Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO IICAPÍTULO IVBiblioteca Virtual Antorcha

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE 1847
ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO

William Jay

CAPÍTULO III

Declaraciones y conducta del Gobierno Federal respecto a la guerra entre México y Texas


El Gobierno de los Estados Unidos siempre ha sido pródigo en sus protestas de neutralidad para los beligerantes, y en diversas ocasiones se ha esforzado por impedir que sus ciudadanos se dedicaran a fraguar hostilidades contra potencias amigas. En 1793, el Presidente Wáshington expidió una proclama en que prohibía a los ciudadanos americanos la comisión de actos de hostilidad contra cualquier potencia que estuviese en guerra, o de ayuda o instigación de actos tales, y amenazó con procesar a cuantos violaran el derecho internacional en lo que se refiere al trato que debe darse a los beligerantes. La conducta posterior de Wáshington demostró hasta la evidencia que había sido sincero en su proclama.

En 1806, el Presidente Jéfferson expidió un manifiesto en que declaraba que varias personas, ciudadanos de los Estados Unidos, están conspirando y reuniéndose para iniciar y sostener una expedición militar contra los dominios de España; equipando y armando embarcaciones en las aguas del Occidente de los Estados Unidos; reuniendo armas y material de guerra y otros elementos; y ordenaba el Presidente a tales personas que cesaran desde luego en esas actividades, porque de otro modo serían perseguidas y se les aplicaría todo el rigor de la ley. Además, ordenaba a todos los jefes y oficiales del ejército y de la marina de los Estados Unidos, que cuidaran de Que se aplicase a todas las personas que desarrollaran actividades ilícitas de ese orden, el condigno castigo.

En 1815 expidió una proclama semejante el Presidente Mádison, dirigiéndola principalmente a los habitantes de la Luisiana que se disponían a invadir las provincias españolas.

En 1838, el Presidente Van Buren informó en una proclama a los ciudadanos de la frontera norte que estaban ayudando a los rebeldes del Canadá, que al comprometer con ello la neutralidad de su Gobierno, se hacían acreedores a captura y castigo según las leyes de los Estados Unidos, que serán aplicadas con todo rigor.

De modo que se ve claramente que de 1793 a 1838 nuestro Gobierno reconoció el deber de castigar a sus ciudadanos cuando violaban las obligaciones del país como neutral, y declaró estar capacitado para hacerlo así.

En 1835 y 1836, Texas se hallaba en estado de guerra con México, primero como provincia insurgente o rebelada y después como República separada de aquel país. Sin embargo de ello. el primer acto oficial del Gobierno en que manifestó su simpatía por los rebeldes, fue el nombramiento hecho en 1835, de cuatro cónsules que residirían en Texas. Ya la designación de estos cónsules constituía un verdadero insulto para el Gobierno mexicano, y sin duda el propósito era establecer así agentes confidenciales en Texas que pudieran facilitar el desarrollo de la revuelta, la independencia de la provincia y su anexión final.

El desconcierto y la perplejidad en que se vió sumido México por obra de la revolución de Texas y la ayuda proporcionada abiertamente a los insurrectos por el Gobierno de los Estados Unidos, alentaron al Gabinete de Wáshington una vez más a ejercer presión con sus proposiciones de compra, y Mr. Butler, Ministro en México, recibió instrucciones (el 16 de agosto de 1835) de negociar la cesión del territorio limitado por el Río Grande desde su nacimiento hasta el grado 37 de latitud norte, y desde ese punto hasta el Pacífico. incluyendo todo el territorio de Texas, Santa Fe y una gran porción de California (1).

Fácilmente se supondrá que la Administración federal no se mostró celosa en extremo al prohibir que se diese ayuda a los texanos, quienes estaban esforzándose por conseguir para los Estados Unidos una enorme extensión de ese territorio codiciado.

