Indice de la edición cibernética Gandhi de Romain Rolland | Capítulo segundo | Capítulo cuarto | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Gandhi El año 1921 marca el apogeo del ascendiente de Gandhi. Dispone entonces de un inmenso poder moral. Sin haberlo buscado, encuentra en sus manos un poder político casi ilimitado. El pueblo lo cree santo. Se lo pinta en Shri-Krisna (1), y en diciembre de 1921 el Congreso Nacional de toda la India lo inviste de plena autoridad, le delega sus poderes y la facultad de elegir sucesor. Es el dueño indiscutido de la nación hindú. De él depende desencadenar la Revolución política, y también, si lo quiere, instaurar una reforma religiosa. No lo hizo. No lo deseaba. ¿Grandeza moral? ¿Timidez moral? Una y otra, probablemente. Es difícil a todo hombre -y particularmente a uno de civilización diferente- penetrar una conciencia, sobre todo cuando es tan profunda y delicada como la de un Gandhi. Es difícil saber apreciar, en el torbellino de hechos que durante ese año tumultuoso removieron la India en todo sentido, si la mano del piloto fue siempre segura y gobernó el colosal navío sin desviaciones ni temores. Pero trataré de decir lo que creo haber descifrado en este enigma viviente, con todo el religioso respeto que tengo por este gran hombre, y la sinceridad que debo a su sinceridad. Si el poder de Gandhi era grande, los peligros de usarlo no eran menores. A medida que la acción pública se extendía y que su palpitación cundía en cientos de millones de hombres, más y más difícil se hacía dirigirlos y conservar la estabilidad sobre este mar en movimiento. Problema sobrehumano el de conciliar la moderación del espíritu y la largueza de miras, sobre esas masas desencadenadas. El piloto, dulce y piadoso, ruega y se apoya en Dios. Pero la voz que espera le llega mezclada a la de la tempestad. ¿La alcanzarán a oír los demás? El menor de los riesgos es el peligro del orgullo. Ninguna adoración puede hacerle volver la cabeza. Se siente herido en su humildad, tanto como en su buen sentido. Caso único quizás en la historia de los profetas y los grandes místicos. No tiene visiones, ni revelaciones, y no trata de creer en ello ni de hacerlo creer. ¡Inmaculada sinceridad! Su frente permanece sobria, su corazón sin vanidad. El es, y sigue siendo, un hombre semejante a todos los hombres ... ¡No, que no se me llame santo! No lo desea. Y, por eso mismo, lo es ... La palabra Santo debe ser borrada de la vida actual ... Yo ruego, como todo buen hindú, yo creo que todos nosotros podemos ser mensajeros de Dios; pero no he tenido ninguna revelación especial de Dios. Mi firme creencia es que Él se revela a todo ser humano; pero es que nosotros cerramos nuestros oídos a la vocecita interior . .. Yo no pretendo ser más que un humilde obrero, un humilde servidor de la India y de la humanidad (a humble servant of India and humanity). Nb tengo ningún deseo de fundar una secta. Soy, en verdad, demasiado ambicioso. Yo no represento verdades nuevas. Trato de representar y seguir la Verdad, tal como yo la conozco. Yo arrojo luz nueva sobre muchas viejas verdades ... (2) Para sí mismo es, como vemos, siempre modesto, lleno de escrúpulos, personalmente incapaz de todo
exclusivismo, tanto en su carácter de patriota hindú como en el de doctrinario de la No-cooperación. No admite ninguna tiranía, ni siquiera la de la buena causa. No debe jamás reemplazarse la esclavitud del gobierno por la de la No-cooperación. Rehusa también a oponer su patria a otras patrias, y su patriotismo no se encierra en los límites de la India. Para mí, el patriotismo se confunde con la humanidad. Yo soy patriota porque soy hombre y humano. No soy exclusivo. Yo no haría mal a Inglaterra o a Alemania por servir a la India. El imperialismo no tiene sitio dentro de mi plan de vida ... Un patriota lo es tanto menos cuanto menor es su amor por la humanidad. Mas sus discípulos, ¿han sido siempre igualmente reservados? ¿En qué se convierte su doctrina, en manos de algunos de entre ellos? Y por este intermedio, ¿qué es lo que llega a la multitud? Cuando Rabindranath Tagore, luego de un viaje de varios años por Europa, regresa a la India en agosto de 1921, queda perplejo ante el cambio que nota en los espíritus. Su ansiedad no había aguardado al regreso para expresarse en una serie de cartas enviadas desde Europa a sus amigos hindúes, muchas de las cuales fueron publicadas en su Modern Review (3). Es necesario detenerse en esta discusión entre dos grandes espíritus, que sienten uno por el otro gran estima y admiración, pero que se hallan tan fatalmente separados como lo estarían un sabio de un apóstol, un San Pablo de un Platón. Por un lado, el genio de la fe y la caridad, que quiere ser el fermento de una nueva humanidad. Por el otro, el de la inteligencia, libre, vasta y serena, que abraza el conjunto de todas las