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Gandhi
Romain Rolland
Capítulo segundo



El 28 de julio de 1920, Gandhi anuncia a la India que la No-cooperación será proclamada el 1° de agosto; y prescribe para la víspera, 31 de julio, un solemne Hartal preparatorio mediante ayuno y plegarias. No teme en absoluto el furor del gobierno. Más bien lo asusta el furor popular; y toma, en consecuencia, disposiciones para que el orden y la disciplina reinen en las filas hindúes.

¡La No-cooperación completa requiere una organización completa. El desorden viene de la cólera. Es precisp una ausencia total de violencia. Toda violencia será un retroceso para la causa y un derroche inútil de vidas inocentes. Antes que nada, ¡que esta orden sea observada!

La táctica de la No-cooperación había sido establecida en los dos meses precedentes por Gandhi y su comité de No-cooperación. Habíase, pues, decretado:

1. El abandono de todos los títulos y funciones honoríficas.
2. La no participación en los empréstitos gubernativos.
3. Huelga de tribunales y hombres de leyes; arreglo de litigios por arbitrajes privados.
4. Boicot a escuelas gubernamentales por los estudiantes y las familias.
5. Boicot a los Consejos de Reformas Constitucionales.
6. La no participación en recepciones gubernamentales y toda otra función oficial.
7. Rechazo de todo puesto civil o militar.
8. Propagación del Swadeshi (1); vale decir, luego de la parte negativa del programa, la parte constructiva, el orden nuevo sobre el cual debía fundarse la nueva India. Volveremos sobre esto más adelante.

No era más que la primera etapa; y debe destacarse la prudente sabiduría -harto sorprendente para los revolucionarios europeos- de este hombre que pone en movimiento la enorme máquina de la rebelión hindú, y la mantiene suspendida en su primera etapa. No se trata aquí de Desobediencia Civil. Gandhi sabía lo que ello significaba. La ha estudiado en Thoreau, a quien cita en sus artículos, y que toma gran cuidado de distinguir de la No-cooperación. La desobediencia civil es más que un rehusarse a obedecer, es una violación de las leyes.

Es una infracción, que no puede llevarse a la práctica exitosamente más que por un grupo selecto, mientras que la No cooperación puede y debe ser un movimiento de masa.

Gandhi quiere preparar al pueblo de la India para la Desobediencia, pero gradualmente; sabe que no está todavía lo suficientemente preparado y no quiere aflojar las bridas antes de estar seguro de que el pueblo ha conquistado el dominio de sí. En este primer programa de No-cooperación no se menciona siquiera la cuestión de la negativa a pagar impuestos. Gandhi aguarda para ello el momento oportuno.

El 1° de agosto de 1920 da la señal del movimiento mediante una carta famosa, dirigida al virrey. Le devuelve sus títulos honoríficos y las condecoraciones, diciendo:

No es sin dolor que le devuelvo la medalla de oro Kaisar-i-Hind, por mi labor humanitaria en Sudáfrica; la medalla de la guerra Zulú, por mis servicios como oficial de un cuerpo de camilleros voluntarios hindúes en 1906; la medalla de la guerra bóer, mis servicios como ayudante subintendente de los cuerpos de camilleros hindúes en 1899-1900 ... Sin embargo -continúa luego de pasar revista a los acontecimientos del Punjab y los que motivaron el movimiento Khilafat-, yo no puedo conservar ni respeto ni afecto por un gobierno manchado por esta inmoralidad y estas injusticias ... Es preciso llevarlo al arrepentimiento ... He sugerido la No-cooperación, que permite apartarse del gobierno y oponérsele, sin violencia.

Y expresa luego la esperanza de que el virrey reparará esa iniquidad consultando a los jefes reconocidos del pueblo.

El ejemplo de Gandhi fue seguido sin demora. Muchos magistrados dimitieron, miles de estudiantes fueron retirados de los colegios (2). Los tribunales perdieron su prestigio. Las escuelas quedaron vacías. El Congreso de toda la India, reunido en sesión especial en Calcuta, había sancionado a comienzos de septiembre las decisiones de Gandhi por fuerte mayoría. Gandhi y su amigo Maulana Shaukat Ali recorrieron el país en medio de aclamaciones.

Jamás se mostró Gandhi mejor maestro y jefe de millones de hombres que en ese primer año de acción. Le era preciso contener la violencia, que sólo pedía su desencadenamiento. Por sobre todas las cosas le horrorizaba la violencia anárquica del populacho.

Ninguna expresión le resultaba lo bastante dura para calificar la Mobocratie (3), que le parece el más grave peligro de la India.

Detesta la guerra, pero la prefiere antes que ver a Calibán desenfrenado.

Si la India recurre a la violencia, que sea a la violencia disciplinada, a la guerra. ¡En ningún caso a la populachera!

Llega hasta a desconfiar de las demostraciones de júbilo alborotadas pero confusas, de las que nunca se sabe si habrá de surgir el frenesí y actos incalificables.

Es necesario hacer surgir el orden de ese caos. Es necesario sustituir al populacho por la ley del pueblo.

Y este místico de mirada certera, cuyo robusto sentido práctico no es inferior al de nuestros grandes místicos europeos, organizadores de Orden y dominadores de almas, proporciona reglas minuciosas para canalizar el torrente de manifestaciones populares.

Nuestra falta grave es la de haber descuidado la música. La música significa el ritmo y el orden. Desdichadamente, en la India ha pasado a ser privativa de un corto número de gente. Jamás ha sido nacionalizada ... Sería necesario cantar en grupos cantos nacionales. Que grandes músicos asistieran a todos los Congresos y enseñaran música a las masas. Nada más fácil para conducir al populacho, que carece de voluntad para obedecer ...

