Índice de Historia del movimiento machnovista de Pedro ArchinoffCapítulo séptimoCapítulo novenoBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo VIII

Los errores de los machnovistas - Segunda agresión de los bolcheviques contra la región de los insurrectos

El esfuerzo de los machnovistas en su lucha contra las tropas de Denikin fue enorme; su heroísmo durante los últimos meses fue reconocido por todos. En las regiones liberadas fueron los únicos en mantener viva la llama de la revolución, preparando así el fracaso de la contrarrevolución denikiniana. Así lo entendió el pueblo, tanto de la ciudad como del campo.

Esta circunstancia contribuyó a mantener entre muchos machnovistas la convicción de que contando con el apoyo del pueblo estaban a salvo de toda provocación bolchevique; que el ejército rojo, que avanzaba en ese momento por el norte, advertiría las calumnias del partido comunista contra los machnovistas y no prestaría oídos a una nueva provocación. Más aún, el optimismo de ciertos machnovistas los llevaba a creer que el partido comunista no se atrevería, dadas las tendencias machnovistas de las masas, a organizar un nuevo atentado.

La actividad militar y revolucionaria de los machnovistas se apoyaba en esta idea. Se limitaron a ocupar una parte de la región de Dnieper y del Donetz y no procuraron avanzar hacia el norte y consolidarse allí, estimando que cuando se produjera el encuentro de los dos ejércitos, se aclararía la táctica que deberían adoptar.

Algunos de los militantes opinaban que no había que prestar una importancia exagerada al aspecto puramente militar, hasta revolucionario, de la causa; que lo esencial era dirigir los principales esfuerzos hacia la masa obrera y campesina e impulsarla en la vía de la acción revolucionaria. Los congresos de campesinos y obreros -de distrito, de región, de provincia-, he ahí lo que importaba considerar como primera labor práctica. Por eso había que comenzar por ayudar a la revolución a salir del atolladero al que la habían conducido los bolcheviques.

El optimismo de los machnovistas, tanto como su punto de vista sobre la necesidad de entregarse ante todo a un trabajo positivo en el país, eran perfectamente sanos, pero no se adecuaban a la situación de Ucrania en aquel momento y los resultados obtenidos no fueron los que se esperaban.

Ante todo estaba el bolchevismo. Jamás consentiría la existencia de un movimiento popular tan profundo como el machnovismo. Cualquiera que fuese la opinión de la masa obrera y campesina, el bolchevismo no habría vacilado en destruirlo y aniquilarlo. Por eso los machnovistas, colocados en el centro de los acontecimientos populares de Ucrania, hubieran debido tomar de antemano las medidas necesarias para asegurarse contra una eventualidad semejante.

El deseo de consagrarse a un trabajo positivo -deseo profundamente justo y revolucionario- no se adecuaba a la situación específica de Ucrania en 1918. El país había sido atravesado en todos sentidos y en varias ocasiones por las tropas de los alemanes y austríacos, de Petlura, de Denikin, de los bolcheviques. En 1919 la región insurreccional había sido cruzada de un extremo al otro por los cosacos; cuatro meses después las ordas regresaban, sembrando la devastación a su paso. Luego pasaron las tropas del ejército rojo, sumiendo al pueblo revolucionario en la misma devastación.

De este modo la región de los insurrectos, desde el verano de 1919, había caído en una situación tal que era imposible un trabajo revolucionario de masas. Parecía que la sombra de las bayonetas que atravesaron la región de Norte a Sur y de Este a Oeste, borrara a su paso todo impulso en las masas. En estas condiciones los machnovistas debían colaborar sobre todo en el aspecto militar, combatiendo a las fuerzas enemigas.

Había que tener presente esas condiciones especiales de la vida en la región.

