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Capítulo 48

Don Venustiano Carranza se niega a reconocer el gobierno presidido por el General Eulalio Gutiérrez y es declarado rebelde por la asamblea.

El General Francisco Villa, por disposición del Presidente Eulalio Gutiérrez, había causado baja como jefe de la poderosa División del Norte y todas sus tropas pasaron a depender directamente del Secretario de Guerra y Marina, General José Isabel Robles. En cambio, los jefes de otras Divisiones se mantenían en actitud rebelde contra la Convención, entre ellos el General Pablo González, que asumía una actitud amenazante para la misma asamblea, con cerca de veinte mil hombres escalonados entre Estación Pedrito y Querétaro, y hasta se atrevió a detener por algunas horas, en Querétaro, a los comisionados de la misma, que obedeciendo los mandatos de ésta, se dirigían a Córdoba a entregar el pliego de su cese al Primer Jefe.

Ya se ha visto que al mismo tiempo que los Generales de la División del Norte acataban respetuosamente las disposiciones de la Convención, casi todos los gobernadores y jefes adictos a Carranza, azuzados por éste, la desconocían y mandaban retirar los representantes que ellos mismos habían acreditado ante la asamblea y hasta lanzaban manifiestos y proclamas injuriosos para los convencionistas. La situación era compleja y delicada. No se tenían noticias de los Generales enviados cerca de Carranza. El Presidente Gutiérrez, en su afán de evitar un rompimiento, solicitó de la Convención que diera un plazo que fenecería a las 6 de la tarde del día 10 de noviembre, para que Carranza y todos los carrancistas que habían manifestado su rebeldía, reconocieran al gobierno emanado de la Convención.

Todo menos la dejación del poder.

Los comisionados para participar su cese a Carranza, tardaban para volver más de lo necesario, y no se tenían noticias directas de ellos. Al fin, el 8 de noviembre en la noche, regresó a la ciudad de Aguascalientes el General Eugenio Aguirre Benavides. A los que pudieron hablar con él, les informó que Carranza estaba decidido a no dejar el poder, que sus tres compañeros de Comisión, los Generales Alvaro Qbregón, Eduardo Hay y Antonio I. Villarreal, habían manifestado que no regresarían a la Convención. Algunos de los que oían tales afirmaciones, comentaron con acritud:

No lo creemos, Obregón en plena asamblea autorizó a cualquiera que le escupiese la cara si no volvía a la Convención, y Hay increpó: Yo arrojaré a la cara de los que falten a sus compromisos el anatema de hombres sin honor y de malos hijos de la República.

Ni entonces ni después, los Generales Obregón, Hay y Villarreal informaron a la asamblea sobre el resultado de su Comisión. Los tres se pusieron a las órdenes del Primer Jefe. Sólo Aguirre Benavides regresó a Aguascalientes sin que se le pusieran obstáculos en su viaje.

Las argucias del Primer Jefe.

En la mañana del 10 de noviembre se recibió un extenso telegrama del Primer Jefe, lleno de argucias y triquiñuelas de tinterillo, que denunciaba a leguas la mano del licenciado Heriberto Barrón, muy allegado a don Venustiano por sus antiguas ligas con el reyismo, y que en aquellos días era inseparable y hasta Ninfa Egeria del Primer Jefe. Vamos a transcribir íntegro dicho mensaje con la advertencia de que los substítulos son nuestros y que, entre paréntesis, pondremos algunas acotaciones de nuestra cosecha.

Telegrama de Córdoba, Ver., el 9 de noviembre de 1914. Para Aguascalientes. A los CC. Jefes y Oficiales reunidos en Aguascalientes.

He recibido la comunicación de fecha 3 de noviembre que ustedes me envían y he escuchado las informaciones que los señores delegados Generales Antonio I. Villarreal, Alvaro Obregón, Eduardo Hay y Eugenio Aguirre Benavides se sirvieron hacerme acerca de los propósitos a que respondieron las resoluciones tomadas por esa Junta con fecha primero del actual.

