Indice de la edición cibernética La derecha radical en México. 1929 - 1949 de Hugh G. CampbellCapítulo segundo - La derecha radical secular (1929-1939)Capítulo cuarto - Las elecciones de 1940 y la derecha radicalBiblioteca Virtual Antorcha

La derecha radical en México.
1929-1949
Hugh G. Campbell
Capítulo tercero
El apogeo de la derecha radical religiosa
1935-1937



A. Desarrollo de la Base, 1935~1937

Ek sistema de educación socialista implantado por Lázaro Cárdenas tuvo un impacto profundo en la derecha radical religiosa en México. La Base, que abarcaba el sector de la derecha radical religiosa controlada por la jerarquía de la Iglesia, se había organizado a finales de 1934 para enfrentarse con la amenaza potencial de aquel sistema, y cuando la educación socialista comenzó a establecerse, aquélla experimentó un crecimiento enorme.

Uno de los primeros pasos que tomó el Ministro de Educación de Cárdenas, fue cambiar los libros de texto para adaptarlos a normas socialistas ... (1).

Se estableció un sistema de inspectores para asegurar la uniformidad ideológica. A principios de 1935, el nuevo ministro de Educación, Ignacio García Téllez, quien había declarado anteriormente que emplearía todas sus fuerzas para destruir a la iglesia católica, inauguró el Primer Congreso del Niño Proletario, y declaró que en los centros de educación gubernamentales la palabra Adiós se sustituyese por Salud, camarada (2).

Cárdenas demostró desde un principio que pretendía cortar de raíz el método de autopreservación de la Iglesia cuando amenazó su sistema de educación (evangelización).

El presidente Cárdenas decretó (a principios de 1935) que las escuelas privadas tendrían que impartir educación socialista o serían cerradas, y poco después declaró que únicamente el Estado podría impartir la educación primaria, secundaria y normal ... (3).

Esto se convirtió entonces en una lucha entre dos entidades totalitarias; sólo en los Estados comparativamente conservadores de San Luis Potosí y Nuevo León, en donde los generales Cedillo y Almazán eran la ley, no se cumplió con el programa de educación socialista (4). Aunque el presidente Cárdenas hizo varias concesiones para apaciguar a la Iglesia desde 1935, tales como permitir que se reabrieran algunos templos y levantar las restricciones en cuanto al número de sacerdotes, en la cuestión educacional permaneció inexorable. Su actitud a este respecto se hizo evidente cuando el 29 de marzo de 1935 se produjo un motín en Ciudad González, Guanajuato, en donde el clero local incitó a los católicos fanáticos a atacar a los miembros de una comisión federal que realizaba actividades educacionales; dieciocho personas fueron muertas, y Cárdenas se trasladó inmediatamente al lugar de los hechos. Tras una investigación precipitada entró a la iglesia, subió al púlpito, defendió la educación socialista estipulada en la enmienda al Artículo 3° constitucional de 1934 y censuró enérgicamente la oposición del clero, declarando que era su política inalterable que la educación socialista alcanzara una difusión lo más amplia posible (5).

La oposición sistemática de la Iglesia a la reforma del Artículo 3° se puede ilustrar con una carta pastoral firmada por el arzobispo Ruiz y Flores y otros treinta y cuatro prelados mexicanos y dada a conocer en diciembre de 1936 (6). La carta siguió las instrucciones del Papa quien previamente ese mismo año había prohibido, en forma estricta a todos los católicos, todo contacto con las escuelas socialistas, ya fuese como empleados o como padres con hijos en edad de asistir a aquéllas (7).

En respuesta a la carta pastoral, Cárdenas presentó al Congreso, para su aprobación, la solicitud de un subsidio para educación sin precedentes, que incluía planes para crear 2 000 escuelas primarias en el término del siguiente año (8).

Como el plan de Cárdenas para establecer un sistema de educación socialista en México progresó con rapidez, se produjo un resurgimiento de la derecha radical religiosa: durante los años de 1935 y 1936, la Base consiguió muchos miles de miembros. Sin embargo, entre éstos y otros católicos militantes crecía cada vez más la alarma por la represión a sus actividades, tal y como sucedió a principios de la década de los treinta, cuando el gobierno comenzó a retractarse de algunas de las promesas que había hecho al terminar la rebelión cristera. Este sentimiento creciente de inquietud lo describió más tarde Juan Ignacio Padilla, quien posteriormente fue líder máximo de la derecha radical religiosa.

Padilla fue presentado a la Base en marzo de 1935 por un ex jefe de la LNDLR quien, como muchos de los miembros de la Liga, decidió someterse a la jerarquía eclesiástica. Era un militante fanático católico y, como la mayoría de los miembros de la Base, se unió a la organización porque ésta disponía de los medios para manifestar su total desacuerdo con el curso que estaba tomando la sociedad y la política mexicanas bajo el régimen de Cárdenas.

El hecho de que la Base fuera una organización militar disciplinada, dedicada a restablecer el orden social cristiano, lo atrajo: en su opinión, el fin justificaba los medios.

El camino elegido fue el patriotismo, pacífico o violento, de acuerdo a lo que la batalla exigiera. Si era necesario matar, uno mataría para cumplir con los deberes de un tiranicida (9).

Según Padilla, en algunos lugares, en particular en aquellos Estados del centro tradicionalmente ultracatólicos, los miembros de la Base no estaban satisfechos con la pasividad de su organización. A medida que transcurrían los años de 1935 y 1936, miles de miembros se impacientaron, pues esperaban recibir la orden de que nos enviaran a atacar las presidencias municipales, los cuarteles y todos los puntos clave (10).

Consideraban a la Base como un recurso temporal para organizar a los católicos devotos y emprender otra rebelión cristera. Hasta dentro del alto mando de la Base existían desavenencias en cuanto a la línea de acción a tomar. Una facción abogaba por conseguir el poder utilizando todos los recursos posibles, mientras que la otra, predominante, deseaba convertir a la Base en una asociación mistico~social dedicada exclusivamente a propagar la religión (11). Sin embargo, la jerarquía clerical, que constituía la espina dorsal del alto mando, consideró que ninguna de las dos posturas resultaría práctica en ese entonces. Se daba cuenta que emprender una rebelión armada abierta no tenía posibilidades de éxito en virtud de la fuerza represiva del gobierno y que tal medida podría arruinar a la Iglesia. No obstante, se tenía que tomar en cuenta la inquietud que prevalecía en la gran masa de católicos militantes cuyas demandas para actuar llegaban a tal punto que, si no se les proporcionaba una salida para manifestar su descontento, podrían abandonar su lealtad y adhesión.

Así pues, la jerarquía tuvo que apresurarse a tomar medidas para conservar el control. Fue por esto que se fundó el movimiento sinarquista,

B. Formación de la Unión Nacional Sinarquista

La Unión Nacional Sinarquista (UNS) fue fundada el 23 de mayo de 1937 en León, Guanajuato. Estaba destinada a ser la más grande y de mayor militancia de las muchas organizaciones y partidos políticos derechistas, tanto seglares como religiosos, que surgieron durante el régimen de Lázaro Cárdenas. Por lo tanto, resulta irónico que el mismo día en que se estableció formalmente este grupo de orientación religiosa y antigobiernista, se informara que era inminente una tregua entre la Iglesia y el Estado y que pronto habría armonía entre ambas (12).

Para comprender esta organización es necesario ubicar el lugar y tiempo de su fundación dentro del marco de su perspectiva histórica, Un analista de la organización señalaría más tarde que el nacimiento y evolución de la UNS estuvieron "condicionados por factores históricos de carácter nacional e internacional (13).

En relación a los primeros, la UNS se fundó en 1937 porque la Revolución Mexicana, tal como se estaba desarrollando bajo el régimen de Cárdenas, amenazaba con arrebatar a la Iglesia su última fortaleza en la sociedad mexicana, el campesinado.

Los logros de Cárdenas para arrancar de las garras de la Iglesia las conciencias de los campesinos, sobre todo a través del impulso que dio a la educación socialista, representaron una amenaza de primera magnitud para aquélla, que por siglos había tenido este sector de la sociedad a su servicio y no estaba dispuesta a cederlo sin lucha. Los hacendados que quedaban en México alentaron a la Iglesia a resistir, ya que durante siglos éstos habían compartido con la Iglesia una posición privilegiada en la sociedad rural mexicana, y ahora también su posición se veía amenazada.

Los presidentes mexicanos anteriores, desde Carranza hasta Rodríguez, habían confiscado poco más de ocho millones de hectáreas de tierra de los hacendados para redistribuirla a los campesinos en un periodo de más de veinte años; Lázaro Cárdenas distribuyó dos veces y media esa cantidad, en sus seis años de gobierno (14).

La amenaza que representaba la Revolución Mexicana para esos dos bandos explica por qué surgió el Sinarquismo en ese tiempo; el que naciera en León y en sus alrededores se explica por la naturaleza singular del Bajío y de las tierras altas del centro de México.

El Bajío es una región llana situada en el occidente central de México que comprende los Estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro y Michoacán, y es bien conocido como el granero de México, ya que abastece con regularidad sus excedentes alimenticios a los centros urbanos del país (15). La región cuenta con una concentración indígena relativamente pequeña, y las tradiciones ibéricas del siglo XVI se arraigaron sin haber sido infiltradas ni modificadas por el contacto continuo con las tradiciones nativas (16).

