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LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator

LIBRO SEXTO
Niebla de invierno
(Enero a abril de 1928)
Capítulo quinto

Se restablece el orden.



LLEGA EL GENERAL DEGOLLADO

Al mismo tiempo que provenientes de Sayula, Jal., avanzaban las fuerzas callistas que comandaba el general Manuel Avila Camacho y salían de Colima los fuertes contingentes al mando del general Pineda para atacar el cuartel general cristero, llegaba también, proveniente de sus campamentos, trayendo plena autorización, tanto del Comité Especial de la Liga como del Control Militar, para arreglar el asunto de Colima, el general cristero don Jesús Degollado.

Ya escuchándose el trueno del cañón por el lado del norte y contemplándose a lo lejos los incendios de las casitas de la región, pues los callistas eran como verdaderos vándalos, arribaba el general cristero Degollado, por el camino de Tolimán; pasó por Alcececa y siguió de frente hacia el campamento de la Mesa de la Yerbabuena, en donde creía él encontrar a los generales cristeros Miguel Anguiano Márquez y Manuel C. Michel; pero ninguno de ellos se encontraba allí, pues habían salido para Cerro Grande hacía algunos días.

Pero del cuartel general de la Mesa, de donde se había ordenado la evacuación por el coronel Andrés Salazar que estaba al frente del campamento, el general Degollado, con su escolta y Estado Mayor tuvo que retroceder. Poco más arriba de San José del Carmen, ya casi cerrando el cerco los soldados federales callistas, tuvo lugar el encuentro entre él y el general Michel que, procedente de Cerro Grande, subía hacia los campamentos del Volcán. Con el general Michel iba el Padre Capellán Ochoa.

El general Degollado se mostraba un poco nervioso, con la nerviosidad natural de un momento tan difícil, pues Degollado era hombre valiente. Además, los conflictos de Colima le traían un poco molesto. Con él venían los generales cristeros Carlos Bouquet y Alberto B. Gutiérrez.

Poco antes de llegar a San José del Carmen, viniendo del Volcán hacia el Río Grande o Armería y Cerro Grande, el general Degollado creyó conveniente organizar alguna resistencia y aun principió a colocar gente en las bocas de las veredas que atraviesan la barranca del Huacal; pero aconsejado por los que conocían la región, desistió de ello, pues por todos lados se acercaban las tropas callistas y ordenó la retirada hacia el río; pero no ya por el camino de Mazatán, que una hora hacía habían hecho el general Michel y el Padre, pues ya por ahí subía el enemigo, sino por una vereda -única salida que quedaba para no ser copados-, ya casi bordeando la barranca de El Remate. Ya entrada la noche se pasó el río Armería y se acampó al otro lado.

TRATANDO EL PROBLEMA

En esa misma noche, caminando hacia abajo, rumbo al río Armería, el general Degollado, separándose del general Michel y de los demás jefes cristeros de Colima, picó espuelas a su caballo y se acercó al Padre Capellán, señor Ochoa, para principiar a conversar sobre los asuntos que a Colima le traían.

- No únicamente ustedes -dice-, también yo lamenté el cisma de los señores del Control, respecto a la Liga. Yo inmediatamente me dirigí a ellos: o se ponen de acuerdo los dos organismos o yo me separo y, al separarme, haré públicas mis razones. Y dio efecto, porque se unificaron y ahora vengo yo en nombre, no sólo del Control Militar de Occidente, sino también de la Liga. Mañana le enseñaré la documentación, Dios mediante. Quiero que ustedes me digan, con toda libertad, su pensamiento respecto al gobierno de las tropas libertadoras en esta región de Colima.

El Padre le manifestó que él no tenía ningún mando en los soldados; que él no era jefe, ni siquiera intelectual, del movimiento cristero; pero que sí creía estar interiorizado de los problemas y que se los expondría con la mayor sinceridad. Que para el general Anguiano, para él y para los de Colima, el problema no era por las personas, sino por los principios; que una vez que el Control Militar se había unificado con la Liga, no había ninguna dificultad en acatar lo que se ordenase.

El general Degollado era hombre sincero y pronto él y el Padre Capellán, no obstante los prejuicios que mutuamente se tenían, se entendieron y se tuvieron mutua confianza.

