Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio RoblesCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo 50

Los peligros de la historia contemporánea, la conferencia del Presidente General Eulalio Gutiérrez y del General Pablo González.

Harto difícil resulta escribir acerca de la historia contemporánea. Ya hemos dicho -y lo repetimos ahora- la verdad sobre la actuación de la Convención Revolucionaria de Aguascalientes de que ha sido deformada, falseada, convertida en un verdadero nido de urracas, por los que con miras partidaristas han atribuido el lamentable fracaso del noble intento de la mencionada asamblea para lograr la unión de todos los elementos revolucionarios a la ambición desenfrenada del General Francisco Villa para extender su dominio sobre todo el país.

La verdad ha sido otra, como lo hemos demostrado en los capítulos anteriores, que ya pueden formar un libro de regulares dimensiones. Pero estas verdades se les han indigestado a muchos acostumbrados a comulgar con las ruedas de molino de una propaganda torpe y que acostumbran recoger toda la basura desparramada por apasionados partidarios. La Convención, integrada por revolucionarios de buena fe, que se convencieron de que la única forma para lograr la unión y la paz, era la de retirar a Carranza y a Villa, sin dejar de reconocer los eminentes servicios que ambos habían prestado a la Revolución, actuó con patriotismo y desinterés. Sólo sacrificando a esos dos hombres, era posible la unión de carrancistas, villistas, zapatistas y maytorenistas.

A muchos les escuece el aparecer en estos apuntes como culpables de haber faltado al cumplimiento de su palabra de honor. He recibido cartas y también reclamaciones verbales. Alegan algunos que ellos fueron a la Convención a defender a Carranza, y casi todos votaron por su cese. Otros arguyen que Villa no se retiró del mando de la División del Norte y por tal causa se quedaron con Carranza, y la verdad es que Villa estuvo conforme con su cese, cosa que no ocurrió con Carranza, quien manifestó que no acataba los acuerdos de la asamblea, azuzó a sus adictos para que la desconocieran y sólo, extemporáneamente, manifestó que estaba dispuesto a retirarse dejando una persona de su confianza ... al General Pablo González.

Algunos más dicen que he omitido la publicación de sus discursos y algunas de sus proposiciones o que no he realzado sus méritos en algunas actitudes que ellos estiman gallardas. Debo decir que no me fue posible reproducir íntegros todos los debates ni señalar todos los incidentes registrados en aquella asamblea. Sí puedo afirmar que he procurado apegarme estrictamente a la verdad despojándome de todo apasionamiento.

Las dificultades para escribir acerca de la Historia Contemporánea.

Un avezado historiador español, don Modesto de Lafuente, en su Historia General de España, al llegar al período en que había vivido o actuado, escribió hondas verdades que aquí encajan como anillo al dedo y por ello, las transcribimos:

Es común error pensar que la dificultad de escribir la historia contemporánea esté solamente en no poder confiar en la parcialidad y desapasionamiento del que haya de escribirla; comprendiendo en la denominación de contemporánea, no solamente aquella en que se ha tomado o podido ser parte activa o pasiva sino también aquella que sólo se ha alcanzado en años juveniles, como nos acontece a nosotros con la que da materia a estas observaciones, pero de la cual existen muchos que fueron en ella actores, y muchos más que son inmediatos deudos o allegados a ellos ...

No; la dificultad no suele estar en el historiador, sino en los lectores mismos, que son muchos, y que sin aquellos compromisos de interés y de honra, sin aquel estudio, sin aquel trabajo de investigación, sin aquel cotejo de datos, sin aquella frialdad que sólo se siente en las alturas desde las cuales hay que abarcarlo y dominarlo todo, propenden a atribuir al historiador la pasión de que ellos mismos sin apercibirse de ello están poseídos ...

El que desea y espera elogios propios o de sus mayores y no los encuentra, culpa al historiador de injusto. El que lee alabanzas de quien fue su rival en los campos de batalla, en el parlamento o en la dirección de la política, moteja de parcial al historiador. El que ve juzgar un acontecimiento por otro prisma que el de una opinión de que hizo siempre alarde, siquiera sea de las que han caído en general descrédito, no vacila en atribuir al historiador el error que es suyo o que por lo menos puede serlo. El que hizo un servicio local a un municipio, laudable pero pequeño, y no le halla consignado en la historia, censura como un vacío indiscutible la omisión de los grandes servicios hechos a la patria. ¡Y cuántos así! De forma que, sin negar la contingencia de que al historiador contemporáneo puedan preocuparle pasiones de que no tiene privilegio de exención, es mil veces mayor el peligro de que haya lectores que al verse retratados en el espejo de la Historia, sucédales lo que aquellos achacan a defectos del azogado cristal los que son del original fielmente reproducidos.

