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Capítulo octavo

Conjeturas sobre el porvenir de las Bolsas de Trabajo.

Conclusiones

Después de 1894, la Federación de las Bolsas del Trabajo ha permanecido en su calidad de única organización francesa viva. Si anteriormente, es decir, en el período comprendido entre 1887 y 1894 las Bolsas del Trabajo, reflejando el estado de ánimo de las agrupaciones obreras sobre las cuales a su vez ellas influían, habían dado cuerpo con una serie de brillantes instituciones al secreto deseo de los obreros de rechazar cualquier tutela y de alcanzar no obstante dentro de sí mismos los elementos de su emancipación, no habían podido en cambio, a falta de un conocimiento suficiente los unos de los otros, entrever toda la importancia de su propia misión, todo el alcance de su iniciativa, y medir con ojo seguro las perspectivas abiertas a su actividad. Esta conciencia sólo podía infundirla la Federación.

Por otra parte se había afirmado con frecuencia por parte de los maestros parlamentarios que cualquier transformación social está subordinada a la conquista del poder político; por parte de los maestros revolucionarios que ninguna iniciativa socialista sería posible antes del cataclismo purificador, de manera que siempre se habían dejado llevar por las necesidades de la hora presente: de ahí la incoherencia de sus instituciones.

Mas cuando en el período comprendido entre 1894 y 1896 aumentaran considerablemente las Bolsas del Trabajo sus iniciativas y servicios, creando sólidamente sus propias oficinas de colocación, los socorros a los obreros en paro, los subsidios contra la desocupación, las enfermedades y los accidentes del trabajo, las cajas de resistencia para las huelgas, llegando a dotarse de una enseñanza técnica completa y de una biblioteca científica bien provista; cuando sus comisiones de estudio consiguieron abrir ante los sindicatos horizontes hasta entonces insospechados, las Bolsas del Trabajo, en vez de continuar trabajando a ciegas y deber sólo a las circunstancias tal o cual innovación, dedicaron atención a razonar y a dar carácter sistemático a su propaganda. Ellas entreveían adscrito a todas sus estructuras un vínculo misterioso. Constataban que sus iniciativas -por ellas mismas ignoradas- se habían extendido a la mayor parte de las manifestaciones de la vida social y que en todas partes, en diversa medida, esta iniciativa había ejercido no solamente una influencia moral sobre la dirección del movimiento socialista, y de modo más general sobre el conjunto de las clases sociales, sino sobre todo una influencia material sobre las condiciones laborales.

Advirtieron las Bolsas del Trabajo en sí mismas sorprendentes facultades de adaptación a un orden social superior (l); comprendieron que a partir de aquel momento podían elaborar los elementos de una nueva sociedad, y a la idea, por entonces ya presente desde hacía tiempo, de que las transformaciones económicas deben ser obra de los mismos explotados, se añadía la ambición de constituir en el interior del Estado burgués un auténtico Estado socialista (económico y anárquico), de eliminar progresivamente las formas de asociación, de producción y de consumo capitalistas por medio de las correspondientes formas comunistas.

En el orden del día del V congreso de las Bolsas del Trabajo, celebrado en Tours en 1896, figuraba este problema: La función de las Bolsas del Trabajo en la sociedad futura. ¿Partimos tal vez de la cuestión de la producción, del cambio y del consumo en la sociedad futura -pregunta a este respecto la Bolsa del Trabajo de Nîmes- para animar un nuevo plan, y crear una nueva doctrina? O tal vez, teniendo en cuenta las importantes funciones a desenvolver actualmente por las Bolsas del Trabajo, si sus recursos consintieran en todas partes un desarrollo completo de las mismas, ¿estamos dispuestos para transportar estas organizaciones, perfeccionadas al máximo, al dominio de la transformación social ? A nosotros nos parece que por el momento sería preferible contemplar la cuestión bajo aquel aspecto ... Se convendrá en que era hora de definir, con la mayor precisión posible, las funciones presentes y futuras asignadas a las Bolsas del Trabajo, las cuales unos consideran útiles todo lo más para servir de intermerdiarios entre la oferta y la demanda de trabajo, mientras otros consideran que son un foco revolucionario en ebullición ...