Sigue una lista de prescripciones:

1° No aceptar, en las grandes manifestaciones, voluntarios novicios. Poner a la cabeza a los más probados;
2° remitir a cada voluntario un folleto general de instrucciones;
3° convenir entre los voluntarios silbidos de llamada;
4° imponer a la multitud la obediencia indiscutida a los voluntarios;
5° fijar gritos nacionales y los momentos precisos en que deben emitirse; no tolerar ninguna infracción a la regla;
6° obligar a la multitud a formar fila en las calles de manera de no bloquear el pasaje de los vehículos; prohibir el acceso a las estaciones; no permitir que se lleven niños a las aglomeraciones, etc.

En resumen, Gandhi se convierte en jefe de orquesta de ese océano de hombres.

La tarea más ruda para la nación es la de disciplinar sus manifestaciones.

La multitud no busca la violencia más que intermitentemente; o mejor será decir que no sabe lo que desea, se abandona a bruscos impulsos, entusiasmos contradictorios.

Existe, sin embargo, una minoría hindú que desea deliberadamente la violencia; no comprende el pensamiento de Gandhi, ni sobre todo su eficacia política.

Gandhi recibe cartas anónimas que le ruegan no oponerse a la violencia, o bien otras -¡suprema afrenta!- que expresan la cínica convicción de que sus palabras no son más que una máscara para engañar al enemigo, y que lo apremian a dar la señal para el combate.

Gandhi responde vivamente. Se suscitan discusiones apasionadas. En hermosos artículos combate la doctrina del sable. Expresa que las Escrituras hindúes y el Corán prohiben la violencia; que la violencia no es el Credo de ninguna religión. Jesús es el príncipe de la resistencia pasiva. El Bhagavad Gita no enseña la violencia, sino el cumplimiento del deber, a riesgo de la propia vida (4).

El hombre no posee el poder de crear; no posee tampoco, por consiguiente, el derecho de destruir ...

Es preciso amar a quien hace el mal; lo que no quiere significar que se tolere ese mal.

Gandhi cuidaría del general Dyer, si estuviera enfermo. Pero si su propio hijo llevara una vida vergonzosa, mi amor exigiría que le retirara el sostén, aun cuando eso significara su muerte.

Nadie tiene derecho a contener al malvado por la fuerza. Pero se tiene el deber de resistírsele, separándose de él, cueste lo que cueste. Y cuando el enemigo se arrepiente, es necesario abrirle los brazos (5).

Al mismo tiempo que refrena a los violentos, estimula a quienes vacilan, tranquilizando a quienes retroceden ante la acción directa:

Nada se ha hecho sobre la tierra sin acción directa. He rechazado las palabras Resistencia Pasiva porque son insuficientes ... Es la acción directa la que, en Sudáfrica, ha convertido al general Smuts ... ¿Cuál es la más grande simbiosis realizada por Cristo y Buda? La fuerza y la dulzura. Buda ha llevado la guerra al campo enemigo, haciendo que se arrodillara todo el sacerdocio arrogante. Cristo ha arrojado a los mercaderes del templo, flagelando a hipócritas y fariseos. Es acción directa, e intensa ... y al mismo tiempo, detrás de sus acciones, había una infinita dulzura ... (6)

Hace también un llamado al corazón y a la razón de los ingleses (7). Los llama sus queridos amigos, y les recuerda que durante treinta años ha sido su fiel compañero; les pide que hagan justicia ante las perfidias de su gobierno.

La traición de éste ha roto la fe que le tenía. Pero creo todavía en la bravura inglesa. La India no puede oponeros ahora más qu'e la bravura moral. La No-cooperación es el sacrificio de uno mismo. Yo quiero conquistaros por mis sufrimientos ...

Su campaña de cuatro o cinco meses no tuvo por único objeto el de paralizar al gobierno inglés mediante la No-aceptación, sino el de organizar una India nueva, capaz de bastarse a sí misma, y de crearse, material y moralmente, una actividad independiente.

La primera cuestión era asegurarle la independencia económica. Es lo que Gandhi denomina el Swadeshi (o mejor será decir que entre los diversos sentidos del vocablo, ése es el más inmediato y práctico).

Evidentemente, era necesario que la India aprendiera a privarse de muchas satisfacciones materiales, que aceptara sin quejas las incomodidades. Disciplina saludable. Higiene necesaria. La salud de la raza hallaría ventaja en ello, a la par que la ley moral. Era necesario, antes que nada, arrancar de la India la maldición de la bebida, formar grupos de temperancia, boicotear los vinos, decidir a los vendedores a renunciar a sus patentes (8).

La India comprendió el llamado del Mahatma. Una ola de temperancia cundió por todo el país, y fue precisa la intervención de Gandhi para impedir que la multitud cerrara por la fuerza los negocios, o los saqueara, aleccionándolos de que no está permitido purificar a la gente por la fuerza.

Mas si fue relativamente fácil renunciar al flagelo de la bebida, era mucho más grave asegurar a la India los medios de subsistencia. ¿Cómo se nutriría? ¿Cómo se vestiría, de rechazar los productos europeos? La receta de Gandhi es de una simplicidad extrema, y en ella se acusan las tendencias medievales de su espíritu: desea que se restablezca en todas las familias de la India la vieja industria doméstica de la rueca (charka).

