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Capítulo 49

Carranza ratifica su desconocimiento al gobierno emanado de la Convención y hace la peregrina proposición de entregar el poder al General Pablo González.

Carranza desde el 8 de noviembre, habia lanzado una circular en la que ordenaba a todos los jefes militares presentes o representados en la Convención se pusieran al frente de sus tropas, disponiendo que los Generales y jefes que no acataran sus órdenes serían relevados de sus cargos, y asumirían el mando de las tropas los que les siguieran en grado. Es decir, declaraba rebeldes a los que continuaran en la asamblea. Por su parte, ésta, con toda solemnidad, el 10 de noviembre, a las 6 de la tarde, declaró rebelde a don Venustiano.

Sin embargo, antes de romperse las hostilidades, el General Eulalio Gutiérrez, investido ya por la Convención de facultades extraordinarias en los ramos de Gobernación, Hacienda y Guerra, intentó varias gestiones para evitar el rompimiento de hostilidades. En la misma tarde pidió y obtuvo una conferencia telegráfica con el señor Carranza, que se encontraba en Córdoba, Veracruz. La transcribimos casi íntegra, haciendo la advertencia de que los subtítulos son nuestros, así como las anotaciones encerradas entre paréntesis.

Gutiérrez no solicitó la Presidencia.

Hizo transmitir el General Gutiérrez las siguientes palabras dirigidas al recién depuesto Primer Jefe:

La Convención ha resuelto su separación del Poder y mi designación como Presidente, y no puede usted, sin perder su seriedad y su prestigio, reconsiderar acuerdos que son del dominio público, y de los cuales están pendientes la nación y el extranjero.

Yo no solicité la Presidencia ni trabajé por ella, ni sospechaba que sería yo electo. (Enteramente cierto. Su elección fue una verdadera sorpresa. Lo propuso Obregón y votaron por él todos los carrancistas).

Antes de la elección, la asamblea estaba dividida en dos bandos. Una gran mayoría se había comprometido a votar por el C. Antonio I. Villarreal, y la minoría se opuso a la designación de este candidato, proponiéndose entonces una candidatura de transacción, habiendo surgido la mía, que fue aprobada.

Al tomar posesión, protesté por mi honor cumplir con mi deber. Uno de estos deberes es procurar que pronto vuelva el país a su tranquilidad, constituyendo un gobierno estable, y no debo detenerme para lograr esto. Las dificultades internacionales que han surgido en estos días me obligan a dar seriedad a mi gobierno, para que pueda resolver los problemas nacionales, una vez que usted consienta en prestarnos su apoyo.

Debo hacerle notar que aunque mi elección es por veinte días, necesarios, según el texto de mi nombramiento, no cesaré en mis funciones sino hasta que la asamblea rectifique mi nombramiento. Mientras esta rectificación no se verifique en la asamblea, seguiré siendo Presidente provisional, aunque expire el plazo de veinte días.

Gutiérrez representaba a toda la revolución.

Soy la autoridad legítima del país (proclamaba Gutiérrez); no represento a facción alguna, sino a toda la Revolución. Usted y sus partidarios no deberán ver un enemigo ni en mí ni en mi gobierno, sino que deberán tratarnos como a correligionarios que han asumido ahora la dirección de los asuntos nacionales, por la voluntad de todos. Nosotros protestamos a usted y a los suyos nuestro reconocimiento por los servicios eminentes que en épocas de prueba han prestado, especialmente usted, a la causa común.

Espero por lo mismo que, reflexionando serenamente, será usted el primero en apoyar mi gobierno, obrando en esto con el patriotismo que en otras veces ha demostrado usted en grado extremo.

Mi gobierno no será jamás instrumento de facción alguna; acepté el poder, porque en la Convención estaban representados todos los elementos revolucionarios, y se comprometieron todos a sostener su voto y los acuerdos de la mayoría. Es por esto completamente injustificada la actitud de los que hoy protestan por los acuerdos de la Convención y me desconocen.

No habría aceptado el cargo que represento, si no estuviera seguro de que mi nombramiento no se debe a maquinaciones de la reacción, sino al acuerdo de todos los revolucionarios. Si la obra de la Revolución quedare destruida, el país se vería destrozado por una lucha de meras ambiciones personales. Aquí ya no hay villistas, ni carrancistas, ni zapatistas, sino convencionales y simpatizadores del gobierno nacional.

La soberanía de la Convención.

