Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1866 - Segunda parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1867 - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha

ANALES DEL SEGUNDO IMPERIO

1867

PRIMERA PARTE

Agustín Rivera


Enero, principios.

Juárez estableció su gobierno en Durango (1).


Enero, principios.

Castelnau recibió un despacho de Napoleón, en el que le decía: Embarcad la legión extranjera, y a todos los franceses, soldados y paisanos que quieran hacerlo, y a las legiones austriaca y belga si lo piden.


Enero 5.

Llegó Maximiliano a La Teja, hacienda de campo situada en los alrededores de México, adonde fueron a cumplimentarlo el señor arzobispo Labastida, los ex ministros José Fernando Ramírez y Pedro de Escudero y Echánove y otros muchos personajes. En el mismo acto Ramírez y Escudero se despidieron del emperador, porque estaban en víspera de partir de México a Europa, y el doctor Basch, testigo ocular, añade que Ramírez lloró.


Enero 7.

Entrevista de Maximiliano y Bazaine en La Teja. El señor Vigil, en el tomo citado, pág. 805, dice:

Preguntado Bazaine (por Maximiliano), según cuenta Kératry, sobre la situación y el porvenir de la monarquía, respondió que después del llamamiento de la legión extranjera (por Napoleón), que quitaba (a Maximiliano) toda esperanza de retirada en caso de un revés, sólo había que correr peligros sin gloria. Desde el día en que los Estados Unidos, añadió, han opuesto altamente su veto al sistema imperial, la existencia del trono es efímera, aun cuando hubiese obtenido V. M. cien mil franceses; y aun suponiendo la neutralidad americana durante la intervención, no era viable. La combinación federal era el único sistema que había que ensayar enfrente de la Unión. la cual sin duda habría accedido si el sur hubiese sido reconocido a tiempo por la Francia. Hoy mi opinión es que V. M. se retire espontáneamente". En el momento de separarse (Bazaine ), Maximiliano respondió al mariscal: Tengo en usted la mayor confianza; usted es mi verdadero amigo, y le suplico que asista a una junta que voy a convocar para el lunes 14 de enero en el palacio de México. Allí estaré presente, y usted repetirá lo que piensa. Si la mayoría es de su opinión, partiré. Si quieren que me quede, asunto concluido, me quedaré; porque no quiero parecerme al soldado que tira el fusil para huir más pronto del campo de batalla (2).


Enero 9.

Nueva prisión de González Ortega. El comandante norteamericano de Brazos de Santiago, poco tiempo después de haber arrestado a González Ortega, lo puso en libertad; él se fue a Zacatecas y publicó allí un manifiesto en el que dijo lo mismo que había dicho en el de New York, a saber, que él era el verdadero Presidente de la República, por lo que el general Auza lo puso preso el día 9 por orden de Juárez.


Enero 13.

Se embarcó en Veracruz la primera sección de tropas francesas, compuesta de 700 hombres.


Enero 14.

Junta de 35 notables que decidió de la suerte de Maximiliano. Fueron los siguientes:

Teodosio Lares, Presidente.
Bazaine.
José María Lacunza.
Teófilo Marín.
Pereda.
Señor arzobispo Labastida.
Señor obispo Barajas.
Agustín Fischer.
General Leonardo Márquez.
General Santiago Vidaurri.
Luis Robles Pezuela.
Mier y Terán.
Tomás Murphy.
Manuel García Aguirre.
Sánchez Navarro.
Jesús López Portillo.
Manuel Orozco y Berra.
Campos.
Almazán.
Cordero.
General Pánfilo Galindo.
Bonifacio Gutiérrez.
Urbano Fonseca.
Alejandro Arango y Escandón.
José María Cortés Esparza.
Hernández.
Hidalgo y Terán.
Iribarren.
Linares.
Manuel Lizardi.
Méndez.
Víctor Pérez.
General Portilla.
Sarabia.
Villalva.

Maximiliano, cambiando de modo de pensar, no asistió a la junta. Los principales que hablaron en ella y lo principal que dijeron, lo publicó al día siguiente el periódico La Nueva Era, redactado por Masseras, de donde lo copiaron los historiadores Vigil y Zamacois, y fue lo siguiente:

Lares dijo: En las actuales circunstancias del país, y en vista de los datos presentados por los ministros de Guerra y Hacienda, ¿puede y debe el gobierno imperial emprender la pacificación?

Márquez leyó un discurso en el que dijo: Verdad es que los disidentes ocupan puntos de notable importancia y que la guerra continuará llena de vicisitudes; pero ciudades que hoy se encuentran en poder de ellos, se declararán bien pronto, si encuentran apoyo, como se declararon anteriormente, imperialistas.

Murphy dijo: Considero que las fuerzas disidentes no son sino un conjunto de bandas de ladrones.

Marín dijo: Si la salud pública lo exigiera, votaría por que se propusiera un acomodamiento a los republicanos; pero como afortunadamente el país todo se muestra resuelto en favor del Imperio, creo que el gobierno debe llevar adelante la guerra hasta obtener la completa pacificación.

García Aguirre dijo: Creo igualmente que debe llevarse adelante la guerra a todo trance. Si faltan soldados, puede hacerse uso de la recluta forzada (3); si falta dinero, que se tome de donde lo haya (4).

Bazaine leyó un discurso en francés (que no entendieron algunos de la junta), en el que dijo: ¿Qué se ganaría con hacer esfuerzos militares y grandes gastos para volver a conquistar el territorio perdido? ¡Nada! ... En resumen, me parece imposible que S. M. pueda continuar gobernando el país en condiciones normales y honrosas para su soberanía, sin descender a la categoría de un jefe de banda, y es preferible para su gloria y su defensa que S. M. haga entrega del poder a la nación.

Arango y Escandón leyó un discurso, en el que dijo: Señores: Los que en un día rico en esperanzas, concurrimos a la erección del trono imperial de México; los que en Orizaba aconsejamos a S. M. no abandonase el poder, mientras la nación, pero la verdadera nación, no le retira ese poder (5); los que hemos creído y alimentamos aún la convicción firmísima de que las instituciones monárquicas son una defensa para nuestra cada vez más amenazada nacionalidad, no podemos hoy aprobar el pensamiento de abdicación ... En el siglo XVI, el Papa Paulo IV declaró la guerra a Felipe II. Trataba de hacer valer ciertos derechos en el reino de Nápoles, en posesión del cual estaba el rey católico, a quien no era en verdad fácil hacer prescindir de ninguna de sus adquisiciones. El Papa se buscó auxiliares y los halló en Francia. La cuestión interesaba vivamente, como saben todos, a esta nación, y su rey Enrique II, comprendiéndolo así, envió a Italia buen golpe de gente. Mandábala el duque de Guisa, noble, entendido, valiente capitán; y además de esto, señor mariscal (encarándose con Bazaine), muy católico (6). Pero el duque de Alba, que valía tanto al menos como el general Sherman, mandaba los tercios españoles, que valían algo más que los filibusteros que han ocupado a Matamoros. La suerte fue adversa a los aliados del Pontífice; el duque de Alba, de victoria en victoria, llegó a plantar sus reales a las puertas de Roma. Las cosas entre tanto se habían complicado en el norte de Francia, y Enrique II ordenó al duque de Guisa, que abandonando al Pontífice, viniese presto en su propio auxilio. El duque comunicó la noticia al Papa, y se dispuso a ejecutar la orden ... En aquellos terribles momentos Paulo IV, tomando consejo de su ira, que nadie negará fuese justísima, dirigió al general francés estas memorables palabras, que yo, en nombre del monarca ofendido de México, en nombre de esta nación que, como Paulo IV, no tiene tampoco más culpa que la de haber fiado demasiado en el extranjero, me creo autorizado a repetir ahora a V. E. (a Bazaine): Idos: nada importa. Habéis hecho muy poco por vuestro soberano; menos aún por la Iglesia; nada, absolutamente nada por vuestra honra.

Bazaine contestó: El orador se ha entregado a digresiones inútiles y no ha expresado voto alguno.

El señor Labastida dijo: A parte de que mi ministerio no me llama a resolver cuestiones de este género, no me hallo en actitud de verificar los datos exhibidos por los ministerios de Guerra y Hacienda.

El señor Barajas dijo: Al recibir la invitación de asistir a la junta, creí que se trataba de alguna cuestión relativa a la Iglesia; me declaro incompetente y sólo añadiré, que el cuadro que se acaba de trazar de las fuerzas disidentes es inexacto; yo conozco a jefes que son personas honorables y gozan de estimación (7).

Iribarren, comisario imperial de Sonora y Sinaloa, dijo: Si he abandonado a Mazatlán y los departamentos que me están confiados, es porque creí que el emperador había abdicado, y considero fácil recobrar toda aquella región.

Sarabia, comisario imperial de Durango, dijo: El emperador debe abdicar en atención a que el orden actual de cosas no puede sostenerse.

Robles Pezuela dijo: En el ejercicio de mis funciones, como comisario imperial de Guanajuato, he observado que las rentas, lejos de aumentar, disminuían de una manera sensible. En presencia de este estado de cosas, no creo que el Imperio se pueda sostener.

