Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO I - Capítulo XI - Madero en México y en el SurTOMO I - Capítulo XIII - Complot contra MaderoBiblioteca Virtual Antorcha

EMILIANO ZAPATA
Y EL
AGRARISMO EN MÉXICO

General Gildardo Magaña

TOMO I

CAPÍTULO XII

OFENSIVA CAPITALISTA


Terratenientes y conservadores se unifican

El Jefe de la Revolución, durante su permanencia en Morelos, se dió exacta cuenta del prestigio y simpatía de que, con justicia, gozaba entre el pueblo humilde el líder del incipiente movimiento agrario, lo que sin duda alguna debió haber influído en su ánimo de hombre honrado para no conceder a los latifundistas morelenses todo cuanto le pidieron. No obstante que Madero estaba conforme en que se licenciaran las fuerzas revolucionarias morelenses y que el futuro gobernante fuese nombrado de común acuerdo entre Zapata, en representación de la opinión revolucionaria del Estado, y los latifundistas, el Caudillo, convencido de la honradez y de la carencia absoluta de ambiciones personales de Zapata, esbozó a los hacendados la idea de que el jefe suriano, después de haber licenciado sus huestes, podría ser el Jefe de las Armas del Estado, comandando fuerzas insurgentes de otras regiones y una corporación integrada por elementos revolucionarios de Morelos.

Esta opinión de Madero disgustó profundamente a los hacendados hasta exasperarlos, como se verá por los acontecimientos que en seguida se desarrollaron.

Dió principio entonces, de manera descarada, la formidable ofensiva que, con los poderosos recursos de que disponían los terratenientes morelenses, desplegaron en contra del humilde e inflexible guerrillero de Anenecuilco.

La negativa de Madero a cuanto en su viaje al Sur le pidieron los enemigos de la Revolución, originó que dos días después de su llegada a la ciudad de México, los latifundistas y sus representantes convocaran a una junta de morelenses, la que se llevó a cabo en el Teatro Allende, que se encontraba en las calles que entonces llevaban ese nombre.

En la reunión de referencia tomaron parte el señor don Luis García Pimentel, acaudalado terrateniente morelense, propietario de las haciendas de Santa Clara, Tenango y San Ignacio; el señor ingeniero don Tomás Ruiz de Velasco, quien, como se dijo antes, cultivaba una vasta extensión de los fértiles llanos de Tlaquiltenango y del Higuerón, y el aliado lógico de los intereses latifundistas del Estado.

El señor ingeniero Ruiz de Velasco, como ya dijimos, acompañó a Madero en su viaje al Sur, y su informe rendido a los hacendados en el que asentó que el Jefe de la Revolución no accedía a sus demandas para lograr el rápido exterminio de Zapata, fue el que originó la junta de que hablamos.

Tomaron también parte muy interesante don Alfonso Díaz Meoqui, ex capitán del Ejército Federal y ex secretario de la jefatura política de Yautepec, y el señor licenciado don Fernando Noriega, defensor de los terratenientes.

La junta fue la primera maniobra ostensible ejecutada en contra de los revolucionarios que reclamaban la devolución de las tierras usurpadas.

Para que el lector pueda darse cuenta de la forma en que se inició la intriga, así como de la ayuda que de manera desvergonzada prestó la prensa conservadora de la época, hemos creído conveniente reproducir íntegra la relación que de la junta llevada a cabo el día 18 de junio de 1911 publicó el periódico reaccionario El Imparcial del día siguiente.

Dice a la letra:


ZAPATA ES EL MODERNO ATILA

No reconozco más gobierno que el de mis pistolas, dice el Jefe de las Armas de Cuernavaca y vuelve a armar a sus soldados.

El segundu de Zapata fue aprehendido ayer en la capital, porque traía la comisión de asesinar a Figueroa.

Los morelenses son fríamente recibidos por el señor Madero.

Emiliano Zapata pide un tren especial y se le niega.

El público se halla bajo una impresión ingrata, motivada por las pavorosas noticias que, acerca de la situación en que se encuentra el vecino Estado de Morelos, ha dado la Colonia Morelense a los periódicos metropolitanos.

Las crónicas de la sesión celebrada por el Club Republicano José María Morelos el domingo último, y lanzadas al público por El Imparcial de ayer, han causado en todos los lectores una profunda sensación de desconsuelo y han motivado un grito unánime de protesta en contra de los desmanes cometidos en aquel Estado por Emiliano Zapata, Jefe de las Armas nombrado por el leader de la revolución, señor Madero.

Como lo anunciamos en nuestra edición anterior, una diputación del Club antes dicho estuvo ayer ante el señor Madero, dando cuenta con el resultado de su cometido a varios morelenses, que al efecto se reunieron en un departamento del Hotel San Luis, que es donde se alojan el jefe revolucionario Ambrosio Figueroa y su Estado Mayor.


En espera de la comisión

A las diez de la mañana empezaron a congregarse los morelenses en el hotel referido. Un animado grupo de revolucionarios subía y bajaba las escaleras, cuando fueron llegando también los representantes de los periódicos independientes de la capital. Las crónicas de la sesión del Allende eran comentadísimas, así como las noticias últimas de la revolución en el Sur y los resultados del licenciamiento de los hombres de Zapata, quienes continúan cometiendo abusos incalificables en contra de los habitantes pacíficos del Estado.

De repente se presentaron varios morelenses más, dando las últimas noticias de los hechos de Zapata. Hélas a continuación:


Zapata quiere armas

Anteayer, entre Zapata y el Gobernador de Morelos, señor Carreón, se suscitó en Cuernavaca un violento altercado, con motivo de que el Jefe de las Armas reclamaba los elementos de combate que a las fuerzas del mismo Zapata recogió en su viaje a Cuernavaca, después de pagarlas, el señor Madero.

No logrando llegar el señor Carreón a una solución satisfactOria con el Jefe de las Armas, emprendió el viaje violentamente a esta capital, a donde llegó en automóvil. Quedó, pues, el Gobierno del Estado, en manos del Secretario de Gobierno, licenciado Zaleta, ante quien ocurrió Zapata exigiéndole que le entregase el furgón de armas, cartuchos y arreos militares. que se hallaba en la estación del ferrocarril, listo para ser remitido a esta capital. Opúsose, como era natural, el licenciado Zaleta a patrocinar tal entrega; mas Zapata quitóle las llaves del depósito y dispuso de tOdo el armamento, que consta como de quinientos fusiles y una buena cantidad de cartuchos, monturas, etc., etc.


Toda la dinamita

No contento con tal adquisición de armas por las que el Gobierno había entregado una fuerte suma de dinero, Zapata capturó toda la dinamita existente en la estación del ferrocarril y en el comercio de Cuernavaca, además de cerca de dos mil bombas del mismo explosivo, que fueron recogidas al licenciar a las fuerzas revolucionarias.

