Índice de Causas y consecuencias de la guerra de 1847 entre Estados Unidos y México de William JayCAPÍTULO XIIICAPÍTULO XVBiblioteca Virtual Antorcha

CAUSAS Y CONSECUENCIAS DE LA GUERRA DE 1847
ENTRE ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO

William Jay

CAPÍTULO XIV

Nuevas medidas para exasperar a México


La mayoría del Senado, opuesta al tratado de Texas, había dado a los señores Tyler y Calhoun una lección sobre la necesidad de impedir, hasta donde fuese posible, que surgieran obstáculos nuevos a una medida que para ellos era tan grata.

En favor de la anexión había un gran argumento: que de hecho la guerra había cesado entre Texas y México, pues este último país se había abstenido por varios años de realizar actividades hostiles. De pronto el gabinete se alarmó al enterarse de que se habían expedido algunas proclamas amenazantes por las autoridades de México contra Texas, formuladas con expresiones de un estilo como siempre pomposo. La experiencia había demostrado en todo tiempo que México no estaba capacitado para debelar la insurrección de su provincia de Texas, por hallarse ésta protegida, como de hecho lo estaba, bajo el ala maternal de la gran República estadounidense.

Las amenazas de los mexicanos eran, en realidad, palabras ociosas; pero Mr. Tyler bien sabía que si se reanudaba la guerra en forma real, bastaba con ello para que hubiese argumentos contra la anexión, porque el anexarse a Texas en tales circunstancias haría por fuerza a los Estados Unidos entrar en la lucha. Así que resolvió inducir a México a renunciar a sus propósitos de renovar las hostilidades, o forzarlo a entrar en guerra con nosotros.

Por tanto, el 14 de octubre de 1844, Mr. Shannon, que había reemplazado a Mr. Thompson como Ministro en México, obedeciendo a instrucciones que se le dieron, presentó al Gobierno una reclamación insolente contra la prosecución de la guerra y la forma sanguinaria en que se llevaba al cabo.

Declaró Shannon que la guerra no debía reanudarse con el fin de combatir la anexión, porque esto no lo permitiría Mr. Tyler; hacía hincapié en la importancia que Texas tenía para este pais (los Estados Unidos) e intimidaba francamente a México con la advertencia de que no permitiríamos que se invadiera el territorio texano sin que nosotros nos convirtiésemos en paladín de su causa.

Fácil nos es concebir cuán intensa indignación se apoderaría de nuestro Gobierno si recibiese una carta semejante de un Ministro británico, insultándonos por nuestros métodos bárbaros de hacer la guerra a México y amenazándonos con venganzas a menos que hiciésemos la paz y permitiéramos la cesión pacífica de California a la Corona británica. Pero México, débil y exhausto, sólo podía contestar a estos insultos con palabras, si bien ponía en ellas toda dignidad, toda verdad y buen sentido.

El señor Rejón, Secretario de Relaciones de México, informó el 20 de octubre de 1844 al Ministro Shannon que tenía órdenes de rechazar la protesta que se dirigía a su Gobierno y declarar que el Presidente de los Estados Unidos estaba muy equivocado si suponía a México capaz de ceder a las amenazas que dirigía a la nación mexicana, las cuales se excedían de las facultades que le otorgaba la Ley fundamental de su país.

Después de comentar en detalle la conducta de los Estados Unidos, el Ministro mexicano concluía su nota diplomática con estas palabras:

En tanto que una potencia busca nuevos territorios que mancillar con la esclavitud a que somete a una rama infeliz de la familia humana, la otra potencia está tratando de conservar aquello que le pertenece y contribuir a que disminuya la superficie del planeta que su adversario desea adquirir para el tráfico detestable de los esclavos. Que venga el mundo ahora y diga cuál de las dos naciones tiene la justicia y la razón de su parte.

Esta nota fue recibida con aire de profundo resentimiento por Mr. Shannon, quien con toda altivez exigió que se retractara el Secretario mexicano de su carta, bajo pena de suspender todo trato posterior mientras no recibiese instrucciones de Wáshington. A esta impertinencia contestó el señor Rejón que no le sorprendía la renuencia de Mr. Shannon a discutir la conducta de su Gobierno.

De hecho, ¿a qué otra cosa puede atribuirse este deseo de reclamar exclusivamente para sí, para su nación, para su gobierno, ese respeto que él (Shannon) negaba a la República de México y a su Gobierno, a los cuales con frecuencia se ha permitido llamar bárbaros en su nota del 14 de octubre? ¿Es el Gobierno de los Estados Unidos superior en dignidad, o tiene su legislatura el derecho de negar todo respeto a un gobierno al que ha llegado a rehusar las atenciones debidas por la simple cortesía hasta entre individuos? En vez de retirar las expresiones contenidas en su nota, el suscrito tiene órdenes de ratificar sus declaraciones anteriores.

Esta contestación viril y honrada que dio Rejón al Presidente Tyler, era natural que pareciese una gran ofensa al Presídente americano; y el 19 de diciembre de 1844 sometió a la consideración del Congreso la correspondencia a que me refiero, con comentarios llenos de indignación sobre el lenguaje inusitado y altamente ofensivo que el Gobierno de México ha considerado propio emplear en sus respuestas. Pero si bien creyó Tyler que la conducta de México podría justificar el que los Estados Unidos recurriesen a cualquier medida para vindicar su honor nacional, por un sincero deseo de conservar la paz se abstuvo de recomendar que se recurriese a medidas de reparación y se contentó con encarecer que se tomase una acción expedita e inmediata en cuanto a la anexión.

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