existencias. Tagore ha reconocido en todo momento la santidad de Gandhi; y yo lo he oído hablar de él con veneración. Como yo evocara, refiriéndome al Mahatma, la figura de Tolstoi, Tagore me habló de cuánto más cerca sentía a Gandhi, y de cómo lo sentía revestido de luz -opinión que comparto hoy, que lo conozco mejor-, pues todo en Gandhi es naturaleza simple, modesta y pura; la serenidad rodea sus combates, por el contrario de Tolstoi en quien todo es rebelión orgúllosa contra el orgullo, cólera contra cólera, pasión contra pasiones, todo es violencia, en fin, hasta la No-violencia ... Tagore escribía desde Londres, el 10 de abril de 1921: Le estamos agradecidos a Gandhi por haber dado a la India la ocasión de probar que su fe en el espíritu divino del hombre sigue viviendo. No obstante, las reservas que desde ya formula sobre el movimiento de Gandhi, al dejar a Francia para regresar a su patria, sentíase dispuesto a aportar al movimiento su ayuda. Y aún el sorprendente manifiesto de octubre de 1921, que citaré más adelante, El llamado de la Verdad, que consagra la ruptura entre ambos, comienza con el elogio más magnífico que jamás se haya escrito sobre Gandhi. Por su parte, Gandhi atestigua a Tagore un respeto afectuoso; y hasta en el mutuo desacuerdo se empeña en que no haya ruptura. Se intuye que le resulta penoso entrar a polemizar con él; y cuando buenos amigos tratan de atizar el debate, aportando ciertos detalles íntimos, Gandhi les impone silencio, alegando cuánto debe él a Tagore (4). Era fatal, sin embargo, que la diferencia entre ambos espíritus se afirmara. Desde el verano de 1920, Tagore lamentó que la fuerza desbordante de amor y fe que había en Gandhi se perdiera, luego de la muerte de Tilak, en aras de la política. Por cierto que Gandhi no había emprendido la tarea con alegría, mas habiendo muerto Tilak, la India quedaba sin jefe político y era preciso reemplazarlo. De ahí que diga expresamente en el momento de tomar la decisión: Si debo tomar parte en la política, es solamente porqUe la política nos encierra hoy como una serpiente en sus contorsiones: no es posible librarse, hágase lo que se haga. Quiero, pues, luchar contra esa serpiente ... Trataré de introducir la religión en la política (5). Mas Tagore deploraba esta necesidad, y el 7 de septiembre de 1920 escribía a su vez: Todo el fervor moral que representa la vida de Mahatma Gandhi, y que sólo él, entre todos los hombres del mundo, puede representar, nos es necesario. Que un tesoro tan precioso sea puesto sobre el frágil bajel de nuestra política y lanzado sobre las olas sin fin de irritadas recriminaciones, es una grave desdicha para nuestro país, cuya misión es la de devolver la vida a los muertos por el fuego del alma ... El derroche da nuestros recursos espirituales en aventuras que, desde el punto de vista de la verdad moral son malas, resulta doloroso. Es criminal transformar la fuerza moral en una fuerza ciega (6). Estas líneas fueron inspiradas por los comienzos resonantes de la campaña de No-cooperación y por la agitación levantada en la India en nombre de Khilafat y los crímenes de Punjab. Dudaba Tagore de las consecuencias que ello tendría sobre una población débil y sujeta a accesos de furor histérico. Hubiera querido que se la apartara de pensamientos de venganza o posible reparación, que se olvidara lo irreparable para no pensar más que en la construcción del alma de la Patria más grande. Al tiempo que admiraba, en el pensamiento y la acción de Gandhi, el ardiente influjo de su espíritu de sacrificio -cosa que expresa en una carta del 2 de marzo de 1921, y que reproduciré más adelante-, del mismo modo le resulta antipático el elemento de negación que encierra la nueva fe, la No-cooperación. Siente horror por todo lo que sea No. Y hace de ello una ocasión para oponer el ideal positivo del brahamanismo, la purificación de los goces de la vida, a su extirpación exigida por el ideal negativo del budismo. A esto le habrá de responder Gandhi el 1° de junio de 1921, que el acto de rechazar no es menos necesario que el de aceptar. El esfuerzo humano está compuesto de ambos. La definición final de los Upanishads es una negación. Y la definición de Brahmán, por los autores de los Upanishads es: Neti (Esto no). La India había perdido con creces la facultad de decir No,
