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La conjuración de Martín Cortés

Juan Suárez de Peralta

CAPÍTULO DÉCIMO

Que trata de las sentencias que los jueces dieron contra los demás presos, y de lo que más sucedió


Ya aquellos señores se daban prisa en despachar negocios porque el tiempo en que se había de ir la flota se acercaba, y en ella habían de enviar presos, y se había de ir el virrey, marqués de Falces, y el doctor Carrillo, y no el licenciado Muñoz, porque había de quedar gobernando la tierra hasta que Su Majestad proveyera otra cosa; y así no entendían en otra, con toda la prisa posible, habiendo hecho muchísimas prisiones en la ciudad y toda la tierra, la cual estaba tan medrosa que no había quien no temblase, porque no había día que no se hacía justicia de culpados, y las cárceles llenas de indiciados.

Ello fue castigo del cielo, aquella gente, por sus pecados, fuesen castigados con tan crueles tormentos y condenados en sus bienes y en destierros, que hacer de todo mención sería nunca acabar.

Sentencia y muerte de Baltasar de Sotelo

Sentenciaron a muerte y cortaron la cabeza a un caballero que se llamaba Baltasar de Sotelo, que había sido oficial en las guerras del Pirú; y a éste no se le halló culpa en todo el proceso que se hizo contra la rebelión que, se decía, trataban los del marqués del Valle. Prendiéronlo porque estaba preso e indiciado un hermano suyo, que se llamaba Diego Arias Sotelo, un caballero muy rico y regidor de la ciudad de México.

Preso el Baltasar de Sotelo, dieron aviso a los jueces que había sido soldado contra el rey en el Pirú; tomáronle la confesión sobre esto, y dijo que sí, que él había sido soldado, mas que tenía perdón de Su Majestad, y mandáronselo exhibir, y así lo hizo, que no debiera, y lo que se contenía en él era el perdón general que se hizo de todos los soldados que habían sido contra Su Majestad en las guerras del Pirú cuando Gonzalo Pizarro, exceptuando los oficiales; y el Sotelo sacó un perdón de éstos, y decía:

Dióse al capitán Baltasar de Sotelo, un perdón, o traslado de los que a todos se daban.

Y sólo porque decía al capitán Baltasar de Sotelo le condenaron a cortar la cabeza, habiendo muchos años que había pasado y él vivido en el Pirú, y servido a Su Majestad allá y en la Nueva España, no le valió para dejarle de degollar y matarle. Murió como buen caballero y cristiano; puso mucha lástima a todos.

Sentencias a Juan Maldonado y Bernardino Pacheco Bocanegra

Sentenciaron a muerte, a cortar la cabeza, a un Juan Maldonado, caballero de los de Salamanca, y porque en su dicho condenaba al marqués, y era necesario carearle con él, remitieron la secución para España, a donde le llevaron con los demás presos que fueron.

Condenaron a muerte a Bernardino Pacheco de Bocanegra, el cual vi yo y todos tan a punto de sacarle, que estaba ya confesado, y la mula a la puerta, y el Cristo y el verdugo y pregoneros. Este caballero era muy emparentado con lo principal de la ciudad, y luego que lo supo su madre, y mujer y parientes, con los prelados de todas las órdenes fueron, ellas descalzas y destocadas y descabelladas, cubiertas de luto, arrastrando por los suelos los mantos, sin atarlos, llorando, que era la mayor compasión verlas, que jamás se vio, y de esta manera entraron a los jueces, y puestas delante de ellos se tendieron en el suelo pidiéndoles que por la pasión de Cristo Nuestro Señor otorgasen la suplicación a aquel caballero, y no permitiesen matarle.

No digo caballeros, cristianísimos, como eran aquellos señores, sino herejes, se compadecieran de ver una lástima como aquella, y así le mandaron volver a la celda, que ya él estaba para bajar a subir en la mula, y le otorgaron la suplicación, y le sentenciaron en revista en perdimiento de todos sus bienes y que sirviese a su costa en la Goleta a Su Majestad, veinte años, y cumplidos le desterraban de todos los reinos y señoríos del Rey Nuestro Señor, perpetuamente, y que si lo quebrantase muriese por ello; y así no murió de aquella vez.

Tuvieron sentenciado a Baltasar de Aguilar, a muerte, y porque acudía a favorecerle una señora tía suya, que se llamaba doña Beatriz de Andrada, mujer de don Francisco de Velasco, hermano del virrey don Luis, y don Luis de Velasco, hijo del virrey, que hoy lo es de la Nueva España, con este favor no le mataron, y le sentenciaron en diez años por gentilhombre a galeras y perdimiento de todos sus bienes y de los pueblos que tenía, y destierro perpetuo de todas las Indias del mar Océano y Tierra firme.

Otras muchas sentencias hubo de destierros y en dinero en gran cantidad.

Llevaron los presos a España, y salió con ellos el doctor Carrillo, a cuyo cargo iban; y ya el virrey, marqués de Falces, iba camino al puerto para embarcarse, que habían de ir todos juntos.
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