Quizá esta solución patriarcal de la cuestión social sea objeto de mofa (9). Pero es necesario tratar de comprender las condiciones especiales de la India, y el sentido exacto que Gandhi da a la charka. Jamás pretendió que el hilado fuera un medio suficiente de subsistencia, excepto para los pobres, pero sí una industria auxiliar de la agricultura, cuando ésta se ve suspendida.

El problema no es teórico, sino punzante y urgente: el 80 por ciento de la población de la Indía es agrícola, y carece de toda ocupación durante cuatro meses al año. Un décimo de la población vive normalmente hambrienta. La clase media está desnutrida. Inglaterra nada ha hecho por mejorar ese estado de cosas, agravándolo en cambio considerablemente. Las compañías inglesas han arruinado las industrias locales, absorbiendo los recursos de la India, de la que obtienen anualmente cuarenta millones de libras esterlinas proximadamente (10).

La India, que produce todo el algodón que puede necesitar, exporta millones de fardos al Japón y a Láncaster, de donde les llegan más tarde bajo la forma de indiana manufacturada. Resulta pues evidente la necesidad de que aprenda a privarse de los servicios ruinosos del extranjero, y que produzca a la mayor brevedad en sus propios talleres; es imprescindible que encuentre algún medio de suministrar a cada uno trabajo y subsistencia, y cuanto más rápido, mejor.

Ahora bien, nada más rápido y económico que la industria casera, la vieja industria hindú del hilado y el tejido. No se trata de poner a tejer a los trabajadores agrícolas ocupados y que ganan bien, sino a los que no tienen ocupación, por una parte, y a las mujeres y a los niños, por la otra; en una palabra, a todos los hindúes en sus horas de ocio: Gandhi prescribe pues lo siguiente:

1° boicotear el tejido extranjero;
2° restaurar y difundir la muy fácil enseñanza del hitado;
3° comprometerse a no llevar más que tejidos hilados y tejidos de ese modo.

Se lanza a esta propaganda con un ardor incansable. Quiere que el hilar se constituya en un deber para la India entera, que se lo aprenda en la escuela, que los niños pobres paguen su educación trabajando horas en la rueca, que cada uno, hombre o mujer, consagre a ello una hora de beneficencia diaria.

Entra en los detalles más precisos, da indicaciones técnicas sobre el algodón, el hilo, las diversas operaciones del hilado, consejos prácticos a tejedores, compradores, padres de familia, educandos; demuestra, cifras en mano, cómo con un pequeño capital puede montarse una tienda de Swadeshi (con productos del trabajo indígena) y realizar ganancias del 10 por ciento, etc.

Tórnase lírico al describir la música de la rueca, la más antigua de la India, aquella en la que se deleitaran Kabir, el poeta tejedor, y Aureng-Zeb, el gran emperador que se fabricaba a sí mismo sus turbantes ...

Consiguió inflamar la opinión pública. En Bombay, las damas de las mejores familias se sientan a la rueca. Hindúes y musulmanes hacen voto de no llevar, en adelante otro tejido que no sea el nacional. La moda se entusiasma por el Khaddar o Khadi, cuyo buen gusto reconociera el propio Rabindranath Tagore.

Los pedidos afluyen, y provenientes de zonas alejadas, como Beluquistán y Adén.

El entusiasmo llegó un tanto lejos, cuando se trató de boicotear los tejidos extranjeros. Y el propio Gandhi, de ordinario tan maestro de sí mismo, pareció perder la mesura. Ordenó quemarlos, como símbolo de esclavitud; y así fue que en Bombay, en agosto de 1921, como en tiempos de Savonarola, en la Plaza de la Señoría, piras enormes de espléndidas telas de familia fueron consumidas por el fuego en medio de tumultuoso júbilo. Uno de los espíritus ingleses más generosos de la India, C. F. Andrews, amigo de Tagore, escribió a Gandhi -por quien sentía admiración- una carta patética, deplorando que se quemaran esas telas en lugar de darlas a los pobres, aparte que de ese modo se hacía eco de los peores instintos de la raza.

Se erige contra ese nacionalismo en el que ve una forma de violencia, no puede soportar que se haga de la desnutrición una especie de religión: destruir el fruto del trabajo es un crimen. Andrews, que en un principio estuviera plenamente de acuerdo con las reformas de Gandhi, al punto de usar el Khaddar, duda ya de ellas: la vista de las piras ardiendo ha herido su fe en el Mahatma.

Pero Gandhi, que publica su carta y la responde afectuosamente, emocionado ante esta efusión de un corazón angustiado, declara no arrepentirse de nada. No tiene él sentimiento alguno hostil hacia ningún pueblo, sea cual sea, y no pide la destrucción de todos los objetos extranjeros, sino de aquellos cuyo daño es manifiesto.

Millones de hindúes han sido arruinados por las manufacturas inglesas; muchos han caído o se han visto degradados a la condición de parias, o de soldados mercenarios, y sus mujeres debieron entregarse a la prostitución. No se pueden llevar, pues, esas telas criminales sin caer en pecado. La India siéntese harto inclinada a odiar a sus explotadores ingleses. Gandhi ha transferido ese rencor de los hombres a las cosas. Los culpables no son solamente los ingleses que han vendido los tejidos, sino los hindúes que los han comprado. Se quema, no por odio, sino por arrepentimiento. Trátase de una operación quirúrgica necesaria. Y sería inconveniente donar estas telas mancilladas a los pobres, que también poseen honor.

Liberar la vida material de la servidumbre extranjera no sería nada en comparación con la necesidad de liberar el espíritu. Gandhi quiso que su país sacudiera el yugo de la cultura europea, y uno de sus esfuerzos más valientes ha sido el de echar las bases de una educación realmente hindú.

