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Gandhi
Romain Rolland
Capítulo quinto



La voz potente del apóstol se silencia. Su cuerpo yace guardado como en una tumba. Pero jamás una tumba ha podido encerrar un pensamiento. Y el alma invisible del Mahatma sigue animando el inmenso cuerpo de la India. Paz, No-violencia y Sufrimiento, es el único mensaje que llega de la prisión (1). Y es oído.

La consigna de orden fue repetida de un extremo a otro del país. Tres años antes, la India se hubiera ensangrentado a consecuencia del arresto de Gandhi. Cuando en 1914 se expandiera el rumor de su arresto, poblaciones enteras habíanse sublevado. La sentencia de Ahmedabad fue acogida en el silencio religioso de toda la India. Miles de hindúes se dejaron conducir a prisión, con apacible alegría. No-violencia, Sufrimiento ... un ejemplo extraordinario mostró hasta qué profundidades la palabra divina había penetrado en el alma de la nación.

Los sikhs, como es sabido, fueron siempre uno de los pueblos más belicosos de la India, y prueba de ello es que sirvieron en masa durante la gran guerra. En el curso del año precedente, un grave problema había surgido entre ellos. El pretexto resultará fútil a los ojos de nosotros, los europeos. Un renacimiento religioso sikh había hecho surgir la secta de los akalis, empeñada en purificar los santuarios. Tales santuarios habíanse convertido en heredades de guardianes de pésima fama, que rehusaban ahora dejarse desalojar. El gobierno, por razones legales, los había tomado bajo su defensa. Y comienza entonces, hacia agosto de 1922, el martirio cotidiano de Guru-Ka-Bagh (2).

Los akalis habían comulgado con la doctrina de la No-resistencia. Miles de ellos instaláronse, pues, cerca del santuario, cuatro mil en el Templo de Oro de Amritsar. Todos los días, cien voluntarios -la mayor parte en edad militar, muchos de ellos habiendo actuado ya en la última guerra- partían del Templo de Oro, luego de hacer voto de no emplear la violencia, ni en actos ni en palabras, y de llegar al Guru-KaBagh, o de ser sacados de allí sin conocimiento. Del grupo de mil, veintiocho akalis pronunciaron idéntico voto. No lejos del santuario, la policía británica los esperaba sobre un puente, con largas pértigas herradas en las puntas. Y cotidianamente desarrollábase la misma escena alucinante, que nos describe un relato inolvidable de Andrews, aquel amigo de Tagore y profesor en Santiniketan.

Los akalis, con turbante negro ornado de pequeña guirnalda de flores blancas, llegan frente al pelotón policial, y se detienen a un metro de ellos, silenciosos, inmóviles, en muda plegaria. Los policías los azotan violentamente con sus largas fustas. Los sikhs quedan tendidos sobre el pavimento, para reincorporarse si pueden, y recomenzar la escena. Vuelven a ser azotados, a veces hasta perder completamente el sentido.

Andrews no alcanza a oír un solo gemido, no nota una sola mirada de desafío. En torno, a cierta distancia, un centenar de espectadores, con el rostro tenso de angustia, oran silenciosamente con expresión de sufrimiento y adoración.

Me recordaba -dice Andrews- la sombra de la Cruz.

Los ingleses que relatan la escena en sus diarios (3), se sorprenden, no comprenden lo que sucede, comprueban de mal grado que el absurdo sacrificio es una victoria completa para el ejército de la No-cooperación, y que el pueblo de Punjab está fascinado. En cambio, el generoso Andrews, cuyo puro idealismo le ha enseñado a descifrar el alma de la India, ha visto en ello como Goethe en Valmy, el comienzo de una nueva era: un nuevo heroísmo, enseñado por el sufrimiento, se ha alzado sobre esta tierra, una nueva guerra del espíritu.

El pueblo parece haber sabido conservar mejor el pensamiento de Gandhi que aquellos que han recibido el encargo expreso de guiarlo. Se ha visto ya la oposición manifestada en el Comité del Congreso de Delhi, veinte días antes del arresto del Maestro.

