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La Constitución de Apatzingan
Carlos María de Bustamante
CARTA PRIMERA
APARTADO CUARTO



ACCION DE LAS ANIMAS, Y TOMA DEL CARGAMENTO
DE MORELOS EN 24 DE FEBRERO

Por la madrugada cargó reciamente Armijo sobre la tropa que custodiaba el cargamento y archivo, y se lo tomó, persiguiendo a nuestros soldados hasta el pueblo de Guautla: no habría obrado el enemigo de este modo si no hubiese estado de acuerdo con el cura. Esta intriga la descubrió afortunadamente D. Vicente Guerrero, que como poseía el idioma mexicano, oyó hablar en él de que se forjaba la traición, y con tal antecedente que comunicó al mariscal Galeana, éste salió muy temprano al siguiente día de reconocer al pueblo, en cuya inmediación se encontró con Armijo. Su sobrino D. Pablo lo entretuvo, mientras que aquél a gran prisa fue a dar aviso al Sr. Morelos, que estaba al otro lado de la barranca, del riesgo que corría. Dormía tranquilo, el mismo Galeana le ensilló el caballo para que se fugase y lo saco. A poco rato llegó el enemigo, y desde el portezuelo le estuvo entreteniendo una partida de Galeana para que se salvase Morelos; sin embargo, Armijo siguió tenazmente el alcance de los fugitivos hasta Guautla. Morelos subió la cuesta de Tepantitlán, y dio vuelta por él cerro de Coronilla, lugares donde ya se aguardaba a Armijo. Desde este último punto pasó Morelos a Tehuehuetla, donde se mantuvo unos cuantos días, y reunió algunos dispersos. De allí a Tecpan, atravesando por la Sierra Madre, y todavía Armijo le persiguió por espacio de cuatro días. En este lugar se representó una escena que mi corazón no puede dejar de conmoverse al referirla, ni mis ojos de despedir copiosas lágrimas. Hablando Morelos y Galeana sobre sus desgracias pasadas, y dándole éste algunos sentimientos en confianza, comenzaron a llorar; Galeana le dijo, arrebatado de dolor:

¡Ah, señor! ... Aquí me separo: voy a sembrar algodón para comer y pasar mi vida en secreto y olvidado de las gentes ... Todo se ha perdido, porque usted se ha fiado de hombres que no debiera, para el mando de las armas. Yo no podré escribir un papel, es verdad; pero sí atacar un campo ...

Entonces Morelos procuró consolarlo; le aseguró de su amistad sincera, le exhortó a que continuara en la empresa de salvar la patria con constancia, y concluyó diciéndole:

Si después de esto fueren inútiles nuestros esfuerzos, yo acompaño a usted, Galeana, a trabajar en sus labores del campo ...

Yo llamo en este instante a todos los moradores de Anáhuac a que recuerden este hecho, y a que mediten, así sobre la aflicción que oprimía a estos dos corazones hercúleos e impertérritos en los peligros, como sobre la mudanza y esquivez de la fortuna. ¡Quién hubiera podido enjugar entonces aquellas preciosas lágrimas, y derramar sobre el corazón de estos héroes admirables el bálsamo del consuelo, diciéndoles:

¡Reanimaos, hombres ilustres, dentro de siete años cogeréis el fruto de estos padecimientos! ... Los mismos que ahora os persiguen y dan caza como a fieras en estos bosques, se pondrán de parte de la justicia y defenderán vuestra misma causa.

¡Oh vicisitudes de la fortuna! ¡Oh hombres, hijos de la inconstancia, cómo cambiáis de afectos! Si al fin habíais de volver sobre vuestros pasos, ¿por qué afligisteis esos corazones idólatras de vuestra libertad? ¡Ah! sólo el que camina por el sendero de la virtud jamás oscila ... sus pasos son marcados e indefectibles. En estos mismos días era igualmente desairado de la fortuna Napoleón Bonaparte, y los que en otros tiempos fueron lugares de su gloria, eran entonces el teatro de su ignominia y vilipendio; mas todos ellos siempre serán el ornamento de su especie, y llamarán la atención de las edades venideras.

En el detalle de esta acción, inserta en la Gaceta núm. 548, se hace relación de los efectos de parque y proveeduría tomados a los americanos en Chichihualco; en la misma se hace también la de los efectos y parque tomados en Tlacotepec. Allí se dice que las alhajas. y efectos que no son pertenecientes a este ramo, se repartieron a los oficiales y tropa según lo prevenido en el párrafo de la instrucción dada por el conde de Castro Terreño en 24 de abril del año de 1813, y que confirmó el virrey en 29 de diciembre del mismo. Después se inserta la nota de prendas del Sr. Morelos: se asienta que se formó inventario de las alhajas tomadas en el equipaje de dicho general para el reparto que se hizo con prorrateo a los oficiales, cuyo valor se asegura que llegó a doce mil cuatroCientos ochenta y un pesos, dos reales, y que aunque había gran cantidad de cobre, no se hizo aprecio de ella.

