Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1865ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1866 - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

1866

PRIMERA PARTE

Agustín Rivera


Enero 7.

Toma de Alamos (Sonora) por el general Angel Martínez.


Enero 9.

Contestación de Drouyn de Lhuys a Seward:

Hemos ido allí (México) no para hacer proselitismo monárquico, sino para obtener las satisfacciones y garantías que hemos debido reclamar; y apoyamos al gobierno que se ha fundado con el concurso de las poblaciones, porque esperamos de él la satisfacción de nuestros agravios, igualmente que las seguridades indispensables para lo futuro. Como no buscamos ni un interés exclusivo ni la realización de un pensamiento ambicioso, nuestro más sincero deseo es aproximar cuanto sea posible el momento en que podamos, con seguridad para nuestros nacionales y con dignidad para nosotros mismos, llamar lo que resta en aquel país del cuerpo de ejército que a él enviamos.


Enero 22.

Napoleón, en su discurso pronunciado ese día en la apertura de las Cámaras, dijo entre otras cosas:

El gobierno, fundado por la voluntad del pueblo en México, se consolida: vencidos y dispersos los disidentes, no tienen ya jefe; las tropas nacionales han manifestado su valor y el país ha encontrado garantías de orden y seguridad ... Como me prometía el año anterior, nuestra expedición toca a su término. Estoy en tratos con el emperador Maximiliano para fijar la salida de nuestras tropas, a fin de que su regreso se verifique sin comprometer los intereses franceses que hemos ido a defender en aquel lejano país.

En una de las primeras sesiones del Congreso, Forey opinó que el gobierno no debía hacer regresar las tropas del ejército expedicionario en México, sino antes enviarle nuevos refuerzos hasta la consolidación del Imperio mexicano, porque así lo exigían las promesas y el honor de la Francia, y que la salida de las tropas francesas produciría la caída del trono de Maximiliano.


Enero 31.

Desocupación de la ciudad de Chihuahua por el capitán francés Billot, dejando allí una guarnición de 500 mexicanos imperialistas.


Enero, fines.

Informe de José Manuel Hidalgo a Maximiliano. Eloin, José Fernando Ramírez y Carlota, aconsejaron con instancia a Maximiliano que destituyese a Hidalgo y nombrase otro ministro en Francia en lugar de él. Maximiliano accedió, y para dar a la destitución un color honorífico, llamó a Hidalgo a México para que le informara verbal, confidencial y largamente, y nombró ministro interino de México en Francia a Martín del Castillo. Hidalgo llegó a México el 15 de enero e informó a Maximiliano que la opinión pública y los deseos de la Francia eran la pronta vuelta del ejército francés de México, y que estaba seguro de que Napoleón en su próximo discurso en la apertura del Congreso iba a anunciar esta pronta vuelta. Maximiliano suplicó a Hidalgo que le diera su juicio con sinceridad sobre la situación del Imperio en el interior, e Hidalgo le pidió algunos días de plazo. A fines del mismo enero, Hidalgo, después de haberse informado con muchas personas, dijo a Maximiliano, entre otras muchas cosas: que la verdad no entraba en su palacio; que le engañaban los que le decían que la situación era muy buena y que todos estaban satisfechos; que había un descontento general; descontento en el porvenir; que había desaparecido completamente el entusiasmo de los primeros días; que todos convenían en que S. M. estaba rodeado de juaristas, de enemigos del Imperio y de Francia; que empleos y puestos delicados se confiaban a gentes que conspiraban a la luz del día; que todas las familias, todo lo que legítimamente formaba la sociedad de un país, vivía consternado, porque la mala inteligencia con el mariscal Bazaine se traducía por la retirada de las tropas y del apoyo de Francia y muchas familias hablaban de emigrar; que si S. M. quería oír a personas de confianza que le indicó, ellas podrían decirle lo que no se habían atrevido a decir por no haber sido interrogadas por S. M. A pintura tan desconsoladora, Maximiliano contestó sencillamente: Eso se dice de todos los gobiernos (1). Hidalgo habló en seguida al engañado y confiado monarca sobre el estado de la opinión pública en Francia respecto de la expedición de México, y concluyó con estas palabras: No hay que hacerse ilusiones, señor, amigos y enemigos de Napóleón, todos desean la vuelta del ejército francés (2). Estas palabras, dichas con un acento de enérgica franqueza, producida por una amarguísima verdad y convicción profunda, fueron para Maximiliano, para Carlota y para todos los imperialistas, tan sorprendentes y dolorosas, como un golpe en lo obscuro.

S. M. se fue a Cuernavaca llevando consigo a Hidalgo; allí le manifestó que estaba resuelto a cambiar de política, y que le indicara algunas de las personas que convendría ocupar, a lo cual contestó Hidalgo, que no lo podía hacer «porque no las conocía habiendo estado ausente dieciocho años ... Maximiliano, para hacer creer que se acercaba al partido conservador, le dijo al general Almonte que le diera una lista de personas que le parecieran convenientes para formar el nuevo ministerio: Almonte no la dio por temor a Eloin (3).


Febrero, mediados.

Llegó a la capital de México el barón de Saillard, comisionado por Napoleón para arreglar con Maximiliano la retirada de las tropas francesas. Esto causó una honda impresión en los imperialistas y extraordinario enojo en Maximiliano y Carlota (4).


Febrero, mediados.

Llegó a la capital de México una comisión de nobles belgas para comunicar al emperador y a la emperatriz la muerte de Leopoldo I, padre de ésta, y el advenimiento al trono de Leopoldo II, hermano de ella.


Febrero 20.

Acción de la loma de la Magdalena, a tres cuartos de legua de Uruapan, ganada por Ramón Méndez a Nicolás Régules y su subalterno Vicente Riva Palacio. La lucha fue terrible y por ambas partes se combatió con extraordinario valor por espacio de más de tres horas. La victoria al fin se decidió por los imperialistas, no porque hubiese faltado resolución a las fuerzas republicanas, como confiesa ingenuamente el mismo general Méndez, pues combatieron con denuedo extraordinario, sino porque la fortuna quiso favorecer a los soldados del Imperio. Las fuerzas republicanas se retiraron dejando en el campo de batalla mucho armamento y municiones, doscientos muertos, entre ellos muchos jefes y oficiales, y ascendiendo a trescientos hombres el número de prisioneros; los imperialistas tuvieron ciento cincuenta hombres entre muertos y heridos, entre ellos muchos oficiales, lo que prueba lo reñido que fue la acción (5).


Febrero, fines.

José Manuel Hidalgo renunció la legación en Francia; Maximiliano quiso con instancia nombrarlo consejero de Estado y no aceptó.


Marzo 2.

Se embarcaron en Veracruz Eloin y el abate Doménech, comisionados por Maximiliano; el primero, para arreglar negocios muy importantes en las cortes de Europa; y el segundo para publicar en París los artículos que se le remitieran de México, favorables al Imperio.


Marzo 3.

Renunciaron sus carteras José Fernando Ramírez, José María Esteva, Luis Robles Pezuela y Juan de Dios Peza, y en el mismo día nombró Maximiliano ministros nuevos.

Relaciones Exteriores: Martín del Castillo, conservador.
Gobernación: José Salazar Ilarregui, liberal moderado.
Fomento: Francisco Somera, rico propietario y liberal moderado.
Guerra: José María García, antiguo general y liberal moderado.

Suprimió el ministerio de Instrucción Pública y Cultos.


Marzo 4.

Asalto de la diligencia y asesinato de un noble belga. El señor Vigil, en México a través de los Siglos, tomo V, pág. 751, dice:

Honda sensación causó en México y más todavía en Europa, el asalto que el 4 de marzo sufrió la comisión belga, que había venido a participar el advenimiento del rey Leopoldo II, y que regresaba para embarcarse en Veracruz. El suceso se verificó en Río Frío, quedando muerto el barón d'Huart y heridos el mayor Dwys, el general Fonry y su ayudante de campo M. Marécheal. El archiduque se dirigió luego al lugar de la catástrofe y mandó trasladar a la capital el cadáver del barón, a quien se hicieron solemnes funerales en la iglesia de San Jerónimo. A ellos asistieron Maximiliano y su esposa de incógnito.


Marzo, principios.

José Manuel Hidalgo y fray Tomás Gómez, se embarcaron en Veracruz para Europa. En lo de adelante, Hidalgo vivió en París en la vida privada. De este modo huía del Imperio uno de sus fundadores (6).


Marzo, mediados.

Bazaine recibió un despacho de Drouyn de Lhuys, en el que le decía: En los momentos en que le escribo a usted este despacho, el señor barón Saillard ha debido llegar a México: las instrucciones del gobierno del emperador (Napoleón) les son a usted, pues, conocidas ... El deseo de S. M., como ya sabe usted, es que la evacuación pueda principiar hacia el otoño próximo, y que quede terminada lo más pronto posible.


Marzo 25.