Resurgió cuando el Comité del Congreso volvió a reunirse en Luknow, el 7 de junio de 1922. Un vivo descontento reinaba, respecto al programa de paciente reconstrucción y espera impuesto por Gandhi; se afirmaba el deseo de llegar a la Desobediencia Civil.

Una comisión de investigación fue nombrada con el propósito de examinar si la preparación para la Desobediencia resultaba suficiente. Viajó por toda la India, y su informe, presentado en el otoño, resultó desalentador: no solamente sacaba la conclusión de la imposibilidad actual de la Desobediencia, sino que la mitad de sus miembros -hombres de probada fe- deseaba que se renunciara asimismo a los métodos gandhistas de No-cooperación, al boicot de funciones públicas, y que se formara un partido Swaraj (Home Rule ), en el seno de los Consejos gubernamentales; en resumen, que la No-cooperación se convirtiera de hecho en partido opositor en el Parlamento (4).

De este modo, una profunda brecha se abría en la doctrina de Gandhi, con los violentos por un lado, y los moderados por el otro.

La India eleva su protesta, sin embargo. El Congreso Nacional Hindú, en su reunión anual de diciembre de 1922, en Gaya, reafirma enérgicamente su fidelidad al maestro perseguido y su fe en la doctrina de la No-cooperación. Por 1.740 votos contra 890, rechaza la proposición de participar en Consejos gubernamentales (5). Y finalmente, se reencuentra la unanimidad para continuar la huelga política, con simples diferencias de detalles en los métodos. Se descarta solamente el proyecto de boicot de todas las mercaderías inglesas. Más temeraria que la hindú, como siempre, la Conferencia musulmana del Khilafat había votado ese boicot por fuerte mayoría.

Es en este punto de la historia donde debemos interrumpir nuestro relato del gran movimiento gandhista. A pesar de algunos doblegamientos inevitables, en ausencia del Maestro y sus mejores discípulos, de sus lugartenientes -en especial de los hermanos Alí-, encarcelados como él, el movimiento resiste victoriosamente la tremenda prueba de pasar el primer año sin guía ninguna. Y la decepción expresada por la prensa inglesa, después del Congreso de Gaya, muestra bien la importancia que reviste el haber ganado la partida (6).

¿Qué ocurrirá en lo sucesivo?

Inglaterra, instruida en los errores del pasado, ¿no habrá de mostrarse más hábil en captar ese ideal del pueblo? La constancia de ese pueblo, ¿no acabará por cansarse? Los pueblos tienen escasa memoria ... y yo dudo mucho que los hombres de la India hubieran podido conservar durante mucho tiempo más las lecciones del Mahatma, si ellas no hubieran estado inscriptas en lo más profundo del pueblo hindú, desde mucho antes. Ya que si un genio es grande por su propia grandeza, esté o no de acuerdo con cuantos lo rodean, no es genio de acción sino aquel que responde a los instintos de su raza, a las necesidades de su tiempo, a la esperanza del mundo.

Así es Mahatma Gandhi. Su principio del Ahimsa -No-violencia- hallábase grabado en el corazón de la India desde hacía dos mil años: Mahavira, Buda y el culto de Vishnú habían conformado la substancia de estos millones de almas. Gandhi le ha hecho la transfusión de su sangre heroica. Evoca las sombras gigantescas, las fuerzas del pasado, entorpecidas y postradas en mortal letargo. Y al conjuro de su voz, todas ellas se han incorporado. Se han reencontrado en él. Más que una palabra, él es un ejemplo. Él las ha encarnado. ¡Feliz del hombre que es un pueblo, pueblo que yacía soterrado y que resucita en él!

Mas estas resurrecciones jamás se producen al azar; y si el espíritu de la India acaba de surgir de sus templos y de sus bosques, es porque aporta al mundo la respuesta predestinada que el mundo aguardaba.

La respuesta, en efecto, traspasa hasta el infinito a la India. Sólo ella podía darla. Pero a ella le consagra no sólo la grandeza, sino su sacrificio, a riesgo de convertirse en una cruz.

