La derecha radical en México. A. Desarrollo de la Base, 1935~1937 Ek sistema de educación socialista implantado por Lázaro Cárdenas tuvo un impacto profundo en la derecha radical religiosa en México. La Base, que abarcaba el sector de la derecha radical religiosa controlada por la jerarquía de la Iglesia, se había organizado a finales de 1934 para enfrentarse con la amenaza potencial de aquel sistema, y cuando la educación socialista comenzó a establecerse, aquélla experimentó un crecimiento enorme. Uno de los primeros pasos que tomó el Ministro de Educación de Cárdenas, fue cambiar los libros de texto para adaptarlos a normas socialistas ... (1). Se estableció un sistema de inspectores para asegurar la uniformidad ideológica. A principios de 1935, el nuevo ministro de Educación, Ignacio García Téllez, quien había declarado anteriormente que emplearía todas sus fuerzas para destruir a la iglesia católica, inauguró el Primer Congreso del Niño Proletario, y declaró que en los centros de educación gubernamentales la palabra Adiós se sustituyese por Salud, camarada (2). Cárdenas demostró desde un principio que pretendía cortar de raíz el método de autopreservación de la Iglesia cuando amenazó su sistema de educación (evangelización). El presidente Cárdenas decretó (a principios de 1935) que las escuelas privadas tendrían que impartir educación socialista o serían cerradas, y poco después declaró que únicamente el Estado podría impartir la educación primaria, secundaria y normal ... (3). Esto se convirtió entonces en una lucha entre dos entidades totalitarias; sólo en los Estados comparativamente conservadores de San Luis Potosí y Nuevo León, en donde los generales Cedillo y Almazán eran la ley, no se cumplió con el programa de educación socialista (4). Aunque el presidente Cárdenas hizo varias concesiones para apaciguar a la Iglesia desde 1935, tales como permitir que se reabrieran algunos templos y levantar las restricciones en cuanto al número de sacerdotes, en la cuestión educacional permaneció inexorable. Su actitud a este respecto se hizo evidente cuando el 29 de marzo de 1935 se produjo un motín en Ciudad González, Guanajuato, en donde el clero local incitó a los católicos fanáticos a atacar a los miembros de una comisión federal que realizaba actividades educacionales; dieciocho personas fueron muertas, y Cárdenas se trasladó inmediatamente al lugar de los hechos. Tras una investigación precipitada entró a la iglesia, subió al púlpito, defendió la educación socialista estipulada en la enmienda al Artículo 3° constitucional de 1934 y censuró enérgicamente la oposición del clero, declarando que era su política inalterable que la educación socialista alcanzara una difusión lo más amplia posible (5). La oposición sistemática de la Iglesia a la reforma del Artículo 3° se puede ilustrar con una carta pastoral firmada por el arzobispo Ruiz y Flores y otros treinta y cuatro prelados mexicanos y dada a conocer en diciembre de 1936 (6). La carta siguió las instrucciones del Papa quien previamente ese mismo año había prohibido, en forma estricta a todos los católicos, todo contacto con las escuelas socialistas, ya fuese como empleados o como padres con hijos en edad de asistir a aquéllas (7). En respuesta a la carta pastoral, Cárdenas presentó al Congreso, para su aprobación, la solicitud de un subsidio para educación sin precedentes, que incluía planes para crear 2 000 escuelas primarias en el término del siguiente año (8). Como el plan de Cárdenas para establecer un sistema de educación socialista en México progresó con rapidez, se produjo un resurgimiento de la derecha radical religiosa: durante los años de 1935 y 1936, la Base consiguió muchos miles de miembros. Sin embargo, entre éstos y otros católicos militantes crecía cada vez más la alarma por la represión a sus actividades, tal y como sucedió a principios de la década de los treinta, cuando el gobierno comenzó a retractarse de algunas de las promesas que había hecho al terminar la rebelión cristera. Este sentimiento creciente de inquietud lo describió más tarde Juan Ignacio