Como en la misma estación del ferrocarril se hallaran, al rearmarse los revolucionarios de Zapata, el conductor Miller y otros empleados ferrocarrileros, los soldadús de aquéllos amarraron y los despojaron de cuantos objetos de valor portaran encima.


El gobierno de mis pistolas

Zapata ha declarado públicamente que no acata a ningún Gobierno. No reconozco más gobierno que el de mis pistolas, dice, y ha empezado a armar de nuevo a sus hombres; muchos que habían salido de Cuernavaca, han estado regresando y circulan por las calles con sus morrales provistos de cohetes de dinamita. Al preguntarle al Jefe de las Armas nombrado por el señor Madero, por qué disponía del armamento, contestó que lo había avanzado, que eso le había costado su trabajo y repitió que no reconocía más Gobierno que el de sus pistolas.


Pide un tren especial

Ya armado, el Jefe de las Armas telegrafió a México diciendo que violentamente necesitaba un tren especial para movilizar su gente. El asunto tramitóse y la Secretaría de Gobernación dió orden de que no se pusiera a disposición de Zapata ningún convoy.

Sobre esta petición se hicieron ayer muchos comentarios entre los morelenses. ¿Quería venir Zapata a la capital? ¿Deseaba enviar a ésta una delegación?

Parece que se trató de esto último, pues anteanoche llegó a México, en automóvil, el segundo jefe de las armas y consejero de Zapata, un sujeto llamado Margarito Martínez (a) La Becerra. Lo acompañaron varios soldados maderistas.

Acerca del viaje de La Becerra se hacen muchos comentarios, y el que se refiere a que vino como espía y conspirador en contra de Ambrosio Figueroa, por orden del propio Zapata, adquirió ayer grandes visos de verdad, así como también la de enterarse de los asuntos que están tratando acerca de la situación de Morelos los hacendados morelenses.


Quemaron todo

Créese lo dicho, porque Zapata, al enterarse en Cuernavaca, por la prensa, de que los hacendados morelenses habían presentado un escrito pidiendo garantías al señor Secretario de Gobernación, se molestó en grado sumo y declaró que las propiedades de los firmantes del ocurso serían entregadas al incendio; y créese también que haya traído Margarito Martínez la comisión de asesinar a Figueroa, porque ya con anticipación este jefe de la revolución suriana ha sido sentenciado a muerte por Zapata.

Además de lo dicho; lo que ayer hizo Martínez hace confirmar la sospecha de los obscuros motivos de su viaje. Desde las once de la mañana empezó a pasar, aparentemente desarmado, frente al hotel de San Luis, atisbando al interior del establecimiento y deteniéndose delante de la entrada.


Aprehensión de La Becerra

Estando una de tantas ocasiones parado frente al hotel, Martínez fue reconocido por un comerciante español, de Cuautla, quien lo denunció como el segundo jefe de los hombres de Zapata, que, media hora después de haber salido de Cuautla el señor Madero, dirigía un escándalo gritando: ¡Mueran los gachupines!

No bien lo reconoció el comerciante ibero, un morelense de los presentes aseguró que La Becerra era quien le había robado un reloj. Como el denunciado notara cierto movimiento en su contra, se marchó. Momentos después llegó al hotel Ambrosio Figueroa; se le dió parte de lo sucedido y ordenó a varios de sus hombres que captUraran al sospechoso, que fue alcanzado en una de las calles de Bolívar y conducido al hotel, ante Figueroa, quien lo registró y entregó a los gendarmes números 907 y 875. Fue conducido a la Inspección de Policía, y se cree que se le aplicará el IV de la Ley de suspensión de garantías, una vez que le sean tomadas las declaraciones del caso.


Cuernavaca sin señoritas

Mientras eso sucedía en la calle de San Agustín, el número de morelenses convocados aumentaba y eran entrevistados por los reporteros de la prensa. Uno, recién llegado de Cuernavaca, nos decía:

- Allá no queda ninguna señorita, pues todas han emigrado, temerosas de los atentados de Zapata, quien ha atropellado a varias.

- ¿Cuántas? - preguntamos.

- Sé que él a tres. Y nos siguió refiriendo algo que pone en todo su relieve la depravación y la miseria moral en las gentes de Zapata. Cuando estuvo en Cuernavaca el señor Madero, una infeliz mujer fue bárbaramente atropellada por veinte soldados del Jefe de las Armas en el Estado.

- Hace dos meses que las calles de la ciudad no son aseadas -continuó nuestro informante- y aquello huele ... pero no a ámbar.

Preguntámosle qué cantidad de dinero habíase distribuído en Cuernavaca, y nos respondió que la Secretaría de Hacienda había sitUado la de doscientos mil pesos.

- Muchos cobraron dos y tres veces sus haberes, nos respondió el informante. Recibían el dinero que les entregaban los señores Gabriel Robles Domínguez y un empleado de Hacienda; se marchaban, daban la vuelta a una manzana y volvían a presentarse. Faltó organización en aquello, ¿sabe usted?

El señor Teófanes Jiménez, Presidente Municipal de Cuautla y que llegó antier a ésta, fue también entrevistado por el noticiero.

- Las gentes de los pueblos cercanos a Cuautla -nos decía- pretenden tomar posesión de los terrenos sin el consentimiento debido de sus propietarios.

Siguió diciéndonos que él, como Presidente Municipal, ha expedido a las autoridades subalternas, comunicaciones, previniéndoles que hagan saber a los vecinos que sólo deben disponer de tales terrenos, contando con el consentimiento de los terratenientes.

Igualmente hizo saber a estos terratenientes que deben procurarse arrendatarlos; eso con objeto de que sus predios no sean invadidos por aquellos que desearen la repartición de tierras de que tanto se ha venido hablando.

- En algunos de los pueblos ha sido obedecida mi disposición, y particularmente en Cuautla -nos decía el señor Jiménez-; pero agregó: en otros pueblos no ha sucedido así, y el fraccionamiento continúa.

Muchas órdenes más ha dado el Presidente Municipal de Cuautla, tendientes a reorganizar lo que desorganizó la revuelta.

Se ha ocupado de que sean restituídos a sus dueños los objetos robados y tiene al servicio del Ayuntamiento, a una fuerza de seguridad compuesta de 30 hombres disciplinados y obedientes.


Más aprehensiones

Al rato de haber sido aprehendido el segundo jefe de las armas de Morelos, pasaron frente al hotel San Luis cinco revolucionarios; como infundieran sospechas, se les aprehendió y fueron introducidos al establecimiento; mas como presentaran comprobante de pertenecer al cuerpo revolucionario de Rojas, fueron inmediatamente puestos en libertad.

