Indice de la edición cibernética Gandhi de Romain RollandCapítulo quintoPalabras finales del autorBiblioteca Virtual Antorcha

Gandhi
Romain Rolland
Apéndice
Gandhi luego de recuperar la libertad
Nota final a la XXXI edición



La primera edición de este libro apareció hace tres meses.

Desde entonces, tres nuevos acontecimientos han acentuado las líneas más importantes de este cuadro, sin modificarlas:

El partido Swarajista hindú, constituido por el jefe político más importante de la India, y amigo de Gandhi, C. R. Das -partido que concilia los métodos de la No-violencia con la participación en Consejos Legislativos-, ha obtenido una imponente victoria en las elecciones de fines de diciembre de 1923.

Los hermanos Alí, jefes reconocidos de los mahometanos de la India, y amigos de Gandhi, habiendo cumplido la pena de dos años de prisión, han retornado su puesto a la cabeza del movimiento nacionalista hindú; y uno de ellos, Maulana Mohamed Alí ha sido nombrado presidente del Congreso de toda la India.

Por último, el propio Gandhi ha sido puesto en libertad.

Europa se ha enterado de la liberación del Mahatma. Pero se sabe en qué hora crítica ha sido concedida dicha libertad. Se le ha ocultado lo poco que faltaba para que el gobierno inglés viera morir entre sus manos al prisionero.

Había sido encarcelado en Yeravada, cerca de Poona (provincia de Bombay). Desde tiempo atrás venía debilitándose notoriamente, su delgadez era extrema. En diciembre fue presa de dolores abdominales a los cuales se prestó escasa atención. La fiebre se apoderó de su organismo. La familia, que no podía visitarlo, era mantenida en la ignorancia.

A comienzos de enero, la quietud oficial vióse bruscamente sacudida. El estado de Gandhi revelóse tan inquietante, que se llamó con urgencia al coronel Maddock, Civil Surgeon, quien diagnosticó apendicitis grave, en plena crisis. De no mediar el espíritu decidido del cirujano, Gandhi hubiera estado perdido. Maddock no aguardó a contar con las autorizaciones necesarias; tomó bajo su responsabilidad conducir a Gandhi sin dilación, en su propio auto, al hospital Sassoon, de Poona. Lo coloca sobre una angarilla, que él mismo conduce ayudado por algunos estudiantes; por la noche del sábado 12 de enero, lo opera. Nadie sabía nada, y la familia fue informada luego de pasado el trance. En cambio, dentro del hospital, y en las esferas oficiales, la ansiedad era extrema. La responsabilidad que pesaba sobre las autoridades inglesas resultaba incuestionable. Si el Mahatma moría, la India entera habría de sublevarse.

Sólo el Mahatma conservaba su calma y su dulzura habituales. A fin de atenuar el peligroso cargo que recaería sobre ellas, en caso de un resultado fatal, una hora antes de la operación las autoridades hicieron prestar testimonio a un jefe del partido liberal hindú, Sastri, que aunque adversario político de Gandhi, merecía la estima de éste.

Sastri ha publicado el relato de esa hora de agonía (1).

Se le rogó a Gandhi firmar un papel, donde daba consentimiento para ser operado. Gandhi se colocó sus gafas, leyó atentamente, y, luego de pedir permiso para cambiar el texto, dictó una carta dirigida al coronel Maddock: agradecía en ella cortésmente a médicos y autoridades por los cuidados que le proporcionaban, afirmaba su confianza en el cirujano, y reclamaba una operación inmediata. Luego, alzando las rodillas, y posando sobre ellas el papel, firmó con lápiz, con pulso muy inseguro. Se lo dejó solo unos instantes, a fin de preparar la sala de operaciones. El Mahatma púsose entonces a conversar tranquilamente con Sastri. y he aquí sus palabras textuales:

... Mi conflicto con el gobierno continúa y continuará tanto tiempo como persistan los motivos que lo han provocado. No puede mediar en ello condición alguna. Si el gobierno piensa que mis motivos eran buenos, y que soy inocente, si cree que ya me ha tenido bastante tiempo prisionero, puede dejarme partir; sería honorable de su parte ... Se me puede liberar, pero no debe hacerse apelando a falsos pretextos ...

