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Capítulo séptimo

El comite federal de las Bolsas del Trabajo

La Federación de las Bolsas del Trabajo de Francia está representada por un Comité con sede en París y que se compone de un delegado de cada una de las Bolsas del Trabajo adherentes.

Para ser delegado de una Bolsa del Trabajo es necesario estar inscrito en el sindicato, estar en posesión de las condiciones de domicilio y tiempo libre necesario para asumir el propio mandato con puntualidad, y haber dado pruebas de interés en el desarrollo de las Bolsas del Trabajo.

Lo que parece sorprendente a primera vista es que se pueda formar parte del Comité, o lo que es igual, ser llamado a administrar los intereses generales de las Bolsas del Trabajo sin estar personalmente adherido a una Bolsa del Trabajo. Esta anomalía se explica si se considera que el Comité tiene su propia sede en París y que la organización corporativa europea funciona de modo excelente.

La Federación declara que no existe en París una Bolsa del Trabajo. Para aquélla, en efecto, una Bolsa del Trabajo no puede ser otra cosa que la unión general de los sindicatos de una ciudad, que administra libremente los fondos y los locales puestos a su disposición por la municipalidad. Ahora bien, no hay ni puede haber legalmente en los inmuebles de la Rue du Chiteau-d'Eau y de la Rue Jean-Jacques Rousseau, ninguna unión de sindicatos que goce de prerrogativas similares. Los inmuebles están administrados y la subvención municipal (1) es delegada para su reparto al prefecto del Sena; por otra parte a una asociación particular de sindicatos constituida a partir de la reapertura de dos inmuebles (1896), se le retiró el derecho de asumir la denominación de Bolsa del Trabajo de París.

Estas uniones, conocidas bajo el nombre de Unión de los sindicatos del departamento del Sena, fueron admitidas ciertamente, en la Federación de las Bolsas del Trabajo de París, pero hay dos razones que se oponen al hecho de que los candidatos delegados al Comité fueran obligatoriamente miembros de la Unión del Sena. La primera (hoy ya abolida) es que la Unión tiene su sede en Rue du Chateau-d'Eau y que los sindicatos parisinos descontentos de tener que rehusar la esperada hospitalidad, ya no querían seguir formando parte de una reagrupación que la ha aceptado. La segunda razón es que la Unión rechazaba a todos los sindicatos constituidos ilegalmente y la Federación no podía impedir el hacer participar en su trabajo a excelentes sindicatos, culpables sólo de sostener un punto de vista particular sobre las leyes del 21 de marzo de 1884.

He aquí por qué, teniendo el Comité su propia sede en París, era suficiente para fornlar parte del mismo la práctica claramente encaminada al desatrollo y a la acción de las Bolsas del Trabajo.

Aparentemente, ninguna regla presidía el reclutamiento de los miembros del Comité. Cada delegado designaba al secretario los militantes sindicales de su conocimiento en disposición de representar a una Bolsa del Trabajo, y el secretario redactaba una lista de nombres que le habían comunicado, la cual era enviada a todas las Bolsas del Trabajo privadas de representante o de reciente adhesión. Mas debido a ciertas recriminaciones se acordó en el congreso que debería ser el secretario quien completara, en lo posible, las listas de los candidatos delegados en base a las indicaciones de sus vínculos políticos, de tal modo que las Bolsas del Trabajo, si lo juzgaban oportuno, eligiesen representantes que profesaran exactamente sus mismas opiniones.

Por otra parte esto no representaba sino la consagración de un hecho existente desde hacía mucho tiempo. Dado que ciertos miembros del consejo local parisino de la Federación de Sindicatos y grupos corporativos, habían intentado en 1894, con maniobras más o menos leales, la conquista de un comité que se consideraba muy importante, el secretario, nombrado en 1894, se esforzó siempre por mantener la igualdad proporcional entre las diversas opiniones socialistas profesadas dentro del Comité, y también garantizar a cada una de las Bolsas del Trabajo un representante que reflejase sus puntos de vista, de manera que el Comité diera lo más exactamente posible la imagen de las Bolsas del Trabajo federadas.

