Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO XVIIICAPÍTULO XXBiblioteca Virtual Antorcha

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE 1847
ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO

William Jay

CAPÍTULO XIX

El límite oeste de Texas


Cualesquiera que hayan sido los límites originales de la región que antiguos descubridores y geógrafos denominaron Texas, los de la provincia mexicana de ese nombre que se hallaba en rebeldía no son idénticos forzosamente a los límites aludidos, así como las fronteras del Estado de la Luisiana no coinciden necesariamente con los límites que una vez se señalaron al vasto territorio de ese mismo nombre.

El Estado de Texas lo formó México deslindándolo de sus demás territorios y, unido a Coahuila, recibió el derecho de una legislatura común y una sola representación en el Congreso de México. En 1833, Texas, como se ha dicho ya, disolvió su unión con Coahuila pero no reclamó porción alguna del territorio de la entidad a que estuvo antes unida. Eran perfectamente conocidos los límites del Estado de Texas y se hallaban en los mapas señalados con toda precisión. Sus límites partían de la desembocadura del Río Nueces, en la Bahía de Corpus Christi, y seguían el curso del río hasta su nacimiento, de donde partía una línea hasta el límite de Nuevo México, cerca de las montañas de Guadalupe. De ese lugar por el Este, el límite de Texas partía hacia el brazo sur del Colorado, y sobre ese cauce, hacia la corriente principal, a la que seguía después a todo lo largo como línea divisoria entre México y los Estados Unidos, hasta su desembocadura en el Golfo.

El territorio que yace entre el Río Nueces y el Río Grande era parte de Coahuila y del Distrito Norte de Tamaulipas. Un mapa de Texas que se publicó en 1831, señala como su límite Sur el Río Nueces; y en una descripción de Texas que apareció el mismo año hecha por un visitante de ese territorio, se afirma que la provincia está limitada por el Río Nueces, que la divide de Tamaulipas y de Coahuila.

En 1833, Benjamín Lundy viajó extensamente por Texas y por México, y en su diario, que apareció después de su muerte, figuran anotaciones que prueban de manera concluyente cuál era considerada entonces la frontera sur o suroccidental de aquel territorio por los texanos mismos:

1833 -11 de octubre-. Emprendimos la marcha esta mañana por unos llanos deliciosos, sobre un camino bueno y parejo. A las 9:30 llegamos al Río Nueces y lo cruzamos. Es el límite occidental de la región que se llama Texas. Así pues, ya estamos dentro de Coahuila.

En el mismo diario aparece esta otra anotación:

1° de febrero de 1833. Laredo es un lugar que parece muy pobre. Tendrá unos 2.200 habitantes. Las gentes tienen apariencia de mulatos. Son amigables y listos, pero ninguno de ellos habla inglés. Laredo es el primer centro de población que veo dentro de Tamaulipas.

Vida de Benjamín Lundy, páginas 57, 95.

En 1836, como hemos visto ya, el Presidente Jackson sometió a la consideración del Congreso el informe rendido por su agente especial, Mr. Moffit, quien fue enviado a Texas para adquirir noticias de interés para el Gobierno. Dicho agente manifestó que los límites políticos de Texas propiamente dicho (es decir, del Estado mexicano de Texas) antes de la revolución última, eran el Río Nueces por el Oeste, etc.

En 1837 se publicó un mapa de Texas compilado por Stephen F. Austin, de levantamientos que hizo el general Terán, del ejército mexicano; y en este mapa también tenemos el Río Nueces como límite occidental de Texas. Todavía el 28 de junio de 1845, Mr. Donaldson, encargado de negocios de los Estados Unidos en Texas, declaró en un documento oficial que Corpus Christi es el punto occidental extremo que ocupa ahora Texas.

El Gobierno mexicano insistió siempre en que el territorio adyacente al Río Grande jamás perteneció a Texas. Los comisionados mexicanos de paz fueron autorizados por instrucciones expresas para reconocer la independencia de Texas; pero, para evitar errores, se agregó a su autorización:

Se entiende por Texas el territorio conocido con ese nombre después de los tratados de 1819, cuando formaba parte del Estado de Coahuila-Texas, y por ningún motivo ha de entenderse el territorio que yace entre el Río Nueces y el Bravo, territorio que el Congreso de los pretendidos texanos reclama como suyo.

El 18 de marzo de 1846, el general Mejía, Comandante de Matamoros, lanzó una proclama en que anunciaba la invasión de Taylor para demostrar que los americanos pretendían apoderarse de territorios no incluídos en Texas, y expresaba que los límites de Texas son ya bien claros y reconocidos y nunca se han extendido más allá del Río Nueces.

