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I. Las instituciones obreras

Las clases sociales, según Marx, se diferencian por sus instituciones y su ideología. Cada clase se crea sus organismos propios, por los cuales se afirman sus concepciones jurídicas, morales y políticas. Son sus creaciones personales, y en ellas pone todo lo que contiene en sí de nuevo, es decir, las reglas de vida que opone a las reglas de vida de las instituciones de las clases rivales.

Esta noción de la ruptura entre los grandes grupos sociales, yuxtapuestos así como mundos cerrados e impenetrables unos a otros, reduce la lucha de clases a un doble movimiento de negación y de construcción. La negación destruye las instituciones de la clase dominadora; la construcción edifica las instituciones de la clase ascendente.

Para emanciparse, la clase obrera no puede, pues, tomar su organización y su ideología de la burguesía, como la burguesía no tomó las suyas del feudalismo. Necesita crear sus propias instituciones políticas especiales, gracias a las cuales se realizará un día su ideal del taller sin patronos y de la sociedad sin Estado.

Marx ha indicado en la Miseria de la Filosofía, cómo se transforman los organismos sindicales de la clase obrera en instituciones políticas.

... Los primeros ensayos de los trabajadores para asociarse entre sí, adoptan siempre la forma de coaliciones (en el francés incorrecto de la Miseria de la Filosofía, la palabra coaliciones significa sindicatos). La gran industria agrupa en un solo lugar a una multitud de individuos que se desconocen los unos a los otros. Pero el mantenimiento del salario, este interés común que tienen contra su patrono, les reune en un mismo pensamiento de coalición de resistencia. Así la coalición tiene siempre un doble fin, el de hacer cesar la concurrencia entre los trabajadores para poder hacérsela todos juntos al capitalismo. Si la primera finalidad de la resistencia ha sido sólo el mantenimiento de los salarios, a medida que los capitalistas se han ido reuniendo, a su vez, para ejercer una represión, las coaliciones, aisladas al principio, han empezado a formar grupos, y frente al capital unido siempre, el afianzamiento de la Asociación se hace más necesario para ellos que el del salario. En esta lucha, verdadera guerra civil, se reunen y desenvuelven todos los elementos necesarios de la batalla futura. Una vez que ha llegado a este punto, la Asociación toma un carácter político.

Pero es en la resolución sobre los sindicatos, redactada por él y votada por el primer Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra en 1866, donde Marx ha expuesto su concepción más claramente. Compara el papel de los Sindicatos en la emancipación del proletariado con el de los Municipios en la emancipación de la burguesía:

Los Sindicatos han formado inconscientemente hogares de organización para la clase obrera, como los Municipios y las comunidades de la Edad Media lo hicieron para la burguesía. Si los Sindicatos, por su primer carácter, son rigurosamente necesarios para las luchas cotidianas entre el capital y el trabajo -verdaderos combates de guerrillas-, por su segundo carácter, son mucho más importantes aún como vehículos organizados para la supresión del salario y de la dominación del capital.

La función revolucionaria de los Sindicatos es, pues, precisa para Marx; son los vehículos organizados para la supresión del salariado y de la dominación del capital.

Por lo que se refiere a las demás instituciones obreras, Marx no les concede importancia, sino en tanto que son creaciones espontáneas del proletariado:

Por lo que se refiere a las actuales sociedades cooperativas -dice en su Carta sobre el programa de Gotha-, no tienen valor sino en tanto que son creaciones propias de los trabajadores, a las cuales no prestan su ayuda ni los gobiernos ni los burgueses.

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