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La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA SEGUNDA
APARTADO CUARTO



SITIO DEL VELADERO

Galeana conoció muy luego que no era aquella la época del año de 11; que no había el mismo entusiasmo; que el prestigio favorable era perdido, y que falto además de víveres y auxilios no le era posible subsistir por mucho tiempo; sin embargo, quiso dar gusto en esto al Sr. Morelos, pues siempre le amó. Retiróse este general a Teipam, donde hizo decapitar a los pocos españoles que allí había (eran dieciocho, además de los que lo fueron en el cerro de la Quebrada, y cuarenta en la Poza de los Dragos). He aquí el funesto derecho de la represalia que no quiso atender Calleja, y que por vengarse de Matamoros desoyó las conminaciones de Morelos. Muchos de los prisioneros del batallón de Asturias habían logrado antes escaparse, y habían sido recibidos por Armijo, poniéndose a la cabeza de ellos el capitán Longoria. Es, pues, visto que éstos fueron los momentos de mayor indignación y encarnizamiento para entrambos partidos.

¿Fue justa esta venganza? ... ¿La tachará de inicua la justa posteridad, y como tal aparecerá en el tribunal de la historia? ¡Ay de mí! Yo tiemblo al decidir estas cuestiones en principios del siglo XIX. El pensamiento angelical de Montesquieu de hacer la guerra con el menor mal posible, así como el de practicar en tiempo de paz el mayor bien, aunque adoptado por las naciones cultas de Europa, parece que no ha tenido lugar en las gUerras civiles, que ha llamado en estos últimos tiempos en su Ambigú de Londres Mr. Peltier, con propiedad, guerras de salvajes. ¿Qué excesos no hemos visto cometerse en estos últimos años en las revoluciones de Francia, de España y de Portugal? Un D. Benito de San Juan hecho piezas; un marqués de la Solana en Cádiz arrastrado indignamente; hombres arrojados a las llamas, despedazados sus miembros, y repartidos después de asados a la lumbre como viandas exquisitas para saciar la rabiosa hambre de una diabólica venganza. He aquí, españoles, los ejemplos que nos acabáis de dar, a la sazón que eleváis vuestros clamores hasta el cielo pidiéndole justicia contra Morelos, contra un jefe que había pulsado los resortes de la moderación, de la súplica, de la conminación, y que en último extremo apeló a esta medida, tal vez haciendo violencia a su corazón, después de haber visto fusilar en sólo el recinto de la plaza de Valladolid más de tres mil personas, y en los últimos momentos a las que por sí mismas abrieron su sepultura; después de que por las mismas calles de aquella ciudad había introducido y dado en espectáculo D. Manuel de la Concha un atajo de burros conduciendo cada uno de ellos dos cadáveres desnudos, de infelices a quienes fue a sacar de sus hogares para darles muerte, en venganza de que una partida de americanos con quienes éstos no tenían relación, le habían interceptado una remonta de sus dragones ...

El hombre más decidido contra la represalia de Morelos no podrá menos de tachar de muy más cruel a aquel Calleja que se olvidó de los vínculos del paisanaje, muy apreciables y estrechos en razón de la mayor distancia del lugar del nacimiento, y los dejó inmolar a sangre fría por no ceder un tanto de su derecho.

Contentábase Morelos con que a Matamoros se le mantuviese en una prisión, con tal de que se le conservase la vida. ¿Podría darse pretensión más moderada hecha a favor de un general que en la batalla del Palo mar se puso de rodillas entre sus soldados y los españoles vencidos, y derramando muchas lágrimas les pidió que los perdonasen y salvó sus vidas? ¿No era digno este caudillo de conservar la suya? ¿Para cuando es la gratitud? Si la sangre se venga con la sangre, ¿la vida no se perdonará por muchas vidas conservadas en el momento del furor? Respóndaseme a estas reflexiones, y si se me satisficiera a ellas, yo me adunaré a los que tratan de cruel a Morelos.

Sobre estas razones se presentan otras de hecho que justifican la conducta de este general.