Existían ya algunas universidades y colegios en los que se conservaban, bajo la tutela inglesa, los tizones de la antigua cultura asiática. Aligarh seguía siendo desde hacía cuarenta y cinco años una universidad musulmana, centro de la cultura islámica en la India. El colegio de Khalsa era el centro de la cultura Sikh. Los hindúes tenían la universidad de Benarés. Mas tales instituciones escolásticas un tanto atávicas hallábanse sometidas al gobierno que las subvencionaba. Gandhi hubiera querido destruirlas, para substituirlas por cenáculos más puros.

En noviembre de 1920 inaugura la Universidad nacional de Gujerat, en Ahmedabad. Inspirábase dicha universidad en los ideales de una India unida. Sus dos pilares religiosos eran el Dharma de los hindúes y el Islam de los mahometanos. Pretendía salvar los dialectos hindúes y constituir las fuentes de la regeneración nacional.

Gandhi considera, con justa razón -y bien podemos sacar nuestro provecho de sus palabras- que un estudio sistemático de las culturas asiáticas no es menos esencial a una educación completa que el estudio de las ciencias de Occidente. Los vastos tesoros del sánscrito y del árabe, del persa, del pali y del magadhi, deben ser explorados, a fin de reencontrarse los secretos de la fuerza nacional. Mas no quiere significarse con ello que deba limitarse a lo dicho o hecho en tiempos remotos.

Es preciso fundar una cultura nueva, basada en las del pasado, enriquecida por la experiencia de siglos. Debe ser la síntesis de civilizaciones diferentes, que han actuado sobre la India y han sufrido la influencia de ese suelo. Esta síntesis no será de ningún modo llevada a cabo sobre el modelo americano, donde una cultura dominante absorbe y borra todo el resto. Cada cultura retendrá su legítimo lugar. El fin perseguido es la armonía, y no una unidad artificiosa, hecha a la fuerza. Todos los estudiantes deberán conocer todas las religiones hindúes. Los hindúes se familiarizarán con el Corán y los musulmanes con los Shastras. Lo único que excluye la Universidad nacional es el espíritu de exclusión. En toda la humanidad no admite ninguna suerte de intocables. El hindostán será obligatorio, pues es el verdadero dialecto nacional, mezclado con sánscrito, hindú y urdu persianizado (11).

Los intelectuales recibirán la educación profesional, y el resto la educación literaria. De este modo se atenuarán las diferencias de clases. El espíritu de independencia será fomentado no solamente por medio del estudio, sino por una educación que Gandhi denomina vocacional (12).

Al contrario de la educación europea, que desprestigia ei trabajo manual no desarrollando más que el cerebro. Gandhi quiere que el trabajo manual sea introducido en la escuela, desde las clases infantiles. Es bueno que el niño pague su propia enseñanza trabajando en el hilado, a fin de que aprenda sin tardanza a ganarse la vida y a ser independiente.

En cuanto a la educación del corazón, que la Europa descuida por completo, debe cimentarse sin tardanza. Y antes de formar a los alumnos, es necesario formar a los educadores.

Tal el objetivo del Instituto Superior, en el que Gandhi ve la piedra angular de la nueva educación -mucho más que escuela, verdadero convento donde ha de concentrarse, para ser luego propagado por doquier, el fuego sagrado de la India- del mismo modo que los monasterios Benedictinos de Occidente, pioneros religiosos de la tierra y del alma.

Conocemos los reglamentos que Gandhi establece para la casa Satyagrah Ashram (13) en Ahmedabad, su hija dilecta. Refiérense mucho más a los maestros que a los alumnos, y comprometen a los primeros por votos monásticos.

Sin embargo, a diferencia de los conventos comunes, en que estos votos, con el pasar del tiempo, asumen un carácter de disciplina negativa, en éste mantiénense palpitantes el espíritu de sacrificio y el puro amor que anima a los santos. Los directores deben someterse a la observación de los siguientes preceptos:

El Voto de Verdad.- No basta no mentir. No debe emplearse ninguna mentira, ni tampoco por el bien del país. La verdad puede exigir la oposición, a padre y a mayores.
El Voto de Ahimsa (No matar).- No basta con no quitarle la vida a otro ser. Es preciso no herir ni siquiera a aquellos que uno considere injustos. Jamás debe irritarse contra ellos; es preciso amarlos. Oponerse a la tiranía, pero no maltratar al tirano. Vencerlo por amor. Negarle obediencia, hasta la muerte.
El Voto del Celibato.- Sin el cual es casi imposible observar los dos precedentes. No basta evitar la concupiscencia. Es preciso controlar siempre las pasiones animales, aun en el pensamiento. De casarse, debe mirarse a la esposa como una amiga para toda la vida, mnteniendo con ella relaciones de perfecta pureza.
El control del paladar.- Es necesario regimentar y purificar su régimen. Abandonar gradualmente los alimentos que no son necesarios.
El Voto de No Robar.- No se trata aquí solamente de la propiedad ajena. Es un robo emplear objetos de los que no tenemos realmente necesidad. La naturaleza suministra, día a día, justamente lo bastante y no más para nuestras necesidades cotidianas.
El Voto de No-Posesión.- No basta con no poseer. Es preciso no conservar nada más que lo absolutamente necesario para nuestras necesidades corporales. Eliminar constantemente lo superfluo. Simplificar la vida.