Deploro sinceramente que la Junta haya cometido errores que pueden complicar y de hecho están complicando la situación del país; mas convencido de la inutilidad de toda recriminación en los actuales momentos y de la necesidad de procurar honradamente la resolución de las dificultades en que nos hallamos, paso a exponer brevemente mis ideas acerca de las resoluciones tomadas por esa Junta:

Los motivos de Carranza.

Primero. Mi nota de fecha 23 de octubre no contenía mi renuncia propiamente dicha, sino solamente la exposición de las condiciones bajo las cuales estaba dispuesto a presentarla. (Es cierto, pero la Convención no tuvo en cuenta tales condiciones con el carácter de previas. No aceptó la renuncia, que no había presentado realmente. Dictó su cese junto con el de Villa en obsequio de la paz de la República. Sin embargo, procuró cumplir con las condiciones impuestas: cese de Villa y continuación del régimen preconstitucional, más bien dicho, dictatorial, que el mismo Carranza exigía).

Segundo. Dichas condiciones eran tres; pero dejando a un lado la tercera relativa al retiro de Zapata (no fue incluida esta condición, ni podía aceptarse porque este jefe suriano no estaba debidamente representado en la Convención, sin embargo, el retiro de Zapata como Jefe del Ejército Libertador del Sur, quedó incluido en el artículo sexto de la asamblea, que reza textualmente: Se suprimen las Jefaturas de los Cuerpos de Ejército y los de las Divisiones, y sus Jefes, el General Villa, inclusive, pasarán a depender de la Secretaría de Guerra dei gobierno emanado de la Convención. Este acuerdo, el único que le había dado cumplimiento, fue el General Villa). Quedaban en pie dos -agrega don Venustiano-, respecto de las cuales fue intención clara y expresa de la Comisión dictaminadora (de la cual formó parte el General Obregón), que deberían aceptarse en todas sus partes, según se ve en el inciso A del párrafo tercero de la comunicación que he recibido y al final del cual se lee: A las condiciones primera y segunda ... contéstese afirmativamente en todas sns partes.

Las andróminas de una Ninfa Egeria.

Proseguía el mensaje de Carranza con las siguientes andróminas, indudablemente sugeridas por su Ninfa Egeria:

Tercero. No obstante esta declaración preliminar, las resoIuciones tomadas no incluyeron para nada la primera de las condiciones mencionadas, ni abarcaron íntegramente la segunda.

Cuarto. Sin dejar cumplida la primera condición, se procedió a designar Presidente provisional, recayendo ese nombramiento (obra del General Obregón) en el General Eulalio Gutiérrez. Dicha designación carece de base, puesto que se designa para un cargo público, cuyas facultades no habían sido designadas ni determinadas. (La Convención adoptó los principios del Plan de Ayala, programa de que carecía el Plan de Guadalupe. Además, dispuso que el Presidente estaba obligado a cumplir y hacer cumplir el programa de gobierno que emanara de ella, así como sus acuerdos, para realizar en un período preconstitucional las reformas sociales y políticas que necesitase el país).

Quinto. La designación fue hecha con la reserva de ser ratificada o rectificada el día 20 del actual. (Agregado que quizá con fines aviesos -decimos nosotros- impusieron algunos delegados adictos a Carranza). El plazo tan exiguo está indicando claramente que el Gobierno establecido por la Junta, no podría ser lógicamente capaz de realizar las reformas políticas y sociales que necesita el país, como decía la primera condición propuesta por mí y que se suponía plenamente aceptada por la Comisión Dictaminadora.

Sexto. La condición relativa al retiro del General Zapata, no podía ser estudiada mientras no se diera entrada a los delegados zapatistas, pero por otros pasos por la Junta, se demostraba claramente que en vez de laborarse por la eliminación de Zapata, virtualmente, se procura fortalecer su personalidad. (Y lo merecía).

Carranza decidido a no entregar el poder.

Por estas razones, que nosotros llamamos andróminas, el Primer Jefe se negó rotundamente a entregar el poder, en los términos siguientes:

Los anteriores hechos serían suficientes para no reconocer la resolución de la asamblea ni entregar el poder.

A. Porque no lo he renunciado y en consecuencia la Junta de Jefes y gobernadores no podría quitármelo sin cometer una insubordinación y desconocer las estipulaciones del Plan de Guadalupe.