Padilla, quien posteriormente fue líder máximo de la derecha radical religiosa. Padilla fue presentado a la Base en marzo de 1935 por un ex jefe de la LNDLR quien, como muchos de los miembros de la Liga, decidió someterse a la jerarquía eclesiástica. Era un militante fanático católico y, como la mayoría de los miembros de la Base, se unió a la organización porque ésta disponía de los medios para manifestar su total desacuerdo con el curso que estaba tomando la sociedad y la política mexicanas bajo el régimen de Cárdenas. El hecho de que la Base fuera una organización militar disciplinada, dedicada a restablecer el orden social cristiano, lo atrajo: en su opinión, el fin justificaba los medios. El camino elegido fue el patriotismo, pacífico o violento, de acuerdo a lo que la batalla exigiera. Si era necesario matar, uno mataría para cumplir con los deberes de un tiranicida (9). Según Padilla, en algunos lugares, en particular en aquellos Estados del centro tradicionalmente ultracatólicos, los miembros de la Base no estaban satisfechos con la pasividad de su organización. A medida que transcurrían los años de 1935 y 1936, miles de miembros se impacientaron, pues esperaban recibir la orden de que nos enviaran a atacar las presidencias municipales, los cuarteles y todos los puntos clave (10). Consideraban a la Base como un recurso temporal para organizar a los católicos devotos y emprender otra rebelión cristera.
Hasta dentro del alto mando de la Base existían desavenencias en cuanto a la línea de acción a tomar. Una facción abogaba por conseguir el poder utilizando todos los recursos posibles, mientras que la otra, predominante, deseaba convertir a la Base en una asociación mistico~social dedicada exclusivamente a propagar la religión (11). Sin embargo, la jerarquía clerical, que constituía la espina dorsal del alto mando, consideró que ninguna de las dos posturas resultaría práctica en ese entonces. Se daba cuenta que emprender una rebelión armada abierta no tenía posibilidades de éxito en virtud de la fuerza represiva del gobierno y que tal medida podría arruinar a la Iglesia. No obstante, se tenía que tomar en cuenta la inquietud que prevalecía en la gran masa de católicos militantes cuyas demandas para actuar llegaban a tal punto que, si no se les proporcionaba una salida para manifestar su descontento, podrían abandonar su lealtad y adhesión. Así pues, la jerarquía tuvo que apresurarse a tomar medidas para conservar el control. Fue por esto que se fundó el movimiento sinarquista, B. Formación de la Unión Nacional Sinarquista La Unión Nacional Sinarquista (UNS) fue fundada el 23 de mayo de 1937 en León, Guanajuato. Estaba destinada a ser la más grande y de mayor militancia de las muchas organizaciones y partidos políticos derechistas, tanto seglares como religiosos, que surgieron durante el régimen de Lázaro Cárdenas. Por lo tanto, resulta irónico que el mismo día en que se estableció formalmente este grupo de orientación religiosa y antigobiernista, se informara que era inminente una tregua entre la Iglesia y el Estado y que pronto habría armonía entre ambas (12). Para comprender esta organización es necesario ubicar el lugar y tiempo de su fundación dentro del marco de su perspectiva histórica, Un analista de la organización señalaría más tarde que el nacimiento y evolución de la UNS estuvieron "condicionados por factores históricos de carácter nacional e internacional (13). En relación a los primeros, la UNS se fundó en 1937 porque la Revolución Mexicana, tal como se estaba desarrollando bajo el régimen de Cárdenas, amenazaba con arrebatar a la Iglesia su última fortaleza en la sociedad mexicana, el campesinado. Los logros de Cárdenas para arrancar de las garras de la Iglesia las conciencias de los campesinos, sobre todo a través del impulso que dio a la educación socialista, representaron una amenaza de primera magnitud para aquélla, que por siglos había tenido este sector de la sociedad a su servicio y no estaba dispuesta a cederlo sin lucha. Los hacendados que quedaban en México alentaron a la Iglesia a resistir, ya que