Dos preceptos subsidiarios se unen a estos votos esenciales:

El Swadeshi.- No emplear objetos en los cuales haya una posibilidad de engaño. Esta prescripción entraña la interdicción a manufacturas extranjeras, ya que son el producto de la miseria explotada y los sufrimientos del pueblo obrero de Europa. Las mercaderías extranjeras pasan a ser, por consiguiente, tabú para un discípulo del Ahimsa. De donde la necesidad de vestiduras simples, hechas en el país.
La Ausencia de Temor.- Pues aquel que teme no puede seguir los preceptos precedentes. Es preciso estar libre del temor a los reyes, los pueblos, la familia, los hombres, las bestias feroces, la muerte. Un hombre sin miedo se defiende por la fuerza de la verdad o la fuerza del alma.

Una vez que los caracteres hayan sido construidos sobre esta armazón de hierro, Gandhi pasa rápidamente a las prescripciones educativas, entre las que encontramos dos, harto sorprendentes: los maestros deben dar el ejemplo de trabajo corporal -de preferencia el trabajo de la tierra-; y deben conocer a fondo las principales lenguas de la India.

En cuanto a los niños, una vez ingresados al Ashram -y pueden hacerlo desde la edad de cuatro años (14)- permanecen vinculados a la institución hasta el egreso, durando el ciclo de estudios alrededor de diez años.

Son separados de sus familias y los padres renuncian a todo control sobre sus criaturas. Los niños no visitan a los padres. Vestimenta sencilla, comida sencilla, exclusivamente vegetariana, sin vacaciones, en el sentido habitual de esta palabra, se tendría un día y medio por semana dedicado al trabajo personal, y consagrando tres meses por año para efectuar un viaje a pie a través de la India.

El hindú y un dialecto dravidiano son obligatorios para todos. Además, deben aprender el inglés como segunda lengua, y los caracteres de cinco lenguas hindúes (urdu, bengalí, tamil, telugu y devanagari). Se les enseña, en su propio dialecto, la historia, la geografía, las matemáticas, las ciencias económicas, y el sánscrito. Paralelamente, practican la agricultura y el hilado a mano. Queda sobreentendido que el espíritu religioso rodea toda la enseñanza.

Finalizados los estudios, los jóvenes tienen oportunidad de elegir entre tomar los votos como sus mayores, o retirarse. Toda la enseñanza es gratuita.

He insistido un tanto largamente sobre este programa educacional, porque muestra la elevada espiritualidad del movimiento de Gandhi, revelándola como el principal motor de su acción.

Para crear una India nueva, es preciso crear almas nuevas, fuertes y puras, realmente hindúes. Y para crearlas, es necesario formar una legión sagrada de apóstoles que, tal como los de Cristo, constituyan la sal de la tierra. Gandhi no es, como los revolucionarios de Europa, un fabricante de leyes y decretos. Está amasando una nueva humanidad.

El gobierno inglés, como todos los gobiernos en casos similares -como es natural-, no había comprendido nada de lo que estaba ocurriendo. Su primera reacción fue la de una irónica superioridad. El virrey, lord Chelmsford, en agosto de 1920, dijo que de todos los absurdos, éste era el más absurdo.

Bien pronto hubo de comprenderse la necesidad de descender de esas regiones de confortable desdén. Bastante preocupado ya, pero inseguro todavía, el gobierno publicó el 6 de noviembre de 1920 un comunicado paternal y amenazante a la vez, declarando no haber querido iniciar persecuciones legales, ya que los promotores del movimiento predicaban la abstención de la violencia, pero dando cuenta que se ha dado orden de actuar contra todo el que sobrepase los límites establecidos y se inclinara a la violencia o a la desobediencia armada.

Tales límites fueron propasados, pero fue el gobierno el primero en hacerlo. El movimiento había adquirido una extensión inquietante. Y en diciembre de 1920 prodújose un acontecimiento de excepcional gravedad. La No-cooperación sin violencia no había sido hasta entonces más que una táctica de ensayo, de carácter provisional: y el gobierno abrigaba la esperanza de que la Asamblea General Hindú, en su sesión final del año, abrogaría dicha medida. Mas el Congreso Nacional de la India, reunido en Nagpur, contrariamente a lo esperado, la incorporó a la Constitución, como primer artículo de ley:

Artículo 1° - El objetivo del Congreso Nacional es el de alcanzar el Swaraj (Home RuJe) del pueblo de la India, por todos los medios pacificos y legítimos.

Confirmaba el voto de la No-cooperación que había emitido la sesión especial de Calcuta en septiembre de 1920, y lo amplificaba, subrayando el principio de No-violencia, mostrando la necesidad de que los diversos elementos del país estuvieran en armonía, para alcanzar la victoria, y, por consiguiente, abogando por la unidad hindú-musulmana, y en particular por el acercamiento de las clases privilegiadas y las rechazadas.

Introdujo, además, en la Constitución cambios fundamentales que establecían definitivamente el régimen representantivo de todos los sectores de la India (15). El Congreso no ocultaba que la actual No-cooperación constituía el primer estado de la lucha en la que se habían empeñado. Anunciaba que la negativa absoluta de asociación con el gobierno, y el rechazo a pagar impuestos, entraría en vigor en el momento que ulteriormente habría de determinarse. Entretanto, para preparar al país, se extendía el boicot, se estimulaba el tejido hindú, se lanzaban llamados a estudiantes, padres y magistrados, invitándolos a practicar con más celo la No-cooperación. Quienes rehusaran obedecer a las prescripciones del Congreso serían excluidos de la vida pública.