D. José María Avila, sobrino del famoso D. Julián, sorprendió a D. José Eduardo Cabadas en el pueblo de Petatlán porque había tomado partido con los gachupines e intrigado contra Ayala, mérito por el cual lo hicieron comandante de dicho pueblo. En la sorpresa que dio Avila, tomó un cañón y catorce fusiles, e hizo prisioneros a Pedro Gabriel, a Jacinto Victoria, a Cabadas y a Aniceto Mercado, todos los cuales fueron fusilados en el pueblo de Churumuco por D. Francisco Mongoy de orden de Morelos; mas Cabadas lo fue en el punto de los Bordones, donde se hallaba campado. Cuando Cabadas murió estaba muy herido, pues se había defendido briosamente.

Cuando Morelos llegó al pueblo de Coahuayutla y mandó decapitar a los dieciocho en Zacatula, de que hemos hablado, lo hizo porque estaban dispuestos a revolucionar. Cuando los arrestaron, un D. Marcos Martínez, reunido con los principales de Zacatula, aprisionó al teniente coronel Brisuelas, encargado de hacer el arresto de todos, y armaron a los españoles que había allí para pasar al día siguiente a sorprender al Sr. Morelos en Coahuayutla; iba a verificarse este atentado, cuando D. Vicente Masa, uno de los convidados para la empresa, reunió cuatro hombres, y con éstos y un tambor se echó sobre los gachupines y libertó a los que ya habían apresado. Martínez logró fugarse con algunos, y entonces Masa pasó a avisar al Sr. Morelos del peligro de que lo había librado; por tal motivo decretó este jefe la muerte de estos hombres, y comisionó para su ejecución a Brisuelas, confiriéndole el grado de teniente coronel, por cuya causa le llamaban el verdugo, cuya espantosa catadura lo denunciaba como tal; murió en el año de 1817 en las calles de Tehuacán batiéndose con las tropas del batallón de Zamora, en la acción del 19 de enero. El total de hombres que Masa presentó a Morelos era de sesenta; la empresa de aprehenderlos se cometió desde un principio a dicho Masa y Mongoy, pero entonces no osaron realizarla. Dígaseme ya si con tales hechos todavía habrá valor para echar en cara a Morelos la nota de atrocidad por esta medio da o si más bien la llamaremos de precaución que de venganza. Militar y moderado, parecen contradicciones (dice D. Manuel Vidaurre, hablando de la coronación de Iturbide); sin embargo, yo aseguro que Morelos lo fue muchas veces, y que conservó la vida en Cuautla a un hombre de cuya traición estaba convencido: véase si no la relación del capitán Manso en una de las Cartas de la segunda época.

Volvamos ya al sitio del Veladero, comenzado en 2 de abril de 1814.

Habiendo entrado Armijo en Acapulco, se presentó después por el punto de Carabali con aparato de vencedor, haciendo tocar una música marcial; de allí bajó al pie de la cuesta embistiendo por dos puntos, a saber: de frente por Acapulco y por el Egido, o llámese pie de la cuesta. Respondiósele con poco fuego, porque los americanos tenían poca gente. D. Juan Alvarez se retiró a los montes del pueblo de Coyuca, y Montes de Oca al Veladero. Entonces tomó Armijo el cargamento que mandaba Ayala fuera de tiempo, que le vino bien para estrechar el sitio de Tlachilcahuite, avanzando varios destacamentos para cortar la retirada a Galeana. Uno marchó a la Concepción, otro a los Cajones y otro al cerro de Carabali. En esta sazón supo Galeana que Armijo había destinado a Miota para perseguir al Sr. Morelos por el rumbo de Teipam. Galeana atacó el punto de los Cajones, se apoderó de él y mató algunos enemigos: sólo perdió dos soldados y el capitán Gutiérrez. Quiso hacer lo mismo al día siguiente con el de la Concepción, y no lo pudo conseguir porque lo habían reforzado. Al día inmediato atacó Armijo por el punto de la Puerta y fue rechazado: dejó allí un indulto a Galeana, que no admitió. El hambre estrechaba a los sitiados, y no tenían más alimento que un plátano diario: sin embargo, en este estado de languidez atacó Galeana el punto de la Concepción por espacio de todo el día y no lo pudo tomar. Armijo reiteró el indulto con un correo, y volvió a despreciarlo.

