Indice de la edición cibernética Gandhi de Romain RollandPresentación de Omar CortésCapítulo segundoBiblioteca Virtual Antorcha

Gandhi
Romain Rolland
Capítulo primero



MAHATMA, ALMA GRANDE ... (1)
El hombre que se hizo uno con el Ser del Universo.

Tranquilos ojos melancólicos. Un hombrecito débil, delgado de rostro, de orejas grandes y separadas. Tocado con blanco gorro, vestido con rústica tela blanca, lleva los pies desnudos. Se alimenta de arroz y frutas, no bebe más que agua, se acuesta sobre el suelo, duerme poco, trabaja sin cesar. Su cuerpo parece no contar. Al principio nada sorprende en él más que una expresión de gran paciencia y grande amor.

Pearson, que lo viera en 1913, en Sudáfrica, piensa en San Francisco de Asís. Es simple como un niño (2), dulce y cortés hasta con sus adversarios (3), de una inmaculada sinceridad (4). Se juzga con modestia, y es escrupuloso al punto de dar la impresión de que titubeara a cada paso, como para decir: Me equivoco; jamás oculta sus errores, jamás contrae compromisos, carece de toda diplomacia, huye del efecto de la oratoria, o mejor sería decir que no piensa en él (5); aborrece las manifestaciones populares que su persona desencadena, y en las que su magro físico correría peligro de verse aplastado en ocasiones, de no ser por su amigo Maulana Shaukat Alí, que lo protege con su cuerpo atlético; literalmente enfermo de la multitud que lo adora (6); en el fondo no es más que su desconfianza del número y su aversión a la Mobocracy, al populacho voluble; no se siente a gusto más que entre la minoría, feliz más que en la soledad, escuchando la still small voice (la queda vocecita) que manda (7).

He aquí al hombre que ha sublevado a trescientos millones de hombres, quebrantado al Imperio Británico, e inaugurado en la política humana el movimiento más poderoso desde hace más de dos mil años.

Su verdadero nombre es Mohandas Karamchand Gandhi. Nació en un pequeño Estado semiindependiente de la India, en Porbandar, la Ciudad Blanca, sobre el mar de Omán, el 2 de octubre de 1869.

Raza ardiente, inquieta, hasta ayer agitada por guerras civiles. Raza práctica, hábil en los negocios, llegando con su comercio hasta Adén y Zanzíbar.

El abuelo y el padre habían llegado ambos a primeros ministros, y cayeron en desgracia por su espíritu independiente, al punto de verse forzados a huir y con amenazas de sus vidas.

Emergía, pues, de un medio rico, inteligente, culto, pero no de la casta superior. Sus progenitores pertenecían a la escuela de Jain del hinduísmo, uno de cuyos grandes principios es el Ahimsa (8), que luego afirmaría él victoriosamente en el mundo.

Para los jainistas es el amor, más que la inteligencia, el camino que conduce a Dios. El padre del Mahatma no concedía valor alguno al dinero y dejó muy poco a los suyos, pues casi todo lo había dado en obras de caridad. La madre, severamente religiosa, era una Santa Elizabeth hindú; ayudaba, daba limosnas, velaba por los enfermos. La familia leía regularmente el Ramayana.

Su primera educación fue confiada a un brahmán que le hacía repetir los textos de Vishnú (9). Pero más tarde se queja de no haber adquirido nunca versación en el sánscrito: uno de sus rencores para con la educación inglesa, por haberle hecho perder los tesoros de su lengua. No obstante, conoce ampliamente las Escrituras hindúes, aunque no lea los Vedas y los Upanishads más que en traducciones (10).

Cursando todavía la escuela atravesó por una grave crisis religiosa. Rebelándose contra el hinduísmo idólatra y degenerado, fue -o creyó serlo- durante cierto tiempo, un ateo.

Junto con otros camaradas llegó en su impiedad al punto de comer carne secretamente -el más horrendo sacrilegio para un hindú-. ¡Hubiera debido morir de horror y repugnancia! (11).

Casado siendo todavía niño (12), a los diecinueve años se dirigió a Inglaterra a completar sus estudios en la Universidad de Londres y en la Escuela de Derecho.

Su madre no consintió en dejarlo partir sin antes hacerle tomar los tres votos del Jain, que obligan a la abstención del vino, la carne y las relaciones sexuales.

Llegó a Londres en setiembre de 1888. Luego de los primeros meses de incertidumbre y decepciones -había derrochado ingenuamente mucho tiempo y dinero para convertirse, según sus palabras, en un gentleman inglés-, atúvose desde entonces a una vida estricta y a un trabajo severo.

Algunos amigos le hicieron conocer la Biblia; mas la hora no le había llegado todavía para comprenderla. Se fatigó al cabo de los primeros libros, y no llegó más allá del Éxodo. Por lo contrario, fue en Londres donde descubrió la belleza de la Bhagavad Gita. Sintióse deslumbrado. Era la luz de que había menester el pequeño exiliado hindú. Le devolvió la fe y por ella reconoció que para él, la salvación era posible solamente por la religión hindú (13).

Regresó a la India en 1891. Triste retorno. Su madre acababa de morir y se le había ocultado la noticia.

Hízose abogado de la Alta Corte de Bombay. Algunos años más tarde debía renunciar a su profesión, por juzgarla inmoral, y aún mientras la ejercía, habíase reservado el derecho de abandonar una causa cuando la considerara injusta.

Ya hacia esa época, algunas grandes personalidades hindúes despertaban en su ánimo presentimientos de la misión futura que había de corresponderle. El rey sin corona de Bombay, el parsi Dadabhai, y el profesor Gokhale, ambos encendidos de religioso amor a la India; Gokhale, uno de los mejores hombres de Estado de su patria y de los primeros en restaurar la educación hindú; Dadabhai, fundador del nacionalismo hindú (según testimonio de Gandhi) (14), maestros ambos, asimismo, de sabiduría y dulzura. Fue Dadabhai quien, controlando el ardor juvenil de Gandhi, dióle en 1892 su primera lección práctica de Ahimsa en la vida pública: la pasividad heroica, si es posible reunir estos dos vocablos, el impulso apasionado del alma que resiste el mal, no por el mal, sino por amor.

Volveremos ahora sobre este mágico vocablo, sublime mensaje que la India dirige al mundo.

Es en 1893 cuando comienza la acción hindú de Gandhi. Divídese en dos períodos. De 1893 a 1914 tiene por campo el África del Sur. Después de 1914 la ejerce sobre la India.

El hecho de que la acción cumplida durante veinte años en África del Sur no haya tenido mayor resonancia en Europa, es una prueba de la increíble estrechez del horizonte de nuestros hombres políticos, de nuestros historiadores, de nuestros pensadores, de cuantos se guían por la fe, ya que constituye una epopeya del espíritu, sin igual en nuestro tiempo, no solamente por la fuerza y la constancia del sacrificio, sino por la victoria final.

En 1890-91 hallábanse instalados en el África del Sur, principalmente en Natal, 150.000 hindúes. La afluencia de este pueblo extranjero provocaba en la población blanca una xenofobia que el gobierno se encargaba de interpretar mediante medidas tendientes a mantenerlos en el ostracismo. Propúsose entonces coartar la inmigración de los asiáticos y forzar a abandonar el país a aquellos que estaban establecidos en él. Persecuciones sistemáticas habíanles hecho la vida intolerable: pesados impuestos, humillantes obligaciones policiales, ultrajes públicos cuando no linchamientos, pillajes y destrucciones, bajo la égida de la civilización blanca.

En 1893 Gandhi llegó a Sudáfrica por haber sido llamado a Pretoria en defensa de una importante causa, ignorante por completo de la situación de los hindúes en África. Desde los primeros pasos en Natal, y sobre todo en el Transvaal holandés, recordó crueles experiencias.

Este hindú bien nacido, que siempre fuera bien tratado en Inglaterra, y quien hasta entonces considerara a los europeos como amigos, hallóse objeto de las más groseras injurias, arrojado de las puertas de hoteles y trenes, insultado, abofeteado, golpeado a puntapiés. De no haber contado con el convenio que lo ligaba por doce meses a sus clientes, hubiera sido repatriado instantáneamente, mas durante los doce meses que duraba ese contrato aprendió a dominarse.

Hubiérase alejado del lugar a toda prisa, una vez cumplido ese plazo, de no haberse enterado que el gobierno preparaba un proyecto de ley para quitar a los hindúes las últimas franquicias con que contaban.

Claro está que los hindúes del África no tenían fuerzas para luchar, carecían de voluntad, de organización, estaban desmoralizados. Necesitaban de un jefe, de un alma. Gandhi se les consagra. Se queda.

Iníciase entonces la lucha épica de una conciencia contra la fuerza del Estado y de la masa bruta. Siendo todavía abogado por esa época, comienza demostrando jurídicamente la ilegalidad del Acta de exclusión asiática, y contra la más virulenta oposición, gana su causa en derecho, si no de hecho, ante la opinión de Natal y de Londres. Hace firmar peticiones, organiza el Congreso hindú de Natal, forma una Asociación de Educación hindú; poco más tarde funda un diario, Indian Opinion, publicado en inglés y en tres lenguas hindúes. Luego, deseando asegurar a sus compatriotas un régimen honorable en África, a fin de permitirles una mejor defensa, se hace uno de ellos.