A continuación se asegura por Armijo ... que ha separado los vasos sagrados y ornamentos de dos capillas, que también se hallaron: un juego de oro y plata, que pienso -dice- entregar en la catedral de Puebla (no sabemos si quedó en pensamiento O pasó a realidad), porque he tenido antecedentes de corresponder a la diócesis de esta santa iglesia. Todo esto podrá ser así muy bien; pero lo cierto es que el atajo tomado era de cuarenta mulas rucias, todas cargadas; que cuando D. Ramón Rayón, a la salida de Puruarán, las escoltó, porque iban casi solas, se le dijo que llevaban en oro diecisiete mil onzas, cuatro mil pesos en plata y once cargas de moneda de cobre; pero pongamos que sólo llevasen dos mil onzas de oro, porque de dinero y calidad, la mitad de la mitad, dice el adagio. ¿Un atajo de mulas se cargan con sólo el valor de doce mil y más pesos cuando es en alhajas y no en piloncillo o efectos groseros y de mucho volumen? No necesito apelar al juicio de un arriero para resolver esta duda.

Acuérdome en este momento de un indio que llegó a los pies de su confesor lleno de temor y vergüenza a confesarle una gran pecada ...

- Sí, padre -decía- una gran pecada ...
- Pues dila, hijo, que mayor es la misericordia de Dios.
- Pues padre ... es verdad ... yo me robé un cabestro ...
- ¿Un cabestro? ¿Y a eso llamas, hijo, gran pecado? ... Tal vez valdría dos reales ...
- No, padre
-respondió el indio-: tenía una buena mula en la punta ... y estaba ensillada ... y la silla era bordada ... y muy buena ... y tenía unos cojinillos con quinientos pesos dentro ... y ...

He aquí que con razón titubeaba el bellaco indio: el robo no fue de un solo cabestro, pues pasaba de seiscientos pesos su total valor ...

Varias veces me ha dicho D. Ramón Rayón:

Cuando vi las rucias, preví la suerte que iban a correr, y le juro a usted que me vi tentado, y con tentación vehemente, de llevármelas para Cóporo, punto que meditaba desde entonces fortificar, como después lo hice, a pesar del estado miserable en que me veía, y desde donde causé mucho daño al Gobierno español; mas el temor del que se me tuviese por ladrón me contuvo, y todo lo sacrifiqué a esta importante consideración.

¡Hombre honrado, vive Dios! Yo quisiera llamar a cuentas a los dos grandes legisladores que vio América en aquellos días, y cuales no tuvo Grecia y Roma, a saber, Castro Terreño y Calleja, para preguntarles: ¿Por que principios de justicia adjudicaban los bienes tomados a los insurgentes en el reglamento citado, y con el que se escudó Armijo? Según el gobierno de México, los insurgentes eran ladrones, y como a tales se les hacía la guerra, y cuando se les concedía el indulto, era pero juicio de tercero, que tuviese acción de dominio para reclamarlos hasta de un tercer poseedor. ¿Cómo, pues, se disponía por ellos de estos bienes ajenos? ¿Quién les había dado ese dominio eminente para adjudicar o disponer de dichos bienes? O son ciertos estos principios de justicia, o son falsos. Si lo primero, es visto que mandaban en lo ajeno, y ellos por su parte cometían el hurto que reprendían en los americanos. Si son falsos, ¿con qué justicia se les hacía la guerra?

Ni Morelos, ni ninguno de los jefes de la insurrección podían hacer más que de ecónomos de aquellos bienes quitados a los enemigos de la libertad mexicana, para invertirlos en hacer la guerra: he aquí lo que legitimaba su actual posesión.

.Mas no seamos ingenuos, la insurrección fue la rica mina de donde sacaron los jefes españoles inmensas sumas que llevaron a España, o disiparon en la América misma: hombre hubo que comenzó por sargento el año de 1810 y acabó por general: que entró misérrimo, y en el día posee grandes bienes raíces.

¿Unde hoc? ... ab unguibus: he aquí un título desconocido en el Digesto romano, pero único en el código de Caco, y que siempre se ha hecho valer apoyado en las bayonetas. Por esta causa en el Diario de México de 1812 se insertó este versito que denunció el subinspector D. José Dávila a la junta de censura de México. (Primera acusación que se presentó en aquel tribunal, presidido por Beristáin, y que calificó de injurioso).

Pobres fueron a campaña
muchos guapos oficiales,
sin heridas y con reales
ahora vuelven ... ¿No es hazaña?
Y aunque al ver al adversario
muchos de ellos se escondieron
tras los árboles ... ¿Perdieron
su honor? ... No ... Por el contrario ...
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