Y he aquí cómo el informe redactado en nombre de la Bolsa del Trabajo de Nîmes, presentado por los compañeros Claude Ginoux y Victorien Brugnier, resolverá la cuestión planteada. ¿Cuáles son las atribuciones de las Bolsas del Trabajo?, se preguntaba esta ponencia. En primer lugar se trata de conocer en cualquier instante, con precisión y por profesiones, el número de los obreros no ocupados, de acuerdo con las diversas causas de perturbación introducidas cotidianamente en las condiciones del trabajo y de la vida obrera; después se trata de obtener de las estadísticas esta nueva ciencia llamada a asumir una posición cada vez más importante en la vida de la sociedad, el costo de mantenimiento de cualquier individuo por separado, en comparación con los salarios acordados; el número de las profesiones, de los trabajadores comprendidos en cada una de ellas, de los productos fabricados, extraídos o recolectados, así como la totalidad de los productos necesarios para la alimentación y el mantenimiento de las poblaciones en todas las regiones sobre las cuales se extienden las Bolsas del Trabajo.

Dando ahora por supuesto -continuaba la ponencia- que tuvieran las Bolsas del Trabajo convenientemente asumidas estas funciones y habiendo conducido la acción social y corporativa a una transformación social, ¿qué harían aquéllas? Y la ponencia contestaba: Todos los oficios están organizados en sindicatos. Todos ellos nombran un consejo, que podemos llamar consejo profesional del trabajo. Estos sindicatos están a su vez federados por oficios, nacional e internacionalmente.

La propiedad ya no es individual: la tierra, las minas, los medios de transporte, las casas, etc., se han convertido en propiedad social. ¡Propiedad social! Entendámonos bien y no propiedad exclusiva e inalienable de los trabajadores (2) que las valorizan, porque de lo contrario se volvería a asistir dentro de las corporaciones a los conflictos ya suscitados entre los capitalistas, con lo que la sociedad sería nuevamente víctima de la concurrencia de la colectividad corporativa en lugar de la concurrencia individualista y capitalista ...

La sociedad necesita una cantidad determinada de grano, de vestidos; los agricultores y los sastres reciben de la sociedad, bien en dinero mientras éste subsista, bien en valores de cambio, los medios para consumir o utilizar los productos fabricados por los demás trabajadores. He aquí las bases sobre las que tendrá que organizarse la sociedad para ser realmente igualitaria ...

Las Bolsas del Trabajo, conociendo la cantidad de productos que tienen que fabricarse, informarán a los consejos profesionales del trabajo de cada una de las corporaciones, los cuales emplearán en la fabricación de los productos necesarios a todos los miembros de la profesión ... Mediante sus estadísticas las Bolsas del Trabajo conocerán los déficits y excedentes de su zona; determinarán en razón de esto el intercambio de productos entre los territorios encargados especialmente de un tipo de producción. Así, por ejemplo, Creuzot, en la metalurgia, Limoges en la porcelana, Elbeuf para las telas de calidad, Roubaix para los tejidos, diversas zonas de nuestro país para los vinos, producirán objetos mediante los cuales sus poblaciones podrán aprovisionarse de cuanto sea necesario a su mantenimiento y a su desarrollo intelectual ...

Puesto que los medios técnicos se perfeccionan cada vez más, debido a que la ciencia hace hoy nuevas conquistas, los obreros tendrán entonces un gran interés inmediato en secundar e intensificar la marcha del progreso, pudiendo la sociedad valorizar las riquezas y las fuerzas naturales que nuestra sociedad capitalista se ve obligada a abandonar: por ello las riquezas sociales se acrecentarán de modo notable. Igual ocurrirá con los consumos, porque nadie se verá obligado a privarse de alimentos, de ropa, de muebles, del lujo y del arte, estos dos factores esenciales en el gusto y en la inteligencia ...