Contaba en Johannesburg con una clientela lucrativa (15); la abandona para desposarse, como Francisco de Asís, con la Pobreza. Junto a los hindúes miserables y perseguidos, hace vida en común; comparte sus pruebas y los santifica al imponerles la ley de la No-resistencia.

En 1904 crea en Phoenix, próxima a Durban, una colonia agrícola sobre los planes de Tolstoi, a quien admira (16). Reúne allí a los hindúes, les administra parcelas de tierra y les hace tomar solemnemente el voto de pobreza. Él, por su parte, se adjudica las tareas más serviles. Y allí, durante años, ese pueblo silencioso resiste al gobierno. Se ha retirado de las ciudades; la vida industrial del país se ha paralizado. Trátase de una huelga religiosa, contra la que se estrella toda violencia, del mismo modo que la Roma imperial estrellábase contra los primeros cristianos. Y, sin embargo, pocos cristianos habrían llevado su doctrina de perdón y amor al punto de acudir, como lo hizo Gandhi, en socorro de los propios perseguidores amenazados.

Cada vez que el Estado de Sudáfrica se encuentra abocado a graves peligros, Gandhi suspende la no-participación de los hindúes en los servicios públicos y ofrece rápidamente su ayuda. En 1899, durante la guerra Boer, organiza la Cruz Roja hindú, con elogios por su arrojo bajo el fuego. En 1904, habiéndose desatado una peste en Johannesburg, Gandhi organiza un hospital. En 1906 hubo un sublevamiento indígena en Natal, y Gandhi participa en la guerra, a la cabeza de un cuerpo de camilleros, por lo que el gobierno de Natalle agradece públicamente.

Tales servicios caballerescos no abatían, sin embargo, el furor xenófobo. Arrojado a prisión en diversas ocasiones (17) (y bien poco después del reconocimiento oficial por la guerra de Natal), condenado a reclusión y a trabajos forzados, golpeado por el populacho furioso (18), dado por muerto en una ocasión, Gandhi conoció todos los sufrimientos y todas las humillaciones. Nada alteraba su fe, sino que se agrandaba en la prueba. Fue en 1908 que escribió, en réplica a la escuela de violencia prohijada en el África del Sur, su famoso opúsculo: Hind Swaraj (Home Rule Indien), El Evangelio del Amor Heroico (19).

Mantúvose la lucha por espacio de veinte años, y alcanzó su máximo de aspereza entre 1907 y 1914.

Ei gobierno de Sudáfrica había hecho proclamar en forma precipitada una nueva Acta Asiática, a pesar de la oposición de los ingleses más esclarecidos. Gandhi organiza entonces la No-resistencia en toda su amplitud, y en setiembre de 1906, en Johannesburg, los hindúes reunidos prestaron solemne juramento de Resistencia Pasiva. Todos los asiáticos, de cualquier raza, de cualquier casta, de cualquier religión, ricos y pobres, contribuyeron con la misma abnegación; los chinos del África uniéronse al movimiento hindú.

Se les encarceló por millares, y a falta de prisiones lo bastante amplias, se los confinó en minas. Mas la prisión parecía atraerlos. El general Smuts, encargado de perseguirlos, habíales dado el nombre de Conscientious Objectors. Gandhi fue encarcelado en tres oportunidades (20). Hubo no pocos muertos, verdaderos mártires. El movimiento fue tomando proporciones, y en 1913 habíase extendido desde Transvaal a Natal. Huelgas gigantescas, mitines apasionados, una marcha en masa de hindúes a través de Transvaal, despertaron a la opinión pública de África y Asia. La indignación gana la India, y el propio virrey, lord Harding, se hace eco de ella en Madrás.

La indomable tenacidad y la magia de la gran alma, daba sus frutos: la fuerza se arrodilla ante la dulzura heroica (21).

El enemigo más encarnizado de la causa hindú, el general Smuts, que en 1909 declaraba que no habría de borrar jamás del Libro de Estatutos una medida injuriante para los hindúes, cinco años después se confesará feliz de poder hacerla desaparecer (22).

Una Comisión Imperial le otorga la razón al Gandhi sobre casi todos los puntos. En 1914 un Acta suprime el impuesto de tres libras, y acuerda libre'residencia en Natal a todos los hindúes que quieran pertenecer allí como trabajadores libres. Al cabo de veinte años de sacrificios, la No-resistencia había vencido.

Gandhi regresó a la India con el prestigio de un jefe.

El movimiento de independencia nacional se anunciaba ya desde comienzos de siglo. Unos treinta años antes, el Congreso Nacional Hindú había sido fundado por algunos ingleses inteligentes: A. O. Hume y sir William Wedderburn, liberales victorianos que durante mucho tiempo conservaron un carácter realista, tratando de conciliar los intereses de la India con la soberanía británica.

La victoria del Japón sobre Rusia despertó el orgullo asiático, y las provocaciones de lord Curzon hirieron a los patriotas hindúes.

En el seno del Congreso formó se un partido extremista, cuyo nacionalismo agresivo halló eco en todo el país. No obstante, el viejo partido constitucional permanece hasta la guerra mundial bajo la influencia de J. H. Gokhale, patriota sincero pero fiel a Inglaterra y al sentimiento nacional, que desde entonces introduce en esta asamblea a representantes de la India, encaminándolos hacia la reivindicación de un Home Rule (Swaraj), acerca de cuyo sentido no estaban de acuerdo; los unos acomodándolo a la cooperación inglesa, los otros pretendiendo echar de la India a todos los europeos; los unos tomando el ejemplo del Canadá y África del Sur, los otros del Japón.

Gandhi aporta su solución, menos política que religiosa, más radical en su fondo que todos los demás (Bind Swaraj).

Faltábale un conocimiento exacto del medio para adaptarlos a las realidades materiales, ya que si bien su prolongada misión en Sudáfrica había sido para él una prodigiosa experiencia del alma hindú y de esa arma irresistible, el Ahimsa, llevaba ya veintitrés años alejado de su país. Retrájose, pues, y dedicóse a observar (23).

Tan lejos estaba todavía de pensar en la rebelión contra el Imperio, que al declararse la guerra de 1914 regresó a Inglaterra para organizar un cuerpo de ambulancia.

Creía honestamente, escribe en 1921, ser ciudadano del Imperio. Y lo recordará infinidad de veces en sus cartas de 1920 a todos los ingleses de la India:

Amigos queridos, ningún inglés ha cooperado más estrechamente que yo con el Imperio durante veintinueve años de actividad pública. He puesto cuatro veces mi vida en peligro por Inglaterra. Hasta 1919 he hablado de cooperación, sinceramente convencido ...

Y no era el único. Toda la India se había dejado inducir, en 1914, hasta el idealismo hipócrita de la guerra de Derecho. Solicitando su concurso, el gobierno inglés había hecho vislumbrar a sus miradas otros horizontes. Este Home Rule, tan deseado, mantúvose siempre presente como una de las metas de la guerra.

En agosto de 1917, el inteligente Secretario de Estado de la India, E. S. Montagu, prometió a la India un gobierno responsable; se consultó a la India, y en julio de 1918, el virrey lord Chelmsford firmaba con Montagu un informe oficial para las armas aliadas durante los primeros meses de 1918, y Lloyd George, el 2 de abril, dirigía un llamamiento al pueblo de la India; la Confederación de Guerra, reunida en Delhi a fines del mismo mes, dejaba entender que la independencia de la India hallábase próxima.

De este modo la India respondió en masa, y Gandhi, otra vez más, prestó a Inglaterra la ayuda de su lealtad.

La India suministró 985.000 hombres; realizó inmensos sacrificios.

Y esperaba, confiada, el premio a esa fidelidad.

Terrible fue el despertar. Hacia fines de ese año el peligro había pasado; y con él el recuerdo de los servicios prestados. Concluido el armisticio, el Gobierno no se toma ni siquiera el trabajo de fingir. Bien lejos de acordar las libertades a la India, suspende las existentes.

Los Bills Rowlatt, presentados al Consejo Imperial Legislativo de Delhi, en febrero de 1919, ofrecieron el testimonio de una injuriante desconfianza hacia el país que acababa de dar tantas pruebas de lealtad; perpetuábanse en ellos las disposiciones del Acta de Defensa de la India, dictadas durante la guerra, restableciendo la policía secreta, la censura y todos los tiránicos enredos de un verdadero Estado de sitio.

Esto causó indignado sobresalto en toda la India embaucada. La rebelión comienza (24). Gandhi la organiza.

Habíase acantonado Gandhi en las reformas sociales durante los años precedentes, ocupándose sobre todo de mejorar la condición de los trabajadores agrícolas. Y sin que se reparara en ello, en las revueltas agrícolas en 1918 en Kaira, Gujerat, y en Champaran, Bensar, había realizado un victorioso ensayo del arma formidable que bien pronto habría de emplear en las luchas nacionales, es decir, esta No-resistencia apasionada que le es propia y que estudiaremos más adelante bajo el nombre que él mismo, le diera de Satyagraha.

Sin embargo, aún en 1919 había permanecido en segundo plano, un tanto alejado del movimiento nacional hindú, cuyos elementos avanzados, reunidos en 1916 por Mrs. Annie Besant, reconocían por entonces como jefe al gran hindú Lokamanya Bal Gangadhar Tilak. Hombre de rara energía, que unía en un haz de hierro la triple grandeza de la inteligencia, la voluntad y el carácter, cerebro más vasto que el de Gandhi, nutrido más sólidamente de la antigua cultura asiática, sabio, matemático, erudito, que sacrificara todas las exigencias de su genio al servicio de su patria, y que, desprovisto como Gandhi de toda ambición personal, no esperaba más que la victoria de la causa para retirarse de la escena y retomar su labor científica. Fue, en tanto que vivió, el jefe indiscutido de la India. ¿Qué hubiera ocurrido, de no haber muerto prematuramente en 1920?

