Indice de La Constitución de Apatzingan de Carlos María de Bustamante Carta tercera. Apartado sextoCarta cuarta. Apartado segundoBiblioteca Virtual Antorcha

La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA CUARTA
APARTADO PRIMERO



RELACION DE LOS TRABAJOS PADECIDOS
EN LA PEREGRINACION DEL CONGRESO

Querido amigo:

Hemos dicho que emigrada esta corporación de Tlacotepec por la persecución de Armijo, se retiró hacia lo más interior y molesto de la provincia de Michoacán, dirigiéndose por la costa del Sur. Tiempo es ya de que le sigamos en su lamentable peregrinación, que quisiera yo que siempre se tuviera presente por los que se hallan expuestos a sufrir semejantes desgracias.

El general Morelos, semejante a Bolívar en la rectitud de sus intenciones, nunca perdió de vista la organización de este cuerpo salvador, ni la formación de un decreto, que aunque provisional, pudiera fijar su muerte. Por tanto, en medio de los mayores peligros y congojas que le rodeaban, se dedicó a protegerlo, creando por sí, y trabajando menos como un general que como un ganapán, día y noche en crear una fuerza que lo apoyase. De esto dio pruebas inequívocas en el campo de Atijo, construido con sus propias manos, así como la parroquia de Carácuaro, que sacó de cimientos.

El Congreso vino a Uruápam, donde permaneció cerca de tres meses; marchó de allí a la hacienda de Santa Efigenia, que dista treinta y ocho leguas de Valladolid; hostigado por la persecución que le hacía el general Negrete, marchó a la hacienda de Puturo.

Cuando se hallaba en la hacienda de Santa Efigenia se le unió Morelos trayendo toda su fuerza, que apenas constaba de trescientos hombres; quedóse en la hacienda de Pedro Pablo, en la que recibió una diputación del Congreso que lo felicitase. Medida tan urbana como digna de tomarse para con aquel benemérito personaje bastó para desimpresionarlo de ciertas especies que mañosamente habia esparcido el general Cruz para que chocasen el Congreso y este jefe; por lo mismo, y para desmentir los rumores, se publicó por aquella asamblea el siguiente manifiesto, que se remitió sin demora al virrey Calleja, y a los generales Cruz y Llano. Dice así:

MANIFIESTO DEL CONGRESO

Cuando el Gobierno de España, conociendo al fin la insuficiencia de sus armas para subyugarnos, iba disponiendo los ánimos a la conciliación, que tantas veces han resistido los execrables tiranos que han derramado con sus propias manos la sangre de nuestros hermanos, éstos están criminalmente empeñados en frustrar los efectos de la paz, haciendo horribles pinturas de nuestra situación actual. Supónenla anárquica, y rodeada de inconvenientes insuperables para la apertura de las negociaciones y arreglo definitivo de las transacciones diplomáticas. Dicen que pueriles rivalidades dividen nuestros ánimos; que la discordia nos devora; que la ambición agita los espíritus, y que las primeras autoridades chocadas entre sí dan direcciones opuestas al bajel naufraganoo de nuestro partido. Con tales tan detractoras voces pretenden mantener el odioso concepto que desde un principio quisieron dar a nuestra causa, figurando a sus defensores como bandidos despechados, que sin plan, sin objeto ni sistema, turban la quietud de los pueblos para vivir del pillaje (1); ¡insensatos! la posesión de los derechos imprescriptibles del hombre usurpados por el despotismo ¿no es un sublime objeto que en todos tiempos y naciones ha merecido los sacrificios de este mismo nombre? ¿Cuando un pueblo entero se ha movido por sí mismo sin haber recibido el impulso de otro principio que del conocimiento de su propia seguridad, y de lo que a ella deben sus gobiernos? ¿Y podrán las calumnias de la tiranía, ni las intrigas de sus prosélitos oscurecer el brillo de la verdad, y acallar la voz imperiosa de las naciones? ¡Ah! ya lo han visto esos gobernantes inicuos en el curso asombroso de nuestra revolución. Las imputaciones falaces con que quisieron hacerla odiosa se han convertido contra ellos, y palpan desesperados la verdad de aquella máxima que en todos tiempos ha hecho temblar a los tiranos ...