Cuarenta y ocho Bolsas se adhirieron a la Federación (2). La mayor parte rechazaban cualquier vínculo político y es sobre todo en el grupo de sus representantes donde hay que buscar a los auténticos libertarios que las Bolsas del Trabajo han mantenido en su interior a pesar de los reproches de muchas escuelas socialistas y que, en silencio, han contribuido decisivamente en los citados años al relanzamiento de la iniciativa individual y al desarrollo de los sindicatos.

Tres Bolsas del Trabajo, cuyos adherentes estaban en diversa proporción afiliados al Partido socialista revolucionario (blanquista) se veían representadas por miembros del Comité socialista revolucionario central.

Una docena de Bolsas del Trabajo, en fin, de tendencia alemanista (3) tenían como delegados a miembros del Partido obrero socialista revolucionario.

No hay ninguna Bolsa del Trabajo que profese la teoría de la Federación de los trabajadores socialistas (broussistas) y en cuanto a las cinco Bolsas del Trabajo más o menos vinculadas con la política del Partido Obrero Francés, el día en que constaten que la sede del Comité no será nunca transferida a las provincias y no estarán por tanto sujetas a su influencia, abandonarán la Federación.

El Comité no tiene una oficina propia ni tampoco un presidente en sus sedes. Las cuestiones pendientes las resuelven un secretario (cuya retribución es de 1.200 francos anuales) (4), un secretario adjunto y un tesorero responsable. Todas las sesiones empiezan por la lectura del acta anterior y de la correspondencia; luego se continúa con la discusión de los problemas suscitados por la correspondencia o indicados en el orden del día propuesto por los delegados. No hay votaciones, excepto el caso, muy raro, de que aparezcan divergencias irreductibles. Las reuniones se celebrarán dos veces por mes y se desarrollarán desde las nueve hasta la medianoche (5).

La supresión del presidente de la sesión y de las votaciones inútiles fue adoptada sólo a partir del ingreso en el Comité de los delegados libertarios. La experiencia convenció pronto a todos los miembros de que entre hombres serios y desinteresados no había necesidad de zancadillear ni de vigilar a nadie, dado que cada uno hace cuestión de honor el respetar la libertad de discusión y también (sin referirse por ello menos a los principios) mantener los debates a un nivel elevado.

Entre 1894 y 1896 todos los esfuerzos de las Bolsas del Trabajo de Lyon, de Grenoble y de Toulon se dirigieron a denunciar esta tendencia anarquizante y a obtener por parte de cada congreso federal el traslado del Comité, bien a una ciudad de provincia, bien a la sede de cada uno de los congresos.

¡Homéricas fueron las disputas que tuvimos que mantener en los congresos de Nlmes (1895) y de Tours (1896) para deshacer los proyectos de nuestros adversarios! ¡Qué tacto tuvimos que desplegar para salvar a una asociación ya amenazada, sin alterar una diplomática concordia!

Vosotros no podéis pensar en llevar el Comité federal a los departamentos -sosteníamos- porque en cualquier ciudad de provincia se verá en la imposibilidad de reclutar los delegados necesarios para constituirlo; no es justo, mientras el Estado concentra los propios medios de defensa, dispersar vuestra fuerza, porque siempre ocurrirá que en el momento en que los miembros salientes de vuestro Comité hayan llegado al dominio de una práctica difícil de adquirir, será necesario buscarles sucesores, quienes tendrán que empezar el aprendizaje administrativo desde el comIenzo.

Sin duda -concluíamos- nosotros somos federalistas; sin duda que no debemos cesar en la reivindicación de la autonomía comunal, la división de los poderes, la disminución de la autoridad central. Ahora bien ¿debemos aplicar a nosotros mismos estas reivindicaciones? Evidentemente no, a menos que queramos hacernos víctimas de nuestros errores. Combinar nuestros esfuerzos para debilitar a la clase explotadora, disputar al Poder central hoy una atribución, mañana una jurisdicción, otro día determinada prerrogativa: efectivamente, esta es nuestra misión; pero al mismo tiempo que trabaja en el debilitamiento de su enemigo, en la disgregación de la centralización gubernamental, el proletariado debe llevar a cabo la concentración de su propia fuerza para aumentar más cada vez sus posibilidades de victoria y acelerar la hora de la transformación social. Hecha la revolución ya no habrá Estado y por ello desaparecerá la centralización.