El aniquilamiento de la contrarrevolución de Denikin constituía en el otoño de 1919 una de las labores principales del machnovismo, y, por lo demás, de toda la revolución rusa. Esa labor fue realizada por los machnovistas. Pero no constituía toda la misión histórica que la revolución rusa impondría a los machnovistas. El país en revolución, liberado de las fuerzas de Denikin, exigía imperiosamente la organización de su defensa, sin la cual las posibilidades revolucionarias que se abrían después de la liquidación de la reacción denikiniana corrían el riesgo de ser aplastados por los ejércitos estatales de los bolcheviques, lanzados sobre Ucrania en persecución de las tropas de Denikin, que se batían en retirada.

Es pues incontestable que una de las tareas históricas impuestas por los acontecimientos al machnovismo en el otoño de 1919, era la formación de un ejército revolucionario de dimensiones suficientes para permitir al pueblo revolucionario defender su libertad, no sólo en una región aislada y limitada, sino en todo el territorio de la insurrección ucraniana.

En el momento de la lucha encarnizada contra Denikin, esta tarea no hubiera resultado fácil, seguramente, pero era necesaria desde el punto de vista histórico y factible visto que entonces la mayor parte de Ucrania se encontraba en plena insurrección y se inclinaba por su sicología hacia el machnovismo. Destacamentos de guerrilleros que llegaban no sólo de la parte meridional del país, sino del norte, como por ejemplo las tropas de Bibik que ocuparon Poltava, acababan de unirse a los machnovistas. Y hasta ciertos destacamentos del ejército rojo afluían de la Rusia Central, ávidos de combatir por la revolución social bajo las banderas del machnovismo; citemos por ejemplo las tropas bastante numerosas comandadas por Ogarkof, que se pusieron en marcha desde el gobierno del Orel para unirse al machnovismo y que llegaron a fines de octubre a Ekaterinoslav, después de haber tenido que batallar en el camino contra los ejércitos de los bolcheviques y contra los de Denikin.

El estandarte del machnovismo había sido levantado espontáneamente en toda Ucrania. No hacía falta más que tomar las medidas necesarias para organizar las numerosas fuerzas armadas que se movían por Ucrania en un solo y poderoso ejército popular revolucionario que se encargara de guardar el territorio ucraniano de los ataques externos.

Una fuerza semejante, que defendiera ese territorio entero y no sólo una región estrecha y limitada, habría servido de argumento convincente contra los bolcheviques, acostumbrados a operar y a contar con la fuerza.

Sin embargo la embriaguez de la victoria obtenida y una cierta dosis de despreocupación impidieron a los machnovistas crear tal fuerza. Y por eso se encontraron obligados, desde que el ejército de los bolcheviques hizo su entrada en Ucrania, a atrincherarse en la región limitada de Gulai-Polé. Fue una grave falta de táctica, de la cual los bolcheviques no tardaron en sacar provecho y cuyas consecuencias dolorosas debieron soportar los machnovistas y sobre todo la revolución en Ucrania.

La epidemia de tifus que había asolado toda Rusia atacó también al ejército de Machno. Desde el mes de octubre, la mitad de los hombres cayó enferma. Esa fue, por lo demás, la razón principal por la cual los machnovistas tuvieran que abandonar Ekaterinoslav cuando la ciudad fue atacada a fines de noviembre por una fuerte columna del ejército de Denikin con el general Slastchof a la cabeza. (Esa división venía del norte, batiéndose en retirada hacia Crimea. Por consiguiente la toma de Ekaterinoslav por los denikinianos no tenía esta vez importancia alguna).

Los machnovistas se agruparon de nuevo en la región situada entre las ciudades de Melitopol, de Nikopol y de Alexandrovsk. El Estado Mayor se detuvo en esta última ciudad. Desde hacía algún tiempo se hablaba de la aproximación del ejército rojo. Los machnovistas no tomaron medidas preventivas, porque no esperaban llegar a una colisión, sino más bien a un encuentro fraternal.

Varias divisiones del ejército rojo llegaron hacia fines de diciembre a la región de Alexandrovsk y de Ekaterinoslav. Los soldados del ejército rojo y los machnovistas se saludaron fraternal y amistosamente. Se celebró un mitin común en que los combatientes de ambos ejércitos se tendieron recíprocamente la mano, declarando que luchaban de concierto contra un enemigo común: el capitalismo y la contrarrevolución. Este acuerdo duró ocho días aproximadamente. Varias unidades del ejército rojo manifestaron la intención de pasar a las filas de los machnovistas.

