Indice de la edición cibernética La derecha radical en México. 1929 - 1949 de Hugh G. CampbellCapítulo tercero - El apogeo de la derecha radical religiosa (1935-1937)Capítulo quinto - El sinarquismo - 1941-1944Biblioteca Virtual Antorcha

La derecha radical en México.
1929-1949
Hugh G. Campbell
Capítulo cuarto
Las elecciones de 1940 y la derecha radical



A. La derecha radical secular y las elecciones

Al término de la rebelión de Cedillo, en mayo de 1938, la derecha radical secular estaba desmoralizada y confundida. La facilidad y rapidez con que el gobierno de Cárdenas aplastó la insurgencia los hizo vacilar. Comprendieron que tendrían que abandonar la táctica de confabulación que habían usado hasta entonces y, en su lugar, encontrar la manera de ganarse el apoyo popular para el movimiento. Con esto in mente, a finales de 1938, la derecha radical secular se dedicó a organizar qrupos con propósitos electorales; estos partidos estaban orientados hacia la sucesión presidencial de 1940, con el fin de conseguir suficiente apoyo para el candidato de la oposición, de modo que tras su inevitable derrota oficial en las elecciones se pudiera iniciar una rebelión que resultara victoriosa. Esta estrategia no estuvo lejos de alcanzar éxito.

El hombre a quien finalmente decidió apoyar la derecha fue Juan Andrew Almazán. Era uno de los militares más destacados de México y, desde 1926, comandaba la zona militar con base en Monterrey. Muy conocido por su postura política conservadora, con el tiempo entró en estrecha colaboración con los industriales y comerciantes que controlaban la región de Monterrey quienes, a través de la CPRM, proporcionaron la principal ayuda financiera que recibió la derecha secular a mediados de la década de 1930. Su intimidad con la oligarquía de Monterrey fue tan exagerada, que en 1933 el cuerpo legislativo estatal, controlado también por la oligarquía, declaró a Almazán ciudadano honorario e hijo favorito de Nuevo León; todo esto a iniciativa de Joel Rocha, uno de los fundadores de la CPRM (1).

La afinidad entre Almazán y el grupo de Monterrey resultó provechosa para ambas partes. Durante la década de los treinta, Almazán llegó a ser uno de los generales más ricos de México; Nuevo León, a su vez, durante el régimen de Cárdenas, experimentó relativamente pocas expropiaciones gracias al poderío político y militar de Almazán (2).

El apoyo que brindó Almazán a la facción conservadora del liderazgo revolucionario tiene una larga historia. Cuando la revolución tuvo un sesgo hacia la izquierda en 1920, con el derrocamiento de Carranza, Almazán estaba consternado:

Desde 1920 ... me he interesado invariablemente por ayudar a los carrancistas caídos ... (3).

Sin embargo, Calles lo apoyó y durante su régimen fue uno de los generales de mayor rango del país; de hecho, cuando Calles se encontraba en Europa muy enfermo en 1929, corrieron rumores de que Almazán lo sucedería como el hombre fuerte de México (4). A pesar de estos antecedentes, el apoyo que Almazán tuvo de la oposición no vino espontánea e inmediatamente; no fue sino hasta principios de 1940 que se formó una coalición para apoyarlo. Anteriormente, a mediados de 1938, Almazán se había dirigido al presidente Cárdenas para que éste lo nombrara candidato oficial en las elecciones de 1940; sin embargo, Cárdenas lo rechazó y a finales de 1938 se hizo del conocimiento público los tres posibles hombres que recibirían la nominación del partido gubernamental. Francisco Múgica, secretario de Comunicaciones, quien representaba a los izquierdistas del partido oficial, el PRM; Manuel Avila Camacho, secretario de la Defensa, quien representaba a los moderados, y Rafael Sánchez Tapia, comandante de la primera zona militar, quien tenía el apoyo del ala más conservadora del partido (5).

Probablemente el preferido de Cárdenas haya sido Múgica, quien era viejo amigo de él y a quien muchos consideraban mentor ideológico del presidente. Sin embargo, a consecuencia de la creciente agitación laboral y del giro izquierdista general de la revolución durante el régimen de Cárdenas, se estaba desarrollando una fuerte reacción conservadora. No sólo la manifestada por el crecimiento de la derecha radical, sino también la existente entre los medios más moderados del movimiento revolucionario (6). Por lo tanto, en lo que a ideología concierne, probablemente Cárdenas hubiese podido causar menos fricciones evitando nombrar a su preferido, Múgica, y designando a Sánchez Tapia como su sucesor. Pero transigió entre las dos alternativas para alcanzar un punto medio, seleccionando a Avila Camacho. De este modo proporcionó base a la candidatura derechista de Almazán.

La oposición de la derecha radical secular hacia Avila Camacho no se integró pronto al apoyo de Almazán; ciertamente, algunos elementos jamás lo apoyaron. Quizá la falla más grande que tuvo en ese tiempo la derecha radical secular haya sido, igual que antes de la rebelión de Cedillo, su falta de unidad.

El movimiento se debilitaba persistentemente por su fragmentación, ocasionada, en gran parte. por ambiciones personales, pero también por la renuencia general a transigir en diferencias ideológicas relativamente pequeñas. Como resultado de estas tendencias, la reacción de la derecha radical secular ante las elecciones de 1940 se distinguió por una cantidad desmedida de vacilaciones y maniobras constantes de diversos grupos e individuos: la formación de diversas organizaciones que pronto eran abandonadas, el establecimiento de alianzas que se desintegraban, la postulación de candidatos que poco después eran repudiados.

Para los propósitos de este estudio sale sobrando ahondar más en estas maquinaciones. A pesar de esta complejidad, se pueden dilucidar cuatro tendencias principales en la derecha radical secular entre 1938 y 1940, a saber:

a) disidentes recientes de la familia revolucionaria que no podían adaptarse al PRM recién formado por considerarlo dominado por izquierdistas;
b) carrancistas de siempre, quienes habían sido la esencia tradicional de la derecha radical secular;
c) los callistas; y
d) los defensores originales de Almazán quienes estaban concentrados, casi todos, dentro de la oligarquía de Monterrey.