Derrota de la guarnición imperialista que había quedado en Chihuahua y ocupación de esta ciudad por el jefe republicano Luis Terrazas. Contribuyó mucho al triunfo el hecho siguiente: El coronel Platón Sánchez agujereó con una bala de cañón una de las campanas grandes del templo parroquial (agujero que se conserva todavía), lo que hizo que los imperialistas abandonaran luego dicho templo, que era su baluarte principal.


Marzo 31.

El periódico oficial El Diario del Imperio, que publicaba artículos para hacer creer a los conservadores que existían buenas relaciones entre la Santa Sede y Maximiliano, dijo en uno de ellos: La mayordomía del Santo Padre ha remitido para SS. MM. el emperador y la emperatriz las velas de la Candelaria, como se acostumbra hacer en la corte romana en honor de los soberanos con quienes guarda buenas relaciones (7).


Abril, principios.

Entrevista de Napoleón III y el barón de Saillard y resultado de ella. Dice Zamacois:

En la entrevista expuso el barón de Saillard todo lo practicado en México con el gobierno de Maximiliano, y al día siguiente anunció El Monitor, periódico oficial de Napoleón, que en virtud de las negociaciones realizadas con la corte mexicana por el barón de Saillard, el emperador Napoleón había resuelto que el regreso de las tropas expedicionarias empezase en noviembre de aquel año de 1866, en tres divisiones; la primera de las cuales saldría en el expresado mes de noviembre, la segunda en marzo de 1867 y la tercera en noviembre del mismo año de 1867. Constaba el ejército francés que se hallaba a la sazón en México a las órdenes del mariscal Bazaine, de dos divisiones de infantería y una brigada de caballería, con artillería y los servicios administrativos correspondientes. Las dos divisiones de infantería estaban mandadas, una por el general Castagny y la otra por el general Douay, siendo los jefes de brigada los generales Aymard, Neigre, Brincourt y Manssiau; la artillería la mandaba el general Courtois, y la caballería estaba a las órdenes del general Lascoursy. Todas las fuerzas ascendían a cosa de 26,000 hombres.


Abril 6.

Despacho de Drouyn de Lhuys a Montholón, en el que le dijo lo mismo que había publicado El Monitor.


Abril, mediados.

Juan N. Almonte se embarcó en Veracruz, como embajador de Maximiliano cerca de Napoleón III. El señor Vigil, tomo cit., página 752, dice:

La misión de Almonte se reducía a presentar al gobierno francés un proyecto de tratado secreto que substituiría al de Miramar, en el cual se pedía que el ejército expedicionario permaneciera en México tres años más.

Momentos antes de embarcarse Almonte, recibió instrucciones de Maximiliano, en las que le mandaba que si Napoleón se negaba a su solicitud, le dijera que retirara luego de México todas las tropas francesas. Tan atrevida o mejor dicho insensata determinación se apoyaba en la confianza que tenía el emperador de México en que su hermano Francisco José, emperador de Austria, le había prometido mandarle pronto un ejército de 10,000 austriacos.


Abril 26.

Carta del coronel Manuel González, después presidente de la República:

Río Blanco, abril 26 de 1866.

Señor ministro don Matías Romero ...

Nosotros permanecemos unidos y compactos; la cuestión presidencial pasó casi desapercibida, y seguimos obedeciendo al gobierno del señor Juárez (8).


Mayo 6.

Protesta del ministro de los Estados Unidos en Viena:

Habiendo autorizado el emperador de Austria el alistamiento de voluntarios para México, el embajador de los Estados Unidos en Viena recibió orden de romper sus relaciones diplomáticas y retirarse, si acaso se insistía en tal propósito. Los voluntarios se hallaban ya reunidos en Labaycach para embarcarse ellO de mayo; la protesta del ministro americano fue presentada el 6, y el gobierno austriaco, cuya posición se veía muy amenazada en Alemania, dio inmediatamente contraorden, frustrando de esta manera la salida de los voluntarios (9).


Mayo, principios.

Desembarco de Antonio López de Santa-Anna en Nueva York. Fijó su residencia en Elizabethport y empezó a poner en juego todas sus relaciones en Estados Unidos, para que por el gobierno de Juárez se admitiera su solicitud de ponerse a la cabeza de un ejército y combatir al Imperio.


Mayo 15.

Protesta del Club Mexicano en Nueva York contra el proyecto de Santa-Anna de levantar un ejército para combatir el Imperio. Zamacois, en el tomo citado, pág. 425, dice:

La aparición de Santa-Anna en los Estados Unidos, y el verle empeñado en ganar el afecto de algunas personas norteamericanas de influencia en el gabinete de Washington, así como el de los republicanos, alarmó a los mexicanos liberales que se hallaban en los Estados Unidos; pues temían que si se admitían sus servicios en el partido republicano, se convirtiera después en dictador.

El Club Mexicano establecido en Nueva York, publicó una protesta contra el gobierno de Santa-Anna. Los principales que la firmaron fueron Francisco Zarco, presidente del Club; González Ortega, Epitacio Huerta, Juan José Baz, Felipe B. Berriozábal, Pantaleón Tovar, Juan N. Navarro, Eulalio Degollado, Joaquín Villalobos y Gaspar Sánchez Ochoa.


Mayo, mediados.

Maximiliano, sabiendo el desembarco y las pretensiones de Santa-Anna en los Estados Unidos, hizo publicar en El Diario del Imperio las cartas que Santa-Anna años atrás había escrito a Gutiérrez de Estrada y al mismo Maximiliano, en las que había echado pestes contra la Reforma republicana y la Constitución de 57, y prodigado loores a la forma monárquica y había ofrecido con instancia sus servicios al Imperio.


Mayo 21.

Carta de Santa-Anna a Matías Romero, ministro plenipotenciario del gobierno de Juárez en los Estados Unidos, ofreciéndole sus servicios para derrocar el Imperio.


Mayo 25.

Contestación de Romero a Santa-Anna, en la que entre otras cosas, le dijo:

Si usted no hubiera sido el primero en solicitar el establecimiento de una monarquía europea en México, cuando ejercía el poder supremo de la nación, y si no hubiera usted reconocido y apoyado la intervención que el emperador de los franceses ha llevado a nuestra patria, según aparece en documentos recientemente publicados, no creo que hubiera dificultad en que el gobierno de la República aceptara y utilizara los servicios de usted ... Pero desgraciadamente, en el caso de usted, hay circunstancias especiales, que hacen cambiar el objeto de la cuestión. Además de estar usted ahora con la mancha de haber reconocido y dado el peso de su influencia al proyecto traidor de derrocar al gobierno nacional de nuestra patria, y establecer otro que la constituyera en dependencia de la Francia, hay la circunstancia de que, durante los últimos años de su vida, ha estado usted íntimamente asociado con el partido conservador de México.


Mayo 31.

Contestación de Napoleón III a Drouyn de Lhuys, refiriéndose a la solicitud de Almonte, que había llegado a París el 14 del mismo mes.

Al adoptar esta resolución (de retirar de México el ejército francés), sin embargo, hemos prescripto que se ejecute en los plazos y con las precauciones necesarias para evitar los peligros de una transición demasiado brusca; hemos debido ocuparnos al mismo tiempo en substituir a las estipulaciones, de hoy más sin valor, del tratado de Miramar, otros arreglos dirigidos a afianzar la seguridad de nuestros créditos ... Es imposible admitir las proposiciones del general Almonte (10).


Mayo.

Muerte de Jesús Terán, el antiguo ministro de Juárez, en París, en la vida privada.


Junio 5.

Manifiesto de Santa-Anna en Nueva York, en el que dijo entre otras cosas:

Yo fui el primero que proclamé en México la República el 2 de diciembre de 1822, anunciando como el apóstol al Areópago una divinidad desconocida ... Juárez es un buen patriota y Ortega un buen hijo de México ... Por mis precedentes, por mi posición en el partido conservador, y aun por mi larga ausencia del país, creo que soy el llamado a reconciliar los ánimos dando el ejemplo de la sumisión al gobierno Constitucional (11) ... Busco para mi tumba un laurel nuevo que la cubra con apacible sombra. Apresuremos la hora, la obra del triunfo nacional: confiad en mis palabras y estad prontos. ¡Abajo. el Imperio! ¡Viva la República!


Junio 6.

Capitulación de Matamoros entre el general Mejía que la defendía y el general Antonio Carbajal que la atacaba. Mejía se embarcó en Matamoros y desembarcó en Veracruz.


Junio 16.