Gandhi, que se inclinaba ante su genio soberano, difería profundamente de su método político, y sin dudas, de haber vivido Tilak, hubiera limitado su acción a una especie de dirección religiosa del movimiento.

¡Adónde hubiera llegado el movimiento de los pueblos indúes bajo esa doble dirección! Nada hubiera podido contenerlo, ya que Tilak poseía el dominio de la acción, como Gandhi los resortes espirituales. La fortuna no lo ha querido, y es deplorable para la India y para el mismo Gandhi. El papel de jefe de la minoría, en su aspecto moral, hubiera respondido mejor a su naturaleza y a su íntimo sentir. ¡Gustoso hubiera dejado a Tilak la dirección de la mayoría, ya que jamás tuvo fe en ella, fe que, en cambio, sí poseía Tilak. Este matemático de acción creía en el número. Era un demócrata nato. Era también resueltamente político, prescindiendo para ello de la religión. Decía, pues, que la política no era para los Sadhus (los santos, los hombres piadosos). Y este sabio hubiera sacrificado, según propias confesiones, la misma verdad a la libertad de su país. Así, este, hombre íntegro, cuya vida entera fue de una purezal sin tacha, no titubeaba en afirmar que todo era justo en política. Puede, pues, intuirse que entre semejante.personalidad y la de los jefes de Moscú hubiera podido establecerse una correspondencia de pensamiento.

El pensamiento de Gandhi, en cambio, es irreductible en este punto (25). Las discusiones entre Tilak y Gandhi no han hecho otra cosa que establecer la oposición de sus métodos, al par que afirmar su profunda estima mutua, es decir, corroboraban entre dos hombres absolutamente sinceros, cuyas acciones estaban calcadas sobre sus pensamientos, la divergencia de los imperativos que dominaban sus existencias.

A la inversa de Tilak, Gandhi proclama que, puesto en la obligación de elegir, habría de sacrificar la libertad a la verdad. Y sea cual fuere el amor religioso que siente hacia su país, coloca su religión más alto que su país:

Me he desposado con la India, a ella todo le debo. Creo que tiene una misión. Si a ella faltara, ésa habrá de ser para mí la hora de la prueba, y espero que yo no habré de faltar. Mi religión no tiene límites geográficos. Si mi fe es viviente habrá de sobrepasar mi amor por la India misma ... (26).

Grandes palabras que dan todo su sentido humano a la lucha que pasaremos ahora a describir, pues ellas hacen del apóstol de la India un apóstol del mundo, el conciudadano de todos nosotros (27).

Y es por nosotros todos que se libra el combate en el que desde hace cuatro años está empeñado el Mahatma.

Es de hacer notar que aún en este momento en que se pone a la cabeza del movimiento de rebelión contra el Acta Rowaltt, lo hace para alejar ese movimiento de la violencia, ya que, desde el momento que la rebelión está en marcha, es preciso guiarla.

Para comprender bien lo que ha de seguir, debe uno recordar que el pensamiento de Gandhi comprende dos etapas: la elaboración del movimiento religioso; y la cimentación de la acción social sobre esas bases invisibles, adaptándolas a las posibilidades de la hora y a los deseos del país.

A medida que el impulso de los acontecimientos y la desaparición de los otros jefes de la nación lo obligan a asumir el cargo de gobernar el navío en la tempestad, el carácter político y práctico de su acción se afirma.

Sin embargo, la parte esencial del edificio seguirá siendo siempre la cripta: vasta y profunda, hecha para servir de cimiento a otra catedral bien distinta a ésta que es preciso construir precipitadamente; sólo ella es durable, el resto es provisorio y destinado a ser utilizado en los años de transición.

Interesa entonces conocer esta iglesia subterránea, donde toma sus más profundas raíces el pensamiento de Gandhi. Es en ella donde se refugia al fin de cada día para retomar fuerzas de lo alto que le permitan continuar su acción.

Gandhi cree fervorosamente en la religión de su pueblo, el Hinduísmo; pero no como un sabio sujeto a los textos sacros, y menos aún como devoto desprovisto de sentido crítico, que acepta ciegamente toda tradición. Su religión tiene el doble control de la conciencia y la razón.

Yo no he de hacer un fetiche de la religión, y no disculpo mal alguno invocando su nombre sagrado ... (28) No tengo ningún deseo de inducir a ningún ser a compartirla, si no puedo apelar a su razón. Yo rechazaría la divinidad más antigua de los Shastras si no convenciera a mi razón ... (29)

Por otra parte, y esto es esencial, no reconoce ni permite al Hinduísmo ni una exclusividad:

Yo no creo en la divinidad exclusiva de los Vedas. Creo que la Biblia, el Corán y el Zend-Avesta se hallan inspirados por la divinidad al igual que los Vedas ... El Hinduísmo no es una religión misionera. Hay lugar en él para la adoración de todos los profetas del mundo. Dice a cada uno de adorar a Dios según su propia fe o Dharma; y así vive en paz con todas las religiones (30).

No deja de ver los errores y los vicios que se han introducido a lo largo de los siglos dentro de la religión hindú, y los ataca. Y sin embargo ...

No puedo describir mi sentimiento para con el Hinduísmo como no podría hacerlo con el que le profeso a mi propia esposa. Ella me ha conmovido como ninguna otra mujer en el mundo puede hacerlo. No quiere esto decir que carezca de defectos; me atrevo a decir que tiene muchos más de los que yo veo; mas el sentimiento de un lazo indisoluble es constante. Y lo mismo sucede con el Hinduísmo, con todos sus defectos y todas sus limitaciones. Nada consigue transportarme tanto como la música del Gita y el Ramayana, los únicos dos libros del Hinduísmo que puedo decir que conozco ... Sé de los vicios actuales que mancillan los grandes santuarios hindúes; pero los amo, a pesar de todo ... Reformador hasta el fin, no rechazo, sin embargo, ninguna de las creencias esenciales del Hinduísmo (31).

¿Cuáles son, pues, estas verdades esenciales, a las cuales testimonia su adhesión? Las enumera expresamente en un artículo del 6 de octubre de 1921, que constituye su Credo público:

1. Creo en los Vedas, los Upanishads, los Puranas<, y cuanto está comprendido bajo el nombre de Escrituras Hindúes, y por consecuencia en los Avatares y en las resurrecciones;
2. Creo en el Varnashrama Dharma (32) (Disciplina de Castas), pero en el sentido estrictamente védico, y no en el actual, populachero y grosero.
3. Creo en la protección de la vaca, en un sentido más amplio que el popular.
4. No desapruebo el culto de los ídolos.

Todo europeo que se detenga en la interpretación de esta lectura, en estas líneas del Credo, habrá de juzgar que la mentalidad allí expuesta es bien diferente a la nuestra, tan estrictamente encerrada en el cuerpo de las doctrinas religiosas y sociales, alejadas en el tiempo y el espacio, sin punto de contacto con nuestra inteligencia, y que es vano todo intento de seguir adelante. ¡Y sin embargo, debe seguir! Pocas líneas más abajo habrá de encontrar esto, que le será más familiar:

Creo en el aforismo hindú de que nadie conoce verdaderamente los Shastras, si no ha logrado la perfección en la Inocencia (Ahimsa), en la Verdad (Satya), en el dominio de sí mismo (Brahmacharya), y quien no haya renunciado a toda adquisición y posesión de riquezas.

Aquí la palabra del Hindú se hace una con la del Evangelio. Gandhi sabía de este parentesco. Su Ethical Religion termina con una cita de Cristo (33).

Un pastor inglés que le preguntaba en 1920 acerca de los libros que ejercieran sobre él la más fuerte influencia, recibió como primera respuesta: El Nuevo Testamento (34). Es más, él mismo lo reconoce (35). Es al Sermón de la Montaña que debió, en 1893, la revelación acerca de la Resistencia Pasiva. Su interlocutor le pregunto, sorprendido:

- ¿No la había tenido antes mediante la lectura de los libros hindúes?
- No -insistió Gandhi-. Conocía y admiraba ya antes el Bhagavad Gita, mas fue el Nuevo Testamento que me reveló el valor de la Resistencia Pasiva. Desbordaba de júbilo al leerlo, y el Bhagavad Gita fortificó esa impresión; y fue El Reino de Dios está en Vosotros, de Tolstoi, quien le otorgó una forma duradera (36).

No hay que olvidar, en efecto, que este creyente asiático se ha nutrido en Tolstoi (37), ha traducido a Ruskin (38) y a Platón (39), que se apoya en Thoreau, admira a Mazzini, lee a Edward Carpenter, y que su pensamiento, en fin, está impregnado por el de Europa y América.