y Gandhi se la ha devuelto. Antes de sembrar, es preciso arrancar las malas hierbas ... extirpar el mal. Pero sin duda Tagore no deseaba extirpar nada. Su contemplación poética se acomoda a todo cuanto existe, y gusta de la armonía. Y sabe expresarla en páginas que son de genial belleza, pero divorciadas completamente de la acción. Es la danza de Nataraja, que juega con las ilusiones: Yo me esfuerzo con todo mi empeño, en coordinar mi modo de pensar al diapasón de todo este gran sentimiento de excitación exaltado que pesa sobre mi patria. Mas, ¿por qué surge dentro de mi ser este espíritu de resistencia, a pesar de mi violento deseo por acallarlo? No encuentro la respuesta clara; de las tinieblas de mi abatimiento surge una sonrisa y una voz que dice Vuestro lugar está con los niños, en la playa de los mundos; allí está vuestra paz; y allí yo estoy con vosotros. Por eso es que recientemente me he dedicado a inventar nuevos ritmos. No son más que nadas, felices de ser arrastradas por la corriente de las horas, danzando al sol, y riendo y desapareciendo. Mas en tanto que yo gozo, la creación entera se divierte; ¿pues las hojas y las flores no son acaso ellas también ritmos que jamás tienen fin? ¿Y acaso no es mi Dios el eterno derrochador de tiempo? El arroja estrellas y planetas en el torbellino de las mutaciones; sobre el torrente de la Apariencia, lanza los barquitos de papel de las Edades, llenos de sus fantasías. Cuando yo lo atormento y le suplico me permita seguir siendo su pequeño discípulo, y de aceptar algunas bagatelas de mi composición, como carga de su barcal de juguete, El sonríe y yo echo a correr detrás suyo, tomado del borde de su manto ... ¿Pero dónde estoy yo, en medio de una multitud, empujado por detrás, apretado por todos lados? ¿Y qué es este ruido que me rodea? Si es un canto, entonces mi cítara podrá captar la melodía, y yo unirme al coro, pues soy un cantor. Pero si es un clamor, entonces mi voz es sofocada por otras, y yo me aturdo. He tratado, durante todos estos dias, con el oído alerta, de descubrir en él una melodia; mas la idea de la No-cooperación, con todo su formidable volumen sonoro, su amenaza aglomerada, sus clamores de negación no me cantan nada. Y yo me digo: Si tú no puedes marchar al mismo paso que tus compatriotas, en esta gran crisis de su historia, guárdate de decir que están equivocados y que tienes razón; abandona pues tu puesto de soldado, vuelve a tu rincón de poeta y apróntate a aceptar la mofa y el escarnio popular (7). Así hablaría un Goethe, un Goethe Baco hindú. Y parecería que todo ha quedado dicho: el Poeta desiste de la acción, que niega; y teje en torno suyo el encantamiento de la creación. Y, sin embargo, no se detiene allí Tagore, y como él mismo lo escribe, la suerte lo había elegido para dirigir su barca, precisamente, contra la corriente. No era solamente el Poeta; en ese momento de su vida, era el embajador espiritual de Asia en Europa, y en tal carácter venía a
pedir al Asia su alianza para la Universidad mundíal que quería fundar en Santiniketan. Qué ironía del destino que yo venga a predicar de elite, lado de los mares la cooperación de las culturas orientales y occidentales, justamente en la hora en que la No-cooperación se predica del otro lado. La No-cooperación heríalo directamente en su acción y su fe intelectual: Yo creo en la verdadera unión del Oriente y Occidente. Lo hería también en su rica inteligencia, nutrida con todas las culturas del mundo. Todas las glorias de la humanidad son mías ... La Infinita Personalidad del Hombre -como dicen los Upanishads- no puede realizarse sino mediante una grandiosa armonía de todas las razas humanas ... Mi plegaria va para que la India represente la cooperación de todos los pueblos del mundo. Para ella la Unidad es la Verdad y la visión es Maya. La Unidad es lo que todo lo abarca, y por consiguiente nO puede lograrse por la vía de la negación ... El esfuerzo actual por separar nuestro espíritu del de Occidente es una tentativa de suicidio espiritual ... La edad presente ha sido poderosamente dominada por Occidente. Ello no ha sido posible sino porque al Occidente le estaba reservada alguna gran misión para el hombre. Nosotros, los de Oriente, debemos instruirnos ... Es un mal, sin duda, que desde hace tiempo hayamos perdido el contacto con nuestra propia cultura, y que, por consiguiente, la cultura de Occidente no se vea situada en su verdadero lugar ... Pero decir que está mal seguir en relación con ella, es dar alas a la peor forma de provincialismo, que sólo habrá de producir la indigencia intelectual ... El problema de hoy día es mundial. Ningún pueblo podrá lograr su salvación apartándose de los otros. ¡Salvarse juntos o desaparecer juntos! (8) Al igual que Goethe, que en 1813 se negaba a odiar la civilización francesa, así Tagore no puede admitir que se elimine la civilización de Occidente. Y aunque no sea éste el objeto perseguido por Gandhi, en el fondo de su pensamiento, sabe él que ése habrá de ser el sentido que le darán las pasiones desencadenadas del nacionalismo hindú. Teme, pues, que llegue esa barbarie espiritual: Los estudiantes aportan su ofrenda de sacrificio, ¿pero a qué? No a una educación más completa, sino a la No-educación ... Yo recuerdo que durante el primer movimiento Swadeshi (9) una multitud de estudiantes jóvenes vinieron a verme; me dijeron que si yo les ordenaba abandonar escuelas y