En fin, con cierta prudencia mezclada a una cierta audacia, la Bolsa del Trabajo de Nîmes concluía del siguiente modo: Esta relación demasiado sumaria puede dar sólo una idea a los adherentes del movimiento corporativo de las funciones que incumben e incumbirán a las Bolsas del Trabajo ... Acelerar las decisiones no serviría de nada. Perseguir con método el desarrollo de las instituciones es suficiente para llegar al objetivo y evitar muchas defecciones y el retorno al pasado ... A nosotros, que heredamos el pensamiento y la ciencia de todos aquellos que nos precedieron, nos corresponde hacer que tantas riquezas y beneficios debidos a su genio, no acaben por generar la miseria y la injusticia, sino la armonía de los intereses mediante la igualdad de los derechos y la solidaridad entre todos los seres humanos.

A su vez, el Comité federal de las Bolsas del Trabajo, en un informe sobre el mismo tema, afirmaba:

La revolución social debe por ello tener como objetivo suprimir el valor de cambio, el capital que éste genera y las instituciones creadas por este último. Nosotros partimos de este principio: que la obra de la revolución debe ser la de liberar a los hombres, no sólo de cualquier autoridad, sino también de cualquier institución que no tenga como fin esencial el desarrollo de la producción. En consecuencia, no podemos imaginar la sociedad futura de otro modo que como la asociación voluntaria y libre de los productores. Ahora bien, ¿cuál es la función de estas asocIacIones ...?

... Cada una de ellas se ocupa de una rama de producción ... Unas y otras deben informarse en primer lugar de sus necesidades de consumo y luego de los recursos de que disponen para satisfacerlas. ¿Cuánto granito será necesario extraer cada día? ¿Cuánto grano habrá que moler y cuántos espectáculos habrá que organizar para una población determinada? ¿Cuántos obreros y artistas serán necesarios? ¿Cuántos materiales y cuántos productores serán necesarios? ¿Cómo dividirse los respectivos cometidos? ¿Cuántos materiales y cuántos productores será necesario solicitar a las asociaciones vecinas? ¿De qué manera organizar los depósitos? ¿De qué modo utilizar, apenas se conozcan, los descubrimientos científicos?

Conociendo, en primer lugar, la relación entre producción y consumo, las asociaciones obreras utilizarán los materiales producidos o extraídos por sus miembros. Conociendo igualmente la cantidad de los productos deficitarios o excedentes solicitarán en otra parte, bien los asociados que necesiten, bien los productos determinados con que la naturaleza no haya querido beneficiar a sus zonas ...

... La consecuencia de este nuevo estado de cosas, de esta supresión de los organismos sociales inútiles, de esta simplificación de los mecanismos necesarios, es que el hombre producirá mejor, en mayor cantidad y más rápidamente, por lo que, en consecuencia, podrá consagrar más horas a su desarrollo intelectual.

De este modo se elevaba más cada vez el ideal de las Bolsas del Trahajo, sin que una ambición de este tipo pudiera parecer temeraria, a juzgar por las iniciativas ya realizadas. En líneas generales, los sociólogos, nutridos más con lecturas que con observaciones, ignoran totalmente lo que son y, en consecuencia, lo que pueden llegar a ser las asociaciones obreras -sobre todo aquéllas, cada día más numerosas- que viven de forma independiente de los partidos socialistas y liberadas del fetichismo gubernamental. En una obra reciente el teórico socialista Bernstein, tratando del sindicato, del que las Unions inglesas parecen indudablemente ser el prototipo, el más impregnado del viejo espíritu unionista, les atribuye una misión y unos poderes inmediatos en los que ninguna asociación ha pensado nunca, y cuyo carácter quimérico demuestran todos los hechos económicos, mientras se niega, bajo la influencia del error, o de la estrecha conciencia colectivista, a reconocer su rol futuro ya definido elocuentemente por Bakunin al hablar de la sociedad federalista del porvenir.

A su juicio, el sindicato puede y debe triunfar sobre el beneficio industrial en favor del salario. Esto no es prácticamente exacto sino de modo muy relativo, en el límite de las leyes del salario que ha creado el modo de producción y de cambio capitalista. El poder del sindicato queda en cualquier caso neutralizado mucho antes de que el beneficio industrial ya no fuera suficiente como para hacer que el capitalista continúe explotando su negocio, y, con mayor razón, mucho antes de que este beneficio descienda al valor de un salario. El costo de las materias primas, el número de las fábricas, las necesidades del consumo, las de los brazos disponibles y otras mil causas menos tangibles, menos perceptibles, pero igualmente importantes, impedirán que el sindicato influya como desearía sobre los niveles salariales.