A esto respondían los partidarios de la transferencia que al administrar los asuntos federales las pequeñas ciudades adquirirían la capacidad administrativa de que carecían, lo cual era deplorable, y que tal traslado de funciones liberaría a París de la acusación de acaparamiento de las mismas que se le han dirigido; aparte, argüían, la provincia poseía cierto número de Comités de federaciones profesionales muy florecientes, y que, en fin, los descentralizadores tenían el deber de experimentar, al menos por un año, la capacidad organizadora de la provincia.

Las Bolsas del Trabajo no acogieron nunca estas objeciones, en primer lugar porque advirtieron que eran poco sinceras y se inspiraban más bien en la pasión política, y además porque tenían sobre el problema de la centralización y del federalismo ideas de carácter más práctico que sentimental.

En efecto, las Bolsas del Trabajo son profundamente federalistas, y habrían denunciado el pacto federativo sin dudarlo si el Comité hubiera pretendido dictarles lo que tenían que hacer, o soluciones verticales, atribuyéndose fuerza legal, transformándose, en una palabra, de oficina de información y correspondencia que era, en Comité directivo.

Las Bolsas del Trabajo, no sólo no han auspiciado nunca por parte del Comité otra cosa que el estudio preliminar de los temas de interés común (estudios y temas sobre los que al final se reservan el derecho de aceptación o de rechazo), sino que de igual modo consideran sus congresos sólo como centros donde se forjan los instrumentos de discusión y de trabajo. Podemos también citar casos en que las Bolsas del Trabajo han rechazado ciertas deliberaciones.

No obstante, se comprenderá que, para ser de utilidad, el Comité debía tener su propia sede en París, y mantenerla de modo que ello no significara ningún tipo de adhesión a la política centralizadora, sino la necesidad de evitar que el Comité fuera a parar cada año a las manos de una nueva secta política (lo que habría ocurrido fatalmente si el Comité hubiera sido trasladado a provincias), y además, de mantenerlo en contacto directo con la vida social, abrirle la puerta de las experiencias económicas, fortificarlo con la fuerza de las demás agrupaciones corporativas parisinas; en resumidas cuentas, había que actuar de modo que se pudiera informar de manera segura y rápida de todos los acontecimientos públicos de algún interés.

Es por esto que las Bolsas del Trabajo directamente consultadas sobre la cuestión, dieron en 1897 a la decisión tomada anteriormente por los congresos de Nîmes y de Tours, la confirmación más clamorosa. Desde entonces, el debate anual sobre traslado o mantenimiento del Comité ya no ha vuelto a figurar en el orden del día de los congresos de la Federación.

¿Ha abusado el Comité de su victoria? Esto nos lo podrá decir su método de trabajo.

Todas las reuniones federales, ya lo hemos dicho, se destinan a:

1. Las cuestiones planteadas por la correspondencia.

2. Los proyectos emanados de la iniciativa del Comité.

3. Los proyectos emanados de la Bolsa del Trabajo.

Las cuestiones planteadas por la correspondencia son generalmente de orden administrativo y de mediocre importancia, y es raro que el Comité se limite pura y simplemente a aprobar la que haya elaborado el secretario.

Pero a veces ocurre que afloran puntos espinosos de la doctrina sindical y también de los principios socialistas. Por ejemplo ¿se pueden admitir en una Bolsa del Trabajo vendedores ambulantes, o gente susceptible de ocupar ocasionalmente empleos asalariados? ¿Puede alguien que por cualquier razón ha abandonado el sindicato de su profesión, ser admitido en otro con el pretexto de que hay obreros de los dos oficios en el mismo taller o, en otros términos, que los dos oficios concurren en la confección del mismo producto? ¿Puede un militante cuya profesión no cuente con bastantes miembros para constituir un sindicato, llegar no obstante a ser secretario de una Bolsa del Trabajo? ¿Puede un sindicato destinar una parte de sus fondos a la creación de un servicio de socorros mutuos, a pesar de la protesta de cierto número de sus miembros? Se observa cómo, por una parte, tales cuestiones interesan al principio de la lucha de clases, considerada no como un dogma (las organizaciones corporativas no se infectan de teoría y su empirismo, digámoslo en pocas palabras, vale tanto como cualquier otro sistema y, por otra parte, tiene la duración y la exactitud de las previsiones de almanaque), sino como medio de salvaguardia contra las invasiones de los pequeños-burgueses socialistas; finalmente, se ajustan al modo de constitución de la organización sindical.