El 29 de octubre de 1835, el Ministro mexicano informó al Secretario de Estado que no menos de doce barcos estaban a punto de zarpar de Nueva York y de Nueva Orleans con elementos de guerra y que el día 10 de ese mes una goleta armada había salido de Nueva Orleans con rumbo a Texas sin los papeles del Consulado de México, y pedía la acción del Gobierno de Estados Unidos para impedir semejantes violaciones de la neutralidad. Como resultado de esta gestión diplomática de México, el Secretario de Estado (Mr. Forsyth) envió una circular a todos los Procuradores de los Estados Unidos, encargándoles que castigaran toda violación de las leyes que los Estados Unidos han expedido tendiendo a conservar la paz y cumplir las obligaciones impuestas por los tratados que se han hecho con naciones extranjeras. El carácter general y frío de esta circular indicaba el verdadero sentir y los deseos de su autor, lo cual fue sin duda entendido muy claramente por los funcionarios a quienes se dirigía la orden, encargados de perseguir esos delitos. A pesar de la notoriedad de las violaciones perpetradas y la publicidad que se les dió, jamás se castigó a individuo alguno por participar en ellas, ni hubo un solo funcionario del Gobierno que fuera cesado o reprendido siquiera por atribuir a esa circular únicamente el carácter de un documento de rutina. Pocos meses después de expedida esa circular, Mr. N. C. Read, Procurador de Distrito de los Estados Unidos en Ohio, pronunció un discurso ante una asamblea pública y pidió ayuda para los texanos, sometiendo a la aprobación de los presentes el siguiente voto resolutivo que fue aprobado:

Resolvemos y proclamamos que no hay ley ni humana ni divina, como no sea de las que expiden los tiranos para su propio beneficio, que nos prohiba acudir en ayuda de los texanos; y una ley semejante, si existe, nosotros los americanos nos rehusamos a obedecerla.

En esa misma reunión popular se nombró sin sigilo alguno a una comisión para ayudar al Capitán Lawrence a reclutar hombres y reunir fondos para la causa de Texas. No tenemos indicio alguno de que esa conducta extraordinaria del Agente del Ministerio Público del Estado de Ohio determinase que el Gobierno le retirara su confianza. A pesar de ello, Mr. Forsyth aseguró al Ministro mexicano que todas las medidas ordenadas y estipuladas por la ley han sido adoptadas y se seguirán aplicando a los ciudadanos de los Estados Unidos que radican dentro del país para hacer que respeten la neutralidad de este Gobierno.

La declaración que hizo Mr. Van Buren, amigo personal del general Jackson y su sucesor en la Presidencia de la República, resulta un comentario singularísimo de esa protesta oficial y solemne:

Nada es más cierto ni mejor sabido de todos, que el hecho de Que Texas fue arrebatado a México y su independencia quedó establecida, por obra de la acción de ciudadanos de los Estados Unidos (2).

A una segunda protesta del Ministro mexicano contra la ayuda que de modo tan abierto y escandaloso daban los ciudadanos norteamericanos a los texanos, Mr. Forsyth dió el 29 de enero de 1836 la respuesta pasmosa que dice:

Tan pronto como se hizo notorio Que la disputa entre Texas y el partido dominante en los demás Estados mexicanos sería llevada a verdaderos extremos. y se vieron indicaciones de que en algunos ciudadanos de los Estados Unidos había el propósito de tomar parte en esa lucha, el Presidente tomó todas las medidas posibles para impedir cualquier interferencia que pudiera involucrar a los Estados Unidos en esa lucha, o dar ocasión justa para que se sospechara que un propósito hostil inducía a su Gobierno a mezclarse en un conflicto interno del país vecino.

Seis días antes de que se diesen estas seguridades solemnes y oficiales, se inició una serie de medidas dictadas por el Presidente, que revelan el punto de vista tan particular que le plugo adoptar en cuanto a sus obligaciones como neutral.

