Índice de Manifiesto abierto a la estupidez humana de Ezio Flavio BazzoCapítulo VCapítulo VIIBiblioteca Virtual Antorcha

Capítulo VI

No se puede exigir que nos traguemos con gusto el desagradable pastel de carne humana con que nos obsequian. No se puede exigir que nuestras temblorosas ventanas de la naríz aspiren con placer las emanaciones cadavéricas. No se puede esperar que es heroísmo la apatía y la frialdad de corazón que fatalmente se manifiestan cada día más. Un día se tendrá que admitir que reaccionamos de manera muy cortés, hasta conmovedora. Los panfletos más estridentes no bastaron para cubrir decentemente con lejía y desprecio la hipocresía general.

(Del diario de Hugo Ball)


Un día observé que tu invadías una universidad, en nombre de una política fascista y represora. Ibas con tu fisonomía de odio y rompías ventanas, laboratorios, salas, cabezas y cuerpos humanos. Por donde pasabas ibas dejando tu rastro de sangre, de pavor y de desentendimiento. Adolescentes te tiraban piedras y te maldecían ... y, todo por nada. Todo fundamentado en la enfermedad, en la vanidad, en el deseo de poder y en la fiera que está siempre hambrienta dentro de tu pecho. Banderas se levantan y son derrumbadas, gobiernos suben y gobiernos bajan, reinados, ejércitos, ideologías y dictaduras ... todo cede al poder del tiempo y a la fuerza incontrolable de la naturaleza y del cambio. Todo es una expolición y todo es implicatorio; y tu sangre se gasta en vano. ¡Ah, Populacho! Tienes que auto-diagnosticar tu herida ... Después, después que tu corazón deje de latir, seguramente irás a una fosa y ahí ya no necesitarás luchar, ni avergonzarte de nada.

Nunca más se marcarán las diferencias entre tú y un caballo, y tus cenizas se fundirán con el color y con la humedad de la tierra. Ahí será el final de todo, toda la humanidad tendrá su fin en una pequeña y oscura cueva de barro; pero, antes de eso, podremos conquistar la duración infinita del placer.

Yo pienso como Prometeo, cuando decía a su hermano: ¿Qué es para nosotros el cielo y la tierra? ¿Qué nos importa el juicio de Dios y de los hombres? Son extraños que nada pueden hacer para la bienaventuranza o sanación de nuestro mundo interior.

Es el momento de creer que nadie puede hacer algo para ti, ni por ti. Ni la Cibernética, ni la Psicología, ni la Sociología y mucho menos tu medicina sintomática. Tú estás solo desde el momento que saliste del útero de tu madre hacia la claridad del sol, y solo estarás para siempre. ¡Solo permanecerás siempre, aun cuando intentes engañarte con fantasías de comunidades, de familias, de una hermandad universal! Asimismo cuando tengas delirios de estar construyendo tu morada junto a la multitud, aun habrá un abismo entre tu y el otro.

¡Tu no escapas a ti mismo, Populacho!

Por ello construyes dentro de tu pecho tu morada. ¡Te habitas a ti mismo! ¡Despiertate a ti mismo o tírate al mar mañana! De nada valdrán tus descubrimientos, tus supuestas buenas acciones, tus discuros sobre la ciencia y tus fortunas acumuladas en bancas extranjeras. De nada te vale todo eso, si en todos los momentos te amenaza la desesperación delante de la vida. De nada valen tus supuestos avances si a cada momento regresas al vicio, a las religiones y al sufrimiento; si a cada momento bajas de rodillas y preguntas:

Señor, ¿por qué me abandonaste?

Todo es mecánico, Populacho. Veo tus mujeres rígidas, artificiales, enfermas y esclavas de la ignorancia y de todas las futilidades de la vida, y ello por tu culpa. Entre dos mujeres son (X), con la presencia de un hombre cambian para (Y). Luchan con sus reducidas energías para aprisionarte a ti, muchacho de familia; a ti, trabajador y payaso honesto; a ti, que te olvidas del mundo cuando estas delante de un espejo y que tienes delirios de ser tan bello como Apolo. A ti, ellas deben aprisionar para tener acceso al capital, al sexo y a la vida, pues de otra forma tu no les permites que se acerquen a eso, y ellas te dominan con una sutil y admirable trampa. Por más que te autoproclames erudito, por más que sueñes con ser un D. Juan, delante de una simple prostituta, no pasas de ser un Asno. Ellas saben donde dormita tu debilidad, tu temor, tu herida más delicada ... y ¡tocan en ella con una precisión absoluta!