durante siglos éstos habían compartido con la Iglesia una posición privilegiada en la sociedad rural mexicana, y ahora también su posición se veía amenazada. Los presidentes mexicanos anteriores, desde Carranza hasta Rodríguez, habían confiscado poco más de ocho millones de hectáreas de tierra de los hacendados para redistribuirla a los campesinos en un periodo de más de veinte años; Lázaro Cárdenas distribuyó dos veces y media esa cantidad, en sus seis años de gobierno (14). La amenaza que representaba la Revolución Mexicana para esos dos bandos explica por qué surgió el Sinarquismo en ese tiempo; el que naciera en León y en sus alrededores se explica por la naturaleza singular del Bajío y de las tierras altas del centro de México. El Bajío es una región llana situada en el occidente central de México que comprende los Estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro y Michoacán, y es bien conocido como el granero de México, ya que abastece con regularidad sus excedentes alimenticios a los centros urbanos del país (15). La región cuenta con una concentración indígena relativamente pequeña, y las tradiciones ibéricas del siglo XVI se arraigaron sin haber sido infiltradas ni modificadas por el contacto continuo con las tradiciones nativas (16). El Bajío sigue preservando su cultura y fe católicas; siempre ha observado una actitud recelosa ante el dominio que ejerce la metrópoli sobre todo el país, y ha sido defensor acerbo de las causas federalistas que tienden a establecer un autocontrol local. En consecuencia, la rebelión cristera se concentró en los Estados del Bajío y en sus alrededores. En un principio en esta región predominaron haciendas no muy grandes, intensamente cultivadas, en donde se empleaba gran número de peones; así como en una cantidad desproporcionada de pequeñas propiedades de mera subsistencia (17). Fue ahí donde tuvo menos éxito el programa agrario. Sería difícil encontrar otros cinco Estados de la República en donde la reforma agraria haya sufrido mayores dificultades que en estos Estados (del Bajío) (18). Esta región representó también un problema porque su analfabetismo era casi el más elevado de la nación. En 1940, el 61% de la población iletrada se encontraba en el México rural. Es muy significativo que en los Estados en que el Sinarquismo se propagó más rápidamente y llegó a atrincherarse más, el porcentaje era notablemente alto: Guanajuato 72%, Guerrero 76%, Querétaro 78%, Michoacán 67%. El de jalisco era sólo de 53% debido, sin lugar a dudas, a la presencia de la gran ciudad de Guadalajara (19). Desde la aparición de la UNS en 1937, se han expuesto una variedad de versiones en cuanto a quiénes la fundaron y bajo qué circunstancias. Básicamente, todas ellas se pueden catalogar bajo dos grandes categorías: la primera es la que sostiene que la UNS se organizó y sustentó como parte de una conspiración subversiva nazi; la segunda afirma que fue organizada por un grupo de jóvenes mexicanos patrióticos, devotos católicos, quienes, sin ninguna ayuda o incitación exterior, fueron capaces de entusiasmar a la nación para luchar por el establecimiento de la justicia social basada en principios cristianos. Aunque existen muchas variaciones, éstas son las dos categorías principales. En cuanto al Sinarquismo llegó a tener importancia a nivel nacional, los izquierdistas mexicanos comenzaron a propagar rápidamente el primero de los dos argumentos anteriores; Mario Gill fue quien defendió esta posición más enérgica y elaboradamente, afirmando que en sus primeros años, la UNS era una organización 100% fascista (20). Esta versión sostenía que había sido, en efecto, creada por un tal Hellmut Oskar Schreiter, agente nazi que residió largo tiempo en Guanajuato (21), aseguraba también que, Schreiter era un profesor de la Universidad de Guanajuato y que en 1936 creó un Centro Anticomunista, y como éste no consiguió partidarios, Schreiter optó por formar la UNS, recurriendo a sus antiquos estudiantes y amigos, como José Antonio Urquiza, José y Antonio Trueba Olivares, Manuel Zermeño y Salvador Abascal (22). En esta