colegios habrían de obedecerme sin tardanza. Me rehusé enérgicamente, y se fueron irritados, dudando de la sinceridad de mi amor por la madre patria (10). Precisamente en esos días de primavera de 1921, Tagore se enteraba con disgusto del boicot que se nacía en la India a los estudios ingleses, y en el propio Londres en que se hallaba se le ofrecía un ejemplo agresivo de ese nacionalismo intelectual. En ocasión de una conferencia dada por un amigo del poeta, el profesor inglés Pearson, estudiantes hindúes entregáronse a manifestaciones inconvenientes. Se comprendía la indignación de Tagore. En una carta al director de Santiniketan, zahiere ese espíritu de mezquina intolerancia, haciendo de ello responsable al movimiento de la No-cooperación. Gandhi responde a esos cargos (11). Sin dejar de expresar las reservas que le merecen el valor moral de la educación puramente literaria de Europa, que no guarda nada de común con la educación del carácter y a la que acusa de haber castrado a la juventud hindú, condena las brutalidades cometidas y hace protestas de su libertad de espíritu: Yo no me empeño en que mi casa sea bloqueada por todos lados, y en que mis ventanas sean clausuradas. Yo quiero que la corriente de las culturas de todos los países circule libremente en mi morada, pero me rehuso a dejarme llevar por esa corriente. Mi religión no es religión de prisión. Hay en ella lugar para la más mínima criatura de Dios. Permanece cerrada a todo orgullo de raza, de religión y de color. Son nobles palabras, que no logran, sin embargo, desbaratar la inquietud de Tagore. El no duda en absoluto de Gandhi, pero teme a los gandhistas. Y ya desde los primeros pasos que da en la India a su regreso, en agosto de 1921, siéntese sofocado por la ciega obediencia que advierte en ellos a las afirmaciones del maestro. Intuye la proximidad de un verdadero despotismo mental, y en su Modern Review publica, el 1° de octubre, un verdadero manifiesto: El Llamado de la Verdad, que se erige contra esta mentalidad propia de los esclavos. La protesta se hace tanto más sorprendente por el hecho de estar precedida por un espléndido homenaje a la persona del Mahatma. Tagore, recordando los comienzos del movimiento de emancipación hindú, en 1907-1908, dice que la visión de los jefes políticos hindúes había sido puramente libresca, inspirada bajo la sombra de Burke, Gladstone, Mazzini y Garibaldi, incapaz de sobrepasar una pequeña minoría, que hablaba inglés. En ese momento ha llegado Mahatma Gandhi. Se encamina al umbral de la choza de millares de desheredados, vestido como uno de ellos, hablándoles su propia lengua. Allí, por fin, estaba la verdad, y no en la cita de un libro. Por eso el nombre de Mahatma que se le ha dado es su verdadero nombre. ¿Quién, si no él, ha sentido que todos los hombres de la India eran su carne y su sangre? Al contacto con la verdad, las fuerzas ocultas del alma se han revelado. Y en cuanto el verdadero Amor apareció a las puertas de la India, la puerta se abrió de par en par. Toda duda se desvanece. La verdad ha despertado la verdad .. ¡Honor al Mahatma, que ha hecho visible el poder de la verdad! ... Del mismo modo, cuando Buda hizo oír la verdad de la Compasión por todos los seres vivientes, a la que él llegara como fruto de su disciplina moral, la India se ha despertado en la flor de su virilidad; su fuerza se ha extendido a las ciencias, las artes y las riquezas, desbordándose más allá de océanos y desiertos ... Ninguna hazaña comercial o militar hizo jamás nada similar ... Sólo el Amor es lo verdadero. Y cuando él da la libertad la instala en el mismo centro de nosotros mismos. Mas esta apoteosis se interrumpe bruscamente. Sigue la decepción: Algunas notas de la música de este maravilloso despertar de la India por el amor, han llegado hasta mí a través de los mares ... En la esperanza de respirar la flúida brisa de esa nueva libertad, he regresado pleno de júbilo. Por lo que yo he hallado, a mi arribo, me ha abatido. Una atmósfera oprimente pesaba sobre el país. No sé qué presión exterior parecía empujar a todo y a cada uno a hablar en el mismo tono, como si todos estuviesen uncidos al mismo yugo. Lo que yo he oído por doquier es que la razón y la cultura deben ser puestas bajo llave; sólo se necesita sumirse en la ciega obediencia. ¡Qué fácil es aplastar, en nombre de la libertad exterior, la libertad interior del hombre! Conocemos esta angustia y esta protesta. Es de todos los tiempos. Los últimos espíritus libres del mundo antiguo que se extinguía, las dejaron oír, frente al mundo cristiano que surgía. Y frente a las mareas humanas que actualmente levanta el ciego influjo de una fe, social o nacional, sentimos nosotros también la misma oposición. Es la eterna rebelión del alma libre contra las eras de fe, que ese mismo espíritu libre ha suscitado: pues la fe -que para un puñado de elegidos