Así que, sin el menor asomo de duda, el Estado mexicano de Texas no tenía punto de contacto ninguno con el Río Grande ¿De qué manera, pues, pudo la República de Texas adquirir la inmensa extensión territorial que reclamaba? Como no la adquirió ni por compra ni por tratado, el derecho tiene que haberle sido conferido por obra de la espada.

El 2 de marzo de 1836, el Estado mexicano de Texas, limitado, como acabamos de ver, por el Río Nueces, declaró su independencia. Esta declaración, si bien cambiaba las relaciones políticas de Texas, no tenía por qué modificar su territorio original. El 1° de abril de ese mismo año, la victoria de San Jacinto logró que Texas se separara de México; pero fue una victoria obtenida sobre las tropas meXlcanas en el corazón de Texas, no una conquista del territorio de México. De cualquier manera, fue un triunfo que dio a los texanos audacia para reclamar, con el propósito de ocuparlo a su gusto, todo el territorio que juzgaran conveniente. En un informe oficial rendido por el agente del general Jackson, exhibido ante el Congreso por el Presidente de los Estados Unidos, encontramos que casi en el campo de batalla, inmediatamente después del triunfo de San Jacinto, el Gobierno texano concibió la intención de reclamar desde el Río Grande, a todo lo largo de su corriente hasta el grado 30 de latitud y de allí hacia el Oeste hasta el Pacífico. Pero reflexionando sobre el punto, se pensó que pedir esto era más de lo necesario, y por tanto, el 16 de diciembre de ese mismo año la Legislatura de Texas declaró que su territorio era parte de una entidad que incluía a Nuevo México, Coahuila y Tamaulipas que, unidos, igualaban en extensión a todo el Estado de Texas.

Ese territorio adicional está limitado por el Río Grande y de aquí que, en virtud de esa resolución de la Legislatura texana del 16 de diciembre de 1833, cuando el Gobierno de Texas ni era dueño ni tenía jurisdicción alguna sobre una sola pulgada de terreno en el Río Grande, Mr. Polk ordenó al general Taylor el 15 de junio de 1845, que se alistara inmediatamente para marchar con sus tropas sobre el territorio de Texas, donde escogerá y ocupará usted en el Río Grande del Norte o cerca de esa corriente, el punto que sea más conveniente para la salud de las tropas y más adecuado para repeler cualquier invasión, protegiendo lo que, en caso de que se efectúe la anexión, será nuestra frontera occidental.

El decreto de la Legislatura texana, claro está, no tenía más derecho para despojar a México de Santa Fe, que un decreto semejante de otra Legislatura tendría para despojarnos a nosotros del territorio de Oregon. Al reclamar así desde entonces el Río Grande como frontera occidental de los Estados Unidos y ordenar que una fuerza militar se apoderara de esos territorios, Mr. Polk obró como Primer Magistrado de nuestro país y con autoridad o sin ella. Como su pretensión anticipada a esa frontera y las medidas que dictó para apoyar su pretensión, condujeron a la ruptura de hostilidades, es importante inquirir hasta qué punto ese caballero estaba autorizado por las leyes de su país para embarcarnos en esa terrible calamidad que es la guerra.

Mr. Polk reclamaba el Río Grande como frontera occidental de los Estados Unidos, sólo en caso de que hubiese la anexión. Así que se hace también importante definir si el hecho de que la anexión se efectuara realmente transfería a los Estados Unidos el derecho sobre los territorios que la República de Texas había resuelto apropiarse por voto de su Legislatura. El tratado Tyler de anexión no mencionaba los límites. ¿Por qué? Que lo diga Mr. Calhoun, que fue quien negoció ese tratado. Apenas acababa de firmar ese documento, cuando el secretario informó oficialmente al Gobierno de México de que los Estados Unidos habían tomado todas las precauciones imaginables para hacer los términos del tratado lo menos molestos para México que fuera posible; y entre otras cosas, habían dejado sin señalar los límites de Texas, para que quedara sujeta a discusión la línea divisoria, de manera que fuese discutida y arreglada amplia y equitativamente, de acuerdo con los derechos de cada nación.

