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III. Impotencia del socialismo tradicional

Cuando vieron hasta qué grado de desmoralización de las masas conducía la práctica parlamentaria del socialismo de Estado, los fundadores del socialismo, por un movimiento de retroceso instintivo, reformaron las afirmaciones del socialismo revolucionario, que habían formulado anteriormente. Tuvieron la energía desesperada de los creadores que ven hundirse su obra. Llamaron a las fuerzas socialistas dispersas y trataron de mantener los principios.

Pero no han ido más lejos. Han combatido los excesos e indignidades del parlamentarismo, sin dar otra base a la acción socialista. Han seguido hablando de lucha de clases en el terreno electoral, y preconizando una intransigencia atroz en el terreno parlamentario. De aquí ha resultado una desecación de la teoría y un enervamiento de la práctica.

¡Las ilusiones lasallianas sobre el sufragio universal debían, sin embargo, ser abandonadas! Una larga experiencia las ha disipado. La creencia en el fatalismo económico no podía renacer. Las creaciones del proletariado, la manifestación de sus creencias tienen, a pesar de todo, alguna importancia. No basta mantener las ideas tradicionales: un pensamiento que no se renueva es un pensamiento moribundo.

En cuanto a la táctica socialista revolucionaria, ha provocado casi siempre espantosos fracasos allí donde ha sido intransigente, y ha causado los peores desarreglos allí donde se ha manifestado flexible. La acción parlamentaria, si puede no poseer la maleabilidad de la arcilla, nunca puede tener la rigidez del hierro. ¿Quién es capaz de discernir normalmente en el Parlamento, los votos de los diputados revolucionarios y de los diputados reformistas? ¿No equivale a querer resolver el problema de la cuadratura del círculo el volver a afirmaciones ultrarrevolucionarias, conservando una táctica puramente parlamentaria?

Los partidos socialistas no disociados por la democracia pueden todavía hacerse algunas ilusiones y creer en la posibilidad de una acción socialista a base parlamentaria. Pero los partidos descompuestos por su encuentro con la democracia, no pueden, so pena de esterilidad, rebelarse mucho tiempo contra las lecciones de la experiencia.

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