Cortés Esparza dijo:: ¿Qué documentos hay para verificar la exactitud de los guarismos presentados? ¿Existen realmente los once (millones de pesos) de que se habla? ¿No hay ilusión en esto? Los veinte mil hombres con que el ministerio de Guerra cree poder contar, ¿son soldados o simplemente hombres armados? ¿Existen efectivamente en tal número? ¿Quién de los presentes puede responder con certeza sí o no a estas preguntas? El emperador y sus ministros son los únicos en aptitud de tomar una resolución con perfecto conocimiento de causa. De algún tiempo atrás creo oportuna la retirada del emperador. En este sentido me expresé en la conferencia de Orizaba, y de entonces acá, lejos de cambiar de opinión, me he confirmado en ella. Se dice que el país está acostumbrado a la situación en que hoy se halla. Esto es cierto; pero cuando me adherí al Imperio, precisamente lo hice porque creí adherirme a un orden de cosas cuya estabilidad traería consigo la paz y la prosperidad nacionales. Esta esperanza no se ha realizado, y quedan pocas probabilidades dé que se realice en lo sucesivo. Reitero, pues, el voto que emití en Orizaba.

Cordero dijo: Creo, que llevando adelante la guerra, el emperador corre riesgo de descender a la condición de jefe de partido. Creo, además, que el Imperio, en razón de su novedad, cuenta pocos partidarios propios. Voto, pues, en favor de la abdicación.

Villalba leyó un discurso lleno de vehemencia contra los republicanos, y terminó diciendo: El emperador ha prometido no abandonar a los mexicanos, y le conjuro a que cumpla su promesa.

Víctor Pérez dijo: Quiero que el emperador conozca la verdad toda e insisto en que se le diga: Opino en favor de la abdicación.

Fonseca dijo: Estoy por la conservación del Imperio; mas considero poco conveniente que esta cuestión sea cada mes vuelta a discutir.

Fischer dijo : Voto en favor de la guerra de pacificación.

Procedióse a recoger los votos nominales: 26 votaron por la no abdicación; 7, que fueron Bazaine, Robles Pezuela, López Portillo, Cortés Esparza, Cordero, Pérez y Sarabia votaron por la abdicación, y los señores Labastida y Barajas salvaron su voto. Maximiliano, viéndose conjurado, aceptó la resolución de la junta.


Enero 14.

Entrada del general Ramón Corona en Guadalajara con sus fuerzas.


Enero, mediados.

Ocupación de la ciudad de San Luis Potosí por Mariano Escobedo con su poderoso ejército.


Enero 16.

Comenzó a ser gobernador de Jalisco Antonio Gómez Cuervo.


Enero 21.

Entrada de Maximiliano en México.


Enero 22.

Juárez estableció su gobierno en Zacatecas. Por orden de Juárez, González Ortega fue conducido a Monterrey y puesto preso en la ciudadela, pasando por San Luis Potosí y el Saltillo.


Enero 25.

El general Mejía, conociendo que con la poca tropa que tenía no podía defender a San Luis Potosí, desocupó esta ciudad y se fue a Querétaro. Este fue el primer jefe imperialista que se refugió en Querétaro, y que indicó a todos los demás el camino de la misma ciudad.


Enero 26.

Ocupación de San Luis Potosí por el general Jerónimo Treviño.


Enero 26 a la madrugada.

Acción del Sauz (hacienda situada entre León y Silao) ganada por el general Florencio Antillón y su segundo el coronel José Rincón Gallardo al general Feliciano Liceaga. Dice Zamacois: Las tropas de Liceaga se vieron completamente derrotadas y llegaron a Guanajuato en el mayor desorden, dejando en el sitio de la acción un número crecido de muertos y de heridos, en poder de los vencedores muchas armas y prisioneros.


Enero 26, en la tarde.

Acción de Guanajuato ganada por Antillón y Rincón Gallardo a Liceaga, quien con poca tropa huyó a Querétaro.


Enero 27.

Bazaine, contestando a una carta de Lares, dijo: Por esto, señor ministro y por descubrir la carta de V. E. un sentimiento de desconfianza, basado en apreciaciones calumniosas que lastiman nuestra lealtad, participo a V. E. que, en lo sucesivo, no quiero tener relaciones con ese Ministerio.


Enero 27.

Toma de Zacatecas por Miramón. Zamacois, en el tomo citado, págs. 933 y 934, dice:

El general don Miguel Miramón, arengó a la desanimada tropa del general Gutiérrez, reanimó el espíritu del soldado, organizó con admirable prontitud una división de mil quinientos hombres de infantería y caballería, así como una batería de campaña y otra de montaña, se puso al frente de ella, y con la rapidez y talento militar que le distinguían, salió de León el 20 de enero, y se dirigió atrevidamente sobre Zacatecas ... en la cual había una guarnición bastante respetable. Entre las tropas que formaban las fuerzas de don Miguel Miramón, iba una sección de los gendarmes imperiales de Guadalajara, compuesta de trescientos hombres de a pie y de a caballo, y de los cuales algo más de la mitad eran soldados cumplidos franceses, que habían querido entrar al servicio del Imperio, y el resto mexicano ... Se presentó repentinamente el 27 de enero delante de la ciudad, la atacó vigorosamente, y tras muy pocas horas de combate, se apoderó de la población, quitando a sus contrarios la mayor parte de su artillería. Don Benito Juárez logró salvarse de caer prisionero, merced a la velocidad del carruaje en que emprendió la fuga. Los imperialistas siguieron el alcance de sus contrarios por espacio de tres leguas, cogiendo muchos prisioneros; pero no al personaje que deseaban (8).


Enero 28.

Carta de Bazaine a Maximiliano, en la que quiso hacer una distinción entre éste y sus ministros, para calmar la irritación que consideró le había producido su carta a Lares. Algunas horas después dirigió el padre Fischer al mariscal, esta contestación:

Señor mariscal: S. M. el emperador me ordena que devuelva luego a V. E. la carta adjunta, no pudiendo admitir que hable de sus ministros en los términos en que está concebida. A menos que V. E. juzgue oportuno dar una satisfacción sobre estos términos, S. M. me ordena hacer saber a V. E., que en estas condiciones no quiere ya tener en lo sucesivo ninguna relación directa con V. E. Tengo la honra, etc.

Al recibir esta misiva, dice Masseras, el mariscal arrojó fuego y llamas ... Habíase pronunciado la última palabra de la intervención francesa en México.


Febrero 1°.

Desocupación de Zacatecas por Miramón y vuelta de Juárez con sus ministros a la misma ciudad.


Febrero 1°.

Batalla de San Jacinto, ganada por el general Escobedo y sus subalternos el general Treviño y los coroneles Pedro Martínez y Francisco O. Arce, a Miramón. Zamacois, dice:

La batalla de San Jacinto, que así se denomina la acción que dejo referida, por haberse dado cerca de la hacienda de aquel nombre, fue una de las más brillantes para las armas republicanas. La derrota de la división imperialista fue completa, pues dejó en poder de los vencedores armas, municiones, trenes, dinero y equipajes. Respecto a las pérdidas de gente, tuvo cien muertos, número mayor de heridos y cerca de quinientos prisioneros, contándose entre estos últimos cientro treinta y nueve franceses de la sección llamada Gendarmes de la Emperatriz (9) El hermano (Joaquín) del general Miramón que, gravemente herido de un pie se retiraba en una carretela, cayó también prisionero en poder de los vencedores.


Febrero 2.

Ocupación de Colima por el general Ramón Corona.


Febrero 3.

Escobedo fusiló en San Jacinto a Joaquín Miramón y a los 139 franceses prisioneros. Estos fusilamientos duraron dos horas. ¡Cosa horrible! (10)


Febrero 4.

Acción de la Quemada (hacienda de campo en el Estado de San Luis Potosí), ganada por el general Severo del Castillo al general Anacleto Herrera y Cairo, quien murió en la acción, lo mismo que su subalterno el médico capitán Adolfo Lancaster Jones (11). Miramón, después de la pérdida de San Jacinto, se fue por Ojuelos a juntar con Castillo y llegó a la Quemada cuando ya había pasado la acción. De allí Miramón y Castillo con el resto del ejército se fueron a Querétaro.


Febrero 5.

Salida de Bazaine de la ciudad de México a la cabeza de las últimas tropas francesas. El señor Vigil, en el tomo cit. pág. 812, dice:

Llegó por fin el 5 de febrero, día señalado para la evacuación de la capital. Desde muy temprano se quitó la bandera francesa que flotaba en el palacio de Buenavista, habitación del mariscal, y poco después las tropas francesas, retirándose de los diversos puntos que ocupaban, fueron a formar en la calzada de la Piedad y en el Paseo Nuevo, próximos a la Ciudadela. Las calles de Corpus Christi, San Francisco, Plateros, Plaza de Armas, Flamencos, Porta Coeli, Jesús y todas las que siguen por donde tenía que pasar la columna francesa, hasta la puerta de San Antonio Abad, estaban llenas de una inmensa muchedumbre presenciando el desfile, que se verificó a las nueve de la mañana en medio de un silencio bien significativo. A la cabeza de las tropas iba el mariscal seguido de un brillante y numeroso Estado Mayor.