Parecería que fuera siempre necesario que para que el mundo se renueve, un pueblo haya de sacrificarse. Los judíos han sido sacrificados a su Mesías, que luego de haber nutrido sus esperanzas durante siglos, no lo han reconocido cuando sobre la cruz ensangrentada floreció al fin.

Los hindúes, más felices, han reconocido al suyo. Y gozosamente van hacia el sacrificio que habrá de liberarlos.

Mas, al par que los primeros cristianos, no todos comprenden el verdadero sentido de esta liberación.

Largo tiempo éstos han aguardado sobre su tierra el adveniat regnum tuum. Las esperanzas de gran parte de los hindúes no van más allá del reino del Swaraj en la India, y yo creo que muy pronto habrá de llegarse a este ideal político. Europa, desangrada por guerras y revoluciones, empobrecida y fatigada, despojada de su prestigio a los ojos del Asia que oprimía, no estará durante mucho tiempo en grado de mantener su hegemonía en suelo asiático, sobre pueblos que han vivido, como el Islam, la India, la China y el Japón.

Pero sería poca cosa que un puñado de naciones nuevas- por ricas que puedan ser las nuevas armonías con que enriquecerán la sinfonía humana-, sería poca cosa, si esas fuerzas del Asia no fueran vehículo de una nueva razón de vivir, de morir y -lo más importante de todo- de actuar, para la humanidad entera, si no aportaran a la Europa agotada un nuevo viático.

El mundo se ve barrido por el viento de la violencia. Esta tempestad, que abraza las cosechas de nuestra civilización, nada tiene de imprevista. Siglos de brutal orgullo nacionalista, exaltado por la ideología idólatra de la Revolución, propagada por el mimetismo ciego de las democracias -y, coronándolo todo, un siglo de industrialismo inhumano y glotonería plutocrática, un maquinismo envilecedor, un materialismo económico en el que el alma sucumbe sofocada-, debía fatalmente conducir a esas confusas refriegas en las que desaparecen los tesoros de Occidente. No sería suficiente decir que haya en ello una necesidad. Cada pueblo estrangula al otro, en nombre de los mismos principios, que enmascaran los mismos intereses y los mismos instintos de Caín. Cada uno -nacionalista, fascista, bolchevique, pueblos y clases oprimidos, pueblos y clases opresores-, cada uno reivindica para sí mismo, rehusándoselo a los otros, el derecho a la violencia, que se les aparece como el Derecho. Media centuria atrás, la Fuerza prevalecía sobre el Derecho. Hoy es mucho peor todavía: la Fuerza es el Derecho. Lo ha devorado.

En este viejo mundo que sucumbe, ningún asilo, ninguna esperanza. Ninguna luz. La Iglesia da consejos anodinos, virtuosos y dosificados, que velan prudentemente por no lastimar a los poderosos; por otra parte, da consejos, pero no ejemplos. Marchitos pacifistas balan lánguidamente, y se advierte que titubean; hablan de una fe, que no están seguros de poseer. ¿Quién habrá de probar esta fe? ¿Y cómo hacerla, en medio de un mundo que la niega? ¿Cómo se prueba una fe? ¡Actuando!

He ahí el Mensaje al Mundo, como lo llama Gandhi, el mensaje de la India: Sacrifiquémonos.

Y Tagore lo ha repetido, con mágicas palabras (7). Sobre este valiente principio, Tagore y Gandhi crean uno solo.

