Indice de Los cristeros del volcán de Colima de Spectator Libro sexto. Capítulo terceroLibro sexto. Capítulo quintoBiblioteca Virtual Antorcha

LOS CRISTEROS DEL VOLCÁN DE COLIMA

Spectator

LIBRO SEXTO
Niebla de invierno
(Enero a abril de 1928)
Capítulo cuarto

Procúrase reestablecer el orden.
El ataque al cuartel general.



VICTORIAS SOBRE VICTORIAS

En el mes de marzo, el coronel Marcos V. Torres emprendió seria campaña contra los agraristas de la región de Tepames, Col. El día 6 atacó, en primer lugar, a los de este pueblo, en donde tenían su centro de operaciones. Aunque el combate fue recio, no logró sacarlos de sus posiciones; pero sí les hizo ocho muertos y algunos heridos, según parte oficial de él.

Descansaron un día las fuerzas libertadoras de Marcos V. Torres, y al tercero, o sea en la madrugada del día 8, un grupo como de trescientos cristeros atacó a los agraristas de Cardona, que como se recordará fueron los que hacía siete meses habían entregado al Padre don Miguel de la Mora.

Al ver los agraristas la formalidad del ataque y la superioridad de las fuerzas de los cruzados, después de corto tiroteo tuvieron que huír por entre el bosque de la barranca hasta la hacienda de la Estancia.

Entretanto los soldados del destacamento callista de Buenavista salieron a dar auxilio a sus compañeros de la ranchería de Cardona; pero no sólo llegaron tarde, sino que se les batió tan fuertemente que se les hizo retroceder en precipitada huída hasta la misma hacienda de donde habían salido. Cuando los libertadores regresaban, después de haber ido en persecución tras los callistas de la hacienda de Buenavista, fueron atacados en Portezuelo por otras fuerzas callistas de línea, a los cuales igualmente hicieron huír.

Después de esta triple victoria, cuando en la hacienda de Corralitos descansaban las fuerzas del coronel Torres, fueron atacados de nuevo. Entonces los libertadores se batieron en retirada con objeto de hacer caer a los enemigos en una emboscada, lo cual no consiguieron.

Saldo de este día de lucha: los callistas, veinticinco muertos, aparte de algunos heridos. De los soldados cristeros, dos muertos.

CONTESTACION DEL CONTROL

El sábado 10 de marzo el general Manuel C. Michel recibió al fin la tan esperada contestación del Control Militar de Occidente.

Al fin se había triunfado en lo esencial y básico.

La carta tajante del general Jesús Degollado en donde decía al Control Militar de Occidente que, o se ponían de acuerdo con la Liga o se separaba él del movimiento cristero, haciendo pública la razón por la cual abandonaba las armas, y la carta misma del general Miguel Anguiano Márquez fechada el 23 de febrero dando 15 días de plazo como ultimátum, atento, pero enérgico, al Control Militar de Occidente, obligaron a éste a ponerse en relaciones con la Jefatura suprema del Movimiento que era la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa en la ciudad de México. Reclamaron, protestaron, diciendo que habían sido atropellados en sus derechos por la Liga con el nombramiento que ésta había extendido al general Miguel Anguiano como jefe de las fuerzas cristeras en Colima, sucesor del extinto general Dionisio Eduardo Ochoa; pero, conforme hemos visto, el mismo licenciadb don Rafael Ceniceros y Villarreal, Presidente Nacional, cogió con arrestos de luchador la defensa, no sólo de los derechos de la Liga que era la Jefatura del Movimiento Nacional de resistencia, sino de la unidad de este movimiento en donde el principio de autoridad no debería ser quebrantado. De todas maneras, no obstante los reclamos, la unión se había logrado de nuevo.

MOVIMIENTOS DE ACOMODO

Sin embargo, en estos primeros movimientos de acomodo, sin estar debidamente informados de la situación de Colima, ni la Liga, ni el Control, no era posible que se diese una solución acertada a los problemas.