No hay, pues, razón alguna para que un europeo se encuentre extraño a su pensamiento, si se toma el trabajo de acercarse a él. Reconocerá entonces el sentido profundo de estos artículos del Credo, cuyo texto le asombra. Dos de ellos, sobre todo, parecen establecer una barrera infranqueable entre el espíritu religioso de la India y el de Europa: el culto de la vaca, y el sistema de castas (40). Pero veamos qué significado tienen para Gandhi:

Por cierto que no son para él artículos secundarios dentro del conjunto de su doctrina. La protección a la vaca constituye la característica del Hinduísmo. Gandhi llega a ver en ella una de las afirmaciones más elevadas de la evolución humana. ¿Por qué? Porque es un símbolo de todo el mundo subhumano, con el cual concierta el hombre un pacto de alianza. Ella significa la fraternidad entre el hombre y la bestia. Y, conforme a su hermosa expresión, conduce al ser humano más allá de los límites de su especie. Realízase por su intermedio la identificación del hombre con todo lo que vive.

Si se ha elegido la vaca con preferencia sobre todos los otros seres, es porque en la India es ella la mejor compañera, la fuente de la abundancia. Gandhi ve en ese dulce animal, un poema de piedad.

Sin embargo, el culto que le rinde nada tiene de idólatra, y nadie condena más duramente que él el fetichismo desprovisto de bondad practicado por el pueblo de la India, que no observa más que la letra de los sagrados libros, sin poner en práctica el espíritu de compasión para con las mudas criaturas de Dios.

Una vez que se le comprende -¡y quién lo húbiera comprendido mejor que el poverello de Asís!- no cabe ya sorprenderse por la importancia que reviste para Gandhi. No se equivoca, pues, al decir que la protección de la vaca, en el sentido que él le atribuye, es el don que el Hinduísmo ofrece al mundo. Al precepto evangélico Ama a tu prójimo como a ti mismo, él añade otro: Todo lo que vive es tu prójimo! (41).

El sistema de castas quizá sea más difícil de aceptar para una inteligencia de Europa -por lo menos, de la Europa actual, ya que Dios sabe lo que les reserva el futuro de una evolución que ya no es democrática más que de nombre. No me ilusiono de que exponiendo las explicaciones de Gandhi consiga hacerlas aceptar, ni tampoco lo deseo. Pero a buen seguro dejarán claramente sentado que ningún prejuicio de orgullo o de supremacía social inspira esta creencia, sino que está determinada por un criterio de deber para con la categoría que ha sido asignada a cada casta.

Me inclino a creer -dice Gandhi- que la ley de la herencia es eterna y que toda tentativa por cambiarla conduce a la confusión más absoluta ... El Varnashrama es inherente a la naturaleza humana, y el Hinduísmo se ha limitado simplemente a hacer de ella una ciencia ...

No obstante, limita las clases a cuatro solamente:
Brahmanes (clase intelectual y espiritual),
Kshattriyas (militar y gubernamental),
Vaishyas (comercial), y,
Shudras (trabajo y servicios mensuales).

No admite entre ellas ninguna relación de superioridad, o inferioridad. Son vocaciones diferentes, eso es todo. Deberes; nada de privilegios (42).

Va contra el genio del Hinduísmo que un hombre se asigne una categoría superior, o asigne a otras una más baja. Todos han nacido para servir a la creación de Dios, el Brahmán por su saber, el Kshattriya por su fuerza protectora, el Vaishya por su habilidad comercial, el Shudra por su trabajo corporal. Eso no quiere significar que un Brahmán sea dispensado del trabajo corporal, sino que está mejor dotado para el saber, ni que un Shudra no pueda adquirir todo el saber, sino que habrá de servir mejor mediante su cuerpo, y que no tiene necesidad de envidiar las funciones de los demás. Un Brahmán que se considere superior a causa de su saber, será, por ese mismo motivo, privado de su categoría, y demostrará no poseer verdadera sabiduría ... El Varnashrama tiene su razón de ser en una economía de la energía social (su buena distribución) y el sano dominio ejercido sobre uno mismo por la voluntad ...

Hállase pues, basada en la abnegación, y no sobre el privilegio. Por otra parte, no olvidemos que en la creencia de la transmigración la naturaleza restablece el equilibrio, en el curso de existencias sucesivas, haciendo de un Brahamán un Shudra, y viceversa.

La cuestión de los parias no tiene relación alguna con la de las cuatro castas diferentes, pero iguales. Ya veremos con cuánto celo Gandhi no dejará de combatir contra esta iniquidad social: constituye uno de los aspectos más emocionantes de su apostolado. Ve en ella la vergüenza del Hinduísmo, una deformación abyecta de la verdadera doctrina, una mancilla por la que sufre en forma intolerable:

Preferiría que me hiceran pedazos -escribe- antes de desconocer a mis hermanos desclasados ... Yo no deseo renacer, pero si debiera hacerlo, deseo renacer entre los intocables, a fin de compartir sus afrentas y trabajar por su liberación ... (43)

Adoptó a una pequeña intocable, y habla con ternura de ese encantador diablillo de siete años, de quien todos están pendientes en la casa.

He dicho ya bastante para mostrar, bajo la vestidura del Credo hindú, su gran corazón evangélico. Un Tolstoi más tierno, más apacible y, me atrevo a decirlo, más naturalmente cristiano, en el sentido universal, puesto que Tolstoi lo es mucho menos por naturaleza que por voluntad.

Donde la similitud de estos dos hombres se perfila más claramente, o quizá pueda decirse donde la influencia de Tolstoi ha sido más real, es en la condenación que hace Gandhi de la civilización europea.

Desde Rousseau, el proceso de la civilización no ha dejado de efectuarse mediante los espíritus más libres de Europa, mientras que al Asia inquieta sólo le restó engrosar sus libros de queja contra los invasores hasta sumar formidables volúmenes. Gandhi no ha faltado, y el Hind Swaraj enumera una lista de estos libros acusadores, entre los cuales hay un buen número escrito por ingleses. Mas el libro sin réplica posible es el que la civilización de Europa ha escnto por sí misma en la sangre de las razas oprimidas, despojadas y mancilladas, en nombre de falsos principios; revelación incontrastable de esa méntira, de esa avidez, de esa ferocidad, impudicamente expuestas a los ojos del mundo por la última guerra, llamada de la Civilización. Fue tal la inconsciencia de Europa, que llegó a convidar a los pueblos de Asia y Africa a contemplar su desnudez. Y ellos la han visto y han juzgado.

La última guerra ha mostrado la naturaleza satánica (44) de la civilización que domina la Europa de hoy. Todas las leyes de moralidad pública han sido rotas por los vencedores, en nombre de la virtud. Ninguna mentira ha sido considerada demasiado innoble como para ser utilizada. Y detrás de tanto crimen, el motivo es groseramente material ... la Europa no es cristiana (45).

Hallaréis estos pensamientos expresados veintena de veces, tanto en la India como en el Japón, en los últimos años. Hasta aquellos que son demasiado prudentes como para atreverse a expresarlos en alta voz, llevan escrita esta convicción en sus frentes. Y no es ese el resultado menos ruinoso de la victoria a lo Pirro de 1918. Debe decirse que Gandhi no esperó a 1914 para ver el verdadero rostro de la civilización, sino que ésta se le había mostrado desprovista de antifaz durante los veinte años transcurridos en Sudáfrica. Así, en su Hind Swaraj de 1908, denunciaba como el gran vicio a la Civilización Moderna.

La Civilización, dice Gandhi, lo es solamente de nombre. Es, según expresión del Hinduísmo, la era negra, la era de las tinieblas. Hace del bien material el único propósito de la vida y no se ocupa en absoluto de los bienes del alma. Trastorna a los europeos, los hace siervos del dinero, los toma incapaces de hallar la paz y hasta de sentir vida interior; es un infierno para los débiles y para las clases trabajadoras; mina la vitalidad de la raza. Esta civilización satánica habrá de destruirse a sí misma. El verdadero enemigo de la India es esa civilización, mucho más que los ingleses, quienes, individualmente, no son malos, sino que esa civilización los torna enfermos.

Gandhi ataca asimismo a aquellos compatriotas suyos que desearían echar a )os ingleses para hacer de la India un Estado civilizado a la manera europea.

Eso sería, dice, la naturaleza del tigre, sin el tigre. No, el grande, el único esfuerzo que se requiere es el de arrojar a la civilización occidental.

Contra tres clases de hombres se desata Gandhi con aspereza singular: los magistrados, los médicos y los profesores.

Se explica la exclusión de estos últimos, ya que han desaprendido a los hindúes su propia lengua y su propia modalidad; infligen al niño una degradación que alcanza los ámbitos de la nación. Es más, sólo se dirigen al intelecto, ignorando el corazón y descuidando el carácter; finalmente, desprecian el trabajo manual. Es un verdadero crimen que se imparta una educación puramente literaria a un pueblo donde el 80 por ciento es agricultor y el 10 por ciento industrial.

En cuanto a la profesión de magistrado, es inmoral. Los tribunales, en la India, no pasan de ser instrumento del poder británico. Atizan las disensiones entre los hindúes, y en forma general, mantienen y multiplican en todo el país las discusiones y querellas. Es una explotación suculentamente lucrativa de los peores instintos.

En lo que a los médicos respecta, Gandhi admite haberse sentido atraído al principio por esa profesión, para reconocer bien pronto que estaba lejos de ser una profesión honorable. La medicina occidental se ocupa tan sólo de aliviar los males corporales del enfermo, sin parar mientes e intentar siquiera extirpar las causas de tales enfermedades, que, en su mayor parte, son vicios. Hasta puede decirse que la medicina cultiva dichos vicios, ofreciendo a los viciosos la manera de gozar de ellos con menores riesgos. Contribuye, pues, a relajar la moral del pueblo, afeminándolo con sus recetas de magia negra (46), que lo alejan de una disciplina heroica del cuerpo y el espíritu.

