Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1866 - Primera parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1867 - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

1866

SEGUNDA PARTE

Agustín Rivera


Octubre 10.

Carlota llegó a Miramar conducida por su hermano el conde de Flandes, quien luego la puso incomunicada.


Octubre 18.

El señor Vigil en México a través de los Siglos, pág. 780, dice:

El 18 de octubre, día señalado para una gran comida, se celebró consejo de ministros presidido por el mismo archiduque, quien se dirigió luego a su gabinete. Estando allí, llegaron dos despachos telegráficos, el uno del conde de Bombelles, fechado en Miramar, y el otro de Roma, dirigido por el ex ministro Castillo, conteniendo la noticia de la enfermedad de la archiduquesa. Herzfeld, dominando su emoción, aparentó no comprender bien el sentido de los despachos, y manifestó que lo único que de ellos se desprendía, era que alguien estaba enfermo en Miramar, y que probablemente se trataba de una dama de la emperatriz: poco satisfacho, sin embargo, Maximiliano, hizo llamar al doctor Basch que se había retirado a su cuarto, y una vez presente le dijo llorando: ¿Conoce usted al doctor Riedel, de Viena? Apenas oí este nombre, dice Basch, comprendí todo. Herzfeld había dicho la verdad, y aunque yo hubiera querido mantener en la duda al emperador, no podía mentir. Es director del hospital de locos; me vi forzado a responder. Este triste anuncio dio ocasión directa al desarrollo de la crisis que estaba próxima y apresuró la catástrofe. La última esperanza del emperador se desvanecía, se veía abandonado de la fortuna y agobiado por el dolor. Indiferente a todo lo que pudiera acontecer, no podía encontrar consuelo sino en la idea de abandonar aquella tierra desgraciada y de reunirse a su infeliz consorte (1).

Continúa el señor Vigil:

El mismo día publicaba el periódico oficial la noticia en los siguientes términos: Ultima hora. Tenemos el sentimiento de anunciar que el buque de guerra francés Adonis, trae el cablegrama trasatlántico, comunicando la triste noticia de que nuestra augusta emperatriz enfermó el día 4 del corriente en Roma, y fue conducida inmediatamente a Miramar. Parece que el mal tiene el carácter de una fiebre cerebral muy grave. Esta nueva ha conmovido profundamente al emperador. Grande fue la impresión que produjo aquella noticia. El clero se apresuró a hacer rogativas públicas en las iglesias, pidiendo por el restablecimiento de la desgraciada princesa, y el Ministerio dirigió el 19 una carta a Maximiliano, en la cual manifestaba la parte que tomaba en su justo dolor.


Octubre 18.

Batalla de la Carbonera. Fue ganada por Podirio Díaz y sus subalternos el general Luis P. Figueroa, los coroneles Félix Díaz, Manuel González (después Presidente de la República) y Fidencio Hernández, el teniente coronel José Guillermo Carbó y el comandante Carlos Pacheco (después ministro de Fomento), a un jefe austriaco, a la cabeza de 1,500 hombres, de los que casi todos eran austriacos, polacos y húngaros, y una pequeña minoría mexicanos.

El día 16 del mismo octubre, a los once días de estar el general Díaz sitiando a Oaxaca y cuando iba a dar un asalto, recibió la noticia de que se acercaba un ejército de 1,500 hombres, mandados de México a reforzar el de Oronoz, defensor de Oaxaca (2) y esto hizo al general republicano ponerse a meditar. Se esperaba que dichos 1,500 hombres llegaran a la ciudad de Oaxaca, el sitio se iba a prolongar muchísimo, con todas sus desastrosas consecuencias, de doble número de víctimas, destrucción de muchísimos edificios, etc.; y si abandonaba el sitio por ir a pelear con dichos 1,500 hombres, Oronoz destruiría las trincheras y otros elementos de guerra, y se perdería todo lo ganado hasta aquel día. Tuvo, sin embargo, que elegir este segundo extremo como el menor de los males. Todo el día 16 estuvo el general Díaz atacando la plaza, y a la caída de la tarde arreció el ataque para hacer creer a Oronoz y a su ejército, que tenía el propósito de no abandonar el sitio, y así lo creyeron. El mismo día mandó un correo violento al general Figueroa, que estaba en una población no muy lejana, ordenándole que a la cabeza de sus fuerzas fuera a marchas forzadas a unírsele en el camino que iba a emprender. Al anochecer, el día 16 hizo Díaz encender hogueras en su campamento, para hacer creer a los defensores de la plaza, que los sitiadores estarían allí toda la noche, y así lo creyeron. Mas luego que encendió las hogueras, se dirigió con todo su ejército a encontrar a los 1,500 hombres. El día 17 se le unió el general Figueroa con su tropa en San Juan del Estado; el día 18 encontró al enemigo en las lomas de la Carbonera, y el mismo día, de las doce del día a las cinco de la tarde, fue la famosa acción en dichas lomas situadas entre Nochistlán y San Francisco Huitzo (3).

El ejército del general Díaz se componía de 3,602 hombres (4). La victoria fue completa. Cayeron en poder del vencedor, según el parte dado por él mismo al ministro de la Guerra, cuatro piezas rayadas de montaña, más de 600 carabinas y un buen surtido de ambas armas y 381 prisioneros, casi todos austriacos, polacos y húngaros, entre ellos 7 oficiales (5). El jefe extranjero tuvo 161 muertos, entre ellos 6 oficiales y 42 heridos (6). El general Díaz tuvo 65 muertos, 113 heridos y 27 dispersos (7). Bancroft, añade: La caballería escapó y a las cinco los vencedores hicieron alto para juntar los despojos, recibir los elogios de su jefe y presenciar el castigo ejemplar de cuatro soldados (prisioneros) que habían faltado a su deber. Los prisioneros extranjeros, como los que lo habían sido en la acción de Miahuatlán el 3 del mismo mes, militaron bajo la bandera de Porfirio Díaz, desde entonces hasta las vísperas de la ocupación de México por el mismo general Díaz el día 21 de junio de 1867.

FILOSOFIA DE LA HISTORIA

La batalla de la Carbonera fue tal, que no dudo romper por algunos momentos el estrecho círculo de brevedad a que me sujeta la índole de unos Anales, para ponderarla y celebrarla; y en esto sigo la doctrina de César Cantú, en su discurso sobre la Historia Moderna: que el historiador no debe, so pretexto de fría imparcialidad, dejar de celebrar los grandes hechos, con la justicia del razonamiento, con la esplendidez de la imaginación y con la vehemencia y entusiasmo de las buenas pasiones. Fue una hazaña tan notable, que aunque no me atrevo a afirmar que ha sido la más gloriosa de Porfirio Díaz sí aseguro que es la que siempre me ha causado más placer y admiración. Por esto en mi gabinete de estudio tengo un retrato (pintura al óleo) del general Díaz en su caballo Pinto, con su vestido de charro, pistola en mano, el caballo en actitud de piafar a la vista de un cañón y otras armas, y tal como se hallaba el caudillo en la acción de la Carbonera. Y por el mismo motivo he celebrado con especialidad esta acción en varios de mis escritos.

Porque el retrato de Porfirio Díaz en esa batalla, me parece encontrado en una de las oraciones clásicas de Cicerón, a saber, en la oración en defensa de la Ley Manilia, donde exige cuatro condiciones en un militar para que sea un gran general: pericia militar, valor, autoridad y fortuna (8). Luego, explicando la pericia militar, dice que la constituyen cuatro dotes, que son la prudencia en los planes, el trabajo en el negocio, la sagacidad en los medios y la celeridad en llevar a cabo una empresa. Después, explicando la fortuna, dice: Porque no tiene duda que algunos grandes hombres, han tenido cierta fortuna concedida por el cielo para la grandeza de alma y la gloria para ejecutar grandes cosas (9).

