Indice de la edición cibernética La derecha radical en México. 1929 - 1949 de Hugh G. CampbellCapítulo cuarto - Las elecciones de 1940 y la derecha radicalCapítulo sexto - La desintegración y decadencia del sinarquismo. 1944-1949Biblioteca Virtual Antorcha

La derecha radical en México.
1929-1949
Hugh G. Campbell
Capítulo quinto
El sinarquismo. 1941-1944



A. El sinarquismo subsiste a las elecciones de 1940

Después de las elecciones de 1940, las mismas presiones que precipitaron la decadencia de otros sectores de la derecha radical, ejercieron también un efecto profundo en el movimiento sinarquista. Sin embargo, el movimiento no desapareció inmediatamente después de las elecciones, como sucedió con las demás organizaciones de derecha; al contrario, durante el periodo 1941-1944 alcanzó mayor notoriedad y sus numerosas actividades fueron ampliamente difundidas y analizadas. Esto dio pie a que la organización fuera considerada vital y empezara a ascender durante esos años, lo cual se atribuye, principalmente, al hecho de ser el mayor movimiento organizado de oposición durante la época de guerra y el exponente más destacado de la doctrina de la derecha radical, lo que lo convirtió en el centro de preocupación de los izquierdistas. Sin embargo, retrospectivamente puede verse que la organización llegó a su cúspide a finales de 1940, y a partir de entonces su crecimiento fue mínimo. A pesar de que las cifras que indican el número de afiliados son escasas y de fuentes dudosas, tal parece que la organización llegó a su límite entonces, y que permaneció estable con cerca de medio millón de miembros.

Esta condición estática marca un evidente contraste con el sumamente rápido crecimiento que experimentara hasta 1941. El que no se desintegrara en ese periodo, no obstante su falta de crecimiento, y que el resto de la derecha radical se encontrara en franca decadencia, se puede atribuir a la naturaleza de la organización así como a ciertos factores externos.

La mayor parte de los sinarquistas eran campesinos devotos, Como resultado, a pesar de que la postura moderada adoptada por Ávila Camacho hacia la Iglesia tendía a suavizar las causas de descontento de esta gente y, por lo tanto, a socavar el interés por la organización, redujo al mismo tíempo, y de manera drástica, la redistribución de tierras, provocando así un efecto contrario en el sinarquismo.

Así pues los sínarquistas, como católicos descontentos, comenzaron a tener más confianza en los procesos gubernamentales normales para satisfacer sus necesidades; pero, como en su mayoría eran agricultores, el sínarquismo continuó despertando interés, porque prometía satisfacer el deseo económico más arraígado en el campesinado mexicano: una parcela de tierra de su propiedad.

A diferencia de las diversas organizaciones de derecha radical secular, la fuerza de la UNS se fincó en su unidad y liderazgo centralista. La autoridad máxima de la organización la tenía la jerarquía eclesiástica, y aunque ésta encontraba cada día menos que criticarle a la política religiosa del gobierno y menos en contra de qué dirigir a los sinarquistas, tal parece que su interés fue mantener a estas últimas como una poderosa fuerza política que pudiera servirle de arma en el futuro.

Por lo tanto, a principios de la década de los cuarentas, la creciente preocupación de los sinarquistas era detener el avance del protestantismo, eterna amenaza de la Iglesia mexicana que, además, obstruía el ultranacionalismo sinarquista (1).

El nuevo énfasis puesto en combatir el protestantismo, fue estimulado no sólo por ser la estratagema que los dirigentes utilizaron para mantener intacta a la organización, sino también por la entrada de misioneros protestantes a México en ese mismo periodo. Esto obedeció al desplazamiento a causa de la guerra, en especial en Asia, donde se habían refugiado antes de las invasiones japonesas (2).

Por otra parte, el sinarquismo tuvo un nuevo impulso con la entrada de México a la guerra, especialmente por la controversia originada por el servicio militar.

Desde principios de 1942 se hablaba con insistencia de establecer un sistema de capacitación militar universal, a lo que se oponía la UNS categóricamente. Esto despertó un gran interés en los campesinos mexicanos, que consideraban que las fuerzas que contribuían a la distante y ajena guerra en Europa y Asia, amenazaban su bienestar y felicidad. Así pues, entre los sinarquistas había poca simpatía por la guerra, y aún menos por el ingreso de sus hijos al servicio militar que, al hacerse obligatorio, los líderes de la UNS se negaron a acatar, declarando que dependería de cada padre sinarquista permitir que su hijo ingresara o no. Evidentemente, el rechazo sería justificado (3).