A esta falaz medicina occidental, que Gandhi ha atacado frecuentemente con una violencia que sobrepasa su mesura, opone la verdadera medicina preventiva, a la cual ha consagrado sus breves tratados de divulgación popular: A Guide to Health (La Guía de la Salud), fruto de veinte años de experiencia. Es éste un tratado de moral a la vez que de terapéutica, puesto que la enfermedad es el resultado, no solamente de nuestros actos, sino de nuestros pensamientos; y es relativamente simple proporcionar las reglas para prevenir el mal, ya que todas las enfermedades tienen el mismo origen, el de no seguir las leyes naturales de la salud. El cuerpo es la morada de Dios. Es preciso conservarlo puro.

Indudable, claro está, es que las prescripciones de Gandhi, aunque demuestran un profundo buen sentido, revelan extremo rigorismo moral (con demasiada obstinación en negar los remedios probados) (47).

El corazón de la civilización moderna (edad de hierro: corazón de hierro), es la máquina. Ella es el monstruoso ídolo, al que es preciso repudiar. El deseo más ardiente de Gandhi sería el de arrancar de la India todo vestigio de maquinismo moderno. A la India líbre, pero heredera del maquinismo inglés, preferíría la continuación del avasallamiento hindú al mercado inglés.

Más vale seguir comprando el tejido de Mánchester qqe instalar en la India las fábricas de Mánchester. Un Rockefeller hindú no sería mejor que el otro. El maquinismo es un gran pecado, que envilece a los pueblos ... y el Dinero es un veneno, como el vicio sexual ...

Pero, se preguntan los hindúes cautivados por las ideas modernas, ¿qué será de la India sin ferrocarriles ni grandes industrias? A lo que Gandhi habrá de replicar: ¿No existía antes, acaso? Desde hace miles de años la India permanece inmutable, impertérrita, sola en medio de la marea cambiante de tantos imperios. Todo lo demás ha pasado. Ella ha sabido conquistar, al cabo de miles de años, el dominio de sí misma y la ciencia de la dicha. No ha querido el maquinismo ni las grandes ciudades. La antigua carreta, la rueca, la antigua educación hindú, han asegurado su sabiduría y su bien. Es preciso que volvamos a la simplicidad antigua, no de golpe, sin duda, sino poco a poco, pacientemente, dando a cada uno su ejemplo ... (48).

Tal la médula de su pensamiento; y es grave. Supone la negación del Progreso, y casi de la ciencia de Europa (49).

Esta fe medioeval arriesga, pues, de chocar con el empuje volcánico del espíritu humano y ser hecho pedazos. Pero antes sería quizá prudente decir no del espíritu humano, sino de un espíritu humano, pues si puede creerse -y yo lo creo- en la unidad sinfónica del espíritu universal, ella está formada por voces bien diversas, que siguen cada una la parte asignada; y nuestro joven Occidente, llevado de su ritmo, no piensa lo bastante en que no siempre ha conducido la sinfonía, que su ley del progreso está sujeta a eclipses, a movimientos contrarios y en que la historia de la civilización humana es, más exactamente, la historia de civilizaciones, y que si en cada civilización se constata un progreso (variable, caótico, quebrado, trunco a veces) no se sabría asegurar a conciencia que de una a otra gran civilización haya habido progreso.

Mas sin entrar a discutir aquí el dogma europeo del progreso, y ateniéndose solamente al hecho de que todo movimiento actual va contra el más sentido deseo de Gandhi, no es preciso creer que por ello habrá de quebrarse la fe de Gandhi. Sería conocer mal el espíritu oriental. Gobineau dice que los asiáticos son en todas las cosas mucho más obstinados que nosotros. Aguardan durante siglos, cuando es necesario, y luego de tan prolongado letargo, jamás se encuentra esa idea caduca o carente de energías. Los siglos no asustan a un hindú. Gandhi está dispuesto al triunfo en el término de un año, pero también lo estará si éste llega en el curso de varias centurias. Él no violenta al tiempo, y si el tiempo se retarda, él habrá de hacerlo también. Si en su plan de acción encuentra a la India insuficientemente preparada para comprender y practicar las reformas radicales que él quisiera imponerle, habrá de saber adaptar su acción a esas posibilidades. Y nadie se sorprenderá de oír a este irreconciliable enemigo del maquinismo decir, en 1921:

Yo no lloraría la desaparición de las máquinas; pero no abrigo designio alguno -actualmente- contra las máquinas ... (50)

O bien:

La ley del amor completo -sin excepciones ni restricciones- es la ley de mi ser. Mas yo no predico esta ley final por las medidas políticas que yo preconizo ... Sería condenarse por anticipado al fracaso. Aguardar a que la masa obedezca actualmente a esa ley no sería razonable ... (51) Yo no soy un visionario, pretendo ser un idealista práctico (52).

La definición es exacta: no pide jamás a los hombres más que aquello que puedan dar. Pero les pide todo cuanto pueden dar. Y este todo es mucho, tratándose de un pueblo como el de la India; pueblo formidable por su cantidad (53), su antigüedad y su alma abismal. Entre este pueblo y Gandhi, desde los primeros contactos, se ha establecido un acuerdo, se comprenden sin hablar; Gandhi sabe lo que puede esperar, y el pueblo espera lo que Gandhi habrá de pedirle.

Y esa convención, en su aspecto formal, se encuentra en el Swaraj (54), el Home Rule de la India:

Yo sé -escribe Gandhi- que el Swaraj es el objetivo final de la nación, y la No-violencia ...

Y llega hasta agregar esta expresión, sorprendente en su boca:

Preferiría ver a la India libre por la violencia que esclava encadenada a la violencia de los dominadores.

Mas, rectifica bien pronto, eso sería suponer lo imposible, pues la violencia no puede liberar a la India.

El Swaraj no podrá conseguirse sin las fuerzas del alma, que son el arma propia de la India, el arma del amor, la fuerza de la verdad, el Satyagraha (55). Y el golpe genial de Gandhi ha sido el de haber revelado en su prédica al pueblo la verdadera naturaleza y la fuerza oculta en esa arma.

El vocablo de Satyagraha había sido inventado por Gandhi en Sudáfrica, para distinguir su acción de la resistencia pasiva. Es preciso insistir todo lo posible sobre esta distinción, ya que es precisamente por la resistencia pasiva -o por la No-resistencia- que los europeos definen el movimiento de Gandhi. Nada más falso. Ningún hombre del mundo tiene más aversión por la pasividad que este luchador incansable, uno de los tipos más heroicos del Resistente.

El alma de su movimiento es la Resistencia Activa, mediante la energía inflamada por el amor, por la fe y el sacrificio. Y es esta triple energía lo que él expresa mediante el vocablo Satyagraha.

Que no venga entonces el cobarde a amparar su poltronería a la sombra de un Gandhi, porque Gandhi habrá de arrojarlo de su comunidad. ¡Más vale el violento que el cobarde!

Allí donde sea preciso elegir entre la violencia y la cobardía, aconsejaré la violencia ... (56). Preconizo el valor tranquilo de morir sin matar, mas quien no tenga ese coraje, deseo que opte por el arte de matar y morir, antes que huir vergonzosamente del peligro.
Pues todo el que huye comete una violencia mental; huye, porque no tiene el coraje de morir matando ... (57) Arriesgaría mil veces la violencia ante la emasculación de toda una raza ... (58)
Preferiría con mucho ver a la India recurrir a las armas para defender su honor antes que convertirse ruinmente en testigo de su propia deshonra ... (59)
Sin embargo -agrega-, sé que la No-violencia es infinitamente superior a la violencia, que el perdón es más viril que el castigo. El perdón es la virtud con que se engalana el soldado, mas abtenerse de castigar no es perdón cuando se cuenta con el poder de castigar. No tiene sentido alguno cuando proviene de una criatura impotente ... Yo no creo que la India sea impotente. Cien mil ingleses no pueden asustar a trescientos millones de seres humanos ... Y por otra parte, la fuerza no está en los medios físicos, sino que reside en una voluntad indomable ... No-violencia no es sumisión benévola al malhechor. No-violencia es oponer toda la fuerza del alma a la voluntad del tirano. Un solo hombre puede desafiar a un Imperio y provocar su caída ...

¿Mas a qué precio? Al precio de su sufrimiento. Sufrimiento, he ahí la gran ley ...

La insignia de la tribu humana ... (60) La condición indispensable del ser. La vida surge de la muerte. Para que brote el trigo, es preciso que perezca la simiente. Nadie se ha elevado nunca sin haber pasado por el fuego del sufrimiento ... Nada puede escapar a él ... El progreso no consiste más que en la purificación del sufrimiento, evitando hacer sufrir ... Cuanto más puro es el padecimiento (personal) más grande es el progreso (61). No-violencia es sufrimiento consciente ... Yo me he permitido presentar a la India la antigua ley del sacrificio de sí, la ley del Sufrimiento. Los Rishis que descubrieron la ley de la No-violencia, en medio de las peores violencias fueron genios más grandes que Newton, guerreros más grandes que Wellington: han comprendido la inutilidad de las armas que ellos habían conocido ... La religión de la No-violencia no está reservada a los santos, es para el común de los hombres. Es la ley de nuestra especie, como la violencia es la ley del bruto. El espíritu duerme en el bruto. La dignidad del hombre quiere una ley más elevada: la fuerza del espíritu ... Yo quiero que la India practique esta ley, yo quiero que tenga conciencia de su poderío. Ella tiene un alma que puede perecer. Y esa alma puede desafiar todas las fuerzas materiales del mundo entero (62).