El Padre le manifestó con toda sinceridad cuál era la situación y su opinión, esto es, que debía volverse a la unidad de mando en la región; que ya el general Michel y el general Anguiano estaban de acuerdo y que aun habían escrito en ese sentido a la Liga, proponiendo al general Michel como jefe único de Operaciones en el Estado y a Anguiano Márquez como jefe de Estado Mayor.

Pero el general Degollado estaba muy contrariado con el general Michel, a quien consideraba como responsable de todos los líos de Colima, por los informes falsos que había estado mandando.

- Michel queda destituido de su puesto -dice-. Mañana le mostraré sus cartas para que usted vea todo lo que ha escrito referente a Colima e insinuado en contra de ustedes.

El Padre, no obstante todo, continuó rogando por que se le perdonara. Tenía Michel sus grandes cualidades -valiente, organizador, decidido, hombre de convicciones critianas, educado, culto-, no obstante su temperamento fuerte y un tanto cuanto intransigente y altivo. Pero el Padre no fue oído.

Tampoco fue oído en lo de la unidad de mando:

- Andrés Salazar conviene que tenga su gente por separado y se le dará ascenso a general. Salazar es un hombre poco culto, brusco, dominador y es conveniente que tenga su gente por separado. Así habrá menos dificultades: -dijo el general Degollado.

EL ACUERDO

Al día siguiente, 26 de marzo, cayendo la tarde, se tomó el camino de. la cima del cerro y se llegó a La Añilera. Iban el general Degollado con los miembros de su Estado Mayor, el general Carlos Bouquet, el general Alberto B. Gutiérrez, el general Andrés Salazar, parte de sus jefes y oficiales y el Padre, don Enrique de Jesús Ochoa, Capellán de los cristeros de Colima. Faltaba solamente el general Miguel Anguiano Márquez, que andaba en una gira de revista de sus grupos cristeros del mismo Cerro Grande; pero noticiado de la llegada del general Degollado y sabiendo que quería verlo, se presentó esa tarde.

El general Anguiano se mostraba en un principio intransigente. No creía encontrar en todo aquello sino ambición y doblez. El general Degollado tuvo paciencia. Bien veía todo el cúmulo de enredos y humillaciones de que Anguiano había sido víctima y comprendía que ese su estado de ánimo era consecuencia natural.

El miércoles 28, después de la Misa, el Padre Ochoa y José Verduzco Bejarano lograron convencer al general Anguiano. Se habló con el general Degollado y todo quedó arreglado.

En esa misma mañana se celebró la reunión oficial. El general Degollado presentó la documentación que traía, tanto del Control Militar, como del Comité Especial de la Liga, en que se le mandaba viniese a Colima, confirmase al general Anguiano Márquez en su puesto de jefe y, con la gente que no quisiera estar bajo su dependencia, formase otro regimiento. Este estaría bajo el mando de Salazar, a quien se había dado su ascenso de general, hacía dos días.

Se habló del jefe de la División. El general Degollado ofreció renunciar a la Jefatura de Colima si los jefes Anguiano y Salazar lo creían conveniente. No hubo discusión, porque uno y otro manifestaron su adhesión a él y su deseo de que él siguiese siendo el jefe de la División sur de Jalisco y Colima.

Luego se dio a conocer oficialmente que el general Michel quedaba destituido.

Abordado el tema de la repartición de los diversos soldados cristeros entre los generales Anguiano Márquez y Andrés Salazar, se acordó que se otorgaba un plazo de 14 días, contados desde la fecha de esa reunión, el cual expiraría el 10 de abril, para que los soldados del Regimiento de los Volcanes decidieran libremente bajo el mando de cuál de los dos jefes -Anguiano o Salazar- gustaban seguir luchando, continuando cada quien con las armas y municiones que portase. Los escuadrones de Cerro Grande al mando del mayor Cisneros y de la zona del Naranjo, al mando del teniente coronel Gildardo Anguiano quedaban, sin discusión ninguna, al mando del general Miguel Anguiano Márquez.

Como el general Degollado tenía que regresarse, permanecería en Colima, como representante provisional de la Jefatura del sur de Jalisco y Colima, el general Alberto B. Gutiérrez.

La reunión se celebró con armonía plena y cordialidad, ya que, de antemano, el general Degollado había tenido el tino de tratar todos los puntos algún tanto escabrosos, con uno y otro de los' jefes cristeros.