Por una parte, la Liga sostenía, como base de un entendimiento, el nombramiento que había hecho en favor del general Miguel Anguiano. Por otra parte el Control, informado falsamente de la situación de Colima, porque de las informaciones que el general Michel daba y que el general Degollado reproducía y hacía suyas, se tenía como cierto que si quedaba como jefe de Operaciones Militares Cristeras en Colima el general Anguiano Márquez, el general Michel y el coroneJ Andrés Salazar, con toda su gente se separarían de Colima, contando ellos como gente suya, aun a los soldados de los antiguos escuadrones de los capitanes Andrés Navarro, Plutarco Ramírez y Ramón Cruz que nunca habían sido de la gente del coronel Salazar y que si en esos días lo reconocían como jefe, era por disciplina únicamente, y haciendo caso omiso de los regimientos de Cerro Grande y el Naranjo que habían continuado reconociendo al general Anguiano Márquez, pretendía, como lo más viable, aceptar el nombramiento que la Liga había extendido en favor del Gral. Anguiano; pero sostener al mismo tiempo al Gral. Michel y que la gente se dividiese entre ambos jefes.

En el campamento, en cambio, las cosas se veían de otra manera:

Esta división -copiamos del diario personal del Padre Capellán escrito en aquellos días- tiene, indudablemente, que agriar más la situación y va a ser ocasión de profundos disgustos y aun de choques sangrientos entre íos dos bandos. Por otra parte, casi es impracticable; porque muy pocos serán los que voluntariamente quieran continuar del lado del general Michel y coronel Salazar. De aquí que, si contra su voluntad se les obliga a estar bajo su mando se les reducirá a un estado completamente violento que traerá el fracaso; y si se les da libertad para elegir, entonces habrá el inconveniente de que la gran mayoría -setecientos u ochocientos- de esta gente de los campamentos del Volcán que es la que constituye el problema, se cargarán al grupo de Anguiano reduciéndose el otro a unos cien o poco más, lo cual dará origen a envidias y mucho más.

Estas eran las reflexiones que el Padre Capellán, señor Ochoa, y los generales Michel y Anguiano hicieron en esa ocasión.

El Padre Capellán, respetando por una parte aquella decisión que aunque desatinada, emanaba ya de una autoridad legítima y por otra parte viendo lo inconveniente de ella, no quiso ni opinar siquiera, y se retiró de los dos jefes.

Yo me retiro y ustedes dos vean cómo se reparten. No creo que deba yo terciar para opinar algo.

Y se separó de ellos con visible tristeza por las consecuencias que aquello tendría.

EL ACUERDO DE LOS DOS JEFES

Después de mucho comentario -seguimos copiando del diario del Padre Capellán, señor Ochoa- viendo ellos dos de por sí lo impracticable de la solución que el Control Militar daba, se llegó al siguiente acuerdo:

El general Anguiano, en bien de la Causa, renuncia a la Jefatura de Operaciones Militares en el Estado, quedándose como jefe de Estado Mayor, si acepta la Liga. Esto con el fin de que haya unidad y se eviten las divisiones y sus funestos resultados. Además, juzgando Anguiano que todo el mal ha radicado en el Control de Occidente, quiere que se pida a la Liga que se sostenga en lo que primeramente había ella resuelto, a saber, que se dependa únicamente de ella. El general Michel aceptó ambas cosas y se escribió un amplio oficio a la Liga firmado por ellos dos, el cual habría de ser enviado a México. De estos acuerdos se guardaría completa reserva, dijeron ellos, hasta que venga la resolución del centro.

Del mismo diario:

15 de marzo.
Vinieron los generales Michel y Anguiano. Ya se remitió el oficio a México. Fue el jefe civil de Colima, el mismo que en enero había ido a entrevistar a los jefes nacionales, el que de nuevo emprendió el viaje para entregar el documento.

EN MEXICO, D. F.

