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LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator

LIBRO OCTAVO
Cuando se perfilaba el triunfo
(1929, enero a abril)
Capítulo primero

Don Enrique Gorostieta.
Desarrollo del movimiento.
Magnífica disposición del pueblo católico.



PROGRESO CONSOLADOR DE LOS LIBERTADORES

En diciembre de 1928 terminaba el segundo año de lucha. Entre sacrificios indecibles, entre derrotas y victorias, días serenos de bonanza y noches heladas de zozobra y angustia, se había ido desarrollando el movimiento libertador. Ya los cristeros no eran los jóvenes de los primeros días de lucha que con carabinas de caza, resistían al perseguidor, ni mucho menos aquellos de los días más angustiosos, en que, faltos de cartuchos, no hacían sino correr, siempre perseguidos, por el enemigo. Hoy las filas libertadoras estaban ya provistas de mauseres; campamentos había, como el de El Borbollón, en que no había ni una sola carabina; todos traían armas buenas al igual que los enemigos, y estas armas las habían ido conquistando a fuerza de heroísmo y de sangre en los mismos combates con los callistas, a quienes las habían arrebatado.

Al frente de la defensa armada, como general en jefe de la Cruzada Nacional de Cristo Rey, se encontraba en este tiempo, por nombramiento de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, el señor general don Enrique Gorostieta, a quien todos los núcleos libertadores se apresuraron a mandar el testimonio de su reconocimiento y adhesión. Dicho general, al asumir el cargo militar, finalizando el año de 1928, lanzó a la Nación un hermoso manifiesto del cual está tomado lo siguiente:

PROCLAMA A LOS MEXICANOS

Supuesto lo dicho se declara:

1. Nombrado por la genuina representación nacional, asumo el cargo de Jefe Militar del Movimiento Libertador.
2. El Movimiento Libertador, tanto en el orden civil como en el militar, queda sujeto, desde luego, a las siguientes bases:
3. Se confirma el desconocimiento que los Libertadores han hecho de todos los poderes usurpados, así de la Federación como de los Estados.
4. Se decreta el restablecimiento de la Constitución de 1857, sin las Leyes de Reforma: pero desde luego quedan incorporadas a sus preceptos, las modificaciones que exigió el plebiscito nacional en 1926, respaldando el ocurso formulado por los Ilustrísimos Prelados Mexicanos, con fecha 6 de septiembre del mismo año y las rectificaciones contenidas en el Memorial de los Católicos, presentado a las Cámaras el día 3 de septiembre de 1928.
5. La Constitución podrá ser reformada por el procedimiento establecido en el artículo 157 de la misma, por plebiscito y por referendum, y así el pueblo mexicano tenga, por fin, una Constitución verdaderamente suya, nacida de sus anhelos y tradiciones, y que corresponda a las necesidades populares.
6. En los casos en que se haga uso del plebiscito o referendum, la mujer mayor de edad tendrá obligación de votar.
7. Se tendrán como válidas cuantas disposiciones hayan sido expedidas hasta la fecha, que tengan por objeto reconocer el derecho de los hombres de trabajo para sindicalizarse, hacer valer sus derechos, defenderlos, y mejorar su condición, siempre que sean justas. La aplicación de dichas disposiciones será efectiva para aquellos en favor de quienes se expidieron y no en beneficio de favoritos.
8. En materia de dotaciones ejidales, el Gobierno Libertador establecerá comisiones que arreglen convenios entre los ejidatarios y los propietarios y adoptará procedimientos adecuados para que la indemnización que se deba pagar a éstos sea efectiva y justa. Además, se continuará, donde sea necesario y útil para el bien común, la distribución de propiedades rurales; pero en forma justa y equitativa y previa indemnización; de este modo se procurará hacer la propiedad asequible al mayor número posible de individuos.
9. Nuestras fuerzas libertadoras se constituyen en Guardia Nacional. Nombre que asumirán oficialmente en lo sucesivo, y el lema de la Guardia Nacional será Dios, Patria y Libertad.
10. El Jefe Civil del Movimiento Libertador será nombrado por el Comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, previa consulta del sentir de la Guardia Nacional, y, entretanto, el Jefe Militar reconocerá como Autoridad Suprema a la persona que sea nombrada de común acuerdo entre el Comité Directivo y el Jefe Militar.
11. El Jefe Militar tendrá todas las facultades que sean necesarias en los ramos de Hacienda y Guerra.
12. Este plan no podrá ser modificado, sino de común acuerdo entre el Comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa y el Jefe Militar.
13. Una vez nombrado por el Comité Directivo de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa el Jefe Civil, el Militar conservará las facultades que le corresponden y reconocerá en aquél la Autoridad Suprema del Movimiento Libertador.
14. Al tomar la Capital de la República y restablecerse el orden en la Nación, se procederá a la reconstrucción política de la misma, conforme a los preceptos de la Constitución de 1857.

