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La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA TERCERA
APARTADO TERCERO



EXPEDICION A LA HACIENDA DE LA BARRANCA

Cuando se presentó en este lugar, habló con el cura, a quien dio a entender que marchaba a atacar a Jilotepec, informándose de la fuerza que había allí, con el objeto de que diese muy luego parte al comandante. realista D. Cristóbal Ordóñez, como se verificó, en términos de que hasta de noche trabajó en las fortificaciones para ponerse en estado de defensa.

Esto era lo que puntualmente quería Rayón. En la noche de aquel día marchó para Tepuxtepec, y a la siguiente pasó a la Barranca; mas en el acto de salir tuvo noticia de que su esposa acababa de morir en el pueblo de Taximaroa, por lo que marchó rápidamente a ver a su familia desolada, y comunicó a su hermano, D. Francisco Rayón, el plan que tenía acordado y también a los oficiales Epitacio y Atilano, que ya se le habían reunido con sus destacamentos.

Efectivamente, estos tres jefes marcharon sobre el punto de la Sabanilla, donde había un cuerpo de tropas de la Barranca, el cual se puso en defensa, y con la precipitación con que quiso atacar un cañón único de artillería que tenía, lo embaló cargándolo con el saquete para afuera: en vano le mudó varios estopines, y viendo los soldados de Rayón que no hacía fuego asaltaron confiadamente la hacienda, ocuparon la azotea, e hicieron prisionero a todo el destacamento.

En breve se presentó en auxilio de los realistas una muy lucida división de caballería e infantería de Querétaro, y tan brillante como que acababa de estrenar vestuario. Salió Rayón a un hermoso llano, llamado de la Sabanilla, y ambas divisiones comenzaron a avanzar batiendo marcha hasta hallarse a tiro de pistola; entonces los americanos tocaron a carga y a degüello; la caballería de Querétaro echó a huir, y sobre ella cargó Rayón al sable, destrozándola gran trecho. Las infanterías continuaron batiéndose galanamente, en términos de atacarse a la bayoneta formando cuadro: el combate era desigual, porque los americanos apenas tenían bayonetas; mas en esta sazón, he aquí a Rayón que regresa oportunamente, carga de recio su caballería, descompone la infantería enemiga, mata, destroza, y hace doscientos setenta y cuatro prisioneros que sin demora trata de conducir a Angangueo.

Entre los que murieron fue el principal el comandante de la Barranca que pagó justamente su perfidia. Ordóñez, que se vio burlado en Jilotapec, salió en demanda de Rayón, y decidido a recobrar sus prisioneros, con ochocientos hombres; pero éstos marcharon por delante con una gruesa escolta. Instruido D. Ramón Rayón de este triunfo, regresó prontamente, y encontró a su tropa en el punto que llaman la Puerta de Cerro Prieto.

Campó en la que llaman Ceja de Analco, lugar muy áspero, teniendo a la vista a Ordóñez, que casi le alcanzaba; fingió campar allí aquella noche, puso luminarias en varios puntos para fingir que tenía más extensión de la verdadera su campo, y quedándose algunos hombres para cebar las lumbradas en toda la serie de la noche, se escapó con su tropa avanzando rápidamente para Angangueo.

Presumió Rayón que Ordóñez para engrosar su fuerza habría enflaquecido varios destacamentos, y de consiguiente el de Huehuetoca, y no se engañó; mandó por lo mismo a Epitacio y Atilano que caminando de noche cayesen en la segunda inmediata sobre dicho punto, y se trajesen cuanto encontrasen útil; cumplieron con puntualidad las órdenes: dióse el asalto a los de Huehuetoca, y se tomaron de allí ocho cargas de parque, dos cañones, más de sesenta fusiles y otras cosas.

Al siguiente día reconoció Ordóñez el campo y se halló burlado; marchó a Tlalpujahua, donde se mantuvo tres días preguntando por Rayón; supo al fin la fechoría que había hecho en Huehuetoca, y regresó a componer como pudiera este entuerto.

Con esta fuerza marchó Rayón a Zitácuaro, donde se dispuso con algunas cadenas que se hicieron allí para marchar a Cóporo empleando atados con ellas a los prisioneros para comenzar la fortificación; emprendióla el día de San Pedro, y por tal motivo se le denominó San Pedro de Cóporo.

Previó que el enemigo le siguiese para desalojarlo de aquel punto: no había más obstáculo que detuviera su marcha que el río de Pucuaro; pero éste tenía tres vados, y para impedir su tránsito por ellos se valió del arbitrio de tejer una especie de redes de reatas muy fuertes y embreadas, que puso ocultas bajo del agua afianzadas con muy fuertes estacas, y en la parte superior de las orillas que dominaban los vados construyó unas pequeñas trincheras para que fogueasen impunemente al enemigo si intentaba pasar.

Efectivamente, dentro de poco tiempo helo aquí: se echa al agua y perecen varios, por lo que se revuelve y desiste de la empresa.

Quedóse, pues, Rayón entendiendo únicamente en el modo de plantear su fortificación y habilitarla de artillería, fosos, y cuanto se necesitaba con urgencia: dábanle tiempo las aguas, y para aprovecharlo trabajaba sin intermisión día y noche; pero era imposible concluir el gran foso que circundaba la fortaleza sobre peña viva. Para suplir este defecto hizo unas estacadas, que cerró y acotó con espinos agudísimos de los que abundan en aquel país, de varios cañones de madera, cuya vista imponía al que ignoraba la treta, bien que preparados para disparar los pocos tiros que aguantasen.
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