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Capítulo 34

El Plan de Ayala, bandera de principios de la Revolución mexicana.

Memorabilísimas y tormentosas fueron las sesiones matutina y vespertina del 28 de octubre de 1914. Esta fecha representa uno de los principales fastos de la revolución mexicana. Desde entonces la revolución aparentemente unificada, tuvo ya un contenido hondamente social al adoptar la Convención, en forma clamorosa, los principios contenidos en el Plan de Ayala, auspiciándolos como un mínimo de las reivindicaciones agrarias.

El Plan de Guadalupe no auspiciaba ninguna reforma social. Fue un plan meramente político, quizá el más pobre y mezquino de los que se han expedido en el país. Era muy inferior en todos sentldos al Plan de San Luis Potosí. El Plan de Ayala de 25 de noviembre de 1911 constituía el grito de guerra de los campesinos. Repercutió vigorosamente en el Norte. La cláusula octava de los convenios de Torreón, aprobada el 7 de julio de 1914, obligaba a los jefes y a todos los Generales de las Divisiones del Noroeste y del Norte a procurar el bienestar de los obreros; a emancipar económicamente a los campesinos haciendo una distribución equitativa de las tierras, o por otros medios que tiendan a la resolución del problema agrario.

Este anhelo, que fue llamado por el licenciado Andrés Molina Enríquez la cláusula de oro de los convenios de Torreón, fue despectivamente rechazado por don Venustiano Carranza.

La memorable sesión del 28 de octubre.

Desde hora muy temprana las plateas, los palcos y las galerías del Teatro Morelos estaban llenos a reventar. El público había invadido los pasillos. El Presidente Villarreal declara abierta la sesión a las diez y quince minutos de la mañana. El Secretario, Marciano González repitió la lectura de la comunicación de Emiliano Zapata en que pedía que, para no retardar la solución de los graves problemas nacionales, se concediera voz y voto a sus representantes. Esta nota, que la víspera fue turnada a la Comisión Revisadora de Credenciales, tenía a su pie el dictamen de la citada Comisión, que también se leyó. Consultaba que se accediera a la petición de Zapata, atendiendo al informe del General Felipe Angeles que hizo saber que los zapatistas estaban autorizados para resolver dos importantísimas cuestiones, las cuales decidirían si el Ejército Libertador del Sur iba o no a unirse al Ejército Constitucionalista.

El delegado José Siurob expresó que para conceder voz y voto a los zapatistas es imprescindible que previamente sean aceptados como delegados, para lo cual deben llenar todas las condiciones establecidas en un acuerdo expreso de la asamblea y que firmen en el lienzo de la bandera. Apoyan a Siurob los delegados Obregón, Hay, Samuel M. Santos, García Vigil y otros. Los contradicen Angeles, Buelna y González Garza.

Al fin, se acuerda que se levante la sesión ordinaria y que la asamblea se erija en junta previa, en la que podrán ser oídos los representantes del Ejército Libertador y puedan estar facultados para emitir sus votos.

Las condiciones de los zapatistas.

Previa la declaración correspondiente del Presidente de la asamblea, los zapatistas con sus trajes bizarros, pasan a ocupar sus asientos en el proscenio, aunque algunos prefieren acomodarse en las butacas del lunetario. Interpelados los zapatistas para que expresaran cuáles eran las razones fundamentales para desear tener voz y voto, Soto y Gama abordó la tribuna para decir:

Las dos razones que tenemos son tan claras, que mis compañeros no quieren una inconsecuencia: la primera es que se acepte el Plan de Ayala; y la segunda, que se quite al hombre-estorbo, como yo califico al ciudadano Venustiano Carranza, al cual no hemos reconocido ni reconoceremos; se trata de las condiciones sine qua non de la pacificación: ustedes tienen dos en la cartera; se va a rendir dictamen sobre ellas y nosotros, los más interesados, los más castigados por Carranza, los más interesados en la defensa del Plan de Ayala no tendremos voto. Dejamos. al criterio de ustedes, al criterio honrado, sereno, para que digan si eso es racional, si esa razón es de sentido común, si esa razón tan clara y tan lógica no es superior a las razones que han invocado muchos de los miembros de la asamblea.