Habéis visto, señores lectores, todas las condiciones exigidas por Cicerón en un guerrero, cumplidas en el general Díaz en una de tantas de sus hazañas, a saber, en su evasión de la prisión en Puebla. Habéis visto la grande autoridad o influencia ejercida por él sobre el ánimo de su sirviente y confidente, el soldado raso Julián Martínez, quien no dudó arriesgar su vida, con la confianza ciega en que su general saldría avante en su empresa auctoritatem. Díaz se preparó con una larga cuerda y un puñal, y eligió el lugar menos difícil para el escalamiento y las tinieblas de la noche: he aquí la prudencia, el fino tacto en el plan: concilium in providendo. Aprovechando el momento en que el centinela le daba la espalda en una de sus vueltas, se deslizó por la pared del claustro, lanzó un extremo de la cuerda, logrando al fin enganchada en una pilastra de la bóveda, y se arrastró por las bóvedas para que no distinguieran su silueta los centinelas apostados en el techo del convento. He aquí la sagacidad en los medios: industria in agendo. Trepó después de esfuerzos supremos el techo, ascendió por la cuerda, sintiendo el vértigo del vacío y se descolgó en el vacío, vacilando y jugando la vida. He aquí el trabajo en el negocio: labor in negotio. He aquí también el valor en los peligros: fortitudo in periculis. Al amanecer del 21 de septiembre, el general Díaz, solo marchaba rápidamente para Coyula. He aquí la celeridad en concluir la empresa: celeritas in conficiendo. El centinela no advirtió que el general Díaz se salió de la celda, ningún soldado encontró al preso cuando estaba practicando el escalamiento, no fue observado por los centinelas que estaban en las azoteas, no llegó a toser, a pesar de los tormentos que sufrían sus pulmones con las trabajosísimas maniobras, en la casa donde se descolgó no había ningún afrancesado, y en fin, no fue descubierto al salir de Puebla ni en los alrededores; he aquí la fortuna: felicitatem

Veamos ahora las dotes del guerrero ciceroniano en la acción de la Carbonera.

Pericia militar. Prudencia en el plan. Habéis visto el que formó el general Díaz al pie de los muros de Oaxaca: concilium in providendo. Sagacidad en los medios. Habéis visto cómo combinó dos casos bien difíciles: separarse del sitio de Oaxaca, y hacer creer a Oronoz que permanecía sitiando a Oaxaca: industria in agenda. Trabajo en el negocio: largos días y largas noches de marchas forzadas, al sol, al viento, al frío, a la lluvia, mal vestido, tomando un vil alimento al trote del caballo, sin dormir, sin descanso ni placer de ninguna especie: labor in negotio. Y, al fin, la celeridad en llevar a cabo la empresa; la celeridad con que caminó de Oaxaca a la Carbonera: celeritas in conficiendo.

Valor: virtutem. La prisión en Puebla habría reducido a la tranquilidad de la vida privada, y la aproximación de un ejército de soldados afamados en las sangrientas lides de Europa, habría hecho huir a otro que no hubiera sido Porfirio Díaz. Este fue a encontrar al ejército extranjero con pistola en mano. Las almas viles huyen de los peligros, apellidando. amor a la paz, evitar disturbios en la sociedad, sensatez y con otros nombres especiosos, que en la realidad no significan más que riquezas y comodidades de la vida, egoísmo. Al contrario, como con los golpes se templa el acero, a los hombres de grande alma los reveses de la fortuna, los inminentes peligros de la vida, antes los excitan y los hacen más denodados y valientes. Los colchones de pluma, las cajas de fierro y lo que el común de los pobres humanos apetecemos y llamamos una muerte tranquila, no se hicieron para los Hidalgos, los Morelos y los Zaragozas.

3° Vengamos a la tercera condición cicerionana de un guerrero, que es la autoridad: auctoritatem. Esta cualidad consiste en el predominio, en la influencia avasalladora de un jefe sobre sus soldados, en virtud de la fe ciega y grandísimo amor y adhesión que ellos le profesan, yendo con prontitud y alegría adonde quiera llevarlos, ejecutando cuanto les mandare, sin vacilar ni ponerle objeciones, por más difícil que parezca la empresa, y dando su vida por la vida de él. Ahora bien, todo esto han hecho los soldados de Porfirio Díaz. El mismo nos lo ha dicho, en ocasión solemne, y aunque no lo hubiera dicho, lo dice la historia. Así, estando sitiando a Oaxaca y ya muy avanzado el sitio, el general Díaz ha dicho a sus soldados: Abandonen el sitio, y al punto lo han abandonado. Les ha dicho: Vamos a marchas forzadas a encontrar a un poderoso enemigo, y han ido, han peleado con gran valor, y una muchedumbre de ellos han dado su vida en la Carbonera por su patria y por su jefe.

El día 5 de diciembre próximo pasado, según refieren los periódicos, se ha celebrado una fiesta en el Colegio Militar de Chapultepec, para la distribución de premios a los alumnos, y en el banquete que siguió a dicha distribución, el señor presidente Díaz ha pronunciado un brindis, en el que dijo entre otras cosas, recordando sus antiguas campañas:

No me referiré a nada completamente; pero sí debo decir que me he hallado en compromisos tales, que llegué a perder toda esperanza de conservar la existencia, y sin embargo, he podido salir de ellos, porque los soldados que militaban conmigo me amaban, y estaban dispuestos a dar su vida por mi vida. ¿Qué había yo hecho para obtener aquel sacrificio generoso, abnegado, aquel sacrificio voluptuoso de derramar su sangre por mí? Era solamente esto: todos abrigaban la convicción de que yo no les había estafado su haber.

El Imparcial añade que, el señor Presidente fue interrumpido por una salva nutrida y entusiasta de aplausos.

El pensamiento capital de ese brindis, expresado con esta frase: no les había estafado su haber, tiene a primera vista un aspecto feo, el de la milicia mercenaria, que al fin del siglo XIX no tiene simpatías en ningún hombre ilustrado y patriota; pero meditándolo, entraña una verdad tan grande como un templo. En esta parte, mi juicio no vale nada, porque yo soy un clérigo que nunca ha militado; mas el que las sabe las tañe; el general Díaz lo ha dicho, y su juicio vale mucho y muchísimo en materias de guerra. A pesar de mi completa incompetencia en tales materias, voy a emitir mi opinión, dejando a los militares experimentados que juzguen si digo bien o mal.

Es verdad que lo principal que ha de tener un militar, aunque sea un soldado raso, para pelear con valor y constancia, es el fin, el espíritu: militar por la patria, por una causa que estime justa y grande, por una causa que le sea muy simpática; y los grandes guerreros militan principalmente por ejecutar hazañas de valor, por la gloria, por la inmortalidad; pero descendiendo de las regiones especulativas del patriotismo, de la gloria y de la inmortalidad, de las regiones de la imaginación y la razón, al mundo de las realidades materiales, que aunque tales y tan pobres, son necesarias, me parece que, además del patriotismo, hay necesidad de comer.

Nunca he militado, como digo, mas esto es bien claro. Don Quijote estaba días y noches sin comer ni dormir, y por lo mismo si se trata de batallas como las de don Quijote, está bien que el jefe no tenga en cuenta para nada el haber del soldado; pero tratándose de soldados que estén en su juicio y que sean hombres de carne y hueso, presentaré los ejemplos siguientes: En una marcha forzada, muchos soldados, después de muchas horas de no tomar alimento, no tienen fuerza en las piernas, ya no pueden caminar y se sientan en medio del camino. El jefe les dice ¡Qué es eso! ¡Qué tienen ustedes! Y ellos responden: Patriotismo. Pues ... qué haremos con éstos que tienen patriotismo!, y un soldado raso le da este consejo: Mi general, déles un jarro de atole. Otros soldados se roban las gallinas, la ropa y cuanto encuentran en un rancho, porque ya no pueden aguantar el patriotismo. Una mujer sale a reclamar lo robado, y se roban también a la mujer para que les haga las tortillas. Se me figura que si un jefe trae a sus soldados por montes y valles, pasando mil trabajos y muertos de hambre, a la primera oportunidad los soldados le echan una maldición y aun una retahíla de maldiciones y se desertan. Si al comenzar una batalla los soldados están débiles, que por falta de fuerza en los brazos no pueden manejar bien las armas, ¿cuál será el éxito de la acción?

Es verdad que a los héroes de la guerra, como Hernán Cortés y sus capitanes, a los héroes de la religión, como nuestros misioneros del siglo XVI, y a los héroes de la ciencia, como Viete y Edison, se les han pasado muchísimas horas sin comer ni dormir, sin que los unos hayan perdido el valor, ni los otros la virtud y fortaleza cristianas, ni estos otros el amor a la ciencia y la fuerza de espíritu en sus meditaciones y experimentos científicos (10); mas querer que todos los soldados rasos, y aun los coroneles y generales de división sean héroes; querer que Bartolo Canjilón sea un Hernán Cortés y Venancio Taparrabo sea un Edison, sería una tontería.

Pero calle yo y hable un clásico en materias de guerra. Vegecio, en su libro: De la Ciencia y el Arte Militar (De Re Militari), asienta entre otras máximas las siguientes:

- El hombre es más cruel que el hierro, porque el hombre pelea por dentro, y vence con más frecuencia sin el hierro.
- Para satisfacer a la necesidad, es necesario que las vituallas estén preparadas de antemano.
- En toda expedición sea ésta el arma principal: que a ti no te falte el dinero, y que quebrante a tus enemigos la falta de él (11).