versión se afirma que el movimiento fue sostenido y dirigido por los nazis y falangistas hasta que ocurrió la Batalla de Stalingrado (acontecimiento significativo para los marxistas rusófilos mexicanos formuladores de esta versión), momento en el cual la UNS, pasó a manos del clero mexicano. Esta fue también la postura que adoptó el régimen, declarando que el sinarquismo no representó otra cosa que un movimiento de regresión con afinidades intelectuales hoy más claras que nunca, con los intereses extranjeros de los países expansionistas de regímenes totalitarios (23). Otra versión, que sostenía que la UNS había surgido de la iniciativa de un grupo de jóvenes católicos, fue la que mantuvieron los dirigentes de la organización hasta 1944, cuando las asperezas que anunciaban un cisma dentro del movimiento provocaron que se revelara como totalmente falsa. Con todo, durante 1937-1944, estos dirigentes visibles del movimiento argumentaron que la organización fue fundada por varios jóvenes de León, Guanajuato, a partir de dos organizaciones ya existentes. Una, solidaria de trabajadores, era la llamada Nuevo México, fundada en 1935, y otra un grupo de estudiantes de Morelia, Michoacán, llamada Círculo de Estudios Vasco de Quiroga (24). Hay algo de cierto en cada una de las dos versiones sobre la fundación de la UNS; incluso en la perspectiva histórica aparece que, al menos en sus comienzos, fue muy considerable la ayuda y apoyo que los gobiernos del Eje, en especial los alemanes nazis, proporcionaron a quienes trabajaban para ellos en México o, al menos, que colaboraron con ellos. Algunos apologistas posteriores de la UNS declararon que Schreiter era simplemente un fabricante de salchichas de Guanajuato y que no tenía nada que ver con la fundación de la organización (25). Sin embargo, un hombre que estuvo entonces en Guanajuato y que participó en la fundación de] movimiento, y que además fue durante más de veinte años uno de sus máximos dirigentes, admitió que Schreiter cooperó con un peso (26). Más aún, en 1939 unos miembros del sindicato de mineros invadieron el cuartel general sinarquista en León y rescataron unos documentos que señalaban que Schreiter, igual que Isaac Guzmán Valdivia, habían sido también fundadores de la UNS. Guzmán Valdivia, cuyas ideas se pueden analizar en sus libros El destino de México y Nuestra reconquista, estuvo involucrado con las organizaciones de la derecha radical secular, de las que se sabía recibían subvenciones de los nazis (ver arriba). Asimismo, existen evidencias de que hubo cooperación entre las Juventudes Nacionalistas, organismo muy relacionado con los grupos de la derecha radical secular, y la UNS en sus primeros días, en especial la ARM; además, se ha demostrado que prominentes hombres de negocios alemanes del Bajío ayudaron a la organización en sus primeros años (27). En conjunto, es muy difícil determinar cuánta ayuda recibió el movimiento sinarquista por parte del Eje. Como más tarde se informó: En México circula el rumor de que los sinarquistas son financiados por los nazis alemanes y los falangistas españoles. Resulta difícil comprobar este argumento, pero es obvio que los fondos para sus numerosas actividades deben venir de algún lado; a juzgar por sus declaraciones, sus miembros son, en su mayoría, humildes granjeros mexicanos (28). No cabe la menor duda de que entre los sinarquistas existía inclinación considerable por el Eje y sus aliados. Padilla, destacado líder del movimiento, se expresó así de Hitler: No seríamos sinceros si negáramos la influencia que ejercieron en el sinarquismo los movimientos totalitarios, victoriosos en ese tiempo en Europa. Aquí (en México) Hitler y Mussolini se ganaron la simpatía y apoyo no sólo de los simples ciudadanos, sino también de funcionarios y políticos salientes (29). Sin embargo, aun tomando como ciertas las muchas conjeturas en cuanto a la ayuda que dieron a los sinarquistas los agentes subversivos del Eje, dicho movimiento debe considerarse como una auténtica manifestación mexicana. El hecho de que, en algunos aspectos sus metas corrieran paralelas