Ahora bien, estas dificultades fueron como siempre resueltas en el sentido más libertario y las mismas resoluciones fuerori aportadas a las Bolsas del Trabajo a título puramente documental, quedando a juicio de éstas aplicarlas o no, según que sus argumentos les parecieran más o menos sólidos.

Los proyectos de las otras dos categorías son más importantes y reclaman no sólo detenidos estudios, sino también en ciertas ocasiones amplias encuestas. Veamos por ejemplo cómo procede el Comité para la creación de un proyecto como el socorro de viaje.

En el congreso de Tours (1897) una Bolsa del Trabajo propuso que el Comité federal se encargara de establecer un proyecto de socorro de viaje común a las Bolsas del Trabajo federadas, de manera que un obrero desocupado de cualquier profesión pudiera encontrar en todas las Bolsas del Trabajo el acomodo material y moral que protege a los trabajadores contra las sugerencias interesadas del capitalista.

Para conducir a buen puerto sus fines, el Comité empezó por investigar las bases sobre las cuales se ha establecido y funciona este servicio de socorro de viaje tomado de L'Union compagnonnique du Tour-de-France, La Fédération française des Travailleurs du Livre y la Société générale des Chapeliers (sombrereros). Luego procedió el Comité a redactar un primer proyecto que se sometió en 1898 al Congreso de Rennes. A pesar de un profundo debate, el congreso, temiendo las consecuencias de una decisión apresurada, devolvió el proyecto al Comité con la misión de enmendarlo y de transmitirlo en seguida a la Bolsas del Trabajo. Hoy las Bolsas del Trabajo han dado a conocer su pensamiento: casi la totalidad de las mismas aceptan el proyecto, algunas intentan modificarlo, y sólo un número reducido declaran decididamente su imposibilidad, por falta de recursos, de aceptar el gravamen del socorro de viaje. No importa. Contrariamente a lo que ocurre en otros sitios, todas las Bolsas del Trabajo que aceptan el proyecto se encargarán de arbitrar los medios para la aplicación del mismo. Y en cuanto a las que no quieren o no pueden hacer experimentos inmediatos, ninguna mayoría violará su autonomía. Sólo el ejemplo, según las tradiciones de la Federación de las Bolsas del Trabajo conduce a desarrollar sus funciones para unirse a sus predecesores en el terreno de la solidaridad, o para comprender la utilidad del viáticum.

La ausencia de despotismo colectivo que caracteriza a la Federación se manifiesta todavía más vivamente en los proyectos emanantes de la iniciativa del Comité federal.

Una vez que éste creyó llegado el momento de emprender una propaganda especial en los campos, pensó en proveer a las Bolsas del Trabajo de una especie de guía para la constitución de sindicatos agrícolas, susceptible de adaptarse a todas las localidades. Por consiguiente consultó a los propagandistas conocedores de la vida y costumbres de los campesinos, al objeto de obtener de ellos las indicaciones precisas que hemos indicado y redactar los estatutos-tipo que aparecen en el apéndice.

Ahora bien, ¿qué significación tienen estos estatutos? ¿Son un código para la propaganda rural? En modo alguno. Sólo constituyen, aunque en avanzado estado de elaboración, indicaciones que las Bolsas del Trabajo quedan autorizadas a utilizar en la medida que lo permitan las circunstancias de tiempo y lugar.

Por ello, las Bolsas del Trabajo entre sí, y el Comité en su relación con las Bolsas del Trabajo, no son otra cosa que intermediarios que se brindan recíprocamente los medios teóricos y prácticos para desarrollarse. Las Bolsas del Trabajo vacilantes o bruscamente privadas de la subvención están seguras de recibir por otro lado los subsidios necesarios para poderse construir, con toda garantía, una existencia independiente. La Bolsa del Trabajo que necesita conocer los procedimientos empleados y los resultados obtenidos en cualquier campo de la propaganda o sobre un punto determinado del territorio, recibe por parte de las demás Bolsas del Trabajo o del Comité federal, la satisfacción más completa.

