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La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA SEGUNDA
APARTADO QUINTO



MUERTE DEL GENERAL GALEANA

Esperábanse los auxilios que Morelos había ofrecido; pero impaciente Galeana se resolvió a atacar con la fuerza con que por entonces contaba.

Llegó, pues, a las inmediaciones de Coyuca al punto de Cacahuatitán, y al día siguiente avanzó sobre el pueblo. Tomó la vanguardia con la caballería que antes había llevado de descubierta Mongoy. Al pasar el río atacó y derrotó casi solo una emboscada del comandante Avilés: avanzó sobre éste, que iba en fuga, como cosa de tres cuadras; mató siete enemigos y tomó igual número de armas; pero al pasar un barbecho, que allí llaman Huamil, se parapetó el enemigo de unas parotas (árboles de extraordinario grosor) y comenzó a hacer fuego. Entonces Galeana hizo alto, mandó montar el cañón y continuó la acción sosteniéndose. En este acto D. Julián Avila vio que el caballo que montaba (que era de Galeana) estaba herido; éste le dijo que se saliese de las filas y montase en otro para volver a la carga; no lo hizo así, sino que se salió con suma precipitación, y tras de él su escolta; creyó su tropa que este movimiento era de fuga y comenzó a desordenarse, por cuyo motivo cargó el enemigo, y con dos partidas, una de caballería y otra de infantería, flanqueó a los americanos y les tomó la retaguardia; diose parte a Galeana de esta ocurrencia, el cual se hallaba en lo más recio del combate de vanguardia; y no lo quiso creer; mas repetidos los avisos hasta por tercera vez, mandó a su sobrino D. Pablo Galeana que lo averiguase y le avisase: de hecho se comprobó la verdad y mandó abandonar el cañón, y que su gente saliese del bosque, y sólo marchó a reunirse con su sobrino. Encontróse con el enemigo de frente, y con una voz terrible dijo a éste:

Aquí está Galeana.

Luego que lo oyeron, dos compañías de infantería le abrieron paso, ¡tanto le formidaban!, avanzó hasta el otro lado del rio, reunió a unos cuantos dispersos como pudo, y tornó a la carga.

El enemigo estaba situado a la margen del río, avisósele que dos compañías de éste lo pasaban por diferentes puntos para flanquearlo, y entonces comenzó a retirarse poco a poco haciendo fuego al enemigo, que avanzaba en su persecución; ya no pudo, aunque quiso, reunir ningún disperso.

Guiaba esta partida de los españoles un hombre llamado José Oliva, a quien Galeana había hecho mucho bien en Teipam y Zanjón, donde este ingrato residía últimamente; conoció a Galeana, comenzó a llamarlo por su nombre, y a avanzar sobre él con su partida; ya casi lo alcanzaba, cuando picando recio al caballo, éste, que era brincador, le dio un gran golpe en la cabeza que le hizo saltar la sangre por la boca y narices, que lo atontó; sin embargo, no cayó a tierra, sino que se quedó sentado en las ancas muy aturdido.

Viéndolo su sobrino en tal estado, lo echó por delante y se quedó a retaguardia con tres dragones y el ayudante D. Pedro Rodríguez, para impedir que avanzase el enemigo; mas éste cargó entonces reciamente en términos de tocarse unos a otros. Al pasar Galeana bajo de un huisache, el caballo dio nuevamente otro salto fuerte, y como salía una gran rama del mismo árbol, que atravesaba al camino, se dio contra ella al tiempo de levantar la cabeza para ver a los que lo perseguían, y cayó en tierra.

Rodeáronlo catorce dragones, y ninguno osaba apearse para tomarlo; pero Joaquín León desde su caballo le disparó un carabinazo y le atravesó el pecho. Entonces Galeana, moribundo y agitado de las ansias de la muerte, tiró de su espada, que no pudo sacar de la vaina. El mismo dragón consumó su iniquidad, pues se apeó del caballo, le cortó la cabeza, la puso en una lanza y se volvió con ella en triunfo para el pueblo de Coyuca, que habían abandonado sus moradores teniendo por cierta la entrada de Galeana.

El cadáver quedó allí mutilado, y no lo pudo recoger su sobrino porque también cargó sobre él una partida de seis dragones.

El comandante español Avilés mandó fijar la cabeza de Galeana sobre una ceiba que está en la plaza de Coyuca.

Fueron tales los denuestos y befas que hicieron sobre la cabeza amputada dos mujercillas, que dicho comandante las tuvo que reprender diciéndoles estas palabras:

Esta es la cabeza de un hombre honrado y valiente.

¡Testimonio inequívoco e irrecusable de la virtud de Galeana! Mandóla después quitar, y que se colocase en la puerta de la iglesia de Coyuca, donde se enterró.

Tamaña desgracia sucedió a las once del día 27 de junio de 1814 en el punto que llaman del Salitral, al lado del Poniente de dicho pueblo, y a distancia de dos leguas del mismo.

Dos soldados de Galeana enterraron después su cuerpo, y como éstos fueron fusilados dos años después, se ha solicitado inútilmente, pues el monte ha tomado diversa forma, llenándose de bosques que crecen prodigiosamente en aquellos climas feraces.
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