Que el grito general de un pueblo poseído de la idea de sus derechos lleva en su misma uniformidad el carácter de irresistible.

Constancia, pues, americanos, para no sucumbir al peso de las adversidades; prevención contra las tramas del Gobierno de México, que no quiere otra paz que vuestra ruina. No esperéis consideración alguna de los que os han oprimido, y aspiran a la terrible ventaja de celebrar su último triunfo sobre los escombros de la patria. Sabed que Calleja, su prostituido acuerdo de oidores, los monopolistas europeos de Cádiz y los fieros comandantes que viven de la sangre de los pueblos (2), resisten toda capitulación cuyos preliminares no pueden dictar con la punta de la espada.

Si el Gobierno de España, menos ciego, o más ilustrado sobre sus verdaderos intereses, empieza a ceder, como lo anuncian sus periódicos (3), el club sanguinario de México trabajará en desvanecer esta intención asegurando que todo está ya concluido; que no han quedado de nuestros ejércitos sino restos incapaces de reunirse, y turbar la quietud pública; que una degradación imperdonable sería hacer negociaciones en este estado de cosas, y lo que es más grave y menos verdadero, que no se pueden entablar con nosotros, porque una general anarquía ha complicado nuestra destrucción. ¡Impostores! Jamás la unanimidad de sentimientos ha hecho caminar más expedito el Gobierno. Jamás las voluntades se han visto más felizmente ligadas (4); si hay alguna variedad o choque en las opiniones, se ignoran en el Gobierno; ¿ignoran esos detractores detestables que este principio mantiene el equilibrio de las autoridades y asegura la libertad de los pueblos? Sepan, pues, para siempre que no hay divisiones entre nosotros, sino que procediendo todos de acuerdo, trabajamos con incesante afán en organizar nuestros ejércitos, perfeccionar nuestras instituciones políticas, y consolidar la situación en que la patria, temible ya a sus enemigos, es árbitra de las condiciones de tan importantes fines; la comisión encargada de presentar el proyecto de nuestra constitución interina se da prisa para poner sus trabajos en estado de ser examinados, y en breves días veréis, ¡oh pueblo de América!, la carta sagrada de libertad que el Congreso pondrá en vuestras manos, como un precioso monumento que convencerá al orbe de la dignidad del objeto a que se dirigen vuestros pasos.

La división de los tres poderes se sancionará en aquel augusto Congreso: el influjo exclusivo de uno solo en todos o alguno de los ramos de la administración pública se proscribirá como principio de la tiranía; las corporaciones en que han de residir las diferentes potestades o atribuciones de la soberanía, se erigirán sobre sólidos cimientos de la independencia, y sobre vigilancias recíprocas; la perpetuidad de los empleos, y los privilegios sobre esta materia interesante, se mirarán como destructores de la forma democrática del gobierno.

Todos los elementos de la libertad han entrado en la composición del reglamento provisional, y este carácter os deja ilesa la imprescriptible libertad de dictar en tiempos más felices la constitución permanente con que queráis ser regidos.

Apresurad, americanos, la venida de este gran día, y haceos felices desde ahora dignos de la gloria inmortal que brillará sobre vosotros. Redoblando vuestros esfuerzos conseguiréis las más gloriosas y completas victorias que harán a nuestros enemigos venir postrados a implorar la paz que ahora quieren impedir las calumnias por este medio reprobado, pero propio de su política dolosa, por el que buscan un suplemento a la debilidad de sus fuerzas, con las que bien saben que no purden dominar la América. El Congreso, apoyado en la experiencia de cuatro años, en el conocimiento del carácter americano, de nuestra situación, recursos y sentimientos os lo asegura, ¡oh pueblos!, con la confianza que le inspira el interés con que está entendiendo a vuestra dicha.