A su paso, dice M. Masseras, no había más que esa muda y glacial inmovilidad que no es sólo la lección de los reyes, sino que se convierte a veces en la más elocuente y pesada de las reprobaciones.

Hasta aquí Masseras. El señor Vigil dice poco después: Durante el desfile de las tropas francesas, todas las ventanas y balcones de Palacio permanecieron cerrados; sin embargo, Maximiliano, acompañado de su secretario Mangino, estuvo observando la marcha tras de una cortina que alzó de manera que pudiese ver sin ser visto, y cuando hubieron pasado las últimas hileras dejó caer la cortina exclamando: En fin, heme aquí libre. ¡Triste libertad por cierto!


Febrero 6.

Orden de Maximiliano a Miramón. El señor Vigil, a la pág. 815, dice:

Al recibir (Maximiliano) la noticia de la entrada de Miramón en Zacatecas, se figuró ya hecho prisionero a Juárez con todo el gobierno y se apresuró a escribir a su general el 6 de febrero recomendándole de una manera muy especial, que en caso de que se apoderara de don Benito Juárez, de don Sebastián Lerdo de Tejada, de don José María Iglesias o del general don Miguel Negrete, los hiciese juzgar y condenar por consejo de guerra, conforme a la ley de 4 de noviembre último; pero que no se ejecutara la sentencia antes de recibir su aprobación.


Febrero 9.

Carta de Maximiliano a Lares.

Mi querido ministro don Teodosio Lares. La situación actual de México me conmueve profundamente. Cada resolución adoptada para terminar la guerra civil nos conduce a encenderla más, y dondequiera que se intenta consolidar el Imperio, corren torrentes de sangre, sin obtener la menor ventaja. Se esperaba que, una vez emancipado el Imperio de la intervención francesa, nuestra acción se haría sentir de una manera saludable en favor de la paz y del bienestar de las poblaciones. Desgraciadamente ha sucedido lo contrario, y si los hechos para siempre lamentables de San Jacinto y del Monte de las Cruces nos sirven para abrirnos los ojos, constituirán el recuerdo más amargo del Imperio. Mucho se prometía de la habilidad, de la aptitud, de la lealtad y del prestigio de los generales Mejía, Miramón y Márquez. El primero ha dejado el servicio so pretexto de su estado de salud; el segundo ha sacrificado, casi sin combatir, en la primera batalla que ha dado, todos los elementos que se le habían confiado; el tercero, después de haber arrancado todo por los medios más violentos a los ciudadanos laboriosos y pacíficos, ha ordenado una expedición mal calculada, cuyos sangrientos resultados no se deplorarán nunca lo bastante. Al mismo tiempo el tesoro está agotado; para atender miserablemente al servicio de algunos ramos de la administración hay que imponer préstamos forzosos, imposibles de realizar aun por medio de los procedimientos más vejatorios, y decretar contribuciones extraordinarias más odiosas que productivas. El Imperio no tiene, pues, en su favor la fuerza moral ni la fuerza material; los hombres y el dinero huyeron de él y la opinión se pronuncia de todas maneras contra él. Por otra parte, las fuerzas republicanas, que injustamente se ha tratado de representar como desorganizadas, desmoralizadas y sólo animadas del deseo de pillaje, prueban con sus actos que constituyen un ejército homogéneo, estimulado por el valor y la habilidad de su jefe y sostenido por la idea grandiosa de defender la Independencia nacional, que cree puesta en peligro por la fundación del Imperio (12). En situación tan crítica, no tenemos siquiera el recurso de apelar al sufragio universal de las poblaciones, porque el voto de algunas localidades ocupadas por las armas imperiales, no significaría nada en cuanto al resultado. El momento de emplear este medio ha pasado; debemos, pues, renunciar a él para siempre. Yo he contraído para con México el compromiso solemne de no ser nunca motivo para prolongar la efusión de sangre. El honor de mi nombre y la inmensa responsabilidad que pesa sobre mi conciencia, ante Dios y ante la historia, me prescriben no diferir más una gran resolución que haga cesar inmediatamente tantos males. Espero, pues, que tenga usted a bien indicarme, con la prontitud que las circunstancias exigen, las medidas que juzgue usted oportunas, para desenlazar la crisis actual, arreglándose sobre las ideas expresadas en esta carta, y teniendo en cuenta únicamente el bien y la prosperidad del pueblo mexicano, con entero desprendimiento de todo interés político o personal.

Firmado:
Maximiliano.


Febrero 10.

Contestación de Lares a Maximiliano:

Debemos ante todo evitar a la capital las calamidades de un sitio y los horrores de un asalto; hay, pues, que ir a intentar en otra parte la solución, en Querétaro, por ejemplo (13), donde el Imperio cuenta todavía con numerosos partidarios. Concentrado allí el mayor número posible de tropas regulares, a las órdenes de los generales distinguidos y más leales a fin de constituir un ejército respetable, convendría que V. M. tomase el mando en jefe, para reprimir las rivalidades y las preferencias inevitables entre nosotros, cada vez que se hallan en contacto dos o más oficiales del mismo grado (14).


Febrero 10.

Ultima carta de Bazaine a Maximiliano. Se la escribió de Puebla cuando iba en marcha para Veracruz, suplicándole que abdicara y ofreciéndole llevado a Europa. El emperador dijo a sus amigos, que estaba dispuesto a permanecer en México, y nada contestó a Bazaine.


Febrero 12.

Maximiliano organizó su Ministerio de la manera siguiente:

José María Lacunza: ministro de Estado y presidente del Ministerio.
Tomás Murphy: ministro de Negocios Extranjeros.
Lares: ministro de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública.
Manuel García Aguirre: ministro de Gobernación.
Teófilo Marín: substituto de García Aguirre.
Vidaurri: ministro de Hacienda.
Lic. José María Iribarren: ministro de Fomento.
Nicolás de la Portilla: ministro de la Guerra.

Nombró también al general Ramón Tavera comandante de la Plaza, y al general Tomás O'Horan jefe político.


Febrero 13.

Maximiliano salió de México para Querétaro, acompañado de su secretario José Blasio, de su ministro de Gobernación García Aguirre (15), de su médico Basch y algunos camaristas, un cocinero alemán, algunos mozos de estribo y una fuerza de 1,000 hombres de las tres armas, a cuya cabeza iba Leonardo Márquez. Poco después se le unió en el camino Vidaurri, acompañado del coronel Quiroga y del príncipe de Salm Salm, que voluntariamente quería hacer la campaña. En México quedó Iribarren como substituto de Vidaurri.


Febrero 14.

Carta de Porfirio Díaz dirigida de Huamantla al general Leyva, carta publicada por Masseras en su Ensayo de un Imperio en México, y por el señor Vigil en México a través de los Siglos.

Mr. Burnouf se ha presentado hoy en esta población enviado por Maximiliano, con objeto de ofrecerme el mando de las fuerzas que están encerradas en México y Puebla, añadiendo que Márquez, Lares y compañía serán arrojados del poder y que él (Maximiliano) abandonará muy pronto el país, dejando la situación en manos del partido republicano ... Me ha sido preciso un verdadero esfuerzo para poder contestar serenamente que como general en jefe del cuerpo de ejército, cuyo mando ha querido confirmarme el gobierno, no puedo tener con el archiduque otras relaciones que las que la Ordenanza y las leyes militares autorizan con el jefe de la fuerza enemiga.


Febrero 15.

Carta de Maximiliano al padre Fischer, aceptando el ofrecimiento que hacía poco le había hecho Antonio López de Santa-Anna (16).

Tendrá usted la bondad de contestar a Santa-Anna con la próxima posta la carta que este señor nos envió amablemente; pero llevándolo a la larga por ahora, sin quitarle las esperanzas, y cuidará mucho la carta de Santa-Anna, no devolviéndola a nadie bajo ningún pretexto, colocándola entre los papeles secretos en la caja de hierro y sacando de ella una copia legalizada para Europa. La contestación a esta carta es cumpliendo los deseos de Lacunza y de Lares, a quienes yo hablé de ella a última hora; así es que para formada fue menester consultar a Lacunza (17).


Febrero, mediados.

El señor arzobispo Labastida y el señor obispo Colina, se embarcaron en Veracruz para Roma.


Febrero, mediados.

Circuló impreso un folleto intitulado México, el Imperio y la Intervención, escrito y firmado el 2 del mismo febrero, en la capital de México por un imperialista bajo el seudónimo de Un mexicano, folleto que concluía con estas palabras: Dentro de pocos días, el ejército expedicionario estará en las costas de Francia. Todas las clases y todos los partidos de la nación, le interrogarán sobre su campaña; contarán hazañas prodigiosas. Pero, ¿cuál es el fruto de estas hazañas? Los franceses patriotas dirán: fuisteis a contener el incremento de los Estados Unidos, y os venís antes de tiempo, de miedo a los Estados Unidos: fuisteis a garantizar los intereses europeos, y los dejáis tan inseguros como antes: fuisteis a defender los intereses franceses y los dejáis peor de lo que estaban: fuisteis a poner en alto grado la influencia francesa en México, y la dejáis nulificada y despreciado el nombre francés. ¿Traéis al menos el dinero de la deuda primitiva? No. ¿Quedó siquiera garantizada y en vía de pago? Tampoco. ¿Qué habéis ganado para la Francia en esa campaña de cinco años? ¿En qué habéis consumido tantos millones de francos, y por qué habéis derramado tanta sangre francesa? (18) ... Maximiliano, fiel a su misión, a su compromiso con los mexicanos e indemne de las culpas referidas, resolvió quedarse gobernando, hasta que la nación, debidamente representada, dijere si continuaba o no el Imperio ... y si logra fundar en México un gobierno estable, habrá hecho la obra gloriosa que la corte francesa imaginó, pero no supo realizar (19).