Armijo tomó el baluarte de los americanos (San Cristóbal) y dos cañones, y esto acabó de acobardar a los de Galeana, fatigados por el hambre. Para ejecutar éste la retirada de su campo, hizo mucho fuego la víspera por el baluarte de la Concepción, y dispuso la salida por el punto de los Cajones: efectivamente a la una de la noche del dos de mayo, cuando hacía el aniversario de la salida de Cuautla, la verificó con igual gloria que aquélla: sólo perdió cinco hombres, y los sitiadores más de cincuenta; salióse por una cañada, y aunque el día siguiente fue atacado en alcance por vanguardia y retaguardia, su tropa se dispersó por varias direcciones y salvó. El enemigo hizo prisioneras varias familias, en quienes ejecutó muchos estragos, su saña se extendió hasta fusilar a un pobre ciego: ¡gran triunfo! Hallóse Galeana con todos los caminos tomados para perseguirlo; tomó el monte, y se fue a la laguna de la Sabana, llamada Nahuala, donde se mantuvo dieciocho días; en este tiempo se le reunieron de los suyos ciento sesenta hombres mal armados en el pueblo de Cacahuatepec, lugar que les señaló por punto de reunión al dispersarse. Pasó el río Papagayo a nado, y en este momento el capitán Echevarría se desertó con la mayor parte de la gente, de modo que quedó sólo con veinte hombres, los más oficiales. Dio orden a Montes de Oca para que reuniese todos los más que pudiese, y que lo alcanzase en la Costa Grande, y él siguió su marcha por Texca y Tixtlancingo, cuyos indios fieles le dieron víveres.

Armijo tenía situados destacamentos para impedirle la entrada a la costa, en Teipam, Coyuca y hacienda de Jaltiangus; de Acapulco salían dariamente partidas para hostilizarlo. Supo Galeana por dos prisioneros que hizo, que Alvarez estaba en el arroyo del Carrizo, y marchó a unírsele: las fuerzas de entrambos atacaron una partida que andaba incendiando las rancherías inmediatas a Coyuca, y la pusieron en fuga. Por allí andaba el comandante Reguera, el mismo que ahora se muestra tan enemigo de los españoles, y por quienes cometió las mayores maldades, el cual salió fuera de Coyuca, y Galeana retrocedió al Carrizo, donde se mantuvo únicamente con cogollos de palma de coco y coquitos, que en Oaxaca llamamos de aceite, o coacoyules. Contemplemos a este hombre extraordinario en esta situación lamentable, ínterin la caprichosa fortuna colmaba de triunfos y laureles a los enemigos de nuestra libertad.

Del arroyo del Carrizo. marchó Galeana desamparado de la suerte que dos años antes le había hecho. el cortejo, a su hacienda del Zanjón, pasados dos días de las últimas ocurrencias referidas, y llegó al paraje nombrado Cacalutla, donde oyó la salva que el enemigo hacía por haber dispersado a D. Julián de Avila en el punto del Calvario, inmediato a Petatán. De Cacalutla pasó al Tomatal, donde campó. Su falta de municiones era entonces tal, que pidió a los cazadores la poca pólVora que tenían, y se apoderó de las redes de los pescadores para surtirse del poco plomo que las rodea. El comandante español Avilés, que estaba en Teipam con cuatrocientos hombres, apenas entendió que Galeana se hallaba en el Zanjón, cuando marchó a atacarlo y lo ejecutó al día siguiente. Aguardólo en el Palmar de Cacalutla Galeana con sesenta hombres y treinta armas de fuego, donde emboscó su gente con orden de que sólo hiciese dos descargas a los españoles, porque no tenía parque, y luego avanzase al machete, como se ejecutó, y por este medio le mató siete hombres y lo puso en fuga: Galeana sólo tuvo de pérdida un paisano agregado a su pequeña fuerza. Muy luego entendió que a] siguiente día iba a reconocerlo el enemigo con ochenta hombres; pero le ganó por la mano, saliéndole al punto del Cauhtecomate, que era una ranchería y cuyas casas había incendiado Armijo, avanzó bruscamente sobre Avilés, le quitó catorce remontas, cuatro fusiles, y además recobró tres paisanos que llevaba consigo para fusilarlos: Avilés no cesó de correr hasta meterse en su campo, donde reunió toda su fuerza, y volvió a la carga, por lo que Galeana se retiró al Tomatal: sÍtuóse en una lomita, se formó en batalla e impuso al enemigo que se retiró al Zanjón y se llevó dos paisanos, que fusiló.