Encumbrado orgullo. Su amor arrogante por la India quiere que ella repudie la violencia, y que se sacrifique. 'La No-violencia es su título de nobleza. Si renuncia, está perdida. Y Gandhi no puede soportar la sola idea de ello.

Si la India hiciera de la violencia su ley, ya no me interesaría vivir en la India; cesaría de inspirarme orgullo alguno. Mi patriotismo está subordinado a mi religión. Yo me aferro a la India como una criatura al seno materno, porque yo siento que es ella la que me da el alimento espiritual que yo necesito. Cuando este alimento falte, seré como un huérfano ... Me retiraré a las soledades del Himalaya, para cobijar allí mi alma desgarrada ... (63)

Pero no duda: cree en la India, ya que en febrero de 1919 se decide a abrir su campaña de Satyagraha, esa arma cuyo poderío había tenido oportunidad de experimentar durante los movimientos agrarios de 1918.

Ningún color de revuelta política. Gandhi sigue siendo real, y seguirá siéndolo en tanto conserve un destello de esperanza en la lealtad de Inglaterra.

Hasta enero de 1920 habrá de defender -cosa que los nacionalistas hindúes le reprocharán amargamente (64)- el principio de cooperación con el Imperio, llevando a ello la convicción de su propia honestidad.

Durante ese primer año de oposición al gobierno de la India, podrá afirmar con toda sinceridad a lord Hunter que él ve en sus adeptos al Satyagraha los mejores elementos constitucionales del gobierno. Será precisa la torpe tozudez del gobierno de la India para obligar al guía moral de la India a romper el contrato de lealtad al cual se creía ligado.

De este modo, el Satyagraha se presenta al principio como una oposición constitucional, un requerimiento respetuoso al gobierno. Dicho gobierno ha promulgado una ley injusta. Los satyagrahi, que en épocas normales se inclinan ante la ley, desobedecen deliberadamente la ley que los deshonra; y si esto no basta para restablecer la justicia, se reservan la facultad de extender su desobediencia a otras leyes, hasta llegar a retirar por completo su cooperación con el Estado. Mas, ¡cuán distinto es el carácter de esta desobediencia, de todo lo que se califica con este término en Occidente! ¡Qué acento extraordinario de heroísmo religioso!

Como les está prohibido a los satyagrahi el actuar sobre el adversario por la violencia -y puesto que debe admitirse que el adversario es también sincero, pues lo que a uno parece verdad al otro puede parecer errónea, y la violencia jamás convence (65)-, es preciso que convenzan al adversario por la radiación del amor que emana de su convicción, por su abnegación, sus sufrimientos aceptados libre y gozosamente (66). Irresistible propaganda. Por ella la cruz de Cristo y de unos pocos prosélitos ha conquistado el mundo.

Con el fin de destacar ese impulso religioso de un pueblo que se ofrece al sacrificio por los bienes eternos: justicia y libertad, el Mahatma inaugura el movimiento el 23 de marzo de 1919, fijando para el 6 de abril una jornada de plegarias y ayuno, un Hartal (67) de toda la India en protesta contra el Acta Rowlatt. Ese fue su primer paso.

Y con él tocó lo más profundo de la conciencia de su pueblo. Tuvo un efecto inaudito. Por primera vez, todas las clases uniéronse en un mismo gesto. La India se había reconcentrado.

Realizóse en calma casi general. En Delhi solamente produjéronse algunas escaramuzas (68). Allá se dirigía Gandhi, para aclarar al pueblo sus deberes, cuando el gobierno lo hizo arrestar en el camino para reconducirlo a Bombay. Al conocerse la noticia del arresto estallaron revueltas populares en Punjab, y en Amritsar hubo saqueos y algunas muertes.

El general Dyer llegó con sus tropas la noche del 11 de abril, y ocupó la ciudad. Todo había vuelto a la normalidad. El 13 era un día de gran festividad hindú, y la multitud habíase reunido en un sitio llamado Jallianwalla Bagh, en forma pacífica, contándose muchas mujeres y niños entre los concurrentes.

El general Dyer, la noche precedente, había prohibido toda reunión, pero nadie estaba enterado dé esa medida. No obstante, el general llegóse hasta el lugar provisto de ametralladoras, y sin que mediara aviso alguno a la multitud, a los treinta segundos de su arribo abrió fuego sobre la gente indefensa.

Duró diez minutos, hasta agotar las municiones. El terreno hallábase rodeado de elevados murallones, de modo que la huida resultó imposible. De quinientos a seiscientos hindúes fueron muertos, y muchos más resultaron heridos, y a nadie se le proporcionó atención alguna. Proclamóse la ley marcial en todo el país y un régimen de terror arrasó el Punjab.

Aviones en vuelo arrojaron bombas sobre multitudes desarmadas; los ciudadanos más honorables fueron conducidos ante tribunales militares, azotados, obligados a arrastrarse sometidos a las más degradantes humillaciones ...

Hubiérase dicho que un ramalazo de locura soplaba por sobre los dominadores ingleses. Era como si la ley de la No-violencia proclamada por la India hubiera tenido como primer efecto el de exasperar la violencia europea hasta el frenesí. Gandhi no lo había ignorado, y no había prometido a su pueblo conducirte a la victoria por una ruta blanca. Había predicho una senda sangrante. Y el día del Jallianwalla Bagh no había sido otra cosa que el día del bautismo ...

Debemos estar prontos para enfrentar con serenidad no mil asesinatos de hombres y mujeres inocentes, sino muchos miles, antes que la India obtenga en el mundo un rango que jamás será sobrepasado ... ¡Que cada cual considere la horca como un hecho ordinario de la vida! ... (69)

La censura militar logró impedir durante varias semanas que los horrores de Punjab fueran difundidos (70). Pero cuando la noticia se conoció en toda la India, una ola de indignación cundió por el país, y la propia Inglaterra hubo de alarmarse.

Abrióse una investigación a cargo de una comisión presidida por lord Hunter. Paralelamente, el Congreso Nacional Hindú constituyó una subcomisión para proceder a una contrainvestigación. El interés evidente del Congreso -y todos los ingleses inteligentes lo comprendieron-, hubiera sido el de castigar sin consideración a los culpables de la masacre de Amritsar. Pero Gandhi no pedía tanto. En su admirable moderación, rehusóse a reclamar el castigo del general Dyer y demás oficiales culpables, aun cuando destacara lo deshonroso de su proceder. No quería venganza. No tenía rencor ...

No se siente rencor contra un loco, pero es preciso quitarle los medios de hacer el mal ...

Limitóse por lo tanto a exigir el licenciamiento de Dyer. Mas quos vult perdere ... ante las conclusiones de la investigación, el gobierno de la India apresuróse a dictar una ley de indemnidad (Indemnity Act) para protección de sus funcionarios, de resultas de la cual los oficiales criminales no solamente fueron conservados en sus puestos, sino recompensados.

Hallábase la India en medio de este tumulto, cuando una segunda cuestión, mucho más grave que la primera, una flagrante violación de los compromisos asumidos solemnemente por el propio jefe del gobierno inglés, concluyó por arruinar el resto de confianza que la India podía conservar todavía en la buena fe de los europeos, desatando así decididamente la Gran Revuelta.

La guerra de Europa había colocado a los musulmanes de la India en un tremendo problema de conciencia. Hallábanse en pugna la lealtad para con el Imperio y la fidelidad hacia el jefe religioso. Y no se habían decidido por Inglaterra sino luego de recibir la promesa de que ésta no habría de atentar contra la soberanía del Sultán o el Califa. La opinión musulmana exigía que los turcos conservasen la Turquía europea, y que el Sultán guardara, con la fiscalización de los Lugares Santos del Islam, el dominio de la Arabia, tal como está definido por los entendidos musulmanes, con sus dominios de la Mesopotamia, Siria y Palestina.

Lloyd George y el virrey de la India habían formulado promesas formales en tal sentido, mas una vez terminada la guerra, quedaron en la nada.

En el curso del verano de 1919 los musulmanes de la India, inquietos ante la paz humillante que se maquinaba, comenzaron a dejar oír sus protestas, marcando así el camino de la agitación del Khilafat (Califa).

Comenzó el día 17 de octubre de 1919 (Día del Califa), mediante una imponente demostración pacífica, seguida un mes después (24 de noviembre) por una conferencia del Khilafat de toda la India, en Delhi. Gandhi la presidía. Con rápida visión, había comprendido la cuestión musulmana, y visto en ella el instrumento más apropiado para operar la unidad hindú. Tratábase de un serio problema. Los ingleses habían descontado siempre la enemistad natural entre hindúes y musulmanes y Gandhi los acusa de haberla fomentado en gran parte. En todo caso, nada habían hecho por disminuirla. Ambas religiones provocábanse puerilmente una a la otra. Los hindúes no dejaban de cantar cada vez que pasaban delante de una mezquita, donde el silencio es reglamentario, y los musulmanes se divertían zahiriendo a los hindúes por su culto a la vaca.

Querellas y altercados ininterrumpidos eran la secuela que mantenía latente esa animosidad. Ambos pueblos no se mezclaban entre sí, estándoles prohibido comer o casarse entre ellos.