RADIOSOS HORIZONTES

No se necesita comentar la importancia que encerraba este paso. La Defensa Armada exigía, para el perfeccionamiento de la unidad libertadora, la presencia de un militar que fuese el general en jefe de sus huestes, y el mundo necesitaba saber, de un modo más concreto, cuál era el programa del movimiento y la forma en que habría de realizarlo.

Por otra parte, si día a día perfeccionaban sus filas los soldados de Cristo y el entusiasmo no sólo había perseverado, sino que aumentaba siempre entre ellos, también se sostenían en su actitud los buenos católicos que en los pueblos y ciudades permanecían, en medio de mil sufrimientos y peligros, al lado de los luchadores, unidos en un mismo santo ideal, siendo su apoyo y su ayuda. Había pequeños poblados en donde no se encontraba ni una sola persona que no fuese completamente amiga.

CONMOVEDORAS Y EFICACES AYUDAS

En esos lugares se podía permanecer con toda confianza semanas enteras, en el desempeño de alguna comisión y, aunque llegasen los callistas, se tenía la seguridad de que nadie, absolutamente nadie, denunciaría al soldado de Cristo; porque hasta los niños estaban dispuestos a sufrir la muerte antes que pronunciar una palabra reveladora y así se dio muchas veces el caso de que los pequeños fueran tomados por los esbirros de la tiranía y, aun en medio de azotes, golpes e injurias, conservaran la serenidad y jamás fueran infieles, aunque supieran a ciencia cierta que a unos pasos de ellos, en alguna choza de su ranchería, se encontraban soldados cristeros. Entre estas rancherías unánimemente fieles, en las cercanías de la ciudad de Colima, pueden contarse El Parián, El Cóbano, San Joaquín y Buena Vista. Cuántas veces el mismo Padre Ochoa, por quien el Ejecutivo del Estado en tiempos de Solórzano Béjar -según lo pregonaba el comandante de la Policía don Enrique Gómez- había ofrecido la suma de $5,000.00 vivo, o muerto, o por su cabeza, permanecía en estas rancherías semanas enteras, celebraba la Santa Misa, confesaba, bautizaba y asistía a matrimonios. Y muchas veces, estando allí, llegaban fuerzas callistas.

Y de su cabaña-escondite sabían todos, viejos y niños; aun éstos se agrupaban en su derredor para verle y oírle, como en países de paganos los niños y los viejos creyentes hacen grupo en torno al misionero católico a quien todos aman. Y lo cuidaban y lo defendían para que no fuera a caer en manos de los enemigos. Y nunca cayó, aun mezclándose muchas veces entre ellos con sus huaraches, su calzón blanco y su sombrero de palma o zoyate, como cualquier otro ranchero.

¡Cuántas veces la vega cubierta con la sombra de sus grandes higueras del Arroyo de las Cañas, a inmediaciones de El Parián, el Cóbano y San Joaquín, a no muchos metros del camino real se improvisaba en capilla! Hay ahora todavía, entre los hombres de esas rancherías, quienes en el agua misma del arroyo recibieron el santo bautismo.

