Índice de La conjuración de Martín Cortés de Juan Suárez de PeraltaPresentación de Chantal López y Omar Cortés Capítulo segundoBiblioteca Virtual Antorcha

La conjuración de Martín Cortés

Juan Suárez de Peralta

CAPÍTULO PRIMERO

De cómo llegó el marques del Valle, don Martín Cortés y su mujer a Coyoacán, villa suya, y del recibimiento que le hicieron los caballeros de México y cómo se vieron el Virrey y él, y de lo que pasaron los dos


En el tiempo que se levantaba la gente para las Filipinas, vino nueva que el marqués del Valle venía a la Nueva España, don Martín Cortés, hijo de don Hernando Cortés, primer marqués del Valle, y esta nueva dio grandísimo contento a la tierra, y más a los hijos de conquistadores, que lo deseaban con muchas veras. Parece que pronosticaba su venida del marqués lo que le sucedió, que estuvo para perderse en la mar, y pasó mucho trabajo en el viaje y muchos días, y como los de la tierra sabían cierta su venida, y que él y su navío no parecía, sucedióles grandísima pena, y la tenían todos en general, y hacían decir muchas misas y plegarias a Nuestro Señor, que fue servido traerle y que no se perdiese. Al cabo de muchos días arribó su navío, en el que él iba, y su mujer para parir, a Yucatán, donde parió un hijo, que hoy llaman don Jerónimo Cortés, con el cual y la nueva de haber llegado a tierra, aunque muy lejos de México, se holgaron todos y dieron muchas albricias, y luego trataron de su recibimiento, de gastar en él sus haciendas, como lo hicieron, y aun a mí me costó no al que menos. Estábamos todos que de contentos no cabíamos, y si él procediera diferente de lo que procedió, él permaneciera en la tierra y fuera el más rico de España; mas no fue su ventura, como se dirá adelante. Pues no fue el que menos se holgó el virrey don Luis de Velasco y su hijo, que es hoy el virrey, dando, como dio, muchas albricias, y mandando se le hiciese muy gran recibimiento como se le hizo.

Llegado el marqués a Yucatán con su mujer, luego se despachó nueva a México, con la cual se regocijaron todos y se holgaron con gran extremo; y aquella noche que vino se hicieron luminarias, y desde allí en adelante trataron, la ciudad y el virrey, de las fiestas que se le habían de hacer, y su gobernador del estado, que era un caballero que se llamaba Pedro de Ahumada, hizo prevenir a todos los corregidores del marquesado que hiciesen fiestas en sus lugares, y se hicieron. Estaba la tierra contentísima con el marqués, lo que después estuvo de triste, y llorosa, y perdida.

Vino por tierra y en todos los lugares le recibían con grandes fiestas; los caballeros de México hicieron muchas ga!as y le salieron a recibir el que menos a Cholula, que está de México veinte leguas, y desde que puso el marqués los pies en tierra de la Nueva España, luego se fue malquistado, y cada día más, porque dio en llamar a todos los caballeros y frailes de vos, y no darles asientos. Esto sintieron grandísimamente, y luego voló esta mala fama hasta México, y se murmuraba en extremo, y aun muchos se conjuraban de no sufrírselo, y era el amor que le tenían y deseo de verle que pasaban por ello, con esta costumbre. Llegó a Coyoacán (una villa que tiene, dos leguas de México, que es uno de los mejores lugares que él tiene), donde le recibieron como a la misma persona real podían recibir, y él venía acompañado de toda la flor de la tierra, y venía con él don Luis de Velasco, hijo del virrey; cierto era muy de ver la grandeza con que fue recibido y acompañado. Gastóse dinero, que fue sin cuento, en galas, y juegos, y fiestas.

Lo que Hernán Gutiérrez Altamirano hizo con el marqués

En todo mostraba el marqués no llevar manera de conservarse en la tierra; hasta en una ocasióñ que se le ofreció en esta jornada, con un caballero de los más principales y ricos de todo el reino, que era muy deudo suyo, y él honradísimo por extremo, a quien llaman Hernán Gutiérrez Altamirano, el cual tiene una hacienda muy principal que le debe de rentar más de quince mil ducados, en jurisdicción de Coyoacán en Tacubaya. El día que el marqués vino por ella, le hizo una muy gran fiesta de cena general, la mejor que se debe haber hecho en aquella tierra, con haberlas habido buenas, que gastó más de dos mil ducados en presentes y regalos, y desde a pocos días le puso demanda injusta de unos pueblos que tiene, según pareció por las sentencias que tuvo en su favor Hernán Gutiérrez Altamirano. Pareció esto muy mal a todos y ya andaban con el marqués notándole muchas cosas de que usaba, que fueron causa de su perdición.

Fiesta que la ciudad de México hizo al marqués

Después de la fiesta que este caballero le hizo, sucedióle otra que la ciudad de México le hizo, de gente de a caballo, en el campo, de libreas de seda rica y telas de oro y plata que le fue costosísima. Más de trescientos de a caballo, en muy ricos caballos y jaeces, hicieron una muy concertada escaramuza de muchas invenciones, que duró muchas horas, y luego toda aquella caballería, vestidos como estaban, le vinieron acompañando hasta la ciudad, con más de otros dos mil de a caballo, de capas negras: era cosa muy de ver. De esta manera llegó a la ciudad, y estaban las señoras y las que no lo eran, a las ventanas, riquísimamente ataviadas, con muchas joyas de oro y doseles; y de esta suerte fue a palacio, donde estaba el virrey don Luis de Velasco, el cual andaba malo de la gota, y le salió a recibir, con un bordón, hasta la puerta de la sala grande, y allí se pidieron las manos y se abrazaron, y estuvieron porfiando sobre cuál tomaría el lado derecho, y al fin quedó con él el virrey, que era por extremo bien criado. Aquella noche le dio de cenar, con el cumplimiento que el virrey hacía sus cosas y majestad, y después se fue el marqués a su casa, y el virrey se quedó en la suya.
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