Batalla de Santa Gertrudis, cerca de Matamoros, ganada por el general Mariano Escobedo y sus subalternos los generales Jerónimo Treviño y Servando Canales, y los coroneles Sóstenes Rocha, Francisco Naranjo y Miguel Palacios, al general Olvera a la cabeza de una compañía de mexicanos y de otra de más de trescientos austriacos. Olvera conducía de Matamoros para el interior un convoy compuesto de 200 carros, escoltados por 1,000 mexicanos y trescientos y tantos austriacos. La derrota fue completa; todo el material de guerra, lo mismo que el numeroso convoy conducido por ellos, quedó en poder de Escobedo. Los republicanos tuvieron 145 muertos y 78 heridos; las pérdidas de los imperialista s consistieron en 251 mexicanos y 145 austriacos muertos; 121 mexicanos y 45 austriacos heridos; y 858 mexicanos y 143 austriacos prisioneros ... El general en jefe devolvió los efectos que iban en el convoy a sus respectivos dueños, mediante el pago de dobles derechos, y el resto que quedaba como botín, fue dividido por mitad con las fuerzas de Tamaulipas que tanto habían contribuido a la victoria (12). Por esta acción, los republicanos quedaron dueños de Matamoros, Monterrey y el Saltillo.


Junio 17.

Juárez volvió a Chihuahua y estableció allí su gobierno.


Junio, fines.

Maximiliano recibió en Cuernavaca (adonde solía irse a pasar algunas temporadas), cuatro noticias adversas, que le afectaron en extremo: la derrota de Santa Gertrudis, la de la ocupación de Matamoros, la que le dio Almonte de que Napoleón insistía en el regreso del ejército francés, y la que le dio el mismo de que Napoleón deseaba la celebración de un convenio entre su gobierno y el de Maximiliano, en virtud del que éste se obligase a aquél a entregarle la mitad de los productos de las aduanas marítimas de Veracruz y Tampico para el pago de la deuda francesa, de la que se había pagado poco. De todas las noticias la que causó más alarma fue la tercera, y refiriéndose a ella el conde de Kératry en su obra La elevación y la caída de Maximiliano, dice: La corte de México quedó herida de estupor. Y Zamacois, en el tomo citado, pág. 476, dice: El tratado de Miramar quedaba roto, pisoteado por Napoleón ... Maximiliano pronunció lleno de indignación estas palabras delante de varias personas, que se apresuraron a hacerlas públicas: Napoleón me ha engañado: existe una Convención formal entre él y yo, sin la cual jamás habría aceptado el trono, que me garantizaba absolutamente el auxilio de las tropas francesas hasta fines de 1868 ... Napoleón ocurrió a pretextos muy poco dignos de un monarca que regía los destinos de una poderosa nación (13).


Junio.

El coronel Vicente Riva Palacio comenzó a publicar en Huetamo, en la imprenta de Gregorio Pérez Jordán, el periódico intitulado El Pito Real, que aunque de corto tamaño, en razón de estar escrito con mucha sal, se vendía abundantemente y a subido precio entre los republicanos, y escocía a los imperialistas, principalmente a los que estaban militando en Michoacán (14).


Junio.

Fueron desterrados a Yucatán, por Maximiliano, bastantes santanistas (entre ellos el general Agustín Zires), y bastantes orteguistas, por indicios de conspirar aquéllos en favor de Santa-Anna, y éstos en pro de la presidencia de González Ortega; y permanecieron en Yucatán hasta enero de 1867, en que volvieron a la capital de México por la licencia de Maximiliano (15).


Julio 2.

Bazaine, muy alarmado por la batalla de Santa Gertrudis, salió con su ejército para San Luis Potosí, y salió resentido con Maximiliano porque fue a despedirse de él y no lo quiso recibir.


Julio 5.

Al tomar Maximiliano la pluma para hacer su abdicación del trono de México, Carlota le detuvo la mano, aconsejándole que lo conservara mientras iba a Europa a arreglar tres negocios: el cumplimiento del Convenio de Miramar, un negocio hacendario y el arreglar con el Santo Padre los asuntos pertenecientes a la Iglesia, para captarse la voluntad del partido conservador, en el que ella y su esposo pensaban apoyarse en lo de adelante. Maximiliano aceptó el consejo.


Julio 6.

Habiendo Santa-Anna escrito a Juárez poniendo su espada a la disposición del Presidente de la República para derrocar el Imperio, Juárez le dio el 6 una contestación por medio de su ministro Sebastián Lerdo de Tejada, más dura e infamante que la que le había dado el ministro Romero. A pesar de tantas vergonzosas repulsas, Santa-Anna no dejó de seguir intrigando para ver si conseguía su objeto.


Julio 8.

Carlota salió de la ciudad de México, acompañada del conde de Bombelles, de Martín del Castillo, del general José López Uraga, de su médico el doctor belga Boklushlabech, de los chambelanes Felipe Neri del Barrio (el antiguo ministro de Guatemala), Suárez Peredo, conde del Valle y de dos damas de honor. A pocos días se embarcó en Veracruz para San Nazario en el vapor La Emperatriz Eugenia (16).


Julio, mediados.

El Congreso de los Estados Unidos, después de discutir sobre los derechos de Juárez y los de González Ortega a la Presidencia, resolvió reconocer como presidente a Juárez, y prestarle veinte millones de pesos para que hiciera la guerra al Imperio.


Julio, mediados.

El coronel Vicente Riva Palacio supo en Huetamo la capitulación de Matamoros, la victoria de Santa Gertrudis y la partida de la emperatriz Carlota para Europa, compuso la danza intitulada ¡Adiós mamá Carlota! y la publicó en El Pito Real. Desde entonces se cantó con entusiasmo dicha danza, acompañada de la música en todos los lugares de la República en que estaban los republicanos (17).


Julio 26.

Cambio de Ministerio. Lacunza, Escudero y Echánove y Somera dejaron sus carteras, el ministerio de Fomento se agregó al de Gobernación, y el nuevo Ministerio quedó de la manera siguiente:

Gobernación y Fomento: Salazar Ilarregui.
Hacienda: Friand, francés, intendente en jefe del ejército francés.
Guerra: D'Osmont, general de brigada del mismo ejército.


Julio, fines.

Reforma del célebre Gabinete particular. Por no haber vuelto de Europa Eloin, y acabando de llegar de allá el presbítero Agustín Fischer, fue nombrado jefe de dicho gabinete. Los principales que lo componían a la sazón, eran Fischer, Samuel, Basch, alemán médico de Maximiliano, un alemán obscuro apellidado Herzfeld y un austríaco que se apellidaba Bilimentz, a quien Maximiliano consultaba en todos los negocios arduos de política, porque lo tenía por muy buen arqueólogo. Todos estos habitaban en el palacio imperial, y eran los que realmente gobernaban a México, que eran los que menos lo conocían, porque ignoraban hasta su geografía y su idioma (18).


Julio, fines.

Bazaine, siguiendo las órdenes de Napoleón, retiró las tropas francesas de Nuevo León y Tamaulipas. Con este motivo, en el mismo mes de julio, dichos Estados fueron ocupados con tropas republicanas, y especialmente las capitales de ellos. Monterrey fue ocupado por Escobedo.


Julio, fines.

Pronunciamiento del coronel Florencio Antillón en Piedragorda contra el Imperio.


Agosto 7.

Ocupación de Tampico por los republicanos, en virtud de capitulación entre el coronel francés Langlais que defendía la plaza y el general republicano Desiderio Pavón, que la atacaba.


Agosto 9.

Carlota, acompañada del ministro Almonte y de su esposa, que habían ido a recibirla y cumplimentarla en el buque La Emperatriz Eugenia, llegó a la estación del Monte Parnaso en París, en donde la recibieron y cumplimentaron los demás individuos de la legación mexicana, José María Gutiérrez de Estrada, el joven Salvador de Iturbide, agraciado por Maximiliano con el título de príncipe, otros mexicanos y el abate Doménech, y de allí la condujeron con el conde de Bombelles y demás de su comitiva al regio hospedaje que se le tenía preparado en el Gran Hotel. Momentos después llegó a cumplimentarla el príncipe de Metternich, ministro de Austria en París.


Agosto 10 a las 6 de la tarde.

Visita de la emperatriz Eugenia a Carlota, acompañada aquélla de varios altos dignatarios y damas de su corte.


Agosto 11.

Primera conferencia entre Carlota y Napoleón III. Zamacois, en el tomo citado, pág. 514, dice:

El día 11 se dirigió la emperatriz Carlota a Saint-Cloud, acompañada de la esposa de don Juan Nepomuceno Almonte, en un carruaje de la corte, siguiendo a éste otro en que iba la señora Del Barrio; el conde Del Valle, gran chambelán; y el señor Del Barrio, chambelán de servicio ... Su alteza el príncipe imperial (niño de 10 años), esperaba en la puerta a la soberana de México, a quien dio la mano al bajar del carruaje. La emperatriz Eugenia, que se encontraba en el primer tramo de la escalera, acogió a la esposa de Maximiliano con señaladas muestras de satisfacción y afecto. El emperador Napoleón, pretextando estar enfermo, se resistía a tener una entrevista con la emperatriz Carlota; mas habiendo insistido en conferenciar personalmente con él, no pudo excusarse y la recibió. La esposa de Maximiliano pintó con vivo colorido la situación verdaderamente crítica por la cual atravesaba el Imperio mexicano ... Indicó la conveniencia de que fuera relevado el mariscal Bazaine, y rogó que el regreso del ejército expedicionario se aplazase hasta el mes de abril del año siguiente de 1867, así como que se concediesen dos años de respiro para el pago de la deuda contraída por el Imperio de México con Francia.