Asistieron el general Degollado que presidió la sesión y los generales Alberto B. Gutiérrez, Miguel Anguiano Márquez, Andrés Salazar y Carlos Bouquet. Estaban también los miembros del Estado Mayor del general Degollado, algunos oficiales y jefes del general Salazar y los miembros de la escolta de la Jefatura del general Anguiano, entre ellos José Verduzco Bejarano. Todos los jefes firmaron el acta levantada al efecto.

Hubo en ese día verdadera cordialidad y alegría entre todos. Aun el mismo general Salazar se mostraba contento.

Al día siguiente, 29 de marzo, después de Misa y del almuerzo salieron a sus respectivos campamentos de Jalisco, terminada su misión en Colima, los generales Degollado y Bouquet y los miembros de su Estado Mayor y escolta.

Todos estos datos están tomados, casi a la letra, o del diario personal escrito en esos días, del Padre Capellán, o del diario, también escrito de su mano, en aquellos tiempos del capitán cristero J. Jesús Peregrina, el cual conservan sus familiares.

Lástima que en las Memorias que publicó el general de división del movimiento cristero, J. Jesús Degollado, aunque en lo sustancial -nos referimos a lo relativo a Colima- haya exactitud, en sus detalles haya muchas fallas; pues esas Memorias, por una parte, fueron escritas muchos años después, cuando ya declinaba su vida y, por otra, sus notas personales del tiempo de la lucha y su documentación se perdieron en gran parte, en aquellos años de una no interrumpida campaña con el enemigo, según él mismo dice.

Entre sus inexactitudes, está por ejemplo lo relativo a la venida del Padre Covarrubias a los campamentos cristeros de Colima.

En sus memorias, dice:

Acompañado por el Padre don Emeterio Covarrubias, mi E. M. y mi escolta salí para Colima, lugar a donde íbamos por primera vez en nuestra vida.

Esta venida fue a fines de diciembre de 1927, cuando por mandato del Control Militar de occidente llegaron él y el general Michel a tomar posesión de la Jefatura Cristera de Colima. y el Padre Covarrubias no vino entonces. En cinco ocasiones vino el general Degollado a Colima: la primera fue ésa, de fines de diciembre de 1927, la segunda en los últimos días de marzo de 1928, según se ha narrado en este capítulo; la tercera, para planear el ataque a Manzanillo, mas no al campamento de la Mesa de la Yerbabuena, como en sus Memorias se dice, sino a Toxín, en Cerro Grande; la cuarta, cuando el ataque a Manzanillo, en 24 de mayo de 1928, y la quinta, en diciembre del mismo año y esa sí a los campamentos del Volcán en donde, en unión de su Estado Mayor, su escolta, y del padre Covarrubias, pasó Navidad. En ninguna de las veces anteriores había venido el Padre Covarrubias (el Padre Covarrubias vino, porque era condiscípulo y muy buen amigo del Padre don Enrique de Jesús Ochoa, y quería verlo. El general Degollado le ofreció traerlo).

También se dice en las Memorias que el general Manuel C. Michel tenía su cuartel general en un lugar denominado Lo de Villa. Lo de Villa está aquí, casi a las goteras de Colima, y esto habría sido practicamente imposible. A Lo de Villa muchas veces entraron los cristeros, pero nunca pensaron establecer allí cuartel o campamento fijo.

SE DA CUMPLIMIENTO AL ACUERDO DEL 28 DE MARZO

Aunque en la reunión de La Añilera en Cerro Grande se habían dado 14 días hábiles para que los soldados cristeros del Volcán, los del regimiento que había comandado el general Michel y el coronel Salazar, pudiesen pasar al lado del general que quisiesen como jefe, entre Anguiano Márquez y Salazar, plazo que expiraba hasta el 10 abril, sin embargo, de acuerdo estos dos jefes, se convocó a todos los soldados libertadores a Cofradía de Juluapan, Col., para la tarde del 3 de abril que era martes de la Semana Santa.

El lugar era a propósito para la reunión, estratégico por los cerros abruptos de que está rodeado y sus casi inexpugnables cañones que se forman en la serranía. Además, después de la toma del cuartel de la Mesa de la Yerbabuena, allá en Cerro Grande se habían concentrado los cruzados.