... Yo espero que crecerá, vigoroso, este espíritu de sacrificio, este consentimiento a sufrir ... Es la verdadera libertad ... Ningún valor es más alto, ni siquiera la independencia nacional ... El Occidente tiene su fe inquebrantable en la fuerza y en la riqueza materiales; por consiguiente, ya puede gritar por la paz y el desarme, su ferocidad habrá de rugir siempre más fuerte. Como un pez que hiriendo la presión del agua quisiera volar, ¡brillante ideal, pero totalmente imposible de realizar por el pez!, nosotros, en la India, debemos mostrar al mundo lo que es esta verdad, que no solamente hace posible el desarme, sino que lo trasmuta en fuerza. El hecho de que la fuerza moral es una potencia superior a la fuerza bruta será probado por el pueblo que no tiene armas. La evolución de la Vida muestra que ella rechaza poco a poco su formidable carga de armadura y una monstruosa cantidad de carne, hasta el día en que el hombre se convierte en el conquistador del mundo brutal. Día vendrá en que el frágil hombre de corazón, completamente apartado de su estructura carnal, demostrará que son los dulces y los suaves quienes heredan la tierra. Es pues lógico que Mahatma Gandhi, de cuerpo débil y desprovisto de todo recurso material, evoque el inmenso poder de los dulces y los humildes que aguardan ocultos en el corazón de la India ultrajada y destituida. Los destinos de la India han elegido por aliado al Narayana y no al Narayani-sena, la potencia del alma y no la del músculo. Ella deberá elevar a la historia humana de los niveles fangosos del materialismo, a las cimas de las conquistas espirituales ... Aunque nosotros podríamos llamamos a engaño con las frases aprendidas de Occidente, el Swaraj (Home Rule) no es nuestra finalidad. Nuestro combate es un combate espiritual. Es un combate para el Hombre. Debemos emancipar al Hombre de las redes que ha tejido en torno suyo, de esas organizaciones del egoísmo nacional. Es preciso que persuadamos a la mariposa de que la libertad del cielo vale más que el refugio del capullo ... No disponemos en nuestra lengua de un vocablo que exprese el significado de nación. Y cuando tomamos en préstamo ese término de otros pueblos, no nos sienta en absoluto, pues tácitamente lo ligamos con el Narayana, el Ser Supremo; y nuestra victoria habrá de darnos solamente la victoria para el mundo de Dios ... Si podemos desafiar a los fuertes, a los ricos, a los armados, revelando al mundo el poderío del espíritu inmortal, todo el castillo del gigante Carne se derrumbará en el vacío. Y recién entonces el Hombre hallará el verdadero Swaraj. Nosotros, los míseros del Oriente, nosotros conquistaremos la libertad para toda la Humanidad ...

¡Oh, Tagore, Gandhi, ríos de la India que, semejantes al Indo y el Ganges, reunís en vuestro doble abrazo al Oriente y Occidente -éste, tragedia de la acción heroica; aquél, vasto sueño de luz-, ambos asperjados de Dios, sobre el mundo labrado por el arado de la violencia, expanded las simientes!

Nuestra lucha -declara Gandhi-, tiene por propósito la amistad con el mundo entero ... La No-violencia ha llegado hasta los hombres, y permanerá. Ella es la Anunciadora de la paz del mundo ...

La paz del mundo está lejos. No abrigamos ilusiones. Hemos visto con creces, en el curso de este medio siglo, las mentiras, cobardías y crueldades de la especie humana. Lo cual no impide que la amemos. Hasta en los viles, hay un nescio quid Dei ... No ignoramos nada de las fatalidades materiales que pesan sobre la Europa del siglo XX, el demoledor determinismo de las condiciones económicas que la apasionan, los siglos de pasiones y errores petrificados que constituyen en torno de las almas de nuestro tiempo una dura caparazón, a través de la cual la luz no puede abrirse paso. Pero conocemos también los milagros del espíritu. La historia nos demuestra que sus rayos han alumbrado cielos más sombríos que el nuestro. Y como seres que viven la hora presente, oímos en la India el tambor de Siva, El Maestro-Danzarín, que empaña su mirada devoradora y refrena sus pasos para salvar al universo del retorno al abismo ... (8).

Los Realpolitiker de la violencia (revolucionaria o reaccionaria) se mofan de esta fe; y muestran así su ignorancia de las profundas realidades. ¡Que se rían! Yo siento esa fe. Yo la veo escarnecida o perseguida en Europa; y, en mi propio país, no somos más que un puñado ... -¿es que en verdad alcanzamos a serlo?-. Pero aun cuando yo sea el único, ¿qué me importa? Lo propio de la fe es -lejos de negar la hostilidad del mundo- reconocerla y creer, aun contra ella.