En fin, a Porfirio Díaz le favoreció la fortuna en la acción de la Carbonera, pues fue una fortuna que el ejército extranjero no lo haya sorprendido al estar sitiando a Oaxaca, y otra fortuna, que Oronoz no hubiera advertido la desaparición del general Díaz y su ejército del lugar del sitio, la noche del 16 de octubre; y otra fortuna, que no haya estado lejos una tropa auxiliar, cual fue la de Figueroa, y sobre todo, al célebre guerrero le favoreció en gran manera la suerte (que él supo hacerse propicia con su talento y pericia militar), venciendo a un ejército europeo muy disciplinado, con una turba de indios bozales, mixtecas y zapotecas, contra todas las enseñanzas de la historia del arte militar, que muestra que una turba indisciplinada, aunque sea diez veces mayor que un ejército disciplinado, no puede vencer a éste. Sin duda que Díaz, como perito general, siempre procuraba disciplinar a su tropa; pero a la sazón de la batalla de la Carbonera no había tenido tiempo para ello, porque hacía 28 días que se había evadido de la prisión de Puebla, en estos 28 días todo había sido pelear a la cabeza de esta y la otra gavilla de indios; que había podido tener a la mano, y en tan corto tiempo no le había sido posible disciplinar su ejército.


Octubre 19.

El señor Vigil dice:

Aquel inesperado acontecimiento (la locura de Carlota) tenía empero un alcance político de gravísima trascendencia, y era la abdicación del archiduque ... A este fin escribió al mariscal otra carta el 19, recomendándo1e la seguridad del camino de Veracruz a México, pues aguardaba la vuelta de Carlota para fines del mes (12). Ahora, como esto no podía verificarse supuesta la enfermedad de aquella señora, claro es, como observa Arrangoiz, que lo que deseaba era que hubiese seguridad para su viaje a Veracruz, en donde se encontraba ya parte de su equipaje, debiendo embarcarse después de publicar su abdicación en el puerto.

Apenas se había retirado el emperador a Chapultepec, dice el doctor Basch, y conocida su resolución de abandonar el país, se levantó una tempestad en el seno del partido conservador ... y reuniendo sus fuerzas, se opusieron con toda energía a la resolución del emperador.

Continúa el señor Vigil:

Maximiliano, firme en su propósito, se retiró a Chapultepec, dando orden de que no se recibiese a nadie so pretexto de estar enfermo; y al mismo tiempo encargó al padre Fischer, que hiciese saber al presidente del Consejo de ministros que, por razones de salud, pues a consecuencia de la fiebre intermitente los médicos le aconsejaban que cambiase de aires, y por el deseo de acercarse al punto más próximo a la llegada de las noticias de Europa, había pensado ir a Orizaba; pero para esto no haría cambiar en nada el estado de las cosas, debiendo continuar el Ministerio en sus funciones, y sólo expedir a Orizaba los asuntos de grave importancia, como sucedía cuando iba a Cuernavaca.


Octubre 20.

Continuación del sitio de Oaxaca por el general Díaz.


Octubre 20.

El señor Vigil en México a través de los Siglos, pág. 780, dice:

En la mañana del 20 envió (Maximiliano) a Herzfeld con una carta para el mariscal, que había regresado a México, participándole su viaje y encargándole que concretase con aquel individuo las medidas necesarias para mantener la situación durante su ausencia. Bazaine, que creía coadyuvar de aquella manera a los deseos de Napoleón, contestó en términos muy satisfactorios, ofreciendo reprimir cualquier movimiento y dar al gobierno el apoyo que necesitara. Mientras se hacían preparativos de marcha, disponiendo que no acompañasen al archiduque más que el padre Fischer, el ayudante Rodríguez, el oficial de órdenes Pradillo, el profesor (de arqueología) Bilimetz y el doctor Basch, el presidente del Consejo de ministros don Teodosio Lares se presentaba en Chapultepec a las tres de la tarde, y con voz conmovida y temblando todos sus miembros, solicitaba ver al momento a Maximiliano para entregarle un escrito que no consentía la menor dilación. El archiduque, sin embargo, se negó a recibirle, y Lares tuvo que entregar el papel para que llegase a sus manos (13): era nada menos que la dimisión de todo el Ministerio en caso de que el archiduque se ausentase ... Luego que el mariscal supo de lo que se trataba, dirigió una carta a los ministros, diciéndoles que era carecer de lealtad y generosidad abandonar al emperador en aquellos momentos, después de haber puesto toda su confianza en ellos, y que se vería obligado a tomar ciertas medidas si persistían en su resolución. Esto bastó para que aquellos señores siguieran representando el papel de ministros por fuerza.


Octubre 20.

Desde el mes de julio, en que Maximiliano cambió de política pensando apoyarse en lo de adelante en el partido conservador, invitó eficazmente a todos los obispos de la nación para que fueran a México y formaran una Junta y en bastantes sesiones arreglaran las bases para un Concordato con el Santo Padre sobre los asuntos de la Iglesia. El 20 de octubre ya estaban en la capital el señor Espinosa, arzobispo de Guadalajara; el señor Colina, obispo de Puebla; el señor Barajas, obispo del Potosí; el señor Verea, obispo de Linares, y algún o algunos otros; por lo mismo Maximiliano, con la misma fecha 20, nombró al abogado moreliano Antonio Morán, magistrado del Supremo Tribunal de Justicia, para que como comisario imperial asistiera a dichas sesiones. La Junta no tuvo efecto, porque se precipitaron los acontecimientos y preocuparon los ánimos otros objetos: la abdicación de Maximiliano, el próximo fin del Imperio y la necesidad de emigrar del país.


Octubre 21.

A las dos de la mañana. Salida de Maximiliano de México para Orizaba, acompañado por su ministro Arroyo, Fischer, Basch y Bilimetz y escoltado por 300 húsares. El señor Vigil, en la obra citada, dice:

Aquí entramos en un período excepcional, en que ideas e intereses opuestos se agitaron con actividad febril, produciendo una lucha reñida, que durante mes y medio mantuvo a los espíritus en la duda sobre el rumbo que tomarían los hechos y el carácter del desenlace que se precipitaban fatalmente. La resolución de abdicar, tomada por Maximiliano al salir de México, pareció irrevocable; pero había que tener en cuenta la volubilidad de aquella naturaleza abierta a toda clase de impresiones, así como las poderosas influencias que pesarían sobre él para hacerle cambiar de pensamiento. De este modo vemos que el mismo día 21, al llegar a la hacienda de Zoquipan, donde pasó la noche, dirigió al mariscal la siguiente carta:

Me propongo depositar mañana en manos de usted los documentos necesarios para poner término a la situación violenta en que se encuentra, no sólo mi persona, sino México entero. Dichos documentos deberán quedarse reservados hasta el día que yo le indique a usted por telégrafo.

Tres cosas me preocupan y quiero salvar de una vez la responsabilidad que me incumbe. Es la primera, que los tribunales militares dejen de intervenir en los delitos políticos. La segunda, que la ley de 3 de octubre sea revocada de hecho. La tercera, que no haya persecuciones políticas por ningún motivo y que cese toda clase de procedimientos sobre esta materia.

Deseo que convoque usted a los ministros Lares, Marín y Tavera para acordar las medidas indispensables, a fin de asegurar estos tres puntos, sin necesidad de que mis intenciones expresadas en mi primer párrafo lleguen de ningún modo a traslucirse (14).


Octubre 21. En la tarde.

Llegada de Castelnau, embajador de Napoleón, a la capital de México, con la misión, entre otras, de persuadir a Maximiliano que abdicase. El mismo día había encontrado al emperador en Ayotla y había procurado presentársele, mas él no quiso recibirlo. Poco después recibió Maximiliano en Orizaba una carta de Napoleón suplicándole que abdicara.


Octubre 22.

Instrucciones de Seward a Campbell, nombrado ministro cerca del gobierno republicano, de que es Presidente el señor Juárez, en las que le decía: Usted no entrará en estipulaciones con los jefes franceses o con el príncipe Maximiliano u otra cualquiera persona que tienda a contrarrestar u oponerse a la administración del presidente Juárez, o embargar o demorar la restauración de la autoridad de la República.


Octubre 28.

Circular muy notable de Juárez sobre los militares mexicanos que emigraban de la República sin licencia del gobierno.

Ministerios de Relaciones Exteriores y Gobernación.
Circular.