Febrero, mediados.

Fuerzas que tenían a la sazón la República y el Imperio. Zamacois en el tomo cit., págs. 987 y siguientes, dice:

En el Estado de México se lanzó a la lucha el general don Francisco A. Vélez. Había pertenecido siempre al partido conservador; pero desde que se presentó el ejército intervencionista, se separó del ejército y se retiró a la capital a vivir en el hogar doméstico sin mezclarse en la política. Así permaneció durante la intervención ... hasta que emprendido el regreso de las tropas francesas a Francia, determinó combatir en las filas republicanas. Tomada su resolución, salió de México solo, reunió alguna gente en los pueblecillos inmediatos, se hizo de algunas armas y caballos, vio agregarse a su fuerza otras cortas partidas, etc.. ... El número de las fuerzas con que contaba el ejército de don Benito Juárez en esos momentos en los diversos Estados, no bajaba de cuarenta mil hombres ... El gobierno imperial se hallaba en posesión de la ciudad de Veracruz, en que tenía una fuerza de quinientos hombres al mando del general Pérez Gómez; de la de Puebla, guarnecida por dos mil quinientos hombres, a las órdenes del general don Manuel Noriega; de México en que había cinco mil hombres; de Morelia, en que el general don Ramón Méndez reunía una fuerza de tres mil quinientos soldados; y de Querétaro, en que el general Mejía contaba con una división de dos mil hombres.


Febrero, mediados.

Zamacois, a la pág. 1,047, dice: El doctor Basch, médico de Maximiliano, en su obra Los Últimos diez meses del Imperio de México, trae una carta dirigida por el emperador al señor Boteri, dálmata, profesor en el Gimnasio Literario de Orizaba ... en que pinta al padre Fischer de una manera poco lisonjera respecto a la moralidad que observa en su vida privada (20).


Febrero 19.

Entrada de Maximiliano en Querétaro.


Febrero 21.

Llegada del general Ramón Méndez a Querétaro con su ejército: pocos días antes había evacuado a Morelia. El señor Vigil, en su obra citada, dice:

El mismo día en que llegó Méndez a Querétaro, pasó Maximiliano revista a las tropas y después se celebró una junta de guerra con el fin de acordar el plan de campaña ... Las tropas reunidas en Querétaro ascendían a nueve mil hombres, según Basch; su organización fue la siguiente: Maximiliano, general en jefe: Márquez, cuartelmaestre general; Miramón, general en jefe del cuerpo de infantería; Mejía, general en jefe del cuerpo de caballería; Reyes, comandante general de ingenieros; Ramírez Arellano, comandante general de artilleros, y Méndez jefe de la brigada de reserva.


Febrero 28.

Carta de Maximiliano al austriaco Schaffer, de Querétaro a México, presentada por el señor Vigil, en la obra citada pág. 819, en la que le dijo: Un sentimiento penoso se apodera de mí a la idea de que las viejas pelucas (21) de México, no tengan siquiera la poca deferencia de pagar a los pocos servidores de la antigua corte ... Si ellos confesaran honradamente que no tienen dinero, yo me sometería a la necesidad de un solo criado y andaría a pie.


Marzo 2.

Se publicó una carta de Maximiliano a su ministro García Aguirre, en la cual le decía que su programa en Querétaro era el mismo de Orizaba: que se convocase un Congreso que tratase y resolviese la forma de gobierno que había de tener México.


Marzo, principios.

Entrada solemne de Juárez en la ciudad de San Luis Potosí, donde estableció su gobierno.


Marzo, 11.

Embarco de Bazaine en Veracruz con el resto de las tropas francesas para Francia. Zamacois, a la pág. 767, concluye la narración de ese hecho con estas palabras: Todos veían que regresaban sin haber terminado la empresa que habían acometido.


Marzo 14.

Principio del sitio de Querétaro. Los que defendían la plaza eran 9,000 hombres. Ya he dicho quiénes eran los jefes principales, a los que agregaré el príncipe de Salm Salm. Zamacois, a la pág. 1,088, dice:

A las doce de ese mismo día 13 (de marzo de 1867) llamó el emperador al príncipe don Félix de Salm Salm, que hasta entonces había estado sin ocupar ningún destino en el ejército mexicano, y le dijo que quedaba nombrado jefe del batallón de Cazadores ... Este batallón, cuya fuerza sólo ascendía a trescientos hombres, de la cual la mitad era de mexicanos y la otra mitad franceses (22).

El ejército sitiador se componía el día 14 de 25,000 hombres (23). Los jefes más notables, eran los siguientes:

General en jefe: Mariano Escobedo.
Segundo en jefe: Ramón Corona.

GENERALES:
Nicolás Régules (español).
Jerónimo Treviño.
Sóstenes Rocha.
Francisco A. Vélez.
Ignacio R. Alatorre.
Antonio Neri.
Vicente Riva Palacio.
Silvestre Aranda.
Aureliano Rivera.
Manuel Márquez de León.
Juan N. Méndez.
Benigno Canto.
Antonio Carbajal.
Amado A. Guadarrama.
Florencio Antillón.
Refugio González.
Francisco O. Arce.
Vicente Jiménez.
Ignacio Zepeda.

CORONELES:
Francisco Naranjo.
Pedro Martínez.
José Rincón Gallardo.
Pedro Rincón Gallardo.
Miguel Palacios.
Francisco P. Méndez.
Ignacio M. Altamirano.
Florentino Mercado.
Juan de Dios Arias.
Rosalío Banda.
Felipe Torres (laguense) (24).
Andrés Fernández (laguense).

En. el ejército sitiador había algunos norteamericanos y uno que otro francés (25).


Marzo 21.

Dos cartas escritas por Maximiliano con esta fecha y enviadas a México con Márquez. Zamacois, en las págs. 1,151 y siguientes, dice: Mi querido don Carlos Sánchez Navarro ... Aconsejo a Fischer, especialmente cuidara mucho del archivo, y lo que no se pueda salvar de una manera segura, es mejor quemarlo (26) ... Mientras que estoy dictando esta carta para usted nuestros adversarios celebran el santo de su patrón (27), enviándonos granadas que vuelan como las moscas a nuestro derredor.

Querido capitán Schaffer ... Si llega el caso previsto (28) hará usted embalar cuidadosamente y en forma de que puedan ser cargados sobre mulas, para transportados al centro de las operaciones activas del ejército, todos aquellos objetos de mi propiedad particular, que pueden serme útiles en una larga campaña (29), en variedad de climas (30) y en las distintas estaciones del año. Como aquí carecemos de buenos libros, deseo que elija usted algunos pocos de los mejores, trayéndomelos usted con su equipaje (31) ... Convendrá traer también ... las principales cartas geográficas y, por último, un buen anteojo ... Knetchl no debe, por otra parte, olvidarse de la pequeña colección de piano y de las anotaciones (32).


Marzo 22, a la media noche.

Salieron trabajosamente de Querétaro para México, Leonardo Márquez y Santiago Vidaurri: aquél para desempeñar en dicha capital el cargo de lugarteniente del emperador, con facultades omnímodas, y con el principal objeto de que auxiliase a Querétaro con municiones de boca y guerra; y éste para desempeñar en la capital su cargo de ministro de Hacienda. Márquez se llevó 1,200 hombres, y por lo mismo el ejército sitiado quedó reducido a 7,800 hombres. Se fue también con Márquez el coronel Julián Quiroga. El señor Vigil, a la pág. 824, dice:

Los departamentos de Gobernación y Fomento se reunieron en uno solo, que fue confiado a don José María Iribarren, quedando en Justicia García Aguirre, en Relaciones Exteriores Murphy y en Guerra el General Portilla. Lares se retiró a la vida privada. La salida de Márquez y de Vidaurri se verificó el 22 a la media noche con tal reserva, que ni el mismo Miramón tuvo noticia de ella.


Marzo 24.

