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CAPÍTULO VI

Niño de seis años y medio: Cuando tenía cuatro años me caí al agua.
Como ustedes ven, todas las perspectivas están dirigidas sobre los peligros a que el hombre está expuesto. Es muy importante conocer lo que ven los niños cuando miran en su pasado, lo que les interesa y eligen cuando se les interroga. En este caso se deduce que su interés está principalmente dirigido a los peligros que fácilmente puede sufrir el hombre. Persiste en los recuerdos desagradables. Así se ha desarrollado, sabe precaverse de todo peligro. La caída en el agua fué un indicador para su vida.

La mayoría de los niños crecen con un sentimiento de cobardía y tienen un especial interés por los peligros de la vida. En parte es esto una necesidad. La angustia debe actuar como un mecanismo protector, pero en la mayoría de los casos es excesiva.

Puede uno excederse en todo; por ejemplo, en la limpieza, que seguramente es una cosa buena y hermosa. Pero pensar día y noche únicamente en la limpieza, trastorna la armonía de la vida. De igual modo se debe introducir la precaución en el círculo vital, pero de una manera armónica; de otro modo se verán por todas partes únicamente peligros. Las vacilaciones, los escrúpulos y las dudas jugarán un papel demasiado importante, y no se llegará a la terminación de ningún trabajo. Cuando un niño tiene estos recuerdos, nos muestra su interés por el peligro. Es un indicador en toda su vida: y si hacemos nuevas preguntas, seguramente recordará el niño un gran número de situaciones peligrosas, en las cuales se ha visto. No debemos descuidar los matices. De la continuación de estos recuerdos podemos obtener nuevos indicios. Es muy diferente si, por ejemplo, termina con estas palabras: Obré con decisión. Es éste otro tipo: el del que conoce la existencia de los peligros, pero no los teme, y sabe que por la fuerza se pueden dominar.
Debemos ejercitarnos en la busqueda y combinación de conexiones, para ver que la vida de un niño a los seis años es una unidad cerrada.

Otro niño recuerda lo que le sucedió a los dos años:
Mi padre me quitó el chupón y yo grité.
Es éste un desacostumbramiento brusco. Es amargo abandonar repentinamente una ventaja que se poseía. El niño cree que se le quieren quitar todas las cosas y procurará que no se haga esto; pero piensa sólo en si.

Otro niño recuerda: Advertí a mis padres que mudasen a mi hermana, porque gritaba.
La niña se había orinado, el hermano lo sabía y con su advertencia viene en ayuda de sus padres. Desempeña, pues, el papel de gran protector, representa al padre y a la madre. Encontraremos en él, posteriormente, tendencias paternales. Vemos una diferencia frente a los otros dos niños. Los primeros piensan en sí mismos, tienen poco sentimiento de comunidad; en el último vemos ya un indicio de este sentimiento; no piensa solamente en sí, tiende también a la superioridad, pero no tenemos nada que objetar, porque se hace valer en la parte útil.

Otro niño tiene el siguiente recuerdo:
A los dos años viajé por primera vez en automóvil.
De aquí no podemos deducir más que se siente bien en él, y tiene interés por el movimiento. Acaso sea un hijo que haya nacido en segundo lugar, que se encuentra como en una carrera, puesto que recuerda precisamente lo que se relaciona con el movimiento acelerado. Podría tratarse también de un primogénito trabajador y aplicado, o también puede mostrarnos rasgos de mal carácter, como ser impaciente, querer terminarlo todo rápidamente, querer siempre ser el primero. Nuevos datos deben confirmar o modificar nuestras ideas.

Recuerdo de otro niño:
Me acuerdo del entierro de mi abuela, del féretro y del coche mortuorio.
Acaso tengamos aquí el germen de un médico: luchar con la muerte y dominarla. Tales recuerdos se encuentran frecuentemente en médicos.

Un niño al que se le preguntó que quería ser, respondió: Sepulturero. Al preguntarle por qué, dijo: Porque quiero ser el que entierra, no el que es enterrado por otros.

Si comparan ustedes estos dos recuerdos, verán la diferencia del sentimiento de comunidad. El segundo joven piensa solamente en sí; tiene también un fin de superioridad, como ha de dominar a la muerte, pero pretende una superioridad personal, y en el sentido que le da es completamente inútil.

Me acuerdo de la visita de mi tía que me trajo fresas.
Es sin duda un joven que siempre espera algo. No está dispuesto a dar; para él, sólo tienen valor las situaciones en las que puede recibir alguna cosa.

Otro recuerdo:
Me acuerdo que fuí al Práter (1) , por primera vez, cuando tenía dos años.
No podemos ver más que una preferencia por los movimientos rápidos. Si hubiese dicho que este viaje lo habia hecho con su madre, el recuerdo habría tenido para nosotros otra significación.