Los orígenes de su oposición al gobierno de Cárdenas es lo que distingue a cada grupo. A principios de 1938, Cárdenas tomó medidas para consolidar y asegurar la perpetuación de la revolución social por la que tan valiente y esforzadamente había luchado, reorganizando el partido oficial e incorporando a su estructura a las clases sociales hacia las que estaban enfocadas sus reformas. Para conseguir esto último, el nuevo partido contaba con cuatro sectores: el laboral, el campesino, el popular y el militar. Una fuerza dominante en el nuevo partido, especialmente en el sector laboral, fue la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), controlada por el marxista Vicente Lombardo Toledano; así pues, el nuevo partido prometía la continuidad de reformas sociales radicales. Esto se demuestra por los estatutos y programas de acción del PRM) en los que abundaban expresiones tales como la lucha de clases, régimen socialista, verdadera unificación proletaria, emancipación del proletariado y sistema cooperativo (7).

Esta orientación provocó un alto grado de consternación entre los conservadores de la familia revolucionaria, particularmente en los del ejército. Pronto algunos miembros del partido comenzaron a retirarse.

Los primeros indicios de esta deserción ocurrieron en julio de 1938, cuando los izquierdistas del PRM expulsaron del partido a tres destacados conservadores: al general Ramón Iturbe, al general Enrique Estrada y al coronel Bolívar Sierra, los tres diputados federales (8).

La escasa aceptación que tuvo dicha acción entre los conservadores del PRM, especialmente los del sector militar, del cual eran representantes prominentes los tres expulsados, se hizo patente unos días más tarde, cuando los miembros de este sector ofrecieron al trío depuesto un banquete en su honor (9). Iturbe y Sierra resolvieron entonces iniciar una oposición activa en contra de Cárdenas y comenzaron a negociar con varios oposicionistas acérrimos, incluyendo varios derechistas radicales seculares, en especial los miembros de la Vanguardia Nacionalista Mexicana. Semanas más tarde, esta pareja formó el Frente Democrático Constitucional (FDC). Entre los partidarios de este grupo, se encontraban un gran número de ex militares que habían sido desterrados durante la hegemonía de Calles.

La mayoría eran miembros del Partido Revolucionario Fronterizo, un bloque político de los Estados fronterizos identificado con los industriales de Monterrey, con intereses mineros y ganaderos, pero con muy pocos seguidores. El más conocido de éstos era Pablo González (10).

Durante los meses siguientes el FDC continuó produciendo agitación y difundiendo propaganda derechista radical secular, trabajando en cooperación íntima con la Vanguardia Nacionalista y con algunos remanentes de los camisas doradas (11). Es casi seguro que estas organizaciones recibieron ayuda del Eje, y que gran parte de su propaganda era antisemita y estaba dirigida a evitar que los refugiados españoles republicanos inmigraran a México.

Aparte de estos nuevos partidarios, muchos de los antiguos defensores de la derecha radical secular fueron motivados por el socialismo del gobierno de Cárdenas y por la proximidad de las elecciones de 1940, a desplegar una nueva actividad. Uno de éstos fue la Unión Nacional de Veteranos de la Revolución (UNVR) que había sido uno de los pilares principales de Cedillo. La fuerza de esta organización aminoró un poco cuando un grupo rival, la Confederación de Veteranos de la Revolución, recibió reconocimiento y apoyo oficial a principios de 1939 (12). Pero a pesar de eso, la organización continuó su labor de agitación, y en septiembre de 1939 Almazán y otro precandidato intentaron revivir la ARJM para servir a sus proyectos (13). Se presentó al hermano de Nicolás Rodríguez para este fin, pero se consiguió muy poco, La Vanguardia Nacionalista, una rama de la ARM original, dirigida por Rubén Moreno Padrés, reforzó sus ataques al gobierno en 1939 y fue particularmente virulenta en su antisemitismo (14).

Además de las renovadas actividades de estas organizaciones previamente existentes, en 1939 surgieron numerosos grupos políticos. Entre los más activistas estuvo el Partido Nacional de Salvación Pública (PNSP), formado a principios del año por un grupo de líderes militares de la época de la revolución, anterior a 1920; estos viejos revolucionarios, siguiendo la orientación general de la derecha radical secular, no simpatizaban con la dirección que habían tomado los asuntos políticos desde el derrocamiento de Carranza. Así que, impulsados por el apoyo financiero del extranjero, a finales de la década de los treinta comenzaron a militar en contra del gobierno de Cárdenas. Una de las primeras manifestaciones de este grupo, fue un banquete realizado en Chapultepec, en noviembre de 1938, en el cual, en un discurso pronunciado por el coronel Bernardino Mena Brito, se definió la fuente de descontento del grupo.

Mena Brito afirmó que los verdaderos revolucionarios, ellos mismos, habían cedido el campo a los demagogos laborales y del campesinado después de 1917, y que el régimen de Cárdenas era la culminación funesta de ese abandono (15); en relación a la política nacional del gobierno, se quejó de la intervención del Estado en los mercados de producción, de una influencia comunista en el Congreso, del dominio del gobierno en los sindicatos laborales y de la política proclerical del gobierno en años recientes. En el aspecto internacional, se lamentaba de la subordinación de la política mexicana a los deseos de Rusia, y de las tortuosas maquinaciones del judaísmo internacional.

Después de esta reunión, a principios de 1939, Mena Brito, junto con el general Francisco Coss, excomandante de caballería del bando de Villa, y el coronel Adolfo León Ossorio, ferviente carrancista de la vieja guardia, fundaron el PNSP.

En sus comienzos, el partido expidió un manifiesto en el cual exigía elecciones libres, la eliminación de comunistas de los puestos oficiales y la expulsión de todos los judíos del país (16).

Una vez elaborado, el manifiesto no fue publicado en su totalidad, ya que se consideró demasiado enérgico; repudiaba todas las acciones de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial y convocaba al pueblo entero a seguir el ejemplo que la nación mexicana habia dado en 1913, cuando Huerta usurpó la Constitución (17).