Carlota, delante de Napoleón, leyó una Exposición que le remitía el gobierno de México, en la que entre otras muchas cosas, se decía:

El gobierno imperial mexicano no podía prever, ni habría podido admitir como probable, el hecho de que al cabo de tres años de una guerra ruinosa, el general en jefe del ejército franco-mexicano, compuesto de cincuenta mil hombres, no hubiera conseguido someter las ricas provincias de Tabasco, Guerrero y Chiapas, donde no se ha visto ni un soldado francés. No podía suponer, sobre todo, que después de prolongarse tres años la guerra, gracias a la inacción del comandante en jefe o a sus disposiciones, todos los extensos Estados del norte habrían caído de nuevo bajo el yugo de los juaristas. Baste echar una rápida ojeada sobre la adjunta carta geográfica, para convencerse de esta deplorable situación militar, y de la injusticia notoria que se comete al dirigir un cargo contra el gobierno imperial mexicano, por no haber satisfecho las exigencias del Tratado de Miramar; el general en jefe francés ha privado a este gobierno de sus naturales recursos, no terminando pronto y felizmente la guerra. Este es un hecho que debemos hacer constar de un modo solemne, pues no ha dependido de nosotros el evitar sus consecuencias ...

El 4 de diciembre del mismo año, insistía de nuevo S. M. sobre este punto. Acabo de recibir, escribía, noticias muy desagradables de Sinaloa y del departamento de Mazatlán; las poblaciones de estas comarcas no saben darse cuenta de la causa que motiva la salida de las tropas francesas, antes que cuerpos mexicanos bien organizados vayan a reemplazarlas, ellas ven con terror al general Corona, próximo a apoderarse de un solo golpe de todo el país que antes nos estaba sometido. La confianza está, por lo tanto, profundamente debilitada, y esta fatal medida nos hace perder en el espíritu público más que una derrota grande, pues parece indicar que el gobierno mismo no tiene fe en el porvenir.

En otra carta de 17 de diciembre de 1865, el emperador indicaba al mariscal Bazaine, la necesidad urgente de ocupar el puerto de La Paz, capital de Baja California, para impedir que esta importante península, que cierra el Golfo o Mar de Cortés, fuese invadida por los filibusteros americanos o cayera en poder de los disidentes. El comandante en jefe respondie al punto: Me apresuro a contestar la carta que me ha dirigido V. M. fechada este mismo día, con motivo de la contrarrevolución que acaba de estallar en La Paz, capital de la Baja California. Tan luego como llegaron a mi conocimiento esos acontecimientos, di orden al almirante Mazeres, que manda la división naval de las costas del Pacífico, para que tomara una compañía francesa en Mazatlán, se dirigiera a La Paz y restableciese el orden. La compañía francesa no se ha presentado nunca en La Paz, y la Baja California permanece aún en poder de los enemigos del Imperio (19).

Se ha vituperado también al gobierno imperial mexicano, por no haber marchado exclusivamente con cierto partido, y por haber intentado una obra de conciliación. Pero qué, ¿se ignora que esta política fue la aconsejada desde el principio por los mismos generales franceses? El general Castagny escribía al mariscal el 30 de agosto de 1864: Las poblaciones de la frontera del Norte son enérgicas, laboriosas, industriosas y liberales. Ellas aceptarán el Imperio sin dificultad, con tal que no se hieran demasiado duramente sus convicciones. El mariscal mismo decía a S. M., en una comunicación fechada el 29 de diciembre de 1864: Las tendencias clericales del general Mejía y del general López, y el espíritu generalmente liberal de las poblaciones de Nuevo León y Tamaulipas, hacen necesario el nombramiento de funcionarios ilustrados, que con su influencia puedan contrabalancear, si no dominar, la de los referidos comandantes militares. Se ve, pues, que por los consejos o las insinuaciones de los jefes más autorizados del ejército francés, tuvo otros cómplices el emperador en su línea de conducta política, además de las personas que lo rodeaban, y por lo cual se le ha vituperado tan a menudo (20).

No consiste todo en tener un buen economista en su Consejo; es preciso, además, que perturbaciones violentas no vengan a cada paso a contrarrestar sus combinaciones. Es menester, sobre todo, que una guerra conducida con apatía y que se prolonga, no venga a esterilizar a cada paso los esfuerzos del gobierno e impedir el equilibrio entre los ingresos y gastos. El 12 de enero de 1866, el emperador decía al comandante en jefe: En cuanto a las necesidades de las tropas nacionales que se encuentran en parte provistas de vestuario y equipo, nadie sufre tanto como yo moral y físicamente; por desgracia, esta guerra interior absorbe, con su duración, todos los productos de las rentas. Estoy resuelto, sin embargo, a hacer todos los sacrificios para cooperar a su terminación, tan impacientemente esperada por la opinión pública del país y la de Francia.

Impútase al gobierno imperial mexicano, el no haber apresurado la organización de un ejército nacional; pero qué, ¿se ignora que el comandante en jefe estaba encargado de formarlo e investido de todos los poderes necesarios al efecto? (21)

Zamacois, en la pág. 515, dice:

La conferencia fue larga y acalorada, pero nada se decidió en ella, quedando pendiente el asunto para otras conferencias que debían efectuarse con ese fin. Con efecto, cinco más llegaron a verificarse, de larga duración; pero que no dieron para la emperatriz el resultado que anhelaba, aunque tampoco quiso Napoleón darle una negativa absoluta, decirle toda la verdad entera que desgarrase su alma.

El conde de Kératry, hablando de la última conferencia entre Carlota y Napoleón III, dice:

La conversación fue larga y violenta; llena por una y otra parte de recriminaciones que acabaron por alterar el carácter de las explicaciones mutuas. Viendo la emperatriz desplomarse poco a poco el castillo de esperanzas que su imaginación se había complacido en levantar desde su partida de Chapultepec hasta los umbrales de Saint-Cloud, sintiendo que su cetro se le estrellaba en las manos, no pudo contener su arrebato. Después de enumerar sus quejas, la hija de Leopoldo creyó reconocer, pero demasiado tarde, que al aceptar un trono de la munificencia del emperador de los franceses, había olvidado que tenía la sangre de los Orleans (22).


Agosto, mediados.

El general Ignacio R. Alatorre volvió a empuñar las armas contra el Imperio. Santibáñez en la obra citada, tomo 29, pág. 305, dice:

Entre algunos círculos políticos corre válido el rumor de que dicho general reconoció al Imperio, y esto en mi concepto obedece a ignorancia supina de la Historia Patria, o a la mala fe estudiada y voluntad deliberadamente calumniadora. Después de la falta de caballerosidad del llamado emperador de México, a que antes hice referencia, Alatorre comenzó a sufrir todo el peso de una conducta hipócrita y desleal: fue trasladado a la ex Acordada a fines del mes de abril, donde permaneció rigurosamente incomunicado hasta el 29 de junio de 1866; de allí se le pasó con igual rigorismo a la prisión militar que había en San Cosme, pretextando, para molestarlo, que estaba en pláticas con algunos jefes republicanos. En su nueva prisión se presentó de improviso el capitán de zuavos Piérre, manifestándole a nombre de Maximiliano y en su calidad de secretario del mismo, que la salud pública exigía su expatriación a la Martinica, resolución tomada ya por el archiduque, y que sólo podría revocarse si Alatorre firmaba un documento, en el cual se comprometiera a no hacer armas contra el gobierno imperial. Alatorre solicitó un plazo de cuatro días para resolver acerca del partido que debiera tomar en aquella anómala situación, y previa consulta con personas de intachable patriotismo, formó la resolución de firmar aquel documento, a reserva de obrar en sentido opuesto, tan luego como tuviera libertad de acción. La tarde del 23 de julio de 1866, el capitán Piérre se presentó en la prisión de San Cosme y recabó la firma de Alatorre, el cual fue puesto en absoluta libertad, al día siguiente de firmarse el documento a que me he referido. El archiduque había faltado de una manera cínica a la palabra de honor que había dado al general Alatorre, y por lo mismo había autorizado a éste para quebrantar la suya cuando aquél la exigiera. La caballerosidad tiene sus leyes, pero éstas deben ser recíprocas en su acción: roto el pacto por uno, el otro no tenía obligación de respetarlo, así es que Alatorre, haciendo uso de su libertad y valiéndose de un disfraz, salió de la ciudad de México en los primeros días de agosto del repetido año: los fondos que necesitó para ponerse en camino, le fueron facilitados bondadosamente por el señor licenciado Rafael Martínez de la Torre. El Estado de Veracruz, en donde el fuego patrio no se había extinguido, sintió desde luego la influencia de Alatorre, al presentarse en Cosamaloapan al general Alejandro García.