(Es decir, como volverá a decirlo explícitamente, que no acepta ser liberado a causa de su enfermedad).

Agrega luego que aunque siente un profundo desacuerdo con el gobierno, quiere individualmente a los ingleses, y que si el pueblo de la India muestra agitación luego de su liberación -cosa que él no desea-, ruega que sea conforme al espíritu de la No-violencia.

Sastri le pregunta entonces si no desea hacer llegar un mensaje a su pueblo. Gandhi debía desearlo, cuanto más desde que a partir de su encarcelamiento su voz habíase apagado por completo. Luego de la condena había enviado al presidente del Congreso Nacional Hindú una carta para sus compatriotas; pero había sido interceptada por el gobierno, que quiso enmendarla, cosa que Gandhi rechazó de plano.

Cualquier ótro en su lugar, hubiera pues aprovechado la ocasión de hacer saber al pueblo su suprema voluntad, momentos antes de ser objeto de una operación que bien podía serle fatal. Y sin embargo, con ese admirable sentido del honor caballeresco, uno de los rasgos más notables del Mahatma, y que hoy quizá parezca casi anacrónico, Gandhi se niega. Considerábase ligado al silencio.

Le responde, pues, a Sastri, que él es prisionero del gobierno, y que como tal debe observar el código de honor del prisionero. Civilmente, se lo censaba como muerto. No tenía ningún Mensaje para ofrecer ...

En ese instante -eran las diez de la noche- abrióse la puerta. Venían a buscarlo para llevarlo a la mesa de operaciones.

La operación duró veinte minutos. Un accidente estuvo a punto de resultarle fatal. El paciente acababa de ser c1oroformado, cuando desapareció la luz eléctrica y hubo que correr en busca de lámparas a petróleo. La incisión puso en descubierto un absceso oculto, purulento y muy profundo. Gandhi soportó bien la operación, aunque durante toda la noche persistió la incertidumbre por el desenlace.

El lunes, llegaron el hijo de Gandhi y su madre, a quien finalmente se había avisado. Todo el país durante varios días fue presa de delirante ansiedad. El presidente del Congreso de toda la India, Mohamed Alí, hizo decretar rogativas nacionales en todo el país, para el día 18 de enero. De todos los sectores se pidió la liberación de Gandhi, inclusive diarios gubernamentales.

Era preciso salir con toda premura de esa peligrosa situación en que la vida amenazada de Gandhi colocaba a cuantos habían influido en su encarcelación. El 17 de enero, el gobernador de Bombay fue llamado bruscamente a Delhi por el virrey, lord Reading. La sesión de la nueva Asamblea Legislativa Hindú debía abrirse a fines de ese mes; era, pues, preciso sacar del medio ese motivo de agitación.

Dióse, entonces, la orden de excarcelación, el 4 de febrero.

El Mahatma, libre ya de sus escrúpulos, vuelto a la libertad de palabra y pensamiento, envía un Mensaje al presidente del Congreso de toda la India, el 7 de febrero.

Comienza lamentando el acto del gobierno, que él no puede aceptar como una gracia:

Me enoja que el gobierno me haya liberado prematuramente, por causa de mi enfermedad; esa c1ase de liberación no puede causarme ningún placer, pues considero que la enfermedad de un prisionero no ofrece razón alguna para devolverle la libertad.

Con su galante cortesía, agradece a todos aquellos -y no olvida a nadie- que, sea en el hospital o en la prisión, le han tratado con consideración. Confiesa que todavía por algún tiempo no podrá hacerse cargo del trabajo activo. Necesita semanas de reposo. Y por otra parte, necesita de un cierto tiempo para ponerse al corriente de la nueva situación de la India, pues nada ha sabido desde hace dos años. No deja de dar firmes consejos, demostrando que no han variado sus primeras decisiones ni su programa de acción.

Antes que nada, es preciso rehacer la unión de todas las fuerzas de la India. En su ausencia éstas se han dispersado.