¡Mejor todavía! Pues la fe es un combate. Y nuestra No-violencia es el más rudo de los combates. El camino de la paz no es el de la debilidad. Nosotros somos menos enemigos de la violencia que de la debilidad. Nada vale sin la fuerza: ni el mal ni el bien. Y más vale el mal completo, que el bien emasculado. El pacifismo quejumbroso es mortal a la paz; es una cobardía y una falta de fe. ¡Que aquellos que no creen, o que temen, se retiren! El camino de la paz es el del sacrificio de uno mismo.

¡Es la lección de Gandhi! (9) No le falta más que la Cruz. Todos sabemos que sin los judíos, Roma se la hubiera rehusado a Cristo. Y el Imperio Británico vale aquí por el Imperio Romano. Mas el impulso ha sido dado. El alma de los pueblos de Oriente ha sido removida hasta sus entrañas; y las vibraciones se extienden a la tierra entera.

Las grandes apariciones religiosas en Oriente guardan un ritmo. Una de estas dos alternativas habrá de ocurrir: o Gandhi vence, o bien se repetirá su caso como se ha repetido siglos ha, el Mesías y Buda-, hasta llegar a la encarnación completa del semidiós mortal, del príncipe de la Vida que conducirá hacia la nueva etapa de la humanidad nueva.

Febrero de 1923.



Notas

(1) La revista Unity ha publicado el 3 de agosto de 1922 una Carta de la Prisión contra la civilización moderna, que me pareció apócrifa. Me inclino a ver en ella una imitación de antiguas páginas extraídas del Hind Swaraj.

(2) Guru-Ka-Bagh es el jardín de un santuario (Gurdwara), a diez millas de Amritsar.

(3) Manchester Guardian Weekly, 13 de octubre de 1922.

(4) Lajpat Rai me hizo observar que ninguno de los miembros del Congreso de Luknow creía en la violencia. Todos guardaban fidelidad al programa constructivo de Gandhi; pero querían a la vez eliminar los Consejos y la Asamblea, que hacían mucho mal al país. Habiendo sido vencidos en Gaya, formaron un partido Swaraj separado, en el seno del Congreso, el 2 de enero de 1923. Quedaron de acuerdo con Gandhi en cuanto al programa constructivo, y el único punto de desacuerdo siguió siendo su incorporación en los Consejos.

(5) En cuanto a los elementos revolucionarios violentos, no eran abundantes en Gaya, y desarrollaron un papel secundario.