Al poco tiempo de su fundación, el PNSP ofreció otro banquete, esta vez más grande, en Chapultepec, con el fin de atraer más miembros; asistieron dos o tres mil antiguos revolucionarios, y entre los oradores estuvieron el general Pablo González, viejo carrancista y más recientemente, sostén del Frente Democrático Constitucional, y el general Pérez Treviño, quien había sido dirigente importañte del partido oficial durante la época de Calles (18).

Del mismo modo, en enero de 1939, el PNSP contribuyó materialmente a suscitar un pequeño motín. cuyo principal objetivo fue de arrasar con varios comercios y negocios propiedad de judíos. Coss, Mena Brito y León Ossorio fueron arrestados por esta causa, pero pronto fueron liberados, ya que Cárdenas no quería convertirlos en mártires. En estos disturbios participaron también miembros de muchas otras organizaciones de la derecha radical secular, tales como el PDC y la VNM. Los dirigentes del PNSP estaban íntimamente relacionados con todos esos grupos.

El PNSP comenzó a hundirse algunos meses después cuando, en junio de 1939, Almazán anunció oficialmente su candidatura para la presidencia. Coss, León Ossorio y la mayoría del partido apoyaron a Almazán e iniciaron su campaña. A la inversa, Mena Brito y otros líderes menores se burlaron del pronunciamiento, declarando que Almazán, mediante una conspiración intrincada trabajaba, en realidad, para Cárdenas y que la oposición que presentaba era simulada; por esto finalmente abandonaron el partido (19). Seguidamente, León Ossorio fue expulsado porque sus vínculos con elementos nazis, fascistas y falangistas eran demasiado fuertes y evidentes (20). León Ossorio declaró posteriormente que había abandonado la causa de Almazán voluntariamente, porque se dio cuenta de que Almazán se había vendido al dinero judío (21).

Otra tendencia de la oposición que empezó a destacar en aquel tiempo fue la de los callistas, fuera del poder desde 1935, quienes se unieron en enero de 1939 y formaron el Partido Revolucionario Anticomunista (PRAC), el cual se comprometía a defender a la Constitución de las doctrinas importadas a que ha sido sometida bajo el régimen actual (22).

El partido reclamaba, asimismo, el respeto absoluto al derecho de propiedad privada y que los ejidos pudieran repartirse entre sus propietarios: en el aspecto laboral exigía que el gobierno permaneciera estrictamente neutral ante los conflictos entre trabajadores y patrones, y que dejara de usar a los primeros para fines políticos. En suma, postulaba el tradicional punto de vista liberal de que el gobierno no debía intervenir en la economía.

Entre los miembros originales del PRAC, estaban Manuel Pérez Treviño y Melchor Ortega, ambos líderes destacados durante la época de Calles. Poco después de su fundación se fusionaron en él varias organizaciones de derecha radical secular, incluyendo al Partido Social Demócrata (encabezado por Jorge Prieto Laurens), al Partido Nacionalista (encabezado por José Inclán) y a la VNM (encabezada por Rubén Moreno Padrés). Estos grupos se unieron al PRAC en el comité organizador de la Convención Nacional Independiente, misma que fue de suma importancia en el establecimiento de la Confederación Nacional de Partidos Independientes en julio de 1939 -una agrupación de la mayoría de las organizaciones de la derecha radical secular que aquí se mencionan (23).

La constitución de esta nueva confederación seguía las líneas típicas de estos grupos, caracterizadas por intenso anticomunismo y antiobrerismo (24). El curso de esta confederación durante 1939-1940 se distinguió por una marcada disensión interna, sobre todo en torno a quién sería el candidato de la organización para presidente. El núcleo de la Confederación era el PRAC y estaba declarado a favor del general Amaro, ex jefe del Estado Mayor del ejército de Calles; otros, en particular Bolívar Sierra de la FDC, querían que el general Sánchez Tapia fuese nominado. Sin embargo, conforme transcurrieron los meses, se hizo cada vez más claro que Almazán era el candidato más fuerte. Amaro titubeó en convertirse en un candidato activo, y muchos de los líderes de la confederación se pasaron al lado de Almazán (25).

Después de la derrota de Cedillo. Andrew Almazán se convirtió en el dirigente titular de las fuerzas conservadoras en México y, como tal, comenzó a buscar, ya en junio de 1938, que el PRM lanzara su candidatura. No obstante, cuando la CTM ratificó públicamente a Ávila Camacho como su candidato, en febrero de 1939, se puso de manifiesto que Almazán no sería el candidato oficial; así las cosas, en julio de 1939, Almazán anunció su candidatura (26).

Aunque su apoyo fundamental venía de los mismos industriales de Monterrey que eran los principales financieros de la derecha radical secular a mediados de los años treinta, su plataforma proclamada estaba encaminada a conseguir un apoyo extenso y por lo tanto fue relativamente moderada. Abogaba por una cooperación de clases en lugar del conflicto de clases. El partido que se organizó para sostener su campaña, el Partido Revolucionario de Unificación Nacional (PRUN), epitomaba, como su nombre lo indica, este enfoque general. Para el tiempo de las elecciones en julio de 1940, Almazán contaba ya con el apoyo de la mayoría de la clase media y alta, de muchos clericalistas, de algunos sectores laborales y hasta con el del gran pintor comunista Diego Rivera. Sin embargo, nadie lo apoyó con más ardor que la derecha radical secular (27).

B. La derecha radical religiosa y las elecciones de 1940

De las incontables organizaciones derechistas que existieron en la década de los treinta, sólo dos de ellas sobrevivieron para convertirse en permanentes dentro del ámbito político mexicano. Una de ellas, la Unión Nacional Sinarquista, tuvo un activo crecimiento, una decadencia precipitada y luego permaneció, por inercia, como el fantasma inútil de su anterior grandeza. La otra, el Partido de Acción Nacional (PAN), tuvo una historia menos espectacular y experimentó un crecimiento lento pero constante, hasta alcanzar el punto en que hoy se encuentra, el de segundo partido en importancia del país (Tómese en cuenta que este ensayo fue escrito a mediados de la década de 1970. Aclaración de Chantal López y Omar Cortés).