Otro factor que contribuyó a la fuerza permanente del sinarquismo en los primeros años de la década de los cuarentas, fue la tremenda sequía que sufrieron casi todos los Estados del país, particularmente en 1943. Como resultado de la sequía, el hambre prevaleció hasta principios de 1944 (4).

El total de alimentos producidos en México en 1942 disminuyó a 160, de un índice de 169 el año anterior, y en 1943 la caída fue tremenda, a un índice de 132 (5).

El daño ocasionado por la baja de producción se agravó por la relativa escasez de alimentos importados debido a la guerra. Estas condiciones tuvieron su efecto más desfavorable en los campesinos sin tierra, el sector más pobre de la sociedad mexicana y columna vertebral de la UNS.

Estos diversos factores que contribuyeron a incrementar la fuerza del sinarquismo a principios de los años cuarenta, fueron, sin embargo, eliminados con la política adoptada por el gobierno sucesor de Lázaro Cárdenas, como se ha señalado en el capítulo anterior. Por lo tanto, el movimiento se mantuvo, virtualmente, con el mismo número de afiliados durante 1941-1944.

Aunque el sinarquismo no se derrumbó inmediatamente después de las elecciones de 1940, como el resto de la derecha radical, sí fue entonces cuando apareció la primera fisura en la organización, en el año de 1941, que se agrandaría hasta convertirse en un abismo que acabaría con la unión del sinarquismo. Excepto para los dirigentes de la organización, el sistema de ésta fue imperceptible para la mayoría, hasta hacerse evidente en 1944.

B. El cisma comienza

La pugna Iglesia-Estado se caracterizó por una marcada división entre los radicales y moderados clericalistas, tanto seculares como eclesiásticos. Desde sus comienzos, el movimiento sinarquista representó una concesión que la facción moderada predominante otorgó a la militancia impetuosa de los radicales.

Por algún tiempo, el sinarquismo sirvió para un propósito dual: proporcionar a estos radicales un escape para sus energías y, al mismo tiempo, para darle a la jerarquía un recurso mediante el cual ejercer presión política para enfrentarse al gobierno sin dar la apariencia de estar involucrada en la política.

Sin embargo, en 1941 se hizo evidente que tendría que ser alterada esta relación debido a dos motivos principales: la política adoptada por el nuevo régimen, que mostraba sus deseos y buena disposición para transigir, y al temor de que los radicales se separaran y tomaran posesión de la UNS, quitándole control e influencia a la jerarquía.

Con el giro de moderación general que seguía el régimen de Avila Camacho, y el apaciguamiento de la tensión entre la Iglesia y el Estado que trajo consigo, las autoridades eclesiásticas y el liderazgo secreto de la UNS, el alto mando de la Base, que ellos controlaban, tomaron medidas para adaptar la organización al espíritu de cordialidad que se estaba desarrollando.

Los cambios de actitud del nuevo gobierno hicieron que la Iglesia se percatara de que muchos de sus deseos se cumplirían, si no de inmediato, sí gradualmente y con certeza, cooperando con el gobierno. Uno de los primeros indicios de la postura de cooperación fue cuando el arzobispo Martínez, poco después de tomar posesión Avila Camacho, hizo un comentario favorable respecto a la declaración en la que el presidente se había manifestado creyente. El prelado dijo que no había razón alguna para dudar de su sinceridad y hacia un llamado a todos los católicos a cooperar verdadera y eficazmente con el gobierno (6).

La medida de moderación y la colaboración con el gobierno adoptadas fueron condenadas con vehemencia y constantemente por Abascal -el apasionado jefe nacional del sinarquismo- durante las juntas secretas del movimiento. Durante 1941, cuando el movimiento llegó a la cúspide de su fuerza y militancia, su líder hablaba con una creciente insistencia, y casi públicamente, de tomar el poder mediante la fuerza. Posteriormente declararía que estaba dispuesto a tomar el poder supremo en México y ejercerlo; tal parece haber sido su convicción (7).

Cuando se le preguntó si había estado dispuesto a renunciar al pacifismo absoluto considerado esencial en el pensamiento sinarquista, declaró que el pacifismo no era un fin, sino un medio.

Tuve la convicción de que Abascal, al abandonar el mando supremo de la UNS, estaba preparado para lanzar a una masa de campesinos a conquistar el poder (8).