Batalla de la Casa Blanca. Esta era uno de los principales baluartes de los imperialistas. Lo atacaron Ramón Corona y otros generales y coroneles, y le defendieron Miramón, Mejía, Méndez y el coronel Ramírez Arellano: los que más se distinguieron fueron Ramírez Arellano con su artillería y Mejía con una salida que hizo con su caballería. Puesto al frente de ésta, desenvainó la espada y gritó a sus soldados: ¡Muchachos, así muere un hombre! apretó con las espuelas los ijares de su brioso corcel y acometió velozmente a los republicanos; todos sus soldados le siguieron con entusiasmo y arrollaron largo trecho al ejército republicano; mas éste se rehizo luego y obligó a la caballería de Mejía a retroceder hasta la Casa Blanca. Los asaltantes tuvieron cerca de 2,000 pérdidas entre muertos, heridos y prisioneros. Estos últimos fueron 400 y de ellos 32 oficiales, y el muerto más notable fue el abogado coronel Florentino Mercado, autor de un libro muy útil sobre jurisprudencia. Después de la acción, Maximiliano le dijo al joven Ramírez Arellano: Sois general. No he encontrado un autor que diga cuántas fueron las pérdidas de los imperialistas; pero los historiadores de todas clases y condiciones, están de acuerdo en que esta acción fue muy reñida y en que ésta y la del Cimatario, fueron las más notables durante el sitio de Querétaro. Los historiadores imperialistas elogian a los soldados republicanos, y los historiadores liberales elogian a los imperialistas. El historiador imperialista Zamacois, en la página 1,168, dice: La jornada, vista bajo el punto de vista del valor, fue gloriosa para ambos ejércitos. Los historiadores Juan B. Híjar y Vigil, dicen: El general Corona no vio en este hecho de armas, más que una confirmación de la merecida y justa nombradía de sus enemigos, a quienes la fortuna para presentarles ante el tribunal de la posteridad, coronaba esta vez, como tantas otras, con los laureles de la victoria. El historiador imperialista príncipe de Salm Salm, que combatió ese día al lado de Mejía, dice: La sangre fría y valor de los republicanos bajo este fuego mortífero, era verdaderamente admirable (33).


Marzo 30.

Salida de Márquez para Puebla a la cabeza de un ejército de 3,480 hombres y 17 piezas de artillería.


Abril 2.

Ocupación de Puebla por Porfirio Díaz por capitulación entre éste que la sitiaba hacía algunos días, y el general Manuel Noriega que la defendía (34).


Abril 4.

Márquez, con sus subalternos Quiroga y el coronel austriaco Kodolick, jefe de una compañía de austriacos, supieron en la hacienda de San Lorenzo, situada entre Puebla y Otumba, la ocupación de Puebla, y atacado por Porfirio Díaz con fuerzas superiores muchísimo a las suyas, fue vencido y huyó velozmente a México.


Abril 4.

Winderbruck, ministro de Francisco José en Washington recibió un telegrama de dicho emperador, en el que le decía que acababa de saber los fusilamientos de San Jacinto y que su hermano estaba sitiado en Querétaro, que temía mucho por la vida de su hermano y que le encargaba que suplicase al gobierno de los Estados Unidos que interpusiese su influencia con Juárez, para que en caso de que Maximiliano cayese prisionero, no se le quitase la vida, concluyendo con estas palabras que indicaban que la influencia del gobierno de los Estados Unidos sobre Juárez, erá tan poderosa como la de un amo sobre su criado: Parece que este gobierno tiene el derecho de pedir a Juárez, que respete a los prisioneros de guerra, supuesto que al apoyo moral del gobierno americano es a quien debe en gran parte sus actuales ganancias el partido liberal de México.


Abril 5.

Nota de Winderbruck a Seward, haciéndole presente la súplica de Francisco José.


Abril 6.

Contestación de Seward a Winderbruck, diciéndole que con la mejor voluntad obsequiaría los deseos del gobierno de él. El mismo día Seward envió un despacho telegráfico a Lewis D. Campbell, ministro de los Estados Unidos residente en Nueva Orleans, cerca del gobierno de Juárez, en el que le dijo:

Comunicará usted al presidente Juárez prontamente y por medios eficaces, el deseo de este gobierno de que, en caso de ser capturado el príncipe y sus secuaces, reciban el tratamiento humano concedido por las naciones civilizadas a los prisioneros de guerra.

El mismo día 6, Campbell, por medio de un comisionado ad hoc remitió una nota a Lerdo de Tejada, en la que, después de hablarle de los fusilamientos de San Jacinto, le dijo:

El gobierno de los Estados Unidos simpatiza sinceramente con la República de México y tiene gran interés en su prosperidad; mas yo debo expresar la creencia de que la repetición de las severidades referidas debilitaría las simpatías, enervando su acción. Se cree que tales actos con los prisioneros de guerra, según se ha dicho, no pueden elevar el carácter de los Estados Unidos Mexicanos en la estimación de los pueblos civilizados; y tal vez perjudiquen a la causa del republicanismo, retardando su progreso en todas partes.


Abril 10.

Fiesta que se hizo en Querétaro para solemnizar el aniversario de la aceptación de la corona por Maximiliano, en la cual fiesta llevó la palabra a nombre de todos los defensores de la plaza el ministro de Justicia García Aguirre, quien en su arenga dijo con una sangre fría admirable: Todos vuestros actos de soberano, dan testimonio de que no se engañó México ni en la adopción de la forma monárquica, ni en la elección de la persona del monarca ... Señor, no vacilo en constituirme intérprete del verdadero voto nacional cuando presento estas palabras en el centro de una ciudad sitiada por numerosas fuerzas armadas que combaten al Imperio; porque creo haber comprendido el verdadero poder de los dos principios' que en estos momentos, se disputan el triunfo: el de la revolución que ataca los más caros intereses de nuestra sociedad, es en alto grado débil, a pesar de sus fastuosas apariencias; porque, en fin, no significa sino la voluntad de unos pocos que quieren sobreponerse a la nacional; el Imperio cuenta con ésta, apoyado en la justicia. Maximiliano, en su arenga de contestación para excitar el valor de sus tropas, dijo: Sin efusión de sangre y sin trabajo, no hay triunfos humanos, desarrollos políticos y progresos duraderos (35).


Abril 11.

Márquez llegó a México en la noche con unos cuantos soldados.


Abril 12.

Entraron a México mil y tantos soldados sin artillería ni municiones.


Abril 12.

Principio del sitio de México por Porfirio Díaz y los jefes subalternos. Zamacois, a la pág. 1,247, dice:

La ciudad se vio cercada por todas partes del ejército republicano, que desde ese mismo día estableció el sitio de ella. La plaza sólo contaba con 4,500 hombres, y por lo mismo, era imposible ya que D. Leonardo Márquez pudiese marchar en auxilio del emperador. Dentro de la ciudad de Querétaro se ignoraban estos acontecimientos, y se continuaba esperando verle aparecer con fuerzas respetables en socorro del ejército sitiado.


Abril 27.

Contestación de Juárez al gobierno de los Estados Unidos.

He tenido la honra de recibir ayer la comunicación que me dirigió usted de Nueva Orleans el día 6 de este mes. Retiradas las fuerzas francesas, el archiduque Maximiliano ha querido seguir derramando estérilmente la sangre de los mexicanos. Excepto tres o cuatro ciudades dominadas todavía por la fuerza, ha visto levantada contra él la República entera. No obstante esto, ha querido continuar la obra de desolación y de ruina de una guerra civil sin objeto, rodeándose de algunos de los hombres más conocidos por sus expoliaciones y graves asesinatos y de los más manchados en las desgracias de la República. En el caso de que llegaren a ser capturadas personas sobre quienes pesase tal responsabilidad, no parece que se pudieran considerar como simples prisioneros de guerra, pues son responsabilidades definidas por el derecho de las naciones y por las leyes de la República. El gobierno, que ha dado numerosas pruebas de sus principios humanitarios y de sus sentimientos de generosidad, tiene también la obligación de considerar, según las circunstancias de los casos, lo que puedan exigir los principios de justicia y los deberes que tiene que cumplir para con el pueblo mexicano. Espera el gobierno de la República, que con la justificación de sus actos, conservará las simpatías del pueblo y del gobierno de los Estados Unidos, que han sido y son de la mayor estimación para el pueblo y el gobierno de México. Tengo la honra de ser de usted muy respetuoso y muy obediente servidor.

S. Lerdo de Tejada.


Abril 27, a la madrugada.

Batalla del Cimatario. Los sitiadores eran a la sazón 32,000 (36). Esta célebre batalla fue ganada por Miramón y sús subalternos los generales Méndez, Pantaleón Moret e Ignacio Gutiérrez y él coronel Pedro Ormaechea a la cabeza de 2,800 hombres, a Ramón Corona y sus subalternos los generales Régules, Arellano, Rivera y Márquez de León, Miramón persiguió a los republicanos en su fuga hasta la hacienda del Jacal, en donde todavía les hizo muchos muertos y heridos, y se llevó a la plaza de Querétaro 20 cañones, una gran cantidad de fusiles y más de 500 prisioneros. Después de la victoria, Maximiliano estuvo un rato en la colina del Cimatario, acompañado por varios jefes, lleno de alegría y esperanzas de vencer pronto a los sitiadores y marchar luego en auxilio de México, como se lo escribió a su ministro Iribarren. Mas los republicanos se rehicieron muy pronto, y a las órdenes de Corona, Régules, Rivera, Márquez de León, Francisco Naranjo, Sóstenes Rocha, Guadarrama, Tolentino e Ignacio M. Altamirano, quitaron a los imperialistas un tren de carros cargados de víveres que se llevaban a Querétaro, los combatieron y vencieron hasta hacerlos entrar dentro de los muros de la ciudad, y a las once de la mañana del mismo día 27 estaban otra vez en posesión del Cimatario.