Pero he ahí que a nombre del comandante del ejército machnovista, llegó del Consejo Militar Revolucionario del XIV cuerpo del ejército rojo la orden de dirigir las tropas de los insurrectos al frente polaco. Todos comprendieron de inmediato que se trataba de un primer paso hacia un nuevo ataque de los bolcheviques contra los machnovistas. Enviar el ejército insurreccional al frente polaco significaba cortar el tronco principal del movimiento. Eso era lo que deseaban los bolcheviques a fin de poder dominar la región rebelde; pero los guerrilleros y los machnovistas se dieron perfectamente cuenta de ello. Además, la orden por sí misma indignaba a los machnovistas: ni el XIV cuerpo de ejército ni ningún otro, por lo demás, se encontraba en situación de dar orden alguna a los guerrilleros, que no estaban subordinados a ninguna unidad roja y que habían llevado solos todo el peso de la lucha con la contrarrevolución en Ucrania.

El Consejo Militar Revolucionario o de los guerrilleros respondió inmediatamente a la orden en la forma siguiente:

(Por falta del documento escrito nos limitamos a destacar sus aspectos fundamentales).

El ejército de los insurrectos machnovistas ha testimoniado como ninguno su espíritu revolucionario. Permanecerá siempre en su puesto de vanguardia en la revolución ucraniana. No partirá para el frente polaco, cuyo propósito le es desconocido. Esa marcha es por otra parte imposible a consecuencia de la epidemia de tifus. La mitad de los hombres, todo el Estado Mayor y el comando en persona están enfermos en el momento de la respuesta. El Consejo Militar Revolucionario del ejército machnovista declara fuera de lugar y provocadora la orden emitida por el XIV cuerpo de ejército.

Esta respuesta de los machnovistas iba acompañada de un llamado a los soldados del ejército rojo, previniéndoles que no fueran víctimas de las maniobras provocadoras de sus jefes. Hecho esto, los machnovistas se pusieron en marcha hacia Gulai-Polé. Llegaron a este punto sin obstáculos de ninguna especie. Los soldados del ejército rojo no deseaban incidentes con ese movimiento. Sólo algunos destacamentos insignificantes y unos pocos miembros aislados, que habían quedado detrás del grueso de las tropas, fueron hecho prisioneros por los bolcheviques.

Hacia mediados de enero de 1920 Machno y los combatientes de su ejército fueron declarados de nuevo fuera de la ley en nombre del Comité Revolucionario de Ucrania, proscriptos por rehusarse a ir al frente polaco. Y desde ese momento se trabó una lucha sin tregua entre los machnovistas y las autoridades comunistas. No creemos deber insistir en detalles sobre las peripecias de esa lucha, que duró nueve meses. Destacaremos sólo que fue igualmente encarnizada de ambas partes. Los bolcheviques se apoyaban en numerosas divisiones de ejército, bien provistas de víveres y de municiones. A fin de evitar casos de acuerdo fraternal entre los soldados del ejército rojo y los machnovistas, el comando bolchevique dirigió contra estos últimos la división de tiradores letones y los destacamentos chinos, es decir los cuerpos que menos comprendían la esencia de la revolución rusa y que estaban dispuestos a obedecer más ciegamente las órdenes de los jefes.