Agosto 29.

Salida de Carlota de París para Miramar.


Agosto, fines.

Maximiliano formó su Ministerio de la manera siguiente:

Justicia: Teodosio Lares, presidente.
Gobernación: Teófilo Marín, abogado, conservador.
Instrucción Pública y Cultos: Manuel García Aguirre, abogado, conservador.
Fomento: Joaquín de Mier y Terán, conservador.
Hacienda: Friand.
Guerra: D'Osmont.


Septiembre 4.

Acción de Guadalupe (Sonora), ganada por el general Angel Martínez al general Refugio Tánori y sus subalternos el capitán francés Lamberg (que murió en la acción) y el coronel José María Tranquilino Almada, el que había vencido a Antonio Rosales.


Septiembre 5.

Acción de Ures, ganada por Angel Martínez a los mismos y toma de la misma ciudad.


Septiembre 14.

Desocupación de Guaymas por la fuerza francesa, por orden de Bazaine, para comenzar a concentrar sus tropas y principiar la evacuación de México.


Septiembre 16.

Maximiliano pronunció un discurso en la fiesta del Grito de Independencia, en el que dijo: No es en momentos arduos cuando abandona un verdadero Habsburgo su puesto.


Septiembre 16.

Carlota celebró en Miramar la misma fiesta de Independencia con izar en el frontis del castillo el pabellón mexicano, cañonazos, música e iluminaciones del mismo frontis y del jardín en la noche con farolitos venecianos (23).


Septiembre 16.

Carta de Berthelin, del sur de Jalisco, al general Ignacio Gutiérrez, comandante de Guadalajara, en la que le decía: Todo hombre que se trae y que se reconoce que forma parte de las gavillas, es fusilado inmediatamente. Ya he hecho pasar por las armas a 42 de éstos.


Septiembre 18.

Friand y D'Osmont renunciaron sus carteras por apremio de Bazaine, quien les hizo presente que, según la ordenanza militar, sus empleos de ministros eran incompatibles con los que tenían en el ejército francés. Fueron nombrados ministro de Hacienda Joaquín Torres Larrainzar y de Guerra el general Ramón Tavera.


Septiembre 20.

Fuga de Porfirio Díaz. El señor Vigil en México a través de los Siglos, pág. 724, dice:

Por último, el 20 de septiembre en la noche pudo realizar su evasión (Porfirio Díaz), escalando, por medio de una cuerda que le arrojaron sus amigos, la tapia del cuartel en que se hallaba. Al salir dejó caer dos cartas, una dirigida a un oficial francés en que le daba las gracias por su conducta caballerosa, y la otra al conde de Thum, recordando el haberle manifestado su intención de escaparse y desafiándole para el campo de batalla. Una vez en la calle, montó en el caballo que se le tenía prevenido y se alejó precipitadamente de la ciudad con un solo compañero, tomando por veredas extraviadas el sur de Puebla ... Pronto se hizo sentir la presencia de Díaz entre los republicanos.

El general Santibáñez en su obra citada, tomo II, págs. 277 y siguientes, dice:

No estuvo exenta de peligros la salida del general Díaz de su prisión en la Compañía: aislado, sin comunicarse más que con un fiel y leal soldado, el ardiente republicano y ciego partidario suyo Julián Martínez, no tenía quien lo alentara en su empresa, ni le indicara siquiera la manera de ponerse a salvo. Julián Martínez hubiera dado la vida por su general; pero no era capaz de hacerle alguna indicación favorable, porque su rudeza no se lo permitía.

Martínez, sin embargo, fue un ángel tutelar del insigne cautivo: su lealtad a toda prueba, la utilizó el general Díaz para obtener y dar noticias al campo liberal; aquel servidor tan sincero sabía que su vida estaba en peligro, si por desgracia caía en poder de los vigilantes alguno de los papeles de que era conductor, falta que no se le hubiera perdonado, por tratarse del alto personaje a quien prestaba tan valioso auxilio. Martínez, sin embargo, jamás se rehusó a servir de correo en circunstancias tan difíciles.

Mientras la guardia del general Díaz estuvo encomendada al caballeroso Schismandia, el peligro no era tan grave, porque este jefe tuvo al prisionero tales consideraciones, que el referido general, por recíproca caballerosidad, no quiso ponerse en salvo, a fin de no comprometer a un jefe distinguido.

Pero el peligro para Martínez llegó a hacerse gravísimo, cuando el conde de Thum estuvo encargado de la prisión: entonces se registraba al fiel servidor a la entrada y a la salida, se le dirigían preguntas capciosas para ver si se lograba sorprender algún secreto del general: Martínez guardaba una reserva tan absoluta, que el conde de Thum nunca pudo sospechar nada de lo que Martínez sabía: aquel indio noble y generoso era una estatua viviente cuando se le interrogaba, al grado de haber merecido el desprecio del conde, por el aspecto de idiotismo que Martínez sabía dar a su actitud cuando estaba frente a su interrogador: increíble parecía a éste que bajo el burdo vestido de Martínez latiera el corazón de un hombre noble por sus sentimientos, grande por sus servicios.

Martínez no debe vivir ignorado de sus conciudadanos; fue un héroe de origen humildísimo; fue un patriota de colosales proporciones (24).

Sobre la manera de evadirse el general Díaz de su prisión yo no tengo datos, pero para no dejar incompleta esta parte de mi reseña de un suceso tan importante, copio de la Historia Militar del General Porfirio Díaz (Escudero, pág. 91), lo que sigue:

Los que conocen la Compañía de Puebla, donde estaba preso el caudillo republicano, se asombrarán de cómo éste intentó aquella fuga que parecería imposible por la altura de los muros del antiguo convento de los jesuitas y por estar el edificio convertido en cuartel, cubierto con centinelas por todas partes.

«Los preparativos hechos por el prisionero, consistían tan sólo en una cuerda larga y perfectamente enrollada, y un puñal que con mil dificultades pudo proporcionarse. En las sombras de la noche salió de la celda que le servía de calabozo, llevando la cuerda que debía servirle para su evasión; y aprovechando el momento en que el centinela le daba la espalda en una de sus vueltas, se deslizó por la pared del claustro, llegó a una azotehuela, y trepó después de esfuerzos supremos, al techo de una pequeña cocina que allí había. Después, allí lanzó un extremo de la cuerda, logrando al fin engancharla en una pilastra de la bóveda de la iglesia, y ascendió por ella sintiendo el vértigo del vacío; pero llegó al fin a la altura.

Entonces comenzó a arrastrarse por las bóvedas para que no distinguieran su silueta los centinelas apostados en el techo del convento, que quedaba a sus pies. Al fin, por uno de los ángulos de la iglesia que caía a una calle situada a la espalda del templo, se descolgó en el vacío y oscilando y jugando la vida, cayó al fin a una casa, donde pudo salir a la calle.

La evasión estaba realizada sin que el general Díaz hubiera perdido ni por un momento la tranquilidad de su espíritu; y prueba de ello es, que en la punta inferior de la cuerda por donde consumó la fuga, dejó atadas dos cartas, una para el conde Thum reprochándole su mal comportamiento, y otra para Schismandia dándole las gracias por las atenciones que le mereció.


Septiembre 20.

Aprehensión de 16 jefes imperialistas y muerte de Almada. Dice Zamacois en el tomo citado, pág. 552:

Los generales imperialistas don Refugio Tánori y don Domingo Molina, el coronel don José María Tranquilino Almada y otros varios jefes y oficiales, de los que habían sido derrotados en la acción de Guadalupe y que se habían retirado a Guaymas, se embarcaron en una goleta mercante y se dirigieron hacia la Baja California, antes de que entrasen en la población las fuerzas republicanas. Inmediatamente mandó el general republicano don Angel Martínez que saliese en persecución de ellos, en un buque armado de guerra de mayor porte y más ligero, el teniente coronel don Próspero Salazar, con la fuerza necesaria. Siguiendo el rumbo que los fugitivos habían llevado, logró alcanzarles en la tarde del 20 y aprehender a todos. Aunque nadie opuso resistencia y por lo mismo no había necesidad de hacer fuego sobre ellos, el capitán Abato Avilés, en el momento de aprehenderlos disparó un pistoletazo sobre don José María Tranquilino Almada, privándole de la vida.

El general Santibáñez, en el tomo II citado, págs. 217 y siguientes, presenta muchas órdenes del gobierno francés para la reaprehensión de Porfirio Díaz; como ejemplo y en unos Anales bastan las dos siguientes:


Septiembre 21.

Circular.

El prisionero de guerra, jefe de los disidentes, don Porfirio Díaz, huyó esta noche de la prisión. Sírvase V. S. ordenar la más eficaz vigilancia para lograr su reaprehensión.