El Bajío sigue preservando su cultura y fe católicas; siempre ha observado una actitud recelosa ante el dominio que ejerce la metrópoli sobre todo el país, y ha sido defensor acerbo de las causas federalistas que tienden a establecer un autocontrol local. En consecuencia, la rebelión cristera se concentró en los Estados del Bajío y en sus alrededores. En un principio en esta región predominaron haciendas no muy grandes, intensamente cultivadas, en donde se empleaba gran número de peones; así como en una cantidad desproporcionada de pequeñas propiedades de mera subsistencia (17). Fue ahí donde tuvo menos éxito el programa agrario.

Sería difícil encontrar otros cinco Estados de la República en donde la reforma agraria haya sufrido mayores dificultades que en estos Estados (del Bajío) (18).

Esta región representó también un problema porque su analfabetismo era casi el más elevado de la nación. En 1940, el 61% de la población iletrada se encontraba en el México rural. Es muy significativo que en los Estados en que el Sinarquismo se propagó más rápidamente y llegó a atrincherarse más, el porcentaje era notablemente alto: Guanajuato 72%, Guerrero 76%, Querétaro 78%, Michoacán 67%. El de jalisco era sólo de 53% debido, sin lugar a dudas, a la presencia de la gran ciudad de Guadalajara (19).

Desde la aparición de la UNS en 1937, se han expuesto una variedad de versiones en cuanto a quiénes la fundaron y bajo qué circunstancias. Básicamente, todas ellas se pueden catalogar bajo dos grandes categorías: la primera es la que sostiene que la UNS se organizó y sustentó como parte de una conspiración subversiva nazi; la segunda afirma que fue organizada por un grupo de jóvenes mexicanos patrióticos, devotos católicos, quienes, sin ninguna ayuda o incitación exterior, fueron capaces de entusiasmar a la nación para luchar por el establecimiento de la justicia social basada en principios cristianos.

Aunque existen muchas variaciones, éstas son las dos categorías principales. En cuanto al Sinarquismo llegó a tener importancia a nivel nacional, los izquierdistas mexicanos comenzaron a propagar rápidamente el primero de los dos argumentos anteriores; Mario Gill fue quien defendió esta posición más enérgica y elaboradamente, afirmando que en sus primeros años, la UNS era una organización 100% fascista (20). Esta versión sostenía que había sido, en efecto, creada por un tal Hellmut Oskar Schreiter, agente nazi que residió largo tiempo en Guanajuato (21), aseguraba también que, Schreiter era un profesor de la Universidad de Guanajuato y que en 1936 creó un Centro Anticomunista, y como éste no consiguió partidarios, Schreiter optó por formar la UNS, recurriendo a sus antiquos estudiantes y amigos, como José Antonio Urquiza, José y Antonio Trueba Olivares, Manuel Zermeño y Salvador Abascal (22).

En esta versión se afirma que el movimiento fue sostenido y dirigido por los nazis y falangistas hasta que ocurrió la Batalla de Stalingrado (acontecimiento significativo para los marxistas rusófilos mexicanos formuladores de esta versión), momento en el cual la UNS, pasó a manos del clero mexicano.

Esta fue también la postura que adoptó el régimen, declarando que el sinarquismo no representó otra cosa que un movimiento de regresión con afinidades intelectuales hoy más claras que nunca, con los intereses extranjeros de los países expansionistas de regímenes totalitarios (23).

Otra versión, que sostenía que la UNS había surgido de la iniciativa de un grupo de jóvenes católicos, fue la que mantuvieron los dirigentes de la organización hasta 1944, cuando las asperezas que anunciaban un cisma dentro del movimiento provocaron que se revelara como totalmente falsa.

Con todo, durante 1937-1944, estos dirigentes visibles del movimiento argumentaron que la organización fue fundada por varios jóvenes de León, Guanajuato, a partir de dos organizaciones ya existentes. Una, solidaria de trabajadores, era la llamada Nuevo México, fundada en 1935, y otra un grupo de estudiantes de Morelia, Michoacán, llamada Círculo de Estudios Vasco de Quiroga (24).

Hay algo de cierto en cada una de las dos versiones sobre la fundación de la UNS; incluso en la perspectiva histórica aparece que, al menos en sus comienzos, fue muy considerable la ayuda y apoyo que los gobiernos del Eje, en especial los alemanes nazis, proporcionaron a quienes trabajaban para ellos en México o, al menos, que colaboraron con ellos. Algunos apologistas posteriores de la UNS declararon que Schreiter era simplemente un fabricante de salchichas de Guanajuato y que no tenía nada que ver con la fundación de la organización (25). Sin embargo, un hombre que estuvo entonces en Guanajuato y que participó en la fundación de] movimiento, y que además fue durante más de veinte años uno de sus máximos dirigentes, admitió que Schreiter cooperó con un peso (26). Más aún, en 1939 unos miembros del sindicato de mineros invadieron el cuartel general sinarquista en León y rescataron unos documentos que señalaban que Schreiter, igual que Isaac Guzmán Valdivia, habían sido también fundadores de la UNS.

Guzmán Valdivia, cuyas ideas se pueden analizar en sus libros El destino de México y Nuestra reconquista, estuvo involucrado con las organizaciones de la derecha radical secular, de las que se sabía recibían subvenciones de los nazis (ver arriba). Asimismo, existen evidencias de que hubo cooperación entre las Juventudes Nacionalistas, organismo muy relacionado con los grupos de la derecha radical secular, y la UNS en sus primeros días, en especial la ARM; además, se ha demostrado que prominentes hombres de negocios alemanes del Bajío ayudaron a la organización en sus primeros años (27).

En conjunto, es muy difícil determinar cuánta ayuda recibió el movimiento sinarquista por parte del Eje. Como más tarde se informó:

En México circula el rumor de que los sinarquistas son financiados por los nazis alemanes y los falangistas españoles. Resulta difícil comprobar este argumento, pero es obvio que los fondos para sus numerosas actividades deben venir de algún lado; a juzgar por sus declaraciones, sus miembros son, en su mayoría, humildes granjeros mexicanos (28).

No cabe la menor duda de que entre los sinarquistas existía inclinación considerable por el Eje y sus aliados. Padilla, destacado líder del movimiento, se expresó así de Hitler:

No seríamos sinceros si negáramos la influencia que ejercieron en el sinarquismo los movimientos totalitarios, victoriosos en ese tiempo en Europa. Aquí (en México) Hitler y Mussolini se ganaron la simpatía y apoyo no sólo de los simples ciudadanos, sino también de funcionarios y políticos salientes (29).

Sin embargo, aun tomando como ciertas las muchas conjeturas en cuanto a la ayuda que dieron a los sinarquistas los agentes subversivos del Eje, dicho movimiento debe considerarse como una auténtica manifestación mexicana.

El hecho de que, en algunos aspectos sus metas corrieran paralelas con las del Eje, de que se pudo sentir atraído por los reqímenes totalitarios de Europa, y que aceptara fondos de los agentes subversivos nazis, no significa necesariamente que no fuese una organización autónoma con voluntad propia. Quizá el juicio más acertado respecto a que el sinarquismo fuese o no una quinta columna dominada por el Eje en México, haya sido uno de los primeros que se formuló:

Así como ninguna persona inteligente puede excluir la posibilidad de que la UNS, consciente o inconscientemente, sirvió a los proyectos pronazis y de otros elementos subversivos, puede también estar segura que la organización no fue creación exclusiva de tales elementos, sino que, por el contrario, tuvo su raíz en la experiencia mexicana.

Las suposiciones contrarias son fáciles de concebir pero también difíciles de confirmar (30).

La formación de la UNS fue un paso natural en la evolución de la derecha radical en México. Ni fue una herramienta creada por los agentes secretos del Eje para subordinar México a la voluntad de los alemanes nazis y los españoles falangistas, ni tampoco la mera manifestación espontánea de un grupo de católicos devotos. Es evidente que desde sus comienzos, a pesar de haber recibido ayuda y apoyo de elementos subversivos extranjeros, no existió afinidad de base entre el sinarquismo y el fascismo europeo. Un ejemplo de la buena disposición para aprovechar la ayuda del Eje, pero al mismo tiempo permanecer al margen de su dirección, lo proporcionó Salvador Abascal, a quien algunos llamaban Hitler en guaraches, cuya opinión era que el Eje podía ser de utilidad para la Iglesia y para México, pero que su ideología atea lo convertía en un posible enemigo, en el futuro, del sinarquismo.

Cuando (Hitler) haya completado su misión (la destrucción de Rusia comunista) le pasará lo mismo que a todos los instrumentos de Dios, se partirá en dos (31).

Uno de los dieciséis principios básicos del sinarquismo, programa básico del organismo, se refería especialmente al nazismo:

Rechazamos todo símbolo ajeno a nuestra nacionalidad: no queremos la cruz gamada nazi, ni tampoco la estrella roja del comunismo (32).

Todavía más tarde, después del ingreso de México y Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, muchos sinarquistas mostraron su adhesión al Eje; esto obedeció a que se consideraba a Estados Unidos, enemigo tradicional de México, una amenaza mayor a las aspiraciones de los sinarquistas, que la que podía presentar la lejana Alemania:

El triunfo nazi es necesario, ya que así nos liberaremos del yugo que nos ha impuesto Norteamérica (33).

Además, mucha de esa supuesta colaboración del Eje fue pura especulación de la izquierda mexicana.