Por lo tanto, la militancia clerical predicada por el liderazgo visible de la UNS, comenzó en 1941 a constituir una amenaza a los progresos alcanzados por los dirigentes moderados de la Iglesia.

Dentro de la misma jerarquía, más de un obispo miraba con descontento el desarrollo extraordinario del sinarquismo. Las buenas relaciones entre el episcopado y el gobierno de Ávila Camacho, que con tanta y paciente diplomacia habían mejorado, se vieron en grave peligro. (Los de la Base) se veían obligados constantemente a amonestar a los líderes del movimiento popular; y éstos, como reacción, intensificaron cada vez más su impaciencia, declarando que la Base tenía miedo de todo (9).

Además de estos factores, la mayoría de la gente pensaba, con o sin razón, que Abascal estaba aliado con los elementos subversivos nazis y falangistas, los cuales abundaban entonces en el país (10).

Esto era estrictamente contrario a la dirección de la política del gobierno mexicano, y fue por estas razones que se estimó necesario destituir a Abascal como líder de la UNS, para poder dar así al movimiento una imagen más moderada.

Era un dirigente muy popular, y su desplazamiento sumario podía ocasionar el desgajamiento del movimiento, o que el liderazgo secreto de la organización llegara a conocerse públicamente; por esto, su destitución tendría que ser manejada con mucho tacto y extrema habilidad para que tanto el grueso de la organización como su líder, pensaran que era un movimiento totalmente voluntario de su parte. Así pues, Abascal se autoconvenció en 1941 de que tenía que abandonar su posición en la UNS y dirigir al sinarquismo en una nueva y valiente aventura.

El punto de partida sería conquistar el árido y escasamente habitado noroeste de México estableciendo ahí colonias sinarquistas. Se propuso que el sinarquismo cumpliera sus promesas de conquistar tierras para los desposeídos mediante la apartura de estas nuevas fronteras. De acuerdo al proyecto propuesto, él mismo dirigiría la expedición más importante: la de establecer una colonia en los desiertos de Baja California. Su cohorte en el sector radical de la organización, José Trueba Olivares, correría al mismo tiempo otra aventura en una desolada región del Estado de Sonora. Fue por iniciativa de Antonio Santacruz que Abascal aceptó dirigir la emigración al desierto (11). Aprovechando su fanatismo religioso fue persuadido de que sus esfuerzos de colonización representarían la reanudación del trabajo de los misioneros, interrumpido en malos tiempos de la patria por la masonería, o mejor dicho, por la Revolución, con la expulsión de los jesuitas en 1767 ... (12). Más aún, se le dejó creer que también sería un paso para evitar que Norteamérica se anexara Baja California.

Por algún tiempo había existido en Estados Unidos el temor de que los japoneses lograran apoderarse de Bahía Magdalena, en la costa del Pacífico de Baja California, para establecer una base naval, y Abascal temía que EUA, con el pretexto de hacerlo para evitar que cayera en manos japonesas, se apropiara de la península (13).Le fueron concedidas todas las garantías de que recibiría total apoyo financiero para la empresa; Santacruz le prometió específicamente que el movimiento contaría con una gran suma de dinero que le proporcionarían los católicos norteamericanos, y que serviría para sostener la colonia mientras ésta se hacía autosuficiente (14). Más tarde Abascal se lamentaría de no haberse percatado de que Santacruz o bien lo había engañado o simplemente se había equivocado, ya que a fin de cuentas jamás recibió la mencionada ayuda (15).

Además, el presidente Avila Camacho y el gobierno mexicano prometieron también su apoyo a la empresa de colonización. Aunque no se sabe a ciencia cierta si el gobierno mexicano y el liderazgo secreto de la UNS trabajaban juntos en la confabulación para engañar a Abascal, sus acciones se complementaron muy estrechamente. Durante una reunión en el otoño de 1941 entre Avila Camacho y Abascal, el primero aseguró al líder sinarquista que daría a los colonizadores el pasaje de ferrocarril hasta el puerto de Mazatlán y el de barco de ahí a La Paz, Baja California. Además, que se daría preferencia a los colonizadores para trabajar en la construcción de una carretera federal de La Paz a Santa Rosalía, y después en una línea transpeninsular de ferrocarril que se estaba construyendo (16).