Venían de Chalco, con la comisión de aprehender a Fernando Parrilla, quien asesinó a Pedro Rodríguez.

Hasta aquí llegaban los incidentes precursores de la sesión, cuando de otro, bien interesante, se dió cuenta el grupo de morelenses revolucionarios y periodistas. Varios papeleros pasaron voceando El Heraldo Mexicano: alguien compró un núméro, y la noticia que en primera plana se veía, bajo el epígrafe de Emiliano Zapata no fue nombrado Jefe de las Armas, llamó desde luego la atención. Era una entrevista con el señor Ministro de Gobernación, declarando que él no ha nombrado Jefe de las Armas. Como se hiciera referencia al señor ingeniero Ruiz de Velasco, entrevistamos a este caballero, quien nos manifestó que dirigiría una carta, pidiendo aclaraciones al periódico en cuestión.


Eso no es lo mismo

- Yo no he dicho que Emiliano Zapata fue nombrado Jefe de las Armas por la Secretaría de Gobernación -díjonos-. He dicho que el señor don Francisco I. Madero nombró a Emiliano Zapata Jefe de las Armas en Morelos, lo que no es lo mismo.

El ingeniero Ruiz de Velasco nos suplicó consignáramos la anterior nota aclaratoria en la presente información.

La declaración del señor Ministro de Gobernación fue durante un momento tema de comentarios, y por fin llegaron las personas que fueron comisionadas para hablar con la persona allegada al señor Madero, como fue acordado en la sesión celebrada en el Allende.


Quién es la persona allegada

Sucesivamente hacen uso de la palabra los comisionados y dan cuenta a los morelenses de que la persona allegada al señor Madero era el señor Juan Sánchez Azcona, su secretario particular. Habíase telegrafiado diciéndole que lo verían en su domicilio particular a las 8 de la mañana. No habiéndolo encontrado en su casa, y como les informaran que el señor Sánchez Azcona se hallaba en casa del señor Madero, a ella se dirigieron, no encontrándolo tampoco. Se les informó que estaba en el despacho que el leader tiene en la Reforma, y allí, tras de largo esperarlo, llegó. Hízoles pasar a un pequeño despacho y expuso el objeto de la entrevista el señor ingeniero Aragón, cuando apareció el señor Madero. Presentóles ante él el señor Azcona; expresó el objeto de la entrevista al leader y se retiró dejándolos con él.

Nuevamente toma la palabra el ingeniero Aragón, haciendo una exposición del estado pavoroso en que se encuentra Morelos bajo la autoridad militar de Emiliano Zapata.

El señor Madero escuchó y al terminar el señor Aragón, contestó que el asunto no era facil de ser arreglado en un día ni en dos; que había formado un plan para resolver el asunto y que, aunque no les diera a conocer dicho plan, sí les aseguraba su eficacia. Terminó diciendo el señor Madero que, como plazo máximo, les prometía que en 15 días quedaría todo arreglado.


Frialdad del leader

La comisión despidióse del señor Madero, no muy satisfecha, pues fue recibida con notoria frialdad. Creen los comisionados que ya el señor Madero estaba al tanto, por la prensa, de lo que entrañaba la entrevista; igualmente creen que al Jefe de la Revolución no ha agradado la actitud de los morelenses.


Más aprehensiones

Ayer por la tarde fueron aprehendidos por el barrio de la Merced, tres revolucionarios que llegaron con el segundo Jefe de las Armas La Becerra. Los soldados de Figueroa, que capturaron a los tres de Zapata, no portaban arma ninguna.

Ayer por la noche llegaron a ésta, procedentes de Cuernavaca, dos hombres más de Zapata; Efrén Martínez, que es su secretario particular, y otro, grueso de cuerpo y que usa cachucha de cuero (Se trata de Rodolfo Magaña).

Como podrá fácilmente apreciar el lector, la maniobra de los conservadores morelenses tendía a presentar a Zapata como no era, pues su crimen, enorme ante los porfiristas y hacendados, consistía en un deseo ardiente y en una resolución tomada de que el pueblo no quedara burlado en lo relativo a la reforma agraria, que consideró la promesa medular del Plan de San Luis.

El general Zapata tuvo conocimiento de que los hacendados hacían gestiones cerca del general Ambrosio Figueroa con objeto de convencerlo para que aceptara su designación al Gobierno de Morelos, pues supusieron que aliado con ellos, les serviría para exterminar, en la forma que fuera posible, a quienes se atrevían a exigir la devolución de las tierras.

Envió a la capital al coronel Margarito Martínez y a Rodolfo Magaña, a efecto de que se cercioraran si efectivamente Figueroa concurría a las juntas y de lo que hubiera de verdad en los informes recibidos. Al estar en el cumplimiento de esta comisión, fue aprehendido Martínez y dos personas que lo acompañaban, por el general Figueroa.


LABOR INSIDIOSA DE LA PRENSA MERCENARIA

La prensa conservadora logró impresionar a quienes ignoraban que lo publicado eran falsedades mal intencionadas, pues no hubo tales $200,000.00 para el licenciamiento, como en su oportunidad veremos, ni soldados que cobraran más de una vez la cantidad que se les entregó a cambio de sus armas; falsedades fueron los atropellos a las señoritas de que hablaba el impostor gacetillero. La verdad era que los latifundistas, sus paniaguados y los conservadores morelenses, necesitaban nulificar a un revolucionario sincero en quien veían destacarse al genuino representante de las masas campesinas.

En esta ocasión fueron inútiles las maquinaciones de la prensa corrompida en su intento de obligar a Madero a que ejerciera una acción en contra de Zapata. El objeto, bien se ve, no era guardar el orden y la tranquilidad, sino perpetuar el estado de cosas que tanto había favorecido a los conservadores y que ahora se veía amenazado.

Indignados los retardatarios morelenses al ver que el Jefe de la Revolución no favorecía sus intereses, como lo habían hecho antes las autoridades manejadas a su antojo, celebraron otra junta el 19 del mismo junio. En la versión, tomada de El Imparcial del día 20, pueden apreciarse los esfuerzos de los reaccionarios y la perversidad y mala fe de los periodistas que alquilaban sus plumas:


Lo QUE DIJO EL IMPARCIAL

Es espantoso lo que está pasando en el Estado de Morelos.

Se ha transgredido el famoso Plan de San Luis Potosí.

La gente de Emiliano Zapata comete atropellos sin nombre.

No habrá elecciones de Gobernadores-, ha dicho claramente D. Francisco I. Madero.