Las publicaciones de la época revelan que hay algo de cierto en la declaración de Juan Ignacio Padilla, ya que afirman que durante los días del pacto entre Hitler y Stalin la UNS fue atacada sólo ocasionalmente, y en especial como una organización de fanáticos religiosos y conservadores reaccionarios. Sin embargo, cuando sobrevino el repentino ataque contra la URSS, los sinarquistas fueron transformados, por sus oponentes de izquierda, en nazifascistas hechos y derechos, siendo los más vociferantes los marxistas que dirigían la CTM, como Vicente Lombardo Toledano y Alejandro Carrillo (34). Estos detractores del sinarquismo sostuvieron el argumento de que los gastos de la organización sólo podían explicarse con el apoyo nazi; pero la Iglesia, que apoyó al sinarquismo, no carecía por entero de recursos; no faltaban tampoco mexicanos acaudalados dispuestos a ayudar, como los hacendados que al verse amenazados por los adelantos logrados por Cárdenas en la redistribución de las tierras, deseaban contribuir pródigamente con dinero a la causa que sería su salvación. Un ejemplo de estos últimos es el padre de José Antonio Urquiza -a quien se atribuye la fundación de la UNS- que fue un terrateniente sumamente adinerado del Bajío y que gastó miles de pesos para sostener el sinarquismo (35).

Quizá más importante que toda la ayuda financiera que el movimiento sinarquista recibió de los nazis alemanes, de los fascistas italianos o de los falangistas españoles, haya sido el papel que representaron estos movimientos derechistas como un modelo para el sinarquismo. Las características exteriores del sinarquismo, similares a las de los camisas pardas de Alemania, de los fascistas de Mussolini y de los falangistas, se explicarán cuando se trate del desarrollo del sinarquismo. Sin embargo, cabe subrayar ahora que mucha de la crítica que asociaba la UNS con las ideologías totalitarias nazis o de otros lugares de Europa, obedeció a ciertas apariencias exteriores adoptadas por los sinarquistas. Por ejemplo, la UNS tenía una estructura jerárquica y militar; supuestamente sus miembros debían ataviarse con el uniforme oficial (esto lo hicieron un puñado de ellos, tal vez porque la mayoría vivía en tal miseria que no les permitía comprar el uniforme); adoptaron también un saludo que consistía en extender el brazo derecho, con la palma hacia abajo y, por último, usaban un brazalete con la insignia sinarquista.

El jefe de la UNS era evidentemente su líder incondicional y rendía cuentas únicamente a Dios. Igual que al Führer, se le consideraba dictador absoluto del movimiento sin que a la estructura de la organización se incorporara restricción alguna a su autoridad. Tal vez la actividad más característica de los sinarquistas durante sus primeros años fueron sus movilizaciones, las cuales consistían en varios miles de sinarquistas que inesperadamente, tras un plan y coordinación cuidadosa. comenzaban a marchar dentro de un pueblo saliendo de todas direcciones hacia la plaza central ocupando ésta para participar en un mitin masivo al término del cual se dispersaban rápidamente y con mucho orden; muchos que los observaron afirmaban que la minuciosa planeación y eficacia con que realizaban estas movilizaciones sólo podían ser producto de la perfección teutónica; otros profetizaban que eran los ejercicios preliminares de la versión mexicana de la mussoliniana Marcha a Roma.

Al enfrentarse por primera vez, luego de los arreglos de 1929, con una reinsurgencia antieclesiástica, la Iglesia reaccionó estableciendo la Legión en 1932. Más tarde, conforme la presión creció, la jerarquía desplegó sus esfuerzos para contrarrestarla estableciendo la Base, que sirviera de vehículo para lograr una unidad consistente entre los sectores de la sociedad mexicana que simpatizaban con la Iglesia.

Cuando Cárdenas decidió acelerar sus planes de ganarse al campesinado mexicano, último baluarte de la Iglesia en la sociedad mexicana, los campesinos no se convertían todavía en defensores del gobierno como beneficiarios de la redistribución de tierras, así que los católicos tomaron medidas para movilizarlos con el fin de defender su último bastión. Fue entonces que se formó el movimiento sinarquista.

Para fines de 1936 muchos miembros de la Base se desilusionaban de las actividades de la organización; algunos de los más militantes y menos dóciles la abandonaron para unirse a las guerrillas de Rocha en las montañas; otros, simplemente se decepcionaron de todo el asunto y abandonaron sus puestos.

Durante este tiempo varios jóvenes del Bajío, de los cuales tal vez Urquiza fuese la figura dominante, realizaron varias asambleas en las que discutían las maneras de solucionar la situación; el grueso de estos participantes eran abogados, hijos de los hacendados de la región, que habían recibido su educación profesional en la Universidad de Guanajuato (36).

El grupo finalmente decidió buscar la aprobación de la Base pará formar una organización nueva, más activista; para tal efecto Urquiza fue enviado a la ciudad de México para hacer dicha petición al alto mando (37).

Este grupo de jóvenes estaban disgustados con la dirección de los asuntos de la Iglesia respecto a lo que se consideraba como la severa persecución por parte del gobierno:

Hemos visto las concesiones que la jerarquía ha concedido al gobierno secuaz (durante el régimen de Cárdenas), impulsada por su buena fe en la sinceridad y rectitud de sus opresores. Hemos visto también los avances ininterrumpidos e irremediables de los enemigos del catolicismo (38).

Ésta era la exhortación, otra vez, de la LNDLR y del movimiento cristero no reedificado. Sin lugar a dudas, la jerarquía se dio cuenta de que tenía que encontrar una salida, dentro de los límites que consideraba prácticos, para estos católicos militantes.

Luego de la aprobación del alto mando, se realizaron mítines preliminares en León para establecer la organización. José Trueba Olivares, que se convirtiera después en el ideólogo del grupo, proyectó los dieciséis principios de su programa; Urquiza fue postulado por la mayoría para ocupar el cargo de jefe máximo de la organización; sin embargo, supuestamente a causa de su personalidad y del hecho de que era torpe para hablar, no aceptó el honor que le proponían y en su lugar solicitó que consideraran a Salvador Abascal, a quien conocía desde su juventud en el vecino Estado de Michoacán (39).

Así pues, mandaron llamar a Abascal de Morelía, pero resultó ser demasiado apasionado y violento; se supone que el alto mando se opuso a que ocupara el cargo ya que, aunque la UNS se había formado para ser militante y activista, estaba consagrada al pacifismo. El objetivo del organismo era excluir toda posibilidad de que los católicos se levantaran nuevamente en armas en defensa de la Iglesia, como lo habían hecho en forma tan desastrosa en la rebelión cristera.

Finalmente, el 23 de mayo de 1937, los miembros originales de la organización eligieron a José Trueba Olivares como el primer jefe nacional: la Base aprobó su elección (40).

Desde su fundación en este tiempo por el liderazgo local de la Base en Guanajuato, la UNS fue dirigida por Antonio Santacruz, cabeza del alto mando, que era de quien los líderes sinarquistas recibían las órdenes y el dinero que otras manos proporcionaban al movimiento sinarquista para su manejo (41).

Como organización, la Iglesia no mantuvo relaciones con la UNS: la Base era el único organismo que unía la jerararquía eclesiástica con las diversas organizaciones religiosas. Era de suma importancia que no hubiese evidencias de colaboración entre la UNS y el clero, por lo cual la Iglesia controlaba a los sinarquistas solamente aconsejando a los líderes de la Base: éstos, a su vez, dictaban las órdenes a la UNS.

Los sacerdotes que aconsejaron a estos legos, cumplieron con su misión de manera extraordinariamente discreta e inteligente, ya que trataban un asunto en el que la Iglesia no tenía, supuestamente, nada que ver, y su papel era sólo de consejeros, y lo cumplieron con tanta habilidad que nunca se conoció su intervención.

Eran totalmente diferentes a los asistentes (los consejeros eclesiásticos de la Acción Católica) que podían imponer sus decisiones. Ellos pudieron hacer valer sus puntos de vista solamente mediante su competencia natural y sobrenatural, porque no podían recurrir a ninguna autoridad. Lograron su cometido con una gran destreza (42).

Aunque el control de la Iglesia sobre el sinarquismo fue necesariamente sutil, la marcada afinidad entre los dos pronto llegó a ser evidente: esto obedeció a que las prácticas y política de la organización nunca discreparon de las de la Iglesia, y a la gran insistencia de algunos miembros del clero por ayudar y defender al movimiento, no obstante que las órdenes de sus superiores eclesiásticos fueran contrarias:

En tanto que oficialmente la Iglesia no se adhiere al sinarquismo, casi no cabe duda de que los sacerdotes rurales simpatizan con el movimiento y que incluso lo han alentado y aconsejado (43).

Seguidamente se publicó cierta correspondencia en la que se comprobaba que varios párrocos habían cooperado activamente con la UNS y que en ocasiones habían usado a la Acción Católica para ayudarla, sin tomar en cuenta en absoluto la oposición jerárquica a tal actitud (44). Esta práctica estuvo tan propagada que hasta el arzobispo Martínez tuvo que admitir que muchos sacerdotes, en particular en el campo, apoyaban el movimiento porque se adhería a los principios de la vida cristiana (45).

Aunque en un principio este apoyo lo dieran los párrocos, algunos de los personajes más altos de la Iglesia ofrecieron su ayuda también. Según lo dijo un observador de la UNS:

El sinarquismo no ha mantenido relaciones políticas con el clero en su totalidad, pero va más allá de cualquier duda que algunos prelados, individualmente, ayudan a los sinarquistas en sus tareas de reclutamiento y organización (46).