Aunque es poco lo que conozco de la situación presente del país, sé ya lo suficiente para ver que los problemas nacionales son mucho más confusos hoy que en tiempos de Bardoli. Sin la unidad de las diversas razas y religiones, toda idea de Swaraj (Home Rule) carece de sentido. Esta unidad, que yo creí casi conseguida en 1922, ha sufrido gravemente entre hindúes y musulmanes. Si queremos conquistar nuestra libertad, es preciso establecer un lazo indisoluble entre las diversas comunidades. Yo no os pido acciones de gracias por mi curación. Vuestra unión habrá de devolverme la salud más rápidamente que todos los cuidados medicinales. Mi corazón se ha visto abrumado por lo que he podido enterarme de vuestras disesiones. Hasta tanto este peso me agobie, me será imposible el reposo. Yo hago un llamado a todos los que sienten un poco de amor hacia mí. ¡Uníos! Sé que la tarea es difícil, pero nada es difícil, si tenemos fe verdadera en Dios. Hindúes, mahometanos, ¡poned fin a vuestra mutua desconfianza! Es la debilidad la que engendra el temor, y el temor la desconfianza. Rechazad, unos y otros, los temores. Aun cuando uno solo de entre nosotros deje de temer, acabarán las querellas. Yo sé que en el fondo nos queremos como hermanos. Os pido entonces compartir mi anhelante voluntad de unión ...

En cuanto a su táctica de combate, sigue siendo lá misma. Dos años de solitaria meditación no han hécho más que convencerlo una vez más de su eficacia. En primer lugar, la rueca, como único remedio contra el pauperismo. La unión de las razas. La desaparición de los intocables. La aplicación metódica de la No-violencia, en pensamientos, palabras y acciones.

Si ejecutamos fielmente este programa, no tendremos necesidad de recurrir a la Desobediencia civil. Pero debo agregar aquí que mis meditaciones no han debilitado mi creencia en la eficacia y la justicia de la Desobediencia Civil. Yo sostengo que es un arma para el derecho, y el deber de una nación, cuando su ser vital está en peligro. Estoy convencido de que ella comporta menos peligros que la guerra. Y en tanto que la Desobediencia Civil, cuando tiene éxito, hace bien a los dos partidos, la guerra hace mal a la vez a vencidos y vencedores.

Acerca de la táctica del nuevo partido Swaraj, fundado por su amigo C. R. Das, evita por el momento pronunciarse. Hállase frente a una situación política nueva, que quiere estudiar antes de juzgar.

En las elecciones legislativas de fines de diciembre, los Swatajstes (nacionalistas hindúes de izquierda, partidarios de la No-violencia, pero dentro de los medios parlamentarios puestos a su disposición por la Constitución reformada), habían conquistado aproximadamente la mitad de las 103 bancas electivas de la Asamblea de toda la India. Y en los Consejos provinciales, el partido habíase convertido casi unánimemente en el más fuerte (2). Dicho partido había dado a conocer a fines de diciembre una serie de reivindicaciones y resoluciones; entre ellas, la supresión de leyes opresivas, el establecimiento inmediato de un gobierno autónomo, la convocatoria a una conferencia para determinar los principios de una constitución hindú, que luego sería definitivamente elaborada por la nueva Asamblea; y lo que es más, la federación de pueblos asiáticos para la emancipación del Asia. Gandhi no podía desconocer las lecciones que los nuevos hechos proporcionaban. Sobre todo, la estima y el afecto que sentía por los jefes de este movimiento, como C. R. Das, de quien conocía la sinceridad y probada fe, lo obligaban a no condenar antes de someterla a un serio examen, esta desviación de sus principios de No-cooperación.

De ahí que diga:

No esperaréis de mí una opinión sobre la delicada cuestión de la elección de miembros del Congreso a los Consejos Legislativos y a la Asamblea. Aunque yo no haya experimentado ningún cambio de opinión sobre el boicot a los consejos, los tribunales y las Escuelas del gobierno, carezco de hechos que me permitan llegar a un juicio sobre estas modificaciones de la táctica. No quiero expresar opinión alguna, antes de haber podido discutir con nuestros ilustres compatriotas que, en el interés de su país, se han considerado en la obligación de recomendar el cese del boicot a los cuerpos legislativos.