Puebla, septiembre 21 de 1866.
El general comandante de la 2a. División Territorial Militar.
Thum, general.
A los señores prefectos políticos.

Acatzingo, septiembre 21 de 1866.

El señor secretario de la Prefectura Política del Departamento, por parte telegráfico recibido hoy, me dice lo que copio: El comandante superior ofrece mil pesos por la reaprehensión del general Porfirio Díaz, que se ha fugado hoy de esta ciudad, por lo que, de orden superior, prevengo a usted proceda a la reaprehensión por medio de los agentes de esa oficina; y que lo avise al señor comandante Carrasco, con el mismo objeto.

Y lo transcribo a usted para su conocimiento, y que dé aviso al señor Carrasco, protestándole con tal motivo mi consideración y respeto.

El alcalde municipal: j. de Machorra.


Septiembre 21.

Santibáñez, en el tomo citado, pág. 280, dice: Visoso con 150 caballos y Flon con 200, se movieron por orden directa de Bazaine en persecución del general Díaz.


Septiembre 21.

Santibáñez, en la misma página 280, dice:

Al amanecer del 21 de septiembre, el general Díaz solo, marchaba rápidamente para Coyula, donde lo aguardaba Bernardino García con una fuerza insignificante de catorce hombres ... Al siguiente día, con ese grupo sorprendió y desarmó la guarnición de Tehuitzingo, reunió cuarenta hombres y marchó a Piaxtla, donde derrotó a un escuadrón, que de Acatlán marchaba a su encuentro, quitándole todas sus armas y sus caballos.


Septiembre 25.

Fusilamiento en Cuaymas de los 25 prisioneros hechos en el mismo puerto el día 20, de los que el principal fue Refugio Tánori (25).


Septiembre 27.

Visita oficial de Carlota al Papa, en la que las primeras palabras que le dijo fueron estas: Estoy envenenada, ahí fuera están los que me han envenenado por orden de Napoleón. La visita duró una hora y toda la conversación fue sobre el tema del envenenamiento; el Papa tratando de disuadir suavemente y consolar a la infortunada emperatriz de México, y ella insistiendo en lo mismo.


Septiembre 28.

Dice Zamacois:

Don Joaquín Velázquez de León, embajador de México en Roma, había quedado en cama, algo indispuesto, y habiéndole enviado a llamar cuatro veces la emperatriz, como en todas se le respondiera que estaba en cama, quiso que le llevasen en el lecho a su presencia. Como esto no era posible, quiso saber lo que tenía y dio a entender que lo creía envenenado.


Septiembre 29.

Visita del Papa a Carlota, acompañado por su secretario el cardenal Antonelli. Duró lo mismo que la del día 27 y la conversación fue sobre lo mismo.


Septiembre 30.

Maximiliano recibió la noticia del mal éxito que habían tenido las conferencias entre Carlota y Napoleón III, noticia que le causó una grande inquietud; pero no quiso comunicarla más que a los que formaban su gabinete particular, encargándoles la reserva, porque temió que dicha noticia produjera una gran desmoralización en el partido conservador y aumentara la fuerza moral de los republicanos. Esperó sin embargo, que las conferencias de Carlota con el Papa sobre los asuntos de la Iglesia tendrían un éxito favorable, el cual reanimaría al partido conservador (26).


Octubre 1°.

Santibáñez, en la pág. 280 antes citada, dice: El general Díaz tuvo la gloria el 1° de octubre de 1866, de derrotar completamente a Visoso, haciéndole cuarenta muertos y ciento y tantos prisioneros, quitándole armas y tres mil pesos en efectivo, primer fondo que contaba en sus arcas.


Octubre 1°.

Dice Zamacois:

En la mañana del 1° de octubre, el médico notó en la soberana varias cosas que, unidas a las que habían pasado, le hicieron comprender que su razón no estaba sana; y al ver que se disponía a salir, le impidió como médico que abandonase su habitación. La emperatriz, sin hacer caso de su orden, le cogió de un brazo, y haciéndole a un lado para pasar, marchó al Vaticano con una camarista suya y con un chambelán llamado Datti, que el Papa había puesto a sus órdenes ... Dominada por la aterradora idea de que la querían envenenar por orden de Napoleón, se quedó todo el día en el Vaticano, sin querer separarse del Papa, única persona que le inspiraba completa confianza, comiendo en su mismo plato (27) ... Como la noche se aproximaba, y manifestó la infeliz que deseaba pasarla allí, pues temía que en la fonda la envenenasen, el Santo Padre, para evitar el escándalo que causaría si se condescendía con aquella pretensión, se valió de las palabras más eficaces y persuasivas, haciéndola ver que le convenía volver a la fonda en que habitaba, y diciéndola que su mismo médico (del Papa) le acompañaría. La emperatriz ... manifestó que estaba dispuesta a volver a la fonda ... acompañada del médico de su santidad, si se hacía que saliesen de la fonda sus envenenadores el conde Del Valle, el doctor Boklushlabech, médico de ella, y la señora Kuchachebich, se les juzgaba inmediatamente y se les decapitaba. Se le contestó que todo se haría al pie de la letra, y ella se fue al magnífico hotel en que habitaba; pero a poco rato se volvió a salir con una de sus camaristas, se fue al Vaticano y dijo a monseñor Borromeo, obispo y gran chambelán del Santo Padre, que iba a pasar la noche en el Vaticano junto al Papa.

Dice Zamacois:

Monseñor Borromeo le hizo con suma afabilidad todas las reflexiones que juzgó más oportunas para persuadirla, sin exaltarla, de la imposibilidad de acceder a sus peticiones, ofreciéndole darle una habitación debajo de la del Santo Padre, donde tendría toda la seguridad y comodidades que le correspondían. Después de una ligera discusión en que monseñor Borromeo usó de frases las más dulces y persuasivas, la emperatriz consintió en admitir la habitación que se le ofrecía. Monseñor Borromeo se dirigió a dar las órdenes necesarias para el arreglo de la pieza de la emperatriz y otra contigua para la camarista. La demente soberana salió tras él, y ordenó que se le enseñaran las habitaciones que se le destinaban. Inmediatamente se accedió a su deseo. La emperatriz la vio y dijo a monseñor Borromeo que saliese. En el momento que éste obedeció, la emperatriz se encerró por dentro, sin dar tiempo a que llevasen una cama. La camarista quedó en la pieza contigua.


Octubre 2.

Dice Zamacois:

A las seis de la mañana del siguiente día, salió la desgraciada emperatriz del cuarto en que se había encerrado, despertó a su camarista, que no llegó a desnudarse para poder acudir inmediatamente si la llamaba su señora, y subió a la capilla del Papa, donde esperó que diesen las siete, hora en que dice misa Su Santidad. En cuanto terminó la misa, el chambelán Datti, obsequiando los deseos de la emperatriz, la condujo a la cúpula de San Pedro, al museo del Vaticano y a todos los sitios que la egregia demente manifestó voluntad de ver.


Octubre 3.

Acción de Miahuatlán. Tuvo lugar cerca de esta villa del Estado de Oaxaca, y fue ganada por Porfirio Díaz y sus subalternos el general Ramos y el coronel Manuel González, con 700 hombres, al general Oronoz y su subalterno el coronel francés Testard, a la cabeza de cosa de 3,000 hombres, de los que la mayoría era de mexicanos y la minoría era de franceses y húngaros. Bancroft en su Vida de Porfirio Díaz, cap. 18, dice:

Sólo la caballería se escapó con poca pérdida bajo Oronoz, dejando la artillería y los bagajes para realizar el triunfo del vencedor. Entre los muertos había 40 franceses, incluso su coronel, y los prisioneros comprendían 18 oficiales franceses y 22 (oficiales) mexicanos, de los cuales los últimos, bajo el edicto estricto de Juárez, debían expiar con sus vidas el error de haber sido traidores a su patria; pero se hizo efectivo sólo en los desertores que se habían pasado a Bazaine durante el sitio de Oaxaca. Este día era el aniversario del decreto sangriento de Maximiliano, y tal fue la represalia con que lo celebraron los patriotas del sur. Ofrenda vengadora al espíritu de Arteaga. Dedicáronse algunos días a la reorganización de las fuerzas, en las que se incorporó la mayor parte de la oficialidad y tropa hecha prisionera.



NOTAS

(1) Arrangoiz, tomo citado, pág. 71.

(2) Id., íd., pág. 72.

(3) Arrangoiz, tomo citado, pág. 72.

(4) Masseras, en la obra citada, dice: Cuando M. Saillard se embarcó para México, en lugar de un auto compulsorio y de instrucciones perentorias, no llevaba más que una carta autógrafa de Napoleón III, que contenía algunas observaciones amistosas, recordando a Maximiliano que no podía contar indefinidamente con el apoyo militar y hacendario de Francia, y haciéndole comprender que debía prepararse a gobernar por sí solo.

(5) Zamacois, tomo citado, págs. 369 y 370.