C. Ideología sinarquista

Para conocer la ideología sinarquista debe tomarse en cuenta que aunque tuvo elementos de la ideología fascista, de hispanidad y ultranacionalismo, el sinarquismo fue ante todo y fundamentalmente católico romano. Como el movimiento estaba dirigido principalmente por sacerdotes -jesuitas en particular- tuvo una orientación esencial para rendir obediencia al Papa: fue por eso que todos los sinarquistas, sus líderes en especial, hicieron los votos religiosos con un sentimiento de haber ingresado a una especie de sacerdocio seglar semejante al del Opus Dei.

De acuerdo con esta orientación general, lo básico de la ideología del movimiento era luchar por el establecimiento. de una teocracia, en la cual la sociedad estuviese regida por las leyes de Dios, tal y como las exponía su Iglesia.

El sinarquismo repudia dos estupideces: las pugnas entre los gobiernos y la creencia religiosa, y la disposición gubernamental de quitarle a la política su carácter divino (47).

Como afirmara el máximo dirigente del sinarquismo:

Ni el derecho de sucesión en una monarquía hereditaria, ni el voto de los ciudadanos en una democracia, son las verdaderas fuentes de autoridad ... No existe autoridad alguna que no proceda de Dios ... Por lo tanto, el orden social y económico debe subordinarse a la instrucción moral y dogmática de la Iglesia (48).

Ninguna ideología es más totalitaria potencialmente que la de una religión, y al pretender establecer un Estado teocrático los sinarquistas abogaban por la institución de un régimen omnipresente en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos.

Es necesario que Cristo gobierne en las leyes, en los palacios de gobierno, en los hogares, en las escuelas, en los medios de difusión de ideas: libros, periódicos, cines, radio; en el vestir, en la calle, en los comercios, en las fábricas y en el campo (49).

Los sinarquistas llamaban a esta teocracia que pretendían establecer en México el orden social cristiano, el tipo de sociedad que daría paso a la justicia social, como la concebían los papas desde finales del siglo XIX.

Para conseguir esto se consideró necesario que el sinarquismo fuera poderoso para poder cumplir su misión:

El orden social cristiano propone la subversión de todos los regímenes sociales y políticos que hoy en día gobiernan al mundo; ninguno de ellos corresponde a los dictados de Cristo. Para implantar el reino de Cristo en México la Iglesia confía en sus soldados auxiliares (es decir, los sinarquistas) (50).

O como Juan Ignacio Padilla lo expresó más concisamente:

Conquistaremos el poder; recristianizaremos el poder en México; somos la contrarrevolución política; nos encaminamos hacia la implantación de un orden social cristiano (51).

De acuerdo con esta actitud, los sinarquistas evitaban dar la apariencia de querer conquistar sólo el gobierno; su objetivo era un cambio fundamental en la sociedad mexicana:

La Unión Nacional Sinarquista no desea para México simplemente un cambio de hombres en el poder, si esto quisiera ya lo hubiera hecho; por lo que la Unión Nacional Sinarquista lucha es por un cambio radical y definitivo en nuestro país (52).

Para lograr este orden social cristiano los sinarquistas querían instituir un Estado colectivo, mismo que traería armonía a la sociedad porque representaría los intereses de todos los sectores de aquélla y estaría en conformidad con la ley divina. Este Estado corporativo sería una adaptación moderna de la sociedad medieval que los sinarquistas veían con nostalgia y anhelo. Su punto de vista social estaba concretado en el concepto religioso medieval de una sociedad orgánica en donde todo estuviese bien reglamentado y todos mantuviesen su lugar. En dicha sociedad se abolía todo individualismo, teóricamente, y cada persona funcionaba como una simple célula en un cuerpo humano sin ninguna identidad propia. Naturalmente, no existiría movilidad social, igual que en el cuerpo humano Dios ordena que una célula de un dedo sea eso no preocupándose, por ejemplo, en luchar para convertirse en una célula del cerebro. Además, una fluidez dentro de la sociedad sería visto como un fastidio y una anarquía, y después de todo el nombre mismo del movimiento implicaba lo contrario (sinarquismo es un derivado del griego que implica con orden o sin anarquía). Esta era una ideología predecible para un movimiento formado por peones indigentes y analfabetos, y guiado por una élite de sacerdotes y grandes terratenientes.

Para los sinarquistas la civilización ha estado en constante decadencia a partir de la época dorada, la Edad Media.

En la cima del teacentralismo universal logrado por la humanidad en la Edad Media -siglos XII y XIII- el hombre llegó a tener su máxima capacidad creativa como consecuencia de su íntima unión con la divinidad (53).

Para estos católicos devotos del sinarquismo, acosados por el caos y el trastorno de la Revolución Mexicana y que se enfrentaban con la complejidad de la vida del siglo XX, aquellos viejos tiempos de un pasado bien ordenado y tranquilo, tiempos de paz y tranquilidad, en perspectiva representaban una esperanza para su tranquilidad.

Para poder restaurar esta época dorada, cuando la sociedad estaba estructurada de acuerdo a los dictados de la ley natural y divina, era necesario establecer un nuevo orden social cristiano, cuyo vehículo más lógico para lograrlo era la hispanidad, puesto que fue durante la época en que el imperio español, bajo el reinado de Carlos V, extendió más sus dominios, que el centralismo teocrático que ellos tanto añoraban, había logrado su máxima extensión geográfica.

El 12 de octubre de 1492 nació la Hispanidad, es cuando España abrió el primer ciclo de la historia universal (54).

En base a este concepto consideraban ellos al siglo XVI como el periodo ideal de la historia de México.

La Colonia fue para nosotros un fértil periodo medieval en que nuestras razas se unieron en íntima comunión con la majestad del Dios católico, que vino a alimentar no a devorar, recibieron de la España misionera la síntesis del progreso logrado por el Renacimiento (55).

Los sinarquistas consideran que México se originó con la conquista española. Repudiaban el indigenismo que alcanzó tanta popularidad durante el régimen de Cárdenas y sostenían vehementemente que el pasado español de México estaba por encima de su herencia indígena: así, consideraban a Hernán Cortés, y no al cura Hidalgo, el padre de la patria porque había sido él, con la conquista, quien había traído el catolicismo a México.

El catolicismo es el padre y la esencia de México: pero en relación a los hombres, el primer padre de la patria es Hernán Cortés (56).

La gloria que tuvo España en el siglo XVI, y que toda Europa tuvo en siglos anteriores, duró poco tiempo.

Lutero ... negó la autoridad espiritual suprema del Papa romano, rompiendo la unidad espiritual y religiosa de Europa; el fruto de esto fue la destrucción absoluta de la unidad política del mundo occidental. La rebelión de Lutero fue el nacimiento del protestantismo, que es la rebelión en contra de la autoridad visible de Cristo, establecida por él en la Tierra mediante el gobierno de la Iglesia militante: la rebelión en contra del vicario de Cristo fue, naturalmente, una gran rebelión en contra del mismo Cristo (57).

Esta desintegración fue seguida de una gran desunión política que alcanzó su plena madurez con la Ilustración en el siglo XVIII. La doctrina del liberalismo surgió de la Ilustración, y fue promovida por los masones ateos y los judíos materialistas. En estas dos fuentes se puede encontrar la destrucción de la sociedad colonial ideal.

Por lo tanto, los sinarquistas pensaban que el periodo ideal de la historia mexicana había sido el siglo de la conquista, la cual había concluido ruda y prematuramente a causa de la penetrante influencia del liberalismo. El comienzo de la decadencia del imperio español se puede explicar por el establecimiento de una monarquía extranjera en España: la Casa de Borbón, en 1700, que reemplazó a la Casa de Habsburgo. La nueva dinastía estaba contaminada por el liberalismo que trajo consigo de Francia, por lo que la francmasonería extendió sus malignos tentáculos hacia todas las instituciones españolas.

Los tres últimos virreyes de la Nueva España eran masones; cuatro quintas partes de los oficiales españoles guarnecidos aquí, también lo eran (58) ...la masonería, siempre dirigida por el judaísmo, se infiltró en la nobleza española (59).

La influencia del liberalismo francés y la masonería llegaron a su cúspide con el reinado de Carlos III (1759~ 1788 ) durante el cual se expulsó a los jesuitas de los dominios españoles. Los sinarquistas mantenían que, desprovisto de sus maestros jesuitas, el imperio español decayó en el curso de una generación y produjo la independencia. Este no es un argumento fuera de lugar si se considera el papel que desempeñaron los jesuitas en la organización y dirección del movimiento sinarquista.

Con la excepción del benigno interludio de la monarquía de Iturbide, la historia de México, desde la independencia, según los sinarquistas, ha ido por un largo camino de franca decadencia, y trágico para el país: desde Iturbide, México ha estado evidentemente dirigido por la masonería, que es el instrumento oculto en manos ... fundamentalmente de los judíos norteamericanos (60).

Quizá quien los sinarquistas consideran su enemigo supremo fue Benito Juárez, quien implantó el liberalismo en México con el movimiento de la Reforma de mediados del siglo XIX.

Más viles que las acciones (de todos los demás) fueron las de Juárez y Ocampo. Juárez fue un traidor a nuestra nacionalidad (61) Del enciclopedismo francés ... pasamos a nuestra Reforma, estilo Juárez, o sea, la de los indígenas astutos, traicioneros y sirvientes de las logias y de los intereses norteamericanos (62).