Era una tarde llena de sol. Bajo el mando del general Alberto B. Gutiérrez, representante provisional de la Jefatura de Operaciones del sur de Jalisco y Colima, se congregaron los generales Anguiano Márquez y Andrés Salazar, con los capitanes, oficiales y soldados de sus escuadrones.

Había espectación y solemnidad. El general Alberto B. Gutiérrez tomó la palabra comunicándoles la finalidad de aquel acto y se les leyó el acta de la reunión de La Añilera, del 28 del mes anterior de marzo. Luego un toque de clarín y la orden de un paso al frente a los que quisiesen militar bajo el mando del general Anguiano Márquez.

Y el paso al frente fue dado por la gran mayoría. El capitán Andrés Navarro con los que antiguamente habían sido sus soldados; el capitán Plutarco Ramírez con los suyos; el capitán Ramón Cruz con sus antiguos cristeros y, además, el capitán Félix Ramírez que había sido de la gente de Salazar desde muy al principio (nuestros lectores recordarán el incidente de la muerte de don Enrique Shonduve, allá en mayo de 1927).

LA REACCION TEMIDA

Día 4.
Los males previstos inmediatamente se manifestaron. De parte del general Salazar no quedaron sino poco más de cien soldados. De parte del general Anguiano, todos los demás. El general Salazar está muy contrariado y la división ha profundizado más. Fui personalmente al campamento de Salazar para hablarle y procurar calmar su ánimo; pero no lo encontré. Hablé sólo con Dueñas, su secretario. (Del diario del Padre Capellán).

Y este estado de ánimo fue aumentado de día en día, casi de hora en hora.

El día 13, viernes de la Pascua, el general Gutiérrez, acompañado del general Anguiano, fue a buscar al Padre Capellán a La Añilera en donde, de una manera provisional, estaba él residiendo, para notificarIe que las cosas se habían agravado en demasía; que el general Salazar, parapetado en Cerro Chino, de ahí de Cerro Grande, en actitud hosca y rebelde, había enviado un oficio al general Gutiérrez suscrito por todos sus oficiales, exigiendo que se le devolviese el armamento de los soldados que, habiendo sido suyos, anteriormente, se habían separado de él y amenazando con recuperar sus armas a la fuerza si es que no se las devolvían por la buena y desconocerlo a él como representante de la Jefatura. (Del diario del Padre Capellán).

El general Gutiérrez iba alarmado. El Padre Ochoa se puso triste y pensativo:

- Hace mucho que yo temía y esperaba este resultado, dada la falta de formación cristiana de ellos -dice.
- Padre, usted necesita ir. Usted es el único que puede lograr aplacarlos -dice el general Gutiérrez.
- Sólo Dios puede reducir al orden a esta gente. Tenemos que rezar mucho. Se necesita un milagro, dado el modo de ser de estos señores. Sí, iré, y pondré yo de mi parte lo que humanamente puede ponerse. Que Dios me ilumine y ayude.

EN EL CERRO CHINO

Día 15.
En Cofradía de Jaluapan. Celebrada temprano la Santa Misa que con mayor devoción ofrecí por el arreglo de las dificultades, salí de Cofradía a Cerro Chino para entrevistarme con el general Salazar. Fui completamente solo, aun sin mi asistente que quedó, por mandato mío, al pie del cerro. Pensé que sería mejor ir solo; si iba con alguno o algunos soldados de escolta, tal vez la reacción sería peor. A mí, a mí, separadamente, no era tan fácil que quisieran parapetárseme y hacerme algún mal. En junta de otros, sabe Dios qué pasaría.

Bajé de mi caballo y entré a la casita en donde se encontraba Salazar. Estaba solo; pero afuera estaban sus armados guardando su casa. Lo saludé y le dije que le llevaba a obsequiar una bonita medalla de plata de la Milagrosa.

El la aceptó y se la prendió en su camisa. Yo respiré tranquilo: La Virgen hará el milagro, me dije.

Luego afronté el problema. Larga fue la discusión. Le fui rebatiendo uno a uno los puntos de su oficio; mas él no transigía y continuaba aferrado a su descabellada resolución de que, o se le concedía lo que pedía, o tomaba él las armas contra los mismos compañeros.