El 23 de enero el general Gaines recibió órdenes de ocupar una posición cercana a la frontera occidental del Estado de la Luisiana, para impedir que entraran en el territorio de los Estados Unidos elementos de los partidos contendientes. Recordábase al general que, según tratado existente con México, cada una de las dos potencias estaba obligada a impedir por la fuerza todas las hostilidades y las inscursiones que las tribus indias pretendieran realizar dentro de sus respectivos límites. Suponiendo que esta orden hubiese sido dada de buena fe, no podía tener otro objeto que proteger a los texanos de cualquier asalto que pretendieran organizar contra ellos los indios norteamericanos. No había razón ninguna para temer que los texanos, que de hecho eran norteamericanos, y que diariamente recibían elementos de sus compatriotas, fueran a organizar incursiones hostiles al territorio de los Estados Unidos. Los mexicanos por su parte no tenían ni deseo ni manera de invadir el país. Más aún, no había prueba alguna de que los indios norteamericanos tuviesen el propósito de emprender un ataque contra los texanos. Así que el ejército se estacionaba en la frontera de Texas para fines muy diferentes de los que se proclamaban.

Bajo el mando de un general que era muy devoto de la causa de la anexión de Texas a los Estados Unidos, las fuerzas americanas dieron aliento y apoyo material a los texanos, y por si hiciese falta un apoyo más efectivo, no pocos de los hombres del ejército estadounidense y sus armas y sus municiones, fácilmente se pasaban al campo texano. Se observará, para mayor corroboración, que Gaines no había recibido órdenes de impedir que los ciudadanos norteamericanos comprometieran la neutralidad del Gobierno.

Los regimientos reclutados en los Estados surianos, podían libremente pasar frente a su tienda de campaña y dirigirse al territorio de Texas para atacar a una potencia amiga. En acatamiento a las estipulaciones de nuestro tratado, tendría que impedirse que los indios entraran en México; pero en cambio se daría libre entrada en el territorio de un país amigo, a invasores que eran mucho más peligrosos para los mexicanos que los mismos salvajes.

El general Gaines era un instrumento dócil de ese designio; y al acusar recibo de las órdenes que se le enviaron, demostró que comprendía perfectamente los propósitos con que se expidieron.

Si llegare yo a descubrir -decía Gaines en carta dirigida al Secretario de Guerra el 29 de marzo de 1836 (3)- en los mexicanos o en sus hermanos los pieles rojas inclinación a amenazar nuestra frontera, no podré menos de considerar que es mi deber no solamente conservar las tropas de mi mando listas para toda acción en defensa de nuestra débil frontera, sino aun anticiparme a sus movimientos bandoleriles y cruzar la línea divisoria supuesta o imaginaria de nuestro país, para enfrentarme a los salvajes merodeadores dondequiera que se encuentren, si se dirigen hacia nuestra línea divisoria.

En otras palabras, se proponía marchar al rescate de Texas en caso de que las fuerzas mexicanas avanzaran hacia la provincia rebelde.

Unos cuantos días después de la fecha de esta carta, el general, poseído de ardiente celo, hizo requisición entre los gobernadores de la Luisiana, Misisipí, Alabama y Tennessee de sendos batallones de voluntarios para proteger las fronteras. El general Gaines v el Gabinete de Wáshington obraban de perfecto acuerdo. Aquel había insinuado estar dispuesto a cruzar la línea divisoria imaginaria. con el fin de anticiparse a la aproximación de los mexicanos. El Gabinete a su vez, el 25 de abril, le informó que había razones para creer que los indios serían inducidos a unirse a los mexicanos, y en ese caso, si las fuerzas contendientes se aproximaban a la frontera, el general podría avanzar hasta Nacogdoches.