La codificación del liberalismo en la Constitución de 1857 se considera como el peor mal de la Reforma: esta separación sancionada de la Iglesia y el Estado, estableció la escuela pública y permitió el divorcio.

El liberalismo consiste de una rebelión en contra de Dios en el ámbito de la política, para reforzar y extender la rebelión en el ámbito de la religión iniciada por el protestantismo en 1517 ( 63).

La Revolución Mexicana, en contra de la que luchó el sinarquismo en forma directa y absoluta, se consideraba como un paso natural dentro de la evolución histórica después del liberalismo. El liberalismo, penúltima fase del error del orden social, causa la reacción del socialismo que pretende abolir en forma total el orden individualista (64).

La Revolución ha querido reformar a México, pero sólo lo ha deformado ... La Revolución ha intentado sumergir la naturaleza de nuestro pueblo y destruir aquello en donde descansa su supervivencia -la fe católica, las tradiciones españolas, los hogares, los pueblos, la jerarquía, el orden político cristiano, el bien común; el sinarquismo apoya estos principios y por esto, lo repetimos una vez más, se declara agresivamente antirrevolucionario (65).

La publicación sinarquista oficial exhortaba a sus lectores así:

Cuando te pregunten ¿Qué es la Revolución? responde: anarquía; ¿Qué es el sinarquismo? la Contrarrevolución (66).

Detrás del socialismo que fue característico en el México de Cárdenas se veían las fuerzas oscuras del comunismo internacional. Por un giro curioso en la lógica, en el cual los sinarquistas unieron su catolicismo y ultranacionalismo fanáticos, el padre del comunismo, la Rusia soviética, se unió con el tradicional enemigo nacional de México: Estados Unidos. Creían que el lazo entre estos dos poderes aparentemente dispares eran los judíos internacionales.

El comunismo soviético y el capitalismo norteamericano son manifestaciones de la misma revolución ... cuyo cuerpo se localiza en el judaísmo fanático, y cuyos frutos surgieron de la Revolución Francesa, de la Revolución Mexicana y de la Revolución Rusa /67).

La idea que vinculaba el comunismo internacional, procedente de la Rusia soviética, con el liberalismo-capitalismo, personificado por Estados Unidos, era el materialismo del cual los judíos eran sus más fervientes exponentes. La verdadera esencia del marxismo, su alma, es la misma que la del liberalismo: la negación de Dios, el materialismo (68).

Conociendo esta ideología no puede sorprender que para algunos observadores el sinarquismo se preocupaba relativamente poco por el fascismo; de hecho, el sinarquismo abunda literalmente en ejemplos de acusaciones contra el fascismo (69). Lo que pasa es que los sinarquistas consideraban al fascismo como una amenaza menor en comparación con la amenaza inmediata del comunismo internacional, que trabajaba activamente sirviéndose de la Revolución Mexicana como instrumento, especialmente bajo Cárdenas, y la amenaza tradicional del imperialismo norteamericano, que se había adueñado de una gran parte del territorio mexiano.

Ahora bien, aunque el nazismo de Alemania y el fascismo de Italia se reconocían cpmo movimientos totalitarios, y por lo tanto como una amenaza potencial para el catolicismo y para México, eran considerados un peligro distante. No obstante. a causa de esta subestimación de la amenaza del fascismo, y más especialmente en virtud de la adopción de algunos adornos externos de los movimientos fascistas, el sinarquismo fue atacado constantemente por los izquierdistas mexicanos por ser el lacayo del fascismo, principalmente de los elementos subversivos nazis (70).

Los sinarquistas repudiaron repetidamente los cargos que les atribuían, pero sus protestas nunca fueron escuchadas.

Nosotros simplemente negamos la acusación; Alemania basa sus pretensiones en una superioridad y predominio racial, en la unidad y pureza de la raza aria; este principio, aparte de ser científicamente falso, es antinatural y completamente inaplicable al pueblo de México. México es una nación mestiza y como tal demuestra muy claramente su protesta en contra de esas pretensiones de superioridad racial (71).

Aunque a los dirigentes sinarquistas se les acusa de ser los más pro fascistas, Salvador Abascal declaró, justo antes que México ingresara a la guerra:

El nazismo, que es específicamente una revolución hermana, hija legítima de la revolución protestante de Lutero, no puede ser nuestro modelo; ni lo puede ser tampoco el fascismo que, igual que el nazismo, consiste en la deificación de una raza o de un gobierno (72).

Abascal declaró también que Hitler es un enemigo de Dios; su teoría es bárbara, anticristiana y fundamentalmente falsa (73). Aunque existió este antagonismo inherente entre el nazismo y el fascismo, por una parte, y el sinarquismo por la otra, no sucedió lo mismo con el falangismo.

Además de las cosas que tenía en común con el nazismo y fascismo, como su anticomunismo y antisemitismo, el sinarquismo tenía en común con el falangismo su catolicismo básico y su concepto mutuo de hispanidad; por lo tanto, los dos movimientos tuvieron una área de choque muy pequeña, excepto por su respectivo nacionalismo. De hecho, el sinarquismo siguió en un alto grado de modelo del falangismo: el sinarquismo se refería a su fundador, José Antonio Urquiza, por su nombre de pila, igual que los falangistas se referían a su fundador José Antonio Primo de Rivera; ambos murieron en manos del enemigo cuando comenzaba a extenderse su movimiento y ambos fueron llamados después El Ausente. Naturalmente, la causa nacionalista en la guerra civil española recibió el firme apoyo de los sinarquistas. Franco, como líder de los nacionalistas, fue sumamente admirado por los sinarquistas (74).

D. Métodos y organización del sinarquismo

Aunque el sinarquismo no constituyó un partido político, ni votaba en las elecciones (hasta 1946), ni tenía armas tampoco, su objetivo era conquistar el gobierno. Aparentemente esto lo lograría consiguiendo una cantidad tan grande de seguidores que asegurara el éxito de una revolución.

Hay muchas referencias en su literatura que indican que serían capaces de recurrir a la violencia de ser necesario para lograr su objetivo (75).

Los sinarquistas tomaron como guía la experiencia cristera: ... constituye el puntal, el glorioso antecedente del sinarquismo ... (76). Según ellos, el fracaso cristero se debió a que no tuvo dirección: la táctica guerrillera, adoptada por cada jefe, era anacrónica e inadecuada. Aunque murieron heroicamente, su revolución no tuvo éxito militarmente hablando porque les faltó el ingrediente esencial: unidad en la planeación, en la jerarquía y en el mando (77).

Se anticipaba que, mediante la organización de la Base y la estructura militar~política de la propia UNS, estas deficiencias de los cristeros serían superadas y que su causa alcanzaría la victoria.

La organización de la UNS consistía en un jefe nacional, un subjefe y un comité nacional de diez miembros, todos nombrados por el alto mando de la Base: ostensiblemente el jefe nacional era el dictador absoluto de la organización.

Por abajo de este liderazgo nacional había una estructura casi idéntica a niveles regionales y municipales, de modo que, en el caso de los municipios, por ejemplo, el comité dirigente constaba de siete miembros:

1) un jefe municipal;
2) un secretario de asambleas;
3) un tesorero;
4) un secretario de propaganda;
5) un secretario de organización y estadísticas;
6) un secretario de Acción Juvenil, y;
7) un secretario de Acción Femenina (78).

Aparte de esta jerarquía de la UNS, los socios ordinarios se agrupaban en formaciones militares: la unidad básica era un cuadro que constaba de treinta hombres. Tres de estos cuadros, junto con su personal, componían una centuria, y tres de estas formaban una compañía.

En toda la estructura del sinarquismo era de capital importancia la disciplina y la obediencia estricta a las órdenes:

Han aprendido a seguir a ciegas a sus líderes ... Entre nosotros no hay discrepancias y es ahí donde estriba nuestra fuerza: sin nuestra disciplina y nuestra lealtad hacia el jefe, el sinarquismo es nada (79).

La naturaleza estrictamente autoritaria de la organización no fue accidental. el Folleto para jefes estipulaba:

No debe haber discusiones en las asambleas; todas las decisiones las debe tomar el jefe ... La regla general y absoluta es que ningún asunto debe ser sujeto a votación en la asamblea (80).

En donde mejor se manifiestan los resultados de esta disciplina de hierro es en las asambleas de los sinarquistas. Durante sus movilizadones se podía ver aparecer en las afueras de una ciudad a varios miles de ellos marchando en perfecto orden, hacia la plaza central, estar de pie en formación de desfile, llegando a permanecer en ocasiones hasta horas, escuchando huecos e interminables discursos, y luego, a una señal dispersarse súbitamente y desaparecer sin dejar rastro ni una envoltura de goma de mascar, ni una pequeña cáscara de naranja. La eficiencia y coordinación de estas movilizaciones eran el orgullo del movimiento, pero eran señaladas por sus detractores como una forma sospechosa de actuar, poco afín a la realidad mexicana.

E. Los primeros años del sinarquismo, 1937~1941

El sinarquismo era una cruzada; exigía fanatismo de sus miembros. Es fácil apreciado en las Diez normas de vida para los sinarquistas:

1) Negarse a lo fácil y cómodo de la vida.
2) No esperar que nuestra lucha sea fácil o tranquila.
3) No esperar recompensa o gratificación; los sinarquistas trabajan para Dios y para México.
4) Vigilar todas tus pasiones si es que verdaderamente quieres salvar a México.
5) Cuida que tu vida privada sea intachable.
6) ...
7) Nunca te quejes de tus jefes.
8) Debes tener una profunda fe en la victoria. Comprender que esta lucha no puede ser derrotada y que la sangre y sufrimiento nos darán la victoria. Si no crees firmemente que el sinarquismo es un movimiento predestinado a salvar a México no puedes ingresar al sinarquismo.
9) Ten confianza en ti mismo.
10) Si te sientes pequeño, incapaz y débil, recobra tu fuerza pensando que Dios está contigo y que jamás te abandonará (81).

