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La conjuración de Martín Cortés

Juan Suárez de Peralta

CAPÍTULO TERCERO

Que trata de lo que sucedió al marqués del Valle después de la muerte del Virrey, y la respuesta que dió a los que le fueron a ofrecer el reino de la Nueva España, y de otras cosas que pasaron


Estaban todos muy tristes con la muerte del virrey don Luis de Velasco. Sucedió en la gobernación la Audiencia real, la cual tenía muy pocos oidores, a causa de que habían suspendido a algunos de ellos en la visita que les hizo un oidor del Consejo de Indias que se llamaba el licenciado Valderrama, y estaba en México a esta sazón.

Los oidores que quedaron eran tres: el uno el doctor Ceynos, que presidía, y el doctor Villalobos, y el doctor Horozco; en estos tres estaba el gobierno y mando de todo aquel Nuevo Mundo, y le tuvieron hasta que vino por virrey el marqués de Falces, don Gastón de Peralta.

El licenciado Valderrama. Lo que dijo Alonso de Avila Alvarado, y le costó caro

El licenciado Valderrama había traído orden de Su Majestad, según se entendió, de que viese el asiento que se podía dar a la tierra, el cual lo puso en plática, y se hicieron juntas, y dieron los hijos de conquistadores y pobladores sus memoriales, y andaban tratando de él; y entre estas cosas se dejaron decir algunas, harto malas. En una de estas juntas dijo Alonso de Ávila Alvarado:

- No le suceda al rey lo que dicen, quien todo lo quiere todo lo pierde; y otras boberías, que las pagó muy pesadamente: al fin no se hizo cosa.

Habían tratado de que diesen a don Diego de Córdoba veinte mil ducados, para guantes, porque les negociase con Su Majestad lo capitulado, obligándose dos caballeros muy principales a que en la primera flota se los enviarían; y los que se obligaron, fue el uno Alonso de Ávila Alvarado y el otro Gonzalo de las Casas; por estar los pechos dañados, de algunos, no concluyeron cosa.

Respuesta del marqués cuando le ofrecieron el reino

En estos medios tornaron a tratar del alzamiento, y fueron al marqués, el cual los respondió, que él de muy buena gana les acudiría, mas que temía no fuese cosa que después no se hiciese nada, y que todos perdiesen las vidas y las haciendas; y que ¿quién tenían que les acudiese? Ellos respondieron: Muchos; y los nombraron; y el marqués les dijo que se mirasen bien en ello, y de todo le diesen aviso. Así quedaron de lo hacer, y se salieron fuera, y empezaron a dar cuenta a los que creían habían de acudir, con el mayor secreto que pudieron. El marqués, realmente, él no tuvo voluntad de alzarse con la tierra, ni por la imaginación, sino escucharles y ver en lo que se ponía el negocio, y cuando le viera ya muy determinado y puesto en ejecución, salir él por el rey y hacerle un gran servicio, y enviarle a decir que su padre le había dado una vez la tierra y que él se la daba otra. Mas no sucedió así: estuvo este trato muchos días secreto, y aún lo estuviera si el marqués no empezara a enemistarse con lo más principal de la ciudad de México, y ser parte a que hubieran bandos, como los empezaban a haber, declarándose él por más amigo de unos que de otros, y en ocasiones de enemistades, que se habían ofrecido en aquella coyuntura.

Lo que el marqués dijo contra los que le siguieron

Lo que al marqués le destruyó, fue que se decía traía requiebro con una señora, por la cual favorecía a sus deudos, los cuales eran contrarios de otros caballeros a quien él tenía mucha obligación, por ser hijos de quien sustentaron a su padre, y por él se pusieron muchas veces a peligros de muerte por defenderle su opinión, la cual tuvo de que se quería alzar con el reino, y que tenía escondido el tesoro de Moctezuma. Los que le imputaban esto fueron los padres de los a quien él favorecía; y todo esto, y ahorcarle un primo hermano de su padre cuando fue a la California, y otras cosas muchas que contra él hicieron; y en estas ocasiones tomaban las armas esta otra parte en favor del marqués su padre, y ninguna de éstas valió para que él no se declarara tan de veras contra ellos; hasta decir que los había de destruir hasta la cuarta generación.

Con estas y otras ocasiones le vinieron a tener en tan poco, que se juntaron un día para embestir con él y con sus amigos, y matarse; y se armaron los unos y los otros, y se pasaron por él sin quitarle la gorra, yendo él acompañado de más de veinte de a caballo, y todos muy bien aderezados: hasta los pajes les hizo poner espadas, y estos otros no se descuidaron, y como digo, salieron con determinación de matarse, y al marqués el primero.

Andaba todo tan revuelto que la justicia no se daba manos, ni podía con ellos, ni aun estaba la ciudad segura. Echábanle cada día papeles infames, y tanto, que yendo él a sacar un lienzo de narices, de las calzas halló un papel en ellas, que decía en él esta letra:

Por Marina, soy testigo,
goza esta tierra su buen nombre,
y por otra de este nombre
la perderá quien yo digo.

Llamábase Marina la señora con quien él, decían, traía requiebro y servía: y del mismo nombre fue la india que su padre traía por intérprete de los indios cuando la conquista, la cual fue grandísima parte para el buen suceso que tuvo en ella. No dejaban blanco en toda su vida, que no le tiraban a él con muy perjudiciales saetas. Cierto que era lástima, y se debía tener de un caballero que tan por su pie se iba perdiendo con estas enemistades, que no se descuidaban en procurarle destruir.

Denunció Baltasar de Aguilar

Vinieron a entender los contrarios, de uno, que era el todo y con quien más se había tratado la rebelión, al cual tenían nombrado por maese de campo, y era deudo, y muy cercano de los contrarios del marqués y hombre muy principal y rico, que se llamaba Baltasar de Aguilar Cervantes, el cual descubrió todo lo que había del alzamiento, y cómo el marqués había de ser rey, y que se había puesto en plática con teólogos, y que todos decían que muy justamente podía serlo, y que estaba mucha gente conjurada, y que él había de ser maese de campo. No lo dijo a sordo, sino a un cuñado suyo y primo hermano, muy principal caballero y muy honrado; y éste le dijo:

- Pues hermano, asegurad vuestra honra y hacienda, y luego id a denunciar de vos y de los que más sabéis están en esa conjuración.

Y es verdad, por lo que vi, que fue llevarle como por los cabellos, y así fue, e hizo su denunciación; y luego fueron con él, Alonso de Villanueva Cervantes, hermano del caballero que había sido primero avisado, que se llamaba Agustín de Villanueva Cervantes, y éste dio parte a unos amigos suyos, entre los cuales fue uno don Luis de Velasco, hijo del buen virrey don Luis, y él y los demás que lo sabían acudieron a la justicia a darle parte. Entonces no había más de los tres oidores que hemos dicho, los cuales hicieron su información muy secreta y empezaron a hacer diligencias, tomando testigos los que iban a denunciar, que fueron otros después. Andaba la tierra, bien se entenderá cómo, y el marqués no sabía de estas diligencias cosa, sino antes se empezaba a tratar nuevamente del negocio; y palabra no se hablaba que luego no la sabían los oidores, los cuales vivían con grandísimo secreto y cuidado.
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