En el mes de enero las filas de los machnovistas estaban desorganizadas por la epidemia de tifus. Todos los miembros del Estado Mayor habían sido alcanzados por la enfermedad; Machno también enfermó gravemente. La mayoría de los combatientes debió abandonar sus puestos por causa de la epidemia y se había diseminado por las aldeas. En esas condiciones los machnovistas debían hacer frente a un numeroso enemigo y sobre todo ocuparse de Machno, que desde hacía algunos días estaba sin conocimiento. Fue un instante de grandes inquietudes, de peligros de toda suerte, de abnegación y de atenciones hacía su jefe. Los guerrilleros, simples campesinos de las aldeas circundantes, estaban profundamente preocupados por la situación de Machno, que, enfermo, podía ser tomado fácilmente prisionero por el ejército rojo. Todos comprendían que la pérdida de Machno sería un golpe terrible para la causa de los campesinos, de manera que hicieron lo posible por salvarlo. Era preciso ver con qué solicitud transportaron a Machno a Gulai-Polé y a otras ciudades -de una choza a la otra- a fin de sustraerlo a las investigaciones de los soldados del ejército rojo encargados de perseguirlo; había que ver cómo, más de una vez, en el momento crítico en que el escondrijo de Machno era descubierto, se sacrificaban ellos mismos, tratando de ganar tiempo para que se le pudiera transportar a un lugar seguro; había que ver todo eso para comprender con qué abnegación fanática estaban dispuestos los campesinos a defender a su jefe y en qué grado la estimaban. Por esa abnegación excepcional la vida de Machno fue salvada en los momentos más críticos del movimiento.

A pesar de que las tropas bolcheviques eran diez veces más numerosas, Machno y sus destacamentos siempre estaban fuera de su alcance. Pero los bolcheviques lograron establecerse sólidamente en varios lugares y detener el libre desarrollo de la región, esbozado en 1919, y hubo ejecuciones en masa de los campesinos.

Muchos recordarán que la prensa soviética tenía el hábito de citar, al hablar de la lucha contra los guerrilleros, las cifras de los machnovistas derrotados, hechos prisioneros y fusilados. Pero omitía decir que se trataba, en la mayoría de los casos, no de insurrectos militantes en el machnovismo, sino de simples ciudadanos que testimoniaban alguna simpatía hacia los machnovistas. La llegada de los soldados del ejército a tal o cual aldea era inevitablemente acompañada del arresto de gran número de campesinos, ejecutados luego, sea como guerrilleros, sea como rehenes. Los comandantes de las diversas divisiones rojas tenían una inclinación particular hacia ese modo innoble de hacer la guerra al machnovismo. Fueron sobre todo las divisiones 42 y 46 de tiradores rojos las que más se entregaron a ese género de ejercicios. Gulai-Polé, que pasó varias veces de unas manos a otras, sufrió más que ninguna otra población. Cada vez que las tropas bolcheviques entraban en ella o eran obligadas a salir, los comandantes arrestaban a los campesinos de improviso en las calles y los hacían pasar por las armas. Todo habitante de Gulai-Polé que haya sobrevivido a aquellos días podrá contar los casos más brutales. Según los cálculos más moderados, la cifra de los campesinos y obreros fusilados y mutilados por las autoridades soviéticas en Ucrania durante ese período no baja de doscientos mil. Una cantidad aproximada fue deportada a los confines de Siberia y a otras partes de Rusia.

Naturalmente, los machnovistas -hijos revolucionarios de un pueblo revolucionario- no podían quedar indiferentes ante hechos tan monstruosos. Al sistema del terror impuesto por los bolcheviques respondieron con golpes no menos rudos. Aplicaron contra los comunistas todos los medios y reglas de las guerrillas que habían puesto en ejecución en el momento de la lucha contra la Scoropadstchina. Cuando se trababa batalla entre las tropas machnovistas y las de los bolcheviques, se cumplían todas las reglas del arte militar y los soldados del ejército rojo, de ningún modo culpables y que habían sido enviados por la fuerza a combatir, caían en masa. Pero, cuando los machnovistas lograban apoderarse de algunos destacamentos rojos, los desarmaban y ponían en libertad a los soldados; los que deseaban podían unirse a los guerrilleros; los jefes y los representantes del partido comunista en misión en los ejércitos, eran generalmente pasados por las armas, salvo raras excepciones, cuando los soldados solicitaban gracia.