Algunos generales, jefes y oficiales del Ejército de la República, si bien para honra de ella en corto número, se han ido voluntariamente a permanecer en el extranjero durante la guerra actual, sin licencia ni comisión del gobierno.

Entre ellos, algunos manifestaron que podrían tener que pasar por el exterior para dirigirse con mayor facilidad, prontitud y seguridad, a cumplir sus deberes militares en otros puntos de la República, con cuyo fin pidieron, y el gobierno les concedió, licencia bajo el concepto expreso de que sólo pudieran estar de tránsito por país extranjero, para ir a prestar sus servicios en otros lugares del territorio nacional. Sin embargo, después de transcurrir mucho más tiempo del que hubiera sido suficiente para el viaje más dilatado, todavía han seguido permaneciendo sin licencia en el extranjero, y han querido así colocarse en condición igual a la de los que salieron voluntariamente, sin ninguna licencia del gobierno.

Unos y otros han abandonado la causa de la República en la época del infortunio; han abandonado también sus banderas en el tiempo del peligro, y se han hecho desertores del ejército enfrente del enemigo.

A pesar de esto, se ha notado que algunos, cuando miraban circunstancias mejores, o cuando calculaban que pronto pudieran ser más favorables, han vuelto a presentarse en el territorio de la República, queriendo figurar con el carácter que antes tenían en el ejército.

Se ha pulsado entonces el inconveniente de que desde antes de ser colocados alegaban los derechos, la antigüedad y las demás prerrogativas de la graduación que tuvieron, y aun el mayor inconveniente, de que han querido colocarse y tener superioridad de su antigua graduación, sobre los beneméritos militares que, sin distraerse por las circunstancias adversas y sin posponer los intereses de la Patria a los cálculos personales, han estado defendiendo constantemente la causa nacional.

Si se permitiera esto, resultaría también el muy grave mal de que los elementos y armas de la República, que en todo tiempo y más en la época de la desgracia, no pueden estar bien confiados sino al patriotismo, al valor de la constancia y a la abnegación, quedasen mal confiados a los que, acabando de abandonar una vez a la Patria en peligro, debiera temerse que cuando creyeran que les convenía, volviesen otra vez a abandonarla.

Por estos graves motivos, siendo el interés de la causa de la Independencia superior a cualquiera otra consideración, el C. Presidente de la República ha tenido a bien que se circulen a todas las autoridades civiles y militares las prevenciones siguientes:

Primera. Los generales, jefes y oficiales que vengan del extranjero, sin presentar la licencia expresa que hayan tenido del gobierno para haber salido de la República, así como también los que, obtenida licencia del gobierno para pasar de tránsito por el exterior, con objeto de dirigirse a otros puntos del territorio nacional, hayan permanecido en el extranjero después de cuatro meses de haber salido de la República, luego que se presenten en algún lugar de ella, serán reducidos a prisión por la primera autoridad política o militar de cualquier punto en que estuvieren, dándose cuenta al gobierno a fin de que disponga lo conveniente para que se proceda a juzgarlos.

Segunda. De ningún modo se entenderá aplicable la anterior disposición a los beneméritos generales, jefes y oficiales, que hayan sido o sean deportados por el enemigo fuera de la República, y que habiendo permanecido fieles a ella, puedan volver a prestarle sus servicios; sino que al contrario, deberán ser dignamente atendidos y considerados.

Lo comunico a usted para los fines consiguientes, y lo transcribo al ministerio de la Guerra, para que por su parte le comunique a las autoridades militares.

Independencia y Libertad.
Paso del Norte, octubre 28 de 1865.
Lerdo de Tejada.

C. Gobernador del Estado de ...


Octubre, fines.

Llegada de Maximiliano a Orizaba. Dice Zamacois: Maximiliano trataba de engañar a sus ministros, diciéndoles que sólo iba a Orizaba, cuando su objeto era llegar a Veracruz, donde, como he dicho, tenía ya parte de su equipaje, y embarcarse para Europa (15). En los meses de octubre, noviembre y diciembre, Maximiliano vivió unos días en Orizaba y lo más del tiempo en Jalapilla.


Octubre 31.

Ocupación de Oaxaca por Porfirio Díaz, en virtud de capitulación entre él y el general Carlos Oronoz. Uno de los subalternos de Díaz fue el coronel Manuel González.


Noviembre 3.

González Ortega, al desembarcar en Brazos de Santiago (Texas), acompañado por Epitacio Huerta, fue arrestado por el comandante militar de dicha población, por orden del gobierno de los Estados Unidos.


Noviembre. Principios.

Drouyn de Lhuys dejó la cartera de Negocios Extranjeros y fue nombrado ministro Moustier. Cambio de política de Napoleón respecto del ejército francés en México. Dice Zamacois:

Decidió que la evacuación se efectuaría, no en tres plazos como se había estipulado en los Estados Unidos, que eran uno en noviembre de 1866, en que pasaban los acontecimientos presentados en este capítulo, el segundo en marzo de 1867, Y el tercero en noviembre del mismo año, sino que todo el ejército saliera de una vez, en la primavera de 1867 (16).


Noviembre, principios.

Dice Zamacois: Dos diputaciones del ayuntamiento y de vecinos notables de México, y otras no menos respetables de Puebla, llegaron en los primeros días de noviembre a Orizaba con exposiciones firmadas por millares de personas de lo más granado de la sociedad, pidiendo al emperador que no abdicara.


Noviembre 8.

Nota de Bigelow, ministro de los Estados Unidos en París, a Seward. Luego que Bigelow tuvo noticia del cambio de la política de Napoleón, fue a hablar a éste y dijo a Seward:

El emperador Napoleón me dijo que era cierto que había resuelto aplazar la vuelta total de las tropas hasta la primavera; pero sin que éstas prestasen apoyo ninguno durante ese tiempo al gobierno de Maximiliano, pues la determinación tomada, únicamente había sido motivada por consideraciones militares. Su majestad continuó diciendo, que casi al mismo tiempo había enviado a México al general Castelnau, encargado de informar a Maximiliano que Francia no podía darle ni un centavo, ni un hombre más. Que si creía poder sostenerse solo, Francia no retiraría sus tropas antes de lo que había estipulado Mr. Droyn de Lhuys, si tal era su deseo; pero que, si por otra parte, estaba dispuesto a abdicar, que era la conducta que S. M. le aconsejaba que siguiera, el general Castelnau estaba encargado de buscar un gobierno con quien tratar sobre la protección de los intereses franceses, y de reembarcar todo el ejército en la primavera. Pregunté al emperador si se había avisado de todo esto al Presidente de los Estados Unidos, y si se había hecho algo a fin de preparar su ánimo a este cambio de política de S. M. Me contestó que nada sabía; que Mr. Moustier debía haberlo hecho; que como estos hechos se habían verificado durante la interinidad de un cambio en el ministerio de Negocios Extranjeros, era posible que lo hubiera descuidado, aunque su telegrama al mariscal Bazaine hubiera sido enviado con toda intención (no en cifra) de modo que se viera que nada tenía que ocultar en su plan (17).

Hice la observación de que mi Gobierno se veía en la necesidad de protestar ... Le expuse brevemente entonces, los graves inconvenientes que podrían sobrevenir de cualquiera infracción inexplicada, de las estipulaciones convenidas ante el mundo a nombre de S. M.

La determinación de la Francia no respira más que el sentimiento de lavarse las manos de todo lo que pertenezca a México, lo más pronto posible. Yo no dudo que el emperador proceda de buena fe hacia nosotros, pero no estoy seguro de que este cambio en sus planes, que he comentado, reciba una impresión tan favorable en los Estados Unidos (18).


Noviembre 10.

Acción del Guayabo, rancho cerca de Tonila (Estado de Colima), ganada por los jefes republicanos Zepeda y Merino al bandido coronel francés Berthelin, éste a la cabeza de una tropa franco-mexicana. En esta acción murieron Berthelin y 40 de los suyos entre oficiales y soldados (19).


Noviembre 10.

Ocupación de Jalapa por el coronel republicano Ignacio R. Alatorre, quien se había sometido al Imperio, prometiendo no tomar las armas contra él, y en este año de 1866, hacía poco tiempo se había pronunciado contra el Imperio.


Noviembre 12.

Muerte del señor don Pedro Espinosa, arzobispo de Guadalajara, en la capital de México. Cantó la misa de exequias en la catedral el señor obispo Colina y asistieron a ellas el señor arzobispo Labastida y los señores obispos Barajas y Verea.


Noviembre 13.