Era la afirmación de un Estado dentro del Estado, el verdadero Estado de la India haciendo frente al gobierno británico. Este ya no podía permanecer inactivo. Era preciso entrar en arreglos, o combatir. Con un poco de espíritu conciliador, todavía hubiera sido posible un arreglo amistoso.

El Congreso había declarado que llegaría al fin propuesto mediante una asociación con Inglaterra, si ella está dispuesta, o sin ella.

Como siempre sucede en la política europea respecto a otros pueblos, la violencia ganó la partida. Se buscaron pretextos. Estos nunca faltan.

A pesar de la voluntad de la No-violencia, afirmada por Gandhi y el Congreso, algunos graves desórdenes, que no tenían con el movimiento de la No-cooperación más que una relación harto remota, hubieron de producirse en diversos puntos de la India. En las Provincias Unidas (Allahabad) hubo disturbios agrarios, revueltas de arrendatarios contra propietarios; la policía intervino en forma sangrienta. Más tarde, el movimiento Akali, de los Sikhs, desde luego puramente religioso, empleó los métodos de la No-cooperación, y terminó, en febrero de 1921, con la masacre de doscientos Sikhs.

Procediendo de buena fe era imposible hacer responsable de ese drama de fanatismo a Gandhi y a sus discípulos.

Pero la ocasión era buena. La represión volvió a tomar cuerpo a principios de marzo de 1921, creciendo en violencia hasta fines de dicho año. Habíase elegido, para hacerla entrar en escena, el pretexto de las manifestaciones contra los vendedores de bebidas.

No era ésta la primera vez que el alcoholismo y la civilización europea marchaban a un mismo paso.

El Congreso hindú recurrió al fondo Swaraj-Tilak, que ascendía a diez millones de rupias, para enrolar diez millones de miembros y aumentar la cantidad de charkhas a dos millones. En agosto de 1921, una resolución fue dada a conocer tendiente a boicotear por completo el comercio extranjero.

El gobierno respondió tomando violentas medidas.

A fines de noviembre se promulgó una ley contra los mitines sediciosos. En diversas provincias se dio carta blanca a la policía local para barrer el movimiento, que pasó a llamarse revolucionario y anárquico.

Millares de hindúes fueron arrestados, y sin ninguna consideración por los hombres más respetados. Naturalmente, estas medidas provocaron rebeliones, y esporádicamente combates entre la policía y la multitud, muertos e incendios.

El Comité del Congreso de toda la India, reunido en Bezwada, en la primera semana de marzo, discutió sobre si era preciso proclamar la Desobediencia civil. Con rara sabiduría, se llegó a la conclusión de que el país no estaba todavía lo bastante maduro y disciplinado para emplear esta arma de doble filo; decidió, pues, aguardar para proceder, entre tanto, a una especie de movilización civil y financiera.

Gandhi retomó con más entusiasmo todavía su campaña por la unidad de la India, por la fusión de las religiones, las razas, los partidos y las castas. Apeló para ello a los acaudalados Parsis, grandes comerciantes e industriales, en mayor o menor grado contagiados del espíritu de Rockefeller, al decir de Gandhi.

La unión hindúmusulmana veíase sin cesar amenazada por viejos prejuicios, temores, dudas mutuas. Se dedicó a ella de cuerpo y alma, pero no buscaba entre ambos pueblos una fusión, de hecho imposible, y que él mismo no hubiera tampoco deseado, sino una sólida alianza construida sobre la amistad (16).

Su esfuerzo más prodigioso fue el de hacer reentrar en la comunidad hindú a las clases rechazadas. Su apasionada reivindicación de los derechos de los parias, los gritos de indignación y de dolor ante esta monstruosa iniquidad social, bastarían para inmortalizar su nombre. El sufrimiento que determinaba en él lo que llama la más vergonzosa mancilla del hinduísmo, tenía origen en las emociones de su infancia.

Cuenta (17) que, siendo niño, un paria acudía a su casa para efectuar las tareas más groseras; se le había ordenado al niño que no debía rozarlo siquiera, y en tal caso debía luego hacerse abluciones; no lo admitía él, y discutía con sus padres. En la escuela, tocaba a menudo a los intocables, y su madre le recomendaba que para borrar la mancha tocara luego a un musulmán.

No obstante, al cumplir los doce años, ya había formado su propio juicio al respecto, jurándose borrar ese pecado de la conciencia de la India, y proponiéndose socorrer a esos hermanos suyos degradados.

Jamás se muestra su espíritu más libre que cuando sirve a esta causa. Y por este hecho podrá deducirse que hubiera sido capaz de sacrificar hasta la propia religión, si se le hubieran dado pruebas de que la intocabilidad era un dogma. A sus ojos, esta sola injusticia justificaba todas aquellas que debían padecer los hindúes en el universo ...