El PAN surgió en 1939. Era conservador, antirrevolucionario y tenía una fuerte orientación católica; sus orígenes se remontan a la rama patronal de la Base. Sin embargo, su ideología y su forma de operar no encajan en la definición que aquí se utiliza para determinar a la derecha radical. El PAN representaba una síntesis de varias facciones de la sociedad que coincidían en su oposición a la revolución socialista que México adoptó durante la administración de Lázaro Cárdenas. En las elecciones de 1940, los sinarquistas se abstuvieron desde un principio de proporcionar el menor apoyo a Almazán o a cualquier otro candidato.

En enero de ese mismo año, Salvador Abascal había declarado que el sinarquismo no apoyaría a Ávila Camacho ni a Almazán, porque ambos derivaban de la Revolución Mexicana, misma a la que la UNS se oponía inexorablemente. El sinarquismo seguía una política, según palabras de Abascal, de abstención absoluta en la lucha por la presidencia, ya que estaba plenamente convencido de que ninguno de los candidatos cumpliría ni el 1% de sus promesas, y que los votos no serían respetados, ni podríamos haber hecho que se respetaran (28). A pesar de eso, aunque la UNS no apoyó a Almazán, después de las elecciones sostuvo que él había recibido la mayoría de los votos (29).

Cuando después de las elecciones fue inminente una revuelta de Almazán, el sinarquismo permaneció al margen y se negó a participar en la disputa; dedicó un ejemplar completo de su publicación, El Sinarquista, a la No Reelección, en el que afirmaba que quienes habían participado en las elecciones, los almazanistas, habían sido, a todas luces, estafados, pero los sinarquistas aspiran a una reforma política total, para crear un nuevo orden en México. La sustitución de las personas en el poder público no debería ocasionar la pérdida de una sola gota de sangre mexicana. No Revolución, porque si ésta fracasa, la imposición (Cárdenas) será reforzada; si triunfa, seremos defraudados y nos adormeceremos. Pueblo de México: conserven la calma y esperen el día del sinarquismo (30).

Así pues, el sinarquismo permaneció fiel a su orientación fanática, sin compromiso, y con su fe ciega en que era la única salvación del país.

C. Las elecciones de 1940

A pesar de que la derecha radical secular constituía el núcleo de las fuerzas al servicio de Almazán, ciertamente no fue el total de su apoyo; de hecho, sólo fue una pequeña parte. Almazán tenía el apoyo de una sección extensa del electorado mexicano, incluyendo algunas facciones del campesinado, de la clase media, de los obreros y de la clase alta. Como resultado, fueron unas elecciones muy reñidas. Sin embargo, los resultados oficiales del escrutinio dieron más de dos millones de votos a Ávila Camacho, contra 151 000 para Almazán.

El día de las elecciones fue uno de los más sangrientos que se ha producido en un país a causa de elecciones, los tiroteos y motines estaban a la orden del día, especialmente en la ciudad de México. Desde el ínicio de la campaña, se supo que Almazán pretendía seguir los pasos de Vasconcelos y emprender una rebelión después de las elecciones. Almazán había prometido, desde antes de las elecciones de 1940, que si la voluntad del pueblo no es reconocida, yo sabré qué hacer para que sea respetada.

A pesar de los desproporcionados resultados oficiales a favor de su oponente, él sostenía haber recibido, en realidad, el 90 por ciento de los votoS (31).

Así pues, el 7 de julio, inmediatamente después de las elecciones, hizo todos los movimientos de un hombre que va a emprender una rebelión. Ese mismo día partió hacia La Habana, desde donde, al mes siguiente, pronunció un discurso por radio a la nación mexicana prometiendo que prestaría juramento como presidente el 1° de diciembre, fecha oficial de la toma de posesión. Al hacer eso, tácitamente hacía saber al pueblo mexicano que el régimen imposicionista de Cárdenas sería derrocado ese día, para que él, supuesto presidente elegido constitucionalmente, pudiera asumir legalmente los deberes de la presidencia (32).

Para que su planeada rebelión tuviera éxito, Almazán y sus seguidores se percataron de que sería muy conveniente recibir ayuda financiera de los intereses norteamericanos, los cuales habían sido lesionados por las reformas revolucionarias del gobierno de Cárdenas. En particular se dirigieron a las compañías explotadoras del petróleo norteamericanas, que no se reconciliaban todavía con el gobierno mexicano por la expropiación petrolera de 1938. Y no sólo la ayuda financiera sería muy provechosa para los rebeldes de Almazán, sino que de mucho más importancia era, como bien sabían hacía mucho tiempo los insurrectos mexicanos, contar al menos con el consentimiento y aprobación de Norteamérica para poder derrocar al atrincherado gopierno mexicano. Confiaban en que los empresarios norteamericanos, especialmente los dirigentes de las compañías petroleras, intercederían ante el gobierno de Estados Unidos a favor de los almazanistas, por lo que Almazán abandonó La Habana en el mes de agosto rumbo a Estados Unidos para conseguir su apoyo.

Esta estrateqia no estuvo lejos de alcanzar éxito: en enero de 1939 el embajador Daniels comunicó al presidente Roosevelt que los representantes de las compañías petroleras no tenían prisa por discutir un arreglo sino hasta las elecciones de 1940, en ambos lados del río Bravo.

Tienen la esperanza de que a usted lo sucederá un apóstol de la política del gran garrote -decía Daniels a Roosevelt-, y de que el sucesor de Cárdenas será derechista (33).

Un buen ejemplo de la aprobación a esta estrategia por parte de la derecha radical secular en México, lo proporciona el periódico Omega, eterno paladín de aquella causa. Para congraciarse con las compañías petroleras norteamericanas este periódico mostró una decidida indiferencia por la expropiación, no obstante el hecho de ser una publicación ultranacionalista, habituada a atacar a los judíos imperialistas norteamericanos como el origen de todos los males de México. La gran popularidad con que contaba la expropiación petrolera no permitía a un periódico oponerse abiertamente a ella, pero Omega sí apoyó la demanda de las compañías petroleras de que el asunto fuera juzgado, y durante el mes de febrero de 1940, aceptó publicar el texto completo de un libro del enviado de las compañías petroleras norteamericanas a México, Donald R. Richberg quien, por supuesto, pintaba a los expropiadores como a los enemigos malos (34).