El señor Vigil, a la pág. 835, dice:

El campo quedó por los republicanos; pero fue a costa de numerosas pérdidas; pues en el parte del general Régules, se dice que todos los cuerpos de Michoacán y algunos soldados de Jalisco que cubrían la línea habían acabado, y a su vez el general Márquez asienta que había tenido una baja de cuatrocientos treinta hombres, entre muertos, heridos y dispersos. Considerables fueron también los estragos sufridos por los imperialistas.


Mayo 1°.

El coronel Joaquín Manuel Rodríguez, a la cabeza de un cuerpo de imperialistas, salió de Querétaro y atacó a los republicanos que estaban en la hacienda de Calleja; éstos rechazaron a aquéllos, hasta hacerlos entrar en la plaza y Rodríguez murió en la acción (37).


Mayo 4.

El periódico de Querétaro, que se llamaba Boletín Oficial, publicó dos falsas comunicaciones, que aparecían firmadas la una por Márquez y la otra por Vidaurri. Se hacía decir al primero que pronto llegaría a Querétaro con un poderoso ejército, con el que harían pedazos a los sitiadores; que en el ejército venían los generales Rosas Landa, O'Horan, Agustín Zires y otros muchos jefes de nombradía; que llevaba dos baterías de a 12 y obuses de 36 y 90 carros de municiones de boca y guerra (el ejército de Don Quijote). A Vidaurri se le hacía confirmar la noticia de Márquez. Era que el ejército imperialista estaba muy desmoralizado, y Maximiliano, Miramón, Ramírez Arellano y Severo del Castillo (únicos que estaban en el secreto, dice Zamacois), fraguaron esta mentira (38) todos, hasta Mejía, Méndez y los demás jefes la tragaron. Ramírez Arellano, en su opúsculo Ultimas horas del Imperio, dice:

El emperador se vio obligado a inventar el texto de comunicaciones que fingía haber recibido de Márquez y Vidaurri, y en las cuales éstos le participaban que pronto estarían sobre las fuerzas sitiadoras y le daban noticia de la organización que habían dado a sus tropas. Estas comunicaciones fueron certificadas y publicadas por el jefe de Estado Mayor, para dar a su contenido toda la fuerza de la verdad. Los felices acontecimientos que ellas anunciaban, fueron celebrados con repiques y salva de artillería; la multitud acogía esta demostración con entusiasmo.


Mayo 7.

Muerte de José María Gutiérrez de Estrada en París (39).


Mayo, del 1° al 14.

Zamacois, a la pág. 1,295, dice:

Los habitantes de la ciudad, no siéndoles posible mantener sus caballos y sus mulas por falta de grano y de forrajes, los vendían en cualquier precio a los carniceros, siendo aquélla la única carne que se comía en la población. En el ejército se continuó matando las mulas y caballos menos fuertes por falta de forraje, conservando únicamente aquellos que eran indispensables para la artillería y los trenes. No habiendo dinero para el pago de las tropas, se impusieron préstamos forzosos a todos los propietarios y comerciantes de alguna importancia. La falta de municiones había hecho que el ingenioso y activo general don Manuel Rodríguez Arellano encontrase la manera de que la plaza no careciese de ellas. Para conseguir su objeto, estableció una fábrica de salitre, una de pólvora, dos fundiciones de proyectiles y los talleres necesarios. Con parte de las campanas de las iglesias y con todo el hierro que pudo conseguir, fundió balas y granadas. Igual cosa hizo con el techo del teatro que era de hierro y plomo, y logró reemplazar los pistones de metal para fusiles, que se habían agotado completamente, con pistones de papel que suplían perfectamente a aquéllos. A la escasez de víveres, de dinero y de municiones, se agregaba la calamidad del tifo que hacía estragos en la tropa. Los hospitales estaban llenos de soldados heridos en las diferentes salidas y de enfermos. El ejército se hallaba reducido realmente a cinco mil hombres. Y sin embargo de esa miseria, de esas penalidades y de las continuas fatigas, los soldados mexicanos se mantenían subordinados.


Mayo 14.

El general Escobedo, en su informe de 8 de julio de 1887 al Presidente de la República Podirio Díaz, dice:

El día 14 recorría yo la línea de sitio. A las siete de la noche, un ayudante del coronel Julio M. Cervantes, vino a comunicarme de orden de su jefe, que un individuo procedente de la plaza, y que se encontraba en el puesto republicano, deseaba hablar conmigo; en el acto me dirigí al punto indicado, en donde me presentó el coronel Cervantes al coronel Miguel López, jefe del regimiento de la emperatriz. Este me manifestó que había salido de la plaza con una comisión secreta que debía llenar cerca de mí, si yo lo permitía. Al principio creí que el citado López era uno de tantos desertores que abandonaban la ciudad para salvarse, y que su misión secreta no era más que un ardid de que se valía para hacer más interesantes las noticias que tal vez iba a comunicarme del estado en que se encontraban los sitiados; sin embargo, accedí a hablar reservadamente con el coronel imperialista Miguel López, apartándome a distancia del coronel Cervantes y los ayudantes de mi Estado Mayor que me acompañaban. Entonces brevemente López me comunicó, que el emperador le había encargado de la comisión de procurar una conferencia conmigo, y que al concedérsela me significara de su parte que, deseando ya evitar a todo trance que se continuara por su causa derramando la sangre mexicana, pretendía abandonar la plaza, para lo cual pedía únicamente se le permitiera salir con las personas de su servicio y custodiado por un escuadrón del regimiento de la emperatriz hasta Tuxpan o Veracruz, en cuyos puertos debía esperarle un buque que lo llevaría a Europa, asegurándome que en México, al emprender su marcha a Querétaro había depositado en poder de su primer ministro su abdicación. Para satisfacción suya, y para que estuviera yo en la inteligencia de que sus proposiciones eran de entera buena fe, me manifestó el coronel López que su soberano comprometía para entonces y para siempre su palabra de honor, de que al salir del país no volvería a pisar el territorio mexicano; dándome, además, en garantía de su propósito, cuantas seguridades se le pidieran, estando decidido a obsequiarlas. Mi contestación a López fue precisa y decisiva, concretándome a manifestarle, que pusiera en conocimiento del archiduque, que las órdenes que tenía del Supremo Gobierno Mexicano eran terminantes, para no aceptar otro arreglo que no fuera la rendición de la plaza sin condiciones ... El comisionado del archiduque volvió a reanudar la conferencia que yo ya creía terminada, diciéndome que el emperador le había dado instrucciones para dejar terminado el asunto que se le había encomendado, de todas maneras, en caso de encontrar resistencia obstinada por mi parte. En seguida me reveló de parte de su emperador, que ya no podía ni quería continuar más la defensa de la plaza, cuyos esfuerzos los conceptuaba enteramente inútiles; que en efecto, estaban formadas las columnas que debían forzar la línea de sitio; que deseaba detener esa imprudente operación; pero que no tenía seguridad de que se obsequiaran sus órdenes por los jefes que obstinados en llevada a cabo, ya no obedecen a nadie; que no obstante lo expuesto, se iba a aventurar a dar las órdenes para que se suspendiera la salida; obedecieran o no, me comunicaba que a las tres de la mañana dispondría que las fuerzas que defendían el panteón de la Cruz, se reconcentraran en el convento del mismo; que hiciera yo un esfuerzo cualquiera para apoderarme de ese punto, en donde se me entregarían prisioneros sin condición ... López se retiró a la plaza, llevando la noticia al archiduque, de que a las tres de la mañana se ocuparía la Cruz, hubiera o no resistencia (40).



NOTAS

(1) En los últimos días que estuvo Juárez en Chihuahua, llegó a esta ciudad el general Plácido Vega, llamado por el Presidente para que le diera cuenta de su conducta política. Al venirse a Durango se trajo consigo a Vega, y éste se fugó en el camino y se fue a refugiar a Tepic, al amparo de Lozada.

(2) ¿Y el manifiesto que había dado a la nación un mes antes en que había dicho que estaba resuelto y prometió a la nación permanecer en México?

(3) Como el gallo de tío Calvatruenas. Con este apodo era conocido en San Juan de los Lagos un viejo que tenía un gallo, el cual por las cicatrices de las heridas que había recibido, ya no quería pelear; pero como era el único medio de subsistencia que tenía su dueño, éste le estiraba las plumas hasta que se animaba a pelear. García Aguirre era un hombre instruido pero candoroso. Lo conocí y traté.

(4) Esto era para que todos cerraran sus tiendas y sus casas.

(5) El individuo de la Real Academia Española debió decir retirase.

