Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO IIICAPÍTULO VBiblioteca Virtual Antorcha

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE 1847
ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO

William Jay

CAPÍTULO IV

Esfuerzos del gobierno por provocar una guerra con México


El estado de perturbación y agotamiento en que se hallaba México; el vigor creciente y el número cada vez mayor de los texanos en guerra; los cuantiosísimos elementos bélicos que recibían éstos diariamente de los Estados Unidos y la proximidad de un ejército amigo listo en caso necesario para interponerse entre ellos y sus adversarios, fueron circunstancias que, juntas, definieron de modo inevitable el resultado final de la lucha. Vióse claramente que Texas se independizaba de México, pero su independencia no daría necesariamente mayor fuerza política a los intereses esclavistas en los Estados Unidos. Para este último fin la anexión era del todo indispensable. Sólo que la anexión no podría realizarse por lo pronto sin ocasionar una guerra con México, y esta consecuencia obvia fortalecía las objeciones que se formulaban en el Norte de los Estados Unidos contra ese designio. Estaba perfectamente confirmado que el Congreso no aprobaría por el momento ningún tratado de anexión, especialmente si había de ser a costa de una guerra con el país del Sur.

Pero ... ¡si México pudiera ser inducido a romper las hostilidades contra los Estados Unidos, o si su conducta justificara una declaración de guerra! Entonces se eliminaría un obstáculo poderoso para la anexión, ¡y Texas sería nuestra, por derecho de conquista y con el consentimiento unánime de sus habitantes!

Todo intento de adquirir a Texas por compra había fracasado, y toda esperanza de adquirirla así hubo de abandonarse al terminar la infructuosa misión de Mr. Butler. Desde ese momento, la política única de la Administración norteamericana consistiría en forzar a México a entrar en guerra. Se inició esta nueva política con la marcha de las tropas americanas dentro del territorio de Texas bajo la excusa de proteger la frontera amenazada por los indios.

El 5 de agosto de 1836, el Presidente, en carta que dirigió al Gobernador de Tennessee, contraordenaba una requisa de tropas hecha por el general Gaines, aduciendo esta razón muy notable:

No hay información alguna que justifique el temor de hostilidades de carácter serio por cuanto se refiere a los indios del Oeste.

La Victoria de San Jacinto ya se había ganado, y el Presidente quizás pensó que el celo del general Gaines en favor de Texas estaba obligando al país a hacer erogaciones innecesarias. Por qué la orden adversa a la requisa dispuesta por el general no se expidió por conducto de la Secretaría de Guerra, es un punto que no parece claro. Tal vez se creyó más prudente que no apareciera en los archivos de la Secretaría mencionada un documento en que se reconocía ese punto tan importante, y debemos el conocimiento de esta carta a una verdadera casualidad o descuido que permitió se le incluyese entre los documentos oficiales publicados por el Congreso. Sugiero a los lectores que no olviden la fecha de esa carta: 5 de agosto de 1836.

El día 10 de septiembre, el Ministro mexicano en Wáshington dirigió una nota a la Secretaría de Estado y, refiriéndose a las informaciones contenidas en algunos periódicos en el sentido de que las tropas de los Estados Unidos habían invadido el territorio mexicano, afirmaba categóricamente que si tal invasión era aprobada por el Gobierno, entonces debía darse por terminada su misión diplomática. ¿Y cuál fue la respuesta que se le dió al Ministro? ¿Acaso se disculpó el Gobierno por esa invasión diciendo que fuese sólo una noticia falsa? ¿Por fortuna reconoció que no había por el momento información alguna que justificara el temor de hostilidades de carácter grave por parte de los indios del Oeste y que por lo tanto las tropas serían retiradas inmediatamente?

La respuesta fue muy diferente en verdad. La Secretaría de Estado admitió el hecho de que las tropas norteamericanas se hallaban ya estacionadas en Nagodoches, y más aún, que el día 4 de ese mes el Presidente había dado instrucciones al general Gaines de internarse en territorio de México, si estaba seguro de Que cualquier partida de indios Que perturbara la paz en la frontera de los Estados Unidos, recibía apoyo o encontraba refugio en el territorio mexicano.

