sin animales, sin lluvia, sin árboles, y no hay en él humedad alguna.


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Así que, desde el Egipto hasta la laguna Tritónide, los libios son nómades que comen carne y beben leche, aunque no prueban vaca por el mismo motivo que los egipcios, y no crían cerdos. Aun las mujeres de Cirene tienen escrúpulo de comer carne de vaca por respeto a la egipcia Isis en cuyo honor hacen ayunos y fiestas; y las mujeres de Barca, además de vaca, tampoco prueban cerdo.


187

Tal es esta región. Al Oeste de la laguna Tritónide, no son ya nómades los libios, ni siguen los mismos usos, ni practican con los niños lo que suelen practicar los nómades; porque los libios nómades (no sé si todos, que no puedo decirlo con certeza, pero muchísimos de ellos) hacen así: cuando sus niños llegan a los cuatro años, les queman con un copo de lana grasosa las venas de la coronilla, y algunos las de las sienes, para que en toda la vida no les moleste la flema que baja de la cabeza, y dicen que gracias a eso son sanísimos. Y a decir verdad son los libios los hombres más sanos de cuantos nosotros sepamos; no puedo decir con certeza si gracias a eso, pero son los más sanos. Si al cauterizar a los niños les dan convulsiones, han hallado un remedio: les sanan rociándoles con orina de macho cabrío: digo lo que dicen los mismos libios.


188

Los nómades hacen sus sacrificios del siguiente modo: cortan como primicia la oreja de la víctima y la arrojan arriba de la choza; después de esto le vuelven hacia atrás la cerviz. Sacrifican únicamente al sol y a la luna. A ellos sacrifican, pues, todos los libios, pero los que viven alrededor de la laguna Tritónide sacrifican principalmente a Atenea, y en segundo lugar a Tritón y a Posidón.


189

Los griegos tomaron de las mujeres libias el traje y la égida para las estatuas de Atenea, pues salvo que el traje de las libias es de cuero y las borlas de sus égidas no son sierpes, sino correas, todo el resto del atavío es idéntico. Aun más: el nombre de égida revela que ha venido de la Libia el atavío de los Paladios (estatuas de Atenea), pues las libias visten sobre el traje egeas (pellicos) adobadas, guarnecidas de borlas y teñidas de rubia; y los griegos cambiaron el nombre de estas egeas en el de égidas. Creo asimismo que el lamento en los sacrificios tuvo su origen allí, pues las libias lo entonan muy bien. Y de los libios aprendieron los griegos uncir cuatro caballos al carro.


190

Los nómades entierran a sus muertos como los griegos, excepto los nasamones: éstos entierran el cadáver sentado y observan al moribundo cuando expira, para sentado, a fin de que no muera boca arriba. Sus casas son de varas de asfodelo entretejidas con juncos, y portátiles. Tales son los usos que observan.


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Por la parte de Poniente del río Tritón confinan con los ausees, los libios ya labradores que llevan el nombre de maxies y acostumbran poseer casas. Se dejan crecer el pelo en la parte derecha de la cabeza, y se lo rapan en la izquierda; se pintan el cuerpo con bermellón, y pretenden descender de los troyanos. Esta región, así como lo restante de la Libia hacia Poniente, es mucho más abundante en fieras y más boscosa que la región de los nómades, porque la parte oriental de la Libia, que ocupan los nómades, es baja y arenosa hasta el río Tritón; pero desde éste hacia Poniente, que es la de los libios labradores, es en extremo montuosa y boscosa y abundante en fieras. Existen allí las serpientes de enorme tamaño, los leones, elefantes, osos y áspides, asnos con astas, los cinocéfalos y los acéfalos, que tienen los ojos en el pecho, según cuentan los libios, y los hombres salvajes, y las mujeres salvajes, y gran número de otras fieras, no fingidas.


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Pero ninguno de estos animales se cría entre los nómades, sino estos otros: antílopes de grupa blanca, gacelas, búfalos, asnos (no los que tienen astas, sino otros llamados abstemios, porque en efecto no beben), los antílopes de cuyos cuernos se hacen los brazos de las liras fenicias (es este animal del tamaño de un buey), zorros, hienas, puercoespines, carneros salvajes, dicties, chacales, panteras, bories, cocodrilos terrestres de tres codos de largo y muy parecidos a los lagartos, avestruces y sierpes pequeñas que tienen cada cual un cuerno. Éstos son los animales propios de dicho país, y asimismo tienen los de los otros, excepto el ciervo y el jabalí: ciervo y jabalí no los hay absolutamente en Libia. Existen allí tres clases de ratones: unos se llaman de dos pies; los otros zegeries (este nombre es líbico, y en lengua griega quiere decir collados), y los últimos erizos; críanse también en el silfio unas comadrejas muy semejantes a las de Tartcso. Tantos son los animales que posee la tierra de los libios nómades, hasta donde hemos podido remontarnos en nuestra investigación.