El transporte sí les fue proporcionado, pero el trabajo para los colonizadores no llegó nunca. Al anunciar Avila Camacho la ayuda que pensaba ofrecer a los sinarquistas, fue severamente criticado por los izquierdistas, en especial en el Congreso. El 4 de diciembre de 1941 un grupo de 172 senadores y diputados, que se oponían a la ayuda presidencial a los colonizadores, formaron un comité antisinarquista, con objeto de culpar al movimiento de contrarrevolucionario y sedicioso (17). Sin embargo, Avila Camacho guardó silencio ante las críticas recibidas. Así pues, durante la junta nacional anual de los sinarquistas, celebrada a finales de octubre de 1941, Abascal declaró que dirigiría una colonia de 100 familias a Baja California, y que cedía su puesto en la UNS al subjefe, Manuel Torres Bueno (18).

Abascal se inclinaba por José Trueba Olivares como su sucesor (19), pero lo convencieron de que era más necesario para encabezar la otra colonia en Sonora.

Torres Bueno era un joven abogado provinciano que, aunque carecía del dinamismo y carisma de Abascal, lo compensaba con creces a los ojos del alto mando con su disposición sumisa para acatar órdenes. El 13 de diciembre de 1941 Torres Bueno tomó posesión como nuevo jefe nacional de la UNS. Al asumir el liderazgo visible del movimiento, la atmósfera de camaradería militar-fraternal, característica de la época de Abascal, se transformó en un orden absoluto y aburrido, en una disciplina árida, (y) en un estricto cumplimiento del deber, como se lamentaría después un miembro del sector radica1 (20).

Aunque en ese tiempo no hubo una transformación radical y repentina en el movimiento sinarquista, se inició un cambio gradual hacia la moderación bajo el mando de Torres Bueno. Esto se pudo predecir cuando, al aceptar el puesto, declaró que la UNS estaba de acuerdo con el presidente en los asuntos internacionales y que apoyaría al gobierno en su trascendental labor de incrementar nuestra producción nacional (21). Sin embargo, esto fue más bien un indicio de la tendencia que en el futuro tendría el movimiento, mas no una indicación de que sufriría súbitamente una metamorfosis liberal.

Muchos de los partidarios radicales del movimiento ocupaban puestos en la dirección y Abascal, aunque se encontraba lejos, siguió ejerciendo su influencia en la organización.

Una de las piedras de toque que distinguieron a los radicales de los moderados dentro de la UNS, fue la actitud del movimiento hacia el panamericanismo en general, y hacia su primer defensor: Estados Unidos, en particular.

Los radicales repudiaban todas las aperturas del panamericanismo; defendían una especie de hispanidad exclusivista que pretendía separar Anglo-américa de Hispanoamérica. Aunque su partidarismo por el aliado del Eje -la España de Franco- les inspiraba más simpatía por el Eje que por los Aliados, su interés por la guerra era superficial. En este aspecto, en su pensamiento era fundamental el odio hacia Norteamérica y su oposición a toda consideración de cooperar con ese país.

Durante 1942 la tendencia del sinarquismo hacia la moderación se fue haciendo gradualmente más pronunciada; en marzo se promulgó un programa revisado en el que se expresaba el deseo sinarquista de cooperar con Norteamérica en un proyecto para elevar el nivel de vida en Latinoamérica y ayudar al campesinado a contrarrestar la propaganda comunista y totalitaria.

Cuando México entró a la guerra, el arzobispo Martínez apoyó fuertemente al gobierno, declarando en el mes de mayo que ... los católicos deben hacer a un lado sus ideales personales, por más bien fundados que puedan parecernos, para sujetarnos a las disposiciones dictadas por las autoridades civiles (22).

Los sinarquistas pronunciaron una declaración inicial que, aunque apoyaba la acción del presidente, indicaba que el sinarquismo no se sometería a la exhortación por la unidad nacional al grado de abandonar su lucha en contra de ciertos artículos anticlericales de la Constitución. Sin embargo, la tendencia hacia la moderación se hizo evidente cuando la UNS publicó un boletín oficial el 15 de julio, en el que urgía a sus miembros a combatir las actividades de quienes simpatizaban o trabajaban con las potencias totalitarias y contra las democracias (23). Esta tendencia se reflejaba también en el diario oficial de la organización, El Sinarquista. A finales de 1942, no obstante no haber reflejado ningún cambio ideológico en el movimiento, la publicación era notablemente más mesurada en su actitud y lenguaje de lo que había sido en sus años iniciales. Asimismo, las noticias del diario durante este tiempo se ocupaban de cuestiones de organización y a atacar al comunismo, en contraste con sus formatos anteriores en los que aparecían ataques recalcitrantes al gobierno mexicano y promoción de la idea de la persecución que el sinarquismo sufría. Esta nueva faceta del movimiento se percibió en diciembre de 1942, al celebrarse la Cuarta Junta Anual de los jefes en la ciudad de México. Los oradores, excepto Salvador Abascal, no insultaron a los héroes nacionales de México, lo cual previamente era una práctica invariable, especialmente tratándose de Juárez (24).