(6) Un artículo de Blanche Watson (Uníty, 16 de noviembre de 1922) enumera las ventajas que la India ha sacado de su lucha de resistencia no violenta. Asegura que las rentas interiores de la India han disminuido alrededor de 75.000 millones de dólares, y que el boicot a los tejidos ingleses ha hecho perder a Inglaterra, en un año, 20 millones de dólares. Calcula que había en esa época 30.000 hindúes en prisión, y presenta el mecanismo administrativo del gobierno como enteramente descalabrado. Pero Blanche Watson, ferviente admiradora del gandhismo, sin duda posee una tendencia inconsciente a exagerar el éxito. Otros testimonios no se muestran tan satisfechos. Dicen que el movimiento de sacrificio se estrella contra el egoísmo de las clases comerciantes y acomodadas, y que muchas dimisiones, efectuadas en un primer arrebato de entusiasmo, fueron retiradas posteriormente. No sería humano suponer lo contrario. En toda revolución, son muchos los rezagados que vuelven sobre sus pasos. La cuestión es saber si la corriente se mantiene en su fuente primitiva. He aquí un testimonio, cuya importancia e imparcialidad no es posible poner en duda. El Manchester Guardian, cuyo inteligente liberalismo ha sido probado con creces, que representa, sin embargo, poderosos intereses directamente puestos en peligro por la No-cooperación gandhista, acaba de proceder a una atenta investigación en toda la India, cuyos resultados han sido publicados en diversos artículos. A pesar de la falta de simpatía -bien natural, por otra parte-, que en ellos se percibe respecto al movimiento hindú, y no obstante el propósito de menospreciarlo, se observa, artículo tras artículo, acrecentarse la inquietud por la gravedad que la situación presenta para Inglaterra. Resumiré a continuación el artículo final, aparecido el 16 de febrero de 1923 (Manchester Guardian Weekly).
El investigador quiere persuadirse de que la táctica gandhista ha sufrido una fuerte derrota y que la No-cooperación deberá reorganizarse sobre nuevas bases. Pero, agrega, el espíritu de la No-cooperación subsiste. Por doquier, existe si no el gandhismo puro, la desconfianza para con el gobierno extranjero, y el ardiente deseo de verse libres. Las clases cultas y los habitantes de las ciudades hállanse impregnados de este espíritu.
El rYot (campesino) la siente superficialmente todavía, pero las condiciones de vida de los villorrios son tales que terminará por ser también ganado a la causa. El ejército parece hallarse todavía indemne, pero deben reclutarse los soldados en el campo, y tarde o temprano habrá de seguir el ejemplo del pueblo. Con frecuencia se encuentra ese espíritu de No-cooperación, en su más avanzada expresión, entre los mejores hindúes y los más moderados.
Estos sienten tan sólo aversión por los métodos revolucionarios, aversión que, por otra parte, no siente el resto del país. El país simpatiza con la temeridad de los No-cooperacionistas, más que con prudencia de los moderados.
El observador inglés juzga que en diez años más el campesino hindú estará organizado como para rehusarse al pago de impuestos y encarar la rebelión declarada. Pero hasta entonces, la situación habrá de ir empeorando considerablemente; imposible contener ya por más tiempo a los hindúes con el temor de la prisión: este temor ya no existe para ellos. Habrá que llegar a medidas coercitivas más enérgicas, y con ellas sólo se conseguirá aumentar el odio.
Una sola solución pacífica es posible, si todavía puede haber una solución.
Es preciso que Inglaterra tome la iniciativa en las reformas hindúes. No ya semi-reformas, como las instituidas en 1919 y cuya aplicación se intentó recién un año después. Ya no bastan, y el tiempo apremia ... ¡Que Inglaterra reúna una Convención nacional hindú, donde todos los intereses de todos los partidos estén representados; tanto Gandhi y sus discípulos como los príncipes hindúes y los capitalistas europeos, los musulmanes, los paesis, los eurasianos, los cristianos, los intocables! ... ¡Que esta Convención prepare una Constitución para la India autónoma, siempre dentro del Imperio, y que fije etapas de ejecución de este Home Rule! De este modo, y sólo así, podrá ser conjurado el desmembramiento del Imperio.
No sé en qué medida el gobierno de la India y la burocracia inglesa acogieron semejante proyecto, que el Manchester Guardian, conforme con su corresponsal, apoya ampliamente. Me resulta un poco difícil creer que Gandhi y los no-cooperacionistas acepten verse en una misma Asamblea, junto a capitalistas europeos e hindúes. Pero lo que parece seguro, es que el Home Rute hindú ya ni siquiera se discute. De una forma u otra, es inevitable. Y nada más sorprendente que el cambio de tono de Inglaterra respecto a los hindúes, a partir del comienzo de la acción de Gandhi. El desprecio europeo por los hindúes ya no existe. Se nota el esfuerzo por hablar de ellos con consideración, y el consenso general en desaprobar las violencias, que otrora fueran supremo recurso del poder, y a veces el primero de todos. La India, moralmente, ha vencido.

(7) Carta del 2 de marzo de 1921, publicada en Modern Review, marzo de 1921.

(8) Extracto de una de las más antiguas invocaciones a Siva.

(9) Y es también el ejemplo de los Consciencious Objectors de Inglaterra y todos los países de Europa.
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