B. Por no haberse llenado la primera de las condiciones fijadas por mí. No puedo, en efecto, entregar el poder a un Gobierno que carece en absoluto de bases constitutivas y que no tenga lineamientos de ninguna clase, ni facultades determinadas. (El preconstitucional de Carranza no tenía ni bases, ni lineamientos ni facultades determinadas). Dicho Gobierno sería o enteramente personalista y dictatorial (como el del Primer Jefe), puesto que el General Gutiérrez tendría que obrar a su entero albedrío, o la Junta tendría que ser realmente la que gobernara, siendo este último caso el que temo más; pues de entregar el poder al General Gutiérrez en las condiciones y tiempo para que fue nombrado, el resultado final sería que la Convención continuaría funcionando indebidamente y bien sabemos cuáles son los inconvenientes de que la jefatura de un Ejército y el poder ejecutivo de una nación quedaran en manos de una asamblea, por ilustrada, idónea y capaz que se le suponga. Como cuerpo deliberativo, la Junta de Aguascalientes sería tal vez deficiente y de ello ha dado pruebas; pero como cuerpo administrativo y ejecutivo, sería un instrumento de tiranía desastroso para el país. Como Jefe del Ejecutivo, como encargado del Poder Ejecutivo, como caudillo de una Revolución que aún no termina, tengo muy serias responsabilidades ante la Nación, y la Historia jamás me perdonaría la debilidad de haber entregado el Poder Ejecutivo en manos de una asamblea que no tiene las condiciones necesarias para realizar la inmensa tarea que pesa sobre el Ejército Constitucionalista.

C. No podría yo reconocer el carácter de Presidente provisional al C. General Eulalio Gutiérrez, por haber sido nombrado antes de que yo presentara mi renuncia.

D. Nadie creo que me reprocharía que como Jefe del Ejército Constitucionalista, como encargado del Poder Ejecutivo y como Jefe de la Revolución, me niegue a entregar el mando, sabiendo que el Presidente designado lo ha sido solamente por veinte días, término insuficiente para incautarse de los más urgentes negocios de Gobierno, pues destruiría la cohesión del ejército y la organización del Gobierno, que no podrían rehacerse por el General Gutiérrez en el perentorio término para que fue nombrado. La condición relativa al retiro de Villa, que parece, haber sido considerada como única por la Junta, no fue estudiada debidamente, ni lo fue como condición previa; sino que se resolvió que cesaría en el cargo de Jefe de la División del Norte, al mismo tiempo que yo.

E. El artículo transitorio de la resolución aprobada el día 3 del corriente, dice: que los acuerdos tomados comenzarán a surtir sus efectos el día 6 del actual; ahora bien, estamos a 8 de noviembre, y el General Villa, a quien la Convención no ha prorrogado el plazo de la entrega de su División, se encuentra todavía apoderado de las aduanas, los correos, los telégrafos y los ferrocarriles y en general, de todas las oficinas públicas del gobierno civil y militar de la región dominada por él. (No es cierto. Villa desde el 6 de noviembre había declinado el mando de su División, en cambio no lo habían hecho ni Obregón, ni Pablo González, ni otros muchos jefes adictos a Carranza ni el mismo Primer Jefe que ya estaba en plena rebeldía contra la Convención). Pero hay más aún -continúa don Venustiano en su pesado siempre, a veces plañidero, y en otras, amenazador mensaje-; en un telegrama dirigido de Aguascalientes a México, precisamente el día 6 de noviembre, fecha en la cual el General Villa se supone haber entregado el mando de la División del Norte, que contiene instrucciones a algunos jefes subalternos para la evacuación de Xochimilco en favor de los zapatistas, para el soborno de guarniciones, para entrevistas con Zapata, para sondear la lealtad de algunos jefes y en general, para preparar un cuartelazo contra mí, y todas estas órdenes se entienden transmitidas por Villa y Angeles (no estaba seguro), lo cual indica que lejos de entregar el mando de su División, el General Villa comienza a inmiscuirse en el de otras Divisiones y no sólo no entrega el mando, sino que ofrece ponerse con sus tropas a las órdenes de la Convención; es decir, que el General Villa entiende su obligación estando las fuerzas de su mando en favor de la Convención y contra mí (Villa cumplía la palabra empeñada teniendo en cuenta la actitud rebelde de Carranza). Ahora bien, he dicho en mi nota de 23 de octubre y lo repito ahora, que el retirarme del poder lo haría para evitar dificultades y no para dejar escombrado el camino al General Villa y a la reacción que a su alrededor comienza a agruparse (exactamente lo mismo podía decir Villa y además en torno a Carranza había muchos reaccionarios, entre ellos el gobernador felicista de Oaxaca). Esto comienza a suceder y faltaría a mi deber como Jefe de la Revolución si me retirara de la Jefatura del Ejército Constitucionalista, privando a éste de la cohesión (sic) que le da mi personalidad, dejandolo debilitado frente a las tendencias y a los procedimientos de dominio del General Villa.

