Índice de Vidas de los filósofos más ilustres de Diógenes LaercioAnteriorSiguienteBiblioteca Virtual Antorcha

LIBRO CUARTO

Segunda parte


ARCESILAO

1. Arcesilao, hijo de Seito, o Escito, según dice Apolodoro en el libro III de sus Crónicas, fue nativo de Pitana en la Eolide. Este fue el primer instituidor de la Academia media, estableciendo la prescindencia o duda en la contrariedad de proposiciones; el primero que habló en pro y en contra acerca de una misma cosa, y el primero que inmutó la forma de argüir que había establecido Platón, ejecutándolo acérrimamente por preguntas y respuestas.

Se unió a Crantor en esta forma: era el cuarto de sus hermanos; los dos eran de un padre, y los otros dos de una madre. El mayor de los dos de una madre se llamaba Pílades; y el de los dos de un padre, Mereas; éste era curador de Arcesilao. Primero fue discípulo de Autólico, el cual era matemático, conciudadano suyo, antes de pasarse a Atenas, en cuya compañía peregrinó también a Sardes. Luego lo fue de Janto Ateniense, músico; después de este oyó a Teofrasto, y finalmente se fue con Crantor en la Academia. Su hermano Mereas, antes nombrado, lo inducía a estudiar Retórica, pero él amaba más la Filosofía. Prendado ya de él Crantor, le preguntó por aquel verso de la Andrómeda de Eurípides:

¿Me serás grato, oh virgen, si te salvo?

Y él respondió con el que allí se sigue:

Llévame, peregrino;
bien me quieras esclava, o bien esposa.

Desde entonces habitaron juntos; y dicen que Teofrasto sintió mucho su pérdida, pues dijo: ¡Oh qué ingenioso y vivo joven se ha ido de nuestra escuela! Era grave y robusto en el decir, y asiduo en el escribir. Se aplicó también a la poética, y hay algunos epigramas suyos. Uno a Attalo es el siguiente:

No en armas solamente muchas veces
es Pérgamo la ilustre celebrada
en la divina Pisa,
si también en caballos.
Si es dado a los mortales
presagiar lo futuro, todavía
será más celebrada en lo futuro.

El que hizo a Menodoro, hijo de Eudamo, amante de uno de sus discípulos, dice:

Distante se halla Frigia, oh Menodoro;
distante se halla Tiátina sagrada,
y distante tu patria Cadanade;
mas hasta las orillas de Aqueronte
es el camino igual de todas partes,
si bien oscuro y poco celebrado.
Aunque a los hombres formidable y fiero,
medido es de sus pies continuamente.
Te puso este sepulcro
el clarisimo Eudamo, de quien eras
querido sobre todos los amigos.

2. Estimaba mucho a Homero y siempre leía algo de él antes de dormir; y aun por la mañana hacía lo mismo, diciendo que quería ir a su amado, cuando quería leerlo. Decía que también Píndaro era bueno en especial para llenar la voz y suministrar abundancia de nombres y palabras. En su juventud imitó el estiló de Jon (285). En la Geometría fue discípulo de Ipónico; al cual criticaba de que siendo tardo y obtuso, sabía, sin embargo, los fundamentos del arte, diciéndole que la Geometría se le había metido en el vientre al tiempo de bostezar. Pero habiendo caído en demencia, lo recogió en su casa, cuidando de él hasta que recobró el juicio. Muerto Crates, obtuvo la escuela, cediendo uno que se llamaba Socratides. Unos dicen que no escribió libros, puesto que en todas las cosas suspendía el juicio; otros afirman que fue hallado corrigiendo ciertos escritos, y los publicó, según unos; y los quemó, según otros. Parece que hacía mucho aprecio de Platón, y estudiaba sus obras. Algunos dicen que imitó también a Pirrón. Supo la dialéctica, no menos que el raciocinio de los Erétricos. Así, Aristón decía de él que era:

Por delante, Platón; por detrás, Pirrón;
por el medio, Diodoro.

Timón dice de él lo siguiente:

Veis uno aquí que tiene a Menedemo
con su pecho de plomo;
o a Pirrón todo carnes, o a Diodoro.