con las del Eje, de que se pudo sentir atraído por los reqímenes totalitarios de Europa, y que aceptara fondos de los agentes subversivos nazis, no significa necesariamente que no fuese una organización autónoma con voluntad propia. Quizá el juicio más acertado respecto a que el sinarquismo fuese o no una quinta columna dominada por el Eje en México, haya sido uno de los primeros que se formuló: Así como ninguna persona inteligente puede excluir la posibilidad de que la UNS, consciente o inconscientemente, sirvió a los proyectos pronazis y de otros elementos subversivos, puede también estar segura que la organización no fue creación exclusiva de tales elementos, sino que, por el contrario, tuvo su raíz en la experiencia mexicana. Las suposiciones contrarias son fáciles de concebir pero también difíciles de confirmar (30). La formación de la UNS fue un paso natural en la evolución de la derecha radical en México. Ni fue una herramienta creada por los agentes secretos del Eje para subordinar México a la voluntad de los alemanes nazis y los españoles falangistas, ni tampoco la mera manifestación espontánea de un grupo de católicos devotos. Es evidente que desde sus comienzos, a pesar de haber recibido ayuda y apoyo de elementos subversivos extranjeros, no existió afinidad de base entre el sinarquismo y el fascismo europeo. Un ejemplo de la buena disposición para aprovechar la ayuda del Eje, pero al mismo tiempo permanecer al margen de su dirección, lo proporcionó Salvador Abascal, a quien algunos llamaban Hitler en guaraches, cuya opinión era que el Eje podía ser de utilidad para la Iglesia y para México, pero que su ideología atea lo convertía en un posible enemigo, en el futuro, del sinarquismo. Cuando (Hitler) haya completado su misión (la destrucción de Rusia comunista) le pasará lo mismo que a todos los instrumentos de Dios, se partirá en dos (31). Uno de los dieciséis principios básicos del sinarquismo, programa básico del organismo, se refería especialmente al nazismo: Rechazamos todo símbolo ajeno a nuestra nacionalidad: no queremos la cruz gamada nazi, ni tampoco la estrella roja del comunismo (32). Todavía más tarde, después del ingreso de México y Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, muchos sinarquistas mostraron su adhesión al Eje; esto obedeció a que se consideraba a Estados Unidos, enemigo tradicional de México, una amenaza mayor a las aspiraciones de los sinarquistas, que la que podía presentar la lejana Alemania: El triunfo nazi es necesario, ya que así nos liberaremos del yugo que nos ha impuesto Norteamérica (33). Además, mucha de esa supuesta colaboración del Eje fue pura especulación de la izquierda mexicana. Las publicaciones de la época revelan que hay algo de cierto en la declaración de Juan Ignacio Padilla, ya que afirman que durante los días del pacto entre Hitler y Stalin la UNS fue atacada sólo ocasionalmente, y en especial como una organización de fanáticos religiosos y conservadores reaccionarios. Sin embargo, cuando sobrevino el repentino ataque contra la URSS, los sinarquistas fueron transformados, por sus oponentes de izquierda, en nazifascistas hechos y derechos, siendo los más vociferantes los marxistas que dirigían la CTM, como Vicente Lombardo Toledano y Alejandro Carrillo (34). Estos detractores del sinarquismo sostuvieron el argumento de que los gastos de la organización sólo podían explicarse con el apoyo nazi; pero la Iglesia, que apoyó al sinarquismo, no carecía por entero de recursos; no faltaban tampoco mexicanos acaudalados dispuestos a ayudar, como los hacendados que al verse amenazados por los adelantos logrados por Cárdenas en la redistribución de las tierras, deseaban contribuir pródigamente con dinero a la causa que sería su salvación. Un ejemplo de estos últimos es el padre de José Antonio Urquiza -a quien se atribuye la fundación de la UNS- que fue un terrateniente sumamente adinerado del Bajío y que gastó miles de pesos para sostener el sinarquismo (35). Quizá más importante que toda la ayuda financiera que el movimiento sinarquista recibió de los nazis alemanes, de