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Con los maxies lindan los zaveces, cuyas mujeres manejan los carros en la guerra.


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Con éstos lindan los gizantes, en cuyo país hacen las abejas mucha miel, y además se dice que hacen mucho más unos artesanos. Todos se pintan con bermellón y comen monos, de los cuales hay en sus montes copia infinita.


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Cuentan los cartagineses que frente a los gizantes, está una isla por nombre Círavis, de doscientos estadios de largo, pero angosta, accesible desde el continente, llena de olivos y vides. Cuentan que hay en ella una laguna de cuyo limo sacan granitos de oro las doncellas del país, recogiéndolos con plumas de ave untadas con pez. Yo no sé si esto es verdad, escribo lo que se cuenta; aunque todo podría ser, pues yo mismo he visto cómo en Zacinto se saca la pez del agua de una laguna. Porque hay allí muchas lagunas, y la más grande de ellas cuenta setenta pies en toda dirección, y dos brazas de hondo; hunden en ella un chuzo, a cuya punta han atado un ramo de mirto, y luego sacan en el ramo la pez, la cual huele a betún, pero en lo demás es mejor que la pez de Persia. La vierten en un hoyo cavado cerca de la laguna; y después de juntar una buena cantidad la pasan del hoyo a unos pipotes. Todo lo que cayere en esta laguna pasa por debajo de tierra y desaparece en el mar, que dista como cuatro estadios de la laguna. Así, pues, es verosímil lo que se cuenta de la isla que está frente a Libia.


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Los cartagineses cuentan también esta historia. Dicen que hay en Libia, más allá de las columnas de Heracles, un paraje habitado; cuando aportan a él, descargan sus mercancías, y luego de ponerlas en fila sobre la playa, se embarcan y hacen humo. Apenas ven el humo los naturales del país, se dirigen al mar, dejan oro para pagar las mercancías y se alejan de ellas. Los cartagineses desembarcan y examinan el oro: si les parece justo precio de sus mercaderías, se lo llevan y se retiran; pero si no les parece bastante, se embarcan de nuevo y se están en sus naves, y los naturales se acercan y agregan más oro hasta contentarles. Ninguno perjudica al otro, pues ni ellos tocan el oro antes de que los libios igualen el valor de las mercaderías, ni los otros tocan las mercaderías antes de que los fenicios les tomen el oro.


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Ésos son los libios que nosotros podemos nombrar: y a los más de ellos ni ahora ni entonces se les daba nada del rey de los medos. Aún puedo decir lo siguiente sobre ese país; los pueblos que lo ocupan son cuatro y no más, que nosotros sepamos; y de esos pueblos dos son originarios del país y dos no lo son; originarios son los libios y los etíopes, moradores los unos de la parte de la Libia que mira al Norte, y los otros de la que mira al Sur; advenedizos son los fenicios y los griegos.


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Me parece que tampoco en excelencia es tan valiosa la Libia que pueda compararse ni con Asia ni con Europa, salvo solamente la región de Cínipe que lleva el mismo nombre que su río. Ésta ni cede a la mejor de las tierras de pan llevar, ni se parece en nada al resto de la Libia; su suelo es negro y está regado por fuentes, ni teme sequía, ni se daña por beber demasiada lluvia (porque en esa parte de Libia llueve). El producto de la cosecha llega a la misma cantidad que en la tierra de Babilonia. Buena es también la tierra que ocupan los evesperitas, la cual, cuando se supera a sí misma, rinde ciento por uno, mientras la de Cínipe rinde más de trescientos.


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La región cirenaica, que es la más alta de la parte de la Libia que ocupan los nómades, tiene, siendo una sola, tres estaciones dignas de admiración. Primero los frutos de la costa llegan a punto de siega y vendimia; recogidos estos frutos, están a punto de recoger los de la región media, más allá de la costa, que llaman los Collados; queda recogida esta cosecha de la región media, y ha madurado ya y está a punto la de la tierra más alta: de suerte que al acabarse de comer y beber la primera cosecha del año, se presenta la última: así la cosecha les dura a los cireneos ocho meses. Y sobre este punto baste lo dicho.