Después de las elecciones, varios derechistas radicales seculares organizaron una red de radiodifusión clandestina en la que incitaban a la revuelta pro Almazán. Los tres arrestados por operar la estación radio difusora eran ex cedillistas. Entre los implicados, estaban la hermana de Cedillo y Rubén Moreno Padrés, presidente de la Vanguardia Nacionalista (35).

De agosto a noviembre de 1940 Almazán recorrió a toda prisa Estados Unidos, pronunciando varias conferencias y comprando armas para sus seguidores en México. Había mucha inquietud con respecto a si el gobierno de Roosevelt alentaría o al menos permitiría la rebelión. Durante ese tiempo, el rebelde anunció seis diferentes fechas para iniciar su rebelión, pero siempre se retractó a última hora (36); ocurrieron levantamientos insignificantes, esporádicos y prematuros en todo el país (37), ocasionados por las altas y bajas del optimismo de Almazán, quien posteriormente declararía que las compañías petroleras habían prometido ayudado con 200 000 dólares (38).

A mediados de septiembre, el candidato derrotado se enteró de que Roosevelt, definitivamente, no simpatizaba con sus planes. Por lo tanto, los rebeldes mexicanos sólo podían esperar la llegada del mes de noviembre, cuando se celebrarían las elecciones presidenciales en Estados Unidos, y confiar en el ascenso de un gobierno republicano que simpatizara con sus intenciones.

La reelección de Roosevelt malogró todas sus esperanzas, y cuando días más tarde Roosevelt anunció que enviaría al nuevo vicepresidente, Henry Wallace, para que asistiera a la toma de posesión de Avila Camacho el 1° de diciembre, se hizo evidente que la política norteamericana se oponía inexorablemente a la rebelión.

El 24 de noviembre se reunió Almazán con su congreso, un grupo de cerca de treinta y cinco de sus principales defensores con que había compartido el exilio, para anunciarles sus planes de abandonar la rebelión por considerada inútil (39). Esto fue recibido con ásperas recriminaciones por parte de la mayoría y los periódicos mexicanos se llenaron por semanas de artículos vehementes de sus antiguos partidarios sobre si había vendido o no al movimiento al no realizar su planeada rebelión. Sostenían principalmente que Almazán, o era un cobarde de lo peor por no haber cumplido su promesa de que la voluntad del pueblo sería respetada, o desde un principio fue un instrumento de Cárdenas para restarle fuerza a la oposición.

Con esta vergonzosa conclusión de las elecciones de 1940, la derecha radical secular se encontró, una vez más, frustrada y en un estado de desgajamiento igual al que sufrió después de la malograda rebelión de Cedillo dos y medio años antes. Sin embargo, las circunstancias no les dictaron buscarse otro gran líder que les prometiese salvarlos de la Revolución Mexicana dominada por marxistas; en lugar de eso, su salvación vino de adentro, del mismo liderazgo de la revolución.

D. Decadencia de la derecha radical

En las elecciones de 1940, la derecha radical en México alcanzó la cúspide de su fuerza. A partir de entonces, experimentó una decadencia desigual pero incesante. La derecha radical religiosa, como lo ejemplifica el sinarquismo, llegó entonces a un rellano en donde se mantuvo por algunos años antes de derrumbarse. Su muerte, sin embargo, fue más precipitada y tuvo lugar inmediatamente después de los resultados de las elecciones. Las causas de la decadencia se pueden catalogar en tres amplias categorías:

1) la moderación del gobierno de Avila Camacho;
2) la influencia de asuntos exteriores, y
3) la atracción que ejerció el PAN en la derecha radical secular.

La Revolución Mexicana, después de las elecciones de 1940, tomó un curso distinto al que antes había seguido. La administración de Avila Camacho (1940-1946) inició una época de moderación que contrastó marcadamente con las intensas reformas sociales que caracterizaron la administración anterior. A pesar de la distinción entre ambos regímenes, no hubo reducción radical alguna en los logros sociales alcanzados por Cárdenas. De hecho, el ex presidente siguió siendo importante en la toma de decisiones de la administración que le sucedió y, como Secretario de la Defensa, ocupó una de las posiciones más importantes del gobierno de Avila Camacho durante gran parte del periodo de esta administración.

Se puede pensar que los años de la administración de Manuel Ávila Camacho ... representaron un periodo de transición, la línea divisoria entre lo viejo y lo nuevo, entre el pasado y el futuro. Avila Camacho no fue un contrarrevolucionario, ni tampoco buscó deshacer lo antes hecho. Se postulaba como defensor de los principios de la revolución, pero representó más bien el papel de consolidador que el de militante. La lucha de clases cedió a la unidad nacional, las reformas agrarias a la industrialización y la revolución a la evolución (40).

Naturalmente, esta decadencia en el radicalismo de la Revolución Mexicana tuvo su efecto correspondiente en sus oponentes radicales y en la dirección que tomó la moderación ávilacamachista. Tal vez el cambio más importante que la administración de Avila Camacho realizó en política, en lo que atañe a la derecha radical, haya sido la actitud del nuevo gobierno hacia la religión y la Iglesia. Este cambio fue presagiado cuando, en septiembre de 1940, el presidente electo declaró al reportero de una importante revista noticiosa mexicana: Soy creyente. Al afirmarlo se convirtió en el primer futuro gobernante de México que durante muchos años expresaba abiertamente tener una creencia religiosa (41). En esa entrevista, Avila Camacho siguió congraciándose con los derechistas de la nación, afirmando que él no era socialista sino demócrata, que Cárdenas y Lombardo Toledano no participarían en su régimen, y que a ningún comunista se le permitiría intervenir en su gobierno. Muchos pensaron entonces que estas declaraciones buscaban provocar un efecto previsto en los partidarios de Almazán, cuya rebelión era inminente en esas fechas. Sí tuvieron un efecto calmante, pero cualquiera que sea el motivo, fue la frase más reconfortante que los católicos mexicanos habían escuchado en toda una generación, ya que presagiaba el fin de una era de sufrimientos (42).

