Índice de La psicología individual y la escuelaCapítulo IIICapítulo V Biblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO IV

Hemos avanzado tanto en nuestro trabajo que puedo invitarles a colaborar en él; es decir, que ustedes pueden presentar informes de niños difícilmente educables, que estudiaremos juntos, y juntos nos ejercitaremos en el arte de leer y comprender la historia de un niño difícilmente educable y encontrar la manera de modificar un estilo de vida mecanizado. Creo que en tal exposición puedo mostrarles los puntos esenciales.

Las dos cuestiones más importantes son: desde cuándo existen las quejas, y cuál es la situación ante la cual muestra el niño un comportamiento llamativo. Hemos establecido que estas situaciones son siempre tareas sociales, que exigen comprensión, entrenamiento, situarse adecuadamente ante los problemas y dificultades de la vida, y resolverlos en el sentido de la utilidad general. Conocemos también las pruebas a las que se ve sometido el niño por lo que respecta a la escuela. ¿Hasta qué punto está el niño preparado para ellas? Existen instituciones escolares ante las cuales más niños de los que creemos muestran una preparación defectuosa. En éste, especialmente, el caso de las escuelas en las que se concede poca importancia a las características del niño, y en donde domina, sobre todo, el principio de autoridad... Muchos niños, en la familia, no son educados con el sistema de la ciega obediencia, porque la sociedad exige de aquélla que forme un niño independiente y que no obedezca a todo ciegamente. Una escuela en la que dominen tales principios será una prueba demasiado difícil para el niño, que mostrará más defectos que en otras circunstancias. Con el ingreso en la escuela se producen también ciertas situaciones nuevas, por ejemplo, el cambio de maestro o de escuela, tal vez modificaciones en la situación del niño en la clase, o cualquier otra influencia que provenga de los demás alumnos. Factores exteriores a la escuela son capaces de modificar la actitud del niño en ella. Es de extraordinaria importancia animar al niño en la familia. Voy a darles un ejemplo sobre la importancia de este dato.

Recuerdo una niña de diez años que vino a mí, con su madre, ambas llorando y sollozando. La madre contó que tenía a la niña consigo desde hacía unos meses, pues hasta entonces había estado en manos de unos padres de leche, a los cuales la había entregado poco después del nacimiento. La niña se había desarrollado perfectamente, hizo buenos progresos en la escuela y tenía que ingresar ahora en la cuarta clase.

Más tarde hablé a solas con la madre. Me contó que su marido había sido un alcohólico, que no podía vivir con él y que siempre temió que la niña pudiese haber heredado algunos de los defectos psíquicos del padre. Se había propuesto dar a su hija una educación modelo. No comprendí, claramente lo que quería decir la mujer con estas palabras. La niña llegó a la cuarta clase, pero como no parecía estar suficientemente preparada, fué colocada en la tercera clase. Tampoco allí pudo continuar; tuvo fracasos claros, la maestra dijo que no era apropiada para la tercera clase y se la llevó a la segunda.

La niña parece ser completamente normal. Me dije: Si una niña del campo ha llegado hasta la cuarta clase con éxito, es imposible considerarla como idiota. De la manifestación de la madre, de que su hija no era una retrasada mental, deduje la conclusión que los motivos eran otros. He profundizado en el destino de esta niña. Sabía que había crecido al lado de unos padres de leche, y que desde algún tiempo estaba otra vez con la madre. Preguntas posteriores me dieron a conocer que cuando la niña coge un libro o trabaja, no se concentra en ello, se deja llevar por sus ensueños y está triste. Su madre dice: No me puedo explicar esto; soy muy severa con ella para evitar lo que he visto en mi marido; y a pesar de todo mi hija no progresa.

Profundizando en la situación, surge en mí la idea de que esta niña se encontraba muy bien al lado de los padres de leche. Únicamente necesito preguntarle cómo se portaban éstos con ella, si todavía sostiene relaciones con ellos, si se escriben cartas, etc. Como ha vivido nueve años con los padres de leche, es verosímil que persistan todavía algunos lazos de unión. Como comprobé más tarde, la niña se encontraba muy bien a su lado. Surgió en mí el siguiente pensamiento: ¿Cómo me comportaría, si después de haber estado con mis padres de leche, que han sido muy buenos para mí, tuviese que vivir con mi madre que me trata severamente?. Esta niña encontraba en su casa una mujer que tiene la idea de una educación modelo, a la que pretende someter a su hija. Tengo la impresión de que esta niña se acuerda de sus padres de leche, con los que lo ha pasado deliciosamente, y que ahora se encuentra desesperanzada. Para ir de los padres de leche a la madre hay un camino, pero no lo hay para separarse de la madre. Tal vez se diga algunas veces: Si fracaso completamente, me echará mi madre de casa y volveré con los padres de leche. La niña se encuentra en una situación en la que no ve salida alguna.