Termina afirmando, una vez más, que él no combate a los ingleses, sino a su gobierno y a su sistema político de opresión.

Otros dos mensajes, publicados en el curso del mes de febrero, atestiguan que la enfermedad (3) no puede minar su energía, ni que los esfuerzos de los médicos para que repose pueden impedirle cumplir con su deber de jefe.

El 16 de febrero (4) publica una Declaración, respecto a los recientes acontecimientos de Sudáfrica, donde el Parlamento de la Unión examina un Class Areas Bill (circunscripción de clases), en el que se circunscribe a los hindúes dentro de muy estrechos límites. Gandhi protesta contra esta violación de los convenios firmados en 1914, y rehace toda la historia del movimiento Sudafricano.El 25 de febrero (5) dirige un mensaje a los sikhsakalis, que acaban de trabarse en lucha con la policía británica y de sufrir una sangrienta descarga de fusilería, por orden del administrador inglés. Gandhi les recuerda con firmeza los principios de la No-violencia.

¿Será preciso relatar aquí los transportes de júbilo a que se entregó el pueblo de la India, luego de su liberación? El llamado de Mohamed Alí, que decretaba el 10 de febrero día de Acción de gracias nacional, la unión de todos los partidos en este acto de agradecimiento religioso, las reuniones de más de 30 mil personas en Bombay, las imponentes procesiones; mahometanas, las fiestas de la India entera ... Torrentes de amor se vierten sobre Gandhi; y los médicos tienen buen trabajo para hacerle seguir las prescripciones de la convalecencia. Este amor gana a cuantos lo rodean, y hasta a los mismos ingleses: tal el caso del viejo retirado militar de 82 años, de que habla un diario inglés, que acude dos veces diarias al hospital, entra sin que nadie pueda detenerlo, estrecha calurosamente la mano del Mahatma, y se aleja luego diciéndole: ¡Vamos, coraje, mi viejo!

Y él, siempre apacible, maestro de sí, se empeña en hablar largamente con sus visitantes. Se lo ve consumido, arrugado: apenas si parece la mitad de lo que era ... las lágrimas acuden a los ojos viéndolo así. Pero quien lo oye hablar, con su voz dulce y calmosa, con su cortesía afectuosa, siéntese profundamente conmovido por esa serenidad suya. Y quien habiéndolo conocido antes de su encarcelamiento, lo vuelve a ver -como me relataba días pasados un joven Parsi que lo visitara en el hospital-, se siente sorprendido por el cambio. Antes de la prisión, a pesar de su fuerza de espíritu, se lo veía acosado por las preocupaciones. En tanto que después, es todo luz ...

Un alma de la que se puede decir que realmente está en paz con el mundo (6).

Una vez más, debemos cerrar este capítulo en plena acción, y reservarnos el seguir este relato en nuevas ediciones del libro. Quedamos, pues, en el momento en que los Swarajstes hindúes acaban de rechazar, en la Asamblea, el presupuesto, a título de simple manifestación de principio y a fin de advertir al gobierno que en adelante deberá contar con ellos. Esperan, pues, las proposiciones de Inglaterra.

¿Llegarán acaso esas proposiciones? Y sobre todo, ¿llegarán a tiempo? No parece que el nuevo estado de cosas esté mejor dispuesto que los precedentes a acordar el Home Rule de la India; y el mensaje de Ramsay Macdonald ha decepcionado, no tanto al autor de este libro -que no abriga ninguna ilusión sobre la política europea-, sino a los numerosos amigos de la India e Inglaterra. Reconocemos que la cuestión es trágica para ambos. Inglaterra ha arruinado a la India, en su propio provecho. Pero si diera a la India su independencia política y económica, les tocará el turno de verse arruinados a los obreros de las fábricas de Mánchester.