(6) ¡Muy católico! El Diccionario Universal de Historia y Geografía, edición de México, 1853-1856, en el artículo Guisa (Enrique de Lorena, Duque de), dice: Fue testigo del asesinato de su padre al pie de los muros de Orleans, y desde entonces profesó un odio implacable a los protestantes: después de haberse cubierto de gloria con la brillante defensa que hizo del Poitiers contra Coligny (1569), se deshonró convirtiéndose en asesino, y siendo el primero que tomó parte en la horrible matanza de San Bartolomé (¡muy católico!) ... Hizo cuanto pudo por allanarse el camino del trono, entrando en tratos con el rey de España, Felipe II, que le envió dinero (¡muy católico!) ... Finalmente, mandó redactar una >Memoria, pidiendo el cambio de gobierno y el establecimiento (en Francia) de la Inquisición. (¡Muy católico!). César Cantú, en su Historia Universal, aclaraciones al libro 15, letra U, describiendo la matanza de San Bartolomé, que es uno de los hechos más criminales y más horribles que se registran en los fastos de la historia universal, dice: El Duque de Guisa preparó el movimiento popular, mientras que Catalina (de Médicis) se servía de las tropas del rey. La campana municipal de la Gréve dio la señal a que contestó San Germán.

¿Y todo esto se llama ser muy católico? ¡Pobre religión católica si todos los que hacen profesión de ella fueran como el duque de Guisa! Una contestación sofocante habría dado Bazainé a Arango y Escandón; pero no sabía la historia de su patria: el mutismo fue siempre el resultado de la ignorancia. De aquí sacarán mis lectores lo que importa que cada ciudadano sepa la historia de su patria.

(7) El señor don Tomás Bryam y Libermore, obispo de Cartagena, en su Pastoral de 3 de marzo de 1889, hablando de la autoridad de los señores obispos en materias políticas, dice: Así como me ha enviado el Padre, decía Jesucristo, así os envío yo a vosotros. (Joann. XX, 21.) ¿Y a qué venía Jesucristo al mundo? Ved cuán claramente lo dice el Divino Salvador ante el presidente Pilato: Yo para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. (Joann., XVIII, 37.) He aquí también la misión del apóstol y del obispo, dar testimonio de la verdad, trabaja por ella (Il ad Corint, loc. cit.), enseñarla sin respetos ni miramientos inundanos. Procura mostrarte operario que de nada tenga que avergonzarse (inconfussibilem), y que trata y enseña bien la palabra de verdad (II Timot. II, 15), escribía poco antes de morir San Pablo a su discípulo Timoteo, obispo de Efeso y en persona de éste a todos los obispos católicos.

(8) Juárez con sus ministros se fue al Fresnillo.

(9) Que no quisieron volver a Francia, sino que espontánemente se quedaron en México para defender el Imperio.

(10) México a través de los Siglos, tomo cit., pág. 814. Yerran Arrangoiz, al decir que los franceses fusilados fueron 190, y que estos fusilamientos fueron el 8 de febrero; y Zamacois, al decir que estos fusilamientos fueron el 8 de febrero, que se ejecutaron en el rancho de El Tepetate, distante pocas horas de San Luis Potosí, y que tuvieron por causa el grande enojo de Escobedo por la noticia que recibió de la muerte de Anacleto Herrera y Cairo. y es más disculpable Arrangoiz que escribió en Madrid, que Zamacois que vivía en México cuando sucedieron dichos fusilamientos.

(11) Los tres Herrera y Cairo fueron nativos de Guadalajara, de muy buen talento, hicieron su carrera en el seminario de la misma ciudad y fueron liberales radicales. Ignacio fue profesor de la escuela de Medicina en Guadalajara y gobernador de Jalisco en 1856. Julián fue mi condiscípulo, médico y diputado en el Congreso constituyente de 1856 y 1857, y firmó la Constitución y ha muerto en 1889 en Tequila (pues los que concluimos filosofía el 8 de agosto de 1841 fuimos 64, y no quedamos más que 4). Anacleto siguió también la carrera de la medicina y luego la de la milicia; pero no recuerdo si fue médico o la revolución le impidió concluir la carrera, ni si fue general de división o de brigada. En la década de 1850 a 1860 vivía en Guadalajara, en la calle del Seminario, en la casa que está hoy frente adonde vive el señor licenciado José López Portillo y Rojas, una familia compuesta de esposo, esposa e hijos. El esposo era don Ricardo Lancaster Jones, norteamericano y luterano. La esposa era norteamericana y calvinista. Los hijos eran los más nativos de Guadalajara y los que recuerdo eran don José (estudiante del seminario), don Lorenzo (militar), don Ricardo, don Adolfo (el que murió en la Quemada), y don Alfonso, abogado muy conocido en la República por su talento y empleos públicos. Se decía que el esposo, la esposa y los hijos en el hogar doméstico observaban su respectiva religión. Don Ricardo, padre, en sus últimos años fue catequizado por el canónigo don Francisco Espinosa y abrazó el catolicismo, en cuyo seno murió.

(12) Después de la batalla de San Jacinto, cuando Maximiliano conoció que ya no había modo de triunfar, cuando por el fusilamiento de ciento treinta y nueve franceses conoció que tenía que echar su barba a remojar, entonces hablaba con elegantes palabras de la paz y de que era grandiosa la idea de Juárez y de todos los republicanos de defender la Independencia de la patria; pero tres días antes, cuando no tenía noticia de la batalla de San Jacinto, y creyó que todavía había modo, trató de que a Juárez, a Lerdo de Tejada e Iglesias se les aplicara la ley.

El segundo emperador de México no tuvo ni el talento político que han tenido otros muchos soberanos, el de impedir que su corazón fuera diáfano.

(13) Verbigracia, en el Cerro de las Campanas. ¡Abrenuncio de estos verbigracias!

(14) Maximiliano trataba de la suspirada abdicación, y Lares le contestó despachándolo a Querétaro, para la solución del negocio. ¡Pobre príncipe!

(15) Si Maximiliano le llamaba peluca vieja, lo tenía como un donaire, y lo que deseaba era acompañar a su soberano y ayudarle a reunir el Congreso en el Cerro de las Campanas.

(16) Santa-Anna había servido a todos los gobiernos y cambiado muchas veces de principios políticos, como se lo dijo Juárez en su contestación. El lo que quería era lucir su valor militar y dar brillantes batallas, que gran valor había tenido y espléndidas batallas había dado en sus buenos tiempos; mas en 1867, se hallaba ya en la edad de la chochez y en la época en que la dictadura casi no contaba con partidarios.

(17) México a través de los Siglos, pág. 818. Maximiliano siempre fue de un carácter ligero y veleidoso; mas en febrero de 1867 sus cambios de pensamiento en sentidos diversísimos, llegaron a un grado que sería increíble si no constara por la historia. Parece que el hombre estaba aturdido por la situación. Maximiliano, cambiando a cada paso de pensamiento y Santa-Anna que tenía el mismo carácter, hacían una especie de sainete; por eso he dicho desde el principio de estos Anales, que la Historia de la Conquista de México es la de una sangrienta tragedia, y la Historia del Segundo Imperio es la de una comedia.

Filosofía de la Historia. ¿Por qué unos hombres son constantes en el tratamiento y curso de un negocio grave y otros son inconstantes? Por la diversidad de talentos; porque unos prevén y abarcan el negocio bajo todas las relaciones probables que puede tener; de manera que, presentándose una nueva relación y tomando el negocio nueva faz, ésta no les sorprende ni les hace cambiar el pensamiento fundamental, porque ya la tenían prevista; y otros comprenden el negocio bajo algunas relaciones, mas no prevén otras de manera que, tomando el negocio nueva faz, ésta les hace cambiar de pensamiento, porque no la tenían prevista. Hablo de la constancia racional, no de la constancia vizcaína, la que realmente no es constancia, sino terquedad.

(18) Los conceptos anteriores son grandes verdades.

(19) El que en junio de 1864, cuando Maximiliano acababa de llegar a México, creyeran los imperialistas que iba a fundar en México un gobierno estable, fue una grande ilusión, y, sin embargo, ¡pase!; pero el que en febrero de 1867, después que habían visto y palpado el modo con que Maximiliano había gobernado durante cerca de tres años, a saber, con tantos desaciertos, cuando le veían caminando ya a encerrarse en Querétaro, todavía creyeran que Maximiliano podía fundar en México un gobierno estable, es decir, establecer en México un gobierno fuerte desde un mar hasta otro mar, y desde Yucatán hasta el Bravo, esto fue una falta de talento político y una ilusión tal, que no se halla nombre que darle. Y si porque juzgo los hechos de esta manera, algunos dicen que esto es escribir la Historia con parcialidad, juzguen los lectores si digo bien o mal.

(20) Otra prueba entre muchas de la infidelidad de Maximiliano a aquellos a quienes llamaba sus íntimos amigos y que creían serlo.

(21) Lares, Lacunza y los demás ministros. Otra prueba de la infidelidad de Maximiliano a sus amigos.

(22) De aquí deduce, con justicia, Zamacois, que mentía Maximiliano al escribir a un personaje de Europa que en su ejército de Querétaro no había ningún extranjero. Había también entre los defensores de la plaza algunos austriacos.

(23) Zamacois, tomo cit., pág. 1,092.