los fascistas italianos o de los falangistas españoles, haya sido el papel que representaron estos movimientos derechistas como un modelo para el sinarquismo. Las características exteriores del sinarquismo, similares a las de los camisas pardas de Alemania, de los fascistas de Mussolini y de los falangistas, se explicarán cuando se trate del desarrollo del sinarquismo. Sin embargo, cabe subrayar ahora que mucha de la crítica que asociaba la UNS con las ideologías totalitarias nazis o de otros lugares de Europa, obedeció a ciertas apariencias exteriores adoptadas por los sinarquistas. Por ejemplo, la UNS tenía una estructura jerárquica y militar; supuestamente sus miembros debían ataviarse con el uniforme oficial (esto lo hicieron un puñado de ellos, tal vez porque la mayoría vivía en tal miseria que no les permitía comprar el uniforme); adoptaron también un saludo que consistía en extender el brazo derecho, con la palma hacia abajo y, por último, usaban un brazalete con la insignia sinarquista. El jefe de la UNS era evidentemente su líder incondicional y rendía cuentas únicamente a Dios. Igual que al Führer, se le consideraba dictador absoluto del movimiento sin que a la estructura de la organización se incorporara restricción alguna a su autoridad. Tal vez la actividad más característica de los sinarquistas durante sus primeros años fueron sus movilizaciones, las cuales consistían en varios miles de sinarquistas que inesperadamente, tras un plan y coordinación cuidadosa. comenzaban a marchar dentro de un pueblo saliendo de todas direcciones hacia la plaza central ocupando ésta para participar en un mitin masivo al término del cual se dispersaban rápidamente y con mucho orden; muchos que los observaron afirmaban que la minuciosa planeación y eficacia con que realizaban estas movilizaciones sólo podían ser producto de la perfección teutónica; otros profetizaban que eran los ejercicios preliminares de la versión mexicana de la mussoliniana Marcha a Roma. Al enfrentarse por primera vez, luego de los arreglos de 1929, con una reinsurgencia antieclesiástica, la Iglesia reaccionó estableciendo la Legión en 1932. Más tarde, conforme la presión creció, la jerarquía desplegó sus esfuerzos para contrarrestarla estableciendo la Base,
que sirviera de vehículo para lograr una unidad consistente entre los sectores de la sociedad mexicana que simpatizaban con la Iglesia. Cuando Cárdenas decidió acelerar sus planes de ganarse al campesinado mexicano, último baluarte de la Iglesia en la sociedad mexicana, los campesinos no se convertían todavía en defensores del gobierno como beneficiarios de la redistribución de tierras, así que los católicos tomaron medidas para movilizarlos con el fin de defender su último bastión. Fue entonces que se formó el movimiento sinarquista. Para fines de 1936 muchos miembros de la Base se desilusionaban de las actividades de la organización; algunos de los más militantes y menos dóciles la abandonaron para unirse a las guerrillas de Rocha en las montañas; otros, simplemente se decepcionaron de todo el asunto y abandonaron sus puestos. Durante este tiempo varios jóvenes del Bajío, de los cuales tal vez Urquiza fuese la figura dominante, realizaron varias asambleas en las que discutían las maneras de solucionar la situación; el grueso de estos participantes eran abogados, hijos de los hacendados de la región, que habían recibido su educación profesional en la Universidad de Guanajuato (36). El grupo finalmente decidió buscar la aprobación de la Base pará formar una organización nueva, más activista; para tal efecto Urquiza fue enviado a la ciudad de México para hacer dicha petición al alto mando (37). Este grupo de jóvenes estaban disgustados con la dirección de los asuntos de la Iglesia respecto a lo que se consideraba como la severa persecución por parte del gobierno: Hemos visto las concesiones que la jerarquía ha concedido al gobierno secuaz (durante el régimen de Cárdenas), impulsada por su buena fe en la sinceridad y rectitud de sus opresores. Hemos visto también los avances ininterrumpidos e irremediables