Las autoridades soviéticas y sus agentes se referían constantemente a los machnovistas como asesinos sin piedad, y citaban largas listas de soldados del ejército rojo y de miembros del partido comunista muertos por ellos. Pero en tales comunicaciones, callaban lo más importante, esto es, en qué condiciones habían sido matados. Ahora bien, eran casi siempre víctimas caídas en combates provocados por los bolcheviques o cuando atacaban a los machnovistas en una posición peligrosa. La guerra es siempre la guerra; causa inevitablemente víctimas de ambos lados. Pero los machnovistas sabían perfectamente que hacían la guerra, no a los soldados del ejército rojo en masa o a cada uno de ellos en particular, sino a los jefes que dirigían esa masa, que disponían de ella y que no apreciaban la vida de los soldados más que en tanto era útil para la defensa de su poder. Por eso, después de una batalla con divisiones del ejército rojo, los machnovistas se comportaban con los soldados del ejército enemigo, con el mismo espíritu de fraternidad y de camaradería que reinaba entre ellos. No se puede no admirar los sentimientos de delicadeza, de disciplina espontánea y de honor revolucionario de que los machnovistas daban prueba ante los soldados del ejército rojo; ningún soldado de ese ejército, hecho prisionero por los machnovistas, sufrió injurias ni malos tratos -y esto sucedía en un momento en que todos los machnovistas, cualesquiera que fuesen, que caían en poder de los bolcheviques, eran sistemáticamente fusilados a la vista de los soldados del ejército rojo-.

Pero los machnovistas manifestaban otros sentimientos ante los jefes del ejército rojo y ante los miembros del partido comunista. Los consideraban únicos y verdaderos autores de todos los horrores que la autoridad cometía en la región. Eran esos jefes los que habían aniquilado conscientemente la libertad de los trabajadores y hecho de la región insurreccional una llaga palpitante por donde corría la sangre del pueblo. Y ésta es la causa por la que obraban con ellos de manera resuelta: esos jefes eran habitualmente muertos al caer prisioneros.

El sistema de terror aplicado por los bolcheviques contra los machnovistas estaba caracterizado por todos los síntomas del terror ejercido habitualmente por las clases dominantes. Si los machnovistas presos no eran fusilados inmediatamente, se les encarcelaba, se los sometía a toda suerte de torturas para obligarles a renegar de su fe y de su participación en el movimiento, denunciar a sus compañeros y tomar servicio de policías bolcheviques. El ayudante del comandante del 13 regimiento de los guerrilleros, Berezovsky, que cayó prisionero de los bolcheviques, se hizo agente de la Tcheka; pero no lo hizo, según sus manifestaciones, más que después de haber sufrido la tortura. De igual modo los bolcheviques no vacilaron en ofrecer en varias ocasiones la vida y la libertad al jefe del destacamento, Tchubenko, si consentía en prestarles su apoyo para matar a Machno.

Durante el verano de 1920, los comunistas pensaron en organizar el asesinato de Machno con ayuda de algún prisionero del ejército machnovista.

He aquí el texto de un documento publicado por los machnovistas en ocasión de un atentado frustrado contra Machno:


ATENTADO TRAIDORAMENTE ORGANIZADO POR LOS COMUNISTAS BOLCHEVIQUES PARA ASESINAR A BATKO MACHNO.


Desde hace aproximadamente dos meses el Buró del Estado Mayor de los insurrectos revolucionarios de Ucrania no cesa de recibir de diversas partes informes que testimonian que el partido dirigente de los comunistas bolcheviques, impotente, a pesar de todas sus divisiones para vencer en un leal combate la insurrección libre de los machnovistas, se ha puesto a tramar el asesinato del compañero Néstor Machno.

Tenemos informes seguros de que para tal efecto ha sido instituida una sección especial en la Tcheka ucraniana, sección a cuya cabeza se encuentran Mantzef y Martynof, viejos agentes bolcheviques y verdugos de gran fama. El personal de la sección es reclutado exclusivamente entre los condenados a muerte y que compran su vida al precio de prestar servicio ala Tcheka.