C. El papel del clero norteamericano

Se han dado varias explicaciones sobre la causa del cambio hacia la moderación experimentado por el sinarquismo. Algunas sostienen que obedeció a la heroica victoria en Stalingrado. Esta tesis argumenta que al enfrentarse con la derrota de sus ídolos nazis, los sinarquistas, cobardes y sin principios, pretendieron cambiar su carácter exterior para tomar el bando de los aliados (25).

Otras tesis atribuyen la causa del cisma a las oscuras maquinaciones del imperialismo yanqui, argumentando que los ratones" que controlaban el alto mando se habían vendido a la embajada americana para convertirse en instrumentos yanquis de propaganda del panamericanismo, que estaba en tácita oposición con la idea de la hispanidad, esencia del sinarquismo (26). Otra interpretación de la reorientación del sinarquismo, que en realidad es una versión refinada de la tesis de Stalingrado, la expone Mario Gill, autor de uno de los dos libros que se han escrito acerca del movimientO (27). Este criterio sigue muy de cerca al presentado por Allan Chase, Falange: The Axis Secret Army in the Americas, quien afirma que en sus primeros años de existencia, la UNS era una organización ciento por ciento fascista. Sostiene que primero el clero mexicano se introdujo en el movimiento, y después, en 1943, el sinarquismo inesperadamente estuvo sujeto al control indirecto del clero católico norteamericano y, por lo tanto, modificó su política hacia Estados Unidos y el panamericanismo. Esta interpretación fue presentada por primera vez en el periódico de izquierda El Popular, después de la quinta junta anual de jefes, celebrada clandestinamente en las afueras de la ciudad de México, cerca del Popocatépetl. Al término de esta reunión, Manuel Torres Bueno declaró que no existía pugna alguna entre el panamericanismo y la hispanidad (28). Torres Bueno hizo otras declaraciones en las que puso de manifiesto sus deseos de cooperar con Norteamérica en la guerra. Apoyó también un concepto que el presidente Roosevelt había asentado antes en carta dirigida a un prelado norteamericano: ganaremos esta guerra, y en la victoria no buscaremos la venganza (decía Roosevelt) sino el establecimiento de un orden internacional en el cual el espíritu de Cristo reine en los corazones de los hombres y en las naciones (29). Pocas semanas antes el obispo Fulton J. Sheen, destacado clérigo católico norteamericano, había estado en México para asistir a un congreso eucarístico. El Popular, y seguidamente Mario Gill, relacionaron esta visita con los sentimientos panamericanistas expresados por ciertos líderes sinarquistas al término de la Junta de los Volcanes, como llegó a ser conocida la de 1943. Se argumentaba que:

Es seguro que la reciente visita de monseñor Sheen a México, el genio negro pro fascista del clericalismo norteamericano, contribuyó, sin lugar a dudas, para conseguir esta conversión de los sinarquistas mexicanos hacia una nueva política acorde con los imperativos de la situación del nuevo mundo (30).

La publicación aseguró que la UNS había dejado de ser el arma obediente de la conspiración nazi~falangista contra México, para convertirse en el instrumento del sector más reaccionario del imperialismo angloamericano (31).

Obviamente, ésta era la interpretación de los mexicanos marxistas, que estaba muy vinculada con la preocupación del comunismo internacional que para fines de 1943 pudo hacer a un lado su preocupación primordial -el vacilante Eje fascista- para enfrentarse al problema del imperialismo capitalista.

Aunque existe algo de cierto en tal interpretación, la única explicación que se ha dado en detalle hasta ahora sobre el cambio de la UNS, se equivoca en sus apreciaciones sobre la importancia de la Junta de los Volcanes y la influencia del obispo Sheen. En primer lugar, no considera que la UNS optó por la moderación desde 1941, cuando Abascal fue destituido. Como se dijo antes, el cambio obedeció al nuevo matiz de las relaciones Iglesia~Estado, propiciado por el régimen de Avila Camacho, y no tuvo nada que ver con Stalingrado, los infortunios de la Alemania' nazi, o los genios negros. Más aún, la visita del obispo Sheen no marcó la absorción del sinarquismo por el clero católico norteamericano. Esta opinión no toma en cuenta que la UNS ya estaba realmente bajo el verdadero control de la jerarquía moderada de México, y que existía una larga historia de íntima cooperación entre ésta y la jerarquía norteamericana, ejerciendo una influencia considerable la última sobre la primera.