El Ministro negó que México tuviese deseos de incitar a los indios contra los Estados Unidos y exigió formalmente el retiro de las tropas norteamericanas que se hallaran en territorio mexicano (Texas). Esta demanda recibió el 13 de octubre una franca negativa -una negativa y un insulto-. El Ministro fue advertido por nuestro Secretario de Estado de que por obra del tratado en vigor, cada una de las partes estaba obligada a impedir que sus propios indios hiciesen incursiones hostiles en el territorio del país vecino, y que, puesto que México no tenía elementos para cumplir su compromsio, los Estados Unidos tenían el derecho de ocupar su territorio en defensa propia.

No se adujo ninguna prueba de que la frontera de los Estados Unidos estuviese amenazada por indios mexicanos; no se presentó argumento alguno en apoyo de que fuese necesario mandar nuestro ejército a Texas en defensa propia, y el pretexto invocado lleva la marca de una falsedad impúdica, a juzgar por la confesión Que hizo al Gobernador de Tennessee el Presidente de los Estados Unidos en la carta que hemos citado.

Dos días después de este insulto proferido a México, su Ministro pidió que se le diese su pasaporte (1). Este incidente constituía un punto ganado por la Administración. Las relaciones diplomáticas con México quedaban desde luego interrumpidas y esta ruptura, utilizada con habilidad, podría originar una guerra y, por lo tanto, la anexión de Texas. Precisamente en los momentos en que se cometían estos ultrajes a México y en medio a las protestas de neutralidad que se hacían con tanta vehemencia como falsedad, el Gobierno de Wáshington creyó conveniente formular una nota en que se quejaba de los daños causados por México a ciudadanos americanos y lanzaba las más clamorosas demandas de reparación inmediata.

El público ha oído mucho pero ha entendido poco acerca de nuestras reclamaciones contra México. Lo más probable es que apenas uno entre mil de esos ciudadanos que condenan las atrocidades de México invocadas como justificación de la guerra emprendida contra esa República, tenga noción de lo que afirman. Antes de entrar en el examen de nuestras reclamaciones contra México, será bueno que establezcamos dos principios generales que, según el derecho internacional y el consuetudinario, limitan la intervención de un Gobierno en apoyo de las exigencias de sus ciudadanos contra una potencia extranjera, para la satisfacción de supuestos agravios.

Las quejas que dimanan de contratos hechos entre ciudadanos de un país y el Gobierno de otro país, no pueden ser propiamente motivo de reclamaciones internacionales. Nuestro Gobierno no toleraría jamás una protesta del Gabinete británico en favor de un súbdito inglés empleado en nuestros arsenales o diques, que se quejara de que no se le habían pagado sus sueldos convenidos.

Cuando por obra de un tratado, un extranjero tiene el derecho de demandar justicia de los tribunales del país en que se supone que recibe un daño, no se permite a su Gobierno convertir eSe agravio, sea imaginario o sea real, en un agravio nacional. Si un inglés sufre un asalto en nuestras calles, o es defraudado por algún deudor, o se le encarcela sin justicia por uno de nuestros funcionarios de policía, su Gobierno no puede exigir del nuestro una indemnización por los daños que ese súbdito británico diga haber sufrido.

Si estos dos principios se desdeñan y los gobiernos insisten en erigirse en tribunales y fallar respecto a contratos particulares de sus súbditos con potencias extranjeras, o a las controversias y juicios en que puedan verse envueltos en el extranjero, entonces de seguro la paz del mundo se verá perpetuamente alterada. Pues bien, estos principios, como lo veremos en las páginas siguientes, no fueron acatados en muchas de las reclamaciones hechas por el Gobierno americano al de México.

Pero el motivo de estas reclamaciones constituye un asunto tan importante en sí mismo y pone tan de manifiesto la resolución del Gabinete de Wáshington de provocar a todo trance una guerra con México, que merece capítulo aparte.



Notas

(1) Véase Ex. Doc. segunda sesión. XXIV Legislatura. Vol. 1.

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