Ávila Camacho siguió esta línea de conciliación entre el Estado y la Iglesia diciendo frecuentemente a quienes lo escuchaban que la revolución no había pretendido destruir la religión (43). Así pues, en su toma de posesión el 1° de diciembre, el arzobispo Martínez dio su bendición tácita al nuevo gobierno con una declaración pública:

En particular, quiero que se percaten del hecho de que el general Ávila Camacho es el único presidente que, en muchos años, ha declarado que es católico y que reconoce que el pueblo mexicano tiene ciertas necesidades espirituales que puede satisfacer sólo con la libertad religiosa (44).

Este espíritu de cordialidad hacia la Iglesia prevaleció durante los seis años de su periodo. La Iglesia lo recibió cautelosamente pero con gratitud, misma que manifestaba de vez en vez en su deseo de cooperar con el gobierno en asuntos en los que previamente las relaciones Iglesia~Estado habían sido invariablemente hostiles.

Al principio de la administración, la jerarquía demostró que no quería contribuir a ningún cambio de esta tendencia, cuando el arzobispo informó a los clérigos de su arquidiócesis que tenían que ser cuidadosos en evitar que los católicos bajo su dirección se involucraran en actividades que pudiesen provocar al gobierno. En una circular fechada el 15 de marzo de 1941. ordenaba que cuidaran mucho que las organizaciones de la Acción Católica en la arquidiócesis se abstuvieran no sólo de toda acción política propiamente dicha, sino también de cualquier acción cívica, de acuerdo con las normas de la santa sede y el episcopado mexicano (45).

Poco después el arzobispo manifestó sus deseos en una circular general dirigida a todos los católicos para que cooperaran con el gobierno en la construcción de un hospital público para los desahuciados. Con este fin, pidió a la Acción Católica Femenina que hiciera colectas en las iglesias a beneficio del hospital (46).

En el otoño de 1941 la Iglesia comenzó a demostrar su confianza en el nuevo régimen y se exhibió públicamente otra vez. En octubre era el aniversario de la canonización de la Virgen de Guadalupe, la santa patrona de México, y la festividad se celebró con gran pompa, hasta con la asistencia de oficiales militares uniformados. A pesar de que se había violado la ley que prohibía toda manifestación religiosa pública, no hubo ninguna represalia gubernamental, como las había habido en años anteriores (47).

Al año siguiente, para esta misma celebración, el gobierno llegó al grado de permitir que el arzobispo John Cantwell, de Los Ángeles, entrara a México con su séquito e indumentaria clerical para oficiar en las ceremonias, violándose más de una ley (48). Esto había sido precedido por una coordinación de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, por un convenio de unión de parte del arzobispo con el gobierno, que servía para suavizar las relaciones con el objeto de prevenir que cualquier pequeño conflicto saliera de su contro1 (49).

Así pues, el presidente Ávila Camacho pudo declarar un comunicado oficial, en 1942: No existe ningún problema religioso en México (50).

Durante 1943 y 1944 las relaciones Iglesia-Estado continuaron mejorando, hasta el punto en que un asiduo observador, un sacerdote norteamericano que había condenado enérgicamente al régimen de Cárdenas, pudo decir que bajo el gobierno de Ávila Camacho los católicos han salido de su azarosa vida de las catacumbas y conseguido su tranquilidad: las iglesias están abiertas, el catecismo se enseña abiertamente, las escuelas católicas se permiten ... los sacerdotes forman parte del profesorado de la Universidad Nacional (51). Acaso sea más indicativo de la atmósfera de cambios, el hecho de que en 1944 el obispo Manríquez y Zárate, el más franco e implacable enemigo de la Revolución Mexicana, obtuvo permiso para regresar al país después de diecisiete años de exilio a partir del inicio de la rebelión cristera.

Sin lugar a dudas el área más conflictiva entre la derecha radical religiosa y el gobierno fue la educación socialista. Esta había sido la causa fundamental de la formación de la UNS. Aunque la enmienda a la Constitución se hizo en 1934, la legislación correspondiente no se promulgó de inmediato. No obstante, el qobierno de Cárdenas había procedido a hacerla efectiva mediante sus propios recursos. A finales de 1939, Cárdenas presentó al Conqreso, para su aprobación, una nueva ley orgánica educativa que consistió en la leqislación que permitía la enmienda al Artículo 3° Constitucional para implantar la educación socialista. No se hizo efectiva oficialmente sino hasta seis meses después de haberse publicado en el Diario Oficial el 4 de febrero de 1940 (52).

La educación socialista fue la mayor causa de disentimiento por parte de la derecha radical reliqiosa así como de un extenso sector del espectro político de la población básicamente católica de México. Había sido también uno de los argumentos principales de la campaña presidencial de Almazán, quién a pesar de que no era un capitalista clerical era partidario de la libre educación pregonada por los católicos, lo cual le propició el apoyo de este sector.

Desde el principio del gobierno de Avila Camacho, los católicos emprendieron una campaña para que el Artículo 3° fuera cambiado, de modo que se aboliera la odiada educación socialista (53). Durante su primer año en la presidencia, Avila Camacho concedió reconocimiento legal a la Unión de Padres de Familia, organización creada en 1917, poco después de la promulgación de la Constitución, y que había luchado por años para derogar el Artículo 3°.

Durante todo este tiempo, especialmente después del inicio de la rebelión cristera, había estado aliada con las organizaciones derechistas radicales. Concediéndole reconocimiento oficial, Avila Camacho dio otro paso en su política de moderación que contribuyó al fallecimiento de la derecha radical.

Después de haber obtenido el reconocimiento gubernamental en 1941 la Unión perdió combatividad, y sus dirigentes se quejaban de falta de interés y de irregularidades en los pagos de cuotas (54).

En diciembre de 1941, el presidente envió al Congreso una nueva ley educativa que invalidaba a la establecida en 1939 en el artículo 3°. La nueva ley definía que la educación socialista estipulada en la Constitución no debía interpretarse de manera tal que se considerara de naturaleza antirreligiosa.

Para llevar a efecto su nueva política educacional, en septiembre de 1941 Avila Camacho nombró secretario de Educación a un conservador, Octavio Véjar Vázquez, quien reemplazó al cardenista Luis Sánchez Pontón, a quien los católicos tachaban de comunista (55).

Véjar emprendió una nueva política que acentuaba las fases espirituales de la educación. No puede haber educación (declaró Véjar) sin la señal de la cruz tras ella (56), y se dedicó a expulsar a todos los marxistas o comunistas y se convirtió en un verdadero terror para los izquierdistas que desde hacía mucho tiempo estaban atrincherados en el sistema educativo (57).