Y un poco más adelante, dice:

Iré a Pirrón nadando,
y al oblicuo Diodoro.

3. Era muy sentencioso y conciso; y en la locución profería distintamente las palabras. También fue amigo de reprender, confiado de sí mismo, y muy mordaz; por cuya razón habló Timón de él otra ocasión en esta forma:

Y cuando reprensiones vas sembrando,
de que tú fuiste mozo no te olvides.

Y así, cuando un joven le habló con mucha audacia, dijo: ¿No habrá quien reciba a éste con los talones? A uno acusado de bardajería, que decía no haber una cosa mayor que otra, respondió preguntándole: ¿Ni aun será mayor una cosa de diez dedos de larga que otra de seis? Un tal Eumón, nativo de Quío (que era feo y se creía hermoso, y andaba siempre girando ornado con su clámide), le dijo que si era de parecer que el sabio podía amar, a lo que respondió: Es lo mismo vestir ornamentos tan preciosos como los tuyos, aunque no sean tan hermosos como tú. Como un obsceno, a quien era pesado Arcesilao, le dijera:

¿Te podré preguntar alguna cosa,
o deberé callar, matrona casta?

Le respondió de esta manera:

Hembra, ¿qué es lo que dices
de áspero, duro y desacostumbrado?

4. A un hablador y de bajo nacimiento que le objetaba muchas cosas, le dijo:

Los hijos de los siervos
acostumbran a hablar obscenamente.

A otro locuaz importuno, solamente le dijo que había tenido una nutriz muy molesta. A otros nada respondía. A un usurero deseoso de saber, que le preguntó qué era lo que ignoraba, le respondió:

Oculto es el camino por el aire
para las aves hembras,
si la prole no tienen a su vista (286).

Esto es tomado de Enomao, de Sófocles (287). A un alexinio (288) dialéctico, que no podía recitar bien cierto discurso de Alexino, le dijo lo que Filoxeno ejecutó con unos tejeros. Éste, habiéndoles oído cantar mal algunos versos suyos, empezó a pisarles los ladrillos, diciendo: Como vosotros corrompéis mis cosas, así yo las vuestras. Le desagradaba mucho que los hombres no abrazasen temprano el estudio de las disciplinas. En sus discursos usaba naturalmente la frase digo yo, y a esto no asentirá él, diciendo su nombre; lo cual imitaban (289) muchos de sus discípulos, su retórica y aun toda su figura. Era fecundísimo en la invención y feliz en las ocurrencias para satisfacer a lo que le proponían, reduciendo a ello el periodo de las palabras y acomodándose a todo tiempo, siendo también sobre manera persuasivo. Por esta razón concurrían muchísimos a su escuela, por más que los lastimase con su acrimonia, pues lo sufrían gustosamente, ya que era a la vez muy bueno, y llenaba de esperanzas a sus discípulos. Era liberal en dar lo que tenía, pronto a hacer beneficios y amigo de ocultarse sin vanidad alguna.

5. Cuando una vez fue a ver a Ctesibio, que estaba enfermo, y viéndolo afligido por la pobreza, le puso ocultamente una bolsa de dinero debajo de la almohada, y habiéndola hallado éste, dijo: Ésta es burla de Arcesilao. Y aun en otra ocasión le envió mil dracmas. También alcanzó de Eumenes muchos favores para Arquias Arcade, habiéndoselo recomendado. Siendo como era, liberal, y nada amante del dinero, concurría el primero a las ostentaciones de la plata, como lo hizo en la de Arquestrates y Calícrates, y aun a las de oro se apresuraba más que cualquiera (290). Suministraba también a muchos cuanto podía recoger. Habiendo prestado varias piezas de plata a uno que convidaba a ciertos amigos, como éste se quedase con ellas, ni se las pidió ni indicó habérselas prestado. Algunos dicen que se las ofreció él mismo para servirse en aquella ocasión, y que al volvérselas, porque era pobre, le hizo gracia de ellas.