El 4 de mayo se le informó que el Secretario de la Guerra había escrito a los gobernadores de la Luisiana, Misisipí, Tennessee, Kentucky y Alabama, requiriéndolos de que le suministraran las fuerzas de sus milicias que él pidiera, para proteger la frontera occidental de los Estados Unidos contra incursiones hostiles. El general, bajo su propia responsabilidad, había pedido cuatro batallones a otros tantos Estados. El Presidente, todavía más prevenido, dió a Gaines facultades para convocar a un número ilimitado de milicianos de no menos de cinco Estados. ¿Y por qué se daban estas vastas facultades al general Gaines? ¿Y dónde estaba o quién era el enemigo contra el cual habían de organizarse estas milicias innumerables en todos esos Estados?

Ni un solo indio, ni un solo texano, ni un solo mexicano habían invadido nuestro territorio. El país estaba en paz y no había ni siquiera rumores de que hubiera amenazas de guerra. Para comprender el manejo de Gaines y de sus jefes, debe recordarse que muchos aventureros iban pasando en gran número a Texas y que los agentes texanos estaban organizando expediciones militares en los Estados del Sur para acudir al rescate de esa provincia, arrebatándola al dominio de México.

Una carta escrita por uno de esos agentes. Félix Houston, fechada en Nátchez, Misisipí, el 4 de marzo de 1836, y publicada en los periódicos de esa época, bastará para poner en claro el carácter de esas expediciones:

Me dispongo a emprender la marcha hacia Texas aproximadamente el 19 de mayo venidero y espero llevar conmigo cerca de 500 emigrantes. Estoy haciendo preparativos de armas, pertrechos. uniformes, etc., etc., con un costo de $40,000.00. Tendré una reunión el 19 de marzo y empezaré a enviar los abastecimientos desde luego.

Claro está que estas expediciones afectaban los bolsillos de los esclavistas así como el Tesoro de Texas.

El designio del Gabinete de Wáshington al permitir que el general Gaines reuniera voluntarios en la frontera texana procedentes de no menos de cinco Estados a costa del Erario público, obviaba la única dificultad seria que había para levantar dentro del territorio de los Estados Unidos una fuerza militar con que se arrebataría a México el territorio de Texas. Así podrían los reclutas destinados a ese territorio ser equipados y transportados bajo las requisas del Presidente v según la discreción ampliamente autorizada del general, desde los Estados circunvecinos hasta Nacogdoches, en Texas, por cuenta de los Estados Unidos. Una vez colocados allí, podrían hacer la guerra a los mexicanos si les parecía conveniente, aunque habían sido enviados nada más para proteger la frontera; y al enviarlos al territorio texano para ese fin, el Presidente claro está que no violaba ninguna de las obligaciones impuestas por la neutralidad, de modo que no se daba a los mexicanos motivo para que protestaran.

El general Gaines había sido autorizado para avanzar hasta Nacogdoches; pero podrían presentarse circunstancias que hiciesen conveniente que fuese todavía más lejos, y la Administración se reservaba audazmente para sí misma el privilegio de mandarlos a él y a su ejército adonde le pluguiese. El Ministro de México, como era natural, protestó contra la invasión del territorio mexicano por el ejército de los Estados Unidos; pero Mr. Forsyth contestó con toda calma (el 10 de mayo):

Para proteger a México de los indios americanos y para proteger nuestras fronteras de los indios mexicanos, nuestras tropas podrían ser enviadas, si se hiciese necesario, hasta el corazón mismo de México.

Parecería Que ni el general McComb, Comandante en jefe del ejército, ni el Gobernador de la Luisiana habían merecido las confidencias del Gabinete.