Al mismo tiempo, el sindicato, contrariamente a las opiniones de Bernstein no puede, y de hecho él no lo ignora, influir en la situación de la fuerza-trabajo sobre el mercado sino dentro de los límites trazados por las innumerables circunstancias imprevistas e imprevisibles que hacen que el mercado se llene de brazos, utensilios y productos en cantidad superior a las necesidades del consumo. En este caso tampoco puede el sindicato hacer otra cosa que establecer estadísticas periódicas de las necesidades del trabajo en las regiones, y gracias a estas estadísticas, dirigir a los obreros inteligentemente en su búsqueda de trabajo y evitar con las indeseables aglomeraciones de parados en éste o en aquel punto, las ofertas de trabajo a bajo precio. Pero llevar a cabo la operación contraria, es decir, hacer aquí o allá menos densa la mano de obra para determinar un aumento de los salarios, esto no pueden hacerlo los sindicatos por las limitaciones que su estado de miseria crea a los trabajadores -incluso a los mejor pagados- para apropiarse el primer trabajo que asegure su subsistencia.

En fin, ningún sindicato ignora que actuar sobre la técnica de la producción, en otros términos, impedir la introducción en ciertos talleres de nuevas maquinarias, o aumentar la capacidad profesional del obrero, no significa más que atacar mediocremente, de modo pasajero e ingenuo, el estado económico normal. En lo concerniente a las máquinas, el sindicato sabe bien que aunque consiguiera proscribirlas, no obraría en interés de la clase obrera, sino en sentido reaccionario. El sindicato lleva ahora a cabo sólo un acto defensivo. Sabe también que cualquier medida que tenga por efecto disminuir la producción, salvo, por supuesto, la interrupción de los suministros, equivale a una criminal coalición entre él y el capitalista contra el consumidor, y también en este caso actúa solamente bajo presión de las circunstancias y con el fin de protegerse.

Mas, por otra parte, ¿cuántos sindicatos emplean todavía medios de defensa tan primitivos? Por ejemplo, ¿intentan tal vez retardar los tipógrafos la utilización de las máquinas de la composición en Francia, en Estados Unidos, en Austria o en Alemania? Nada de eso, se limitan a pedir, como en Viena, que sean empleados aquellos tipógrafos que han hecho su aprendizaje de cuatro años en la misma empresa donde se han introducido las máquinas, que la composición se lleve a cabo de acuerdo con el sistema dicho de la conciencia; que la jornada laboral sea de ocho horas y que las horas extraordinarias sean discrecionales para el obrero, etc. (3); en definitiva, que la máquina no reduzca lo que en Inglaterra se llama the standard of life, el nivel de vida.

¿Por qué ocurre que se nos interprete de un modo tan erróneo -dado que Bernstein sólo tiene el mérito de haber subrayado todavía más los errores que se cometen en relación con los sindicatos- en relación con la naturaleza y con el nivel de los conocimientos económicos de las asociaciones obreras contemporáneas? ¿No es esto debido a que, con una ignorancia por otra parte comprensible, se tome siempre como objeto de experiencia y de análisis a las Uniones inglesas, las únicas en particular que no merecen ya la atención de la economía y del sociólogo, por el acusado atraso de algunas y por la adscripción de otras muchas al carro del socialismo de Estado? Porque, y esto debe decirse, las trade-unions poseen hermosos recursos, recursos por así decirlo incalculables, para sostener la lucha de millares de hombres; pero estos recursos y esta lucha están en proporción tanto con la riqueza y la audacia de los capitalistas ingleses como igualmente con el bienestar de los obreros, en tanto que una Unión francesa como la de los obreros mecánicos, obtiene la victoria en parte debido a la obstinación y en parte a la violencia de la coalición capitalista formada contra los sindicatos, la Unión inglesa ha sido tan rudamente derrotada que hoy ha renunciado a llevar una guerra salarial para hacer experimentos en las batallas parlamentarias ... No solamente es imposible que las Uniones inglesas, a pesar de su asombrosa potencia financiera, puedan vencer con dinero a sus empleadores, todavía más ricos que ellas y no menos enérgicos, sino que su afiliación multitudinaria, la importancia de su fondo económico y su ingeniosa organización, sirve sólo para aportar a los sindicatos una atmósfera ambigua formada por el orgullo y el instinto de conservación, similar al que anima a las decenas de millares de personas, ilusoriamente libres, que componen las manifestaciones de Trafalgar Square o de Hyde Park, y que bastan para protegerles contra cualquier acto espontáneo de fuerza.