Frustradas todas mis razones se me ocurrió una última idea, afrontando el todo por el todo: Lo que ustedes pretenden hacer de tomar las armas contra los propios compañeros, no sólo es malo e injusto, sino que es en contra de lo que tienen jurado, de evitar todo problema con los compañeros en la lucha. Y si ustedes no desisten de ello, yo, por mi deber de Sacerdote, me presentaré en su campamento, y hablaré a los soldados de usted haciéndoles ver que lo que pretenden es indebido y malo, y contra el juramento que, como soldados de Cristo Rey, han hecho. Y esto, aunque sea yo el primero que muera, porque alguno de los suyos me mate. Me da lo mismo morir a manos de los enemigos, que morir a manos de ustedes, cumpliendo con mi deber sacerdotal. Y les diré, que en todo esto que es malo, tienen deber cristiano de no obedecer a ustedes.

Con esto principió a bajar su enojo y comenzó a ceder. Quedó en que se trataría el asunto con los oficiales que habían firmado el oficio. (Del diario del Padre Capellán).

EN EL CAMPAMENTO DEL GENERAL SALAZAR

Día 16.
Celebré Misa votiva del Espíritu Santo. Llegaron el general Salazar y sus oficiales. Salazar mismo me instó para que fuera a su campamento. Llegamos, comimos y me acosté un rato bajo unos árboles a esperar que se juntaran los oficiales y resolvieran lo que quisieran. Ya no hice hoy ninguna instancia. Creo que basta lo de ayer. Además, tal vez sea lo más prudente que no me vean muy interesado. Cuando menos lo esperaba, Salazar se me acercó a rogarme que hablara uno a uno a los oficiales en pro de que retirasen su oficio; pero temiendo yo que no hubiese sinceridad en él, me negué a ello, diciendo que creía suficiente lo que había hablado con él el día anterior; que resolvieran libremente; que deseaba saber únicamente la última resolución de ellos para obrar inmediatamente conforme a mi deber sacerdotal, según se lo había ya dicho; pues yo, costare lo que costare, aunque fuere mi vida, hablaría a los soldados e impediría sus intenciones. Continué recostado bajo aquella sombra y, con asombro, estuve viendo a Salazar que fue llamando a sus oficiales para convencerlos de que desistieran. Aquello era maravilloso. Su cara ceñuda se iba llenando cada vez más de sincera alegría y conmigo estaba afable. Se hizo la junta en la cual todos, menos Jesús Mejía y Prudenciano Mendoza, aprobaron que se retirase el oficio. Se firmó un acta en la cual se comprometían todos a evitar las discordias y a no romper la unidad. Les entregué luego su oficio que el general Gutiérrez me había confiado y que Salazar, personalmente, hizo pedazos.

Casi obscurecía cuando bajé al campamento del mayor Candelario Cisneros en Cofradía de Juluapan, bendiciendo a Dios y convencido de que aquello, ciertamente, era un verdadero milagro de la gracia.

EL ELOGIO DE LA LIGA

Entretanto, el Comité Especial de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa en la ciudad de México, que había seguido con interés el asunto de Colima ordenando lo conducente, se había enterado con verdadera satisfacción de la junta de jefes habida en La Añilera el 28 de marzo anterior, e inmediatamente se dirigió al general Anguiano Márquez felicitándolo por los arreglos y alabando la prudencia con que se había procedido por parte suya. Que se siguiera procediendo así, en tanto que ellos arreglaban con el Control, que se procurase unificar el mando en Colima, así como se había manifestado y se creía conveniente. El día 10, martes de Pascua, se recibió con alegría tal oficio en los campamentos del general Anguiano.

EL REGRESO A LOS CAMPAMENTOS DEL VOLCAN

Ya a esta fecha y propiamente como don del Cielo en la semana de Pascua, volvieron a sus antiguos campamentos del Volcán, separados ya de la gente del general Salazar, los escuadrones cristeros de los capitanes Andrés Navarro, Plutarco Ramírez y Ramón Cruz. También se marchó para aquella zona el capitán Félix Ramírez que se había separado del regimiento del general Salazar, formando así un cuarto escuadrón.

El sitio elegido por él fue El Borbollón, situado en las faldas mismas del Volcán, por su parte occidental, lugar de los más amenos, tal vez el más estratégico de todos y el cual habría de convertirse, en la última etapa del movimiento cristero, en el campamento libertador más lleno de celebridad y gloria, por el destrozo de las filas del general ultra callista Eulogio Ortiz, hasta entonces tenidas como invencibles.

