Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO VIIICAPÍTULO XBiblioteca Virtual Antorcha

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE 1847
ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO

William Jay

CAPÍTULO IX

Tratado de arbitraje. Actividad de los esclavistas


México, deseoso de conservar la paz con los Estados Unidos, no sólo ofreció someter las reclamaciones de su vecino al arbitraje, sino que envió de nuevo un Ministro a la ciudad de Wáshington. Este caballero llegó en octubre y, según se dice, en la falsa creencia de que la proposición mexicana había sido comunicada ya al Gobierno, no la anunció oficialmente sino hasta el 22 de diciembre de 1837.

La proposición en sí fue un motivo de desencanto para los partidarios de la anexión. Tendía a impedir la guerra, o al menos a posponerla. Era una proposición equitativa y honorable, tan pacífica y en tal forma capaz de apelar al sentido moral de la comunidad, que no podía ser rechazada sin provocar el odio para la Administración; y el partido del cual era ella representativa, tenía realmente poca popularidad que desperdiciar. De cualquier modo, se recibió la proposición mexicana en medio a un silencio hosco y no se le dedicó por lo pronto más atención que un acuse de recibo formal (1). Pero no menos de tres veces después de este acto oficial, Mr. Forsyth (Secretario de Estado) insistió en ejercer presión sobre el Ministro de México con nuevas reclamaciones y nuevas demandas, sin dignarse siquiera hacer alusión a la importante oferta que había recibido.

Transcurrieron cuatro meses, y el Gobierno americano no había dado señales de estar dispuesto a adoptar una actitud equitativa y pacífica para obtener las satisfacciones correspondientes a los daños acumulados de que se quejaba. Mientras tanto, la oferta mexicana se había hecho pública y habían llegado al Congreso solicitudes de que se le aceptase (2); y cuando menos 40,000 ciudadanos habían manifestado ante ese cuerpo su inconformidad con la anexión. Por fin, el 21 de abril de 1838 el señor Forsyth infonnó al Ministro mexicano que el Presidente está ansiosísimo de evitar ciertas medidas extremas y por tanto aceptaba la proposición. Iniciáronse entonces negociaciones en Wáshington y resultó de ellas el 10 de septiembre de 1838 un convenio entre los dos gobiernos que establecía que todas las reclamaciones contra México serían estudiadas por un Consejo o Comisión integrada por cuatro delegados, de los cuales cada parte contratante designaría a dos. El Consejo se reuniría en Wáshington tres meses después de que los gobiernos se cambiaran las ratificaciones de rigor, y sus labores no podrían prolongarse por más de año y medio (dieciocho meses). Lo que fallara ese cuerpo sería inapelable, pero los puntos en que no llegara a ponerse de acuerdo serían resueltos por un árbitro que sería designado por el Rey de Prusia. En caso de que el Gobierno mexicano no juzgase conveniente pagar en efectivo la indemnización que se acordara, podría hacer el pago en bonos del Gobierno cuyo monto, al precio a que se cotizaran en Londres, tendría que equivaler a la indemnización acordada. Como no se obtuvo la ratificación mexicana a este acuerdo dentro del plazo señalado, se renovó el convenio con ligeras modificaciones en 1840. Las más importantes reformas que se le hicieron se referían a la forma en que tendría que darse la indemnización y que sería: la mitad en efectivo y la otra mitad en bonos de Tesorería con interés del 8% y que el Gobierno mexicano aceptaría en pago de impuestos.

La determinación del Ejecutivo de someter las reclamaciones contra México al arbitraje y la demora que forzosamente se originaría con ello a la solución del conflicto, parecían excitar a los esclavistas hasta el punto de inducirlos a perseguir con mayor energía su finalidad favorita. Ya el Misisipí, por conducto de su Legislatura, había exigido que se efectuara la anexión de Texas, invocando francamente en su apoyo el beneficio que con ello recibirían los intereses esclavistas. El Estado de Alabama procedió después en igual forma. La Legislatura de Tennessee se adhirió a la demanda, pero se abstuvo de incurrir en la indecencia de apoyar su actitud en el desarrollo de la servidumbre humana.

Tres días después de haberse aceptado la oferta mexicana, Mr. Preston, Sénador del Estado de Carolina del Sur, propuso al Congreso que declarara oficialmente que era necesario anexar a Texas a la Unión. El 14 de junio de 1838, Mr. Thompson, del mismo Estado, sometió a la consideración de la Cámara de Diputados un proyecto de resolución conjunta en que se indicaba al Presidente que debería dar los pasos adecuados para la anexión de Texas, tan pronto como esto sea compatible con las estipulaciones del Tratado hecho por este Gobierno.

En el Sur (de los Estados Unidos) poca diferencia había, si no es que ninguna en lo absoluto, entre los dos partidos políticos (republicano y demócrata) en cuanto a la anexión. Una muestra de la audacia y la falta de escrúpulos con que se exigía la adopción de esa medida, la encontramos en las palabras de un importante periódico dél partido republicano sobre este asunto:

Hasta aquí hemos afirmado y lo repetimos de nuevo, que Texas deberá convertirse en parte de nuestro país a toda costa, pacíficamente si así lo quiere, o por la fuerza si se opone a ello (3).

El Norte no permanecía callado. El partido republicano estaba casi unido en su oposición a que se adquiriera a Texas, y en muchos casos se le unían en esta actitud algunos grupos de sus adversarios políticos. Los Estados de Vermont, Maine, Massachusetts, Connecticut, Rhode Island, Nueva York y Pennsylvania, todos protestaron por conducto de sus Legislaturas respectivas contra la anexión. Por lo tanto no es de sorprender que Mr. Van Buren se apartara de la política del general Jackson en cuanto a someter las reclamaciones contra México al arbitraje, en vez de recurrir a la espada.



Notas

(1) Véase Ex. Doc. 25a. Leg. 2a. Ses.. Vol. 12.

(2) Véase Ex. Doc. 25" Leg. 2a. Ses. Vol. 12.

(3) Commonwealth, de Frankfort (Ky.) del 2 de mayo de 1838.

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