(6) Zamacois, tomo citado, pág. 389, dice:

Uno de los que no creían que fuesen sinceros los sentimientos de respeto de parte del emperador hacia la Santa Sede en lo relativo a las cuestiones cuya resolución se esperaba, era don Miguel Hidalgo, y pronto vio robustecida su idea por las palabras de una persona respetable. Después de haber hecho la renuncia de la legación de México en París, de no haber querido admitir el cargo de celebrar un tratado de comercio y navegación con el ministro de Francia, y de haberse negado a aceptar el nombramiento de consejero de Estado, se embarcó en Veracruz para volver a Europa. En el mismo vapor en que marchaba don José Manuel Hidalgo, iba también fray Tomás Gómez, religioso franciscano que había dado lecciones de español a Maximiliano en Miramar, y que por repetidas instancias de éste marchó a México en calidad de capellán de la emperatriz. Este respetable religioso, lamentándose con don José Hidalgo en una de las conversaciones que tuvo con él durante la navegación, de lo que había visto en palacio y de las chanzas que con respecto a los asuntos de la religión usaba Maximiliano, le dijo: Que el emperador y la emperatriz se habían vuelto locos en México, o habían representado una comedia en Miramar. Lo segundo es cierto.

El llamarse a don José Manuel Hidalgo unas veces, don Miguel otras, y don José Hidalgo, son lapsus linguae de Zamacois y no míos.

Arrangoiz en el tomo citado, pág. 84, dice: Vino a Europa en el mismo vapor que Hidalgo, fray Tomás Gómez, el religioso franciscano que he citado en la pág. 205 del tomo III: había dado lecciones de español a Maximiliano, por cuyas repetidas instancias fue a México de capellán de la emperatriz, y en la navegación dijo a Hidalgo que en un momento de mal humor le había dicho esta señora: que en Europa les esperaba una corona mejor; y lamentándose de lo que había visto en el palacio imperial y de las bromas de Maximiliano sobre la religión, añadió el padre Gómez: Aquellos señores se han vuelto locos en México o representaron una comedia en Miramar. También, en una comida, dijo la emperatriz al mariscal Bazaine que, no habían ido SS. MM. a México para estarse allí eternamente; que el sufragio universal les daría otra corona mejor.

(7) Por lo visto, el Imperio no se apoyaba a la sazón más que en velas de la Candelaria.

(8) Santibáñez, Reseña citada, tomo II, pág. 369.

(9) México a través de los Siglos, tomo citado, pág. 755.

(10) Almonte no volvió a México. De esta manera huía del Imperio uno de sus fundadores. Tampoco volvió Eloin.

(11) Grandísimo respeto a la Constitución de 1857.

(12) México a través de los Siglos, tomo citado, págs. 757 y siguientes.

(13) César Cantú en su obra: Los últimos treinta años, párrafo 3, retratando el carácter de Napoleón III, dice: Poseía el arte de la palabra, y sabía servirse de frases que, pareciendo precisas, mientras que no eran sino vagas ... Mientras que prodigaba y alucinaba con promesas a los que se veían amenazados, daba al mismo tiempo no menores seguridades a los que amenazaban ... El César es esencialmente personal y se aviene muy mal con personas independientes, como lo son generalmente los hombres superiores; por eso prefiere y se rodea más bien de intrigantes y de gentes malignas; de gentes que le son adictas incondicionalmente, y no deja hablar más que a aquellos que aprueban y consienten. El estimaba a los hombres honrados, pero los tenía siempre alejados a cierta distancia. Sabía sacar provecho de los de diversas condiciones, y conocía el precio y la tarifa de cada uno de ellos. A pesar de cierto abandono y de la expansión que aparentaba en sus conversaciones íntimas o familiares, se decía que, cuando hablaba, mentía, y cuando estaba callado conspiraba; y realmente siempre estuvo conspirando lo mismo después de su elevación que después de su caída. Aparentaba querer ir a la derecha, cuando su intención era marchar hacia la izquierda; hacía ver que le habían sido arrancadas las resoluciones que él había adoptado ya en su mente, y las concesiones que tenía predispuestas. No guardando consecuencia en su modo de obrar, sino haciéndolo por medio de rasgos instantáneos, de golpes teatrales, irreflexivos, tomaba las resoluciones más inesperadas, salvo el cambiar después enteramente de idea para marchar por vías intermedias, según y conforme debían demostrarlo sus contradicciones. Audaz y flemático al mismo tiempo, resuelto a adoptar ciertas cosas aun cuando fuesen puramente simples utopías, vacilante en los medios, sabía refrenarse y esperar largo tiempo, pero estando siempre alerta; cuando descubría el precipicio, retrocedía, saltaba por encima de dificultades gravísimas.

El carácter de Napoleón III y el carácter de Maximiliano (que había nacido y se había educado en una corte), hacen recordar una gran palabra de Bossuet. Predicaba el sermón del Beso de Judas a la iglesia del palacio de Versalles, delante de Luis XIV y de toda su corte: con pincel maestro trazó el cuadro de la traición de Judas, refiriendo la soberbia, la ambición de altos empleos y honores, la avaricia o amor desenfrenado al dinero, los odios, las envidias, las intrigas, las mentiras, las calumnias, los cohechos, las venganzas, las hipocresías y las traiciones que tuvieron lugar en Jerusalén el día de la traición de Judas y en los días anteriores, y concluyó con este arranque valiente y sublime: ¡Oh, corte, mira aquí tu retrato!

(14) El Heraldo de Guadalajara, número del 12 de abril de 1894, artículo muy interesante de Edmundo Ruiz, que en 1866 militó en Michoacán a las órdenes de Riva Palacio.

(15) Biografía de Agustín Zires, publicada por El Tiempo.

(16) En el mismo buque me embarqué yo en Veracruz para San Nazario, el día 13 de enero de 1867. En el mismo buque iban el doctor Rafael Lucio con su esposa la señora Isidora Ortega (vive) e hijos, el señor ex ministro Pedro Escudero y Echánove (vive) con su esposa la señora Catarina Pérez Gallardo e hijos, mi prima la señora Refugio Sanromán viuda de Cortina (vive) y familia, el señor José Amor y Escandón con su esposa la señora Elena Vivanco y su hermana política la señorita Amalia Vivanco, y el presbítero licenciado Andrés Davis, el doctor Lázaro Ortega (vive), una sección de tropas francesas compuesta de 700 hombres y otros muchos pasajeros. Los señores Lucio y Ortega y otros pasajeros viajaban por paseo e instrucción. Yo no fui en el Imperio ni mono ni carta blanca, e hice mi viaje por lo que deseaba desde mi primera juventud: en 1861 había llegado hasta Veracruz y no podía embarcarme por haberme enfermado gravemente. Aunque el padre Coloma en sus Pequeñeces dice; El hombre se conoce por la corbata, yo no hice mi viaje por tomar mejores helados ni por vestir una corbata elegante, ni aun por procurar una manda de monseñor, sino por adquirir las grandes utilidades que resultan de un viaje a Europa; aumentar un poco mi corto caudal científico, adquirir mayor conocimiento de los hombres y de las cosas, rectificar las ideas y espaciar el espíritu en horizontes más extensos que el horizonte de Lagos en que me había criado. Por lo mismo hice mi viaje sin dificultad y volví a Lagos sin dificultad.

(17) El Heraldo de Guadalajara, artículo de Edmundo Ruiz, poco antes citado.

(18) Los nombramientos de los franceses Friand y D'Osmont para los ministerios más importantes, fueron desaprobados por todos los mexicanos imperialistas. Maximiliano hizo estos nombramientos por granjear a Napoleón. También fue de la desaprobación general el nombramiento del padre Fischer, que era alemán, luterano convertido al catolicismo, que no había tenido en el clero mexicano más empleo que el insignificante de ministro de cura del Sagrario de Durango, que en el mismo año de 1866 había sido nombrado por Maximiliano embajador en Roma con instrucciones muy secretas sobre los asuntos de la Iglesia, y que, como digo, acababa de llegar de la Ciudad Eterna sin haber conseguido nada. Dichas instrucciones, según se sospecha, se referían entre otras personas al señor arzobispo Labastida y deben ser muy interesantes; pero nada se sabe de ellas, porque aunque el padre Fischer al morir las dejó consignadas en sus Memorias, dejó ordenado en su testamento que dicho documento o libro no se publicara hasta que transcurrieran diez años después de su muerte.