Los viejos cargaremos los fusiles, para que los disparen los jóvenes, dijo el señor Meoqui

La sesión que ayer celebró el club Hijos de Morelos, en el Salón Allende-, fue interesantísima; fue como tal vez no haya sido ninguna sesión de las celebradas por todas las agrupaciones que se han constituído en los tiempos por que atravesamos. En el palacio de la Representación Nacional hubo sesiones turbulentas y emocionantes; pero aquéllas obedecieron a fines políticos y la de ayer en el Allende, no fue sino una desconsoladora consecuencia del último movimiento armado en Morelos.

Los periódicos de la mañana de ayer, convocaron al Allende a todos los elementos de la colonia morelense de la capital; y mientras se declaraba abierta la sesión, los reporteros de la prensa discurrían, sorprendiendo pláticas y pulsando opiniones, entre los animados corrillos que fueron formándose en el pórtico del establecimiento y en los pasillos interiores.

Un caballero de los que formaron la comisión de morelenses en el viaje último del señor Madero al Sur de la República, decía:

- Tanta es la confianza que inspiran el revolucionario Zapata y sus gentes, que en Cuernavaca se le pidieron diez hombres para que prestaran guardia a la puerta de la casa donde se alojó el señor Madero; éstos fueron apostados allí, mientras que en el interior fue apostada una guardia de setenta revolucionarios de Asúnsolo, mandada por Hay.

En otro corrillo se comentaba el hecho de que el hermano de Zapata se presentara en el hotel que alojó al jefe de la Revolución y disparara sus armas sobre los foquillos del alumbrado; y en los corrillos de aquí y de más allá, se aseguraba que no acompañó a la señora de Madero a la estación del ferrocarril en Cuernavaca un grupo de señoritas, por el temor de que, en el camino, hubiesen sido víctimas de algún atropello de parte de los soldados del propio Zapata.

Todas esas pláticas, rodeadas de comentarios desfavorables, se hacían mientras se aseguraba en todos los corrillos que la colonia morelense en la capital, ha aumentado en un ochocientos por ciento de la antigua. Igualmente se aseguraba que el hecho obedecía al terror que en Morelos han sembrado las hazañas de Zapata, nombrado por el señor Madero Jefe de las Armas en el Estado y postulado para Gobernador, por un club de Jojutla.


Lo que dijo el señor Díaz

De pronto llega al pórtico del Allende un caballero español que inmediatamente después es rodeado por un grupo.

- Sí señores -decía-, media hora después de que salió de Cuautla el señor Madero, uno de los hombres de Zapata que cuidaba el orden en la ciudad, montado en un caballo azulejo, se presentó en mi cuarto del hotel, ante mi señora, diciéndole que su marido era un gachupín tal ...

Quien tal hablaba era el señor Félix Díaz, comerciante español. Siguió diciendo que el hombre del caballo azulejo, acompañado de tres infantes, les propuso arrebatar a la señora a un niño que llevaba en brazos, asegurando que así, el gachupín se presentaría a recobrarlo y sería sometido a un jurado ante el Jefe de las Armas.


Empieza la sesión

Hacia las once de la mañana y ante trescientos miembros, más o menos, de la colonia morelense, se declaró abierta la sesión del Club Republicano José María Morelos. El acto fue presidido por el señor ingeniero Agustín Aragón, quien empezó diciendo que daría cuenta a la asamblea, con tres puntos principales: lectura del acta de la sesión anterior, informes de las personas que acompañaron en su viaje al Sur al señor Madero y estado de anarquía y bandidaje en que se halla el Estado de Morelos.

La parte principal del acta de la sesión anterior, habla de que una comisión de morelenses se presentó ante la casa del señor Madero, con objeto de hacerle presente la situación de la vecina Entidad. El señor Sánchez Azcona, Secretario Particular del leader, los pasó ante él, quien les concedió breves instantes de audiencia, y a las peticiones y quejas que se le hicieron, respondió con algunas promesas, dando con ello por terminada dicha audiencia.

No satisfechos los peticionarios ante la frialdad de la acogida que tuvieron, convocaron a varios morelenses para una reunión en el Café Colón, en donde fue acordado constituir el Club Republicano José María Morelos y resultó que, en el viaje del señor Madero al Sur, una comisión de dicho club lo acompañaría, atendería, obsequiaría y le haría ver la situación en que se halla el Estado de Morelos.

Fue resuelto también que, por cada uno de los distritos del Estado, acompañara al leader un comisionado especial.


Habla el señor ingeniero Ruiz de Velasco

El señor ingeniero Ruiz de Velasco, comisionado por uno de los distritos y acompañante del señor Madero en todo su viaje, rindió un informe bien desconsolador para la Asamblea, aunque lleno de valor civil, pues no omitió ni un solo detalle de lo que le sucedía.

En Iguala el señor ingeniero supo, de modo cierto, que había sido designado para desempeñar el puesto de Jefe de las Armas en el Estado, Emiliano Zapata.

Preguntósele al señor Madero, quien respondió:

- .

- Señor, todos los elementos de valía en el Estado, están inconformes con tal designación -dijo el señor ingeniero-, pues Zapata ha casi anulado el nombramiento de Gobernador.

- Por razones políticas -dijo el señor Madero-, conviene que Zapata continúe como Jefe de las Armas.

Objetó el comisionado que los habitantes de Morelos esperaban entrar en ejercicio de las libertades políticas proclamadas y prometidas al pueblo en el Plan de San Luis Potosí, e indicó al leader entrar en los preliminares de los trabajos para elegir a los mandatarios del Estado.

- ¿Qué elecciones? -dijo el señor Madero-. He resuelto que no se efectúen sino pasado un año.

- Señor, según la Legislatura del Estado, débese desde luego convocar a elecciones. Acuerda la ley el plazo de un mes.

- No habrá elecciones de Gobernador - dijo el leader.

Ahogado por la emoción, el señor Ruiz de Velasco dijo a la Asamblea que permaneció mudo ante Madero, durante unos momentos. Luego le dijo:

- ¿Y las elecciones de Presidente y Vicepresidente de la República?

Y el preguntado contestó ante un grupo de personas, sin empacho:

- No se apuren por ello; eso es cosa arreglada ...

El público del Allende, intrigadísimo, estaba pendiente de los labios del ingeniero, quien continuó diciendo que nadie había proclamado Presidente al señor Madero y que el leader atacaba las leyes del Estado; tras un breve y brioso hablar cerró su período con la siguiente frase:

- Señores, se ha transgredido el famoso Plan de San Luis Potosí.

Un aplauso crepitante cerró la frase del ingeniero Ruiz de Velasco, quien continuó haciendo la crónica de su viaje. Se refirió al revolucionario Tepepa, de quien dijo que había sido buen hombre en un principio; que había defendido los intereses privados de los vecinos de Tlaquiltenango, a quienes defendió de las atrocidades de Zapata; que después, ya junto con Zapata, aprendió a matar, a robar y a incendiar, y que, por tanto, el fusilamiento de Tepepa era justificado. Al hablar de los demás revolucionarios surianos, dijo que Ambrosio Figueroa era el único que merecía el nombre de revolucionario, apreciación que mereció nuevos aplausos.