No, las Uniones inglesas no responden ya, tal vez ya no responderán nunca más, a las necesidades del proletariado internacional, y la prueba la tenemos en el hecho aún inadvertido por cuantos han escrito sobre el movimiento obrero: que en todos los países, a excepción precisamente de Inglaterra, las uniones del mismo oficio o también de oficios similares son inferiores en número y poder a las uniones de profesiones diversas: Bolsas del Trabajo, consorcios, etc. ¿Cuáles son las asociaciones nacionales conocidas? Son: en Alemania la Comisión General de las sociedades obreras; en Austria la Unión Central de los sindicatos obreros; en Dinamarca la Asamblea general de la sociedad obrera; en los Estados Unidos, la Federación Americana del Trabajo; en Australia, la Federación de los trabajadores del Queesland, la de los trabajadores de Nueva Gales del Sur (los obreros australianos proyectan entre otras cosas, el constituir una federación entre las colonias británicas); en Francia la Federación de las Bolsas del Trabajo ... Además, ¿acaso no intenta la propia Inglaterra crear una federación general de las trade-unions? Por el contrario, en ninguna parte las uniones de oficios son numerosas u organizadas y Francia, en este aspecto es también sensiblemente inferior a las Uniones americanas. Hoy día, nosotros nos basamos bastante menos sobre la acción puramente profesional, de tendencia individualista, de la que el viejo unionismo inglés ofrece un ejemplo acabado, que sobre la acción organizada de las diversas profesiones. Y esto deriva del hecho de que los sindicatos, hoy más conocedores que antes del juego de las fuerzas económicas, se han dado cuenta de que la situación de su industria, y en consecuencia, su propia situación, no depende realmente como se ha creído en el curso de los siglos de circunstancias particulares, para las cuales no existirían remedios específicos, sino que está subordinada a la situación económica general, de tal modo que sólo una acción general de los oficios podrá producir mayor efecto en el orden social, que las transformaciones provisionales, mediocres y accidentales.

Si esto es así, ¿por qué, en lugar de esperar de las asociaciones obreras -esta expresión designa tanto al sindicato como a la cooperativa y a las demás instituciones derivadas de estos dos grupos fundamentales- lo que el sistema social se niega a otorgar, porque el dinero domina sobre las demás fuerzas -no se les exige lo que ellas por su propia naturaleza y constitución están necesariamente destinadas a producir de cara a la organización de la sociedad futura? Es verdad que los hombres que creen en el Estado-providencia, y para los cuales el colectivismo científico consiste en el Estado-patrón, quieren experimentar cualquier anticipación de estas libres asociaciones de hombres, donde los administrados discuten con más frecuencia de lo que se considera oportuno para la tranquilidad de los administradores. Ahora, cabe preguntar cómo es posible que cuantos aman la libertad, cuantos rechazan el sistema centralizador porque sus inconvenientes prevalecen sobre sus ventajas, ventajas que por otro lado pueden obtenerse igualmente por grupos humanos libremente unidos, ¿cómo es posible, digo, que no alcancen a comprender que los grupos corporativos son las células de la sociedad federalista del porvenir?

Si es cierto, como pretenden todos los espíritus libres, que la autoridad está en declive permanente y la libertad en continuo ascenso, que los pueblos se habitúan cada vez más a vivir y a actuar al margen del Estado, la consecuencia no puede ser más obvia: la de que al sistema autoritario actual debe suceder un sistema en el que la jerarquía de gobierno, en lugar de situarse en la cumbre, estará claramente instalada en la base ... (4). Ahora bien, ¿en qué debe consistir necesariamente este sistema? En formar, sobre la base de la ley de separación de los órganos, grupos medios, respectivamente soberanos y unidos, en la medida y por el tiempo que ellos reputen como útil, por medio del pacto federativo libremente aceptado.