Si los hindúes han llegado a convertirse en los parias del Imperio, es un exponente de la eterna justicia. ¡Que los hindúes se laven primero sus manos tintas en sangre! ... La intocabilidad ha degradado a la India. En Sudáfrica, en África oriental, en Canadá, los hindúes, a su vez han sido tratados como parias. El Swaraj (Home Rule) es imposible hasta tanto subsistan los parias. La India es culpable. Inglaterra no tiene nada de más negro en su historia. El primer deber es el de proteger a los débiles, de no ultrajar una conciencia humana. No somos mejores que las bestias hasta tanto no hayamos lavado este pecado. El Swaraj debe ser el reinado de la justicia sobre la tierra entera ... (18)

Gandhi quería que una legislatura nacional mejorara a la brevedad la suerte de sus hermanos parias, y que se le acordaran una gran cantidad de escuelas y pozos, pues el uso de pozos públicos les estaba prohibido. Su impaciencia, que no le permite esperar de brazos cruzados que las clases privilegiadas hayan reparado su iniquidad, lo hace pasar al campo de los parias, ponerse a la cabeza de todos ellos, tratar de agruparlos. Examina para ello las diversas tácticas que puede adoptar. ¿Qué es lo que pueden hacer? ¿Apelar al gobierno de la India? Esto sería cambiar de esclavitud ... ¿Rechazar el hinduísmo -préstese atención a esta generosa audacia de un gran creyente hindú-, y convertirse al cristianismo o al mahometanismo? Gandhi estaría dispuesto a aconsejarlo, si el hinduísmo fuera inseparable de la intocabilidad. Pero está convencido de que ésta es una excrecencia malsana, que es preciso extirpar del hinduísmo. Los parias deben entonces organizarse para su defensa. Tendrían el recurso de emplear el arma de la No-cooperación contra el hinduísmo, cortando toda relación con el resto de los hindúes; consejo singularmente atrevido de revuelta social en boca de este patriota. No obstante, continúa Gandhi, los parias no son capaces de ninguna organización; no tienen jefes. Que se unan entonces -es el único recurso que queda- al movimiento general de No-cooperación hindú, cuya primera condición es la unión de clases. La No-cooperación verdadera es un acto religioso de purificación. Nadie puede tomar parte en ella si rechaza a los parias, pues pecaría gravemente. De este modo, Gandhi consigue poner de acuerdo a la religión con la patria y la humanidad.

Dióse una consagración solemne a ese primer ensayo de agrupamiento, mediante la Conferencia de las Clases Suprimidas (Suppressed Clases Conference) que Gandhi presidió en Ahmedabad, el 13 y 14 de abril de 1921. Pronuncia en esa ocasión uno de sus más hermosos discursos. No se contenta en él con reclamar la supresión de la desigualdad social: espera de los parias grandes cosas para la vida social de la India regenerada; les devuelve la confianza en sí mismo, les infunde la llama de la esperanza que lo anima en su acción. Ha notado en ellos, les dice, inmensas posibilidades latentes, y cuenta con que dentro de cinco meses las clases intocables habrán sabido conquistar su justo lugar dentro de la gran familia hindú, merced a su propia dignidad.

Gandhi tuvo la enorme satisfacción de ver a la India emocionarse ante el llamado que hacía a su corazón, y la consiguiente emancipación de los parias en muchas regiones (19).

La víspera de su arresto seguía ocupándose de esta causa, relatando los progresos. Los brahmanes se consagraron a ella y las clases privilegiadas dieron ejemplos conmovedores de arrepentimiento y amor fraternal.

Gandhi cita el caso de un joven brahmán de diecinueve años, que se hizo barrendero para vivir con los parias.

Gandhi tomó partido con no menos nobleza por otra gran causa: la de las mujeres.

La cuestión sexual es particularmente grave en la India, rica de desbordante sensualidad opresiva y mal regimentada. Los casamientos entre niños agotan prematuramente las energías físicas y morales de la nación.

La obsesión carnal pesa sobre el pensamiento, y la dignidad de la mujer se ve, en consecuencia, humillada.

Gandhi publica las quejas de las mujeres hindúes contra la forma degradante en que éstas son consideradas por los nacionalistas hindúes (20). Y encuentra justas estas quejas. Es ésa, dice, una de las plagas de la India, tan grave como la intocabilidad de los parias. Pero agrega que el mundo entero sufre de ella. El problema es universal.

Del mismo modo que para con los parias, incita al progreso más a los oprimidos que a los opresores. En consecuencia, se dirige a las mujeres para que sean ellas las primeras en imponer respecto, dejando de considerarse a sí mismas como el objeto de apetitos masculinos.

¡Que tomen parte decidida en la vida pública, que se reivindiquen en riesgos y peligros! ¡Que no solamente renuncien a sus lujos, rechazando y quemando los tejidos extranjeros, sino que compartan todas las tribulaciones de los hombres!

Ya para entonces, mujeres distinguidas han sido conducidas a prisión en Calcuta. Y está bien. ¡Que lejos de reclamar un trato de favor, resistan las privaciones como los hombres! En este terreno, la mujer puede siempre sobrepasar al hombre. ¡Que nada teman! La más débil puede preservar su honor. Basta con saber morir (21).

No olvida tampoco a Nuestras hermanas caidas (22).

Cuenta las conversaciones que ha mantenido con asambleas de muchos centenares de ellas, en las provincias de Andhra y Barisal. ¡Con cuánta noble simplicidad les habla, y ellas le hablan a él, confiándosele, pidiéndole consejo!

Les busca una ocupación honorable, les propone la rueca, y ellas prometen ponerse a trabajar a partir del lunes siguiente, si se las ayuda ... Y, dirigiéndose a los hombres de la India, Gandhi les recuerda, refiriéndose a la mujer:

Esta forma de gozarse en el vicio no tiene sitio en nuestra Revolución. El Swaraj significa que consideramos a todos los habitantes de la India como nuestros hermanos y nuestras hermanas ... ¡Respeto a todos! El sexo femenino no es el sexo débil, es el más noble de los dos, por su poder de sacrificio, de silencioso padecimiento, de humildad, de fe y conocimiento. La intuición de la mujer ha sobrepasado frecuentemente la arrogante pretensión del hombre de poseer un saber superior ...

Encuentra en las mujeres de la India -empezando por la propia- ayudantes inteligentes y sus mejores discípulos.