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Los persas, vengadores de Feretima, enviados del Egipto por Ariandes, llegaron a Barca y sitiaron la ciudad, intimando que se les entregasen los culpables de la muerte de Arcesilao; pero como todo el pueblo había tenido parte en ella, no aceptó la demanda. Entonces sitiaron a Barca durante nueve meses, abrieron minas subterráneas que llevaban a las murallas y dieron vigorosos asaltos. Encontró las minas un herrero mediante un escudo revestido de bronce y así fue como las descubrió: lo llevaba por la parte interior del muro, aplicándolo al suelo de la ciudad. Los demás lugares a que se aplicaba no resonaban, pero si resonaba aplicado a las minas el bronce del escudo; en ese punto con una contramina mataron los barceos a los zapadores persas. Así fue la traza que discurrieron, y lograron también los barceos rechazar los asaltos.


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Pasado ya mucho tiempo y muertos muchos de una y otra parte (no menos de la de los persas), Amasis, el general del ejército, discurrió este ardid: advirtiendo que los barceos eran inexpugnables por la fuerza, pero no por la maña, hizo esto. Abrió de noche una hoya ancha, encima de la cual colocó unos maderos débiles, y sobre ellos esparció una capa de tierra en la superficie, que igualó con lo demás del suelo. Al amanecer, Amasis invitó a los barceos a una conferencia; éstos le escucharon gustosos, y al fin decidieron llegar a un acuerdo. Hicieron el siguiente acuerdo: empeñaron juramento estando encima de la hoya disimulada, de que mientras ese suelo fuese como era, el juramento tendría vigor; de que los barceos se obligaban a pagar al rey lo justo, y los persas a no hacer ninguna novedad contra los barceos. Después del juramento, los barceos, confiados en el pacto, salieron de la ciudad y dejaron entrar en la plaza a todo aquel de sus enemigos que quisiese, y abrieron todas las puertas. Los persas, derribando el puente oculto, corrieron al interior de la plaza. Derribaron el puente que habían hecho por este motivo: para no faltar a su juramento, por cuanto habían convenido con los barceos que el juramento tenía vigor mientras el suelo fuese como entonces era; derribado el puente, el juramento ya no tenía vigor en la región.


202

Feretima, a quien los persas entregaron los barceos más culpables, les empaló alrededor de sus muros, y a las mujeres les cortó los pechos y los clavó también alrededor de los muros. Ordenó que se llevasen los persas por botín a los barceos, excepto a todos los que eran Batíadas y a los que no habían tenido parte en el asesinato; a éstos confió Feretima la ciudad.


203

Así, pues, los persas esclavizaron a los restantes barceos y se marcharon de vuelta. Cuando llegaron a la ciudad de Cirene, los meneos, en cumplimiento de cierto oráculo, les permitieron pasar por medio de la ciudad. Mientras el ejército pasaba, Badres, el general de la armada, ordenó tomar la ciudad; pero no lo permitió Amasis, general del ejército, alegando que Barca era la única ciudad griega contra la que habían sido enviados. Pero cuando hubieron pasado y acampaban en la colina de Zeus Liceo, se arrepintieron de no haberse apoderado de Cirene, y trataron por segunda vez de entrar en ella, mas no se lo permitieron los cireneos. Cayó sobre los persas, sin que nadie luchara contra ellos, tal terror que huyeron y acamparon a sesenta estadios de distancia. Sentados allí sus reales, les llegó un mensajero de Ariandes que les llamaba; los persas pidieron provisiones para el camino a los cireneos, y habiéndolas obtenido se retiraron a Egipto. Desde este punto cayeron en manos de los libios, quienes, a causa de las ropas y del equipaje, asesinaban a los rezagados y zagueros, hasta que llegaron a Egipto.


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El punto más remoto de Libia al que llegó este ejército persa es Evespérides. Los barceos, traídos como esclavos, fueron deportados del Egipto y enviados al rey Darío, quien les dió para establecerse una aldea de la región de Bactria. Pusieron ellos a esta aldea el nombre de Barca, y hasta mis días seguía siendo habitada en la Bactria.


205

Tampoco Feretima terminó bien su vida, pues no bien se vengó de los barceos y volvió de Libia a Egipto, murió de mala muerte; ya que, todavía viva, hervía en gusanos, porque los dioses, por lo visto, miran con malos ojos las venganzas demasiado violentas de los hombres. Tal y tan grande fue la venganza que tomó de los barceos Feretima, mujer de Bato.

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