F. Tampoco creo que debería retirarme del poder en los momentos en que Zapata le concede a la Convención una importancia capital, sancionando la debilidad y las condescendencias que con él tiene la Junta.

G. Por último, las resoluciories de la asamblea eligiendo al General Gutiérrez, han provocado serias protestas de gobernadores y jefes militares, quienes han retirado sus representantes (actitud ordenada por el mismo Carranza). Esta nueva complicación (obra de Carranza) sería una causa más para no retirarme del Poder, puesto que aparentemente la votación la causó una mayoría de representantes convencionistas (todos adictos a Carranza, que prefirieron sacrificar sus afectos ante el peligro de que el país se viera envuelto en una desastrosa guerra civil) que deseaban mi separación (todos, con excepción de tres o cuatro incondicionales). Los hechos han demostrado que no hay una mayoría de jefes y gobernadores que deseen mi separación incondicional. Todas las razones anteriores serían más que suficientes para no retirarme del Poder, para no acatar los acuerdos de la Convención y para desconocer a ésta llamando a los jefes y gobernadores a reasumir las funciones de sus respectivos cargos; mas deseando que mi actitud no se interprete como un mero subterfugio para eludir el cumplimiento de mi promesa de retirarme del Poder y que no se dude de la sinceridad de mis actos y con el fin de evitar un conflicto entre las fuerzas constitucionalistas que me son adictas y aquellas que creyeron un deber apoyar a la Convención, engañadas por un erróneo sentimiento del deber, por una falsa noción de las obligaciones que les impone la palabra de honor y deseando por último, abrir las puertas de la Convención para que reconsidere sus determinaciones, propongo que ésta tome los siguientes acuerdos:

Primero. El C. Venustiano Carranza entregará el Poder Ejecutivo de la Nación y la Jefatura del Ejército Constitucionalista, al Presidente que la Junta de Generales y Gobernadores designe en definitiva para gobernar la República durante todo el período preconstitucional que sea necesario para llevar a cabo las reformas políticas y sociales que exige la Revolución.

Segundo. Dicha entrega se efectuará tan luego como el nuevo Presidente tenga bien definidas sus funciones y haya recibido efectivamente el mando de la División del Norte y las oficinas públicas federales y locales de la región dominada ahora por dicha División.

Las anteriores se encuentran aceptadas en principio, por la Junta de Aguascalientes y su resolución no implicaría un gran sacrificio de amor propio de parte de la Convención, por lo cual espero del patriotismo de los miembros de ella que harán un esfuerzo para acogerlas con el espíritu con que han sido propuestas, que es el de ahorrar al país un nuevo sacrificio de sangre.

Constitución y Reforma.

Córdoba, noviembre 8 de 1914.

Venustiano Carranza.

El Primer Jefe es declarado rebelde.

La Convención en la junta del 10 de noviembre, consideró que este mensaje no encerraba otra cosa que una serie de añagazas para no dejar el poder. A las 6 de la tarde, fecha en que fenecía el plazo que se le había dejado para acatar los acuerdos de la asamblea, el Vicepresidente Pánfilo Natera, declaró que don Venustiano Carranza, era rebelde a la Convención.

El tiempo que es padre de prodigios demostró que Carranza, sólo con la muerte, dejaría el poder.


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