Agregó que las comunicaciones en la región del Sur eran asaz difíciles para que se hiciera en breve lapso el nombramiento de representantes debidamente autorizados, exponiendo:

El Ejército Libertador del Sur se compone de sesenta mil ciudadanos perfectamente armados; tendremos derecho a sesenta delegados, y hay aquí veinticuatro solamente ...

Cargos y aclaraciones.

El General Obregón habló después en un tono socarrón e irónico:

El cortísimo tiempo que tiene de revolucionario el señor Soto y Gama, no le ha dado la oportunidad de conocer los elementos del Sur. Yo creo que es ingrato con esos elementos. Y creo que los favorece muy poco pretendiendo defenderlos.

Nosotros admiramos y hemos admirado al Ejército Libertador, precisamente por los pocos elementos con que cuenta; hemos admirado esas energías inquebrantables con que ha podido sostenerse un reducido número de hombres lejos de las fronteras, lejos de los aprovisionamientos de cartuchos, sin un centavo quizá para conjurar las necesidades indispensables de la guerra. Eso es lo que ha causado la admiración en la República; eso es lo que ha hecho grande el genio del General Zapata y de todos sus revolucionarios. Sería hacerles poco favor, señores, decir que tienen sesenta mil hombres perfectamente armados y pertrechados, cuando nosotros con veintiséis mil hemos recorrido cuatro mil kilómetros para venir a ocupar la capital de la República. No causarían la admiración que causan si tuvieran esos elementos; diríamos: es un ejército cobarde, que con sesenta mil hombres nunca pudo ocupar la capital de la República. De suerte que yo sostengo que es ingrato el señor Soto y Gama ...

Don Paulino Martínez, indignado, contestó las frases irónicas y jactanciosas de Obregón, sin tratar de sostener las exageraciones portuguesas de Soto y Gama. Dijo:

He pedido la palabra para aclarar un punto importante al señor General Obregón sobre lo que acaba de decir:

Si entró a la capital de la República, ha sido sin disparar un tiro, y porque el Presidente Carvajal y el Ejército ex federal se pusieron de acuerdo para que entrara a la capital; y si el Ejército zapatista no ha entrado, es porque no ha querido, es porque no pretende arrogarse ningunas facultades, sino que quería ponerse de acuerdo, primero, con todos los revolucionarios para que entraran los Generales Villa, Obregón y Zapata, porque allí no hay ambición de mando ni de poder, allí hay buena fe para todos los hombres de la República entera. (Aplausos y siseos).

Los principios del Plan de Ayala.

Sin plan fijo, continuaba una enredada discusión de relieves bizantinos motivada siempre por los absurdos trámites dictados por el Presidente Villarreal, que se mostraba obcecado en mantenerlos, y las objeciones de González Garza y de Hay, que batieron el récord de la oratoria y alardeaban de su práctica parlamentaria.

Al fin la Secretaría dio lectura a la siguiente proposición:

Proponemos: que por ser unánime la opinión de la asamblea, se declare que se aceptan los principios contenidos en el Plan de Ayala, y que según el mismo Plan, están contenidos en los artículos 4°, 6°, 7°, 8°, 9°, 12° y 13°, excluyéndose los otros por no entrañar ningún principio revolucionario.

J. Siurob. R. González Garza. V. Alessio Robles.

Uno de los Secretarios dio lectura a los artículos enumerados e inmediatamente después, Soto y Gama pidió que se pusiera a discusión en lo general, y fundó su aceptación en los siguientes términos:

Dijo que el Plan de Ayala es el fruto de la experiencia no de cuatro años de lucha, sino de toda nuestra existencia nacional, que ha demostrado que el régimen feudal, que el latifundismo es la verdadera plaga y el verdadero secreto de nuestra constante anarquía y nuestras constantes revoluciones. Expresó que el Plan podría dividirse en dos partes: la cuestión social, o más bien dicho la cuestión agraria, y la cuestión política.