constituye una infinita libertad- es para los pueblos que la aclaman una esclavitud más. Pero la acusación de Tagore va más allá del fanatismo de la masa. Por encima de la multitud de hombres ebria de obediencia, llega el Mahatma. Por grande que sea Gandhi, ¿no sobrepasa las fuerzas de un solo hombre la autoridad que él asume? Una causa como la de la India no puede ser puesta en manos de un solo maestro. El Mahatma es el Maestro de la verdad y el amor. Y por cierto que el reloj de oro que puede despertar nuestro país a la verdad y al amor no es de esos objetos que pueden ser fabricados por el orfebre vecino ... Mas la ciencia y el arte de edificar el Swaraj (Rome Rule), es una vasta empresa. Sus senderos son difíciles y demandan tiempo. Para una labor semejante, el entusiasmo y la emoción son indispensables, pero no menos el estudio y el pensamiento. Para ello, el economista debe meditar, el trabajador trabajar, el educador enseñar, el hombre de Estado arbitrar su ingenio. En una palabra, la fuerza moral del país debe actuar en todas direcciones. Es preciso conservar en todos sus aspectos el espíritu de investigación, intacto y sin trabas. No debe intimidarse a la inteligencia mediante una presión franca o embozada. En consecuencia, Tagore hace un llamado a la cooperación de todas las fuerzas libres de la India: En nuestras antiguas forestas, nuestros gurus (sabios) en la plenitud de su visión, lanzaban un llamado a todos los buscadores de la Verdad ... ¿Por qué nuestro guro, que quiere conducirnos por los caminos de la acción, no lanza él también ese llamado? Pero el guru Gandhi ha lanzado un único llamado, a todos y cada uno: ¡Hilad y tejed! ¿Es ése el llamado de la edad nueva a la nueva creación? Si las grandes máquinas son un peligro para el espíritu de Occidente, ¿las pequeñas máquinas no son acaso para nosotros un peligro peor todavía? No sería tampoco suficiente que todas las fuerzas de la nación cooperaran entre sí, es preciso que cooperen con las del universo entero. El despertar de la India hállase ligado al despertar del mundo ... De ahora en adelante, toda nación que se cierre dentro de sí irá contra el espíritu de esta nueva era. Y Tagore, que acaba de pasar varios años en Europa, evoca el recuerdo de hombres que ha encontrado allí, de esos buenos europeos que han liberado su corazón de las cadenas del nacionalismo para dedicarlo al servicio de toda la humanidad -esta minoría perseguida de ciudadanos del mundo- (cives totius orbis), que él coloca entre los Sannyasins (12), aquellos que han logrado en sus almas la Unidad humana ... Y nosotros nos quedaremos solos, contentándonos con recitar el rosario de la Negación, con recordar sin cesar las faltas de otro, con proseguir la construcción del Swaraj sobre la base del odio ... Cuando el pájaro se siente reanimado por el alba, todo su despertar no se Ve absorbido por la búsqueda del alimento. Sus alas responden incansablemente al llamado de los cielos. Su garganta vierte cantos de gozo a la luz del nuevo día. La nueva humanidad nos envía su llamado. ¡Que nuestro espíritu responda en su propio lenguaje, con el lenguaje apropiado! ... Nuestro primer deber, al alba, es el de encomendarnos a Aquel que es Uno, que no hace distinciones de clase ni color, y que, por sus fuerzas variadas, provee como es indicado a las necesidades de cada clase y de topas las clases. ¡Roguemos a Aquel que da la sabiduría de unirnos a todos en una justa comprensión! (13) Esta palabra soberana, una de las más elevadas que un pueblo haya jamás oído, este poema pletórico de sol, domina todas las borrascas humanas. Y la sola crítica que puede hacérsele es de que las domina demasiado. Tiene razón, desde lo alto de los siglos. El pájaro poeta, la alondra con grandeza de águila -como decía Heine de un gigante de nuestra música- canta sobre las ruinas del Tiempo. Vive en lo eterno. Mas el presente apremia. La hora que pasa quiere ver un alivio inmediato a sus ásperos padecimientos ¡cueste lo que cueste! Y sobre este punto, Gandhi, a quien le falta la inspiración de Tagore -o que, probablemente, ha renunciado a ella para vivir con los desheredados- tiene buenas razones para responder. Lo hace, esta vez, con más pasión de la demostrada hasta entonces en esta noble justa. Su respuesta no tarda. Aparece el 13 de octubre, en Young India, y es patética. Gandhi agradece al gran centinela (14) de poner a la India en guardia contra ciertos peligros. Está de acuerdo con él sobre la necesidad del juicio libre: No se debe dar la razón a guardar a nadie. El ciego abandono es con frecuencia más nocivo que la sumisión forzada al látigo del tirano. Hay esperanza para el esclavo del bruto, pero no la hay para quien se convierte en esclavo por amor. Tagore es un buen vidente que advierte los movimientos del enemigo, que pueden llamarse: santurronería, aletargamiento, intolerancia, ignorancia, inercia. Mas