Dado en la hacienda de Tiripitío a 15 de junio de 1814.
Por ausencia del señor presidente.
José Manuel de Herrera.
Por ausencia del señor secretario.
Pedro José Bermeo.

Es copia fiel a que me remito y de que doy fe.

Pagola.

Cuando Morelos recibió este manifiesto, respondió:

Señor: nada tengo que añadir a la manifestación que V.M. ha dado al pueblo en cuanto a la anarquía mal supuesta; lo primero, porque V.M. lo ha dicho todo; y lo segundo. porque cuando el señor habla, el siervo debe callar. Así me lo enseñaron mis padres y maestros. Sólo a V.M. debería dar satisfacción de mi buena disposición, especialmente con respecto al servicio de la patria. Es notorio que saliendo de la costa varié tres veces mi marcha en busca del congreso para Huayameo, Huetamo y Canario. A tratar sobre la salvación del estado con el acuerdo conveniente, suspendiendo mi marcha hasta que las enfermedades contraídas en servicio de la patria me obligaron a la privación de ver a V.M. Digan cuanto quieran los malvados; muevan todos los resortes de la malignidad, yo jamás variaré del sistema que justamente he jurado, ni entraré en una discordia de que tantas veces he huido. Las obras acreditarán estas verdades, y no tardará mucho tiempo en descubrirse los impostores, pues nada hay escondido que no se halle, ni oculto que no se sepa, con lo que el pueblo quedará plenamente satisfecho (5).

Dios, etc.

Campo en la Agua Dulce, junio 5 de 1814.
Señor José María Morelos.

Así obró este honrado y franco general. Morelos se presentó al Congreso y se le hicieron los honores militares. El Dr. Cos se hallaba por el rumbo de Dolores y no pudo concurrir a las sesiones, protestando que estaría y pasaría por lo que la asamblea dictase.

¡Ojalá no hubiese desmentido después esta protesta con hechos escandalosos, como después veremos, y que harán tal vez equívoca su fama en el juicio de la posteridad! No por esto se crea que por la reunión de Morelos al Congreso, esta corporación tuvo ni un momento de reposo; vámosla a ver hecha el objeto de la amovilidad, no de otro modo que la corte del rey D. Juan el segundo de Castilla, cuando caballero en su trolero caminaba con sus ministros a puntos distantes; ora para hacer justicia a sus pueblos; ora para tranquilizar a los ricos omes, émulos de su gloria, y rivales de su autoridad. Paréceme justo recordar, aunque en bosquejo, la memoria de sus trabajos para que sirvan de modelo de imitación de un patriotismo puro, y llevado hasta el cabo.

En el momento de llegar los vocales a un lugar por miserable y despreciable que fuese, comenzaban a trabajar. En la hacienda de la Zanja, jurisdicción de Urecho, al pasar por Apatzingán se tuvieron las sesiones bajo de unos naranjos que hay allí, pues no había un edificio grande donde cupiesen todos al abrigo de la intemperie; varias veces durmieron al raso enteramente como en el llano de Atunes, pasado el río del Marqués.


Notas

(1) El que redactó este papel, según se me asegura, fue el doctor D. José María Cos; pero a lo que entiendo, le sucedió lo que al padre Honorato de Santa María, que después de haber dado grandes reglas para la buena crítica, fue el que menos se supo aprovechar de ellas. Ya veremos después cómo le hicieron creer que había traidores en el Congreso, y de cuyo principio resultó su ruina. No eran ranas los que se valían de tales ardidea que sabían manejarlos.

(2) Estos eran puntualmente los más crueles enemigos de la independencia. Están precisamente marcados: conozcámoslos.

(3) Equívoco; jamás cedió ni en media línea.

(4) Si esto era falso ¿por qué Calleja tomó el mayor empeño en destruirlo y comisionó a Iturbide con tanta precaución y secreto para que lo hiciese?

(5) Morelos selló su dicho con su sangre: murió por salvar el Congreso. ¿Quid ultra debuit lacere qund non lecit? ¿Hay algo que dar más que la vida en un patíbulo?
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