Todas las personas, en los pequeños poblados transitados ordinariamente por los soldados de Cristo, sentían como un santo deber el cooperar a la defensa, auxiliando a los libertadores. Casi nunca se necesitaba pedir: hombres y mujeres, cuando llegaban o pasaban los cristeros, salían presurosos de sus casas llevando a éstos cuanto podían para que se alimentasen. Muchas veces quedaban sin pan hasta los mismos pequeñuelos; pero gustosos cedían su alimento al cruzado de Cristo Rey, y los mismos niños, llevados de la mano por sus madres, hacían personalmente el obsequio. Quien más no tenía, salía a la puerta con su vasija de agua para dar de beber a los que tuvieran sed y muchas veces quien ni esto podía hacer, rendía el sagrado tributo de sus lágrimas y pedía para los defensores de la libertad una bendición del Cielo, y así con frecuencia, ancianas ya decrépitas, a la puerta de su casa o a la vera del camino, mientras por sus mejillas plegadas por los años, rodaban las lágrimas de sus ojos, apoyadas en su bordón o en el hombro de un nietezuelo, levantaban su diestra temblorosa y haciendo con ella señal de la Cruz, balbucían conmovidas un Dios los cuide, hijitos; que Dios los ayude y bendiga siempre.

EL ARMA TAUMATURGA DE LA ORACION

Todo el pueblo católico no formaba entonces sino un solo frente, un cuerpo, una unidad admirable; todos eran soldados de Cristo y quienes no peleaban en los campos con el rifle en su mano, luchaban en sus hogares por medio de la oración.

A tan no interrumpidas plegarias de los niños, mujeres y ancianos, se debió, sin duda alguna, la constancia, la fortaleza, el valor, el nervio admirable y el éxito en las lides de los guerreros cristianos.

Siempre que a lo lejos se oía el ruido del combate, principalmente en los pequeños poblados donde los sentimientos religiosos son tan puros, se suspendían por lo general, todos los quehaceres de las familias, y mujeres y niños se ponían de rodillas y, delante de alguna imagencita, ante la cual se encendía una lámpara, levantando sus brazos o juntando sus manos con angustia, oraban todos con gran devoción, y conforme aumentaba el ruido del combate, más se encendía el sentimiento de piedad y se oraba con mayor fervor. Así participaban todos de una misma vida; las necesidades de unos eran necesidades de todos, los sentimientos de los luchadores eran comunes a todos; todos participaban del mismo ideal santo y eran vivificados por un mismo espíritu, el Espíritu de Dios.

LEGION DE MARTIRES

Esta actitud generosa y jamás vista del pueblo fiel, fue la que dio ocasión a que la sangre corriese, no sólo en los campos de batalla sino en pueblos y ciudades, casi a diario; porque en sus católicos habitantes, hombres, mujeres y niños, era en donde los callistas desahogaban su furor. En la sola ciudad de Colima fueron centenares los católicos fusilados o ahorcados. La Calzada Galván o de la Piedra Liza, uno de los más hermosos paseos, era ya como las avenidas de los parques de Nerón, puesto que con suma frecuencia se encontraban ahí, si no uno o dos, sí tres, cuatro, cinco o seis católicos campesinos a quienes se ahorcaba por solas sospechas, sin ninguna formación de causa. El número de estas víctimas quedó envuelto en la oscuridad. ¿Cuántas fueron? ¿Quiénes eran? Nadie puede saberlo con precisión; sus almas están gloriosas en el Cielo y en el último día aparecerá radiante toda la legión de mártires ignotos. Entonces se sabrá su número, su nombre y lo que por Cristo sufrieron.

LAS BRIGADAS FEMENINAS

Las abnegadas mujeres, esforzadas vírgenes que proveían a los Cruzados de cuanto a ellas les era dable conseguir, continuaban, en medio de mil peligros y sufrimientos, su heroica tarea. Nada arredraba a estas heroínas, ni la cárcel, ni los golpes, ni la muerte misma. Sin atender, ni a la delicadeza de su sexo, ni a su edad, iban y venían, forradas completamente de parque que ocultaban bajo sus vestidos, para proveer así a los soldados de Cristo. Este parque era comprado a los mismos enemigos y luego, ocultamente, transportado al campo libertador. La carga ordinaria para cada una de aquellas valientes jóvenes, era de setecientos cincuenta cartuchos de máuser, peso excesivo para una jovencita.