Ocupación de Mazatlán por el general Corona. El señor Vigil, en el tomo cit., pág. 788, dice:

Al expirar a las doce del día la suspensión de hostilidades que por espacio de dos horas se había establecido para el cambio de comunicaciones, se tuvo aviso en el cuartel general de que el enemigo (el vicealmirante Mazéres) había evacuado la plaza (por orden de Bazaine). En el acto, Corona dio orden a Rubí para que previniera al coronel Camberos que ocupara la línea fortificada, y para que la guerrilla Hernández, con las instrucciones necesarias, entrara en la plaza a conservar el orden: en seguida mandó que el resto de la fuerza formara en columna, y con sus jefes a la cabeza emprendieron la marcha para el interior de la ciudad. Grandes fueron las demostraciones de entusiasmo con que aquella población que no había tenido ninguna simpatía por los invasores y sus cómplices, recibió a los sufridos republicanos, que con tanta abnegación habían defendido los derechos, la dignidad de la patria. Los franceses pudieron contemplar desde sus buques el bello espectáculo de un pueblo que celebra el triunfo de su libertad e independencia. Los jefes y oficiales pertenecientes al ejército expedicionario, se sorprendieron del orden y de la disciplina de las tropas republicanas, y el vicealmirante, enjugándose las lágrimas, pronunció estas palabras que concretan el juicio de la intervención: La Francia ha venido a desprestigiar su bandera en este país, al permitir los jefes y oficiales que a la sombra de esta enseña se hayan cometido tantas enormidades. La ocupación de Mazatlán fue un suceso de la más alta importancia para la causa nacional. En las vastas regiones de la Baja California, Sonora y Sinaloa, no había quedado ni vestigio del régimen impuesto por la intervención extranjera, y las tropas republicanas podían obrar ya libremente sobre el interior, pues aun el obstáculo que pudiera imponer Lozada, acabó por desaparecer, habiendo levantado aquel jefe el 19 de diciembre una acta en la cual declaraba la neutralidad política del departamento de Nayarit, mientras se establecía el gobierno que reconociera la nación (20).


Noviembre 15.

Maximiliano recibió en Orizaba una carta de Eloin, con fecha de 17 de septiembre, en la que le dijo:

El discurso de Mr. Seward, el brindis de Romero y la actitud del Presidente de la gran República Americana, resultados de la cobardía del gobierno francés, son hechos graves destinados a aumentar las dificultades e infundir desaliento en los más valerosos. Tengo, sin embargo, la íntima convicción, de que el abandonar la partida antes del regreso del ejército francés, sería considerado como un acto de debilidad; y teniendo el emperador (Maximiliano) su poder por el voto popular, el pueblo mexicano, libre de la presión de una intervención extranjera, es a quien debe apelar nuevamente, y al que debe pedirle el apoyo material y los recursos indispensables para subsistir y progresar. Si este llamamiento no es escuchado, entonces V. M., habiendo cumplido hasta el fin su noble misión, regresará a Europa con todo el prestigio que a su partida le rodeaba, y en medio de los acontecimientos importantes que no tardarán en surgir, podrá desempeñar el papel que por todos conceptos le corresponde a V. M. ... Al atravesar el Austria, he tenido ocasión de convencerme del descontento general que allí reina. Nada se hace todavía. El emperador está desanimado. Mi pueblo se impacienta y pide públicamente su abdicación. Las simpatías hacia V. M. se comunican ostensiblemente a todo el territorio imperial. En Venecia un partido quiere aclamar a su antiguo gobernador, pero cuando un gobierno dispone de las elecciones bajo el régimen del sufragio universal, fácil es, desde luego, prever sus resultados. El estado de la salud del emperador Napoleón, preocupa nuevamente a la Europa entera: su viaje a Biarritz parece indefinidamente pospuesto. Se asegura que la diabetes ha venido a complicar la inflamación que padece. En cuanto a S. M. la emperatriz Carlota, en medio de sus flores que hacen un jardín encantador en Miramar, brilla en todo el esplendor de una salud completa.

Arrangoiz añade: cuando con tanto atraso llegó esta carta a manos de Maximiliano, ya tenía conocimiento de ella en público; porque habiéndola rotulado (Eloin) Al Cónsul de México en Nueva York, la entregaron en el correo al de Juárez, que era el reconocido oficialmente. Fue, por consiguiente, a parar a manos del gobierno de los Estados Unidos, y los republicanos mexicanos, después de haberla traducido y publicado en Nueva York, la enviaron al emperador (21).


Noviembre, mediados.

Arrangoiz, en el tomo citado, pág. 190, hablando de la carta anterior, dice: la cual llegó a manos del emperador, casi al mismo tiempo que le informaba el Encargado de Negocios de Austria en México (el conde del Lago) de que su hermano no le permitiría entrar en sus dominios, si se veía obligado a salir del Imperio mexicano, y que recibió una carta de la archiduquesa Sofía, su madre, en que le decía que se sepultara su majestad entre los escombros de México antes que someterse a las exigencias de los franceses, es decir, antes que abdicar.


Noviembre, mediados.

Presentación de Márquez y Miramón a Maximiliano en Orizaba. Zamacois, en el tomo citado, págs. 657, 658 Y 659, dice:

Era el día 9 de noviembre cuando desembarcaron ... Don Leonardo Márquez había sido llamado por el emperador; don Miguel Miramón volvía sin licencia, alarmado por las noticias que habían corrido en Europa respecto a la intención de Maximiliano de abdicar la corona, y resuelto a combatir por las ideas conservadoras, como en tiempos anteriores, en caso de que el emperador abandonase el país. El general don Leonardo Márquez se puso inmediatamente en camino para Orizaba, y se presentó al emperador, que le recibió con marcadas muestras de distinguido aprecio, concediéndole la gran cruz del Aguila Mexicana en premio de sus servicios diplomáticos (22) ... Habiéndole hecho saber don Leonardo Márquez al emperador, que Miramón estaba en Veracruz, donde se había quedado temiendo presentarse, por haberse embarcado sin previo permiso, hasta no saber cómo sería recibido por su soberano. Maximiliano mandó que se le llamase sin pérdida de tiempo, por el telégrafo, a Orizaba, recibiéndolo con las muestras de la mayor cordialidad ... Le aconsejaron que no abdicara, ofreciéndole sostenerle en el trono o morir en su defensa. Don Miguel Miramón manifestó al emperador que él, con muy inferiores recursos de los que aún podía disponer el Imperio, conservó la presidencia durante dos años ... Añadió, que la fuerza disciplinada que tenía el general don Tomás Mejía, juntamente con los voluntarios austriacos, formaban el núcleo de un ejército suficiente para asegurar las posesiones y tranquilidad de los departamentos del centro y próximos a la capital, y que con los nuevos cuerpos que se levantasen, sobrarían para hacer frente a don Benito Juárez, y ocupar de nuevo las plazas abandonadas por los franceses ... Indicaron que el gobierno de don Benito Juárez, no se hallaba en aptitud de sostener una lucha formal, precisamente en los momentos que don Jesús González Ortega le disputaba la presidencia, y aseguraba, a la vez, que las poblaciones del interior, ansiosas de tener un gobierno estable, harían todos los sacrificios que pudieran para sostener la causa imperial; por la cual se mostraron entusiastas, hasta que vieron que nada se hacía por ellos.


Noviembre 20.

Llegaron a Orizaba los ministros y bastantes de los consejeros de Estado, que por todos componían el número 23.


Noviembre 21, 22, 23 y 24.

El señor Vigil en México a través de los Siglos, tomo citado, pág. 785, dice:

El 20 de noviembre llegaron a Orizaba los ministros y varios consejeros de Estado. Reunidos en junta bajo la presidencia de Lares, éste dio lectura a un autógrafo de Maximiliano, en que les consultaba si el medio de poner término a la crisis actual sería devolver al pueblo mexicano la misión que le había confiado ... Veintitrés eran los presentes, de los cuales sólo dos, Siliceo y Cortés Esparza opinaron por la abdicación; y diez, entre los cuales estaba Lares, votaron por la permanencia del archiduque, y 11 se adhirieron al voto propuesto por Lacunza para que se aplazara la abdicación, lo cual era bajo esta forma la misma idea de permanencia. Esta resolución quedó acordada el 24 del mismo mes.


Noviembre 23.

Contestación de Seward a Bigelow:

Diga usted a Mr. Moustier, que nuestro gobierno está sorprendido y afectado con la noticia, dada ahora por primera vez, de que el prometido embarco de una parte de las tropas francesas, que debía efectuarse de México en el presente mes de noviembre, ha sido aplazado por el emperador ... Dirá usted, pues, al gobierno del emperador, que el presidente desea y espera sinceramente que se efectuará la evacuación de México de conformidad con el arreglo vigente.