Entre los agentes provocadores se encuentran algunos que han tenido de un modo u otro ciertas relaciones con el movimiento anarquista; citemos por ejemplo los nombres de P. Sidorof, Petrakof (Tima-Ivan), Genia Ennakova (Anna Sukhova), Tchaldon y Burtzef. Estaban asociados al mundo de los anarquistas sobre todo por ciertos actos armados. Hemos sido infonnados igualmente que entre el nombre de esos agentes provocadores se encuentra el llamado El gran Nicolás, un individualista que ha editado el año pasado en Karkof la revista K. Svetu, y conocido también con el nombre de Vassily.

Esa banda de provocadores no conoce límites a su traición; conociendo en la época en que el poder era ejercido por Denikin, muchos nombres y direcciones clandestinas de los anarquistas, cayeron en los retiros de los camaradas, removiéndolo todo y ejerciendo verdaderos pogroms; no hay que decir que todos los anarquistas a quienes conocían y que eran más o menos hostiles a la autoridad de los bolcheviques fueron detenidos y fusilados.

Después de haber operado de ese modo en Karkof y en Odessa, esa banda, con su jefe Mantzef al frente, pasó a Ekaterinoslav para organizar allí el asesinato de Batko Machno.

Sin embargo, los revolucionarios bolcheviques han olvidado evidentemente en los tres años que ejercen el poder cuán poco consagrados a su gobiemo estaban los agentes provocadores del zarismo y cuantas veces salía de sus filas algún Petrof que sabía vengar su deshonra. Lo mismo ha pasado esta vez. Entre los agentes provocadores seducidos por los bolcheviques con dinero y con la promesa de la vida en salvo, se encuentran personas que, alcanzadas por el sentimiento del deber o por los remordimientos de conciencia, saben burlar de tanto en tanto las tentativas del señor Mantzef y de sus amigos.


Captura de los agentes de Mantzef (1)


El 20 de junio último, una hora después de la llegada de una sección de guerrilleros machnovistas a Turkenovka (aldea situada a 15 kilómetros de Gulai-Pole), un cierto Fedia Glustchenko, que había servido el año precedente como explorador del ejército insurreccional y que acababa de llegar al pueblo, se acercó corriendo al camarada Machno que estaba en la proximidad del Estado Mayor diciéndole con voz entrecortada:

¡Batko, ven, tengo una cosa urgente que decirte! El camarada Machno encargó que hiciera su comunicación al camarada Kurilenko, que se encontraba a algunos pasos de allí. Fedia confesó que él y otro personaje que se aproximaba a Machno habian sido enviados a Turkenovka para tratar de asesinar a Batko Machno, Kurilenko se acercó prudentemente al otro hombre que portaba un revólver Mauser, una Browning de dos bombas y logró desarmarlo. Fedia llevaba un revólver colt.

El personaje en cuestión dijo llamarse Santiago Kostiukin -un bandido conocido con el sobrenombre de Yachka, el villano- y no tardó en confesar los detalles de lo que debia hacer a instigación de Mantzef y de otros. Él y sus cómplices habian recibido trece mil rublos en papeles del zar y una cierta suma en papel moneda de los soviets. El plan detallado del proyectado asesinato habia sido cuidadosamente elaborado en Ekaterinoslav por Mantzef, Martynof y Fedia. Kostiukin se encontraba a las órdenes de este último, que tenia además por misión asegurarse el apoyo de León Zadof, antiguo explorador en jefe del primer cuerpo de los machnovistas (grupo del Donetz). Kostiukin consciente de que merecia la muerte, ofreció servicios para cualquier tarea, pero su oferta fue rechazada con indignación y fue muerto al dia siguiente. Murió profiriendo las peores invectivas, sobre todo contra Fedia, que lo habia conducido allí y después lo habia traicionado.