Por lo menos desde la revuelta cristera el clero norteamericano había intervenido considerablemente en los asuntos de la Iglesia mexicana, en particular ejerciendo cierta influencia moderadora sobre ésta. Como lo asienta un clérigo católico norteamericano, observador cuidadoso de la escena mexicana:

Sería necio, sin embargo, minimizar la influencia de pensamiento, oficial y no oficial, procedente de Estados Unidos que influyó en el destino del catolicismo en México (32).

Así pues, la Junta de los Volcanes no significó un viraje repentino en la ideología del sinarquismo, pues siempre había estado sujeto a la influencia indirecta del clero norteamericano a causa de las íntimas relaciones entre los líderes eclesiásticos de México y sus contrapartidas norteamericanas. La tesis de Gill pasa por alto que fue la jerarquía moderada de México la que durante años estuvo aliada estrechamente con la jerarquía norteamericana. Tampoco toma en cuenta que la moderación adoptada por el sinarquismo comenzó en 1941, siendo ésta más evidente respecto a los asuntos nacionales, pero reflejando también un cambio gradual en las ideas sinarquistas sobre asuntos exteriores.

Las declaraciones de la Junta de los Volcanes no fueron un nuevo y dramático punto de partida, sino sencillamente un paso adelante en el desarrollo que había estado produciéndose a lo largo de varios años.

D. Abascal y el cauce de moderación de la UNS

En diciembre de 1941 Abascal emprendió, junto con 490 personas, el establecimiento de su colonia en Baja California. Después de varias peripecias, la colonia María Auxiliadora fue fundada cerca de Bahía Magdalena, al erigirse un puñado de casas improvisadas y prepararse la tierra para la siembra.

Desde sus inicios, la colonia María Auxiliadora sufrió varios reveses. El problema principal fue el mismo que había impedido la colonización de la región por siglos, la falta de agua. Todo se complicó aún más gracias a la ineptitud de jefes y colonos. Abascal no era un agrónomo sino un abogado citadino. Muchos de los sinarquistas carecían de experiencia agrícola, y aquellos que la tenían estaban acostumbrados al suelo relativamente fértil del México central. Pronto se descubrió que hacían falta más fondos que los calculados con anterioridad, en especial para hacerse de equipo para perforar pozos. Además, los ingresos que se les habían prometido, en base al proyecto de la carretera federal y el préstamo de los católicos norteamericanos, nunca llegaron.

A principios de 1942. Abascal comenzó a criticar a los líderes de la UNS por no enviarle los fondos solicitados. Torres Bueno le contestó que el movimiento no podía convertirse en un organismo recolector de fondos para las colonias, sino que tenía una misión mucho más importante (33). También hubo pugnas en otros aspectos. A causa de las privaciones extremas que los expedicionarios afrontaron, muchos de ellos decidieron abandonar la empresa. Abascal fue muy duro con los desilusionados, y frecuentemente los obligó a regresar a pie hasta La Paz, una distancia de 230 kilómetros (34). Los consideraba cobardes y desertores y exigía que los eliminaran del movimiento. Los líderes en la ciudad de México simplemente los veían como individuos desafortunados no aptos para la vida de colonos, pero que sin embargo podían ser sinarquistas leales al movimiento (35).

Para finales de 1942 las diferencias entre Abascal y los líderes sinarquistas de la ciudad de México, al igual que el cisma general entre radicales y moderados dentro del movimiento, del cual eran una manifestación parcial, comenzaron a hacerse públicas.

En octubre, Miguel Alemán, secretario de Gobernación, cuya labor consistía en seguir la trayectoria de tales asuntos, anunció que había recibido información respecto a que la UNS se encuentra en crisis interna, con divisiones profundas en su seno ... (36).

Las diferencias entre Abascal y el nuevo liderazgo se hicieron más pronunciadas en 1942 cuando, en diciembre, regresó el primero a la ciudad de México para asistir a la Junta anual de jefes; sostuvo entonces pláticas con Torres Bueno y el alto mando en las que criticó severamente la dirección que estaban dando al sinarquismo. Ellos justificaban sus acciones diciendo que eran necesarias para conservar vivo el movimiento, a lo que Abascal respondía que si el sinarquismo debe morir como un mártir de la verdad, su resurrección posterior será segura, y con fuerza mil veces mayor (37).