El 26 de abril, el Comandante dirigió una carta al Secretario de la Guerra, desde Nueva Orleans, informándolo de que el Gobernador insistía en que era innecesario mandar a la frontera del Estado fuerzas armadas, puesto que el país no estaba siendo invadido ni a juicio suyo llegaría a serlo; y más aún, su impresión era que se trataba de un plan de elementos interesados en especulaciones texanas, quienes habían sido parte a inducir al general Gaines a creer que las autoridades mexicanas estaban agitando a los indios dentro de nuestras fronteras; y al mismo tiempo trataban de excitar, por medio de una falsa presentación de los hechos, las simpatías del pueblo en favor de los texanos con el designio de inducir a las autoridades de los Estados Unidos a prestarIes apoyo para reclutar en esta ciudad una fuerza formada por personas interesadas, que se colocarían en la frontera de Texas dóciles al llamado del general Gaines. para marchar sobre Texas después, invocando falsos pretextos, y tomar parte en la guerra que ahora sostienen los texanos con el Gobierno de México; y todo esto a costa de los Estados Unidos y, consiguientemente, con la sanción implícita del Gobierno.

Esta carta proporciona un ejemplo divertido de la ingenuidad del general en jefe, quien suponía que estaba proporcionando al Gobierno información desconocida cuando detallaba las consecuencias naturales y deliberadas de las medidas del propio Gobierno. El general no sabía lo que ha quedado probado por los documentos oficiales, a saber: que la idea de colocar un ejército en la frontera de Texas se le ocurrió al Gabinete, no al general Gaines.

Las tropas, en acatamiento a órdenes de Wáshington, marcharon hacia el interior de Texas y tomaron posiciones en Nacogdoches. Inmediatamente después, Houston, el Presidente de Texas, expidió un manifiesto en que decía falsamente que los indios estaban a punto de atacar a Nacogdoches y convocaba a la milicia a que sostuviera a las fuerzas de los Estados Unidos en ese lugar y se pusiera a las órdenes del Comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas.

El objeto de esta proclama era doble: primero, impresionar tanto a los texanos como a los mexicanos con la ayuda militar que a los primeros les proporcionarían los Estados Unidos; y segundo, que se agrupara tan pronto como fuese posible la fuerza de las milicias texanas bajo el mando del general americano.

Un oficial americano en Nacogdoches, indignado por la pérfida conducta de su Gobierno, dió rienda suelta a su indignación en una carta que publicó a la sazón en la revista Army and Navy Chronicle. Hablando del propósito que se perseguía al tomar esa posición, expresó lo siguiente:

Se trata de crear la impresión en Texas y en México de que el Gobierno de los Estados Unidos toma parte en este conflicto. De hecho tiende a dar a la causa de Texas toda la ayuda que puede derivarse del patrocinio y el apoyo aparente de los Estados Unidos, al mismo tiempo que coloca a nuestras tropas en situación favorable para tomar parte activa en ayuda de los texanos, en caso de que lo haga necesario algún suceso desfavorable en sus actividades.

Uno de los resultados prácticos del envío de tropas a Texas se advierte en el siguiente extracto del periódico Pensacola Gazette:

A mediados del mes pasado, el general Gaines envió a un oficial del ejército de los Estados Unidos a Texas, para exigir la entrega de algunos desertores. Los encontró ya enlistados en el servicio texano y eran unos doscientos. Todavía portaban el uniforme de nuestro ejército, pero se rehusaron, por supuesto, a regresar a filas. Este es un nuevo aspecto de nuestras relaciones con Texas.

Cuando ya no se necesitaban nuestras tropas, se les retiró de allí y se les envió a combatir con los indios seminoles en la Florida. Entonces el general Gaines expidió una proclama en la cual prometía perdón absoluto a quienes se hubiesen separado de sus regimientos, siempre que regresaran en determinada fecha. Como estos soldados que se habían ausentado, a los que comúnmente se llama desertores, habían estado sirviendo a la causa de la esclavitud en Texas, se les otorgó con toda cordialidad el perdón prometido por el general Gaines.

Cuando el Gobierno demostró así su simpatía por Texas y envió a su propio ejército a que actuara entre los insurgentes en actitud de patrocinio, y si era necesario, también de ayuda y protección, ya no podía esperarse que los partidarios de Texas en los Estados Unidos concedieran importancia alguna a las leyes de la neutralidad. Algunos fragmentos de lo que insertaban los periódicos de esa época darán a conocer la publicidad con que el pueblo de los Estados Unidos hizo la guerra a una potencia amiga:

¿Quién quiere ir a Texas?

