Índice de La conjuración de Martín Cortés de Juan Suárez de PeraltaCapítulo primero Capítulo terceroBiblioteca Virtual Antorcha

La conjuración de Martín Cortés

Juan Suárez de Peralta

CAPÍTULO SEGUNDO

De cómo llegado que llegó el marqués a México, las cosas que sucedieron, y de la muerte del buen Virrey don Luis de Velasco, primero de este nombre, Virrey de la Nueva España


Con la llegada del marqués a México, no se trataba de otra cosa si no era de fiestas y galas, y así las había más que jamás hubo. De aquí quedaron muchos empeñados, y los mercaderes hechos señores de las haciendas de todos los más caballeros, porque como se adeudaron y no podían pagar a los plazos, daban las rentas, que creo hoy día hay empeñadas haciendas de aquel tiempo. Fue con grandísimo exceso el gasto que hubo en aquella sazón.

Brindar, que no se usaba. Máscaras. Invención de hablar con cerbratanas

El marqués hacía plato a todos los caballeros y en su casa se jugaba, y aun se dio en brindar, que esto no se usaba en la tierra ni sabían qué cosa era; y admitióse este vicio con tanto desorden como diré. En la mesa se brindaban unos a otros; y era ley -y se guardaba- que el que no aceptase el desafío, luego le tomasen la gorra y se la hiciesen cuchilladas públicamente; y si bebían y alguno acertaba a caer, perdía el precio que se ponía: era de manera esto que no lo sabré encarecer. En las comidas y cenas se trataban de muchas faltas que se sabían de algunos, aunque estuviesen presentes. Dieron también en hacer máscaras, que para salir a ellas no era menester más de concertarlo en la mesa y decir: esta tarde tengamos máscara; y luego se ponía por obra, y salían disfrazados cien hombres de a caballo, y andaban de ventana en ventana hablando con las mujeres, y apeábanse algunos, y entraban en las casas de los caballeros y mercaderes ricos que tenían hijas o mujeres hermosas, a parlar. Vino el negocio a tanto, que ya andaban muchos tomados del diablo, y aun los predicadores lo reprendían en los púlpitos; y en habiendo máscara de disfrazados se ponían algunos a las ventanas con sus mujeres, y las madres con sus hijas porque no las hablasen libertades; y visto que no podían hablarlas, dieron en hacer unas cebratanas largas, que alcanzaban con ellas a las ventanas, y ponían les en las puntas unas florecitas, y llevábanlas en las manos, y por ellas hablaban lo que Cuerían. Estas cosas se usaron después del marqués en la tierra, y era por ser él muy regocijado; que valiera más que no lo fuera, que tan caro le costó, y a todos. Procuró el virrey de remediar estas cosas de secreto, sin castigo, y no pudo.

De lo que empezó la tierra a alterar. Lo que dijo uno en esta alteración

Había el marqués contado sus vasallos, y subido su renta en más de ciento y cincuenta mil pesos de a ocho reales, y aun si dijese ducados de Castilla no mentiría. De esta cuenta se dio aviso a Su Majestad y al fiscal del Consejo Real, el cual puso al marqués demanda, diciendo que había sido Su Majestad engañado en la merced que se le hizo, y para esta demanda le mandaron citar, y fue con esta citación cédula real, en que se mandaba al virrey suspendiese la sucesión de los indios, en tercera vida. Sabido de esta cédula, empezóse la tierra a alterar; y había muchas juntas y concilios, tratando de que era grandísimo agravio el que Su Majestad hacía a la tierra, y que quedaba perdida de todo punto, porque ya las más de las encomiendas estaban en tercera vida, y que antes perderían las vidas que consentir tal, y verles quitar lo que sus padres habían ganado, y dejar ellos a sus hijos pobres. Sintiéronlo mucho, y como el demonio halló puerta abierta para hacer de las suyas, no faltó quien dijo:

- ¡Cuerpo de Dios! Nosotros somos gallinas; pues el rey nos quiere quitar el comer y las haciendas, quitémosle a él el reino, y alcémonos con la tierra y démosla al marqués, pues es suya, y su padre y los nuestros la ganaron a su costa, y no veamos esta lástima.

Dan parte al marqués y la respuesta

Empezóse a tratar (y esto es muy verdad lo que diré, porque me hallé en México y en muchas cosas presente, y las sé); recibióse este parecer y trato, y a los primeros que se dio cuenta fue a Alonso de Ávila Alvarado, que como tenía al pie de veinte mil pesos de renta, y él no sabía mucho y sus pueblos estaban en riesgo, cayó luego; y a su hermano Gil González de Ávila, y a un Baltasar de Aguilar y otros. De suerte se habló, que hacian ya maese de campo y oficiales, y títulos en los pueblos, de duques y condes; y puesto ya todo en plática, dieron parte de ello al marqués. (La respuesta, y lo que más sucedió, se dirá adelante). De este trato vino a entender el buen virrey don Luis de Velasco, y como bueno, y padre, lo remedió con tan buena traza y cristiandad, que se dejó y se dejara si la muerte no le llevara, y no costara las vidas y haciendas que costó; y como el marqués no estaba tan mal quisto, como después estuvo, todos callaron.

En este medio, el buen caballero del virrey enfermó de una enfermedad muy grave y murió, la cual muerte fue causa de toda la pérdida de la tierra y del marqués. Sintióse mucho su muerte, que era de haber gran lástima el llanto general que hubo de todos; chicos y grandes se pusieron luto y fueron a su entierro, el cual se le hizo más solemne que se ha visto, ayudando mucho a la grandeza y maravilla del ver todos los soldados, que estaban para ir a las Filipinas, y el general, ir armados al entierro, con banderas negras e insignias de luto, las cajas sordas, arrastrando las picas y banderas. Fue cosa muy de ver, y todo lo merecía; cuya ánima Nuestro Señor tenga en la gloria.
Índice de La conjuración de Martín Cortés de Juan Suárez de PeraltaCapítulo primero Capítulo terceroBiblioteca Virtual Antorcha