Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO XXVCAPÍTULO XXVIIBiblioteca Virtual Antorcha

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE 1847
ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO

William Jay

CAPÍTULO XXVI

Métodos indignos para facilitar las conquistas


El general Santa Anna había sido uno de los caudillos mexicanos más hábiles y más populares. Una revolución política lo había despojado del poder y lanzado al exilio, y se había refugiado en la Habana. Poco antes de que se rompieran las hostilidades, un oficial de la marina de los Estados Unidos fue despachado a esa ciudad. El objeto de su misión no se ha dado a conocer oficialmente, pero se afirmó en los periódicos y se tuvo por cierto en todas partes, que era entrevistar al general mexicano. Un escuadrón naval, en previsión de la guerra, había permanecido anclado frente a Veracruz, y el mismo dia en que se declaró la guerra, se enviaron órdenes privadas y confidenciales (1) al comandante, de que no impidiera el retorno de Santa Anna a México.

El distinguido exiliado, según se sabía muy bien, estaba resentido por varios agravios, y sin duda se tuvo por sentado, y quizá hasta se escribió también, que siendo deudor a Mr. Polk por la oportunidad de ejercer venganza, fomentaría una insurrección en su país; haría arder las llamas de la guerra civil, recobraría su poder anterior y lo ejercería firmando con los Estados Unidos un tratado de paz en que cediera California.

Y Santa Anna volvió a México gracias a la orden de Mr. Polk (2), y como ya se esperaba, hizo una revolución y tomó en sus manos las riendas del Gobierno, y con su perseverancia y su energía maravillosas en favor de su país, burló el artificio del Presidente americano.

Para contribuir al fomento de las disensiones civiles que se esperaba serían el resultado de la súbita aparición de Santa Anna en México, el general Taylor recibió instrucciones de distribuir una proclama que se le preparó en Wáshington. En ese extraño documento se hacía al general Taylor decir a los mexicanos lo siguiente:

Vuestro Gobierno está en manos de tiranos y usurpadores. Han abolido vuestros gobiernos de los Estados; han derogado vuestra Constitución federal; os han privado de vuestro derecho de voto; han destruido la libertad de prensa; os han despojado de vuestras armas y os han reducido a un estado de dependencia absoluta respecto al poder de un dictador militar. Nosotros venimos a obtener una indemnización por daños anteriores y seguridades para lo futuro. Venimos a derrocar a los tiranos que han destruido vuestras libertades, pero no venimos a hacer la guerra al pueblo de México ni a ningún Gobierno libre que los mexicanos escojan por si mismos. Nuestro deseo es veros libertados de los déspotas, rechazar a los comanches bárbaros e impedir que renueven sus asaltos y obligarlos a que os devuelvan vuestras esposas y vuestros hijos que esos salvajes tienen cautivos desde hace mucho tiempo.

No satisfecho con haber obligado al general Taylor a distribuir esta proclama mendaz como si fuera suya, el Presidente le dió instrucciones expresas el 9 de julio de 1846 de seguir una política de engaño y de fraude. El Secretario de la Guerra le ordenó aprovechar toda ocasión para enviar oficiales al cuartel general del enemigo con fines militares reales o aparentes, como ocurre de ordinario entre ejércitos, y que en tales oportunidades se hablase de la guerra misma diciendo que solamente se hacía para obtener justicia, y que esto preferiríamos conseguirlo mediante negociaciones a lograrlo por medio de la guerra.

Como puede observarse, en este documento hay un reconocimiento torpe de que la guerra no era defensiva sino agresiva.

Agregaba ese documento:

Un oficial discreto que entienda el español y que pueda emplearse en los tratos usuales entre ejércitos, puede ser agente confidencial de usted en tales ocasiones, y ocultar sus motivos verdaderos bajo la apariencia de una simple entrevista militar. Ya comprenderá usted que en un país tan dividido en razas, clases y partidos como México, y con tantas divisiones locales entre individuos, debe de haber magníficas oportunidades para influir en la mente y en los sentimientos de una gran parte de los habitantes e inducirlos a desear que tenga buen éxito nuestra invasión, la cual no tiene por objeto perjudicar a su país, y, al arrojar a sus opresores, puede beneficiarlos a ellos. Entre los españoles, que monopolizan la riqueza y el poder en el país, y la raza india mezclada que lleva su carga, debe de haber suspicacias y animosidades. Los mismos sentimientos deben de existir entre las bajas y las altas órdenes del clero, siendo estas últimas las que disfrutan de las dignidades y los ingresos, en tanto que las primeras tienen la pobreza y el trabajo. En todo este campo de división, en todos estos elementos de discordia social, política, personal y local, debe de haber manera de llegar a los intereses, las pasiones, los principios de algunos de los partidos, y conciliar de ese modo su buena voluntad, y convertirlos en cooperadores nuestros para hacer una paz pronta y honorable. La dirección de estos movimientos tan delicados se confía a la discreción de usted.