Recuerdos de una alumna de tercera clase escolar (ocho a nueve años).
Cuando tenía cuatro años no podía dibujar bien.
Esto no nos maravilla, pero sentimos curiosidad por otras cosas, nos interesa por qué se ha fijado en el dibujo. Es verosímil que esta niña tenga un especial interés por el dibujo, y tal vez haya sufrido dificultades en él. Esto nos lleva al pensamiento de que acaso sea zurda. Ya saben ustedes cómo se puede descubrir a los zurdos; haciéndole cruzar los dedos de ambas manos: si el pulgar izquierdo se coloca sobre el derecho, el niño es zurdo. Los niños mismos no lo saben, la mayoría de los padres tampoco, pero los niños viven sus dificultades, puesto que se les exige que entrenen la mano derecha. De esta lucha, que ya hemos podido presagiar al leer el recuerdo, podemos ver que la mano derecha de la niña, al principio no era apta para el trabajo. Debemos deducir también que su interés ha dado sus frutos. La letra de esta niña es buena. No nos maravillaríamos de que la niña, al principio, hubiese tenido que luchar con dificultades; pero las ha dominado, ha triunfado.
El recuerdo continúa:
A menudo quería dibujar monigotes, pero mi madre me decía: Pintas la nariz como si fuese un pepino. No me preocupé por ello y continué dibujando.
Es la comprobación de que ha luchado y triunfado. Éste es el indicador en su vida. Hay que luchar con las dificultades para vencerlas.
Cuando terminé el dibujo, se lo enseñé a mi madre, que dijo. Ahora la nariz no se parece a un pepino. Desde entonces dibujé hermosos monigotes. Siempre me acuerdo de esto.

Otro recuerdo:
Cuando tenía dos años fuimos a Newaldegg.
Aquí no vemos más que la alegría por el campo, por el movimiento, que puede ser objeto de numerosas interpretaciones.

De repente oí música.
Este niño tiene un interés especial por la música, por los tonos. Acaso lleguemos a oír que es buen músico.

Comencé a bailar.
Aquí se trata del ritmo y de la animación del propio cuerpo en este ritmo.

Alguna gente permanecía en pie, mirándome.
Tiene interés por hacer impresión, por ser admirado.
Podemos sospechar que en otro lugar encontraremos datos que se relacionen con esto.

Entonces llegó una mujer con un niño. Cuando lo vi corrí hacia él.
Parece tener inclinación a relacionarse con otros. Síntoma del sentimiento de comunidad.

Lleno de alegría mordí al niño en la mano.
Aquí dudamos un poco. Acaso no sea el sentimiento de comunidad adecuado. Quiero hacerles notar a ustedes cómo podemos modificar la interpretación de un hecho. Este niño siente inclinación a hacer a la luz del día aun las cosas malas, lo que se relaciona con su tendencia a dejarse admirar. Cuando hace algo malo debe aparentar como si fuera bueno y hermoso.

El niño lloró.
Aquí tenemos otra vez lo acústico.
Su mamá me injurió.
Una vez más lo acústico.

Yo corrí hacia mi madre.
Este niño es, indudablemente, un niño mimado; quiere excluir a los demás, muestra inclinación a estar en el punto central de la atención. Acaso sea hijo único o primogénito que siempre quiere aparecer como el más hermoso.

Recuerdos de alumnos de la cuarta clase:
Todavía recuerdo cómo viajé con mis padres en el tren cuando tenía dos años y medio.
Verosímilmente le interesan los cambios de lugar y, acaso también, la rapidez del viaje. No queremos deducir nuevas conclusiones, prosigamos el recuerdo.
Después de dos meses volví a casa y vi que había una pequeña hermana en una cama.
He aquí la tragedia. Acaso sea hija única; los padres la mandan fuera de la casa, y cuando vuelve se encuentra con un regalo. Esta niña tendrá siempre el sentimiento: No hay seguridad en esta vida; siempre vendrá alguien que nos supere. En la escuela, como niña, como esposa, mantendrá su actitud, velando siempre por que nadie sea superior a ella. Siempre se verá perseguida por el mismo destino, y podremos percibir en ella algunos celos.

Otra confirmación. Apenas hay una sola ciencia que pueda avanzar con más certidumbre que nosotros. Prevemos lo que va a suceder, y casi siempre recibimos confirmación de lo que esperábamos; con otras palabras, pero con el mismo sentido.
Porque creía que mi madre quería más a mi hermana que a mí.
Son los futuros celos de la niña, que pretenderá que no se quiera a nadie más que a ella.
Era altanera con mi hermana y le pegué. Ella lloró; vino mi madre y me dió un pescozón. Se puede admitir con seguridad que es una niña que no está en el primer plano, no es de las mejores, cree constantemente que alguien será superior a ella. Este sentimiento la inhibe y ven ustedes la fuerza que tiene en sus manos: ustedes pueden librar al niño de este error si buscan las causas de que ya hemos hablado.
Entonces se durmió y yo no la miré.