Noviembre, fines.

Vacilaciones de Maximiliano entre abdicar y no abdicar, presentándosele muy fuertes razones en pro y en contra. Razones en pro: 1a. Le parecía casi imposible seguir gobernando a México sin los franceses, y que su vida corría un inminente peligro. 2a. Napoleón le aconsejaba que abdicara. 3a. Lo mismo le aconsejaba Bazaine, el ministro Danó y el embajador Castelnau. 4a. Lo mismo le aconsejaba el doctor Basch y los demás que formaban su gabinete particular, a excepción de Fischer.

Razones en contra: 1a. La comisión del ayuntamiento de México y la del ayuntamiento de Puebla, le suplicaban que no abdicara. 2a. La junta de ministros y consejeros había votado por la no abdicación. 3a. El padre Fischer le aconsejaba que no abdicara. 4a. Márquez y Miramón trataban de convencerlo de que era fácil sostener el Imperio con un ejército mexicano. 5a. Francisco José le impedía la entrada en el territorio de Austria. 6a. Su madre la archiduquesa Sofía le decía que se sepultara entre los escombros de su Imperio antes que abdicar. 7a. Experimentaba, dice Zamacois, cierta humillación en volver a Austria sin corona, después de haber dado por consolidado su trono, haciendo alarde de su política, ante las naciones de Europa. Para un hombre de la alcurnia y de los sentimientos exagerados de honor que tienen los príncipes, el vivir en la vida privada, obscuro, desprestigiado y nulificado en Europa, le parecía insoportable.


Noviembre 30.

Entre estas diversas razones, Maximiliano siguió un camino que le pareció medio, adoptando el consejo que le daba Eloin en su carta de 17 de septiembre, y en la tarde del 30 de noviembre dirigió una comunicación a la junta de ministros y consejeros, declarando su resolución de no abdicar.


Diciembre 1°.

Manifiesto de Maximiliano a la nación mexicana, en el que dijo:

Mexicanos:

Circunstancias de gran magnitud con relación al bienestar de nuestra patria, las cuales tomaron mayor fuerza por desgracias domésticas, produjeron en nuestro ánimo la convicción de que debíamos devolveros el poder que nos habíais confiado. Nuestro Consejo de ministros de Estado, por nos convocado, opinaron que el bien de México exige aún nuestra permanencia en el poder, y hemos creído de nuestro deber acceder a sus instancias, anunciándoos a la vez nuestra intención de reunir un Congreso nacional, bajo las bases más amplias y liberales, en el cual tendrán participación todos los partidos, y éste determinará si el Imperio aún debe continuar en lo futuro, y en caso afirmativo, ayudar a la formación de las leyes vitales para la consolidación de las instituciones públicas del país. Con este fin, nuestros consejeros se ocupan actualmente en proponernos las medidas oportunas, y se darán a la vez los pasos convenientes para que todos los partidos se presten a un arreglo bajo esa base. En el entretanto, mexicanos, contando con vosotros todos, sin exclusión de ningún color político, nos esforzaremos en seguir con valor y constancia la obra de regeneración que habéis confiado a vuestro compatriota (23).


Diciembre 3.

Decreto de Maximiliano sobre la organización de un ejército mexicano de 8,000 hombres, que debía componerse de tres cuerpos, el primero al mando de Miramón, el segundo al de Márquez y el tercero al de Mejía.


Diciembre, principios.

Salió de la ciudad de México la primera sección del ejército francés para Veracruz.


Diciembre 5.

El cabildo eclesiástico de Guadalajara postuló al Papa para arzobispo, al licenciado Jesús Ortiz, chantre de la misma catedral (24).


Diciembre 8.

Oficio de Bazaine, Danó y Castelnau a Lares, presidente del Ministerio, en que le dijeron: Después de haber examinado detenidamente la situación, será impotente para sostenerse con sus solos recursos.


Diciembre 12.

Salida de Maximiliano de Orizaba para México.


Diciembre 13.

Orden de Napoleón a Bazaine, en la que le dijo: Embarcad la legión extranjera, y a todos los franceses, soldados o paisanos que quieran hacerlo, y a las legiones austriaca y belga, si lo piden.


Diciembre 18.

Acción de la Coronilla, cerro situado cerca de Santa Ana Acatlán, población situada 12 leguas al sur de Guadalajara, ganada por el coronel Eulogio Parra y sus subalternos los coroneles Amado A. Guadarrama, Francisco Tolentino y Donato Guerra, al jefe Sayan, a la cabeza de una tropa francesa. El señor Vigil, en la obra citada, pág. 790, dice:

En la noche se supo que la fuerza desprendida de Zapotlán estaba pernoctando en las Cebollas, y a las tres de la mañana del 18 los republicanos contramarchaban para salir al encuentro. A las once del día, como a un cuarto de milla de Santa Ana Acatlán, en un punto llamado la Coronilla, la vanguardia comenzó a batirse con el enemigo, fuerte en 700 hombres. En el acto dispuso Parra el combate, que no tardó en generalizarse, batiéndose con encarnizamiento por ambos lados hasta las cuatro de la tarde, en que los republicanos obtuvieron un triunfo completo, quedando en su poder 372 prisioneros, de los cuales 101 eran franceses y entre ellos 10 oficiales; dos obuses de a doce y todo el parque y el armamento del enemigo. Este tuvo, además, 150 muertos, de ellos 135 franceses, inclusive el jefe de la columna, Sayan.

Poco tiempo después la legislatura del Estado decretó que el 18 de diciembre sería perpetuamente día de fiesta civil.


Diciembre 19, a la madrugada.

El general Ignacio Gutiérrez con su tropa salió violentamente de Guadalajara para Lagos.


Diciembre 20.

Guadarrama, con parte del ejército que había triunfado en la Coronilla, ocupó a Guadalajara. Al día siguiente entró Parra en la ciudad con el resto de las fuerzas.


Diciembre 28.

Salió de Lagos la tropa francesa y con ella se fueron el general Gutiérrez y el señor Bernardo Flores, que había sido subprefecto (25). El mismo día ocupó la ciudad el jefe republicano señor Jesús Anaya (26), a la cabeza de su tropa.


Diciembre 28.

Dice Zamacois: En Tulancingo el cuerpo belga había recibido ya la orden de disolverse, y al mismo tiempo la oferta del mariscal Bazaine de facilitar a sus individuos el pasaje a Europa. Aceptada la oferta por la mayor parte, evacuaron la ciudad de Tulancingo y se dirigieron hacia Veracruz ... En el momento que las tropas imperialistas abandonaron la población, verificó su entrada en ella, al frente de sus tropas, el general republicano Martínez (27).


Diciembre, fines.

Las tropas francesas desocuparon los Estados de Jalisco, Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato y Tulancingo. Zacatecas fue luego ocupado por el general Miguel Auza y poco después por el general Mariano Escobedo. En San Luis Potosí permaneció Mejía a la cabeza de su ejército y en Guanajuato permaneció el general Feliciano Liceaga a la cabeza del suyo (28).



NOTAS

(1) Los últimos diez meses del Imperio de México. En la misma obra refiere Basch que la comida fue en el magnífico palacio de Chapultepec, que Maximiliano en su gabinete del mismo palacio recibió los funestos telegramas, y que a la caída de la tarde del mismo día, paseando en el terrado de Chapultepec con el mismo Basch, con Herzfeld y con Bilmetz, conferenció con ellos sobre su proyecto de abdicar y les encargó que no lo dijeran ni a Fischer.

(2) De quien dice el señor Santibáñez: Oronoz, que entre los desleales a la patria, ha conservado hasta el día la dignidad suficiente para no pedir un asiento en el banquete del triunfo. (Reseña, tomo citado, pág. 368).

(3) Después de estudiar detenidamente el hecho, lo único que he podido sacar en limpio sobre la situación geográfica de la Carbonera, es que está entre Nochistlán y San Francisco Huitzo, porque así lo indica el señor Santibáñez en la obra citada, tomo II, pág. 378. Todos los historiadores dicen que la acción fue en las lomas de la Carbonera; pero ninguno, ni el señor Santibáñez, que escribió ex profeso sobre la materia y llevó su diligencia hasta presentar un plano de la batalla, expresa a qué hacienda de campo, pueblo o municipio, pertenece la Carbonera, ni cuántos kilómetros o leguas dista de la ciudad de Oaxaca. Y ¡cosa más notable!, ningún historiador dice quién era el jefe de los 1,500 hombres.

(4) Santibáñez, tomo II, citado, págs. 377 y siguientes.