Las preguntas relativas a esto dieron los resultados sospechados por mí. Pude comprender que esta niña, con esta educación, veía su vida como un desierto absoluto. La niña contó además que con los padres de leche se había encontrado muy bien e igualmente en la escuela, en donde había hecho buenos progresos. Hablé otra vez con la madre. Le dije que ya sabía el tratamiento que había que seguir, pero que no creía que se sintiese capaz de llevarlo a cabo. Me rogó la madre que le diese un consejo, a lo que contesté: Yo hablaría con la niña de la manera más cordial. Le diría: creo haber cometido una falta contigo, pero ahora veo claro y sería mejor que viviésemos como dos buenas amigas. La madre me aseguró que seguiría puntualmente mi consejo. Le propuse ponerlo en práctica con la mayor diligencia y que comunicase a la niña la impresión de que su situación no es completamente desesperada y que la culpa de esta situación la tienen sus equivocaciones. Le aconsejé también que volviese a visitarme pasados catorce dias.

Al cabo de este tiempo vinieron a mí la madre y la hija riendo y bailando, llenas de alegría. La madre me saludaba de parte de la maestra, porque la niña que catorce días antes era la peor, marchaba ahora perfectamente. En este caso la influencia no procede de la escuela. Asimismo ocurre en otros, en los que podemos percibir situaciones y síntomas desfavorables, que conducen a la pérdida del valor en el niño; por ejemplo, a consecuencia de la pobreza y la miseria de familias en donde los niños son obligados a otros trabajos, de manera tal que no tienen tiempo sobrante para sus tareas escolares. Toda la vida de estos niños transcurre sombría y triste. Nos vemos obligados a preguntarnos qué ha sucedido antes, cada vez que veamos a niños con ciertas dificultades.

En las clases escolares superiores hay circunstancias que no pueden ser referidas ni a la familia ni a la escuela. Afectan a la vida psíquica del niño. Los niños epilépticos, por ejemplo, fracasan más tarde completamente. En las clases de las escuelas medias encontramos también que niños de quince o dieciséis años, y aun de dieciséis o diceisiete, muestran los comienzos de la demencia precoz. Tales niños son injustamente criticados y maltratados en la escuela y en sus casas, porque la causa de sus trastornos no es precisamente la mala voluntad.

Ésta no es nunca el origen, sino la consecuencia de su desánimo. No tenemos ningún motivo para enfadarnos por la mala voluntad. En un último esfuerzo para conseguir algo, sobresalir por lo menos en la parte inútil de la vida, haciéndose notar de una manera desagradable. Nunca deben luchar ustedes con los niños, sino solamente investigar y meditar, para descubrir las faltas en la estructura de su estilo de vida.

La niña de quien hablé antes era una niña mimada; de repente llega a una situación para la que no estaba preparada. Pudiera suceder que un niño bien preparado se hubiese sostenido allí donde fracasa éste. A menudo encontramos en una enfermedad cualquiera las causas de los fracasos posteriores de un niño. Vemos, por ejemplo, que niñas que han sufrido lesiones cerebrales graves en una enfermedad gripal, más tarde fracasarán en donde no habían fracasado antes. Puede aplicarse esto también a los niños que han sufrido una encefalitis epidémica. En los casos en que se lesiona el oído, acaso se esfuerce el niño en los primeros tiempos por trabajar con el oído enfermo tan bien como antes. Debe tomarse en consideración este oído enfermo, hasta que el niño se dé cuenta de que no le produce ninguna dificultad.

Los niños que padezcan clorosis (1) en el período escolar no podrán trabajar lo mismo que antes a causa del cansancio. Lo mismo sucede con aquellos que permanecen retrasados en sus tareas porque padecen enfermedades de curso insidioso (tuberculosis) y tienen fiebre sin que nadie se dé cuenta.

Comprendemos también los retrasos experimentados por los niños después de una enfermedad grave o prolongada, porque durante ella pierden una gran parte de sus facultades técnicas y muestran grandes lagunas, que hacen necesario más tarde una enseñanza auxiliar.