Y valiéndose, como en la vez anterior, de la mediación de la señorita Celia Gómez, que era la jefe nacional de las Brigadas Femeninas y estaba en comunicación con los señores del Comité Especial de Guerra de la Liga Nacional, Juan Gómez Moreno -el jefe civil de Colima- logró entrevistarlos, narrarles en breve la situación de Colima y entregar el pliego que llevaba, firmado por los generales Manuel C. Michel y Miguel Anguiano Márquez. Cuando volvió para recibir sus instrucciones, se le dijo que regresase sin pendiente; que ya se habían girado órdenes al general Degollado para que fuese a Colima y confirmase al general Anguiano Márquez en su puesto de jefe y que, si había gente actualmente al mando del general Michel que no quisiese estar subordinada a él, que viese el modo de llegar a un acuerdo y arreglar las cosas como mejor pareciese, con la conformidad de ambas partes.

EL ATAQUE AL CUARTEL GENERAL

Entre tanto el enemigo preparaba un ataque formal y combinado al cuartel general de las fuerzas cristeras de Colima instalado por esos días, como se ha visto, en la Mesa de la Yerbabuena o Mesa de los Mártires, en las estribaciones occidentales del Volcán de Fuego, extremo norte del Estado de Colima, separada de la cuchilla de El Borbollón, que ya es Jalisco, por la barranca del Arroyo de la Lumbre.

Era el mediodía del 24 de ese mes de marzo, cuando las tropas enemigas, provenientes de Jalisco, haciendo lujo de fuerza, se presentaron en la zona de Zapotitlán, Jal. Las piezas de artillería funcionaban sin cesar para infundir terror. Las familias corrían a esconderse en las cuevas de los barrancos, temerosas de ser víctimas de la crueldad y lujuria de la soldadesca que comandaba el general Manuel Avila Camacho, que era quien avanzaba.

La ruina se iba sembrando por doquiera que aquellos hombres pasaban; las casas eran incendiadas y cuanto se encontraba al paso era destruido. El 25 se estrechó el cerco: Avila Camacho logró llegar hasta San José del Carmen y, por la parte de Colima, el general Pineda, trayendo también grandes fuerzas, acampó en la hacienda de San Antonio. El coronel Salazar, que estaba entonces al frente de las fuerzas cristeras del cuartel de La Mesa de los Mártires, porque el general Michel se encontraba en esos días en Cerro de Villa, estribaciones, como hemos dicho, de la serranía de Cerro Grande, cerca de El Paso de Alcececa, Jal., temió el ataque, porque juzgó no poder resistirlo y, no obstante las magníficas posiciones y olvidando sobre todo el auxilio de Dios, que nunca había faltado a los cristeros cuando en él habían confiado, ordenó la evacuación y, antes de que se cerrara el círculo enemigo, salió para Cerro Grande. No quedó en el viejo cuartel sino el valiente capitán Ramón Cruz, al frente de siete o nueve soldados, para resguardar la salida de las familias que allí había y las cuales huyeron hacia las arideces del cono riscoso del Volcán. ¡También la fe y espíritu primitivos habían menguado en aquellos días!

Al tercer día, o sea el 27, los generales callistas Pineda y Avila Camacho entraban al campamento de la Mesa. Componían sus tropas más de mil hombres. El libertador Ramón Cruz, que sólo contaba con aquellos siete o nueve cristeros, no vaciló en hacer frente a tantas fuerzas; resistió por unos momentos y logró hacerles unos veinticinco muertos. De los libertadores, contando los que murieron en el tiroteo y los que fueron aprehendidos y matados aisladamente en aquellos días, sólo se registraron cuatro bajas.

PROFANACIONES INDIGNAS

Al entrar al campamento evacuado, descargaron aquellos hombres su saña en la humilde capilla, centro de vida religiosa para toda la comarca, en las cruces que encontraron, a su paso y, sobre todo, en el para los cristeros tan venerado cementerio, donde despedazaron el monumento del sepulcro de Dionisio Eduardo Ochoa, y hubiesen profanado sus restos, si el general Pineda, con espíritu de cordura y haciendo prevalecer sus derechos, porque ya allí era territorio de Colima, no lo hubiese impedido.
Indice de Los cristeros del volcán de Colima de Spectator Libro sexto. Capítulo terceroLibro sexto. Capítulo quintoBiblioteca Virtual Antorcha