El gobierno de la India dormía en la certidumbre de esa división eterna entre ambos. La voz de Gandhi proclamando la unión, en la conferencia del Khilafat, le despierta sobresaltado.

Con generosidad sincera -y por lo mismo más hábil- Gandhi declara que los hindúes deben aunarse a los mahometanos, haciendo suya la causa musulmana.

Hindúes, persas, cristianos o judíos, seamos lo que seamos, si queremos vivir en una sola nación, el interés de uno solo debe ser el de todos. La única consideración que cuenta es la justicia de su causa.

La sangre de los mahometanos habíase ya mezclado a la hindú sobre el campo de la matanza de Amritsar. Ahora era preciso sellar la alianza, una alianza sin condiciones. Los musulmanes constituían el elemento más atrevido de la población de la India. Y ellos fueron los primeros en decidir, durante esta conferencia del Khilafat, la negativa a cooperar con el gobierno si no eran satisfechos sus pedidos. Gandhi los aprueba. Sin embargo, fiel a su espíritu de moderación, se rehusa a boicotear las mercaderías inglesas, por ver en ello una venganza a la par que una muestra de debilidad.

Una segunda conferencia, en Amritsar, hacia fines de diciembre de 1919, resuelve enviar una diputación a Europa, a la vez que hace llegar al virrey un ultimátum amenazante para el caso de que la paz sea contraria al deseo de la India.

Una tercera conferencia en Bombay, en febrero de 1920, lanza un manifiesto musulmán, acusando a la política inglesa y anunciando ya la tormenta.

Gandhi la veía venir; y, bien lejos de fomentarla, hacía todo lo posible por contenerla.

Pareció al fin que Inglaterra comprendía el peligro. Mediante tardías concesiones trató de evitarlo.

Un Acta de Reforma Hindú, basada sobre los informes Montagu-Chelmsford, acordaba al pueblo de la India más poder y responsabilidad en el gobierno central y las administraciones provinciales. El rey, mediante una proclama del 24 de diciembre de 1919, dio su asentimiento, e invitó al pueblo y a los funcionarios hindúes a cooperar, pidiendo al virrey amnistía para los condenados políticos.

Gandhi, siempre sensible a la generosidad, se muestra emocionado, y viendo en esas medidas el compromiso tácito de Inglaterra de hacer justicia a la India, aconseja aceptar las reformas; las juzga incompletas, es cierto, pero piensa que pueden ser el punto de partida para conquistas legales más extensas, de modo que debía aceptárselas francamente.

Al cabo de violentos debates prevalece su consejo en el Congreso Nacional de toda la India.

Mas esta última esperanza había de verse frustrada como las otras. El virrey no tomó en cuenta el llamado que se hiciera a su clemencia; y si las prisiones se abrieron para buen número de condenados políticos, la amnistía no fue general, ordenándose ejecuciones que aumentaron la excitación en toda la India.

Fue evidente que las promesas de reformas no habían sido más que un señuelo para calmar la agitación.

En esos momentos (14 de mayo de 1920) la India entró a conocer las condiciones de la desastrosa paz firmada con Turquía. Un mensaje del virrey reconocía que dichas condiciones resultarían penosas al espíritu musulmán, a la par que recomendaba resignación.

Y por último, hacia esos mismos días, la publicación tardía del informe oficial de la comisión investigadora sobre las masacres de Amritsar terminaba por sublevar la conciencia del país.

Era un hecho. Los lazos estaban rotos.

El comité Khilafat, reunido en Bombay el 28 de mayo de 1920, adopta la No-cooperación propuesta por Ghandi; y la conferencia hindú-musulmana de Allahabad la vota por unanimidad el 30 de junio de 1920, fijando al virrey el plazo de un mes para responder al ultimátum.

Gandhi mismo escribe al virrey, notificándole del movimiento de No-cooperación, explicando por qué se ha recurrido a él. Las razones que ofrece son curiosas, pues ni aún en este instante supremo deja de atestiguar su deseo de no romper con Inglaterra, a la par que su esperanza de que se enmiende mediante una revuelta legal:

No me quedan más que dos partidos: o bien separarme de Inglaterra, o bien, si creo todavía en la superioridad de la Constitución británica sobre las demás Constituciones, obligar al gobierno a hacernos justicia. Ahora bien, creo todavía en la superioridad de la Constitución británica. Y es por eso que aconsejo la desobediencia.

Se comprende que, gran ciudadano del Imperio, el ciego orgullo de ese Imperio no ha sabido conservar.



Notas

(1) Es el sentido literal de esta palabra, que fuera otorgada a Gandhi por el pueblo de la India: Maha: grande; Atma: alma. El término remóntase a los Upanishads, con el que se designa al Ser Supremo, y por comunión de conocimientos y de amor, a aquellos que se unifican con él.

El es el Ser luminoso, el Creador de Todo, el Mahatma,
Siempre en el corazón de los pueblos reside,
Revelado por el corazón, por la intuición, por la inteligencia.
Aquel que lo conoce, tórnese inmortal.

Tagore, que lo visitara en 1922 en Ashram (retiro favorito de Gandhi), citó este versículo, aplicándolo al apóstol.

(2) C. F. Andrews agrega: Ríe como un niño, y adora a los niños.

(3) Pocos hombres pueden resisitir al encanto de su personalidad. Sus más violentos adversarios se han suavizado frente a su cortesía. (Joseph J. Doke).

(4) Todo alejamiento de la verdad, aunque fuera al pasar, le resulta intolerable. (C. F. Andrews).

(5) No es un orador apasionado; su ademán es calmo y lento; se dirige sobre todo a la inteligencia. Pero su tranquilidad ubica los temas bajo la luz más límpida. Sus inflexiones de voz son poco variadas, pero de intensa sinceridad. Jamás agita los brazos, rara vez mueve un sólo dedo mientras habla. Su palabra luminosa, que expresa mediante oraciones nerviosas, refleja su convicción. No abandona ningún punto antes de estar seguro de que ha sido bien comprendido. (Joseph J. Doke).

(6) Los datos citados en este estudio se refieren a los artículos de Gandhi publicados en el volumen Young India. Este es del día 2 de marzo de 1922.

(7) Idem.

(8) A: Privativo, Himsa: Hacer el mal. No dañar vida alguna. No violencia. Uno de los principios más antiguos de la religión hindu, particularmente afirmado por Mahavira, fundador del Jainismo, y por Buda, como también por los adalides del culto a Vishnú, que tuvo mucha influencia sobre Gandhi.

(9) Estudió hasta los siete años en la escuela elemental de Porbandar, luego en la escuela pública de Rajket; después de los diez años, en la High School de Katyavar, y finalmente, a los diecisiete años, en la Universidad de Ahmedabad.

(10) Ha relatado su infancia en un discurso familiar pronunciado en la Conferencia de las Clases Intocables (parias) el 13 de abril de 1921.

(11) Más tarde habría de comentar con Joseph J. Doke que en ocasiones perdía el sueño ante la angustia de considerarse un asesino.

(12) Comprometido a los nueve años, se casó a los doce. Combatió los casamientos entre niños, en los que veía un motivo de ruina de la raza. Sin embargo, agrega que excepcionalmente una unión semejante para la vida, comenzada aún antes de que el carácter esté formado, puede producir entre los esposos una maravillosa unidad de alma. Su propio casamiento fue un ejemplo admirable. La señora Gandhi ha compartido todas las pruebas de su esposo con fidelidad y coraje jamás desmentidos.

(13) Discurso del 13 de abril de 1921.

(14) Estos precursores, cuya actuación política ha sido sobrepasada con creces, han sufrido la ingratitud y el olvido de las nuevas generaciones. Gandhi, no obstante, les ha permanecido fiel, especialmente a Gokhale, con quien hallábase ligado por piadoso afecto. En varias oportunidades impone su nombre y el de Dadabhai a la veneraci6n de la Joven India. (Ver Hind Swaraj, Carta a los Parsis, del 23 de marzo de 1921, y la Profesión de fe, del 13 de julio de 1921).

(15) Ganaba, dice Gokhale, de cinco a seis mil libras anuales. Desde entonces, vivió de tres libras mensuales.

(16) The Golden Number of Indian Opinion (el número de oro del Indian Opinion), publicado en Phoenix en 1914, reproduce una larga carta de Tolstoi a Gandhi, escrita el 7 de setiembre de 1910, poco antes de su muerte. Tolstoi había leído el Indian Opinion y se regocijaba de sus noticias acerca de los no-resistentes hindúes. Alentaba para la continuación del movimiento y decía que la no-resistencia es la ley del amor, es decir, la aspiración a la comunión de las almas humanas. Es la ley promulgada por Cristo y los sabios del mundo entero. Nuestro amigo Paul Birukoff ha hallado en el archivo Tolstoi, de Moscú, otras cartas de Tolstoi a Gandhi. Habrá de publicarlas, junto con una colección de cartas de Tolstoi dirigidas a asiáticos, bajo el título general: Tolstoi y el Oriente.

(17) El mismo ha relatado, con tranquila bonhomía, sus experiencias de prisión, en un curioso artículo reproducido en el volumen Speeches and Writings of M. K. Gandhi (Discursos y escritos de M. K. Gandhi), Natesán, Madrás, páginas 152-178.

(18) En 1907, por sus propios compatriotas, pues debió sufrir al mismo tiempo las violencias de opresores y oprimidos: a éstos les resultaba sospechosa la moderación de Gandhi, y el gobierno hacía cuanto le era posible por comprometerlo.