de los enemigos del catolicismo (38). Ésta era la exhortación, otra vez, de la LNDLR y del movimiento cristero no reedificado. Sin lugar a dudas, la jerarquía se dio cuenta de que tenía que encontrar una salida, dentro de los límites que consideraba prácticos, para estos católicos militantes. Luego de la aprobación del alto mando, se realizaron mítines preliminares en León para establecer la organización. José Trueba Olivares, que se convirtiera después en el ideólogo del grupo, proyectó los dieciséis principios de su programa; Urquiza fue postulado por la mayoría para ocupar el cargo de jefe máximo de la organización; sin embargo, supuestamente a causa de su personalidad y del hecho de que era torpe para hablar, no aceptó el honor que le proponían y en su lugar solicitó que consideraran a Salvador Abascal, a quien conocía desde su juventud en el vecino Estado de Michoacán (39). Así pues, mandaron llamar a Abascal de Morelía, pero resultó ser demasiado apasionado y violento; se supone que el alto mando se opuso a que ocupara el cargo ya que, aunque la UNS se había formado para ser militante y activista, estaba consagrada al pacifismo. El objetivo del organismo era excluir toda posibilidad de que los católicos se levantaran nuevamente en armas en defensa de la Iglesia, como lo habían hecho en forma tan desastrosa en la rebelión cristera. Finalmente, el 23 de mayo de 1937, los miembros originales de la organización eligieron a José Trueba Olivares como el primer jefe nacional: la Base aprobó su elección (40). Desde su fundación en este tiempo por el liderazgo local de la Base en Guanajuato, la UNS fue dirigida por Antonio Santacruz, cabeza del alto mando, que era de quien los líderes sinarquistas recibían las órdenes y el dinero que otras manos proporcionaban al movimiento sinarquista para su manejo (41). Como organización, la Iglesia no mantuvo relaciones con la UNS: la Base era el único organismo que unía la jerararquía eclesiástica con las diversas organizaciones religiosas. Era de suma importancia que no hubiese evidencias de colaboración entre la UNS y el clero, por lo cual la Iglesia controlaba a los sinarquistas solamente aconsejando a los líderes de la Base: éstos, a su vez, dictaban las órdenes a la UNS. Los sacerdotes que aconsejaron a estos legos, cumplieron con su misión de manera extraordinariamente discreta e inteligente, ya que trataban un asunto en el que la Iglesia no tenía, supuestamente, nada que ver, y su papel era sólo de consejeros, y lo cumplieron con tanta habilidad que nunca se conoció su intervención. Eran totalmente diferentes a los asistentes (los consejeros eclesiásticos de la Acción Católica) que podían imponer sus decisiones. Ellos pudieron hacer valer sus puntos de vista solamente mediante su competencia natural y sobrenatural, porque no podían recurrir a ninguna autoridad. Lograron su cometido con una gran destreza (42). Aunque el control de la Iglesia sobre el sinarquismo fue necesariamente sutil, la marcada afinidad entre los dos pronto llegó a ser evidente: esto obedeció a que las prácticas y política de la organización nunca discreparon de las de la Iglesia, y a la gran insistencia de algunos miembros del clero por ayudar y defender al movimiento, no obstante que las órdenes de sus superiores eclesiásticos fueran contrarias: En tanto que oficialmente la Iglesia no se adhiere al sinarquismo, casi no cabe duda de que los sacerdotes rurales simpatizan con el movimiento y que incluso lo han alentado y aconsejado (43). Seguidamente se publicó cierta correspondencia en la que se comprobaba que varios párrocos habían cooperado activamente con la UNS y que en ocasiones habían usado a la Acción Católica para ayudarla, sin tomar en cuenta en absoluto la oposición jerárquica a tal actitud (44). Esta práctica estuvo tan propagada que hasta el arzobispo Martínez tuvo que admitir que muchos sacerdotes, en particular en el campo, apoyaban el movimiento porque se adhería a los principios de la vida cristiana (45).
1929-1949
Hugh G. Campbell
Capítulo tercero
El apogeo de la derecha radical religiosa
1935-1937