6. Tenía algunos bienes en Pitana, de los cuales le iba enviando socorros su hermano Pílades. Igualmente Eumenes, hijo del Filetero, le suministraba bastantes cosas, y por esta causa con ningún rey tenía trato sino con éste (291). Habiendo muchos que adulaban (292) a Antígono y concurrían a su casa, Arcesilao se abstenía, no queriendo ni aun que tuviese noticia de él. Era gran amigo de Hierocles, gobernador de Muniquia y del Pireo, y en los días de fiesta nunca dejaba de bajar a verlo. Cuando éste lo quiso persuadir por muchos caminos para que fuese a saludar a Antígono, no obedeció, sino que fue hasta la puerta de palacio y de allí se volvió atrás. Después de la batalla naval de Antígono, habiendo ido muchos a consolarlo, y muchos escribiéndole cartas consolatorias, Arcesilao guardó silencio; pero también cuando fue como embajador por la patria, a ver a Antígono Demetriade, nada consiguió.

7. Siempre habitó en la Academia, huyendo de los negocios públicos. Algunas veces se detenía en Atenas por causa de algunas dudas que le proponían, y comenzaba a explicar, y entonces se quedaba en el Pireo en casa de Hierocles (293). Por esta amistad lo criticaban algunos. Era demasiado pródigo (¿qué más que llamarlo segundo Aristipo?), dando banquetes a los de su brazo, y yendo también a los de ellos. Usaba públicamente de las dos meretrices elienses Teodota y Fileta, y a los que lo murmuraban les oponía las respuestas (294) de Aristipo. Amaba y era muy propenso a la gente joven; y por esto Aristón Quío, estoico, lo acusaba de corruptor de la juventud, y aun era llamado obsceno elegante y audaz.

8. Dicen que amó mucho a Demetrio navegando para Cirene; como también a Leocares Mirleano, del cual dijo públicamente en la mesa que él quena abrir, y que Leocares lo prohibía vigorosamente. Amábanlo a él Democares, hijo de Laqueto, y Pitocles, hijo de Bouselo, y el recibirlos decía que era por su gran clemencia. Por estas cosas ]lo murmuraban y criticaban los antes dichos, como amante del vulgo y de la vanagloria. Pero lo cargaron más que nunca estando con Jerónimo Peripatético, cuando juntaba a los amigos para celebrar los días de Alción, hijo de Antígono, para lo cual había enviado éste dinero suficiente con deseo de que lo disfrutasen. En este convite, habiendo excusado absolutamente las conferencias, como Aridelo le propusiese cierto teorema y le pidiese la explicación, le dijo: Lo más importante y más propio de la Filosofia es saber el tiempo oportuno para cada cosa. Sobre lo de atribuirle demasiada unión con el vulgo, así habla Timón:

Después de haber hablado,
se mete por las turbas que lo cercan
y lo están admirando, como suelen
los simples pajarillos al mochuelo.
Ellas miran a un necio, y sin más causa
maravilladas quedan. ¡Miserable,
por cosa tan pequeña te me engríes!

9. No obstante esto, estaba tan libre de amor propio, que exhortaba a sus discípulos a que oyesen a otros maestros. Y aun a cierto joven, natural de Quío, que no gustaba de su escuela, sino de la de Jerónimo arriba nombrado, él mismo lo condujo al filósofo, y lo exhortó a perseverar en el buen orden empezado. También se conoce aquel gracioso dicho suyo, y es que a uno que le preguntaba por qué de las otras escuelas se pasaban muchos a las de Epicuro, y de los discípulos de Epicuro ninguno a las otras, respondió: Porque de los hombres se hacen los eunucos, pero de los eunucos no se hacen los hombres. Finalmente, hallándose próximo a la muerte, dejó todos sus bienes a su hermano Pílades, que lo había conducido a Quío y después en forma oculta a Marea, de donde se lo llevó a Atenas. Permaneció sin casarse, ni tuvo hijos. Hizo tres testamentos (295) uno lo dejó en Eretria en casa de Amficrito; otro en Atenas en poder de uno de sus amigos, y el tercero lo envió a su casa, encargándolo a Taumasías, uno de sus parientes, para que lo guardase, y le escribió de esta manera:


ARCESILAO A TAUMASIAS, GOZARSE (296).