Muchas veces estas niñas cayeron en manos de los enemigos, aunque no todas precisamente llevando cartuchos, pero sí por motivo siempre relacionado con la Cruzada Cristera. La prisión no les causaba desaliento y los sufrimientos de unas servían de estímulo y nuevo aguijón a las otras.

Omitiendo a aquellas de quienes ya se ha hablado por cualquiera circunstancia, he aquí enumerados los hechos heroicos y las duras pruebas de algunas otras:

NOBLES HEROINAS

El 27 de agosto de 1927, el día mismo de la muerte de Tomás de la Mora y casi en unión de él, fueron llevadas a la Jefatura de Operaciones Militares las señoritas Benita Coria, Rosa Avila que era novia de Dionisio Eduardo Ochoa y Consuelo, hermana del mismo. Las tres, separadamente, estuvieron presas durante algunos días.

El 1° de diciembre de ese mismo año fue de nuevo conducida a prisión la señorita Rosa Avila y, en unión de ella, fueron encarceladas su madre, un hermano, una hermana y una prima. Su casa fue cateada y saqueada por los callistas.

El 18 de abril de 1928 fue aprehendida por los gendarmes del gobernador Laureano Cervantes la señorita María Camarena. En la prisión estuvo siete días. Un año más tarde, en la misma fecha, Laureano Cervantes en persona, acompañado de unos gendarmes, la aprehendió de nuevo y con tan brutales maneras, que un soldado federal qUe se dio cuenta del atropello quiso defenderla, echando en cara a Cervantes -el gobernador- que no era digno de un hombre tratar así a una mujer honrada, más aún en plena calle.

El 21 de agosto de 1928 fue aprehendida la señorita Marcelina Camarena, hermana de María, también por orden del gobernador Cervantes. Casi un año más tarde, el 8 de mayo, fue reaprehendida y se intentaba mandarla a las Islas Marías, pero un amparo logró arrebatarla de las manos del gobernador.

Sin embargo, ella, su hermana María y una sirvienta fueron desterradas del Estado.

... Y NOBLES VICTIMAS

El 7 de agosto de 1928, fueron presas por el general Heliodoro Charis las señoritas Dolores Maldonado e Isabel Pérez. A la primera no se le encontró como delito más que unas velas y unas imágenes de santos. A la segunda una poca de ropa que ella arreglaba para vender y ganarse así la vida y que supusieron que era ayuda para los Cristeros. Ambas fueron remitidas a la Ciudad de México, en donde fueron internadas en los sótanos de la Inspección de Policía.

La noche del 12 de diciembre del 28, en el pueblo de Comala, fueron aprehendidas la señora Andrea Cisneros y sus hijas María, Josefa, Guadalupe, Angela y Victoria Ramírez. Todas fueron internadas en la cárcel del lugar y días más tarde remitidas a la prisión de Colima.

Por la santa Causa fueron aprehendidas en ese mismo pueblo de Comala, pocos días después, y remitidas a Colima, la señora Ramona T. viuda de Hernández, mamá de la señorita Mercedes Hernández; M. Carmen Cruz de López y Margarita Martínez.

El 16 de ese mismo diciembre, en uno de los carros del ferrocarril, yendo de Guadalajara a Colima, fueron aprehendidas tan sólo por sospechas, pues nada se les pudo comprobar, las señoritas María de la Luz Gutiérrez y Mercedes Santillán, de las Brigadas Femeninas. Ambas fueron obligadas a descender y se les internó en la prisión de Sayula.

Aun de entre las personas de la mejor sociedad colimense, hubo víctimas de la tiranía y así, entre otras, fueron aprehendidas, arbitrariamente como después se dirá y personalmente, por el Presidente Municipal, profesor normalista Benjamín Ortiz, las señoritas Juanita Ochoa, Leonor Barreto y la profesora María Concepción Galindo.

Estas son algunas de las que tuvieron la gloria de sufrir por la Causa de Cristo, y de cuyos sufrimientos se conserva el recuerdo en la sociedad; mas el número exacto sólo Dios puede saberlo.
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