El sitio de Cuautla

En Cuautla, semidestruído por las gentes de Zapata, el señor Madero habló desde el kiosco de la plaza, y dijo que en remembranza con el histórico sitio de Cuautla y la defensa de Morelos, él no patrocinaba los horrores cometidos en la ciudad por la revolución última.

La población no fue militarmente tomada: asaltaban en gran número de insurrectos, con flojedad.

Sólo resultaron tres muertos por parte de los defensores, mientras que por la de los asaltantes hubo, entre heridos y muertos, cuatrocientos. Al fin los federales salieron con armas y bagajes, pero sin parque, sin ser atacados y sólo entoóces entró la tropa de Zapata, asesinando, robando e incendiando.

- Ante el cuadro de la ciudad destruída -dijo el ingeniero-, el señor Madero se emocionó y dijo que la Revolución no amparaba bandidos. Sin embargo, agregó, Zapata es el Jefe de las Armas en el Estado, nombrado por el señor Madero.


Medidas multiplicadas

De Cuautla salimos para México y vivamente impresionado, hablé con varios acompañantes del señor Madero, refiriéndoles lo que con él me pasara en Iguala.

Cuantos me oyeron, quedaron bajo una impresión bien ingrata. En Chalco, quedé próximo de un abogado, miembro de la comitiva del señor Madero; preguntéle acerca de las medidas que se habían adoptado para pacificar el Estado y contestóme que se aconsejaría a Zapata que se separase de un tal Rodríguez, que era su secretario particular. Creen que volverá Zapata a una vida honrada, pues tiene el cinismo de confesar que toda la ha pasado en la cárcel.

Nuevamente me manifesté indignado e hice ver a mi interlocutor qué indignados estaban todos los habitantes de valía en el Estado; hícele ver también que nos veríamos obligados a cambiar de actitud, puesto que se trataba de nuestros intereses y de nuestras vidas. Cráalo usted, licenciado, abandonaremos el Estado; si alguna vez volvemos a él, será en actitud armada.

Hablé también con el señor Robles Domínguez, acerca de impedir los saqueos; nos presentamos también al señor Vázquez Gómez, Ministro de Gobernación, y nos habló de otro plan, diferente del primero, pero que tampoco ha dado resultado.

Luego estuvimos a ver al propio señor Madero, y también nos habló de otro plan ...

Lo relativo a súplicas, señores, creo que ha terminado, y si propongo algo en bien del Estado de Morelos, propongo que se proceda con toda energía.

No comprendo por qué causa el señor Madero consiente los crímenes que se han cometido y se seguirán cometiendo, como los consumados sobre las mujeres y niños indefensos de Cuernavaca! ... (Nuevamente aplausos).


Habla el Presidente

El señor Presidente dijo que al Senado correspondía acordar que, en vista de que las auroridades habían desaparecido de Morelos, se procediese al nombramiento de Gobernador interino; que este Gobernador debería convocar a elecciones al pueblo. Agregó que la convocatoria no se había expedido. Luego habló sobre la siruación económica, social y política del Estado y vaticinó una era de hambre y enfermedades, causada por la pérdida de las cosechas de cereales. Más que de otra cosa, se trata de un problema social -dijo-, un problema de conservación de intereses y de vidas, y puesto que las comisiones ante el señor Madero han fracasado, y Zapata es de facto el que gobierna, ustedes propongan a la Mesa Directiva qué es lo que debemos hacer.


Habla el licenciado Noriega

El licenciado Fernando Noriega propuso que, puesto que se había empezado a dar pasos por la vía pacífica, que se continuara del mismo modo, hasta que fuesen agotados todos los medios en este terreno. He sabido -dijo- que una persona de toda la confianza del señor Madero, ha indicado la conveniencia de que de nuevo nos dirijamos al leader de la Revolución. Terminó el licenciado Noriega proponiendo que se nombrara una comisión de tres individuos; que de seguro sería recibida la mañana de hoy.


Nada de contemplaciones

Propuesto lo anterior por el licenciado Noriega, pidió la palabra el doctor Calderón, quien, tras breve exordio, expresó que el tema de la discusión había sido variado. Agregó:

- Se ha dicho mucho y mucho se nos ha prometido; pero es el caso que hemos visto que no sólo se nos escatiman las garantías, sino que se nos ponen todos los medios para aniquilarnos. No haré un nuevo relato de las exacciones cometidas en Morelos, porque no deseo proporcionar a la Asamblea emociones fuertes. Queda en pie el hecho de que estamos frente a un problema pavoroso. Continuó diciendo que se adhería a lo propuesto por el licenciado Noriega: obrar con calma; pero -agregó- debemos proceder ya sin contemplaciones; protestaremos en nombre de todas las fuerzas vivas, por medio de la prensa, para que nuestra actitud sea conocida por toda la República; para que se sepa que el Estado de Morelos es una víctima de la Revolución. (Aplausos).


Innoble y ridículo

Pide la palabra el señor Meoqui, y manifiesta que la opinión no está debidamente encauzada. Dice:

- El papel del señor Madero, lógicamente desapareció para dar garantías, desde el momento que fue sólo un licenciado de las fuerzas revolucionarias. Verlo de nuevo sería ridículo. Desde el momento en que existe un gobierno constituído, a él debemos dirigirnos, para hacerle ver los males que hieren al país. Madero es un simple ciudadano, y si mañana se proclama mandatario, habrá transgredido la ley y habrá transgredido el Plan de San Luis.

Continuó diciendo el señor Meoqui que a quien se deben pedir garantías era al Secretario de Gobernación; si éste no las da, al señor Presidente de la República; si éste las niega, entonces, señores -concluyó el señor Meoqui-, nos queda el Congreso, para que decida sobre la suerte que corra la Entidad en peligro. Si después de esto continúa la anarquía, y si todos eluden responsabilidades, no nos queda más que apelar a los procedimientos armados. Nosotros, los viejos, cargaremos las armas, para que sean disparadas por los jóvenes.

Debo recordar que el pueblo, a semejanza de las espadas que tienen filo y punta, cuando es manejado por ineptos, los hiere.

Terminó diciendo que no trataba de hacer política, y que quedaba en pie la propuesta de que se viera al señor Ministro de Gobernación.


No se verá al señor Madero

Nuevamente hizo uso de la palabra el licenciado Noriega, aclarando que no había propuesto que se viera al señor Madero, sino a una persona allegada a él y de cuya ascendencia ante el leader es reconocida.