¡Ah, Populacho! Tengo náuseas en éste miércoles de sol, por tener que soportarte. Por saber que eres inmutable, intocable y que tienes el derecho a reproducirte. Y tu también me verás aun por muchos y muchos días. Marcharé siempre en el mismo paso que te desespera y seré siempre un no-creyente mientras tu vivas. Nunca tendré un gallo, ni un paraguas (*), ni un centímetro de tierra. La edad me encontrará sin novedades y seguiré marchando mi paso sin un paraguas ni un sombrero de palma. Seré para ti, el mismo vagabundo, el mismo viejo que te mira y sonríe, que te espía en tu velocidad infame, para atrazar tu llamada de muerte. Dormiré en la humedad nocturna y me entregaré al sol de las montañas limpias y aun podré leer poemas de Knut Hansun. Estaré sólo como hoy y como siempre estuve, pero llevaré bajo el brazo mi manifiesto. No moriré sin antes mostrarte a ti mismo, sin denunciarte al mundo, sin antes hacerte colorar la cara, esa cara que tanto tiempo permaneció con un bloque de hielo. Quiero hacerte mirar hacia atrás, mostrarte los crímenes que tu practicaste. Tendrás que mirar a los árboles destruídos, a los ríos envenenados, a los campos infecundos y a el llanto de la ralea humana. Y tendrás que golpearte el pecho y asumir tus culpas.

Tus máscaras dominicales son la Teosofía, el Cristianismo, el Judaísmo, el Budismo, la Política, el Futbol y los Cabarets. Platón ya te decía:

Si la venganza no te alcanzara en la tierra, ella te alcanzará en el Hades, o en otro lugar aun más horrible. Habrás de pagar por tus caminos sospechosos, y la víctima no será otro sino tu mismo. Tú eres el acreedor y el deudor al mismo tiempo. La desestructuración es el precio de los hombres de tu tiempo. Tú has de deambular por los barrancos de las carreteras, quedarte en el desierto más árido y seco, con la cara entre las manos y con un cactus en la garganta. Has de despertar, has de percibir el tiempo infame que gastaste en el proceso de retrasar el proceso humano. Desde los ocho años te enseñaron a ser un mentiroso. A mentir delante de un cura, delante de un vendedor de pescado y delante de tus propios amigos de juego. Y hoy, tu crees en tus propias mentiras. Tu vida siempre estuvo insegura, sin saber para que lado optar: Idealismo o Materialismo. Determinismo o Dialéctica. Sensualismo o Intelectualismo ... y yo, te afirmo: Todo eso no pasa de ser una visión imbécil de la vida. Mentiras, sofismas, cobardías escritas en una mesa de hotel o en una sala de castillo. Aun cuando eres niño ya recibiste en tu cuerpo saludable el virus social de las profesiones. Pasaste tu adolescencia luchando para saber lo que querías ser: Un Veterinario, un maestro, un arquitecto, un motorista, un médico o un rabino ... Sé, yo sé que en tu interior, te gustaría no-ser-nada. No aceptar ninguna de estas trampas sociales. Pero, yo sé también que existe para el interior de los adolescentes, un narcótico que la sociedad bondadosa distribuye gratis y que se llama: Deseo de riqueza. Entonces, después de estar contaminado, te lanzas para el lado más lucrativo y más ventajoso y afirmas tener aptitud para eso.

Durante esta trayectoria oscura, pierdes toda la riqueza del alma, lo que para mi es la única riqueza que vale, todos los otros bienes son fecundos en dolores. Mientras tu trabajas, sufres, quieres matarte, reprimes tu sexualidad, tienes que someterte a patrones neurasténicos, eres obligado a mentir, a usar ropas de payaso ... mientras todo eso sucede, yo estoy frente al sol de esta mañana tibia como ninguna otra; estoy en una calle de Grecia comiendo melocotón griego, oyendo una música indiana y remontando la ilusión de un Sócrates; estoy en una carretera de Marruecos, hablando con los viejos mendigos o con los muchachos que quieren venderme hachís y las cabras me miran y me quieren oler. Mientras tú te preocupas por tu mausoléo en un cementerio de lujo, yo estoy en una isla del mediterráneo, abriendo los brazos para la muerte y caminando desnudo por los caminos que me llevan al mar ... y el viento canta en las piedras; estoy dentro del sol, volando con tus mujeres sumisas y locas por tener un orgasmo; despertando todas las mañanas con el sonido de un barco o con el anarquismo de los pájaros. Flores, hongos, carneros, casas blancas, mujeres italianas, el pubis en caracol de una brasileña y pocos dólares en un bolsillo de cuero. Ah, ahí esta la vida ... ¡Ahí está la razón de la existencia! Un día podrás también llevar a tus hijos para donde quieras, basta ahora que luches. Que rompas la barrera del tiempo y la barrera que te apartó de ti mismo.

En 1971, cuando Europa estaba bajo una nieve terrible, yo estaba hambriento por las calles y muchas veces golpeé en tu puerta para implorarte un trago o un plato de comida, pero tu, dentro de tus ropas grises ni me dirigías la mirada, esa tu mirada de cobarde y de perro doméstico. Tu estabas, después en el puerto de Alcántara, y el sol ya había regresado a la tierra, e ironizabas porque yo estaba mirando con envidia a las gaviotas comiendo. En el alentejo, dormí con tus mujeres, mientras tu estabas en San Francisco rastreando a los pies de bárbaros y explotadores capitalistas, porque deseabas acumular el metal diabólico. A cambio del oro, perdiste a tu esposa, a tus hijos y el respeto por ti mismo.

