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SEXTA SESIÓN
Martes 27 de agosto - Sesión de la noche.

La sesión se abre a las 8:30 P.M. Un público numeroso acude a la sala y el compañero I. I. Samson resume, para éste, los trabajos de la jornada. Luego la palabra es dada a Malatesta que debe hablar sobre la organización.

Errico Malatesta. Oí con detenimiento todo lo que se dijo antes sobre este asunto de la organización, y mi impresión muy clara es que lo que nos divide, son palabras que entendemos de manera diferente. Buscamos querella sobre palabras. Pero en el fondo mismo del asunto, estoy convencido de que todo el mundo está de acuerdo.

Todos los anarquistas, sea cual sea la tendencia a la que pertenecen, son de alguna manera, individualistas. Pero lo recíproco está lejos de ser verdadero: todos los individualistas no son, ni mucho menos, anarquistas. Los individualistas se dividen entonces en dos categorías muy marcadas: unos reivindican para todas las individualidades humanas, tanto para la suya como para la del otro, el derecho al desarrollo integral; otros no piensan más que en su sola individualidad y no dudan nunca en sacrificarle al otro. El zar de todas las Rusias está entre estos últimos individualistas. Nosotros, estamos entre los primeros.

¡Se vocifera, con Ibsen, que el hombre más poderoso del mundo, es aquel que está más solo! ¡Es un contrasentido enorme! El Dr. Stockmann en la boca de quien Ibsen puso esta máxima, no era ni siquiera un aislado en toda la fuerza del término; vivía en una sociedad constituida y no en la Isla de Robinson. El hombre solo está en la imposibilidad de llevar a cabo la más mínima tarea útil, productiva; y si alguien necesita de un amo por encima de él, es efectivamente el hombre que vive aislado. Lo que libera al individuo, lo que le permite desarrollar todas sus facultades, no es la soledad, es la asociación.

Para llevar a cabo un trabajo realmente útil, la cooperación es indispensable, hoy más que nunca. Sin duda, la asociación debe dejar una autonomía completa a los individuos que adhieran a ella, y la federación debe respetar en los grupos esta misma autonomía: guardémonos de suponer que la carencia de organización sea una garantía de libertad. Todo demuestra que sucede de otra manera.

Un ejemplo: existen periódicos franceses que cierran sus columnas a todos aquellos cuyas ideas, el estilo o más simplemente la persona, han tenido la desgracia de disgustar a sus redactores habituales. El resultado, es que estos redactores están investidos de un poder personal que limita la libertad de opinión y de expresión de los camaradas. Sería diferente, si estos periódicos, en lugar de ser la propiedad personal de tal o cual individuo, perteneciesen a agrupaciones: entonces todas las opiniones podrían libremente confrontarse.

Se habla mucho de autoridad, de autoritarismo. Pero sobre esto, habría que entenderse. Contra la autoridad encarnada en el Estado que no tiene otro fin que mantener la esclavitud económica en el seno de la sociedad, nos elevamos con toda nuestra alma y no cesaremos de rebelarnos. Pero existe otra autoridad puramente moral que deriva de la experiencia, de la inteligencia o del talento, y, por muy anarquistas que seamos, no hay nadie entre nosotros que no respecte esta autoridad.

Es una equivocación representarse a los organizadores, a los federalistas, como autoritarios; y es otra más, no menos grave, la de imaginarse a los antiorganizadores, a los individualistas, como condenándose deliberadamente al aislamiento.

Para mí, lo repito, la querella entre individualistas y organizadores es una auténtica querella de palabras que no se sostiene ante el examen cuidadoso de los hechos. En la realidad práctica, ¿que es lo que vemos entonces? Sucede que los individualistas a veces están mejor organizados que los organizadores por la razón de que estos últimos se limitan demasiado a menudo a predicar la organización sin practicarla. Por otra parte, ocurre que encontramos mucho más autoritarismo efectivo en las agrupaciones que reivindican ruidosamente la libertad absoluta del individuo, que en aquellas que miramos ordinariamente como autoritarias ... porque tienen una oficina y toman decisiones.

Dicho de otro modo, ya sean organizadores o antiorganizadores, todos se organizan. Sólo aquellos que no hacen nada o muy poco pueden vivir en el aislamiento y complacerse ahí. Ésta es la verdad: ¿por qué no reconocerla?

Una prueba viene a apoyar lo que afirmo: en Italia todos los camaradas que están actualmente en la lucha se reclaman de mi nombre, tanto los individualistas como los organizadores y creo que todos tienen razón, pues, sean cuales sean las divergencias teóricas que haya entre ellos, todos practican igualmente la acción colectiva.

¡Basta de querella de palabras; veamos los hechos! Las palabras dividen y la acción une. Es tiempo de ponernos juntos a trabajar para ejercer una influencia efectiva sobre los acontecimientos sociales. Me es penoso pensar que para arrancar a uno de los nuestros de las garras de sus verdugos, tuvimos que dirigirnos a otros partidos y no al nuestro. Y sin embargo, Ferrer no debería su libertad a los francmasones y a los librepensadores burgueses, si los anarquistas agrupados en una Internacional potente y temida, hubiesen podido tomar en sus manos la protesta universal contra la infamia criminal del gobierno español.

Tratemos entonces que la Internacional anarquista se vuelva al fin una realidad. ¡Para ponernos en condiciones de llamar rápidamente a todos los camaradas, para luchar contra la reacción, como para hacer acto, en el momento requerido, de iniciativa revolucionaria, es preciso que nuestra Internacional sea!

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