(5) Parte del general Díaz, presentado por Santibáñez en el tomo II citado, pág. 381.

(6) Parte citado.

(7) Parte citado, presentado por Santibáñez en el tomo II citado, pág. 388.

(8) Ego enim sic existimo, in summo imperatore quatuor has res inesse oportere, scientiam rei militaris, virtutem auctoritatem, felicitatem.

(9) Fuit enim profeto quibusaam summis viris, quaedam ad amplitudinen, et gloriam, et ad res magnas bene gerendas, divinitús adjuncta fortuna.

Una prueba clara y breve de la fortuna del general Díaz, es que después de tantos azares en su larga vida militar y política, vive.

(10) En la biografía de Edison leemos que alguna vez se le han pasado dos días con sus noches y doce horas más sin comer ni dormir, y por la historia consta que Francisco Viete, francés, que aplicó el álgebra a la geometría, estuvo tres días y tres noches sin comer ni dormir, absorto en sus meditaciones matemáticas. (Feijóo, Teatro Crítico, tomo I, discurso 7). Fue tenido por hechicero. (Diccionario Universal de Historia y Geografía, edición de México, 1853-1856, art. Viete, Francisco).

(11) Libro III, capítulo 3.

(12) Siempre engañando.

(13) El doctor Basch dice en su libro, que él fue el que recibió el pliego, porque todo el día estaba como de centinela a la puerta del gabinete de Maximiliano para no dejar pasar a nadie; que a muchísimos no les permitió la entrada y que algunos se molestaron, entre ellos doña Josefa de Iturbide, quien le dijo las tres y la bailadora.

(14) Al que tenga algún conocimiento de los caracteres de los hombres y demás elementos que constituyen la filosofía de la Historia, le parecerá estar oyendo a Maximiliano hablar con SU compadre Miguel López en una celda del convento de la Cruz, en Querétaro, en el memorable día 14 de mayo de 1897, y encargándole que Miramón, Mejía y los demás jefes no traslucieran sus intenciones.

(15) ¿A quién no engañaba Maximiliano?

(16) En abril de 1867, como lo había solicitado Carlota. ¡Extraña política! ¡Permanecer el ejército francés en México sin combatir durante muchos meses y haciendo tantos gastos sin objeto! ¡Los republicanos haciendo pedazos a Maximiliano y a los pobres restos del ejército mexicano, y los franceses como meros espectadores, como quien está en alguna parte de paseo! ¿Cuál fue la causa de este repentino cambio de política de Napoleón? ¿Alguna influencia secreta de la corte romana, compadecida de la suerte de Carlota y con la esperanza de algún arreglo de los intereses católicos que Maximiliano había prometido últimamente? ¿Alguna influencia secreta de Francisco José en favor de su hermano? ¿Algún remordimiento y vergüenza de Napoleón III ante el mundo civilizado, tratando de remediar, siquiera en parte, los males que causaba por la falta de cumplimiento del Convenio de Miramar? Nada consta en la historia, y éste fue uno de tantos hechos que quedan en el secreto de los gabinetes in saecula saeculorum. Puede ser que el padre Fischer explique algo acerca de esto en sus Memorias.

(17) ¿Ignorar Napoleón lo que hacían sus ministros? ¿Era creíble esto? ¡Cuán exacta y hermosa es esta frase del Libro de los Proverbios, que hablando de las viandas de las cortes de los reyes, les llamaba pan de mentira: panis mendacii! Los pobres hijos de Adán, desde los monarcas hasta los pastores, con frecuencia andamos por los extremos. El genio de un hombre franco en demasía, a veces hasta grosero, que dice a otros hombres sus defectos en su cara, es un gran defecto; mas el carácter de un hombre falso, que dice cuando en el corazón tiene un no y que a todos engaña, como dice César Cantú que era el carácter de Napoleón, esto es mucho peor. Todo hombre de bien, aunque sea un carpintero o un herrero, debe ser veraz en sus palabras y en sus acciones, y mucho más debe serlo un monarca, el cual debe ser para su pueblo un modelo de moralidad. Los monarcas, respecto de tales y cuales cosas que dicen o hacen sin verdad, se disculpan diciendo que obran así por prudencia y por evitar mayores males. ¡Que hagan creer esto a los ignorantes! La virtud de la prudencia puede a veces justificar el silencio y una sabia inercia, pero jamás puede ni debe autorizar la mentira. Abundan sobre esto las sentencias de los santos padres, y la Biblia dice que la palabra de Dios se ha de cumplir sin mentira: sine mendacio consummabitur verbum Dei. (Libro del Eclesiástico, capítulo 34).

¿Cuáles son los males mayores que se trata de evitar? ¿La pérdida del empleo público? ¿La pérdida de la corona y del cetro? ¿La pérdida del dinero? ¿La muerte? Grandes sentencias escribió Filon, y la 155 es esta: Es mejor ser vencido diciendo la verdad, que vencer diciendo mentira. Melius est vinci vera dicens, quam vincere mentiens. San Juan Bautista le dijo a Herodes: Non licet, sin prudencias ni políticas. ¿Y qué mayores males resultaron? El monarca degolló al Bautista, pero de su sangre nacieron doce Apóstoles. Estos, a su vez, sufrieron el martirio. Durante los tres primeros siglos los mártires no cesaron de decir a los reyes: Non licet, y con la verdad triunfó el Cristianismo, y el mundo se gobernará basta el fin, y se cumplirá la palabra de Dios con la verdad: sine mendacio consummabitur verbum Dei. ¿Se teme que diciendo la verdad resulten males mayores a la causa que se defiende? Luego la causa que se defiende no se funda en la verdad. Luego es falsa.

Escribo unos breves Anales; pero ya dije desde el principio que en algunas notas daré una que otra pincelada sobre la Filosofía de la Historia, que es la perfección de la Historia, sea que ésta se escriba bajo forma de Anales o bajo cualquiera otra.

(18) Mr. Masseras, en su obra citada, pág. 32, hablando de las dificultades con que Maximiliano gobernó en los tres años de su Imperio, dice: Estas, en cambio, iban a acumularse día por día, a precipitarse hora por hora, y a dar razón al cálculo, dentro del cual se habían parapetado la paciencia indígena de Juárez y la fría energía de su principal consejero el señor Lerdo de Tejada.

(19) Duphin, en diversos Estados, Castagny en diversos Estados, especialmente en Sinaloa, Porthier como comandante de Michoacán, y Berthelin, como comandante de Jalisco, fueron de los jefes franceses que más abusaron por su crueldad. El mismo historiador Zamacois los censura repetidas veces.

(20) Pocos días después recibió Corona el despacho de Juárez nombrándolo general de división.

(21) Por los periódicos se impuso toda Europa de que el gobierno de los Estados Unidos trataba al gobierno de Francia como a un chiquillo ... de que Maximiliano se hallaba en circunstancias muy críticas y deshonrosas ... de que Maximiliano esperaba derrocar a su hermano Francisco José y ser emperador de Austria ... de que había esperanzas de que se muriera Napoleón ... y demás secretos de gabinete. ¿Qué otro cónsul mexicano había en Estados Unidos más que Matías Romero? Si Eloin, que estaba ausente de México hacía muchos meses, suponía que Maximiliano ya tendría cónsul de su propia cuenta en los Estados Unidos, ¿cómo escribir una carta sobre asuntos gravísimos sin estar cierto del hecho de dicho consulado? No digo un hábil político, pero aun un hombre que tenga sentido común, nunca dirige una carta sin poner en el sobrescrito el nombre y apellido de la persona u otras palabras que lo individualicen. ¡Vivezas de Eloin! ¡Y éste fue el principal consejero de Maximiliano y el factotum del Segundo Imperio! Maximiliano y Eloin se mordieron la lengua de coraje cuando supieron el extravío de la carta y lo demás que había pasado; pero según atestiguan los historiadores, ni uno ni otro contradijo nunca la autenticidad de la carta.

(22) Había libertado el Santo Sepulcro, como Godofredo de Bouillón.

(23) Como dice el conde de Kératry, un Congreso en aquellas circunstancias era imposible. La inmensa mayoría de las poblaciones de la nación mexicana estaba ya en poder de los republicanos, y por tanto, en ellas no podía haber elecciones populares de diputados a un Congreso imperial; en las poblaciones que todavía estaban bajo las armas imperialistas, tampoco se reunirían los vecinos para elecciones populares; los liberales porque se reían de tales elecciones, y los conservadores porque estaban desmoralizados; con motivo de la cruda guerra era en extremo peligroso viajar, de manera que, aun en la hipótesis de que hubiera salido electa en alguna parte algún diputado, no se habría animado a ir desde el lugar de su residencia hasta la capital. Por lo mismo, el proyecto de tal Congreso fue uno de los pensamientos de Maximiliano que me parece rayaron en la imbecilidad.