Un Gandhi es de los muy pocos hombres capaces de elevarse por encima de los intereses de un solo partido en lucha y empeñarse en buscar el bien de ambos. Pero es preciso que Inglaterra encuentre adversarios de su altura, a los que ella pueda comprender. ¿Ocurrirá así? ... Que el buen genio del pueblo británico así lo quiera.

En todo caso, Inglaterra no se siente ya inclinada a desestimar la fuerza de su adversario, ni la eficacia del arma que emplea: la No-violencia.

Para los políticos europeos que se sientan todavía tentados de desconocer el valor combativo de ésta, yo citaré, para terminar, algunos párrafos de un estudio del muy inteligente y harto positivo liberal inglés, no sospechado de simpatías gandhistas, el Manchester Guardian Weekly (15 de febrero):

Reflexionemos en la fuerza extraordinaria del arma política que en los últimos años ha comenzado a usarse bajo la forma de absoluta inercia. La primera demostración peligrosa que ha sido hecha en gran escala, fue realizada por las sufragistas, en sus huelgas de hambre. El Sinn Fein era, primitivamente, una organización para la resistencia absolutamente pasiva; trataba como inexistente todo lo que era inglés en Irlanda: tribunales, correos, recaudador de impuestos y agente de policía ... Hoy el Punjab es el laboratorio donde se experimenta la fuerza explosiva de este extraño y novedoso explosivo, que no explota, pero que puede poner fuera de combate. Es una máxima liberal la de que todo gobierno debe reposar sobre el consentimiento de los gobernados. En el mundo moderno, y en la India misma, comienza a parecer que cualquier gobierno, no importa cual, puede ser dislocado, si un numero considerable de súbditos se organiza para no hacer ningún acto positivo para ayudarlo -inclusive negarse a comer en las prisiones. El ministerio del Interior hallábase al borde del desastre cuando la guerra suspendió las huelgas de hambre de las mujeres; y el gobierno de Punjab ¿está bien seguro actualmente de lo que debe hacer? Nuestra costumbre ha sido, hasta ahora, la de considerar la resistencia puramente pasiva como el simple rechazo de cumplir con los rudimentos de la cooperación cívica, como un arma inevitablemente ineficaz, como un último recurso contra la fuerza superior, empleada con decisión. Aunque la cuestión no esté todavía aclarada, es posible que debamos revisar nuestras concepciones sobre la fuerza política, y reconocer en precepto como ese de presentar la otra mejilla, el indicio de una acción política efectiva, y no simplemente como dijera Bacon, un principio de moralidad abstracta y monacal.

Romain Rolland
Fin de marzo, 1924



Notas

(1) Swarajya, Madrás, martes 15 de enero.

(2) C. F. Andrews, en un artículo del Manchester Weekly (19 de febrero), agrega que este éxito era tanto más notable, cuanto que el partido Swaraj había recibido del Congreso Nacional permiso para tomar parte en las elecciones solamente pocos días antes del escrutinio. Un gran número de no-cooperadores, que querían seguir estrictamente los principios de Gandhi, mantuviéronse alejados de las elecciones. Si todo el ejército de no-cooperadores se hubiera dejado oír durante la acción electoral, la victoria habría sido más aplastante.

(3) Es preciso que, aun en la hora presente, Gandhi se halle fuera de peligro. (Fin de marzo de 1924).

(4) Bengalee, Calcuta, 16 de febrero.

(5) Indian Daily News, Calcuta, 26 de febrero.

(6) DILIP KUMAR Roy.- ¡Cómo me gustaría citar aqui la conversación que nuestro amigo, el músico hindú D. K. Roy, sostuvo el 2 de febrero en el hospital de Poona, con Gandhi, acerca de la música! Se siente en ella el gran corazón de Gandhi, religiosamente conmovido por la belleza del arte, al punto de no concebir una evolución de la vida religiosa de la India sin la música, pero como los sabios helénicos y como Goethe, considerando que la mejor obra de arte es una vida ejemplar. (The Bombay Chronicle, 5 de febrero).
Indice de la edición cibernética Gandhi de Romain RollandCapítulo quintoPalabras finales del autorBiblioteca Virtual Antorcha