No obstante el tenor de esta carta, en el Senado de los Estados Unidos se objetó al tratado que careciese de toda especificación de límites, pues esto podía considerarse como una sanción implícita de las ridículas pretensiones de Texas. Mr. Benton, que como hemos visto ya, era uno de los partidarios de tiempo atrás de la anexión, rechazó indignado la idea de que Texas confiriera a los Estados Unidos un territorio sobre el cual no hubiera tenido jamás derechos de propiedad. En su discurso contra la ratificación del tratado, usó estas palabras:

Yo me lavo las manos de todo intento de desmembrar a la República Mexicana arrebatándole sus territorios de Nuevo México, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas. El tratado, en cuanto se refiere al límite sobre el Río Grande, es un acto de rapiña sin paralelo de que se hace víctima a México. Es el despojo de 2,000 millas de su territorio sin darle a México la menor explicación, a virtud de un tratado que hicimos con Texas y en el cual México no tomó parte alguna. Por medio de esta declaración, los 30,000 mexicanos que hay en la mitad izquierda del valle del Río del Norte se convierten en conciudadanos nuestros, y asumiendo, según las palabras del mensaje presidencial, una actitud hostil hacia nosotros, quedan sujetos a que se les rechace como invasores. Taos, donde se encuentra la aduana, el punto en que nuestras caravanas presentan sus artículos o efectos, es nuestra; Santa Fe, capital de Nuevo México, es nuestra; el Gobernador Armijo es nuestro Gobernador y queda expuesto a que se le juzgue por traidor si no se somete a nosotros; veinte villas y poblaciones de México son nuestras (1) y sus pacíficos habitantes que cultivan las tierras y cuidan sus ganados, se convierten de pronto, por un solo rasgo de la pluma del Presidente, en ciudadanos americanos o en rebeldes americanos.

Por lo expuesto yo propongo, como resolución adicional aplicable nada más al límite sobre el Río del Norte, la enmienda que leeré yo mismo y que enviaré a la mesa del secretario, y respecto de la cual pediré oportunamente el voto del Senado. He aquí la resolución que propongo:

Se resuelve: Que la incorporación de la ribera izquierda del Río del Norte a la Unión americana, a virtud del tratado con Texas, comprendiendo, como dicha incorporación lo pretende, una parte de las provincias mexicanas de Nuevo México, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas, constituiría un acto de agresión contra México, de cuyas consecuencias serían responsables los Estados Unidos.

No cabe duda de que la resolución transcrita habría sido aprobada de no haber sido porque el Senado rechazó el convenio y esto impidió que se pusiera a votación la iniciativa. Mr. Silas Wright, senador demócrata muy distinguido del Estado de Nueva York, vindicando posteriormente su voto contra el tratado, hizo la siguiente afirmación:

Me pareció que el tratado, en cuanto a los límites que de él se deducían, salvo que México no quisiera pactarlo así con nosotros, abarcaba un territorio al que Texas no tenía derecho, sobre el cual jamás había ejercido jurisdicción y que por lo tanto no tenía Texas el derecho de ceder a los Estados Unidos.

Así que resulta que en 1844, los señores Tyler y Calhoun reconocieron que la línea divisoria ubicada en el Río Grande era una cuestión indecisa, en tanto que los señores Wright y Benton y probablemente la mayoría abrumadora del Senado, admitían no tener derecho en lo absoluto sobre lo que Mr. Polk designaba como nuestra frontera occidental, y repudiaban semejante afirmación.

El 3 de marzo de 1845, el Congreso aprobó una ley que permitía que se retiraran artículos exportados a Santa Fe, México. Pero de acuerdo con el decreto texano de 16 de diciembre de 1836, Santa Fe quedaba dentro de la República de Texas. Aquí tenemos, pues, por parte del Congreso de los Estados Unidos, una clara y firme reprobación de los límites arbitrarios que señalaban en el papel, no en la realidad legal, los vencedores de San Jacinto. Teníamos, además, un Cónsul en Santa Fe, reconocido, no por las autoridades texanas, sino por el Gobierno de México, y sin embargo, con posterioridad a la aprobación de ese decreto por la Legislatura de Texas y aun antes de que hubiésemos adquirido derecho alguno al territorio texano, Mr. Polk se apresuraba a tomar medidas para apoderarse por la fuerza de las armas, del territorio situado en el Río Grande, en caso de que se efectuara la anexión.

La falsedad es siempre inconsecuente consigo misma. Mr. Polk, en su mensaje presidencial, hablando el 8 de diciembre de 1846 sobre la separación efectiva de Texas de la República mexicana como condición previa de su anexión, se expresó así: Como no ha habido permanentemente dentro de su territorio durante seis o siete años ninguna fuerza hostil ... y se decía esto refiriéndose a poblaciones mexicanas situadas al Este del Río Grande, donde regían leyes mexicanas y magistrados de ese país, y cuando el Secretario de Guerra de los Estados Unidos, al dar órdenes el general Taylor de que avanzara hacia ese río, consideró necesario advertirle que había establecimientos militares mexicanos en ese lado del río ... Si no se había tolerado que hubiera dentro del pretendido territorio texano ninguna fuerza hostil extraña durante los últimos seis o siete años, entonces el territorio del Río Grande decididamente no había pertenecido jamás a Texas. Más aún: Mr. Polk avisó al Congreso que en diciembre de 1836, una ley texana declaró que el Río Grande, desde su desembocadura hasta su nacimiento, era la línea divisoria, y por dicha ley se extendía su jurisdicción civil y política sobre todo el territorio yaciente hasta dicho límite; pero en el propio mensaje anunciaba el Presidente al Congreso que por medio de rápidos movimientos, la provincia de Nuevo México, con su capital que es Santa Fe, ha sido capturada por nuestras fuerzas sin derramamiento de sangre. Pero Santa Fe se halla al Este del Río Grande y bien lejos de su curso, así que, según el Presidente, quedaba incluida esa ciudad dentro del territorio de Texas. ¿Entonces por qué fue capturada esa población si no había en ella ninguna fuerza hostil?