Entregué a Diógenes mis testamentos para que te los llevase. Me pareció bien testar, por causa de que enfermo a menudo, y está mi cuerpo flaco de fuerzas, a fin de no hacerte injusticia alguna si hubiese novedad en mi vida, ya que me has amado en tanta manera. Habiéndome sido siempre fidelísimo sobre todos, confío en que me lo guardes, ya por ser tú joven todavía, ya por nuestra consanguinidad. Cura, pues, ser justo para conmigo, y tratar las cosas mías con la posible integridad, en atención a que pongo en tus manos las cosas que por tu misma confesión más necesitas.

10. Se pusieron estos testamentos en Atenas, en casa de uno de sus amigos, y en Eretria en poder de Amficrito. Murió, como dice Hermipo, de haber bebido vino puro en exceso y caído en delirio, a los setenta y cinco años, habiendo sido tan aceptado por los atenienses cual ningún otro. Hay un epigrama mío para él, que dice así:

¿Por qué profusamente tanto vino
sorbes, Arcesilao, que te privas
de razón y de juicio?
Lástima me ha causado, no tu muerte,
sino la contumelia que a las musas
haces, vaciando jarros sin medida.

Hubo otros tres Arcesilaos: uno, poeta de la comedia antigua; otro, poeta elegíaco; y otro, escultor, a quien Simónides compuso este epigrama:

De Diana es la imagen que aquí miras:
Docientas dracmas Parias,
de Arato con la insignia, fue su precio.
Hízola el diestro y noble Agesilao,
de Aristódico hijo,
con el ingenio y arte de Minerva.

Nuestro filósofo floreció hacia la Olimpiada CXX, como dice Apolodoro en sus Crónicas.


BIÓN

1. Bión fue boristenita. Quiénes fueron sus padres, y por qué causa se dedicó a la Filosofía, él mismo lo manifestó a Antígono; pues habiéndole dicho éste:

¿Quién eres? ¿De qué gente?
¿Dónde está tu ciudad? ¿Dónde tus padres?;

y sabiendo que lo habían denigrado, dijo al rey: Mi padre fue liberto, y se limpiaba con el codo (297) (esto significaba que había sido especiero). Era boristenita, y no tenía rostro, sino en él un letrero esculpido, marca de su asperísimo dueño. Mi madre era una del lupanar, como correspondía a tal hombre. Habiendo después mi padre cometido no sé qué cosa contra los banqueros, fue vendida su casa con todos nosotros. Como yo era joven y bastante gracioso, me compró un orador, el cual cuando murió me dejó cuanto tenía; y yo quemando todos sus escritos, y recogiendo lo demás, me fui a Atenas y me dediqué a la Filosofía.

De esta gente me precio, y de esta sangre.

Esto es lo que hay acerca de mí; por tanto, pueden ya dejarse de fraguar mi historia Perseo y Filomides; mírame descrito por mí mismo.

2. Bión era en ocasiones ciertamente versátil (298) y astuto sofista, y daba motivo de hablar contra la Filosofía a los que querían hacerlo; pero en otras era apacible, y aun capaz de disfrutar el lujo. Dejó muchos comentarios y apotegmas útiles en los negocios humanos; como lo criticaran de que no había podido agarrar para sí a cierto joven, respondió: No se puede atraer con anzuelo el queso blando. Al preguntarle una vez quién era el de menos sosiego, respondió: El que más lo desea. También se le atribuye el que habiendo sido preguntado si conviene casarse, respondió: Si casas con fea, tendrás un tormento; si con hermosa, será común a otros. Llamaba a la senectud puerto de todos los males, porque a ella caminan todas las cosas. Decía que la gloria es madre de los años; la hermosura, un bien ajeno; las riquezas, los nervios de las cosas. A uno que había vendido y comido sus posesiones, le dijo: La tierra se tragó a Amfiarao; tú a la tierra. Llamaba gran mal al no poder sufrir ningún mal; reprendía a los que quemaban a los muertos como a insensibles, y los lloraban como sensibles.

3. Decía a menudo que vale más hacer gracia a otro de la flor de la belleza propia, que no coger por fuerza a la ajena; pues así se perjudicaba al cuerpo y al alma. Culpaba también a Sócrates, diciendo que si tenía necesidad de Alcibíades, y se abstuvo de su favor, fue un necio; si no la tenía, nada hizo de extraño. Llamaba llano al camino del infierno, pues se hace a ojos cerrados. Acusaba a Alcibíades, diciendo que siendo jovencito quitaba los hombres a sus mujeres, y siendo mancebo quitaba las mujeres a sus maridos.

4. Enseñaba la Filosofía en Rodas a los atenienses que estudiaban allí Retórica, y a uno que le censuraba esto, le dijo: ¿Traje trigo, y venderé cebada? Decía que en el infierno son más castigados los que llevan agua con vasos enteros, que los que la llevan con vasos agujereados. A un gran hablador que le pedía auxilio, le dijo: Te daré lo que baste, con tal que envíes procuradores y tú no vengas. Navegando una vez con gente mala, cayó en manos de piratas; y como los primeros dijesen: perdidos somos si nos conocen, añadió Bión: Y yo también si no nos conocen. Llamaba a la soberbia embarazo del adelantamiento. De un rico miserable, dijo: Éste no posee la riqueza, sino la riqueza a él. Decía que los miserables cuidan de sus haberes; pero de ellos ningún útil sacan, como si fueran ajenos. Que cuando somos jóvenes hacemos uso del valor corporal, pero cuando envejecemos tenemos el valor en la prudencia. Que tanto se aventaja la prudencia a las demás virtudes, cuanto la vista a los demás sentidos. Que no conviene ultrajar a la vejez, a la cual todos deseamos llegar. A un envidioso que estaba melancólico, le dijo: No sé si te habrá venido a ti algún mal, o a otro algún bien. Decía que la impiedad era muy mal cohabitante de la confianza; pues

doma al varón por más audaz que sea.

Que se deben conservar los amigos, de cualquier condición que sean, a fin de que no parezca que los tenemos por malos, o no los elegimos buenos.

5. Bión despreciaba al principio los dogmas de los académicos, cuando era discípulo de Crates; después (299) abrazó el instituto cínico, tornando el palio viejo y el zurrón. ¿Y qué otra cosa lo condujo a aquella ecuanimidad? Después pasó a oír a Teodoro el Ateo. que sofisteaba con toda suerte de argumentos; y después de este oyó a Teofrasto Peripatético. Era aficionado al teatro, y muy difuso en la risa, usando palabras pesadas en las cosas. Por haber entretejido su estilo con variedad, refieren que dijo de él Erastótenes que había sido el primero en vestir de flores la Filosofia. Era muy diestro en las trovas; y son suyas las siguientes:

Oh delicado Arquitas (300),
feliz en las delicias y en el lujo,
disputador eterno entre los hombres.

Tenía absolutamente por juego a la música y la Geometría. Era magnífico y ostentoso; y aun por esto iba transmigrando de unas a otras ciudades, hasta ostentar apariencia artificiosamente; pues en Rodas indujo a los marineros a que vistiesen hábitos de escuela y lo siguieran; y entrando con ellos en el gimnasio, fue admirado por todos.

6. Solía adoptar como hijos a algunos jóvenes, para abusar de ellos en sus deleites, y para protegerse con su favor y benevolencia. También era tenazmente amante de sí mismo; y decía que entre los amigos todas las cosas deben ser comunes. Por lo cual ninguno se proclama discípulo suyo, sin embargo, tuvo muchos en su escuela. Hizo imprudentes a muchos; y así se cuenta que Beción, uno de sus familiares, dijo una vez a Menedemo: Yo, Menedemo, duermo (301) las noches con Bión, y no creo cometer con ello algún absurdo. Trataba muchas cosas impiísimas con los que estaban consigo, tomadas de la doctrina teodórica. Finalmente, habiendo caído enfermo (como dijeron los que estaban en Calcide, pues allí murió) quiso recibir amuletos (302) que lo atormentasen, y arrepentirse de las ofensas hechas a Dios.

7. La pobreza de los que le asistían en su enfermedad le fue muy dañosa, hasta que Antígono le envió dos criados; y se lo llevaron en litera, como refiere Favorino en su Historia varia. Murió allí mismo; y mis versos para él dicen así:

Oímos que Bión boristenita
afirmó que no existe dios alguno.
Si hubiera persistido en este dogma,
podríamos decir que sintió de ello
como había creído erradamente;
pero habiendo caído
en larga enfermedad, morir temiendo,
el que había negado hubiese dioses,
el que nunca sus templos visto había,
y el que de los mortales se burlaba
que a los dioses ofrecen sacrificios,
no ya sólo con piras, aras, mesas,
olor, gordura, incienso
de los dioses saciaba las narices,
ni sólo pequé dijo,
y perdonadme mis pasadas culpas;
sí que aun a la vieja ensalmadora
prestó fácil el cuello, y con correas
se dejó atar los brazos.
Sobre su puerta puso
el ramo de laurel y espina blanca;
para todas las cosas prevenido,
sino para la muerte.
¡Oh necio, que quisiste que los dioses
por merced existieran;
como si existir ellos consistiese
en que Bión quisiera así decirlo!
Luego en vano eres sabio, porque siendo
toda carbón tu mísera barquilla,
levantando las manos,
salve, Plutón, decías salve, salve.

8. Hubo diez Biones: el primero fue proconnés y contemporáneo de Ferecides Siro, de quien se conocen dos libros. El segundo, siracusano, escritor de preceptos oratorios. El tercero es el presente. El cuarto fue de la escuela de Demócrito, y matemático abderita, que escribió en dialecto ático y jónico. Éste fue el primero que dijo que hay parajes en que la noche dura seis meses, y seis el día. El quinto fue solense, y escribió las cosas de Etiopía. El sexto fue retórico, del cual andan nueve libros con epígrafes de las musas. El séptimo, poeta lírico. El octavo, escultor, milesio, a quien Polemón menciona. El noveno, poeta trágico de los llamados társicos. Y el décimo, estatuario de Clazomene, o de Quío, de quien hace mención Hiponacte.


LACIDES

1. Lacides, hijo de Alejandro, fue de Cirene, fundador de la Academia nueva, y sucesor de Arcesilao. Fue hombre severísimo, y tuvo muchos imitadores. Desde su juventud fue amante del trabajo, y pobre, pero muy agradable y dulce en la conversación. Dicen que era muy particular acerca de la economía, pues cuando sacaba alguna cosa de la despensa, sellaba la cerradura y arrojaba el anillo del sello por un agujero dentro de la despensa misma, a fin de que nada le quitasen de lo que tenía en ella. Advertido esto por sus criados, quitaban el sello, y tomaban lo que les daba la gana; luego con el anillo mismo volvían a sellar, y lo arrojaban dentro por el agujero. Y aunque lo hicieron repetidas veces, nunca fueron sorprendidos en el hurto.

2. Tenía su escuela en la Academia, en el huerto que había hecho el rey Attalo, que de su nombre se cognominaba Lacidio. Lacides es el único filósofo que sepamos cediera en vida su escuela a otro, como efectivamente lo hizo, entregándola a Telecles y a Evandro, ambos focenses. A Evandro sucedió Hegesino Pergameno, y a éste, Caméades. Es gracioso lo que se cuenta de Lacides: habiéndolo Attalo llamado a su casa, dicen que respondió: Las imágenes de los reyes se deben mirar de lejos (303). A uno que se dedicó muy tarde a la Geometría, y le preguntase si era ya tiempo de ello, respondió: ¿Y por qué no ha de ser todavía temprano?

3. Murió a los principios de su enseñanza, el año IV de la Olimpiada CXXXIV, después de veintiséis años de escuela (304). Murió de parálisis, contraída de beber demasiado vino. Mis versos para él son los siguientes:

Cuentan de ti, Lacides, según oigo,
que por tus pies te fuiste al infierno.
¿Ignoras acaso
que la fuerza de Baco disminuye
y disuelve las fuerzas de los miembros?
Aun por esto Lieo lo apellidan.


CARNÉADES

1. Carnéades, hijo de Epicomio, o bien de Filicomo, según aseguró Alejandro en las Sucesiones, fue nativo de Cirene. Habiendo leído los libros de los estoicos, singularmente los de Crisipo, los refutó modestamente, y esto con tanta sinceridad que solía decir: Si no hubiese habido Crisipo, no habría Caméades. Fue amantísimo del trabajo (305), y menos aplicado a la fisica que a la moral. Se dejaba crecer el pelo y las uñas, en fuerza de la continua aplicación a los libros. Era tan hábil en la Filosofia, que hasta los maestros de oratoria dejaban sus escuelas y concurrían a oírlo. Tenía la voz muy recia, de manera que el jefe del gimnasio tuvo que enviarle recado que no gritase tanto; pero él respondió que le diese la medida de la voz. A esto repuso sabiamente aquel, diciendo: Medida tenéis en los que os oyen. Era acérrimo en las reprensiones e inexpugnab le en los argumentos, y por esto excusaba los convites. Como Mentor Bitinio, discípulo suyo y muy frecuente en la escuela, comerciase con una concubina suya, dice Favorino en su Historia varia que en medio de la lección lo criticó así:

Por ahí anda un viejo despreciable
parecido a Mentor en voz y cuerpo,
y quiero desterrarlo de mi escuela.

Y él, levantándose, dijo:

Luego que ellos hablaron,
se levantaron estos prontamente.

2. Parece que tenía una gran aversión a la muerte, pues solía decir con frecuencia: Lo que la Naturaza compuso, lo disolverá. Habiendo sabido que Antípatro murió por haber bebido veneno, se estimuló a querer quitarse la vida, y dijo: Dadme también a mí. Y diciendo los circunstantes: ¿qué queréis?, respondió: Vino con miel. Dicen que cuando murió se eclipsó la luna; y de esto podrá decir alguno que parece que sentía su muerte el astro más hermoso después del sol. Apolodoro dice en las Crónicas que murió el año IV de la Olimpiada CLXII, habiendo vivido hasta los ochenta y cinco años. Se conocen unas Epístolas suyas a Ariarte, rey de Capadocia. Lo demás lo escribieron sus discípulos, pues él nada dejó escrito. Mi epigrama para él, en metro logádico y arquebuleyo, dice:

¿Qué quieres, musa, note a Carnéades?
Torpe será la mente quien no vea
cuánto temió la muerte; pues enfermo
de una temible tisis, todavía
no consintió la solución del cuerpo;
antes habiendo oído
que Antípatro veneno había tomado,
dadme, dijo, también cosa que beba.
¿Y qué queréis? ¿Qué? Dadme miel con vino.
Repetía igualmente con frecuencia:
¡Ah la Naturaleza
que me supo formar, sabrá sin duda,
no menos disolverme!

Esto no obstante, descendió a la tierra.
Era bien conveniente
bajase a los infiernos
quien granjearse supo tantos males.

3. Dicen que de noche se le agravaban los ojos sin advertirlo, y mandaba al criado que trajese luz, y como éste la trajese y le dijese ya está aquí, respondía: Pues lee tú. Tuvo muchos discípulos, pero el más aventajado fue Clitómaco, de quien hablaremos luego. Hubo otro Carnéades, poeta elegíaco muy frío.


CLITÓMACO

1. Clitómaco, cartaginés, llamado Asdrúbal, filosofaba en su lengua y patria propia. Pasó a Atenas, ya de cuarenta años de edad, y oyó a Carnéades. Le agradó a éste su aplicación y le hizo aprender las ciencias, y lo imbuyó de tal manera, que llegó a escribir más de cuatrocientos libros; fue sucesor de Caméades, e ilustró con muchos escritos sus dogmas. Fue versado en las tres sectas: académica, peripatética y estoica. Así es la crítica de Timón hacia los académicos:

No quiero aquí traerte
la Academia gárrula e insulsa.

2. Hasta aquí hemos tratado de los académicos derivados de Platón; ahora pasaremos a los peripatéticos (también originarios de Platón), de quienes Aristóteles fue el primero.


Notas

(285) No es fácil adivinar si Laercio entiende aquí por Jon un diálogo de Platón que tiene este título, en el cual se trata bastante de Homero, o si quiere significar un poeta trágico y lírico que hubo de este nombre.

(286) Este es un equívoco de palabras que encierra la voz (Vocablo griego que no podemos reproducir), la cual significa prole y lucro.

(287) Tragedia perdida de este poeta.

(288) Esto es, discípulo o seguidor de Alexino.

(289) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(290) No consta qué manifestaciones de los vasos de plata y oro eran éstas y con qué fin se hacían. Por ventura era costumbre hacer esta pompa en algunas funciones para que después en las urgencias públicas acudiese cada uno con las cantidades proporcionales a sus haberes.

(291) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(292) Ibid.

(293) Si es cierto, como opinan Meursio, Menagio y otros, que la Academia sólo distaba de Atenas seis estadios, que es menos de un cuarto de legua nuestra, no acabo de entender la causa de quedarse Arcesilao en El Pireo, que distaba de la ciudad cuarenta estadios, como el mismo Laercio dice en la Vida de Antístenes. Y aunque el verbo puede interpretarse, no sólo de tiempo corto, sino también de largo, sin embargo, como la causa de tales detenciones eran los argumentos y cuestiones que le proponían unos y otros, no dudo que esto sucedía en la ciudad, por ejemplo: en los gimnasios, liceos, pórticos y demás parajes adonde concurrían los filósofos. Si de esta reflexión puede deducirse algo acerca de la distancia que había de Atenas a la Academia, acaso no se engañaron San Jerónimo ni Porfirio con decir que la Academia estaba distante de Atenas. Los lugares de Cicerón y Livio que suelen citarse pueden admitir diversos sentidos. Plutarco, Suidas, Pausanias, el mismo Laercio en la Vida de Platón, y otros, que la llaman lugar suburbano, lugar cercano a Atenas, también puede interpretarse de modo que no repugne a lo que dice el Santo; pues también el Puerto Pireo era lugar suburbano, y aun unido a la ciudad por medio de muros, templos, sepulcros, palacios, casas, etc., y sin embargo, distaba más de una legua.

(294) De los críos, tratamos en la Vida de Aristipo, nota 131.

(295) Tres ejemplares auténticos del mismo testamento, según era costumbre, a fin de que si uno se perdiera o fuese corrompido por algún malicioso, quedara modo de remediar este daño.

(296) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(297) Mocarse con el codo era frase que se aplica a los especieros, quizá porque no podían tocarse las narices con las manos, a causa de lo picante de las especias.- Suetonio, en la Vida de Horacio.

(298) Vocablo griego que no podemos reproducir.

(299) Ibid.

(300) Son dos versos de Homero trovados; el tercero, lib, III, Ilíada, v. 181; Y el segundo, lib. I, v. 146.

(301) Convictus sum.

(302) Acaso serían también ligaduras apretadas, como parecen indicar los versos siguientes.

(303) Ni el texto griego ni las versiones antiguas ponen las palabras de los reyes, regum; no obstante, parece cosa natural, por las circunstancias del hecho, que Laercio quiso decido así. En efecto, la edición de Meibomio, 1698, y la de Lipsia, 1759, ponen dicha voz regum en la versión latina. Sin embargo, puede traducirse literalmente así: Las imágenes se deben mirar de lejos.

(304) Si tenía veintiséis años de escuela, ¿cómo podía morir al principio de su enseñanza? Cuando no queramos sospechar alguna falta en el texto, es forzoso decir que murió al principio del año cuarto de aquella Olimpiada, cuando comenzaba aquel año filosófico.

(305) La frase griega los latinos la expresarían así: laboris amansfuit si quis alius.

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