Gandhi no admite en absoluto que los reproches de Tagore sean justificados. El Mahatma se encomienda siempre a la razón. Y no es cierto, de ninguna manera, que haya sometido a la India a una ciega obediencia. Si el país se ha decidido al empleo de la rueca, ha sido luego de una lenta y laboriosa reflexión. Tagore habla de paciencia, y se satisface con hermosos cánticos. ¡Pero se trata de la guerra! ¡Que el poeta deje de lado su lira! Ya cantará, después. Cuando una casa está en llamas, todos toman un balde para apagar el incendio ... Cuando aquellos que me rodean mueren por falta de alimentos, la única ocupación que me está permitida es la de alimentar a los hambrientos ... La India es una casa en llamas ... La India muere de hambre porque no tiene trabajo que le permita hallar el alimento necesario. Khulna muere de hambre ... Los Ceded Distrits pasan por una cuarta hambruna. Orissa sufre de hambre crónica ... La India está cada día más extenuada. La sangre ya casi no circula por sus miembros. Si no la reparamos, caerá hecha trizas ... Para un pueblo hambriento y desocupado, la única forma bajo la cual Dios puede osar aparecérsele, es el trabajo y la promesa de comida, en pago del trabajo. Dios ha creado al hombre para que se ganara el sustento con su trabajo, y ha dicho que los que comen sin trabajor son ladrones ... ¡Pensemos en los millones de seres humanos que hoy son menos que animales, que están casi a la muerte! La rueca es la vida para esos millones de moribundos. Es el hambre quien empuja a la India hacia la rueca ... El poeta vive para el mañana, y quisiera que nosotros hiciéramos lo mismo. Presenta a nuestra mirada extasiada la bella descripción de los pájaros, al alba, cantando himnos de alabanza o alzando el vuelo. Ellos tienen su alimento cotidiano, y alzan el vuelo con las alas descansadas, en las que la sangre se ha renovado durante la noche. Pero yo he tenido el dolor de observar a pájaros que, faltos qe fuerzas, ni siquiera tenían el deseo de agitar débilmente sus alas. El pájaro humano, bajo el cielo hindú, se alza más débilmente todavía que si fuera a reposar. Para millones de seres la vida es un eterno velar, o una eterna catalepsia ... He descubierto que es imposible endulzar los sufrimientos de los hambrientos con un canto de Kabir ... ¡Hay que darles trabajo, para que puedan comer! ... ¿Pero por qué, preguntarán, tengo yo que hilar si no tengo necesidad de trabajar para mí? Porque como lo que no me pertenece. Vivo de la explotación de mis compatriotas. Seguid el rastro a todas las monedas que lleguen a vuestro bolsillo, y veréis la verdad de lo que digo ... Es preciso hilar. ¡Que todos hilen! Que Tagore hile también, como los demás. ¡Y que queme sus vestiduras extranjeras! ... Es el deber del día. Dios habrá de ocuparse del mañana. Como dice Gita: ¡Cúmplase la acción justa! ¡Sombrías y trágicas palabras! ¡Es la miseria del mundo que se alza ante el sueño del arte, y le grita: ¡Atrévete a negarme! ¡Quién no comprende y comparte la emoción apasionada de Gandhi! Y sin embargo, en esta respuesta, tan arrogante y punzante, hállanse elementos como para legitimar los temores de Tagore: un Sileat Poeta, un llamado imperioso a la disciplina del combate. Obedecer sin discusión a la ley del Swadeshi, cuya primera obligación cotidiana, para todos, es la de emplear la rueca. En la batalla humana la disciplina es un deber, indudablemente. Pero la desgracia estriba en que los encargados de aplicarla -los lugartenientes del maestro- sean, la mayoría de las veces, espíritus estrechos. Estos espíritus se hacen, y forjan en los otros, un ideal de lo que no es más que un medio para conseguir el verdadero ideal. El reglamento los fascina, por su misma estrechez, pues la única forma de hallarse cómodos es adoptando la ruta estrecha. Para ellos, el Swadeshi se convierte en un imperativo, toma un carácter sagrado. Uno de los principales discípulos de Gandhi, profesor de esa escuela tan cara a su corazón, el Satyagrahasram de Sabarmati, en Ahmedabad, llamado D. B. Kolelkar, publica el Evangelio del Swadeshi, en cuya primera página Gandhi estampa su aprobación. Este folleto está dirigido al pueblo. Veamos, pues, ese Credo que enseña al pueblo uno de aquellos que han bebido en la fuente de la doctrina pura: Dios se encarna a través de las edades para la redención del mundo ... Pero no es regla invariable que aparezca bajo la forma de un ser humano. Puede muy bien hacerlo bajo la forma de un principio abstracto o de una gran idea que penetra al mundo ... El nuevo avatar es el Evangelio del Swadeshi. El Evangelista conviene en que tal afirmación puede despertar una sonrisa, si no se ve en el Swadeshi más que la cuestión de boicotear los tejidos extranjeros. Pero esta cuestión no es más que una minúscula aplicación de un vasto principio religioso, destinado a desembarazar