No hay pruebas de que el general Taylor se haya dedicado jamás a probar estos movimientos delicados. Peleó bravamente con los mexicanos, pero no hay razón para creer que haya condescendído a corromperlos. Muy verdadero era que a Mr. Polk le hubiera gustado más adquirir el territorio mediante negociaciones que peleando; y de aquí que fuese su propósito incapacitar a los mexicanos para la lucha, promoviendo entre ellos traiciones y rebeldías. Por esta misma razón Taylor recibió instrucciones en el sentido de inducir a las provincias mexicanas a declararse independientes del Gobierno central. A esa misma tendencia obedeció la orden dada al Comodoro Sloat el 8 de junio de 1846, de que alentara al pueblo de esa región (California) a entrar en relaciones amistosas con nuestro país. De aquí,que el general Kearney, cuatro días después de haber entrado en la ciudad de Santa Fe, informara a sus habitantes en una proclama fechada el 22 de agosto de 1846, que era el deseo y la intención de los Estados Unidos dar a Nuevo México un Gobierno libre, con la menor tardanza posible, semejante al Gobierno de los Estados Unidos.

El general Kearney requería además a quienes por lealtad para su país habían abandonado sus hogares y tomado las armas contra las tropas de los Estados Unidos, que retornaran cuanto antes a sus casas o serían considerados como enemigos y traidores, por lo que quedarían sujetos a castigo en sus personas, y sus propiedades serían tomadas y confiscadas.

Pero estos mexicanos a quienes se iba a castigar como traidores por oponer resistencia a quienes invadían su suelo, debían la misma lealtad a su Gobierno que el general Kearney le debía al suyo. Para eliminar esta dificultad, el Brigadier asumió una prerrogativa alguna vez ejercida por la Sede Papal.

El suscrito -decía en su proclama- absuelve por la presente a todas las personas que residen dentro de los limites de Nuevo México, de toda falta de lealtad posterior a la República de México y por la presente los reclama como ciudadanos de los Estados Unidos.

La absolución y la demanda eran de igual validez. El general había recibido instrucciones de establecer un Gobierno civil temporal, aboliendo así todas las restricciones arbitrarias que hubiera, y sabiendo bien el propósito final para el que se hacía la conquista, ordenó que el derecho de sufragio en Nuevo México fuera ejercido por todos los varones libres, con lo que preparaba a los habitantes para las restricciones arbitrarias que eran indispensables a la institución peculiar (la esclavitud) próxima a introducirse.

De Santa Fe, aquel caballero se dirigió a California, donde asumió de nuevo los poderes del Pontífice Romano y del Congreso americano. Se dirigió a los habitantes de California en una proclama de fecha 1° de marzo de 1847, en que declaraba:

El suscrito absuelve a todos los habitantes de California, por medio de la presente, de toda falta de lealtad a la República de México y los considera ciudadanos de los Estados Unidos.

No contento con asumir los atributos de la soberanía eclesiástica y civil, asume los de un profeta cuando dice:

Las barras y las estrellas flotan ahora sobre California; y mientras el sol vierta su luz, seguirán ondeando sobre este territorio y sobre los naturales del país, así como sobre aquellos que quieran acogerse a su seno; y bajo la proteción de esta bandera, la agricultura deberá progresar y las artes y las ciencias florecerán como semilla en fértil suelo. Los americanos y los californios forman de aquí en adelante un solo pueblo.



Notas

(1) Departamento de Marina de los Estados Unidos.- 13 de mayo de 1846. Comodoro: Si Santa Anna trata de llegar a puertos mexicanos, le permitirá usted que pase libremente.- Respetuosamente suyo, George Bancroft.- Comodoro David Conner, Comandante del Escuadrón Nacional.

(2) Cuando el Comodoro Conner anunció al Secretario de la Marina el arribo de Santa Anna a Veracruz, agregó: Le he permitido que entre sin molestarlo.

Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO XXVCAPÍTULO XXVIIBiblioteca Virtual Antorcha