Notas

(1) Etimológicamente: Swa, sí mismo; Deshi, hecho en el país, de donde, objetos hechos en el país. Los adeptos a la No-cooperación lo tomaron sobre todo en el sentido restringido de Independencia económica. Pero veremos más tarde qué evangelio social hacen arrancar de él los discípulos de Gandhi. (El Evangelio del Swadeshi).

(2) Ocho mil en Lahore.

(3) Deriva de la palabra inglesa nob, que significa populacho, canalla.

(4) Tal al menos la interpretación de Gandhi. Un europeo quizás se atrevería a ver en el Bhagavad Gita, cuando menos, serena indiferencia ante la violencia cometida y soportada.

(5) 23 de agosto de 1920.

(6) 12 de mayo de 1920.

(7) A todos los ingleses de la India, 27 de octubre de 1920.

(8) 28 de abril de 1920: 8 de junio y 19 de setiembre de 1921. En su Carta a los Parsis, que son los grandes comerciantes, Gandhi los incita a cerrar sus negocios de expendio de bebidas (23 de marzo de 1921). En su Carta a los Moderados (8 de junio de 1921) les pide que aunque no estén de acuerdo con él en el resto del programa, le apoyen al menos sobre este punto. Al mismo tiempo que las bebidas, combate el comercio de drogas, estupefacientes y fumaderos de opio.

(9) Gandhi sabe que habrán de reírse de él. Pero, alega, ¿Acaso la aguja ha dado su lugar a la máquina de coser, o la mano a la máquina de escribir? La rueca no ha perdido nada de su utilidad, y actualmente es una necesidad nacional, el único recurso posible para millones de seres hambrientos. (21 de julio de 1920).

(10) Evaluación hecha por Lajpat Rai.

(11) No se excluye el inglés, ni ninguna lengua europea. Se la reserva para los cursos superiores, al concluir el ciclo escolar. En cambio, los dialectos se emplean en todos los cursos universitarios. Gandhi sueña con un estado superior de la existencia universal, donde todas estas diferencias persistan en la unidad, no como división, sino como las facetas de una misma piedra. (Junio de 1920).

(12) No debe traducirse profesional, pues se trata precisamente de alejar al espíritu de la profesión.

(13) Ashram, lugar de disciplina, ermita.

(14) Aunque puede admitirse como estudiante, a cualquier edad.

(15) En el Congreso de Nagpur tomaban parte más de 4.726 delegados, legados, de los cuales 469 eran musulmanes, 65 sikhs, 5 parsis, 2 intocables, 4078 hindúes y 106 mujeres.
La nueva Constitución decidió que se nombraría un delegado por cada 50.000 habitantes, lo que haría un total de 6.179 delegados. El Congreso Nacional de toda la India reúnese en sesión anual hacia Navidad. El Comité del Congreso de toda la India, que comprende alrededor de 350 miembros, es el encargado de ejecutar la política del Congreso, interpretando sus resoluciones; posee, en los intervalos de sus sesiones, igual autoridad que el Congreso. Un Comité Ejecutivo de 15 miembros desempeña el papel de gabinete en relación con el parlamento, que puede ser disuelto por el Comité del Congreso.
El Congreso de Nagpur trazó las bases de una jerarquía de Comités de Congresos Provinciales que representaban a 21 provincias y 12 lenguas, y por debajo de éstos, los Comités de Congresos Locales, por cada población o grupo de poblaciones, con sus respectivos grupos de obreros o funcionarios nacionales (Servicio Nacional Hindú), mantenidos por un fondo Swaraj de toda la India, en memoria de Tilak.
Todo hombre o mujer adulto, suscripto durante cuatro años a los fondos del Congreso, convirtió se en elector, bajo la condición previa de haber firmado el Credo de la Constitución. La edad de elegibilidad es de 21 años. La condición es la de aceptar el artículo primero de la Constitución, los reglamentos y los métodos del Congreso.

(16) Dando como ejemplo su intima amistad con el musulmán Maulaná Mohamed Ali, atestigua que uno y otro han permanecido fieles a su respectiva fe. Gandhi no daria a su hija como esposa del hijo de Ali, ni compartiria su comida; y su amigo obraria del mismo modo. Esto no les impide quererse y estar seguros uno del otro. No pretende Gandhi, de ningún modo, considerar vituperables los casamientos entre hindúes y musulmanes y las comidas en común; pero seria preciso un siglo para llegar a esa fusión. Una politica práctica no debe perseguir, pues, semejante reforma. Gandhi no pone obstáculos a su realización, pero la considera prematura. Vuelve a mostrar aqui su sentido de la realidad. (20 de octubre de 1921).

(17) En un discurso público, 27 de abril de 1921.

(18) 27 de octubre de 1920.

(19) Hacia fines de abril de 1921 disminuye la intocabilidad. En muchos poblados los parias viven entre los demás hindúes y comparten sus derechos (27 de abril de 1921). En cambio, en otras regiones, particularmente en Madrás, su situación siguió siendo deplorable (29 de setiembre de 1921). La cuestión hállase inscripta en la Orden del Día de las Asambleas Nacionales Hindúes. Y ya el Congreso de Nagpur, en diciembre de 1920, había emitido el voto de que desapareciera el pecado de la intocabilidad.

(20) 21 de julio de 1921, 6 de octubre de 1920.

(21) 21 de julio, 11 de agosto, 15 de diciembre de 1921.

(22) Es el título de uno de sus articulos: Our fallen Sisters (15 de setiembre de 1921).
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