Pero pongámonos a inquirir ahora con qué límites recibimos el territorio de Texas. Los términos de las resoluciones conjuntas de Texas y Estados Unidos decían:

El Congreso admite que el territorio propiamente incluido dentro de la República de Texas y que legítimamente le pertenece, puede convertirse en un nuevo Estado que se llamará Texas, etc.; que dicho Estado se formará de acuerdo con los arreglos que este Gobierno haga de todas las cuestiones de límites que puedan surgir con otros gobiernos.

No se sanciona en este documento la Ley de 16 de diciembre de 1836; no se fundamenta ahí la pretensión a derechos territoriales, pero se admite de modo indirecto que Texas ha sustentado pretensiones infundadas y que nuestro propósito es no tomar aquello que haya reclamado como suyo, sino exclusivamente lo que en realidad le pertenezca, y se afirma que este punto lo arreglaremos con México por medio de un tratado, El Presidente y el Senado son el Gobierno a que se hace mención en el acuerdo legislativo. Las resoluciones del Congreso que así planteaban el asunto, fueron aprobadas oficialmente por Mr. Polk tan luego como llegó a la presidencia. Sin embargo, aunque se rechazaba así todo derecho al territorio señalado por los texanos como suyo se reservaba para el Presidente y el Senado el decidir cuál debiera ser en definita nuestra frontera occidental; sólo que Mr. Polk resolvió no solamente fallar este punto a su capricho y placer, sino sostener su decisión a punta de bayoneta sin consultar al Senado ni esperar a que hubiese discusión alguna con el Gobierno de México.

Hubo durante muchos años una cuestión pendiente con la Gran Bretaña respecto a su límite noreste con los Estados Unidos. Ningún Presidente norteamericano asumió la responsabilidad de lanzar al país a una guerra apoderándose militarmente del territorio en disputa, y se prefirió que el conflicto se resolviera por medio de un tratado. En cambio Mr. Polk, al ascender a la presidencia, encontró otra cuestión mucho más importante Que estaba pendiente entre el Canadá y los Estados Unidos en torno al territorio de Oregon. En su discurso inaugural ante el Congreso, el Presidente Polk expresó la opinión de que el derecho de los Estados Unidos a toda esa vasta región hasta los 54° 40' de latitud norte, era preciso e indispensable, y rechazó toda transacción que se le ofrecía sin permitir siquiera Que se hiciese referencia a un posible arbitraje. Pero no por ello envió ejército alguno a ocupar lo que él declaraba ser nuestra frontera norte. Antes bien, emprendió negociaciones con la Gran Bretaña y renunció a 5° 40' de territorio que él, Mr. Polk, había antes afirmado que nos pertenecían por hechos y argumentos irrefragables, según tratado que el general Cass declaró ante el Senado que fue obra del Gobierno inglés, y que el Senado ratificó sin suprimirle o tildarle una sola t ni puntuarle una sola i, dejándolo tal cual fue concebido por los ingleses.

¡Ah, pero la Gran Bretaña es una nación poderosa y México un país débil! El territorio entregado por los Estados Unidos estaba en el Norte y sería libre para siempre, en tanto que el territorio del cual nos apoderábamos en el Sur, se destinaba a ser por siempre una región de esclavos!



Notas

(1) He aquí los nombres de algunas poblaciones y rancherías mexicanas situadas a lo largo de la frontera oriental del Río Grande, las cuales según Mr. Polk, se encuentran en nuestro lado de la línea divisoria de los Estados Unidos, pero en las cuales al efectuarse la invasión no se encontraba un solo funcionario ni del Gobierno Federal ni del Estado de Texas: Taos, Peuris, Grampa, Embudo, Namba, San Juan, Vitior, Santo Domingo, Santa Pranilla, San Aux (sic), San Dios (sic), Albuquerque, San Fernando, Valencia, Fonclara, Las Nutrias, Alamillo, San Pascual, Cristóbal, Las Pepoallas (sic), Presidio, Dolores, Loredo (sic) y Punta Isabel.

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