al mundo entero de sus disensiones nacidas del odio y a emancipar a la humanidad toda. Su esencia está contenida en las Santas Escrituras Hindúes, y héla aquí: Tu propio Dharma (15) aunque desprovisto de méritos, es el mejor. La realización de un Dharma que no sea el tuyo estará siempre rodeado de peligros. Solamente alcanza la dicha quien se concentra en su propio deber. Esta ley fundamental del Swadeshi se apoya en la fe de un Dios que ha previsto para toda la eternidad la felicidad del universo. Este Dios ha dado a cada uno de los seres humanos el medio que le conviene, para cumplir su misión especial. Todas las acciones del hombre deben conformarse a esa situación propia de su vida ... No sólo nuestro nacimiento, sino nuestra familia, nuestro país, nuestra cultura, no puede ser elegida por nosotros. No tenemos más que aceptar nuestras tradiciones como si de Dios provinieran, y nuestro estricto deber es el de conformamos. Renegarlas sería pecado. De esas expresiones de fe, extrae la conclusión de que el hombre de un país no debe ocuparse de otros países. El devoto del Swadeshi no toma jamás sobre sí la vana tarea de tratar de reformar al mundo, pues él cree que el mundo se mueve y se moverá siempre conforme a los planes fijados por Dios ... No debe esperarse lo que el pueblo de un país pueda hacer por proveer a las necesidades de otro país, aunque fuera por motivos filantrópicos; pues de ser el}o posible, no sería deseable ... El verdadero devoto del Swadeshi no olvida que todo ser humano es su hermano! pero debe cumplir la tarea que le ha sido encomendada desde su nacimiento ... Del mismo modo que nos vemos precisados la servir al siglo en el que hemos nacido, del mismo modo drbemos servir a cualquier precio a la tierra natal ... La emarcipación de nuestra alma debe ser buscada por medio de nuestra propia religión y nuestra propia cultura. ¿Se le permite, por lo menos, a ese pueblo desarrollar todos los medios de que dispone para acrecer su comercio y sus industrias? De ninguna manera. Deseo indigno, el de querer dotar a la India de grandes fábricas. Sería violar el Dharma de otros hombres. Y es tan criminal exportar sus productos, como lo es importar los de otros. Siendo el proselitismo repugnante al principio del Swadeshi, la consecuencia lógica -aunque ciertamente inesperada para un europeo- es que no deben exportar productos ni ideas. Si la India se ha visto duramente maltratada en el curso de su historia, ha sido en expiación del crimen de antiquísimos antepasados que comerciaron con Egipto y Roma, crimen repetido luego por todas las generaciones que siguieron ese error, sin enmendarlo. Que cada país, cada clase, se conserve déntro de su propia misión, viva de sus propios recursos y de sus propias tradiciones ... Evitemos la intimidad con aquellos cuyas costumbres sociales sean diferentes a las nuestras. No se debe entrelazar la vida con la de hombres o pueblos cuyo ideal está en desacuerdo con el nuestro ... Cada hombre es un arroyo. Cada hombre es un río. Y todos y cada uno deben seguir su lecho, límpidos y sin mácula, hasta tanto lleguen al mar de la Salvación, donde todos habrán de mezclarse. Es el triunfo del Nacionalismo. Y el más puro, el más estrecho. Encerrarse dentro de uno mismo, cerrar todas las puertas. No cambiar nada. Conservar todo. No vender nada afuera. No comprar nada. Purificarse. Un evangelio medioeval de monjes enclaustrados (16). Y Gandhi, con su corazón generoso, deja que su nombre vaya ligado a ese Evangelio. Se comprende entonces la reacción de Tagore, contra estos iluminados del nacionalismo reaccionario, que pretenden detener el curso de los siglos, enjaular el vuelo del espíritu, y cortar todos los puentes hacia el Occidente (17). En rigor de verdad, no es éste el verdadero pensamiento de Gandhi. Y así, escribe en mesurados términos a Tagore: El Swadeshi es un mensaje al mundo. (Tiene, pues, en cuenta al mundo, y no repudia el proselitismo.) La No-cooperación no está dirigida contra Occidente. Es contra la civilización material y contra la explotación de los débiles que de ella resulta. (No combate, pues, más que los errores de Occidente, y trabaja por el propio bien de Occidente.) Es un recogimiento en nosotros mismos. (Pero es un recogimiento provisional, para reunir nuestras fuerzas antes de ponerlas al servicio de la humanidad.) La India debe aprender a vivir, antes de aprender a morir por la humanidad ... Y Gandhi no rechaza en ningún modo la cooperación de los europeos, a condición de que se conformen al ideal saludable que él ofrece a todos los hombres. Este pensamiento de Gandhi, el verdadero, es infinitamente más amplio, más humano, más universal (18) que el del Evangelio publicado bajo su égida. ¿Por qué; entonces, le ha prestado su nombre? ¿Por qué ha dejado encerrar su grandioso ideal, que él ofrece a toda la tierra, dentro de los