Toma también otra vez la palabra el ingeniero Ruiz de Velasco y hace ver a la Asamblea que habló con un reconocido demócrata. Dió a entender que se trataba del mismo Ministro de Gobernación, pues dijo: No vi al señor Ministro, sino al señor licenciado. Refirió que le había pedido, después de mucho pedirle garantías, un consejo.

- El consejo que doy es que ustedes se fajen los pantalones, se le contestó al señor ingeniero Ruiz de Velasco.

Puesto que el señor Madero no da lugar a nada, puesto que no se nos oye y no tenemos ya fe -continuó diciendo-, el camino que debemos seguir es el del reto. El señor Madero, señores, es ahora tan Presidente como yo, y no se le deben reconocer facultades ni para nombrar un gendarme.

Para terminar, el señor ingeniero propuso que era al Gobierno Constituído a quien debían exponer todas las quejas.


El señor Madero Presidente

No habiendo más quien pidiera el uso de la palabra, el Presidente de la Asamblea resume el debate y dice que, aunque el señor Madero no tiene ningún carácter fuera del de ciudadano, es de hecho Presidente de la República; que siendo así, es congruente y lógico agotar los medios pacíficos. Hace de nuevo ver que se trata no de un problema político, sino de conservación social, e indica que se debe nombrar una diputación que se acerque a la persona indicada por el licenciado Noriega.

Deliberaron los miembros del Club Republicano Morelos y quedó nombrada la siguiente comisión: por los grandes hacendados, comerciantes e industriales, los señores Luis García Pimentel y licenciado Fernando Noriega; por los comerciantes, agricultores e industriales en pequeño, los señores Dámaso Barajas y Emilio Mazari, y por los profesores, empleados públicos y particulares, el doctor Aristeo Calderón e ingeniero Agustín Aragón.

Estaremos pendientes del giro que tome el asunto, que tanto preocupa a los morelenses.


Complementarias

Los comisionados, tras de ver a la persona indicada por el señor Noriega, quedaron citados para reunirse con los morelenses en un departamento de un céntrico hotel, en donde se les dará cuenta del resultado de sus gestiones.

No se necesitan comentarios. La reacción estaba en pie. Bravatas fueron las de tomar las armas que no empuñan sino los humildes; los potentados disponen de la intriga.


SUPUESTA SUBLEVACION DEL GENERAL ZAPATA

Los terratenientes buscan nuevas influencias

Profunda decepción causó a los hacendados el hecho de que su maniobra no diera el resultado que buscaban, pues Madero, conocedor de la intriga, se negó de plano a ceñirse a los caprichos de los conservadores. Disgustados con la actitud del Jefe de la Revolución, buscaron otras influencias que no fueran maderistas, y fácilmente llegaron hasta el propio Presidente de la República, don Francisco León de la Barra. Pronto veremos la actitud que éste asumió en el caso de Morelos.

A la luz del día, primero, y a la sombra, después, los latifundistas morelenses robustecieron su labor y sus intrigas en contra de Zapata. Era necesario impresionar a la opinión pública: ¿cómo?, ¿en qué forma?, ¿por qué medios, cuando carecían de razón y de justicia?

Comprando plumas de periodistas.

Contaban con el oro que habían producido las haciendas de Morelos.

Así dió principio una campaña de insidia y falsedades.

Con aspavientos se comentaron algunos hechos inherentes a todo movimiento de rebeldía popular: en Yautepec, en Cuautla y en Jojutla, al tomarse las plazas por el pueblo levantado en armas, se saquearon, incendiándolas después, dos o tres casas de individuos que habían cometido abusos graves en las personas e intereses de muchos de los levantados en armas. Fueron las represalias.

Esos abusos, ni leves ni pocos, contribuyeron a que, al estallar el movimiento revolucionario maderista en la Entidad morelense, tomara caracteres más radicales que en otros puntos de la República, ya que ese pueblo había sufrido vejaciones, que al fin refluyeron en los vejadores; efectos lógicos de una causa que los latifundistas y conservadores cuidaron de ocultar; consecuencia del proceder de individuos que no se detuvieron ante ninguna consideración al despojar arbitrariamente de sus tierras a los indefensos poblados.

Por eso el 19 de mayo de 1911, al entrar en la primera de las poblaciones precitadas, los jefes revolucionarios Román Castro y Lucio Moreno no pudieron contener al pueblo, que en un arranque muy humano incendió las propiedades del grupo de reaccionarios, a quienes consideraba sus enemigos.

La supuesta sublevación de Zapata Entre el fárrago de mentiras que los conservadores morelenses inventaron y propalaron, estUvo la dolosa versión de que el general Zapata se había sublevado.

Esa patraña, que por lo pronto no dió los resultados que buscaban, pone de manifiesto las maniobras de los enemigos del pueblo. Su objetivo era la eliminación del jefe suriano, mas habiendo fracasado todos los esfuerzos hechos cerca del señor Madero, apelaron al recurso de enfrentarlo con el Gobierno, para lo cual urdieron la sublevación, como el mejor medio de que se enviaran, con toda rapidez, fuerzas federales a Morelos.

La prensa, sirviendo los intereses de los hacendados, con grandes caracteres dió a la publicidad la noticia del supuesto levantamiento de Zapata, quien se encontraba en Cuernavaca, ignorante de lo que en su contra se fraguaba en la metrópoli, ocupado en el licenciamiento del resto de sus huestes, de acuerdo con las instrucciones del señor Madero.


La presencia de Zapata en México desbarata la intriga

El licenciado don Emilio Vázquez Gómez, quien desempeñaba la Secretaría de Gobernación en el gabinete del Presidente De la Barra, al darse cuenta de la pérfida maniobra en contra del jefe suriano, llamó al autor de esta obra y le hizo ver la conveniencia de trasladarse al Estado de Morelos, poner al tanto a Zapata de los hechos e invitarlo a que pasara a México, para que con su presencia diese un mentís a los calumniadores.

No dejó de producir en el ánimo de Zapata una marcada contrariedad aquella labor que se desarrollaba en su contra; pero, teniendo una confianza absoluta en el Caudillo de la Revolución, no vaciló un instante en trasladarse a la metrópoli, a donde llegó el 24 de junio, en compañía de su hermano Eufemio, del Jefe de su Estado Mayor, Abraham Martínez, de Próculo Capistrán, Jesús Jáuregui, los hermanos Magaña y dos o tres individuos más.

La inesperada presencia de Emiliano Zapata en México, cuando la prensa lo hacía aparecer como sublevado, su actitud tranquila y su alojamiento en el céntrico hotel del Coliseo, sin ostentación de fuerza, fue un formidable golpe asestado a sus calumniadores y a la prensa mentirosa.