La experiencia de los años.

Han transcurrido largos treinta y seis años desde que se registraron los acontecimientos aquí reseñados. Fui delegado a la Convención Revolucionaria de Aguascalientes y uno de sus cuatro Secretarios. Diariamente, siguiendo una vieja costumbre, apuntaba mis impresiones. Obra en mi poder la mayor parte de las versiones taquigráficas de los debates de la mencionada asamblea. Pude darme cuenta de todos los hechos, incidentes e intrigas que se registraron entre bastidores o en algunas juntas secretas tenidas por delegados de los diversos bandos. Me enteré de la actuación de los dos representantes norteamericanos que se encontraban en Aguascalientes y de la propaganda en pro de algunos de los posibles candidatos a la presidencia provisional. Esos representantes -Canova y Carothers- mostraban mensajes cifrados con las versiones respectivas, de que eran gratos al gobierno de la Casa Blanca, primero los Generales Juan C. Cabral, Antonio I. Villarreal y Lucio Blanco, y después, Eulalio Gutiérrez, el mismo Cabral y Eugenio Aguirre Benavides.

Todos esos datos y documentos he podido conservarlos a través de los años, convencido de que el material atañedero a la historia, es como el buen vino que necesita del concurso del tiempo para madurar. La medida resultó acertada. En efecto, sucesivamente he podido encontrar documentos que proyectan luz y claridad completas sobre muchos hechos que aparecían dudosos e inexplicables. Con este aplazamiento he podido citar muchos datos aportados por diversas obras, entre ellas, la del General Alvaro Obregón, apasionada y truculenta, y la del General Juan Barragán, pletórica de documentos.

Con tal cuidadosa cautela, he podido reseñar en artículos periodísticos, con algunos de los cuales se han formado libros, muchos episodios de nuestra turbulenta historia. En esta forma se han recopilado los historiales de los Tratados de Bucareli, de los acontecimientos que culminaron con las tragedias de Huitzilac, de la cual pude obtener la versión del General Claudio Fox, y de Topilejo; las andanzas del licenciado Vasconcelos y la verdadera génesis de la turbia presidencia del licenciado Emilio Portes Gil con las graves fallas de su gobierno y de otros muchos capítulos de historia contemporánea, que no han sido rectificados por los actores que en ellos intervinieron a pesar de la atenta invitación hecha a todos para que indicasen los errores que encontraran.

Igual atenta invitación hago a los que puedan señalar yerros en estos capítulos. Pero basta ya de paréntesis y prosigamos la torturada historia de la asamblea de Aguascalientes.

Una conferencia entre el Presidente Gutiérrez y el General Pablo González.

En el capítulo anterior dejamos instalados en la ciudad de San Luis Potosí, al Presidente Gutiérrez y a la Comisión Permanente de la Convención. Pero antes de romperse las hostilidades entre las fuerzas adictas a la asamblea y las que sostenían a Carranza, se registró un supremo esfuerzo para evitar la ruptura de las hostilidades. El General Eulalio Gutiérrez debe haberse sentido descorazonado al palpar que los que lo habían ungido con sus votos para llevarlo a la presidencia de la República, lo abandonaban y que sólo lo sostenían los que no habían votado a su favor y, sin embargo, se mantenían fieles a la palabra empeñada.

Decidió conferenciar con el General Pablo González que, a la cabeza de veinte mil hombres, se mantenía en actitud agresiva manteniendo su vanguardia en las cercanías de Aguascalientes. Esta conferencia no fue dada a conocer a la mayoría de los delegados. Tenemos a la vista la versión del General Teodoro Elizondo, íntimo amigo del General González y su viejo compañero de armas, que era precisamente el que comandaba en aquellos días la vanguardia de tres mil hombres, desplegada en Estación Pedrito, cerca de Aguascalientes. Esta versión está calzada por la firma del citado General Elizondo. Dice en nota dirigida al mismo General González:

El General Gutiérrez propuso verificar personalmente con usted una conferencia que tendría lugar en la Estación Loma, la que por usted fue aceptada.

Usted (el General González) me manifestó que le tenía desconfianza al General Villa de que le quisiera hacer su prisionero, y le ordenó a Marciano González pusiera el siguiente telegrama: Estación San Francisco del Rincón, Gto., doce de noviembre de 1914. 2 p.m. Al C. Gral. Eulalio Gutiérrez. Estación Loma. En estos momentos sale el Gral. Teodoro Elizondo acompañado de otras personas a conferenciar con usted. El General Pablo González.

Precauciones de don Pablo.