límites estrechos de una teocracia hindú? Temibles discípulos. Cuanto más puros, más funestos. ¡Dios preserve a un gran hombre de amigos que no puedan aprender más que una parte de su pensamiento! Al codificar su ideal, destruyen su armonía, que es el principal beneficio de su alma inmortal. Y eso no es todo. Por lo menos estos discípulos directos, que viven tan cerca del maestro quedan impregnados de su nobleza moral. Pero los otros, los pueblos a los que no llegan más que ecos deformes, ¿qué podrán retener de esa doctrina de purificación interior y abnegación creadora? Lo más exterior, lo más material: ¡una mesiánica tentativa del Swaraj (Home Rule) por medio de la rueca! La negación del progreso. El fuori Barbari. Tagore se alarma, y no sin razón, de la violencia que atestiguan los apóstoles de la No-violencia -y el propio Gandhi no está exento de ella- respecto, no de los hombres, sino de las cosas de Occidente. Gandhi toma buen cuidado en decir que se retiraría de la lucha si sintiera odio contra los ingleses, que es preciso amar a aquellos a quienes se combate, que se debe odiar sus injusticias, odiar el satanismo, sin dejar de amar a Satán. Pero es éste un juego harto sutil para el espíritu popular. Y cuando los jefes del movimiento, en cada Congreso, recuerdan apasionadamente los crímenes de los ingreses y su deslealtad, las masacres de Punjab y Khilafat, la cólera va afluyendo detrás de la esclusa y ¡ay del momento en que las puertas de la esclusa se rompan! Cuando Gandhi preside las piras de tejidos extranjeros en Bombay, en agosto de 1921, y responde a los exorcismos desconsolados de Andrews, amigo de Tagore, con su Etica de la Destrucción, cree que transfiere el rencor del pueblo de los hombres a las cosas. Mas no se apercibe de que el pueblo, desatado en su rencor, habrá de pensar muy pronto: las cosas primero, luego los hombres. Y no prevé que en ese mismo Bombay, sólo tres meses más tarde, el pueblo habrá de matar hombres. El es demasiado santo, demasiado puro, demasiado desprovisto de las pasiones animales que se ocultan en el hombre. No piensa tampoco lo bastante en que están siempre presentes, que ellas también escuchan y engullen sus palabras. Tagore, más clarividente, destaca la imprudencia de los no-cooperacionistas, quienes con toda inocencia se refieren incansablemente a los errores cometidos por Europa, profesan la No-violencia, e inoculan en el espíritu popular la fiebre que llevará a la violencia. ¡No lo imaginan siquiera estos apóstoles, que no sienten violencia en sus corazones! Sin embargo, quien llama a la acción debe escuchar el corazón de los demás, y no el propio. ¡Cuidado con el pueblo! Cave canem. Para tenerlo de la rienda no bastarán los preceptos morales de un Gandhi ... Quizás exista una sola posibilidad de que el pueblo obedezca sin quebrar la austera disciplina del maestro: la de que el maestro consienta en ser un Dios, como se lo solicitan tácitamente quienes lo representan en Shri-Krishna. Mas la sinceridad y la humildad de Gandhi lo rechazan. No queda, pues, más que la voz aislada del más puro de los hombres, que sobrevuela sobre el sordo rugir de un océano humano. ¿Por cuánto tiempo conseguirá hacerse oír todavía? ¡Grandiosa y trágica espera! Notas (1) Gandhi protesta, en Young India (junio de 1921). (2) 12 de mayo, 25 de mayo, 13 de julio de 1920 y 25 de agosto de 1921. (3) Letters Irom Abroad (Cartas del exterior). Las tres cartas, del 2, 5 y 13 de marzo de 1921, han sido publicadas en la Modern Review de mayo de 1921. El llamado a la Verdad, escrito luego del regreso de Tagore a la India, apareció en la Modern Review del 19 de octubre de 1921. Además de esta conversación escrita, sabemos que Tagore, a su regreso, tuvo una entrevista personal con Gandhi. Nadie ha publicado ese relato. Pero C. F. Andrews, que fuera testigo de la misma, nos ha participado el tema de las discusiones y argumentos allí presentados. (4) Así, en uno de sus últimos artículos, que titula Demasiado sagrado para ser publicado (9 de febrero de 1922). Tagore y Gandhi se conocían desde hacía mucho tiempo. Gandhi había estado más de una vez en Santiniketan, en casa de Tagore, establecimiento que tenía el permiso de considerar como lugar de recogimiento. Allí fueron educados sus hijos durante su estada en Inglaterra. (5) 12 de mayo de 1920. (6) Y más tarde: ¡Todos los honores sean rendidos al Mahatma! Pero nuestros políticos no pueden liberarse de la idea de utilizarlo como instrumento secreto e ingenioso de su propio juego. (7) 5 de marzo de 1920. (8) 13 de marzo de 1921. Retomado el tema y desarrollado en el artículo La Unión de las Culturas (Modern Review, noviembre de 1921). (9) El primer movimento de Home Rule hindú, provocado en 1907-1908 por la división de Bengala. (10) 5 de marzo de 1921. (11) La Ansiedad del Poeta (19 de junio de 1921). (
Romain Rolland
Capítulo tercero