Después, regresó a María Auxiliadora, más disgustado que nunca. La dirección del movimiento comenzó entonces a temer que sacara ventaja de su popularidad entre la mayoría de los miembros de la organización y efectuara un golpe que condujera la UNS a una especie de cruzada neocristera. Esto fue previsto como algo desastroso para el sinarquismo y la Iglesia de México, por lo que, a fines del mismo mes, la sede mandó una advertencia a todas las unidades en la que indicaba el peligro que el levantamiento implicaba (38).

Durante 1943 el rompimiento entre Abascal y el liderazgo moderado del movimiento se hizo definitivo, aunque no público. En julio de ese año Abascal viajó a la ciudad de México por cuestiones de salud. Al pasar por La Paz, consiguió algunos ejemplares de El Sinarquista, los primeros que veía en varios meses, allí leyó los discursos pronunciados en la última Acta, la conmemoración anual de la fundación del sinarquismo que se celebraba anualmente en el mes de mayo en León, Guanajuato, y se horrorizó de que Hidalgo y Morelos, a quienes consideraba traidores, estuviesen colocados a la altura de Iturbide, al que tenía por uno de los héroes más grandes de la historia mexicana.

Se decepcionó aún más con una serie de artículos en los que la Política norteamericana del Buen Vecino se consideraba totalmente sincera y no un truco gringo. Como expresó sus sentimientos más tarde: Jamás he creído, ni lo haré, en la Política del Buen Vecino, hasta que Estados Unidos se convierta al catolicismo (39).

En estos artículos, Norteamérica en general se retrataba como un país de origen y cultura cristianos. ¡Puras mentiras! (40).

Al llegar a la ciudad de México, Abascal se enteró de que otro líder del sector radical, Alfonso Trueba, director de El Sinarquista, había sido destituido en virtud de haberse negado a permitir que se publicaran los artículos pronorteamericanos mientras fuese director del periódico. Se enteró también de que otro de sus cohortes, Juan Ignacio Padilla, había sido reemplazado como secretario de colonización, puesto que Abascal le había asignado antes de abandonar su posición de jefe máximo del movimiento para emprender la tarea de colonización (41).

Así pues, tuvo una confrontación con Antonio Santacruz, cuyo resultado fue que Abascal dijera al jefe del alto mando que tanto él como Torres Bueno estaban llevando el sinarquismo a la ruina, y que:

de ahora en adelante me considero separado del movimiento, lo que no haré público en este momento por el bien de la colonia; pero si los dirigentes nacionales de la UNS continúan su política de sumisión absoluta ante las potencias extranjeras (se refería a Estados Unidos) y de sabotaje contra la colonia, atacaré públicamente a Torres Bueno y a usted ... (42)

Al término de esta conversación partió nuevamente hacia su colonia en Baja California.

Abascal reprobó las declaraciones que hizo Torres Bueno en diciembre de 1943, después de la Junta de los Volcanes, en las que expresó que el sinarquismo apoyaba la unidad continental, el panamericanismo. Para él, esas declaraciones habían sido el golpe más fuerte (43). Sin embargo, permaneció en su puesto en la colonia Maria Auxiliadora y rezó pidiendo intervención divina. Sin embargo, a principios de 1944, llegó a sus manos el volumen de diciembre de 1943 de El Sinarquista, en el que felicitaban a M. Ávila Camacho por haber completado tres años en el poder; enfurecido, escribió una carta a Torres Bueno calificando tan servil felicitación como acto de cobardía (44). También estaba convencido entonces de que el comité nacional se dedicaba a desprestigiarlo.

Comencé a pensar en la manera de hacerlo caer (al Comité Nacional) para colocar al Lic. José Trueba Olivares en el liderazgo nacional (45).

Conscientes de la amenaza constituida por Abascal para sus puestos, los líderes en la ciudad de México resolvieron actuar tomando la delantera. En febrero de 1944, enviaron a Gustavo Arizmendi, secretario de colonización, a la colonia María Auxiliadora, para que comunicara a Abascal las órdenes de presentarse ante Torres Bueno en la ciudad de México el 5 de marzo. El interpelado se negó a aceptar y dijo a Arizmendi que no estaba obligado a obedecer, puesto que había abandonado la organización desde julio pasado.