Todo miembro nuevo estaba sujeto a un periodo de prueba durante el cual se le observaba y se probaba su fidelidad: tenía que dar un diezmo a la organización y, como es característico de muchos grupos de fanáticos, se le exhortaba a dejar de fumar y consumir bebidas alcohólicas.

Luego de la fundación del movimiento en mayo de 1937, los miembros originales salieron a propagarlo: éstos eran todos jóvenes menores de 32 años, sin nadie que dependiera de ellos y que habían sido preparados para dedicar sus vidas al sinarquismo. Los sinarquistas tienen un programa franciscano y tácticas jesuitas (82). Estos jóvenes sinarquistas cumplirían su misión viajando solos de pueblo en pueblo difundiendo su evangelio: al llegar a cada comunidad se dirigían primero al párroco para que él les indicara quiénes eran los católicos más devotos y confiables en la localidad: posteriormente se reunían con esos individuos y, si tenían éxito, establecían una célula sinarquista secreta que se encargaba de formar una organización sinarquista hecha y derecha.

Estos misioneros, para estar a tono con sus prácticas estilo franciscano, no recibían pago alguno, y sus alimentos y hospedaje dependían de la generosidad de los católicos locales (83).

Mediante estos procedimientos el sinarquismo fue capaz de crear una organización popular muy poderosa, y mientras tanto, cuando menos, causaba un conflicto al gobierno nacional. El sinarquismo obtuvo un control indirecto en muchos pueblos y ciudades: no obstante, durante sus primeros años creció muy lentamente en virtud de que no contaba con fondos suficientes y por la represión del gobierno cuando trató de ir más allá de su base en Guanajuato.

En noviembre qe 1937, la policía invadió el cuartel general sinarquista y acto seguido el_gobernador de Guanajuato desterró del Estado a José Trueba Olivares y a Manuel Zermeño, jefe y subjefe de la organización. Para fines de 1937 se habían afiliado cerca de 5000 miembros (84), y comenzando la segunda mitad del año de 1938 la organización experimentó un crecimiento significativo, aunque no espectacular. En junio del mismo año se inició la publicación de una revista mensual, Sinarquismo, su órgano oficial (85).

Conforme empezó a divulgarse el mensaje de la nueva organización, los eternos defensores de la Iglesia se entusiasmaron y comenzaron a unírsele:

una gran cantidad de antiguos cristeros ... ingresaron llenos de pasión y coraje a las filas del sinarquismo (86).

Como resultado, entre mayo de 1938 y mayo de 1939, el número de miembros se triplicó de 10000 a 30000. Sin embargo, estos logros fueron insignificantes si se comparan con el crecimiento que alcanzó durante el año siguiente, en que aumentó el número en más de un 600 por ciento, a cerca de 200 000 soldados: este crecimiento espectacular se puede atribuir tanto a causas internas como externas.

Internamente, el estruendoso crecimiento del sinarquismo durante 1939 y 1940, puede explicarse como resultado de la influencia del hombre que llegó a ser el líder más importante que jamás tuvo el movimiento sinarquista: ese hombre fue Salvador Abascal, quien dio al movimiento un entusiasmo y una vitalidad que lo impulsó hasta convertirlo en fuerza política de importancia nacional. Su espíritu militante dio al sinarquismo un nuevo giro; bajo su férula las actividades fueron febriles, intensas y audaces.

Abascal vino al mundo en el mismo año en que estalló la Revolución Mexicana, y casi toda su vida estuvo dominada por su antagonismo en contra de la Revolución. Nació en Valle de Santiago, en el Bajío, en mayo de 1910. En consecuencia, sus años de formación, los primeros diez de su niñez, transcurrieron paralelos a la década caótica de la Revolución, cuando México y, no menos, el Bajío eran atormentados por desórdenes civiles y derramamientos de sangre. Sus primeros recuerdos fueron todos de la violencia revolucionaria (87).

Abascal perteneció a una familia de hacendados desposeídos por la Revolución. Cuando tenía cinco años, su familia tuvo que mudarse a Morelia, capital del Estado vecino de Michoacán, en donde su padre ejerció como abogado, logrando posición desahogada. A la edad de nueve años Abascal ingresó al seminario local, en donde cursó cinco años de instrucción; sin embargo, antes de comenzar el último curso, ya para entrar al sacerdorio, decidió que no tenía vocación, así que abandonó el seminario y se matriculó en la Escuela Libre de Derecho de la ciudad de México, en donde recibió su título en 1930. Recién egresado, aceptó el trabajo de juez menor en un pueblo remoto de Guerrero, puesto que conservó sólo por seis meses. Después sus detractores dirían que lo habían destituido por incompetente, y él argumentaba que se debió a su negativa de hacerse cómplice de los abusos y corrupciones que practicaban los políticos locales. Como haya sido, fue transferido a un pueblo aún más remoto del mismo Estado, en donde sólo duró unos pocos meses antes de regresar a casa de su familia en Morelia, donde se dedicó a la práctica jurídica privada en 1931.

Abascal descendía de una familia católica muy devota; su padre había sido uno de los organizadores de la Sociedad de la U. que sirvió de núcleo para los rebeldes cristeros (88). El futuro jefe sinarquista afirma no haber participado nunca en la ACJM o la LNDLR. Sin embargo. durante su niñez y los años en el seminario estuvo saturado de una fe ciega en el catolicismo que aparentemente nunca se debilitó, y aun en años posteriores, cuando estuvo a la cabeza de los sinarquistas, manifestó contar con todas las características del verdadero creyente (89).

No fumaba ni bebía licor, ni iba al cine, al teatro o a bailes por considerarlo, al igual que los cabarets, billares, tabernas y albercas, totalmente inmora1 (90). Quizá su filosofía y su personalidad se puedan resumir en su declaración de que:

Después de mi amor por la Iglesia y por mi patria, que tanto he cultivado y amado, está mi odio por las leyes yancófilas, masónicas, anticatólicas y antimexicanas de Benito Juárez ... (91).

Cuando se reanudó el conflicto entre la Iglesia y el Estado en 1932, Abascal aumentó sus actividades en favor de la Iglesia; formó el Círculo de Estudios Vasco de Quiroga orientado para divulgar propaganda procatólica, compuesto en su mayoría por estudiantes de Morelia. En 1935, en viaje a Guanajuato, conoció a José Antonio Urquiza, quien lo presentó a José Trueba Olivares y Manuel Zermeño. Los cuatro, identificándose profundamente, formaron una asociación solidaria, compuesta principalmente por los trabajadores de una industria manufacturera de zapatos, establecida en León.

Esta organización funcionaría después como el núcleo de la UNS (92).

Lo que Abascal ambicionaba de la UNS cuando se fundó, era que se manifieste en tono violento en contra de todos los errores y crímenes de la Revolución, y sostenía nos aprestamos a responder con violencia en contra de la violencia (93).

Urquiza y los demás trataron de convencerlo de la posibilidad de un proceder más moderado, Finalmente, en junio de 1937, cedió y se unió a la organización; quizá su decisión de dominar su temperamento apasionado y trabajar para la causa de la Iglesia, fue el resultado de la influencia que ejerció en él Luis María Martínez, quien recién había sido nombrado primado de México al llegar a ser arzobispo de México en febrero de 1937; Martínez era un viejo amigo de la familia Abascal, fue padrino de primera comunión del pequeño Salvador cuando éste tenía siete años y su profesor y consejero en el seminario de Morelia (94).

Durante los años 1937 y 1938 Abascal trabajó como organizador de la UNS, primero en su Estado natal y después en los Estados del norte; luego de haber organizado esa región, cruzó la frontera y formó otros centros sinarquistas en las comunidades de mexicanos residentes en Estados Unidos, incluyendo uno en Los Angeles en noviembre de 1937 (95).

En mayo de 1938, se dedicó al sudeste de México, donde consiguió el primer gran triunfo para el movimiento. Esto acaeció después de que el Estado de Tabasco trató de reprimir las actividades de organización sinarquista; fue entonces que Abascal organizó la primera marcha sinarquista en una ciudad, encabezando a centenares de hombres en Villahermosa. Las tropas estatales recibieron a tiros a los manifestantes y varios resultaron heridos o muertos.

El escándalo público por esta masacre obligó al presidente Cárdenas a exigir al gobierno del Estado que se abstuviese de reprimir la UNS, así como que redujese el rigor de las legislaciones antic1ericales, notoriamente represivas (96).

Aunque las medidas tomadas por el presidente puedan haber sido sencillamente una retirada estratégica, a causa de su preocupación por la rebelión de Cedillo que se estaba gestando precisamente en ese tiempo, el asunto de Tabasco, sin embargo, convenció a Abascal de la posibilidad de las marchas agresivas, mas no violentas, en particular, y de la política de resistencia pasiva en general:

Después de esta marcha cambié de opinión respecto a la ley del Talión que antes defendía ... Era necesario aceptar unos cuantos mártires muertos y no tomar represalias, porque al prímer indicio de violencia Cárdenas hubiese ordenado la disolución inmediata del sinarquismo, lo cual hubiese eliminado permanentemente la organización, ya que aún estaba en pañales y no se arraigaba en el corazón del pueblo (97).