Tan pronto como llegó a México celebró una entrevista con Madero, a quien informó del curso que seguía el licenciamiento de sus tropas. En lo tocante a la infame labor que, con ayuda de algunos órganos de la prensa capitalina, desplegaban en contra suya y de la Revolución los hacendados de Morelos, le propuso que fueran ambos, Madero y Zapata, a hablar con el Presidente De la Barra, para poner las cosas en su lugar y saber a qué atenerse.

Madero indicó a Zapata la conveniencia de ir solo a conferenciar con el Presidente; pero le dió cita para el otro día, a fin de cambiar impresiones.

Varios periodistas, algunos representando diarios de los que habían dado la burda noticia del levantamiento del jefe suriano, estuvieron a entrevistado en el hotel del Coliseo, y a un reportero que no se resolvía a entrar a su cuarto, le mandó decir con el Jefe de su Estado Mayor que pasara sin temores, pues no era el monstruo que los periódicos pintaban.

El reportero pasó al fin, y recibió las siguientes, textuales declaraciones:

Toda esa política y esa ola de recriminaciones, se debe a la mala voluntad de algunos individuos que poseen propiedades en el Estado de Morelos y que son restos de la antigua Administración, que quisieran seguir haciendo que impere el cacicazgo.

Son los grandes terratenientes del Estado que, poco o mucho, tienen ligas de parentesco con los antiguos gobernadores.

Al día siguiente, según lo convenido, Madero esperó a Zapata en su despacho y le manifestó que había informado al señor Presidente sobre las intrigas de los enemigos de la Revolución; que regresara a Morelos a continuar el licenciamiento de sus fuerzas, y que lo hiciera sin temor, pues al fin él, Madero, ya estaba en antecedentes.

Zapata manifestó su inconformidad por la forma en que la prensa atacaba a la Revolución y a los revolucionarios, indicó que juzgaba un peligro que continuara esa labor de desorientación que perjudicaba a la causa popular. Hizo, igualmente, ver todos los inconvenientes que entrañaba la falta del inmediato cumplimiento de la restitución de las tierras a los pueblos, principalísima promesa revolucionaria, que para los morelenses era de capital importancia, medio efectivo para el advenimiento de la tranquilidad del país; y muy sincera, comedida, pero enérgicamente, aseguró que aun después de haber licenciado sus tropas como se le había ordenado, estaba dispuesto a cumplir la obligación que le imponía su carácter de jefe de las fuerzas insurgentes de Morelos. Puso también en conocimiento del señor Madero que tenían noticias de que el general Ambrosio Figueroa estaba influenciado por los hacendados, y que personalmente, como quedó comprobado, asistía a las juntas que seguían celebrando en el hotel San Luis, en que se alojaba el jefe guerrerense.

Madero repitió a Zapata que el asunto de las tierras era un problema sumamente arduo, y que, como ya le había dicho, tendría que resolverse conforme a la ley, y de acuerdo con las autoridades del Estado; a lo que Zapata repuso insistiendo en que el Gobernador, señor Carreón, era enemigo de los intereses de los pueblos, pues estaba completamente inclinado a los hacendados.

Se convino entonces en que se cambiaría Gobernador del Estado, que convocase a elecciones de diputados para instalar la Legislatura Local, y que ésta, dentro de sus atribuciones, tratara la resolución del problema, cuyo inmediato cumplimiento exigía el jefe suriano.

Zapata, que contaba con la opinión casi unánime de los campesinos morelenses, fiado en la buena fe de Madero, cuyas indicaciones acataba, no encontró objeción alguna, mayormente cuando hubo la formal promesa de que el pueblo elegiría con toda libertad a sus representantes para que, dentro de la ley, se hiciera justicia al campesino. Aceptó lo sugerido por el Jefe de la Revolución, de quien cariñosamente se despidió.


Un aviso a tiempo

No había aún transcurrido media hora desde que el general Zapata llegó al hotel, cuando un sincero correligionario maderista, el ingeniero Manuel N. Robles, se le acercó, notablemente agitado, y le dijo:

- Mi general Zapata: váyase usted inmediatamente, porque no tardarán en llegar a aprehenderlo, por gestiones de Ambrosio Figueroa. Al señor Madero le propusieron la detención de usted y rechazó indignado la idea; pero parece que en los altos círculos del Gobierno sí encontró buena acogida.

Zapata no dudó un momento de la veracidad de la noticia que recibió, como cosa esperada. Empuñó fuertemente su 30-30, con toda calma dió orden de cubrir la cuenta del hotel, y de bajar del cuarto algunos objetos comprados; luego se despidió cariñosamente de quien le había dado tan oportuno aviso y emprendió el regreso a Morelos, en los mismos dos coches que se utilizaron para hacer el viaje a la capital.


LICENCIAMIENTO DE LAS FUERZAS SURIANAS

Latifundismo vs. Agrarismo

Lo que el calumniado jefe suriano dijo en sus declaraciones al periodista que lo entrevistó, era exactamente la verdad. Esa fue la causa que movió a los terratenientes y sus aliados para buscar por todos los medios la nulificación de Zapata.

Era la lucha del capitalista contra el trabajador; era el amo asustado, y en guardia, contra su esclavo que pugnaba por libertarse; era el latifundismo frente al incipiente movimiento de reivindicación agraria que se erguía firme, inflexible y poderoso.

Y para resolver el interesantísimo problema, que se dejó sentir con más apremio en el Estado de Morelos, el Presidente interino que en apariencia obraba de acuerdo con el Caudillo de la Revolución, no pudo hacer otra cosa que ordenar, con toda premeditación, el licenciamiento de las fuerzas de Zapata, que debería llevarse a cabo del modo que fuera necesario. Mientras tanto, a fines de junio el señor Madero lanzó un manifiesto, aconsejando paternalmente a los capitalistas que debían mostrarse suaves con los humildes; que los patrones debían proceder equitativamente con los sirvientes, haciéndoles las concesiones que fueran compatibles con el recto sentimiento de la justicia; que los privilegiados de la fortuna no deberían oprimir a los asalariados ...

Lirismos emanados del bondadoso corazón del Caudillo, consejos magníficos, inmejorables guías de salud para buscar lenitivo a aquellos males que necesitaban cauterizaciones enérgicas, no súplicas ni recomendaciones declamatorias. Los latifundistas, los amos, los mimados de la fortuna, que con la complicidad de los poderosos habían despojado de sus tierras a los pueblos y esclavizado, explotado por luengos años a los trabajadores del campo, trataban de conservar a todo trance su situación privilegiada qua hoy todavía defienden con desesperado esfuerzo.

El aparente triunfo del movimiento insurgente no pudo hacer que desaparecieran la esclavitud y la explotación del peonaje; quedaron en pie, por tanto, las causas socialmente eficientes de la Revolución. El simple cambio de personas en los altos puestos gubernativos y la inscripción en los documentos oficiales del lema Sufragio Efectivo. No Reelección, no podía satisfacer en mínima parte las necesidades de la masa campesina, mayormente cuando ese mismo lema, enunciado de una aspiración del orden político, aún no cuajaba en una realidad.