Yo esperaba que usted no vacilaría en aceptar la soberanía de la Convención, toda vez que usted reconoció la soberanía de la Convención de México, al presentar usted ante ella su renuncia; y si a esa Convención la reconoció usted, mayor razón hay para que reconozca a la de Aguascalientes, en la cual están representados todos los elementos revolucionarios, mientras que en la de México sólo estaban presentes unos cuantos de los Generales invitados por usted.

He visto en la prensa de la capital una circular en la que llama a las armas a todos los partidarios de usted, a fin de que desconozcan a la Convención. Esta labor es contraria, no sólo para los jefes que faltaron a sus compromisos con la Convención, sino antipatriótica. Espero que poniendo en práctica su patriotismo, se servirá telegrafiar a sus partidarios, indicándoles su deber, pues desde hoy a las 6 de la tarde, no deben reconocer ni ellos ni nadie otra autoridad que la mía.

El General Villa cumplió con su palabra.

El General Villa se ha separado ya de hecho del mando de la División del Norte, y está ya nombrada la Comisión que ha de recibir los archivos, etc. Y las fuerzas, desde ayer, dependen de la Secretaría de Guerra, bajo mis órdenes; pero la Comisión no ha pasado a recibir del General Villa los documentos, y el mismo General está aún aquí, porque hemos estado pendientes de la resolución de usted. Tan pronto como usted manifieste que acatará los acuerdos de la Convención, el General Villa se retirará de una manera absoluta, toda vez que de hecho, está ya retirado.

Lamento tener que hacerle observar que, mientras la Convención ha estado procurando la concordia y la paz, hemos interceptado mensajes de Generales adeptos, en los cuales se daban órdenes para desconocer a la Convención y atacarla.

Eulalio Gutiérrez.

Contestación de Carranza a Gutiérrez.

Lo saludo afectuosamente. Celebro poder hablar con usted directamente sobre el asunto que tanto interesa al país. He aceptado conferenciar con usted, como un medio de emplear el último esfuerzo para evitar mayores males.

Dice usted que la asamblea no podría volver sobre sus pasos sin faltar a su seriedad y sin perder su prestigio; yo creo que cuando se trata de un asunto tan serio como es la paz y el bienestar del país, ni un hombre, solo, ni un grupo de hombres, debe poner por delante su amor propio. Si la Junta de Aguascalientes se ha equivocado, debe rectificar sus errores para no perjudicar al país, y no es patriótico decir que no se enmienda un error por no perder la seriedad. Por lo demás, usted sabe que la Junta ha hecho muchas cosas que no son serias, y luego las ha deshecho.

Vamos a ver lo que le conviene al país, y esto debemos hacerlo, dejando a un lado la Convención, el prestigio que quiere tener como soberana y usted su amor propio herido, por no recibir la presidencia. (Desde luego -afirmamos nosotros-, al país le urgía que tanto Carranza como Villa se fueran a sus casas).

Y Carranza, en vez de abordar rectamente la resolución del problema, se salió por peteneras: Considero ilegal el nombramiento de usted (el de Gutiérrez), porque fue hecho por la Junta antes de que yo presentara mi renuncia. También es ilegal, porque se le nombra Presidente por una Junta que no puede nombrar Presidente. Usted recordará que yo mismo he procurado no llamarme Presidente, sino Encargado del Poder Ejecutivo, conforme al Plan de Guadalupe. (No conforme, decimos nosotros, sino contrariando sus fines futuristas, el artículo 6° del mismo Plan de Guadalupe).

Argumentos de tinterillo.

No hay ley que autorizara a la Junta a designar un Presidente de la República, ni Plan o documento o tratado en qué fundarse, pues ustedes fueron convocados como cuerpo consultivo, y al declararse soberanos, juzgaron que con esto habían adquirido el derecho de hacer lo que quisieran, y aun de nombrar Presidente.

No puedo reconocer el gobierno que pretende establecer la Convención, porque carece de bases legales y de facultades para gobernar. (El gobierno preconstitucional de don Venustiano, ¿las tenía?) Yo puse como condición para retirarme, que se estableciera un Gobierno Preconstitucional. Si el gobierno que se va a establecer es constitucional, y usted tiene carácter de Presidente, entonces ese gobierno no podrá cumplir con las reformas de la Revolución. (¿Por qué no?) Si ese gobierno es preconstitucional, se necesita que le marquen sus facultades y obligaciones (¿cuáles obligaciones y facultades tenía marcadas el Primer Jefe?); si no hace esto corremos el riesgo de tener un gobierno enteramente absoluto (como el que hubo de sufrir el país hasta el mes de abril de 1917, encabezado por don Venustiano). Sería peor todavía que la Convención siguiera funcionando al mismo tiempo que el nuevo Gobierno ... Después vienen argumentos de Carranza sobre el pequeño lapso de veinte días.