Recuerdo de una niña de nueve años:
Cuando tenía tres años me asusté de mi madre porque se había puesto un sombrero negro y parecía un pajarraco. Me fuí con mi hermana; a ésta la he querido mucho.
A los tres años se ha alejado de su madre. Algo ha debido ocurrir, y podemos sospechar que la madre no ha sido capaz de conservar la inclinación de esta niña. Hay algo como una resonancia, como una crítica en este recuerdo. ¿Por qué no lleva un sombrero bonito? Podemos concluir que la niña, en esta situación crítica, ha hecho esfuerzos para mantenerse al lado de la madre. Llega a la segunda fase, en la que la niña se dirige hacia el padre si éste le puede prestar el calor que no encuentra en la madre. ¿Por qué ha llegado la niña a esta crítica situación? Verosímilmente, hay aquí otra vez el nacimiento de un nuevo hermano o hermana. Éste es tal vez el punto de origen de la tragedia que experimenta esta niña. Siente que la madre le ha engañado, se aparta de ella y empieza a criticarla. Puede tratarse también de una madre del mal carácter, de manera que su actitud se manifieste mejor en la niña con el progreso de su desarrollo. Mientras un niño está en la cuna, las advertencias continuas no le perjudican mucho; pero cuando el niño comprende, este comportamiento de la madre puede hacer que se aparte de ella. Podría tratarse también de un período de tiempo en el que la madre enfermó y no se pudo ocupar de la niña, de modo que su cuidado fué encargado a una tía, abuela, criada, hermanos, etc. Una enfermedad espantosa de la madre (por ejemplo locura, epilepsia) puede ser también que haya asustado a la niña. Debemos investigar, además, si el niño toma una actitud crítica respecto a otros puntos.

Otro recuerdo de esta niña:
Cuando nació mi hermano, gritaba tanto, que dije: Llevadlo, no necesito al niño, porque grita demasiado.
Es como la continuación de una novela que ya sospechábamos. No podíamos esperar otra cosa que esta confirmación.

Un tercer recuerdo de la misma niña:
Una vez me dijo mi hermana: Mira, allí va un carro cargado con paja; si eres mala te cogerá el conductor y te meterá debajo de la paja. Tuve mucho miedo.
Podemos comparar estos dos recuerdos para ver si hay algún proceso que contradiga lo que hasta aquí hemos encontrado.
También la hermana era capaz de asustarla. Aquí se ve que esta niña tiene también motivos para hacer reproches a su hermana. Si tuviésemos ante nosotros solamente este recuerdo, acaso no viésemos con tanta claridad que este niño tenga el sentimiento de que no se portan bien con él.
Parece como una queja, queja que ahora se dirige contra la hermana. Es una niña que no se puede enderezar fácilmente, porque con su agudeza ve fácilmente las faltas de los demás.

Un cuarto recuerdo:
Una vez se disfrazó mi hermano de señorita; yo lo creí de verdad; pero entonces se quitó el sombrero y lo reconocí.
Otra vez la actitud crítica. No se puede creer a la gente; se visten como señoritas y al final no lo son. Es la actitud crítica y el pésimo respecto al valor de los otros hombres, y que comienza con la madre. De su comportamiento podemos ver claramente con cuánta intensidad actúan sobre el niño las primeras impresiones que le han sido comunicadas por la madre. Sospechamos además un tipo visual.

He hablado ya de la importancia de las fantasías infantiles, de lo que significa el que un niño diga, por ejemplo, que tiene miedo. Su angustia es un medio excelente para atraer y utilizar a una persona. Llegamos a la conclusión de que el niño tiene miedo para tener a otras personas a su servicio. El miedo es un látigo que utiliza el niño para sus fines. Es esto tan claro que apenas es posible la duda.

He conocido a una señora que tenía un miedo tan grande que no podía ir sola a ninguna parte. Últimamente se la pudo convencer de que fuese sola al teatro. Volvió a casa, y cuando fue a cerrar la puerta, vió a un hombre en el umbral y gritó: Márchese usted. ¿No ve usted qué miedo tengo? El miedo es siempre la fuerza barata del cobarde y del débil.