A finales de marzo enviaron a José Valadez en calidad de sustituto de Abascal como comandante de la colonia. Valadez fue acompañado de un tal Sr. X a quien Abascal se negó a identificar. Puede haber sido Eduardo Iglesias u otro sacerdote mexicano quien pudo influir al rebelde en virtud de su devoción, para que delegara su posición en la colonia. De cualquier manera, el 31 de marzo resolvió entregar la dirección de la colonia María Auxiliadora a Valadez (46).

El 9 de abril dejó la colonia y se dirigió a la ciudad de México ardiendo en deseos de venganza.



Notas

(1) Un ejemplo de esta campaña se puede ver en Orden, octubre de 1942, p. 10.

(2) Shedd, p. 424.

(3) Novedades, 14 de diciembre de 1942.

(4) L. B. Simpson, Many Mexicos (University oE California Press, 1952), pp. 308-309, describe estos acontecimientos.

(5) 1929 = 100 según Whetten, Rural Mexico, p. 255.

(6) New York Times, 5 de diciembre de 1960.

(7) Ledit, p. 305.

(8) Ibid.

(9) Ibid, p. 303.

(10) Vicente Fuentes Diaz, La defección de Abascal, Futuro (junio, 144), pp. 4-8, describe estas supuestas conexiones.

(11) Abascal, Mañana, 10 de junio de 1944, p. 56.

(12) Abascal, Mañana, 20 de mayo de 1944, p. 33.

(13) Ibid., p. 34; PadilIa, p. 224.

(14) La Prensa, 16 de octubre de 1941, declaraciones de Abascal; también véase Abascal, Mañana, 10 de junio de 1944, p. 46.

(15) Ibid.

(16) La Prensa, 16 de octubre de 1941; Abascal, Mañana, 8 de julio de 1944, p. 64; Padilla, p. 227.

(17) H. E. Davis, The Enigma of Sinarquism, Mexican Life, XIX (junio, 1943), p. 52.

(18) Padilla, p. 221.

(19) Abascal, Mañana, 19 de julio de 1944, p. 45.

(20) Padilla, p. 259.

(21) Cita de Excelsior, 14 de diciembre de 1941.

(22) New York Times, 31 de mayo de 1942,

(23) Davis, Mexican Life, junio de 1943, p. 13.

(24) El Sinarquista, 24 de diciembre de 1942.

(25) Un ejemplo de esta interpretación se puede apreciar en una declaración del Partido Comunista de México publicada en El Nacional, el 6 de mayo de 1943.

(26) Esta era la opinión de la facción radical de la UNS, como se aprecia en la serie de articulas de Abascal publicada en Mañana en 1944 y por Juan Ignacio Padilla en su libro Sinarquismo: contrarrevolución.

(27) Sinarquismo: su origen. su esencia, su misión.

(28) Para una relación detallada de esta reunión y sus consecuencias, véase: Novedades, 11 de diciembre de 1943, et seq.

(29) Novedades, 16 de diciembre de 1943.

(30) El Popular, 14 de diciembre de 1943.

(31) Gill, Sinarquismo (3a. Ed.), p. 154. Véase también Fuentes Díaz, La defección de Abascal, Futuro, junio de 1944, p. 5, presenta esta opinión, aunque después la modifica en: Partidos políticos (1956).

(32) Magner, Church and State in Mexico, Commonweal, p. 43.

(33) Padilla, p. 250.

(34) El Nacional, 4 de enero de 1943.

(35) Abascal, Mañana, 26 de agosto de 1944, p. 49, detalla esta controversia.

(36) Tiempo, 30 de octubre de 1942, p. 8.

(37) Abascal, Mañana, 16 de septiembre de 1944, p. 55.

(38) La Prensa, 28 de diciembre de 1942.

(39) Abascal, Mañana, 20 de mayo de 1944, p. 34.

(40) Abascal, Mañana, 16 de septiembre de 1944, p. 55.

(41) Abascal, Mañana, 24 de junio de 1944, p. 52.

(42) Abascal, Mañana, 16 de septiembre de 1944, p. 57.

(43) Abascal, Mañana, 30 de septiembre de 1944, p. 62.

(44) Ibid.

(45) Ibid.

(46) Ibid.
Indice de la edición cibernética La derecha radical en México. 1929 - 1949 de Hugh G. CampbellCapítulo cuarto - Las elecciones de 1940 y la derecha radicalCapítulo sexto - La desintegración y decadencia del sinarquismo. 1944-1949Biblioteca Virtual Antorcha