Todos estos cambios, junto con la decisión de Ávila Camacho de eliminar los inspectores federales de las escuelas privadas, lo que se hacía con objeto de asegurarse de que no se enseñaran doctrinas religiosas, fueron suficientes para permitir el resurgimiento de las escuelas católicas en todo el país, y surgió un sistema de escuelas confesionales similar al que existió antes de 1934. En consecuencia, la organización Gabino Barreda, una rama de la Base compuesta de maestros católicos dedicados a la enseñanza secreta del catolicismo, perdió su razón de ser y desapareció (58).

Esta moderación general de la política educacional del gobierno tuvo un efecto favorable en otros sectores de la derecha radkal religiosa. Por fin, Salvador Abascal, presidente de la UNS, encontraba algo tolerabIe en el gobierno mexicano. Con respecto a Véjar, dijo que: Por sus palabras y acciones promete ser el sucesor de José Vasconcelos y, por lo tanto, un ministro decente que va a poner fin a un asunto miserable (59).

Meses después la revista sinarquista declaró:

Resumiendo el trabajo de Véjar Vázquez. podemos decir que ha emprendido, más o menos con timidez, la desbolchevización de la educación. Pero la empresa no concluye aún, las escuelas siguen en poder de los comunistas (60).

La derecha radical secular se aplacó también al iniciar Ávila Camacho una serie de cambios políticos y económicos que aseguraban una dirección diferente de la Revolución Mexicana, Tal vez el que se recibió con más beneplácito haya sido el cambio de actitud hacia los trabajadores.

A principios de 1941, en un discurso pronunciado ante la convención de la CTM, Avila Camacho declaró que el apoyo gubernamental a los trabajadores no sería tan irrestricto en el futuro, como lo había sido durante el régimen de Cárdenas, señalando que los trabajadores tenían que mostrarse conscientes de sus responsabilidades y derechos, y que, por lo tanto, deberían realizar una minuciosa revisión de sus métodos, procedimientos y objetivos (61). Asimismo, en 1941, Vicente Lombardo Toledano fue reemplazado como secretario general de la CTM por Fidel Velázquez, quien procedió a depurar de comunistas al sector laboral para unir a todos los sindicatos de trabajadores de la nación. Lombardo Toledano fue, probablemente, el hombre más odiado por la derecha radical secular en México, más aún que el mismo Cárdenas, pues se le consideraba totalmente perverso.

Al comienzo de la nueva administración, el Secretario de Gobernación, Miguel Alemán, dio a conocer su nuevo matiz, cuando declaró que los revolucionarios han cumplido con su misión y que ha llegado el turno de los administradores (62).

Una tónica importante de la nueva dirección fue la industrialización (63). Con dicha política los empresarios mexicanos, ignorados y reprimidos por Cárdenas durante tanto tiempo, fueron apoyados, motivados y estimulados mediante prácticas tales como la exención de impuestos para las industrias que se quisieran formar, lo que se estipuló en la ley de industrias manufactureras decretada en abril de 1941 (64).

No fue de menor importancia, entre los cambios que realizó Avila Camacho. su promesa de reconocer la legalidad y la necesidad de conceder libertad a los municipios, por lo que tan enconadamente había luchado la derecha radical, por ser únicamente a nivel local que tenían posibilidades de conseguir respaldo político.

Otro factor que contribuyó a la decadencia de la derecha radical en este tiempo, fue la trayectoria de los asuntos extranjeros. Como antes se mencionó, muchas organizaciones derechistas radicales recibieron una cantidad muy considerable de ayuda financiera del exterior, durante la segunda mitad de los treintas. Inicialmente, gran parte de ésta provino de la Alemania nazi; con el fin de proporcionar fondos para estas actividades, se llevó a cabo una recaudación obligatoria en la colonia alemana. Después que terminó la guerra civil española, también los franquistas españoles que residían en México desplegaron gran actividad en este campo: sus actividades de propaganda fueron sumamente efectivas. Esto se comprueba con el hecho de que en cierta correspondencia entre la oficina de asuntos extranjeros alemana y su embajada en España, aparecen instrucciones para agradecer a la España de Franco sus trabajos de propaganda en América Latina encaminados a lograr que los países latinoamericanos mantuviesen su neutralidad en la Conferencia de Panamá en el año de 1939 (65).

Durante los años de 1939 y 1940, la difusión de esta propaganda alcanzó proporciones masivas; ya en abril de 1938, el gobierno de Cárdenas había considerado conveniente disolver la rama mexicana de la Falange Española y desterrar a varios de sus líderes, por estar involucrados en actividades subversivas (66).

Dichas actividades consistían en proporcionar subsidios regulares a los periódicos de México, o en crear nuevas publicaciones para utilizarlas en sus propósitos. Todo esto lo dirigía el agregado de prensa alemán, Arthur Dietrich, quien utilizaba el servicio noticioso alemán -Transocean- para proporcionar las salidas que subsidiaba o financiaba con las noticias parciales alemanas a muy bajo costo. Un ejemplo sería la revista noticiosa semanal Timón, cuya inclinación proalemana era vociferante; retrataba a Alemania como una nación que había sido obligada a entrar a la guerra, contra sus deseos, pero que luchaba heroicamente para defender al mundo del liberalismo-capitalismo y del imperialismo británico. Casi toda su publicidad provenía de firmas y productos alemanes, especialmente de la Casa Bayer. José Vasconcelos era el director de la publicación, y muchos suponían que era miembro de la Base y uno de los líderes secretos de los sinarquistas, de lo cual no existen evidencias, aunque fue un defensor saliente de la hispanidad, con una ideología que coincidía con la de ellos. De vez en cuando asistía a las convenciones nacionales de los sinarquistas.

Las actividades de propaganda alemanas se redujeron en julio de 1940, cuando Dietrich fue declarado persona non grata y el gobierno inició una represión genera1 (67). Timón, entre otras publicaciones, fue suspendida en ese entonces ((68).