Con la publicidad de la victoria en Tabasco el sinarquismo comenzó a crecer y en el siguiente año se triplicó el número de sus miembros; fue entonces que José Trueba fue reemplazado por Manuel Zermeño, como jefe nacional, y que Abascal se convirtió en el hombre número dos del movimiento.

En enero de 1939, Zermeño sufrió una herida de cuchillo durante una refriega en Tepic, quedando incapacitado por algún tiempo. Desde ese momento Abascal tomó muchas de las responsabilidades de la dirección del movimiento, y hasta diciembre de 1941 prevaleció como la figura dominante en la organización. En este lapso, el sinarquismo se elevó, de grupo provinciano insignificante con 20 000 afiliados, a ser la organización política más importante en el país después del partido oficial. Tuvo más de medio millón de miembros en un país cuya población no alcanzaba los 20 millones de habitantes.

Este crecimiento enorme del sinarquismo tuvo muchas causas. Quizá la más importante de ellas fue el interés político provocado por la sucesión presidencial en julio de 1940, y la desilusión ocasionada por sus resultados. También el triunfo de los nacionalistas en la guerra civil española en febrero de 1939 produjo un crecimiento general del prestigio de su pariente el sinarquismo, igual que el éxito global del Eje contribuyó para atraer a varios grupos políticos de derecha durante ese periodo.

Con todo, para el análisis de la causa del crecimiento astronómico del sinarquismo en este tiempo, debe considerarse como de capital importancia el dinamismo infundido por Abascal; él dio una cualidad mística al movimiento que lo condujo a un estado de verdadera intoxicación emocional (98).

Guiado por su experiencia de 1939 en Tabasco, Abascal inició lo que podría llamarse la era de los mártires del sinarquismo. Ésta se caracterizó por la práctica de marchas masivas en varias ciudades, desacatando las órdenes de las autoridades casi invariablemente, y procurando la persecución gubernamental. Tuvieron mucho éxito en este empeño. Durante sus primeros dos años el sinarquismo tuvo muy pocos mártires; después de instaurado el agresivo método de Abascal el número se elevó a diecisiete en 1939; en tanto que los siguientes años, 1940 y 1941, los mártires aumentaron a treinta y ocho y treinta y dos respectivamente (99).

El nuevo método de adquirir mártires comenzó en mayo de 1939, cuando se cumplió el segundo aniversario de la UNS y fue celebrado con una movilización y marcha de 10 000 sinarquistas en la ciudad de Querétaro; ésta no consiguió mártires, pero la noticia de la concentración insólita de soldados tuvo un valor publicitario muy considerable (100). Sin embargo, el no haber conseguido mártires en esa ocasión se arregló fácilmente poco después de un mes, con lo que llegó a conocerse como la Masacre de Celaya.

Cerca de esa ciudad, en una contienda de dos días con la milicia rural reservista del gobierno, trece sinarquistas resultaron muertos y muchos más heridos. Entre los que cayeron entonces estaba Teresa Bustos, la primera mujer mártir, quíen se unió a José Antonio Urquiza, muerto en abril del año anterior, en su santidad sinarquista.

En las seis semanas inmediatas a la masacre se registraron 10 000 nuevos miembros, muchos de los cuales como resultado de la publicidad que ésta dio al movimiento (101).

Después de lo de Celaya, las marchas sinarquistas se realizaron muy a menudo, en especial a finales de 1939, alcanzando pronto un elevado número mensual. Su tamaño fue creciendo gradual pero constantemente, y su distribución comenzó a ampliarse hasta las regiones fuera del Bajío (102).

Para julio de 1940, cuando se efectuaron las elecciones presidenciales, el sinarquismo había crecido y contaba ya con 250 000 miembros. Al mes siguiente Abascal fue promovido a jefe nacional. Durante la campaña presidencial la UNS permaneció estrictamente al margen; desde sus comienzos había negado ser un partido político o tener cualquier ambición electoral. Proclamaban que bajo las circunstancias prevalecientes toda elección sería una farsa y que el sinarquismo prometía no dar la apaEn los meses siguientes después de la elección, pareció inminente una rebelión planeada por el candidato derrotado, Juan Andrew Almazán, y todo pareció indicar que México se encontraría una vez más hundido en el caos. El sinarquismo ofrecía un recurso para manifestar oposición sin tomar las armas, y el carisma de Abascal proporcionó a miles de campesinos mexicanos un hombre a quien seguir.

Entre julio y diciembre de 1940 la UNS volvió a duplicar el número de sus miembros, de 250 000 a 500 000.

Durante su periodo como jefe máximo, Abascal llevó al sinarquismo a un grado febril de militancia. Anunció que haría de cada sinarquista un hombre mitad monje y mitad soldado dispuesto siempre a sacrificarse ... (103).

Durante los primeros meses de su liderazgo proporcionó al movimiento su rígida estructura militar y adoptó uniformes semejantes a los que usaban los fascistas (104).

Fue en ese tiempo que se promulgaron las Diez Normas para los sinarquistas, predicando abnegación para el soldado sinarquista.

Las marchas sinarquistas alcanzaron proporciones masivas en 1941. El triunfo culminante de estas actividades vino en mayo, cuando 20 000 sinarquistas se movilizaron en Morelia; aunqce ésta no fue de las concentraciones más grandes en tanto al número de soldados, sí llegó a ser la más famosa porque coincidió con la visita a la ciudad del presidente Manuel Avila Camacho, por cuya presencia había muchas tropas federales dentro y alrededor de la ciudad. Pero, a pesar de estar prevenidos de la marcha, no pudieron bloquear la entrada a los sinarquistas; la súbita aparición de centenares de sinarquistas en pleno corazón de la ciudad, con sus oradores denunciando a la Revolución Mexicana y al presidente que la dirigía, fue algo extremadamente embarazoso para el gobierno.

A partir de entonces, el gobierno comenzó a tomar medidas para eliminar el movimiento. Inicialmente la federación hizo muy poco por limitar las actividades de los sinarquistas, y los encuentros sangrientos que habían tenido éstos con las autoridades fueron casi siempre a nivel local, generalmente con las reservas rurales; además, el movimiento no alcanzó envergadura suficiente como para preocupar al gobierno sino hasta 1940, y durante ese año toda la atención estuvo concentrada en las elecciones, en las cuales el sinarquismo no participó.

La primera vez que el sinarquismo fue objeto de ataques en el Congreso fue en octubre de 1940, cuando el diputado Luis Ordorica Cerda, de Michoacán, denunció a la organización en un discurso. En aquel tiempo el movimiento era poco conocido en la capital (105). El diputado Félix Díaz Escobar solicitó por primera vez en noviembe de ese mismo año la disolución de la UNS por tener carácter subversivo; en enero, en carta abierta al presidente, dijo:

Sabemos que la existencia de esa organización está dirigida intelectualmente por algunos de los malos elementos del alto clero (y) terratenientes encolerizados con la Revolución porque sus latifundios les han sido expropiados para darle tierras al pueblo (106).

En los comienzos de 1941, los izquierdistas del partido oficial, en particular del sector laboral, iniciaron una campaña propagandista en contra del sinarquismo, misma que se prolongaría por varios años. Desde el principio, el centro de todos sus esfuerzos fue identificar al sinarquismo con el fascismo y tratar de retratarlo como el caballo de Troya de la subversión nazi. En marzo de 1941, el líder de la CTM, Fidel Velázquez, convocó a un congreso nacional para confrontar la amenaza sinarquista y establecer la manera de atacarlos:

Los sinarquistas ... tienen una organización militar constituida como los cuerpos de ejército, adiestrada por los agentes nazis que desde la iniciación del movimiento han participado directamente en todas las acciones de este nuevo ejército, mismo que ha tratado de destruir todo aquello que la Revolución Mexicana ha conseguido (107).

Lueqo de la marcha de Morelia acaecida la primavera de ese año, proliferaron los ataques a la UNS, y en todos lados se escuchaban exigencias de que se la eliminara.

Finalmente, a finales de julio, el presidente Avila Camacho adoptó la medida de enviar una circular a todos los gobernadores en la que atacaba la división que presentaban los sinarquistas para la nación y los exhortaba a aplicar las leyes enérgicamente al tratar con la UNS. En consecuencia, los sinarquistas tuvieron que limitar la organización de manifestaciones públicas, realizándolas únicamente con el permiso previo de las autoridades (108).

La nueva medida satisfizo sólo a unos pocos de los que exigían la eliminación de la UNS, y pronto se hizo evidente que esta tibia medida restringiría muy levemente las actividades sinarquistas. Empero, el gobierno se enfrentaba a un dilema. Debido a la naturaleza de la organización, la represión serviría exclusivamente para ayudarla.

Las persecuciones nos darán más fuerza; no tememos a las prisiones, ni a las amenazas, ni a la muerte ... (109).

Días después de la circular presidencial, un líder sinarquista declaró lo siguiente:

El gobierno no puede oponerse a nosotros, porque es incapaz de hacernos más pobres. Si somos perseguidos, estamos preparados para ello. Continuaremos clandestinamente, con reuniones secretas en los hogares, y esperaremos. Seguiremos reclutando gente ya que, después de todo, el gobierno no puede asesinar a medio millón de miembros (110).