En la noche de este mismo día, Galeana avanzó sobre el pueblo de Asayac, distante dos leguas y media, y sorprendió a una compañía de realistas mandados por el capitán Jerónimo Barrientos, subalterno del padre D. Salvadore Muñoz, que era el comandante de aquella fuerza.

Dio la sorpresa a las ocho de la noche, los desalojó del cuartel, les tomó un prisionero, tres fusiles, alguna remonta y parque, machetes, sables y algunas prendas, como sombreros y mangas. Su sobrino D. Pablo Galeana salió en busca del padre Muñoz, y logró prenderlo a la mañana siguiente, presa que fue muy importante, pues de su boca supo Galeana los planes de Armijo, y se aprovechó de sus noticias.

Al día siguiente se situó en un cerrito inmediato al pueblo de Asayac a aguardar al enemigo, que efectivamente vino en número de cuatrocientos hombres, y comenzó a atacar en dos trozos; resistióles Galeana, pero halló por conveniente retirarse a la Huerta de Almolonga, y lo verificó tomándoles veinte prisioneros, tres fusiles y algunas armas blancas. Siguió su marcha para Teipam y caminó todo el día y parte de la noche; a las siete de la mañana del siguiente entró en el pueblo acometiendo en derechura a los dos cuarteles de patriotas que había allí, a quienes puso en fuga; tomó las armas, municiones y un gran repuesto de víveres que tenían acopiados para proveer al enemigo. Entendió que éste se aproximaba y se retiró a la hacienda de San Luis, donde permaneció tres días, y allí quitó al comandante D. José Murga, que la administraba, tres fusiles y algún parque. Desde este punto mandó Galeana a D. Julián Avila, que estaba en Petatán, que lo aguardase, pues se le iba a reunir, como lo verificó al cuarto día. Avila tenía sesenta hombres. Asimismo ordenó que se le reuniesen los dispersos que había en Zacatula, Cuahuayutla y otras rancherías, como también se verificó dentro de ocho días; finalmente mandó aviso de todo lo ocurrido al Sr. Morelos, que supo se hallaba en Atijo.

Era éste un cerro situado en medio de una llanura que presentaba muchas ventajas de defensa, y está rodeado de países calientes, y es de buen clima. Por tal motivo el Sr. Morelos situó allí su campo; trabajó con sus propias manos las trincheras; planteó una maestranza, reclutó gente y comenzó a trabajar, como el primer día en que emprendió la defensa de la libertad de su patria. Galeana marchó sobre el pueblo de Teipam, que abandonó el enemigo luego que supo de su aproximación; no era ésta la primera vez que huía en esta época de un enemigo tan terrible como Galeana, y se retiró Avilés a Coyuca. Galeana avanzó a la hacienda del Zanjón, donde engrosó su tropa con gente de la finca, y algunos hombres dispersos, armados. El 25 de junio, a pesar de la repugnancia de su gente, que conocía su impotencia para pelear con los enemigos, cuyo engroso de fuerzas temía, pues sólo se hallaban en la división de Galeana ciento diez fusiles, dos cargas de parque y un cañón, marchó para Coyuca. Iba asimismo Montes de Oca con cincuenta infantes, el cual había salido felizmente de un reencuentro, matándole al enemigo catorce hombres.
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