Hay otro punto de gran importancia sobre el que quería insistir, porque casi siempre es descuidado. En el curso de la enfermedad se mima al niño con exceso, y la pérdida de estos mimos no se soporta fácilmente, de manera que el niño tiene que introducir grandes modificaciones en su comportamiento. Añora el cariñoso trato anterior. Muchos vicios que surgen después de tales enfermedades, y que por muchos médicos son reducidos equivocadamente a lesiones de las glándulas de secreción interna, son la consecuencia del mimo durante la enfermedad. (Por ejemplo: tos ferina, escarlatina, etc.). A menudo oirán ustedes, en la descripción de ninos difícilmente educables, que han adquirido sus vicios durante la escarlatina. Comprendemos que los padres adopten una actitud tal, y que el niño sea consciente de su enorme valor. Desea estar otra vez enfermo. Sucede también que niños con enfermedades leves se las presentan a sus padres como graves, o desean prolongarlas, y aun hay algunos para los cuales las enfermedades son un goce. Los hipocondríacos relatan sus dolores y tormentos con los tonos más pateticos porque con esto logran una situación más fácil, en la cual se les exija menos trabajo, se les reconozca y se ocupan más con ellos. Se encuentran así en el punto central de la atención.

Se dan casos en los que un niño, después de la enfermedad, se modifica en beneficio suyo y mejora notablemente su trabajo. Sirva de ejemplo el siguiente:
Se trata del hijo segundo de un maestro. Ya sabemos que un niño que haya nacido en segundo lugar se encuentra siempre fuera del esquema del desarrollo infantil ordinario, y como si estuviese en una carrera, quiere superar al primogénito y alcanzarlo todo con la mayor rapidez. Un niño tal, que tenga ante sí un fuerte precursor, se encontrará en una difícil situación. El niño de que ahora tratamos se bastardeó; el padre no pudo con él y decidió llevarlo a un correccional. En él enfermó de una coxalgia (2) y estuvo durante un año en el lecho. Después se curó y volvió a la escuela. Estaba cambiado. Desde este momento fué el alumno más amable y diligente. ¿Cómo explicarlo? Este niño, durante su enfermedad, se dió cuenta de que estaba en la cumbre, de que se ocupaban de él sin interrupción. Vió que no estaba postergado, que contaba con el amor de sus padres, puesto que se tomaban los mayores cuidados con él. Fué instruído por los hechos y pudo modificar su actitud radicalmente. Este caso nos indica que ocasionalmente podemos tener éxitos, convenciendo al niño, con hechos y no con palabras, de que no se le posterga.

Una vez informados sobre las cuestiones que se refieren a la modificación del niño dentro de la escuela, podemos pasar a la segunda pregunta. ¿Qué ha sucedido en el tiempo de la estructuración de su estilo de vida, cuando tuvo lugar la mecanización en los cuatro o cinco primeros años de su vida, para que un niño fracase más tarde ante un examen, o se muestre más o menos incapacitado para él? Hemos podido comprobar que bajo todas las circunstancias ha mostrado un defectuoso sentido de la comunidad. Hemos encontrado que estos niños han sido sobrecargados en los cuatro o cinco primeros años y que han pasado por situaciones que han ejercido una influencia duradera y perjudicial sobre ellos. Tienen un modo de percepción equivocado, mediante el cual miran al mundo y tienden a un fin de una manera distinta que los demás. Cuando se les somete a una prueba, muestran inclinación a derivar sus actividades por el lado inútil de la vida. Entre estos niños encontraremos tres tipos, todos los cuales muestran una falta de valor:
1° Niños con inferioridad de órganos.
2° Niños mimados.
3° Niños odiados.

Sobre estos niños ejerce la vida una extraordinaria presión, de manera que, cargados con este peso, tienen que formar su estilo de vida. Son niños que no resuelven sus problemas, o los resuelven parcialmente; no terminan nada y ante todo se sienten oprimidos al máximo. Otros quieren dominar estas cuestiones rápidamente, se cansan pronto y no llegan nunca a un fin. Otros buscan un camino para excluirse de los problemas vitales. Tenemos la impresión de que estos niños obran así porque todo les parece demasiado difícil. Son pesimistas, cobardes, etcétera. Los observaremos a través de toda su vida y los encontraremos en todas las situaciones, excepto en las fáciles. Cuando logran algo en un sentido, persisten en esta direccion y aparecen como si fueran valerosos. En otra dirección veremos su desaliento. Son niños que tienen tendencia a prescindir de todo problema y a satisfacer su instinto de preferencia según sus propias ideas y su propia medida. Hay otros que no quieren jugar con sus compañeros o solamente lo hacen cuando desempeñan el papel de jefe, muestran grandes movimientos y sus tendencias exclusivistas van tan lejos, que quieren apartar de sí a toda la escuela y por eso se escapan de ella. Esta tendencia a la exclusión puede manifestarse en el curso del tiempo de muy distintas maneras. Se puede ver de la manera más clara en aquellos niños que no quieren ir a la escuela. Cuando un niño llega hasta el punto de perder toda esperanza, el próximo paso es no querer ir a la escuela. No puede permanecer allí sin mentir, se entrena en este sentido, llegará a falsificar firmas, etc. No hay ninguna duda de que tales niños logren emprender con éxito estos caminos. Es comprensible por sí mismo que cuando un niño no va a la escuela va a otro sitio en donde no se le ve. En una gran ciudad podemos encontrar niños de esta clase. Hay mayorcitos que saben mejor cómo se hacen tales jugarretas, y principiantes que se dejan instruir fácilmente. Aprenden cómo pueden obrar en el lado inútil de la vida, cómo se puede robar o cometer actos sexuales, etc. En su mayoría son niños que no se han dejado atrapar. Verosimilmente no hay ningún ladrón, ningún embustero, que no haya escapado al castigo; ningún falsificador, que no haya tenido algún éxito con sus falsificaciones. Es de extraordinaria importancia que tales niños tengan un éxito y estén orgullosos de él entre ellos mismos. Se forma así una banda de niños sin custodia, que es fuerte, más fuerte que los individuos aislados. Crecen para desgracia de la sociedad. Cuando son sorprendidos, entonces se dicen: ¡Es porque no he corrido bastante! Hay que ser siempre atrevido; con esto nunca me atraparán. Creen que se pueden atrever a todo sin ser cogidos. La astucia, la destreza, las trampas, etc., constituyen el fin de su superioridad.