Afirmó que la cuestión agraria se reducía a destruir el latifundio, a destruir al señor feudal, al hacendado, al hombre dueño de grandes y vastos territorios, que en virtud de esa posesión, ejercía dominio absoluto no sólo sobre Ios intereses y los salarios de sus peones, sino también sobre sus personas, por medio de la influencia que la posesión de esos vastos terrenos le concedía sobre las autoridades de la localidad, al grado de que esas autoridades se convertían en su dependencia y en su instrumento.

Dijo que para hacer variar las condiciones que permitieran al proletariado ser libre y salir de la condición de siervo, el Plan de Ayala establecía tres procedimientos: la restitución de los ejidos robados a los pueblos, acto de justicia, pues se trataba de un robo, y el robo debía repararse con la restitución.

El segundo procedimiento consistía en la expropiación de las tierras mediante indemnización a los poderosos propietarios, es decir, a los latifundistas, no a los pequeños propietarios, a los que era necesario respetar, y añadió que el Plan de Ayala llevaba su moderación al grado de pedir simplemente la expropiación de la tercera parte de las tierras.

El tercero debería consistir en la confiscación de todas las tierras, sin pago de un solo centavo, a los latifundistas que hubieran ayudado a las dictaduras porfirista y huertista.

La parte política del Plan de Ayala.

Después Soto y Gama abordó la parte política del mismo plan, en la siguiente forma:

La cuestión política quiere evitar la imposición; es el reverso del Plan de Guadalupe. El Plan de Guadalupe llama a la presidencia de la República, con anticipación, con una anticipación peligrosa, a un hombre a quien la República todavía no conoce, a un hombre que puede variar durante el curso de la revolución, y que de hecho ha variado. El Plan de Guadalupe llamó al poder a don Venustiano Carranza; con sólo ochenta firmas de sus principales jefes, por sorpresa llegó al poder. Los resultados de esa sorpresa son tan notorios que casi no es preciso señalarlos. Don Venustiano Carranza, al poco tiempo de ser el Primer Jefe, empezó a descuidarse y por algunas dificultades en la cuestíón agraria tuvo que refugiarse en Sonora. Don Venustiano Carranza ha resultado cada vez menos afín con la revolución ... Podría haber sucedido, como ha sucedido, como ha acontecido realmente, que al fin de la revolución hubiera otras personalidades revolucionarias más vigorosas y más robustas que la elegida al principio, y es racional y es justo y es político lo que prevé el Plan de Ayala: permitir a todos los revolucionarios reunirse en una convención, después de la revolución, después de los hechos consumados, cuando se ha visto el proceder y la conducta de todos los revolucionarios, decir entonces: de todos los revolucionarios del país, el que nos conviene para la primera magistratura es Fulano ...

A las 2 de la tarde se suspendió la junta previa matutina para reanudarla a las 4:30 de la tarde.

La sesión vespertina del 28 de octubre.

Reanudada la sesión, a las 4:30 de la tarde se prolongó hasta las 11 de la noche. Desde luego los principios contenidos en el Plan de Ayala fueron aprobados por aclamación, en lo general, poniéndose después a discusión cada uno de los artículos, en lo particular. El entusiasmo no decayó un solo minuto, mostrándose en todos los casos la asamblea mucho más radical en su pensamiento que las prevenciones del Plan zapatista, obra del ideólogo de la revolución del Sur, el profesor Otilio Montaño, que le dio forma y concretó en forma ingenua e inspirada los anhelos de los campesinos. Los zapatistas hubieron de aceptar que se aprobaran los artículos del Plan de Ayala como una exigencia mínima de la revolución.

Los artículos 12 y 13, que en el Plan de Ayala preveían la forma de establecimiento del gobierno de la República y de los Estados al triunfo de la revolución, fueron discutidos con gran amplitud y se les hicieron algunas ligeras enmiendas. Con la adopción del 12, que definitivamente estableció que una convención formada con los jefes revolucionarios nombraría un presidente provisional, quedó sellada la separación de Carranza del Poder Ejecutivo, cuando menos en teoría.


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