(19) La verdadera explicación de la situación militar y política que guardaba el Imperio en la vasta nación mexicana y que deploraban Maximiliano, Carlota y los demás que formaban a la sazón el gobierno de México, la había dado el general Leonardo Márquez, en su carta de 18 de diciembre de 1861, que he presentado en estos Anales. Le escribió de la Habana el doctor Miranda instándole para que pusiera su espada al servicio de la intervención francesa, y él no se resolvió por entonces conociendo la imposibilidad de una dominación extranjera, y le contestó al doctor Miranda: Como usted sabe, se puede encender el amor patrio, estimular el orgullo nacional y convertir en guerra de conquista lo que no es más que una intervención amistosa, en cuyo caso, señor, usted comprenderá fácilmente que nos perdemos y perdemos a la nación en lugar de salvarnos todos; porque, créame usted, señor doctor, que lo que es posible conseguir con la razón, es imposible alcanzarlo por la fuerza, por muchas que sean las tropas de que puedan disponer las naciones de Europa. Usted conoce nuestra extensión territorial y sabe usted bien lo acostumbrado que están nuestros paisanos a la guerra de guerrillas que sería interminable.

(20) El zenzontle canta porque se lo aconseja el ruiseñor, y la rana se echa al agua porque se lo aconseja el pato. Era una verdad que el espíritu dominante en todos los territorios (Estados) de la nación mexicana en 1866, es decir, hace ya 31 años, era el de las ideas liberales, era una verdad que las ideas de Bazaine y de los demás jefes franceses eran las liberales radicales; pero Maximiliano no necesitaba de que Bazaine ni nadie le aconsejara estas ideas, pues eran las mismas suyas y su esposa era más roja que él.

(21) ¿Y quién desterró a Miramón? ¿Quién desterró a Márquez? ¿Quiénes desechaban el auxilio de los principales jefes mexicanos, llamándoles cangrejos? ¿Quién, sino Maximiliano, fue el que alejó a los principales jefes mexicanos hasta Berlín y hasta Jerusalén, para impedir la organización de un ejército mexicano, por temor de que dichos jefes, profesando los principios conservadores, le hiciesen la guerra por su ley de tolerancia de cultos, por su ley de nacionalización de bienes eclesiásticos y demás leyes liberales radicales?

Desde el principio del mundo hasta hoy, el hombre siempre ha sido el mismo. Adán trató de disculparse echando la culpa a Eva y Eva trató de disculparse diciendo: La serpiente me engañó. En el Segundo Imperio, a lo último del drama, los que lo habían promovido y representado en él se echaron la culpa los unos a los otros. Arrangoiz, Gutiérrez de Estrada, Hidalgo y demás conservadores, dijeron que Maximiliano los había engañado, y Maximiliano en sus cartas a Jesús Terán, al barón de Pont y en otros documentos, decía que los conservadores lo habían engañado a él; y fray Tomás Gómez dijo que Maximiliano y Carlota habían hecho Una comedia, y Maximiliano y Carlota echaron la culpa a Bazaine, y Bazaine a Eloin, y Eloin a Napoleón III.

(22) Alusión a la rivalidad antigua y profunda enemistad entre la dinastía de Orleans y la dinastía napoleónica, que había derribado a aquélla, por lo que la reina Amalia, viuda de Felipe de Orleans, desde un principio se había opuesto a que sus nietos aceptaran una corona dé las manos de Napoleón. Zamacois en la pág. 531 dice: Hay motivos para creer que desde la última de esas conferencias, verificada en el palacio de Saint-Cloud, que fue larga y violenta, empezó a grabarse en la viva imaginación de la joven emperatriz Carlota una idea que debía hacerla perder la razón, juntamente con sus esperanzas.

Arrangoiz en su Historia, dice que según su experiencia y la de todos los que habían tratado de cerca a Carlota, esta señora toda su vida había tenido ideas raras y grandes caprichos; pero desde que a últimos de junio de 1866 había recibido la noticia de la pronta retirada del ejército francés de México, su carácter se había ido acentuando cada día más. Los insomnios durante tres meses fueron la causa principal de la catástrofe del 27 de septiembre.

(23) En su camino de Francia a Miramar, por Milán, Venecia y Padua, un día dio y tomó en que un italiano que tocaba un organillo era el general mexicano Paulino Lamadrid, y aunque los señores que la acompañaban (conteniendo la risa) le dijeron que no era así, ella no se convenció.

(24) El señor Santibáñez presenta el retrato de Julián MartÍnez, Justus honos, y su narración es muy interesante, entre otros capítulos, porque retrata el carácter de la raza india.

(25) Zamacois dice:

Don Refugio Tánori murió con la serenidad y valor que había demostrado en los campos de batalla. Era indio de raza pura, de extraordinario valor y ardientemente adicto a la causa imperialista. Jefe de los indios ópatas, se había hecho a la cabeza de ellos contra los republicanos, y su fidelidad hacia el gobierno imperial fue no menos inquebrantable que la del general don Tomás Mejía. No obstante ser un hombre sumamente serio y escaso de palabras, al llegar al sitio de la ejecución dirigió al público la palabra, diciendo con voz fuerté y animada: Voy a morir por defender la causa del Imperio, que engendra la regeneración social de mi patria, su Independencia, su honor. Muero, pues, satisfecho, por haber cumplido con mis deberes de mexicano. ¡Viva el emperador!; la descarga ahogó la voz de Tánori y su cuerpo cayó en tierra sin vida.

Con la posesión del puerto de Guaymas, los republicanos quedaron sin contrarios a quienes combatir en Sonora, a excepción de algunas partidas de indios yaquis que, habiendo quedado sin elementos de guerra, tendrían que sucumbir fácilmente. Muchos de los súbditos franceses que se habían establecido en diversas poblaciones de Sonora por la riqueza de aquella tierra y con esperanza de anexión, perecieron; otros lograron salvarse después de mil peligros y penalidades.

El periódico francés L'Estafette, que se publicaba en la capital de México, decía:

Algunos franceses que pudieron escaparse de la matanza de Sonora, empiezan a llegar a esta capital. Son pocos, porque los que no perecieron se refugiaron en San Francisco, en la Baja California y en Tepic. Los dos eclesiásticos franceses que se habían establecido en Sonora, el señor Delmes y el señor Delvaux, pudieron salvarse; el primero tuvo tiempo de llegar a Guaymas, donde se embarcó para San Francisco; el segundo logró evadirse de Ures durante la matanza; casi desnudo anduvo a pie sesenta leguas caminando día y noche, evitando los puntos habitados, y privado de todo alimento; llegó a Guaymas en un estado lastimoso y se embarcó en un transporte. Algunos de nuestros compatriotas se encuentran en una situación más deplorable todavía: de este número es la señora viuda Monik, que ha llegado últimamente a México en el convoy de carros en que han venido los franceses. La señora Monik vivía en Hermosillo, donde vio degollar a su marido y a uno de sus hijos: arruinada, herida en sus más caras afecciones, perseguida por la imagen aterradora de la sangrienta escena que pasó a su vista y en la cual se escapó milagrosamente de morir, esta pobre mujer se encuentra en estado de compasión.

(26) Es indudable que las conferencias del Santo Padre con Carlota habrían tenido un éxito favorable hallándose Maximiliano, como estaba, dispuesto a derogar las leyes sobre los bienes del clero y demás llamadas de Reforma; pero también es seguro que los republicanos, que ya a aquella fecha eran poderosos y ocupaban una gran parte de la nación mexicana, no habrían cesado en su guerra universal y en sus avances hasta dar fin al Imperio: máxime retirándose del país las fuerzas francesas.

Los republicanos estaban poseídos del furor de la guerra y parecían escuchar esta palabra de Emilio Zolá: La guerra es inevitable ... La guerra es la vida misma. Nada existe en la naturaleza, nada nace, nada crece, nada se multiplica que no sea por medio de un combate. Para que el mundo viva es necesario comer y ser comido.

Este pensamiento alude al fenómeno evolutivo que se observa en toda la naturaleza, que para que vivan unos seres se necesita la destrucción de otros: para que viva la araña se necesita la muerte del mosquito; para que viva el gato se necesita la muerte del ratón; para que vivan unas aves se necesita la muerte de otras; los microbios no viven sino comiéndose a los más pequeños, para que viva el hombre se necesita la muerte de muchos cuadrúpedos, aves y peces. Un cementerio está cubierto por un bosque de naranjos, cuyas sabrosas pomas vienen de las partículas desprendidas de los cadáveres, cuya vida viene de la muerte, y las pomas se destruyen a su vez en nuestro estómago para damos la vida. Morimos: nuestra alma se va a una región inmortal y nuestro cuerpo se convierte en gases, los gases en nubes, las nubes en agua que fertiliza la tierra, el agua y la tierra en espigas, las espigas en alimentos humanos, los alimentos humanos en gérmenes de nuevos hombres, etc., etc.

Newton fue el resultado de muchas patatas y Juárez de muchos jaltomates. Pero recojamos velas porque de lo contrario, hay peligro de que una fecha cronológica se convierta en una disertación.

Concluye Zolá: Una nación desde el momento en que se desarma, muere. Empero, necesidades imperiosas, absolutas, son las únicas que pueden arrojar a una nación sobre otra.

(27) Todo Papa come solo y la historia de la Iglesia no recuerda un caso semejante. Carlota comía con tenedor y cuchillo.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1865ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1866 - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha