Índice de La psicología individual y la escuelaCapítulo ICapítulo III Biblioteca Virtual Antorcha

CAPÍTULO II

Hemos hablado la última vez de un niño de cinco años desplazado de su agradable posición central por su hermano menor y que los esfuerzos se dirigían ahora a recuperar aquella posición. Es éste el momento oportuno de proponer diferentes cuestiones que se les presentarán a ustedes constantemente en la escuela, cuando tengan que tratar con niños difícilmente educables. ¿Existe aquí, tal vez, un instinto innato, hereditario desde los tiempos en que el hombre se dedicaba al merodeo salvaje? Las modernas escuelas psicológícas muestran que tales concepciones existen todavía, pero en el presente caso no puede sostenerse. Es tentador, si bien no satisfactorio, apoyarse en ellas; nosotros no nos ocupamos de esta cuestión.

Lo que queremos es restablecer el equilibrio en el niño. Nuestro punto de vista es el siguiente: ¿Qué sucede si un niño que no ha resuelto satisfactoriamente la prueba familiar ingresa en la escuela y allí tiene que sufrir una nueva prueba? Se le supone preparado, él no se preocupará de la cuestion del orden; él mismo se ha señalado su tarea. Tiende a estar colocado siempre en el punto central y quiere recuperar su agradable posición anterior, lo que muestra de diferentes maneras. Su comportamiento dependerá de su mecanización; vemos aquí hasta qué punto es importante que la escuela comience con la educación. Las escuelas reciben a los niños ya conformados y tienen que corregir los errores educativos anteriores. Tienen ustedes que comenzar justamente, porque la sociedad espera que corrijan ustedes lo que no han hecho los padres más que defectuosamente. No necesito enumerarles a ustedes los modos de expresión con los que se manifiestan los niños en la escuela, aprendidos en su casa, y a los que se ven impulsados por su instinto. Es una suposición temeraria sostener que un niño, que después de los cuatro o cinco primeros años de su vida se ha habituado a determinado comportamiento, relaciones y posición, representa propiamente un tipo inalterable y que aparecerá bajo toda circunstancia como tal. Cada niño representa un tipo determinado, y podemos prever cuál será su actitud en tal o cual situación, y cómo desempeñará siempre un mismo papel por lo que respecta a su comportamiento social. Colocando a este niño ante un trabajo que no pertenece a su papel, podremos conocer la clase de tarea que puede ejecutar, de manera análoga a como en un teatro un actor que siempre haya sido cómico tenga que representar un papel de tragedia, con lo cual el espectador se reirá. Todo niño entra en la vida con el sentimiento de tener que representar un papel, y actua siempre conforme a él. Lo más importante es comprender el comportamiento del niño ante un trabajo y aun preverlo. La misión de ustedes consiste en encontrar los errores en este plan de vida y corregirlos.

Los castigos de la madre fueron completamente inútiles, porque el éxito satisfacía plenamente las posiciones conquistadas. Estaba en su papel adecuado cuando, por ejemplo, interrumpía la luz de manera que la madre se ocupase de él. Posee el sentimiento de tener razón, de estar en el lugar que le corresponde. En la escuela se colocará también en el punto central y no se podrá impedir que desempeñe el papel príncipal, lo que sucede frecuentemente con los niños que durante su infancia han sido mimados excesivamente. ¿Dónde comíenzan y dónde terminan los mimos? El niño desde el nacimiento, a consecuencia de su debilidad, necesita la ayuda de otro ser. El individuo humano es un ser social porque a consecuencia de su debilidad, fragilidad e inseguridad necesita de otro hombre que se relacione con él y que cuide de él.

Estamos convencidos de que todos los problemas del desarrollo psíquico deben su origen e impulso a las conexiones con los demás; lo que es válido, no sólo para el niño, a despecho de sus tendencias, de sus instintos. Aun sin saberlo, se presuponen siempre las relaciones sociales. Los seres humanos no vienen al mundo con sus instintos enfocados en una dirección; hay, sin embargo, hombres que logran desplazar su vida instintiva de las conexiones sociales. Por eso la mayoría de los psicólogos han admitido que el hombre por su natural es malo y únicamente por necesidad modifica sus instintos de manera que no se opongan al bien social. Lo contrario es precisamente lo exacto. Todo lo que aporta un niño al mundo con sus posibilidades congénitas es colocado en un campo social, al cual el niño tiene que considerar como lo más importante, pues su debilidad, su inferioridad tiende hacia ello. En la escala animal, todos los seres que están en situación desfavorable frente a la naturaleza, tienden a asociarse; los más débiles se unen para producir nuevas fuerzas que consagran a sus posibilidades de existencia. Cualidad esencial de la debilidad del ser humano es la unión indisoluble con la comunidad. Es importante en él, no lo que aporta a la sociedad, sino los beneficios que de ella obtiene. Vemos a un joven sano, hijo de padres acomodados; no sufrirá ningún retroceso. Conocemos los motivos, establecidos desde su nacimiento, de su actitud ante una función social para la que no estaba preparado, porque él dispone de todo, porque antes del nacimiento de su hermano tenía un círculo de acción mayor, que dominaba completamente. No soporta tranquilo una disminución de la satisfacción de sus necesidades; se protege contra esta disminución y busca nuevas satisfacciones en el sentido del poder. Lo que nosotros intentamos es colocar al niño en el camino que debía haber seguido desde su nacimiento. Tenemos que aumentar su círculo de acción. Nosotros no podemos hacer más que abrirle el camino que le conduzca a los intereses de los otros y por el cual pueda llegar a ser útil a la sociedad. Como niño mimado no ha aprendido nada en su infancia, nunca ha tenido en cuenta más que su persona y no ha mirado a los intereses ajenos porque no le era necesario.

Las funciones de los órganos de los sentidos no pueden ser concebidas sin la idea de una unión. Cuando miro a alguien me relaciono con él; cuando hablo hay un lado que me une con alguien. Estos detalles son muy importantes si comprendemos sus resultados juntamente. Podemos deducir por la manera de mirar de un niño la magnitud de su sentimiento de la colectividad. Los niños que no se atreven a mirar cara a cara, demuestran claramente que tienen motivos para huir de este modo de unión. El lenguaje de un niño pone en evidencia sus facultades de contacto. No es posible que pueda unirme con alguien si al mismo tiempo no lo deseo, si no estoy dispuesto a ello o si no entra en mis planes de vida. Todos estos hechos son magníficos indicios para llegar a la comprensión de un hombre. No queremos presentar como demostrativos síntomas o formas de expresión aislados; estamos obligados a aportar nuevas comprobaciones de nuestra teoría. Si observamos solamente los movimientos psíquicos sencillos, tal vez pasemos por alto las complicaciones; debemos comprobar si los síntomas aislados corresponden a una disminución del sentimiento de comunidad. Cuando hablo de instintos, no sé qué quiero decir con ello; pero si sé que todos los instintos se encuentran cogidos entre las mallas de la red social que nos rodea, entonces tenemos una idea de lo que representan. Debemos considerar el sentido del prójimo como un ideal del sentimiento de comunidad, como la expresión individual del sentimiento de comunidad que se representa y siente a la humanidad como una unidad. La comunidad, hoy por hoy, no está todavía desarrollada. Del hecho que la humanidad considera a la naturaleza como una madrastra se deduce que no se puede imaginar otro camino que el de la comunidad. Todo el mundo debe contribuir como parte a la formación del conjunto. Nuestra misión es hacer del niño un instrumento del progreso social. Éste es el núcleo de la psicología individual como concepción del mundo. Carece de importancia la investigación de los detalles aislados; la idea de comunidad debe dirigir todo juicio, y no podemos prescindir de ella, porque esta suposición lleva consigo un fin: ver un camino en el caos de los síntomas parciales. Sin finalidad no podemos pensar, sentir, obrar. El fin es imprescindible en todo movimiento. Si trazo una línea, sólo podré terminarla si me he propuesto un fin. Respecto a los instintos no puedo trazar una línea directriz; antes de que me proponga un fin produciré infinidad de cosas, porque únicamente puedo seguir un camino cuando lo tengo ante mis ojos. El hecho de que el hombre sea un ser vivo con movimiento, está relacionado con la finalidad. Ésta no tendría razón de ser si hubiésemos sido flores, plantas. El alma es movimiento, se relaciona con movimiento y se encuentra únicamente en seres vivos con movimiento. Si las plantas tuviesen un alma, si pudieran pensar, sentir, comprender en algún grado, no podrían hacer uso de ella porque tienen raíces y no se pueden mover. Cosa muy distinta sucede en los seres vivos en movimiento. Merced a esta facultad deben preparar lo que han de ejecutar: escapar a un peligro, satisfacer una necesidad. Tienen que prever. Lo que comprendemos como alma es algo que prevé. Toda la evolución de la vida psíquica humana es una unidad. Lo que llamamos capacidad de pensar es prever, deducir cómo se presentarán ante nosotros las cosas y cómo reaccionaremos ante ellas con nuestros movimientos. Como nuestras necesidades se encuentran encuadradas en el campo social, nuestros movimientos mostrarán si en nuestros fines se encuentra representada la sociedad de una manera adecuada.

Cuando hablamos de niños difícilmente educables, empleamos estas palabras en el sentido de que persiguen un fin que no está de acuerdo con las normas sociales. Este fin, sin embargo, puede concordar con sus tendencias a ser más, a encontrar un lugar para él sólo, en contradicción con las exigencias de la sociedad. Buscan el fin de la superioridad en la parte inútil y no en la parte útil de la vida. Tenemos aquí los principios fundamentales de la psicología individual.

Nuestra primera tarea es comprobar que las quejas que oímos existen porque esos niños no se mueven en el campo social, sino fuera del mismo, en la parte de lo inútil. Ante nosotros se presenta un fin especial, el fin de formar por la educación un conciudadano ideal. No estamos inclinados a creer que esta conciudadanía se desarrolla completamente por sí misma, sino que tenemos que actuar con fuerza activa, estimular esta obra, para que el niño se desarrolle con aquel fin. Camaradería, amor, matrimonio, escuela, ideas políticas, etc., son todas situaciones que fomentan la preparación del niño para la parte útil de la vida. En su actitud ante estas cuestiones, conocemos hasta qué punto está preparado. Nuestra misión es investigar. Cuando veamos que un niño parece moverse en la parte útil hasta el nacimiento de un hermano o de una hermana, y de pronto tiende en la parte inútil a la superioridad y reconocimiento es porque la educación dada a este niño no consiguió el fin de la superioridad en la parte útil. Nos interesa aquí el porqué un gran número de niños muestran una preparación defectuosa ante muchos problemas. También nos interesamos por la forma de manifestarse esta preparación defectuosa. ¿Qué ha sucedido para que ésta se ponga de manifiesto? Cuando un niño procedente de una escuela en donde no ha aprendido nada ingresa en otra en donde todos los alumnos están más adelantados, nos interesaría saber si su preparación anterior era defectuosa y cómo se ha verificado. Esto vale también para niños que han sido durante algunos años instruidos por el padre, la madre, el hermano o hermana, y luego ingresan en una escuela pública. Veremos en estos casos cuán importante es la preparación. ¿Qué haremos con un niño tal? No es suficiente decir: Tú no puedes hacer lo que se te exige. Al maestro le corresponde la misión de encontrar estos defectos y corregirlos, buscar un camino que pueda llevar al niño tan lejos como los demás. Instintivamente actúa el maestro en este sentido, pero queremos comprobar e investigar científicamente este modo de obrar. Viene en nuestra ayuda la experiencia de un médico psicólogo. Tenemos que tratar con casos en los que estos defectos se manifiestan no solamente bajo la forma de nerviosismo y trastornos mentales, como la tendencia a la delincuencia, al suicidio, a la dipsomanía, a los extravíos sexuales, a la prostitución, etc. Vemos las cosas como en un microscopio y tenemos a menudo la impresión de que si éste o aquel niño se llega a encontrar en una difícil situación no podría resistir y resolver esta tarea. Lo que vemos en niños difícilmente educables es siempre una disminución del valor ante los trabajos. Podemos sostener que un niño difícilmente educable carece de valor para recuperar su antigua y preferente posición mediante el trabajo en la parte útil de la vida. Busca un camino más fácil en el cual se sienta fuerte, mas para el que no se necesite ningún valor. Si seguimos su historia más lejos, veremos que durante la noche tiene miedo, salta del lecho y corre hacia la madre, para que lo proteja. Veremos también que se presenta ante las gentes extrañas tímidamente y con los ojos bajos. Encontramos siempre la cobardía en todo aquel que se mueve en la parte inútil. No confía suficientemente en sus fuerzas, en terminar su trabajo; busca facilidades en su vida. En los actos fracasados de un hombre no podemos hablar de valor. Un criminal no lo tiene. Intenta con astucia ser fuerte y triunfar sobre los demás. Cuando vean ustedes un ladrón observarán que roba únicamente cuando no hay nadie en casa, cuando previamente es el más fuerte. Un asesino mata solamente cuando cree que la víctima es más débil. Yo soy bastante optimista respecto al problema de los criminales. Todo cambiaría si se hiciese comprender al pueblo que un criminal nace únicamente cuando se ha perdido el valor. No es ningún triunfo ser más fuerte que las leyes del país. Ustedes tienen que hacer comprender a los demás la idea de la cobardía en el crimen.

He oído contar de un ladrón que entró en un cuarto en donde dormían dos maestras. Una de ellas le reprendió que hiciese tales cosas, y le preguntó por qué no intentaba un trabajo honrado. El ladrón respondió con el revólver en la mano: ¿Conoce usted las difíciles condiciones de nuestra vida de trabajo? En su respuesta se ve expresada su cobardía. La transgresión del sentimiento de comunidad no es nunca valor.

Llegamos a un punto que nos proporcionará más indicaciones sobre la procedencia de esta preparación defectuosa. Ésta se encuentra en la más tierna infancia y se caracteriza porque se trata de situaciones en las cuales el niño, en los primeros años de su vida, aparece excesivamente defectuoso. Un niño con excesivos defectos no puede desarrollarse como cualquier otro. ¿Cuáles son las situaciones que hacen a un niño defectuoso? Hay niños que son más débiles que otros, que vienen al mundo con inferioridad de órganos y que son perjudicados por diversas enfermedades en el goce de la vida. Hay niños que tienen una inferioridad del tubo digestivo que apenas pueden soportar la leche materna, tienen vómitos, contracciones, viven intranquilos día y noche, cuyas necesidades nutritivas únicamente se pueden satisfacer con gran precaución para no perjudicarle... Tales situaciones pueden persistir durante largo tiempo y hacer comprensible el que estos niños no sientan su estancia en la tierra precisamente como un paraíso. Comienzan su vida con dolores y dificultades, lo que es causa de que sufran daños en su interés por los demás. Están atormentados, oprimidos y recargados de tal modo que no tienen ninguna posibilidad de interesarse por los otros. Lo que interesará más en la vida de estos niños será lo que se relaciona con la comida. Hay un gran número de niños cuyo interés principal es cómo han de satisfacer sus necesidades alimenticias. De esto se ocupan ininterrumpidamente y más tarde harán lo mismo en sus sueños. En todo momento dirigen su atención sobre lo que hay de comer. Por aquí se puede derivar algún interés en la parte útil, por ejemplo, desarrollar un buen paladar, con lo que podrán llegar a ser buenos cocineros y cocineras y ser competentes en lo que a las comidas se refiere. Encontraremos este interés hasta el fin de su vida, porque buscan bajo toda circunstancia lo que se relaciona con la comida.

La debilidad corporal está en íntima conexión con la estructura de la vida psíquica. No se trata aquí de la debilidad absoluta de los órganos, sino de la tensión en la que se encúentra el niño a causa de su debilidad orgánica. Si colocamos a un niño sano en malas condiciones, se pueden desarrollar las mismas dificultades y tensiones que en un niño con órganos débiles. En tales niños podemos advertir que los órganos de los sentidos pueden adquirir una importancia extraordinariamente grande. Podremos observar que niños con los ojos enfermos no pueden soportar este estado ante las cosas visibles, y aun a veces se colocan ellos mismos ante dificultades. Se despierta en ellos un interés de superarse, de alcanzar más, de llegar a una situación en la que triunfen de su debilidad, y observarán ustedes que los intereses que se relacionan con este órgano ganan en extensión. Excepto los ciegos, su interés por las cosas visibles es mucho más intenso que lo que se encuentra corrientemente. Tienen mayor atención, reparan en las cosas más fácilmente, aprecian mucho mejor los colores, sombra, tonos, perspectivas. Sucede a menudo que un niño de esta índole llega a ser pintor. No digo que un niño con ojos normales no pueda llegar a ser un buen pintor, sino que siempre encontramos en los pintores algún defecto visual. Son miopes o hipermétropes, astígmatas, daltónicos o aprecian mal los colores, tienen un solo ojo, etc.; tales defectos son muy frecuentes entre pintores. Podemos explicar esto únicamente admitiendo que la fuerza creadora obliga al niño a superar las dificultades.

A menudo encontramos también otro defecto que aumenta al principio el interés del niño en este sentido y ante el cual muchos pierden el valor y se creen inferiores, sin hacer nuevos esfuerzos para vencer; sucede esto en los zurdos. Debo comunicarles a ustedes el hallazgo de la psicología individual de que en nuestra sociedad humana, un 35 ó 50 por 100 de los hombres son zurdos, y apenas un 10 por 100 lo saben; todos, sin embargo, lo experimentan. Nuestro trabajo cultural exige casi siempre la mano derecha, y cuando un niño de aquéllos ingresa en la escuela, se ve pronto que no está suficientemente preparado, que no es diestro, por lo cual es reprendido o castigado. Tales niños ejecutarán los primeros trabajos peor que los otros; pero se debe ejercitar esta mano derecha más débil, para no dejar aumentar el sentimiento de no poder ejecutar lo mismo que los demás. Exige esto un largo tiempo y un método adecuado. Es bien sabido que en los siglos pasados, el entrenamiento para la lectura y la escritura eran muy defectuosos. Einhart escribe de Carlos el Grande, que tuvo gran dificultad en aprender el arte de la lectura y de la escritura, porque no estaba dotado para ello. Es muy cierto que en aquellos tiempos los métodos para escribir y leer eran malos. Desde Pestalozzi son mejores. Hasta los débiles mentales pueden aprender. El método tiene siempre una gran importancia. Hay actividades que no sabemos cómo entrenar debidamente, no comprendemos las relaciones porque no nos fijamos en ellas. (Por ejemplo, el entrenamiento de los boxeadores). Es una especial tarea entrenar la mano derecha en estos casos. Algunos niños encuentran instintivamente, o cuando se les anima a ello, un método con el cual vencer sus dificultades. Con su victoria experimentarán un sentimiento de alegría. Manifestarán tendencia a escribir y dibujar bien. Hay un elevado porcentaje de zurdos entre los individuos que tienen buena letra. Existe una prueba muy sencilla que pone en evidencia el valor de los órganos y con la que no es difícil descubrir el secreto de los zurdos. Consiste simplemente en hacer cruzar los dedos de ambas manos y se verá que en los zurdos el pulgar izquierdo se coloca sobre el derecho. Un gran número de zurdos son muy diestros porque se han entrenado, y han triunfado. El que domina, vence. La mayor parte de los zurdos, sin embargo, no superan sus dificultades, permanecen siempre poco diestros y son considerados en general como faltos de dotes para los trabajos manuales; se desaniman y fracasan a menudo en todas las cosas. No puede luchar con las dificultades y trabajos de la vida. Ésta es la explicación de por qué encontramos un gran número de zurdos entre los niños difícilmente educables, criminales, etc. También los encontramos en aquellos individuos que han alcanzado un gran nivel. Suelen suceder dos cosas: o el niño se pierde, o lucha y encuentra un buen método para su desarrollo y el dominio de sus dificultades. Si no se sabe que un niño es zurdo, se le puede creer perezoso o falto de dotes. Para la pereza no hay más explicación que el niño no espera ningún éxito. Podemos extender nuestras observaciones a otros órganos de los sentidos y siempre encontramos la misma línea: descorazonamiento, falta de interés por los demás, interés por la propia persona; o dominio de las dificultades y producción de un mejor trabajo. Siempre se presenta una compensación del sentimiento de inferioridad. A nosotros nos interesa en el niño difícilmente educable los movimientos que se apartan del lado útil. Siempre los encontrarán ustedes en estos niños.

Índice de La psicología individual y la escuelaCapítulo ICapítulo III Biblioteca Virtual Antorcha