(24) No tengo noticia de algún laguense que haya militado en defensa de la plaza de Querétaro. Entre los sitiadores, además del general Aranda y del coronel Torres, militaron los siguientes vecinos de Lagos:

Don Macario Saravia. Teniente coronel del 1er. Ligero de Aguascalientes, muy distinguido por su valor; murió prisionero durante el sitio a consecuencia de las heridas.
Don Marcos Torres, teniente coronel del escuadrón Degollado.
Don Juan Torres, capitán del mismo escuadrón.
Don Ignacio Aguilar, pagador del mismo batallón.
Don Víctor María González, teniente coronel en el ejército del Norte.
Don Manuel Villalobos, mayor de órdenes de la división del Norte.
Don Pedro Muñoz Moreno, teniente.
Don Juan A. Araujo, ayudante del cuartelmaestre del ejército del Norte.
Don Tranquilino de Anda, capitán de la primera compañía del escuadrón Juárez.
Don Felipe de J. Hernández, capitán del batallón Independencia.
Don Jesús López, capitán del escuadrón Degollado.
Don Silverio Reyes, teniente de la primera compañía del escuadrón Juárez.
Don Camilo Alonso, teniente de escuadrón del ejército de Occidente.
Don Norberto Lozano, alférez del escuadrón Juárez.
Don Benigno Moreno, jefe de guerrilla exploradora.
Don Jesús Zúñiga, jefe encargado del depósito.
Don Mónico Mendoza, proveedor.
Don Rosalío Ontiveros, sargento de la legión del Norte.
Don Domingo López, sargento.

(25) Zamacois, tomo cit., pág. 1,174. El mismo historiador, a las págs. 1,060 y 1,062, dice:

La autoridad de don Benito Juárez era la única reconocida por todos los jefes que mandaban fuerzas republicanas. Los partidarios del general don Jesús González Ortega, que habían clamado contra el decreto dado por el primero, declarando que continuaría en el poder cuando iba a terminar el periodo de su presidencia, habían sido reducidos a prisión, unos con el mismo González Ortega (como Patoni), otros se habían quedado en los Estados Unidos, y los más habían desistido de su empeño. Sin embargo de esto, el gobierno de don Benito Juárez, para evitar que los mexicanos liberales que le acusaban en la República vecina de haber hollado la Constitución de 1857, no pudiesen derrocarle, tenía dadas órdenes muy terminantes a los jefes de la frontera para que no permitiesen entrar al terreno mexicano a los que pudieran crearle dificultades en su marcha ... Don Guillermo Prieto, hombre muy considerado en el partido liberal, que había ocupado puestos muy elevados, excelente poeta y literato y persona de generosos sentimientos ... habiendo permanecido por mucho tiempo en Texas, se dirigió con fecha 1° de marzo (de 1867), desde Brownsville, al general republicano Berriozábal, comandante militar de la línea del Bravo, manifestándole que deseaba volver a su patria, si no eran para ello inconveniente las disposiciones del gobierno de don Benito Juárez sobre los amigos de don Jesús González Ortega. El general le permitió pasar a Matamoros, y allí le dio pasaporte para Monterrey, dando parte a su gobierno con la misma fecha. El gobierno dispuso el día 18 del mismo mes que volviese a salir del territorio de la República, y que no regresara a ella sin permiso previo, comprendiendo en la misma disposición a todos los que desde el exterior procurasen con escritos o de cualquiera otra manera que fuese desconocido don Benito Juárez.

(26) Documentos muy interesantes deben de contener las Memorias del padre Fischer.

(27) San Benito.

(28) De haber peligro de perderse la plaza de Querétaro.

(29) De cosa de tres años.

(30) Como los de San Luis Potosí, Monterrey, Chihuahua y Paso del Norte.

(31) Miramón, Mejía y los demás jefes no tenían tiempo de leer.

(32) ¡Pensar en piano hallándose en campaña!

(33) Mejía ansiaba morir cayendo como un valiente en el campo de batalla; pero la fortuna, que es ebria y caprichosa, según la frase de Cervantes, lo tenía destinado para un patíbulo.

(34) Uno de los que más se distinguieron en el sitio de Puebla fue el general Carlos Pacheco, después ministro de Fomento, quien recibió cuatro heridas que lo hicieron caer del caballo y ser llevado por su ayudante al cuartel; quedó mutilado del brazo derecho y de la pierna izquierda. De los 100 hombres que mandaba no quedaron vivos más que 29. (Los Hombres Prominentes de México). Se distinguieron también en la toma de Puebla Luis P. Figueroa, Eutimio Pinzón, Rafael Cravioto, Carbó, Carrión y Luis Terán. (Santibáñez, tomo 2° cit., pág. 667).

(35) Zamacois, tomo cit., pág. 1,201 y siguientes.

(36) Zamacois, tomo cit., pag. 1,157.

(37) Los soldados levantaron del campo el cadáver y lo condujeron trabajosamente a Querétaro, en donde Maximiliano le hizo solemnes exequias. Era el mismo Rodríguez que vimos asistiendo en Miramar a la solemnidad de la aceptación de la corona y portando a México los pliegos en que Maximiliano comunicó a la regencia su aceptación de la corona. Zamacois, a la pág. 1,280, dice: Don Joaquín Manuel Rodríguez era veracruzano ... y luchó bizarramente en el sitio de Puebla en 1863 contra el ejército de Forey que sitiaba la plaza. Hecho prisionero al rendirse la ciudad, fue conducido con muchos compañeros de armas a Francia. Así permanecía cuando el archiduque Maximiliano, que se hallaba en Miramar, encargó en octubre de 1863 a don Francisco de Paula de Arrangoiz, que le proporcionase militares mexicanos para oficiales de órdenes; y, si era posible, fuesen de los que estaban prisioneros. El Sr. Arrangoiz, que tuvo ocasión de conocer al joven don Joaquín Manuel Rodríguez, que entonces era comandante, le propuso si quería pasar al servicio del futuro emperador. Rodríguez ... admitió la proposición.

(38) Nuevas mentiras de Maximiliano.

(39) Tengo la papeleta de luto. Gutiérrez de Estrada murió con el profundo dolor de ver en París a Bazaine con su ejército de vuelta de su expedición a México sin haber conseguido nada; a los fundadores del Imperio, a saber, Almonte, José Manuel Hidalgo y Arrangoiz, en la vida privada; a Carlota loca; a Maximiliano en vísperas de un patíbulo y todo el Imperio, que el mismo Gutiérrez de Estrada, después de tantos años de perseverancia y con tantos trabajos había levantado, deshecho como la sal en el agua. Y muy probablemente en su agonía le atormentaron algunos remordimientos; lo primero, porque a una joven pareja que vivía feliz en su paraíso de Miramar, le había servido de espíritu tentador sumiéndola en las mayores desgracias; y lo segundo, porque sin conocer el carácter ligero y los demás defectos de Maximiliano, el mismo Gutiérrez de Estrada, con la mayor ligereza, había contribuido eficazmente a que fuera electo emperador, y, por lo mismo, había sido una de las causas principales de los muchos millares de víctimas que habían sido sacrificadas en México sin éxito. La ligereza en algunos casos es un pecado venial, y en otros, se compara al crimen: Culpa lata dolo comparatur, dice la regla de Derecho. Cuando la ligereza ha sido un crimen, la buena fe no puede calmar los remordimientos.

(40) El Informe de Escobedo ha sido confirmado por los jefes republicanos que sitiaron a Querétaro, y no ha sido contradicho por el presidente Díaz, sino que antes con su autoridad ha sido publicado en México a través de los Siglos, obra que ha circulado en todas las naciones de Europa, incluso en Austria y América.

¿Y cómo Maximiliano comisionó a Miguel López para la entrega de la plaza de Querétaro, sin dar conocimiento de ello a Miramón ni a Mejía ni a ninguno de los otros jefes que le defendían? Porque ninguno de dichos jefes estaba por capitulación, sino que todos, en un consejo de Guerra, habían convenido en romper el sitio el día 15, y todos estaban decididos a ello; y Maximiliano conocía que cayendo el reducido ejército sitiado, que a la sazón se componía de 5,000 hombres, en manos del ejército sitiador que, según Zamacois, pág. 1,370, se componía a la sazón de 35,000 hombres, indudablemente iban a perecer todos los jefes, incluso Maximiliano; mientras que entregándose la plaza y entrándose después en el terreno de la política, había esperanzas de que interponiéndose la influencia de los gobiernos extranjeros sobre Juárez, principalmente el de los Estados Unidos y el de Prusia, por medio de su ministro el barón de Magnus, decidido defensor de Maximiliano, éste salvase la vida.

¿Cómo Maximiliano cometió la falsedad de entregar la plaza sin conocimiento de Miramón, Mejía y demás jefes sus compañeros en la misma causa? Abundan en estos Anales los hechos de falsedad de Maximiliano y de infidelidad a sus amigos y compañeros, hechos que constituyen un conjunto de indicios que hacen muy verosímil la narración de Escobedo, y para la aceptación de un hecho en el orden histórico, no se necesita la luz meridiana, como se necesita para la aceptación de un hecho como verdadero en el orden judicial, sino que basta la verosimilitud, según esta regla de crítica: Una de las leyes de la Historia es la verosimilitud.

Índice de Anales mexicanos de Agustín RiveraANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO 1866 - Segunda parteANALES DEL SEGUNDO IMPERIO - AÑO DE 1867 - Segunda parteBiblioteca Virtual Antorcha