Por consiguiente, ¿cuáles son las condiciones que asumen las asociaciones sindicales y cooperativas? Ellas separan en el poder todo lo que puede ser separado, delimitan todo lo que puede ser delimitado, distribuyen entre órganos y funcionarios diferentes todo aquello que puede ser separado y delimitado, dotando a su administración de todas las condiciones de publicidad y de control (5). Son aptas por su formación profesional, demasiado poco importantes por el número para que un miembro pueda lamentarse de no ser escuchado, y demasiado abiertas para que un miembro descontento no pueda marcharse y constituir una nueva asociación con otros, por motivos bien determinados, para aplicar el principio federativo propio como fue formulado por Proudhon y por Bakunin.

He aquí las conclusiones de nuestro estudio. Conocemos ahora el origen de las Bolsas del Trabajo, la manera en que se constituyeron, los servicios que crearon y los que proyectaron crear, las funciones -en una palabra- que pretendían desempeñar en la organización económica y política presente. Después de esto ¿se sorprenderá alguien al saber que no se consideraban sólo un instrumento de lucha contra el capital, ni como humildes oficinas de empleo, sino que aspiraban aun papel más elevado en la formación del Estado social futuro? Ciertamente, no se debe ser más optimista de lo que sea lícito y nosotros confesamos que, en la mayoría de los trabajadores, la instrucción económica, única guía segura para las asociaciones obreras, está apenas esbozada. Ahora bien, ¿no hemos encontrado acaso en la comunión intelectual que las Bolsas del Trabajo, y sólo ellas pueden facilitar la clave del sistema orgánico de la sociedad, a partir de la cual habrá que construir todo lo demás, contando con el tiempo necesario para poder sustituir la influencia del capital en la administración de los intereses humanos, estableciendo así la única soberanía justificable: la del trabajo?

Hemos enumerado los resultados obtenidos por los grupos obreros en materia de enseñanza y consultado el programa de los cursos instituidos por los sindicatos y por la Bolsa del Trabajo, programa en los que nada se ha omitido de cuanto hace a la vida moral plena, digna y satisfactoria; obsérvense las autoridades que figuran en las bibliotecas obreras; admírese esta organización sindical y cooperativa que se extiende cada día y abarca nuevas categorías de productores, esta conglomeración de todas las fuerzas proletarias en una sólida red de sindicatos, de sociedades cooperativas, de leyes de resistencia. Véase esta intervención cada día creciente en las diversas manifestaciones sociales, este examen de los métodos de producción y de reparto de la riqueza, y declárese si esta organización, este programa, si esta tendencia inclinada hacia lo bello y hacia lo útil, si una aspiración semejante a la perfecta floración del individuo, decimos, no justifican todo el orgullo que experimentan las Bolsas del Trabajo.

Si es exacto que el porvenir pertenece a las asociaciones libres de productores, previstas por Bakunin, anunciadas por todas las manifestaciones de este siglo, proclamadas también por los defensores más calificados del régimen político actual, será sin duda en estas Bolsas del Trabajo o en órganos similares, pero abiertos a cuantos piensan y actúan, donde los hombres se encontrarán para buscar en común los medios de disciplinar a las fuerzas naturales y ponerlas al servicio de la humanidad.



Notas

(1) Claude Gignoux y Victorien Brugnier, Du rôle des Bourses du Travail dans la société future.

(2) El término inalienable se pone aquí evidentemente por error, porque no es necesario decir que una propiedad con la que no se puede especular deja de ser una propiedad, es decir, un derecho inicuo, para convertirse en simple posesión usufructuaria.

Nosotros preferimos igualmente propiedad inalienable a propiedad social, porque ésta implica la existencia de un poder encargado de conservar a la propiedad su caracter social, mientras que la otra puede establecerse y garantizarse el respeto a la misma por convenciones entre grupos de productores, y en particular mediante la sustitución del intercambio honeroso de los productos por el intercambio gratuito.

(3) La Typographie française, No. 428, 1o. de agosto de 1899.

(4) Du principe fédératif, pág. 81. Dentu, editor, 1863.

(5) Ibid., pág. 83.


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