(24) El señor Ortiz era de gran talento. En la larga época que fue catedrático del seminario, cura de Tototlán y cura del seminario de Guadalajara, fue ardiente liberal, como lo prueba, entre otros escritos, su Discurso Cívico pronunciado en Guadalajara el día 4 de octubre de 1846, en el cual dijo: Señores: La sociedad está trabajada por una lucha sorda unas veces y violenta otras, y no es más que la colisión entre la verdad y la mentira, entre lo nuevo y lo antiguo ... Estas influencias hostiles han acumulado sus fuerzas en medio de las generaciones sucesivas; pero más tarde, sin duda las unas vencerán a las otras ... ¡Oh pueblo, pueblo mío! Tú no escucharás el alarido de Satán, ni serás convertido en cenizas, porque trabajaste once años persiguiendo al león que se hartaba de tus carnes ...; y, en fin, porque has luchado posteriormente y sin cesar con los abominadores de la tierra. ¡Maldición a ellos! ¡Salud a ti, oh pueblo! Yo te vengo a felicitar, porque en 1821 se unió a ti el ejército trigarante! ...; pero, ¡ah!, si los monarquistas o algunos otros de esos de manejo ambidiestro se empeñan en que siga ese monstruoso divorcio, que todos hemos sentido y todos debemos llorar, ¡ maldición eterna a ellos!, ¡esperanza en otra época, y salud a ti, oh pueblo! ... ¡Oh, libertad!, ¡libertad encantadora, hija bella de las luces, maestra del género humano! Yo quisiera tu lenguaje ... para formar algunas páginas sobre las grandes épocas de nuestra Historia Nacional, como lo ha hecho otras veces el joven Otero con sublime inteligencia y elocuencia matemática.

Hablando del Grito de Dolores, dice: Esta palabra, señores, no fue estéril; pues en medio de grandes infortunios y profundos dolores, y a pesar de las persecuciones de un tribunal (la Inquisición) que quería fundar la estabilidad de la creencia sobre montones de esqueletos humanos, hubo mexicanos que se interesaron por la causa general de su especie.

Al desentrañar el origen y consecuencias del poder soberano identificado con la religión, la Independencia y la Unión proclamadas en 1821, no estoy en ánimo de creer ni persuadir a otros, que sea necesaria una autoridad divina para gobernar en lo temporal. ¿Y quién no se burlaría en nuestros días del que quisiera sostener la misión celestial de la potestad civil? No, la teocracia fue de los tiempos bíblicos, y sobre su espíritu descansó sosegadamente la civilización: hoy cada sociedad tiene un poder exterior, un poder humano que la rija, que debe fundarse en el hecho triple que abraza el desarrollo moral, intelectual y material de las minorías y del pueblo. Por manera que, al subordinar el derecho regenerador de las naciones a las reglas de la soberanía divina, no ha sido mi objeto favorecer a los impostores que quieren gobernar sin freno en la tierra a nombre de un Dios que no habla, sino presentar la verdad, la justicia y la legitimidad de los gobiernos y manifestar que faltando aquéllas, pierden éstas su autoridad. Al llegar aquí, colócase la doctrina de la soberanía en un punto de vista verdaderamente democrático.

Me estremeció un trono que estaba a dos mil leguas de distancia, y el que permanecía sentado en él se levantó furioso y dijo: Muerte espiritual a la infortunada porción del rebaño de Jesucristo que vive en el continente mexicano, si no quiere la vida temporal que ha tenido por espacio de tres siglos. No hay duda, el gobierno español impidió durante siete años a la corte romana proveer las sillas episcopales en las colonias, para de esta manera obligarlas de nuevo a perder su independencia ... Señores, esto me recuerda algunos capítulos de los Números, en donde se lee que el rey Balak hizo que el profeta Balaam maldijese a los que sacudieron el yugo de su monarquía; y Balaam no siempre tuvo dificultad que oponerle al inicuo mandato del rey.

Este discurso produjo una polémica, y el principal impugnador de él fue el doctor fray Miguel Díaz de Vivar, prior del convento de Santo Domingo de Guadalajara. Los adversarios del señor Ortiz no comprendieron su pensamiento, creyendo que afirmaba que el poder civil no viene ni mediatamente de Dios; y el señor Ortiz trató de amalgamar el Plan de Iguala, eminentemente monárquico y españolado, con las ideas ultrademocráticas, hasta comparar al Papa con el falso profeta Balaam. El doctor Vivar descendía de inquisidores, amigos y enemigos del señor Ortiz enristraron la pluma: uno le dijo a otro grandísimo puerco, atravesáronse otras frases virulentas y enojosas, y daba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él, el ventero a la moza ... y como quedaron a obscuras, dábanse sin compasión todos a bulto, que a do quiera que ponían la mano no dejaban cosa sana.

En la época de Ayutla el licenciado Ortiz abrazó los principios conservadores e impugnó por la prensa las leyes llamadas de Reforma; en 1859 y 1860 fue gobernador de la Mitra; siendo Ogazón gobernador de Jalisco, don Jesús Ortiz huyó de Guadalajara, y en 1862 y 1863, vivió en León de los Aldamas y en San Luis Potosí; luego que se estableció el Imperio, volvió a Guadalajara; en 1864 fue nombrado canónigo de la catedral de la misma ciudad; en 1866 fue postulado arzobispo; en 1867 fue desechada en Roma dicha postulación y nombrado arzobispo de Guadalajara el señor don Pedro Loza, entonces obispo de Sonora; y, en fin, el señor Ortiz pasó sus últimos años en el aislamiento, agobiado por graves padecimientos físicos (parálisis), y por grandes padecimientos morales, ocasionados por haber profesado diversos principios políticos, víctima de esta sentencia del filósofo moralista inglés Colton: El aura popular es inconstante; el resentimiento aristocrático es perpetuo. Murió el día 13 de noviembre de 1883.

(25) El señor Flores se embarcó en Veracruz en febrero o marzo siguiente: vivió en París algunos años y volvió a Lagos, en donde murió el día 11 de julio de 1882. Yo ejercité los últimos oficios de la amistad conduciendo su cadáver a la capilla de Estancia Grande, de donde fue trasladado a la capilla de su hacienda de San Bernardo.

(26) Mi muy estimado compadre y amigo, que vive, padre de los notables abogados señor Ventura Anaya y Aranda y señor José de J. Anaya.

(27) Entre los que capitularon en Tulancingo aparece por primera vez en nuestra historia el alemán príncipe de Salm Salm. Zamacois, en el tomo citado, pág. 837, dice: Había marchado en calidad de voluntario con el jefe belga, el conde don Félix de Salm Salm, que habiendo hecho la campaña en los Estados Unidos (en favor de los surianos) desde 1861 hasta la terminación de la guerra civil, como coronel y jefe de Estado mayor de la división alemana, marchó a México en 1866, con objeto de servir en las banderas del Imperio. Entre tanto que Maximiliano le ocupaba en algún cuerpo, pidió al ministro de la Guerra que le permitiese ir, en calidad de voluntario, con la tropa belga que marchaba a Tulancingo; y obsequiada la petición, acompañó a la expresada ciudad al jefe Vander Smissen que la mandaba". De Tulancingo se fue a México.

(28) Liceaga vive, es hijo del licenciado José María Liceaga que escribió: Adiciones y rectificaciones a la Historia de México que escribió don Lucas Alamán; y algunos años después, por indicios de conspiración en esta ciudad de Lagos, estuvo preso algunos meses en la cárcel de la misma, en donde le conocí.

En este año de 1866, Guillermo Prieto vivió en BrownsvilIe y estuvo allí publicando su periódico La Bandera, en el que combatía al Imperio y defendía la presidencia de González Ortega. El gran poeta, en su carta de 19 de octubre de 1891, hablándome de este suceso y de otros de aquella época, dice: Me separé de Juárez en noviembre de 1865, por su golpe de Estado; me siguieron Patoni y otros. Lerdo me persiguió cruelmente. Atravesé el desierto, durando mi marcha cerca de dos meses. Me situé en BrownsvilIe: me tuvo después oculto en San Luis don Juan Bustamante; allí me eligieron diputado y con esa investidura fui a México. Me entré de rondón a la casa de Juárez y le dije: Aquí estoy. Veamos qué haces conmigo; me abrazó con ternura y jamás volvió a hablarme del pasado.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1866 - Primera parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1867 - Primera parteBiblioteca Virtual Antorcha