De los asuntos exteriores que influyeron en la decadencia de la derecha radical a principios de la década de los cuarentas, el de más importancia fue la entrada de México a la guerra en mayo de 1942, del lado de los aliados. Esto tuvo un efecto doble. El gobierno mexicano reprimió categóricamente la subversión del Eje, deteniendo así virtualmente la ayuda que recibía la derecha radical de esa fuente. Y aún de más importancia fue, sin embargo, el sentimiento patriótico engendrado por la guerra, que dio como resultado una solidaridad general con el gobierno, que estaba siendo perjudicado seriamente por las tácticas divisorias adoptadas por la derecha radical.

En conclusión, de todas las organizaciones de la derecha radical que se han mencionado hasta ahora, sólo una: los sinarquistas, sobrevivió a la guerra, y se ha debilitado muchísimo a causa de su fragmentación.



Notas

(1) Juan Andrew Almazán, Memorias, El Universal, 14 de febrero de 1959.

(2) Michael Scully, Almazán, Mexican Caballero, Current History, LI (abril de 1945), p. 38.

(3) Almazán, Memorias, El Universal, 24 de marzo de 1949.

(4) New York Times, 15 de noviembre de 1929.

(5) Wilkie, Ideological Conflict, p. 20; Millan, p, 261.

(6) New York Times, 20 de noviembre de 1938,

(7) F. R. Brandenburg, Mexico: An Experiment in One-Party Democracy (Tesis inédita para doctorado, Universidad de Pennsylvania, 1955), p. 87.

(8) New York Times, 17 de julio de 1938.

(9) Ibid.. 1° de agosto de 1938.

(10 Plenn, p. 309.

(11) New York Times, 12 de febrero de 1939.

(12) La Prensa, 13 y 16 de febrero de 1939.

(13) Tiempo, 28 de abril de 1944, p. 11.

(14) Weyl, pp. 359-360; La Prensa, 2 de enero de 1939; La Semana, 6 de agosto de 1939.

(15) B. Mena Brito, El P.R.U.N., Almazán y el desastre final (México: Ediciones Botas, 1941), pp. 63-64.

(16) León Ossorio, Mis confesiones (México, 1946), p. 55.

(17) Mena Brito, pp. 89-97, publica el texto completo del manifiesto.

(18) New York Times, 20 de febrero de 1939.

(19) Mena Brito, Hablando claro: mis trabajos por el Partido Nacional de Salvación Pública (México, 1939), p. 103.

(20) Voz Nacional, 27 de enero de 1940, p. 7.

(21) León Ossorio, Mis confesiones, p. 57.

(22) El programa completo del PRAC fue publicado en Excelsior el 31 de enero de 1939.

/23) New York Times, 24 de julio de 1939.

(24) La constitución se publicó en La Semana, el 6 de agosto de 1939.

(25) Ibid., 31 de marzo de 1940.

(26) Ibid., 23 de julio de 1939.

(27) El Universal, 25 de marzo de 1939 y AImazán, Memorias, El Universal, 19 de febrero de 1959.

(28) Abascal, Mañana, 3 de junio de 1944, p. 17.

(29) El Sinarquista, 15 de agosto de 1940.

(30) Ibid., 22 de agosto de 1940,

(31) Almazán, Memorias, El Universal, 19 de abril de 1959.

(32) Prewett, Reportage on Mexico, p. 240 et seq., describe estas actividades de Almazán inmediatamente después de las elecciones.

(33) Cronon, Daniels, p. 231.

(34) Omega, 1939 y principios de 1940, passim.

(35) New York Times, 11 de agosto de 1940.

(36) Omega, 2 de enero de 1941.

(37) New York Times, 3 de octubre de 1940.

(38) Cronon, Daniels, p. 256.

(39) Almazán, Memorias, El Universal, 9 de abril de 1959; Mena Brito, El P.R..U.N., Almazán y el desastre final, pp. 202.211; y Omega, 30 de enero de 1941. 6 de febrero de 1941, detalla las circunstancias en torno a esta renuncia.

(40) S. R. Ross, Is the Mexican Revolution Dead? (Nueva York, 1966), pp. 12-13.

(41) Mena Brito, El P.R.u.N., p. 142, tomado de la entrevista de Hoy de] 21 de septiembre de 1940.

(42) New York Times, 11 de noviembre de 1940.

(43) P. Nathan, México en la época de Cárdenas, Problemas agrícolas e industriales de México, VII (julio-septiembre, 1955), p. 29.

(44) Cita de ibid., p. 90.

(45) Gaceta Oficial del arzobispo de México, abril de 1941, p. 125.

(46) Ibid., mayo de 1941, pp. 159-160.

(47) Kirk, Mexican Pront, pp. 136-137.

(48) F. J. Zwierlein, Mexican Problems, The Catholic World, CLVII (julio, 1943), pp. 275-276.

(49) Gaceta Oficial del arzobispo de México, julio de 1942, p. 524.

(50) F. S. González, p. 109.

(51) J. A. Magner, The Shape of Things in Mexico Today, America, LXXII (1 de noviembre de 1914), p. 81.

(52) New York Times, 4 de febrero de 1940.

(53) A. Bremauntz, La educación socialista en México (México, 1943), p. 7.

(54) Ledit, p. 89.

(55) New York Times, 12 de septiembre de 1941.

(56) C. F. Kneller, The Education of the Mexican Nation (Columbia University Press, 1951), p. 55.

(57) F. S. González, p. 108.

(58) Ledit. p. 94.

(59) León, El sinarquismo y su líder, Hoy, 22 de noviembre de 1941, p. 49.

(60) Orden, septiembre de 1942, p. 21.

(61) Según Mena Brito, El P.R.U.N., p. 161.

(62) Según Mena Brito, El P.R.U.N., p. 103.

(63) Cline, Mexico, p. 232.

(64) Ibid.

(65) Correspondencia del 17 de octubre de 1939, reproducida en el Depto. de Estado de EUA, Documents on Germain Foreign Policy, 1918-1945, Series D. 1937-1945, VIII, p. 304.

(66) L. E. Smith, Mexico and the Spanish Republicans (University of California Press, 1955), p. 205.

(67) New York Times, 14 y 15 de julio de 1940.

(68) Ibid., 26 de agosto de 1940.
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