Las fantasías de profesión son extraordinariamente valiosas y muestran el camino, el interés de un niño; cómo quiere presentarse ante los demás (2). Quisiera señalar todavía un punto, y es que en algunos niños de catorce o quince años se descubre de repente que todavía no saben lo que quieren ser. No es ninguna cosa incomprensible. Si un niño no sabe a los catorce años lo que quiere ser, si hasta entonces todavía no se ha decidido a nada es porque no confía en su porvenir; ante él cierra los ojos, porque se le presenta como un enigma insoluble. Desde hace varios años he propuesto dar a los niños temas como el siguiente: ¿Qué profesión elegiré? Ante un problema tal, el niño se decidirá por algo, meditará o, por lo menos, escribirá: No lo sé. Su atención se dirigirá hacia este punto y nosotros podemos pensar el modo de ayudarle. Yo no he encontrado ningún caso que me diese esta respuesta, y creo de gran utilidad, proponer estos temas a alumnos de la tercera y cuarta clase. Se puede proponer también esta cuestión en la siguiente forma: ¿Cuáles son todas las profesiones que yo he querido ejercer? Con esto logran ustedes una serie de profesiones elegidas y tendrán ustedes una escala que asegura claramente cómo el niño quiere llegar a la superioridad y al desarrollo de su fuerzas. Se exceptúan de estas consideraciones los niños cuyo valor ha desaparecido desde largo tiempo. Estos niños escribirán, por ejemplo: Cuando era pequeño quise ser general, más tarde policía, y luego quise ser cochero como mi padre.

En las niñas, en la época de la pubertad, encontrarán ustedes respuestas como éstas: Quise ser bailarina, más tarde, actriz, cantante, maestra; luego quise ser peliculera y, finalmente, me dedicaré al hospedaje. Se asombrarán ustedes de la frecuencia con que encontrarán estas líneas cuando propongan tales temas.

SUEÑOS INFANTILES

La interpretación de los sueños está también incluida en una exposición psicológica fundamental. El problema de los sueños es antiquísimo y ha tenido una extraordinaria importancia en la vida de los pueblos. Todavia existen hoy libros antiguos que se ocupan de su interpretación. En la Edad Antigua se creía que los sueños podían predecir el futuro, y muchos han sostenido estas ideas en el terreno científico. En los últimos tiempos ha habido, principalmente, dos eruditos que han aportado numerosos datos sobre la interpretación de los sueños; Schubert, que apenas es conocido, ya reconocía en la vida de los sueños de un hombre el reflejo de su personalidad. Indicaciones ocasionales de esta índole las encontramos también en autoridades más antiguas, por ejemplo, Lichtemberg (del tiempo de Goethe), que expuso la idea de que podemos conocer mejor el carácter de un hombre por sus sueños que por su comportamiento en la vida despierta.

Freud ha contribuido, con numerosas aportaciones, a la mejor comprensión de nuestra vida onírica. Sin embargo, su teoría de los sueños debe ser considerada como incompleta, porque pretende reducirlos todos a la satisfacción de deseos sexuales infantiles; opinión que siempre he combatido. Más tarde abandonó este punto de vista unilateral, y quiso utilizar para la interpretación de los sueños también el deseo de muerte.

El punto de partida para la comprensión de los sueños fué para mí el siguiente: ¿Por qué sueñan los hombres sin comprender sus sueños? ¿Por qué esta dificultad de interpretación? Despiertan con el sentimiento: Hoy he soñado una gran tontería, y no la comprendo en absoluto. No conceden ninguna importancia a sus sueños porque no saben qué hacer con ellos. La psicología individual ha solucionado este enigma y ha dado el paso más importante para la comprensión de nuestra vida onírica. El sueño no tiene como fin el ser comprendido, sino producir estados afectivos y sentimientos a los cuales no se puede sustraer el soñador. Estos estados afectivos, sentimientos y emociones subsisten, y si tenemos en cuenta esto, comprenderemos por qué soñamos. Soñamos para colocarnos en un grado afectivo, y merced a él conseguir algo que no lograríamos con la lógica. No se puede negar que, aunque no comprendamos un sueño, el estado afectivo producido por él está en nosotros y nos mueve. Cuando alguien tiene, por ejemplo, un sueño de angustia, no obrará al día siguiente con valor. Precisamente porque produce ese estado afectivo y no otro, experimentará el soñador algún obstáculo que se interponga en su camino. El que tiene un examen próximo y no confía mucho en sí mismo, sueña que ha caído por la pendiente de una montaña. No nos maravillaremos que si la afectividad angustiada de este sujeto se ha visto forzada por este sueño, pierda completamente el valor y al siguiente día no comparezca al examen. Otro individuo que tenga confianza en sí mismo verá forzado en su sueño el sentimiento de seguir hacia adelante; soñará, por ejemplo, que camina por una soleada pradera, en donde emerge repentinamente un magnífico palacio que le llena de gran alegría y entusiasmo. Este hombre se despertará fresco y alegre, y con este estado afectivo se someterá valerosamente a la prueba.

**NOTAS**

(1).- Se refiere a un parque de diversiones.
(2).- V. Fortmüller, en Heilen und Bilden, 3a. edición. F. Bergman, München.

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