El Comandante J. W. Harvey, de Lincolnton, ha sido autorizado por mí con el consentimiento del Comandante general Hunt, como agente en los condados occidentales del Estado de Carolina del Norte, para recibir y enrolar emigrantes voluntarios destinados a Texas, y atenderá a cuantos quieran emigrar a esa República el 1° de octubre próximo poco más o menos, por cuenta de la República de Texas.

J. P. Henderson; Brigadier General del Ejército de Texas.


Trescientos hombres para Texas.

El General Dunlap de Tennessee, está a punto de dirigirse a Texas con un grupo de hombres. Cada uno va completamente armado, y el cuerpo se formó originalmente para la Guerra de la Florida.

Esta mañana, más de doscientos hombres, bajo el mando del coronel Wilson, de paso para Texas, cruzaron por este lugar en el Tuskina, batiendo sus tambores y tocando sus cornetas. Lo seguirán otros trescientos más, todos ellos procedentes del viejo Kentucky.

Fue en vano que el Ministro de México llamara la atención del Gobierno de Estados Unidos repetidamente, hacia estas violaciones de la neutralidad. A pesar de las seguridades solemnes y reiteradas que daba el Secretario de Estado, jamás se hizo ningún esfuerzo efectivo por contener la ola bélica que todo lo arrollaba partiendo de los Estados Unidos y se lanzaba sobre el territorio mexicano. No se expidió ninguna proclama en que se previniese a los ciudadanos respecto a sus deberes y responsabilidades; no se impartieron órdenes ningunas a los oficiales del Ejército, como se había hecho en casos anteriores, para capturar a los que violaban nuestra neutralidad.

Jéfferson había logrado que se encausara a un individuo, que posteriormente fue uno de los más altos funcionarios del país, por fraguar en secreto la invasión de los dominios españoles. Jackson. uno de los más enérgicos presidentes que hayan ocupado jamás la silla del Ejecutivo, no aplicó, sin embargo de ello, las sanciones que fija la Ley a ningún individuo de los muchos miles y miles que abiertamente habían cometido el mismo crimen que Burr apenas si había planeado cometer. Cuando era jefe militar del departamento Sur, el general Jackson creyó conveniente que se ejecutara a dos extranjeros llamados Arbuthnot y Ambrister, acusados de ayudar a los indios en sus hostilidades contra él, y se expresó así Jackson en la orden de ejecución:

Es un principio universalmente reconocido del Derecho de Gentes que cualquier individuo. de cualquier nación que sea, que haga la guerra a los ciudadanos de otra nación cuando éstos se hallen en paz, pierde su nacionalidad y se convierte en un malhechor, en un pirata.

El principio del Derecho de Gentes a que alude el general, no fue reconocido por el Presidente de los Estados Unidos cuando sus amigos personales y copartidarios políticos se convirtieron en foragidos y piratas y se pusieron a luchar por algo que el Presidente Jackson mismo consideraba entonces el ideal más amado de su corazón ...

El 10 de mayo de 1836, el general Gaines dió al Ejecutivo estadounidense la noticia de que habían logrado los texanos en San Jacinto una gran victoria sobre el general Santa Anna, y decía el jefe militar al Presidente de los Estados Unidos que le causaba regocijo pensar que, como resultado de ese triunfo, esta adquisición magnífica para nuestra Unión se consideraría como un mérito muy distinguido del Gobierno por él presidido.



Notas

(1) Ex. Doc. primera sesión, XXV Legislatura.

(2) Carta impresa a Mr. Hammet, fechada el 20 de abril de 1844.

(3) Ex. Doc., primera sesión de la XXIV Legislatura. Vol. 6°.

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