Hemos llegado al momento de tratar la manera de prever estos daños. ¡Si se pudiese conseguir de la enseñanza solamente que no desanimara a los niños en la escuela! Si los niños no perdiesen la esperanza de realizar algo valioso en la escuela, la criminalidad infantil y la formación de bandas quedaría suprimida en el momento. Todo perito que tiene que tratar con delincuentes jóvenes dice que éstos no confían hacer nada útil, que su cobardía se presenta tan a la luz del día que se asombra uno de que teman a los fantasmas, a estar solos, a la oscuridad, etc. A nosotros nos maravilla menos, porque sabemos que estos niños han esperado siempre a alguien que les quite la carga de encima. Hacen su confesión: He sido así porque mi madre me ha mimado o porque cuando niño siempre fuí repudiado. No queremos hablar del gran número de niños odiados y raquíticos que se encuentran entre los criminales. La misión del maestro es elevar el valor de estos niños, procurar que sean capaces de solucionar los problemas útiles de la vida.

La psicología individual tiene un punto de vista optimista y considera falsa la idea de que las facultades de un niño sean congénitas. Si alguien nos dijese que esta convicción puede ser falsa a causa de su generalización, yo le indicaría que hace ciento cincuenta años fué quemada la última hechicera. Hasta entonces fueron llevadas al tormento como hechiceras muchísimas mujeres. Todos los sabios, todos los jueces, todos los sacerdotes, habían creído esto. ¿A quién convenceremos hoy de que la generalización de una convicción sea una propiedad tan importante que se haga inviolable? Es una equivocación e impediría el progreso sostener que no todos pueden resolver los problemas que al individuo aislado se le presentan. Naturalmente, los oligofrénicos (3) son excluídos de estas consideraciones.

El alma desde sus principios debe contar con las condiciones que la sociedad le imponga. Nuestra estructura somática indica hasta qué punto el hombre está relacionado con los demás. Nuestros órganos de los sentidos hablan el lenguaje de la comunidad, siempre encontramos en ellos la ley superior según la cual viven y se mueven: unión, relación, toma de posiciones respecto a los demás. El mundo entero está, por decirlo así, comprendido en nuestro propio cuerpo; estamos tan relacionados con la realidad, que ésta se encuentra en nosotros. Somos una parte del conjunto, estamos unidos con la comunidad por lazos indisolubles, de tal modo, que nuestro ideal se ha desarrollado en el sentido de esta comunidad. La debilidad del organismo humano habría conducido al exterminio si no lo hubiese impedido la sociedad. Todo tiene validez general: la moral da las leyes de la vida en común; llamamos hermoso a lo que es sentido como tal por la comunidad y es también valioso para ésta lo que declaramos como tal. La ciencia tiene por fin procurar a los hombres una mejor situación; de la religión se deducen reglas para la vida social; toda opinión política fomenta la vida social. La psicología individual tiene por fin mostrar el camino y llegar al conocimiento de las relaciones profundas que conduzcan a la vida en común.

**NOTAS**

(1).- Anemia de las adolescentes, caracterizada por palidez del rostro y empobrecimiento de la sangre, y comúnmente por opilación (supresión del flujo menstrual, acumulación de líquido seroso).
(2).- Artritis muy dolorosa causada por infección en la cadera, de origen tuberculoso.
(3).- Deficiente mental.
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