Palabras de autócrata.

Conforme a lo resuelto por la Junta, debió Villa entregar el día 6 (también Carranza) y, sin embargo, aún está tomando parte muy activa en los asuntos (lo mismo que el Primer Jefe). Si el General Villa realmente quisiera retirarse, no estaría preocupándose por lo que yo hago o dejo de hacer; debía haber puesto sus fuerzas en manos de la Convención, y lavarse las manos (¿como Pilatos?) para que el conflicto fuera entre la Junta y yo.

Yo nunca he dicho que entregaré o he entregado el cargo del Poder Ejecutivo; por eso sigo tomando mis medidas y dictando órdenes y procurando convencer a los jefes y en general, atendiendo los asuntos militares y de gobierno. Por eso no debe extrañar a usted que telegrafíe a todos aquellos a quienes yo crea conveniente telegrafiar ...

Dice usted que le parece inconveniente que yo llame en cumplimiento de su deber a los Generales y jefes, y que los conmine con poner las fuerzas a las órdenes de los Coroneles. Si yo he hecho esto, es porque he querido ofrecer a los jefes secundarios y a la oficialidad, la oportunidad de no hacerse solidarios de la conducta de los jefes; pues no sería justo que pasara lo ocurrido en tiempo de Huerta: de que los jefes arrastren a la oficialidad por el camino del error ... Para concluir, le diré que yo no estoy dispuesto a entregar el poder ... Yo nunca he reconocido la soberanía de la Convención ... Y aconsejaba al General Gutiérrez que renunciara a la Presidencia.

Peregrina ocurrencia de Carranza.

Después de las palabras cortantes del ex senador don Venustiano Carranza, el Presidente Gutiérrez continuó haciendo los mayores esfuerzos para evitar el rompimiento de las hostilidades entre las fuerzas revolucionarias. Atravesando casi solo las avanzadas de las tropas que estaban a las órdenes del General Pablo González, conferenció con éste en Estación Pedrito, al norte de León. Don Pablo marchó a Córdoba a poner en conocimiento de Carranza, el resultado de su entrevista con Gutiérrez, que se efectuó el 12 de noviembre.

Carranza, que había sido declarado rebelde a la Convención dos días antes, hizo nuevas proposiciones absurdas, que no fueron aceptadas por la asamblea, temiendo que encerraran una nueva trampa. Estas que están fechadas en Córdoba, el 15 del mismo mes, implicaban una indebida orden de ostracismo a dos revolucionarios que habían prestado eminentes servicios a la Revolución. Rezaban dichas condiciones:

Carranza depositará efectivamente el mando de sus fuerzas y la administración pública del territorio dominado por él, al General Eulalio Gutiérrez.

Carranza y Villa saldrán fuera del país, debiendo encontrarse ambos en La Habana para el día 25 de noviembre.

Se reunirá en México la Convención de Generales y procederá a elegir un Presidente para todo el período preconstitucional.

González y Gutiérrez entregarán sus respectivas fuerzas en manos del nuevo Presidente designado.

Si para el 30 de noviembre no estuvieren llenadas todas las condiciones mencionadas, Carranza reasumirá su carácter de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista.

Ya nadie tenía fe ni en Carranza, ni en Obregón y mucho menos en el General Pablo González. El Presidente Gutiérrez dio la orden para que las fuerzas de la División del Norte marcharan hacia el Sur.

La Comisión Permanente de la Convención.

El 16 de noviembre resolvió la Convención clausurar su período de sesiones, designando a los miembros de la Comisión Permanente que deberían representarla durante su receso. Fueron elegidos los siguientes delegados: Martín Espinosa, Guillermo García Aragón, Felipe Gutiérrez de Lara, Mauricio Contreras, Roque González Garza, Vito Alessio Robles, Alberto B. Piña, Luis González, Manuel Zebada, Carlos de la Vega, Daniel Ríos Zertuche, A. García Balderrama, Dionisio Marines, David G. Berlanga, José Inocente Lugo, Saúl E. Gallegos, Alejandro Aceves, Miguel Peralta, Esteban Márquez y Enrique W. Paniagua.

Se procedió a designar los miembros de la Mesa Directiva, la cual quedó integrada en la forma que sigue: Presidente, Roque González Garza, que acababa de ascender a General; Secretarios: David G. Berlanga y Vito Alessio Robles, y Prosecretarios: Felipe Gutiérrez de Lara y Saúl B. Gallegos.

El Presidente Gutiérrez acompañado por los miembros de la Comisión Permanente, se trasladó a la ciudad de San Luis, el 18 de noviembre.


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