En cuanto a Fedia, declaró haber sido arrestado por Mantzef, que le ofreció la elección entre la muerte y el trabajo a las órdenes de la Tcheka para el asesinato de Machno; aceptó esta última proposición teniendo en vista, pretendia, advertir a tiempo al camarada Machno. Se mantuvo firme durante todo el interrogatorio y reconoció haber merecido la muerte por su participación en la Tcheka; pero repitió que lo había hecho para poder prevenir a los camaradas y morir en sus manos y no en las de la Tcheka. Los guerrilleros no podian evidentemente dejar impune la colaboración con la Tcheka, cualesquiera que hubiesen sido los motivos que indujeron a Fedia a hacerlo, porque un verdadero revolucionario no podria nunca pactar con la policia; por tanto el 21 de junio Fedia fue muerto al mismo tiempo que Kostiukin. Murió con la mayor sangre fria, reconociendo una vez más haber merecido la muerte, pero rogando a los asistentes que hicieran saber a sus camaradas machnovistas que no había muerto como traidor, sino como un amigo sincero de los insurrectos, que había tomado servicio a las órdenes de la Tcheka sólo para sacrificar su vida por la de Batko Machno. Que Dios os ayude -tales fueron sus últimas palabras-.

He aquí como terminó la tentativa de la Tcheka ucraniana para asesinar con ayuda de agentes mercenarios al jefe de la insurrección revolucionaria, el compañero Machno.

El Consejo de los insurrectos revolucionarios (machnovistas) de Ucrania, Junio 21 de 1920.


Durante el año 1920 y más tarde también las autoridades soviéticas dirigieron la lucha contra el machnovismo pretendiendo combatir al bandidismo. Iniciaron una campaña de agitación en este sentido, utilizando su prensa y todos sus medios de propaganda al servicio de esa impostura. Al mismo tiempo numerosas divisiones de tiradores y de caballería fueron lanzadas contra los guerrilleros, haciendo todo lo posible por destruir el movimiento e impulsarlo así efectivamente hacia el bandidismo; los machnovistas prisioneros eran fusilados sin piedad, sus familias -padres, madres, esposas- sometidas a la tortura o muerte, sus bienes saqueados, sus habitaciones devastadas, etc. Todo esto en proporciones formidables. Era necesario tener voluntad y heroísmo para que la vasta masa de guerrilleros, frente a todos esos horrores diariamente cometidos por las autoridades, conservase sus posiciones revolucionarias y no se precipitase verdaderamente en el abismo del bandidismo, dominada por la desesperación. Pero esas masas no perdieron un solo día su valor y no humillaron nunca su pabellón revolucionario. Los que tuvieron ocasión de observarlas durante un período tan duro comprobaron cuán profunda era la fe de las masas laboriosas en los ideales de la revolución.

Durante la primavera y el verano de 1920 los machnovistas tuvieron que sostener la lucha, no sólo contra los destacamentos del ejército rojo, sino contra todo el sistema y las fuerzas estatales de los bolcheviques de Rusia y de Ucrania. A causa de eso las tropas insurreccionales se veían a veces obligadas, para evitar el encuentro con un enemigo que los superaba en fuerzas, a alejarse de su base y a efectuar marchas forzadas de mil kilómetros y más. Les ocurría tener que retroceder, ya hacia la cuenca del Donetz, ya hacia Karkof y Poltava. Esas peregrinaciones involuntarias fueron aprovechadas ampliamente por los insurrectos para su propaganda; cada aldea en que sus tropas se detenían por un día o dos se convertía de inmediato en un vasto auditorio machnovista.

Durante ese período nómada (junio-julio de 1920) se constituyó el órgano superior que había de dirigir la actividad del ejército y del movimiento machnovista: el Consejo de los insurrectos revolucionarios de Ucrania (machnovistas), formado de siete miembros elegidos y ratificados por la masa de los guerrilleros. Tres secciones principales del ejército -la de los asuntos y operaciones militares, la de la organización y del control y la de la instrucción y la cultura- estaban sometidas a ese Consejo.




Notas

(1) Extracto del informe de una sesión del Consejo.

Índice de Historia del movimiento machnovista de Pedro ArchinoffCapítulo séptimoCapítulo novenoBiblioteca Virtual Antorcha