(19) Volveré sobre ello más adelante.

(20) Joseph J. Doke, cuyas conversaciones con Gandhi en el Transvaal son tan reveladoras, termina su libro en octubre de 1908, ante el panorama de Gandhi en vestimenta de penado, conducido al fuerte de Johannesburg, arrojado en una celda junto a los más viles criminales chinos por atentados comunes.

(21) La intervención de dos nobles ingleses, C. F. Andrews y w. w. Pearson, secundó eficazmente los esfuerzos de Gandhi.

(22) Gandhi recuerda este hecho, en un artículo del 12 de mayo d~ 1920.

(23) Su maestro, Gokhale, que acababa de morir, le había hecho prometer que no se mezclaría en la política activa antes de viajar durante un año a través de la India y conocer de cerca a su pueblo, con quien había perdido contacto.

(24) Puede darse la fecha del 28 de febrero de 1919 como la del comienzo del movimiento Satyagraha.

(25) Se ha pronunciado enérgicamente contra el bolcheviquismo (24 de noviembre de 1921).

(26) 11 de agosto de 1920. Gandhi se opone aquí a la doctrina de la espada.

(27) La humanidad es una. Hay diferencias de razas; pero cuanto más se eleva una raza mayores son sus deberes. (Ethical Religion).

(28) 27 de octubre de 1920,

(29) Julio de 1920. Mi creencia no exige que considere todos los versículos como divinamente inspirados ... Me rehuso a verme constreñido por interpretación alguna, aunque sea la de grandes sabios, si ella repugna a la razón y al sentido moral ... (6 de octubre de 1927).

(30) Todas las religiones son rutas distintas que convergen al mismo fin, (Hind SWBrBj). Todas las religiones están fundadas sobre las mismas leyes morales. Mi religión ética está hecha de leyes que enlazan a los hombres de todo el mundo. (Ethical Religión).

(31) 6 de octubre de 1921.

(32) Etimológicamente: Varna, color, clase o casta; Ashrama, lazo de disciplina; Dharma, religión. La sociedad está representada como una disciplina de clases. Es el fundamento del hinduísmo.

(33) Buscad el reino de Dios y la Justicia, que lo demás os será dado.

(34) Young India, 25 de febrero de 1920.

(35) A Joseph Doke, en 1908. Estuvo a punto de convertirse al cristianismo, estando en Sudáfrica. Pero la lectura de los libros budistas, al satisfacerlo más ampliamente, lo retuvieron junto al hinduismo.

(36) Ha dicho Gandhi a Joseph Doke:
Dios se ha encarnado bajo diversas formas a través de las edades.
En Gita, Krishna dice: Cuando la religión cae en decadencia, cuando prevalece la irreligión, entonces yo me manifiesto. Para la protección del bien, para la destrucción del mal, para el firme establecimiento del Dharma, yo renaceré todavía y siempre.
El cristianismo forma parte de mi teología. El Cristo es una resplandeciente revelación de Dios. Pero no la única revelación. Yo no lo veo en un trono solitario
...

(37) El folleto de Hind Swaraj, contiene, hacia el final, una lista confeccionada por Gandhi de seis obras de Tolstoi, que aconseja leer, y en especial El Reino del Cielo está en Vosotros, ¿Qué es el arte? y Qué hacer. Habla a Joseph Doke de la profunda influencia que Tolstoi ejerciera sobre él, aunque agrega que no lo ha seguido en sus ideas políticas. A una pregunta que se le hiciera en 1921 de: ¿Qué relación guarda usted con el conde de Tolstoi?, responde Gandhi en Young India (25 de octubre de 1921): La de un admirador devoto, que le debe mucho en su existencia.

(38) El libro que prefería de Ruskin era: Crown of Wild Olive (Corona de Olivo Silvestre).

(39) La Apología de la Muerte de Sócrates, traducida por Gandhi, hallóse entre los libros prohibidos por el gobierno de la India, en 1919.

(40) En cuanto al culto de los ídolos, dice Gandhi: Yo no tengo veneración por los ídolos, pero ello forma parte de la naturaleza humana. Lo considera como una necesidad respetable, inherente a la enfermedad del espíritu humano que necesita en ocasiones materializar su creencia para adorarla mejor. No hay, como vemos, más de lo que ocurre comúnmente en todas nuestras iglesias católicas.

(41) Acerca del culto de la vaca, ver en Young India los articulos del 16 de marzo, 8 de junio, 29 de junio y 4 de agosto de 1920, y los del 18 de mayo y 6 de octubre de 1921. Sobre las castas, ver los del 8 de diciembre de 1920 y 6 de octubre de 1921.

(42) Cuandó en el curso de las épocas las clases primitivas se petrificaron en castas orgullosas, los Upanishads elevaron protestas.

(43) 27 de abril de 1921.

(44) Es éste un término que aparece con frecuencia en sus escritos: La intocabÚidad (la creencia en los parias) es una invención de Satán. (Junio 19 de 1921).

(45) 8 de setiembre de 1920.

(46) No debe olvidarse que uno de los principales enconos de Gandhi contra la medicina de Europa es la de que ésta recurriera a la vivisección, ese crimen, el más negro del hombre.

(47) Particularmente en lo que respecta a las relaciones sexuales, su severa doctrina recuerda la de San Pablo.

(48) Hind Swaraj.

(49) Gandhi trata de salvaguardar, a despecho de la ciencia europea, la necesidad de las búsquedas científicas y su estricta disciplina. Admira el celo y sacrificio de los hombres europeos, que con frecuencia encuentra superiores a los hindúes en tal sentido. Respeta el espíritu; se opone solamente al camino que ese espíritu ha elegido. Pero no obstante sus reservas, es bien evidente el antagonismo. Y a propósito de ello, Tagore, como lo veremos más adelante, eleva una justa protesta contra el medievalismo de Gandhi.

(50) 19 de enero de 1921.

(51) 9 de marzo de 1921.

(52) 11 de agosto de 1920.

(53) La quinta parte de la población del globo.

(54) EtimologÍa: Swa, sí mismo; Raj, gobierno, autonomía. El vocablo se remonta a los Vedas, pero fue redescubierto e introducido en el vocabulario político por Dadabhai, maestro Parsi de Gandhi.

(55) Etimológicamente: Satya, justo, recto; Agraha, ensayo, tentativa. Ensayo justo. Se lo aplicó especialmente a la No-aceptación de la injusticia. Gandhi lo definió (5 de noviembre de 1919) como: Afirmación de la verdad", fuerza de verdad, fuerza de amor o fuerza del alma, y finalmente, triunfo de la verdad por las fuerzas del alma y del amor.

(56) 11 de agosto de 1920.

(57) 20 de octubre de 1921.

(58) 4 de agosto de 1920.

(59) 11 de agosto de 1920. Una de las prescripciones de la Escuela Satyagraha Ashram, fundada por Gandhi, es la ausencia del temor, el alma liberada del temor de reyes, pueblos, castas, familias, hombres y bestias salvajes, de la muerte, en fin. Es también la cuarta condición de la Resistencia no violenta, en el Hind Swaraj (las tres anteriores son: CaStidad, Pobreza y Verdad).

(60) 9 de marzo de 1920.

(61) 16 de junio de 1920.

(62) 11 de agosto de 1920.

(63) 6 de abril de 1921.

(64) Todavía unos meses antes de ser encarcelado, Gandhi responde a los vivos reproches que se le hacen por lo ilógico de su política. Se recuerda con mofa el socorro que proporcionara a Inglaterra, hallándose en Sudáfrica, y durante la guerra mundial. Todavía en ese momento no se arrepiente de ninguna de las acciones de su pasada conducta. Creía, honestamente, dice, ser un ciudadano del Imperio; no le incumbía, pues, juzgar al gobierno, pues sería engorroso que cada cual se erigiera en juez del gobierno. Ha creído en la inteligencia y la honestidad inglesas hasta tanto ha podido. La aberración del gobierno le ha arrancado esa confianza. ¡Que el gobierno cargue, entonces, con la responsabilidad! (17 de noviembre de 1921).

(65) Y lo que es peor, degrada a quien la emplea. Las violencias de los aliados contra Alemania -dice Gandhi- han tenido por efecto convertir a los aliados en iguales a los alemanes, cuyos actos criticaron a comienzos de la guerra. (9 de junio de 1920).

(66) Por dura que sea una naturaleza, habrá de fundirse al fuego del amor. Y si esto no ocurre es porque el fuego no es lo bastante intenso. (9 de marzo de 1920). Los partidarios del Satyagraha firman en masa el compromiso de rehusarse a obedecer leyes nocivas, que serán señaladas por el Comité de Satyagraha, de seguir fielmente la senda de la verdad, y de abstenerse de toda violencia contra la vida, la persona y la propiedad.

(67) Esta palabra hindú significa: detenimiento del trabajo en signo de protesta o duelo.

(68) Delhi había equivocado la fecha del Hartal, que comenzó el 30 de marzo.

(69) 7 de abril de 1920.

(70) Por su parte, Gandhi suspendió el movimiento el 18 de abril de 1919, a fin de calmar la efervescencia, en lugar de explotarla, como lo hubiera hecho cualquier otro revolucionario.
Indice de la edición cibernética Gandhi de Romain RollandPresentación de Omar CortésCapítulo segundoBiblioteca Virtual Antorcha