Para el expoliado trabajador de los campos, para el oprimido peón de las haciendas, para quien hace producir la tierra, y en cambio, el fruto de su rudo trabajo, de sol a sol, era un bocado con que mal acallar su hambre, mientras que en la hacienda, en la casa grande, todo era abundancia y comodidad; para esa v1ctima del desequilibrio social que había empuñado las armas en un arranque de superación, la resultante de su movimiento la esperaba en un gobierno justiciero, que en nada se pareciese al que había derrocado, que apoyara una transformación en la estructura social, para hacer posible una existencia digna del sér humano.


Acción efectiva de algunos pueblos

Mientras los señores feudales aplicaban todas sus fuerzas para conseguir la continuación del estado de cosas que les era tan benéfico y echaban mano de hábiles recursos, que gracias a la conciliadora política del Presidente interino iba tomando los caracteres de una ofensiva, los revolucionarios campesinos, que habían permanecido a la expectativa, después del fracaso de la Revolución con los tratados de Ciudad Juárez, comenzaban a dar muestras de hacer respetar, por propia iniciativa y acción, los postulados sociales que habían sostenido con las armas en la mano.

En Puebla, por ejemplo, algunos labriegos que habían ido a la Revolución se apoderaron de un finca rústica propiedad del ex gobernador Mucio P. Martínez, y comenzaron a sembrar sus campos abandonados.

En Morelos, los vecinos de San Vicente y de Cuachichinola ocuparon y cultivaron propiedades de Ramón Corona y Emmanuel Amor.

Y en Oaxaca, para no señalar más casos, algunos indígenas a quienes había extorsionado el dueño o administrador de la hacienda de Bocas, tomaron posesión de algunos campos de labor que defendieron con las armas, cuando algunos ex compañeros, soldados maderistas, quisieron rescatarlos.

La Revolución no ha sido realizada en favor de la demagogia, precursora del anarquismo, sino de una democracia basada en el respeto a todas las personas y a la propiedad -clamaban los terratenientes al señor Madero.

Nuestras propiedades han sido ocupadas sin nuestro consentimiento y sin previo auto judicial -exponían al Gobierno.

La lucha estaba empeñada.

¿Podrían más las argucias, el cohecho, los dineros de los señores 'del feudo que la justicia de los pueblos?

¿De quién sería el triunfo?

¡Atea jacta est! ...


El licenciamiento de las fuerzas de Zapata

En la primera visita que hizo Madero a Cuernavaca, dió instrucciones al Gobernador provisional don Juan N. Carreón, para que facilitase los fondos necesarios para el licenciamiento de las tropas maderistas que estaban a las órdenes del general Zapata; en acatamiento a lo ordenado por el Jefe de la Revolución, y de acuerdo con su representante el señor licenciado Gabriel Robles Domínguez, se procedió a licenciar y desarmar a los revolucionarios morelenses.

El acto se llevó a cabo en la siguiente forma:

En La Carolina, en las afueras de Cuernavaca, se instalaron tres pequeñas mesas: en la primera estaban los comisionados para recoger el armamento; en la segunda, el general Zapata, el licenciado Robles Domínguez y el general Abraham Martínez; y en la tercera el encargado de la oficina rentística de Cuernavaca, quien manejó. los fondos destinados al licenciamiento.

Cada soldado que entregaba su arma en la primera mesa, pasaba a la segunda, en la que se le daba un oficio de baja de las filas revolucionarias, y en el cual se le agradecía, a nombre de la patria, su ayuda a la causa. Cada oficio de baja era firmado por las siguientes personas: Emiliano Zapata, como General en Jefe; Abraham Martínez, como Jefe del Estado Mayor, y don Gabriel Robles Domínguez como Jefe de la Zona y representante del Caudillo de la Revolución.

Si el lugar de origen del licenciado estaba cercano a Cuernavaca se le daba una orden en una tira de papel que se prendía a cada baja para que en la tercera mesa le fuese proporcionada la cantidad de diez pesos. Si procedía de algún lugar lejano, o si además de la carabina entregaba su pistola, la orden era para que se le proporcionaran quince, y hasta veinte pesos. El general Zapata, que conocía a todos sus subordinados, y el lugar de origen de cada uno de ellos, iba diciendo al señor licenciado Robles Domínguez la cantidad que debía ministrarse en cada caso.

El licenciamiento, que empezó en La Carolina, se terminó en uno de los portales de Cuernavaca.

En esa forma fueron recogidas cerca de 3,500 armas, que se depositaron en dos cuartos del antiguo Palacio del Conquistador, quedando, por lo mismo, desarmada la mayoría de las fuerzas morelenses. Faltaban aún por licenciar unos 400 hombres, que, por ser del rumbo de Cuautla, iban a serlo en ese lugar.


Un rasgo de justicia

El licenciamiento importó alrededor de $47,500.00. Cuando éste se hubo terminado, don Gabriel Robles Domínguez dijo al general Zapata:

- General, tengo instrucciones de que a usted se le dé lo que pida. Sírvase decirme lo que deben entregarle.

Zapata, sonriendo, le agradeció el ofrecimiento.

- No, general -insistió Robles Domínguez-, diga usted con franqueza lo que deben darle.

Se encontraban cerca de la pequeña mesa, sobre la que se acababan de firmar las últimas bajas, varias señoras enlutadas que silenciosamente habían observado aquel acto. Habían perdido a sus maridos o a sus hijos en la reciente lucha.

Zapata las miró fijamente, y dirigiéndose a Robles Domínguez, le dijo:

- Hágame favor de ordenar que se me faciliten quinientos pesos.

En el acto le fueron suministrados; y adelantándose hacia donde estaban aquellas mujeres, se los repartió, diciéndole a Robles Domínguez:

- Siquiera que eso les toque a estas pobres gentes.

Y así se llevó a cabo el licenciamiento en Cuernavaca, para concluirlo, según lo convenido, en Cuautla, con el resto de la gente.

Ni Robles Domínguez, ni Zapata, ni ningún subordinado de éste, manejaron fondos, siendo, por lo mismo, calumnioso cuanto la prensa conservadora aseguró a este respecto, pues hasta llegó a afirmar, en su malévolo afán de desprestigiar a Zapata, que hubo soldado que cobrara varias veces, con distinto nombre, lo que no pudo ser posible, sin la previa entrega de su arma, como ya hemos dicho.

Índice de Emiliano Zapata y el agrarismo en México del General Gildardo MagañaTOMO I - Capítulo XI - Madero en México y en el SurTOMO I - Capítulo XIII - Complot contra MaderoBiblioteca Virtual Antorcha