Notas

(1) Wilkie, Ideological Conflict, p. 63; se proporcionan varios ejemplos de estos textos en Alvear Acevedo, p. 205 et seq., que ilustran los esfuerzos del gobierno por descatolizar las escuelas.

(2) Dulles, p. 626.

(3) Ibid., p. 627.

(4) F. S. González, p. 91.

(5) Lyle C. Brown, Mexican Church-State Relations. 1933-1940, A Journal of Church and State, VI (Primavera, 1964), p. 215.

(6 Ibid., p. 216; New York Times, 19 de diciembre de 1936, describe esta carta pastoral conjunta.

(7) Omega, 27 de enero de 1940.

(8) Brown, p. 217.

(9) J. I. Padilla, Sinarquismo: contrarrevolución (México, 1948), p.86.

(10) Ibid.

(11) Ibid., p. 91.

(12) New York Times, 23 de mayo de 1937.

(13) Vicente Fuentes Diaz, La aparición del sinarquismo y de Acción Nacional, El Popular, 8 de diciembre de 1943.

(14) Véase Nathan L. Whetten, Rural Mexico (University of Chicago Press, 1948), capítulo VII, para una relación detallada de la distribución de las tierras durante los primeros treinta y cinco años de la Revolución.

(15) H. F. Cline, The United States and Mexico (2da. Ed. Harvard University Press, 1963), p. 104.

(16) Ibid.

(17) Whetten, Rural Mexico, pp. 575-613.

(18) Ibid., p. 488.

(19) Ibid.

(20) M. Gill, Sinarquismo: su origen, su esencia, su misión (3a. Ed.; México, 1962), p. 142.

(21) Ibid., p. 40 et seq.

(22) Allan Chase, Falange: The Axis Secret Army in the Americas (Nueva York, 1943), p. 167 et seq., presenta también esta versión con algunas exageraciones improbables.

(23) El Nacional, 25 de agosto de 1941.

(24) Vicente Vila, Abascal: cabeza sinarquista, Así (5 de julio de 1941), p. 40. Véase Betty Kirk, Covering the Mexican Front (University of Oklahoma, 1942), p. 317, para un ejemplo del intento de propagar esta versión de la fundación del movimiento.

(25) Ledlt, pp. 294-295.

(26) Padilla, p. 214.

(27) Tiempo, 29 de mayo de 1942, p. 12.

(28) Alvadee Hutton, Según el líder Abascal, la agrupación es antinazista, Excélsior, 12 de octubre de 1941.

(29) Citado en Vicente Fuentes Diaz, Los partidos políticos en México (México, 1956), II, p. 93.

(30) Asentado en Arthur P. Whitaker (ed.), Inter-American Affairs, 1912: An Annual Survey. Number 2 (Columbia University Press, 1943), p. 29.

(31) Citado en Ignacio León, El sinarquismo y su lider, Hoy, 22 de noviembre de 1941, p. 49.

(32) Punto 7; los Dieciséis Puntos aparecieron en The Commonweal del 22 de septiembre de 1944, tomados de la publicación oficial sinarquista Orden del 12 de junio de 1944.

(33) Declaración de un sinarquista, como se cita en la Mexican American Review. marzo. 1943, p. 24.

(34) Padilla, pp. 214-215.

(35) Tiempo, 29 de mayo de 1942, p. 11 y, 22 de enero de 1943, pp. 2-7.

(36) Orden, julio, 1944, p. 15, proporciona los antecedentes de estos fundadores.

(37) Padilla, p. 85 et seq.

(38) >Ibid., p. 81.

(39) Ibid., p. 110.

(40) Ledit, p. 270.

(41) Fuentes Díaz, Los partidos políticos, II, p. 91.

(42) Ledit, p. 322.

(43) Whetten, p. 492.

(44) Esta evidencia de la ayuda prestada por los párrocos se puede ver en Gill (Ed.), pp. 210, 391; Tiempo, 19 de noviembre de 1943. p. 11.

(45) New York Times, 28 de septiembre de 1942.

(46) Fuentes Díaz, El clero y los sinarquistas, El Popular, 28 de enero de 1944.

(47) Cíta de El Sinarquista (2a. ed., 1953), p. 136 de Raymond V. Michael, Sínarquismo: A Survey of its History, ideology, Organization, and Programs (Tesis inédita de maestría, México CUy College, 1961), p. 26.

(48) Abascal, Mañana, 14 de octubre de 1944, p. 50.

(49) Abascal, Mañana, 28 de octubre de 1944, p. 50.

(50) J. R. Alvarez, El orden social cristiano: un nuevo fascismo, Tiempo, 4 de julio de 1947, p. 8.

(51) Padilla, p. 375.

(52) Orden, 31 de octubre de 1948.

(53) Padilla, p. 37.

(54) El Sinarquista, 10 de octubre de 1940.

(55) Padilla, p. 39.

(56) Abascal, Mañana, 20 de mayo de 1944. p. 34.

(57) Abascal, Mañana. 1° de julio de 1944, p. 44.

(58) Orden, septiembre de 1942, p. 25.

(59) Abascal. Mañana. 1° de julio de 1944, p. 45.

(60) Abascal, Mañana, 1° de julio de 1944, p. 45.

(61) El Sinarquista, 19 de septiembre de 1940.

(62) Padilla, p. 39.

(63) Abascal, Mañana, 1° de julio de 1944, p. 44.

(64) José de Jesús Manriquez y Zárate, El Socialismo, p. 177.

(65) El Sinarquista de 23 de mayo de 1942, citado en Kirk, Mexican Pront, p. 316, y Betty Kirk, Mexico's Social Justice Party, The Nation, CLVI, 12 de junio de 1943, p. 828.

(66) El Sinarquismo, 13 de febrero de 1941.

(67) Padilla. p. 369.

(68) Abascal, Mañana, 1° de julio de 1944, p. 44.

(69) Para ejemplos ver Orden, septiembre, 1942, p. 25; El Sinarquista, 27 de marzo de 1941; Padilla, p. 218.

(70) Para ejemplos ver Margaret Sheldd, Thunder on the Right in Mexico, Harper's Magazine (abril. 1945). passim: Skillin, A Note on Sinarqulsm, The Commonweal, XL (9 de junio de 1944). passim: Kirk, Mexican Pront, p. 127.

(71) Declaraciones de Manuel Torres Bueno, jefe nacional del sinarqulsmo durante 1941-1944 en El Sinarquista, 27 de marzo de 1941.

(72) El Sinarquista de mayo, 1941. como se cita en Padilla, p. 217.

(73) Citado en Vila, Así, 19 de julio de 1941, p. 40.

(74) Ibid.

(75) Whetten, p. 517.

(76) Padilla, p. 68.

(77) Ibid., p. 63.

(78) Whetten, p. 502 et seq., describe de un modo muy conciso la estructura de la UNS en sus primeros dias.

(79) El Sinarquista, 18 de junio de 1940.

(80) Citado por Whetten, pp. 501-502.

(81) El Sinarquista, 3 de octubre de 1940.

(82) Kirk, Mexican Front, pp. 316-317.

(83) Ledit, p. 282; véase también El Popular, 3 de septiembre de 1942, para una relación de un maestro de un pueblo de Guanajuato de cómo la UNS tomó el pueblo.

(84) Vila, Así, 12 de Julio de 1941, p. 39.

(85) Padilla, p. 129.

(86) Ibid., p. 140.

(87) Abascal, Las primeras andanzas, Abside, XXIX (1965), p. 28.

(88) Abascal, Señor cura si Dios quiere, Ovaciones, 9 de enero de 1966.

(89) Véase Eric Hoffer, The Trae Believer: Thoughts in the Nature of Mass Movements (Nueva York: Mentor Book ed., 1963), passim.

(90) León, Hoy, p. 49; Vila, Así, p. 40.

(91) Abascal, Mañana, 3 de junio de 1944, p. 47.

(92) Vila, Así, p. 40; Abascal, Mañana, 20 de mayo de 1944, p. 32, et seq.

(93) Abascal, Mañana, 20 de mayo de 1944. p. 32.

(94) Abascal, Abside, 1 (1965), p. 28.

(95) Abascal, Mañana, 27 de mayo de 1944, p. 30.

(96) Ledit, pp. 309-310, y Abascal, Mañana, 27 de mayo de 1944, p. 30, describe este encuentro.

(97) Abascal, Mañana, 27 de mayo de 1944, p. 30.

(98) Fuentes Diaz, Los partidos políticos, II, p. 92.

(99) Vila, Así, 19 de julio de 1941, p. 38; Abascal, Mañana, 3 de junio de 1944, p. 47.

(100) Padilla. p. 149.

(101) Ibid., p. 156.

(102) Ver Padilla, p. 175 et seq., para una relación detallada.

(103) Citado en Fuentes Diaz, Los partidos políticos, II, p. 92.

(104) Tiempo, 26 de diciembre de 1947, p. 4.

(105) Vila, Así, 28 de junio de 1941, p. 22.

(106) Díaz Escobar, Yo se los dejé (México, 1948), p. 1.

(107) Excelsior, 11 de marzo de 1941.

(108) El Nacional, La Prensa, Excelsior, 19 de agosto de 1941.

(109) El Sinarquista, 3 de octubre de 1940.

(110) Descrito por Kirk, Mexican Front, p. 319.
Indice de la edición cibernética La derecha radical en México. 1929 - 1949 de Hugh G. CampbellCapítulo segundo - La derecha radical secular (1929-1939)Capítulo cuarto - Las elecciones de 1940 y la derecha radicalBiblioteca Virtual Antorcha