Ordenándome -prosigue el General Elizondo en su nota dirigida al General González- saliera en seguida a conferenciar con el General Eulalio Gutiérrez, mandándole por mi conducto su opinión sobre la situación del momento. Por estar la vía destruida, hice la caminata pie a tierra, de cuatro leguas de ida y otras tantas de regreso. Llegué a Estación Loma, donde encontré al General Eulalio Gutiérrez, al General Cabral y a otras personas, los que me recibieron bien; nos saludamos y me dice el General Gutiérrez: ¿Por qué no vino el General González? No sé, me ordenó viniera yo en su representación.

Después de hablar un rato me dijo: Yo estoy deteniendo estas fuerzas porque le propuse al General González tuviéramos una conferencia personal, y es muy urgente que hablemos, porque después de don Venustiano, él es el responsable de lo que suceda.

Las instrucciones que usted me dio fueron si al notar yo con Gutiérrez algún peligro o mala voluntad para usted, no le dijera dónde se encontraba, y si no lo había, le dijera que lo esperaba en Estación Pedrito, donde quedó usted acompañado del doctor Luis G. Cervantes y de algunos oficiales.

El pacto de un armisticio.

Viendo -agrega el General Elizondo- que no había peligro, le dije que usted lo esperaba en la Estación Pedrito; díjome: Vamos, y me acompañó y cuatro Generales más, pie a tierra. Llegamos en la Estación Pedrito a las 11 de la noche. En el camino, sin que lo apercibiera el General Gutiérrez, le ordené al General Abelardo Menchaca, que era uno de los que acompañaban, apresurara el paso para que llegara antes que nosotros y le dijera a usted que íbamos en camino y no había peligro.

Si no hubiera mandado a este compañero, no lo hubiéramos encontrado (al General González); por mi dilación, creyó usted que existía peligro; dejó el punto citado que era la Estación Pedrito, regresándose en su tren y por la indicación del General Menchaca se regresó usted a dicha estación, donde el General Gutiérrez y usted celebraron una conferencia que duró dos horas; terminada ésta, se regresó el General González y sus acompañantes para Estación Loma y usted y nosotros en su tren, al Sur; quedándome con los oficiales que me acompañaron en San Francisco del Rincón, siguiendo usted para Silao ...

Las gestiones del General González.

Desde Silao, don Pablo comunicó lo que sigue al General Elizondo:

Este Cuartel General ha tenido a bien comunicar a usted que se ha celebrado un pacto de armisticio con el General Eulalio Gutiérrez, que durará hasta nueva orden del Cuartel General; las fuerzas villistas no avanzarán de Estación Loma, ni usted dejará por ningún motivo, las posiciones que tiene; no se repara la parte de vía destruida (la de Loma a Pedrito), ni se destruirá más ...

Don Pablo marchó a Córdoba y obtuvo de Carranza la decisión de abandonar el mando y el país hasta el 25 de noviembre, dejando a él -el General González-, como sucesor ... Comunicada por telégrafo a la asamblea, ésta contestó lo que sigue:

... que sentían mucho lo extemporáneo de su mensaje y que no aceptaban la proposición del Primer Jefe.

El 14 de noviembre, don Pablo, desde Córdoba, telegrafió al General Elizondo que salía para Silao y le ordenaba que por ningún motivo abandonara las posiciones que ocupaban sus tropas. Agrega Elizondo que todas las fuerzas que formaban el grueso se retiraron al Sur, en los trenes y con una máquina y una cadena destruyendo la vía tras de ellos, sin darme aviso, dejándome cortado, y como en el armisticio había la cláusula de que no se destruiría más la vía, los villistas avanzaron hacia donde yo estaba, copándome, sin disparar un solo tiro.

Las protestas de Obregón y Gonzáles.

Las hostilidades se habían iniciado. Don Pablo González y don Alvaro Obregón lanzaron sendos manifiestos retumbantes que parecían inspirados en el estilo muy peculiar de Vargas Vila, del que era admirador don Alvaro. Este último decía: El monstruo de la traición y el crimen, encarnados en Francisco Villa, se yergue, amenazando devastar el fruto de nuestra Revolución ... Arrodillaos ante el altar de la Patria y llevad al oído de vuestros hijos, esposas y padres, la sacrosanta oración del deber ... Don Pablo expresó: Mi mano, aún con la crispatura del soldado que cae y que sucumbe, enarbolará el pabellón de las libertades de mi pueblo ... Hoy lanzo ante los cuatro Vientos, con la garantía de mi vida, mi voz de protesta y de combate: La Constitución ...

¡Se iniciaba para el país un lustro de sangre, ruina y desolación!


Índice de La Convención Revolucionaria de Aguascalientes de Vito Alessio RoblesCapítulo anteriorCapítulo siguienteBiblioteca Virtual Antorcha