Pero conviene repetir que jamás una información o una indicación aportada por el Comité o por el Congreso anual han sido consideradas como obligatorias. Y es sin duda (a esta libertad de examen y de elección, a esta variedad de métodos, a esta facultad que tiene cada Bolsa del Trabajo de adaptarse a su ambiente, a lo que se debe el desarrollo extraordinariamente rápido de estas instituciones.

Pese a lo dicho, y a pesar de sus esfuerzos por colaborar en la extensión de las Bolsas del Trabajo, el Comité no está en condiciones de rendir todos los servicios que parecía poder prestar. Le fallan por un lado los recursos que necesitaría para disponer de un periódico, dotado con la correspondiente redacción, al que por supuesto la Federación puede pretender; necesita también medios para crear un Museo de economía social, en el que todas las Bolsas del Trabajo puedan inspirarse para constituir una sección e ilustrar la enseñanza profesional propia; finalmente, para organizar una biblioteca circulante con informaciones sobre enseñanza, legislación y métodos de propaganda.

No pudiendo disponer de estos diversos servicios, el Comité federal es actualmente sólo una oficina de correspondencia lenta y defectuosa, cuya utilidad tal vez no justifica los gastos efectuados. Pero tiene por delante un porvenir y los trabajos emprendidos en el pasado permiten presagiar los que podría realizar mañana.



Notas

(1) Cuando existía, lo que ya no ocurre en el momento en que se termina este libro, porque el crédito de 110.000 francos acordado a la Bolsa del Trabajo, fue suprimido por la nueva mayoría del Consejo municipal (sesión del 29 de diciembre de 1900) -o lo que es más exacto y la misma cosa- la asignación fue retirada a la Comisión administrativa de la Bolsa del Trabajo (Nota de Maurice Pelloutier).

(2) Actualmente existen sesenta y cinco. Véanse los Documentos complementarios (Nota de Mautice Pelloutier).

(3) OeJean Allemane, diputado socialista. Los socialistas presentaban entonces divenas corrientes, siendo una de ellas los partidarios de Allemane. Otras eran los partidarios del blanquismo y por consiguiente de Blanqui, los de Jules Guesde y los posibilistas o broussistas, seguidores de Henri Brousse. (Nota de la edición italiana). Pero veamos un texto esclarecedor.

Estos dos grupos (alemanistas y blanquistas), sobre todo el primero, dominaba la Bolsa del Trabajo de Paris, tras una bteve supremacía de la fracción moderada del socialismo, representada por la Federaci6n de Trabajadores socialistas, corrientemente calificada como posibilista o "broussista Debe esta denominación a haber conducido progresivamente a un grupo importante de los trabajadores de ideología socialista a la ideología sindical. La escisión de 1890, encabezada por Alemane, estuvo en el origen de la creación del POSR. Por tanto no es extraño ver a este hombre sostener fervientemente la huelga general, la supremacía del sindicalismo, y en general conectado a una ideología obrerista.

En 1895, incluso antes de que se abra el congreso de Limoges, Fernand Pelloutier inició en Les Temps Nouveaux, de lean Grave, portavoz oficial del anarquismo, una serie de artículos destinados a invitar a los anarquistas a penetrar en los sindicatos. En el primero de éstos, aparecido el 6 de julio de 1895 bajo el título La situación actual del socialismo, Pelloutier sostiene que la situación está en camino de clarificarse y que muy pronto sólo permanecerán dos partidos socialistas, el primero marxista y parlamentario, que reagrupará a broussistas, guesdistas y blanquistas, y el segundo revolucionario, compuesto por aiemanistas, sindicalistas y comunistas libertarios. (Jacques Juillard, Fernand Pelloutier et les origines du syndicalisme d'action directe, págs. 120, 132; Editions du Seuil, Paris 1971).

(4) Después del 22 de marzo de 1901, fecha en la que es sustituido Fernand Pelloutier, funciona en la Bolsa del Trabajo central un serlli&io permanente, cuyo titular, el compañero Georges Yvenot, recibe un salario diario de ocho francos (Nota de Maurice Pelloutier).

(5) Después del congreso de Niza (17-21 de septiembre 1901), las reuniones se celebran sólo una vez cada mes, precisamente el segundo viernes de cada mes. (Nota de Maurice Pelloutier).


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