En sustitución del mayor Calvario, que había pasado a luchar bajo el mando del coronel Marcos Torres, se encargó del regimiento de las estribaciones del Volcán, el teniente coronel José Verduzco Bejarano. Este se marchó inmediatamente a pasar revista y ordenar lo conducente.

Como se recibe el sol después de una lluvia invernal, así recibieron los libertadores del Volcán la llegada de los últimos días del mes de abril; pues aunque con disciplina habían seguido todos trabajando, no dejó de haber sus dificultades, sus sinsabores, sus amarguras muy hondas y de abrigarse en el corazón el deseo del restablecimiento del orden primitivo.

LA FIESTA RELIGIOSA DE ACCION DE GRACIAS

Una hermosa fiesta religiosa en el 25 de abril, día del Patrocinio de Señor San José, vino a colmar su alegría. En el campamento tan querido de la Mesa de los Mártires, diéronse cita los soldados de aquel regimiento nuevamente rehecho; allí recibieron a su Jesús Eucaristía, asistieron a la Santa Misa y escucharon las palabras de aliento y dirección que les dirigía su Padre Capellán, el mismo sacerdote don Enrique de Jesús Ochoa. En esta misma mañana fueron recibidos todos ellos como miembros de la Asociación Nacional de Vasallos de Cristo Rey; la alegría se desbordaba de los corazones, al grado de no haberse visto sino contadísimas veces aquel cuadro tan uniforme.

En este mes, el Pbro. don Adolfo Mota, párroco del pueblo de Coinala, a fin de ser lo más útil posible a la causa de Dios, cambió su residencia al Cerro Grande, en donde, en contacto con los libertadores de esas zonas, trabajó muy abnegadamente por su vida cristiana. Bendijo el cielo su celo apostólico y consiguió hacer de aquellos valientes, dignos soldados de la causa que defendían.

NUEVAMENTE, EL CONTROL

Ya para terminar el mes de abril el Control Militar de Occidente, siguiendo instrucciones de la Liga, escribe a Colima pidiendo que por separado, tanto el general Anguiano como el general Salazar, digan por escrito si están conformes con los arreglos efectuados en la junta de La Añilera del 28 de marzo y expongan cuál es su pensamiento con relación a la mejor marcha del movimiento cristero en Colima.

El general Anguiano contestó afirmativamente y refería cómo las dificultades, a Dios gracias, habían cesado y se estaba marchando en plena armonía.

El general Salazar no sólo contestó eso, sino que manifestaba que

desengañado ya él de todo y experimentado, deseaba caminar en todo con la mayor unión con los demás compañeros de lucha y que él deseaba que el general Anguiano fuese encargado del mando de todas las fuerzas de Colima y al cual él, con gusto, se subordinaría. (Del diario del Padre Ochoa).

EL GENERAL ANGUIANO, COMANDANTE GENERAL DE LAS FUERZAS LIBERTADORAS DE COLIMA

Estos oficios anteriores fueron al Control de Guadalajara y de ahí a la Liga en la ciudad de México.

Cuando el 19 de mayo el general Jesús Degollado, con su Estado Mayor y escolta estaba en Toxín, en los preparativos de la acción de Manzanillo, extendió nombramiento, en nombre de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa y del Control Militar de Occidente, al general Miguel Anguiano Márquez, de general de brigada, comandante general de las Fuerzas Libertadoras Colimenses. El general Gutiérrez era separado de su cargo provisional que había desempeñado de representante de la J. de O. del sur de Jalisco y Colima y era dado al general Salazar para que fuese su jefe de Estado Mayor. El general Salazar, al frente de su regimiento, reconocería como jefe inmediato al general Anguiano Márquez.

Además, por disposición del Comité de Guerra de la Liga Nacional de la Libertad Religiosa, el sur de Jalisco, el sur de Nayarit y Colima formarían una sola división militar en cuya Jefatura se confirmaba al general don Jesús Degollado. Al general Manuel C. Michel, poco después, cuando quedó formalmente organizada la columna expedicionaria del general Bouquet, se le nombró, nuevamente, jefe del sector militar de Zapotitlán.
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