¡Levántate Populacho! Levántate de este abismo donde habitas y concientízate de que los necios están sin defensa ahogándose en la lama de ilusiones efímeras. No seas un psícótico como Jó, que en las crestas de delirio gritaba: ¡Aunque me mates, en ti esperaré! ¡Salte de la carcel donde vives! ¡Despierta! Despierta y has de las palabras de Fichte, tu manifiesto:

Yo soy inmortal, imperecedero y eterno, desde el momento en que me decido a obedecer la ley de la razón. No necesito tornarme inmortal. El mundo supra-sensible no es un mundo futuro, sino actual, y no es más actual en un punto que en otro; aunque haya existido durante miríadas de generaciones, nunca es más presente que en este instante. Otros destinos de mi existencia sensible están en el futuro; pero, ni ellos, ni el destino actual suman la verdadera vida. Por medio de aquella resolución captó la eternidad, despréndome de esta vida en el polvo de la tierra y de todas mis vidas sensitivas que pueden esperarme, y me pongo mucho arriha de todas ellas. Yo me convierto en la única fuente de todo mi ser y de mis fenómenos; desde ahora poseo en mi la vida, independientemente de cualquier cosa fuera de mi. Mi voluntad (que yo mismo, y no otro extraño, encuadro en el orden de aquél mundo), es la fuente de la verdadera vida y de la eternidad.

Sé que todo lo que te digo lo olvidarás después del primer trago de tequila. Pero aun así, quiero estudiarte cada vez más. Quiero confundirme con tus castas, oírte en todas las conmemoraciones, diagnosticarte por tu respiración, por tu olor, por tu paso, por tu apretar de manos, por tu vientre, por tus ojos y por tu capacidad de estar solo.

Escribes ficción y pasas de un verano a otro inventando cuentos, fantasías, romances y novelas policíacas que una burguesía estúpida, que tiene tiempo y dinero, los consumirá después. Eres un tonto asalariado, un tonto pagado para hacer reír o llorar a quien no tiene nada dentro de sí. Tu haces como escritor, el mismo papel de las prostitutas, pero el mal que le causas al mundo es mucho más grande. En tus escritos, procuras hacerte pasar por genio, de una forma casi imperceptible y, lo peor, lo consigues. Eres en síntesis un prostituto que vende letras a otros neuróticos que no saben dormir sin tener una de tus obras a su lado. Tus lectores son aquellos que tanto lloran delante de un rey Lear, como carcajan delante de un Don Quijote (Papinni). Comerciantes, abogados, médicos, psicólogos, obreros, religiosos, ladrones, contrabandistas, en fin, toda la clase media. La clase que para mi es la más acribillada de farsas y dolores. Robespierre era clase media, Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Trujillo, Pilatos, Herodes, Somoza, Fulgencio, la Inquisición ... todos en lo íntimo, eran para mí clase media. ¡Todos estaban furiosos por la convicción de ser una Nada!

Y tú eres asi, escritor de clase media, o de clase alta, o de clase miserable. Tú te dejas crecer una barba, vistes una chaqueta francesa, cargas un libro de R. Luxemburgo bajo el brazo y piensas que eres el representante de la cultura más elevada. Pero, cuando estás solo en tu casa, tu mismo descubres que no pasas de ser un perro castrado. Que todo no pasa de ser una farsa, una farsa contra ti mismo.

¡Ah, Populacho! Aléjate de todas las sociedades secretas o públicas, de todos los vendedores, de todos los charlatanes y de todos aquellos que nunca se quedaron perplejos delante de una flor que nace en la roca. Aléjate de todas las mujeres que quieren hacerte un macho doméstico, de todas las nuevas mitologías y de todos los ataques políticos. Interpreta la voz del mendigo y dale una moneda o un golpe bajo, conforme lo merezca. No te sometas a nada ni a nadie, pues sobre ti, ni aun el universo tiene nadie derecho. Aunque te destruyan el cuerpo, aun asi tu razón puede ser superior a todo. ¡Valorízate! ¡Levántate! Deja de sonreír a tus verdugos y de rastrear a los pies de desgraciados. Fija tu mirada, fija tu voz y abre tu grito al mundo. Ese mundo que a ti pertenece y que al mismo tiempo no pertenece a nadie. Tu no estás solo, contigo están millares de infelices y tu silencio es la vergüenza más abyecta y más degradante de la humanidad.

A veces temo que ya no tienes más sensibilidad y luego constato que lo que te hace falta es discernimiento, voluntad y sabiduría, y por lo tanto, eres un hombre acabado. Eres una sombra inútil en una tierra llena de encantos y de sorpresas. Estas atrancado en tu mansión de invierno y sólo no te cuelgas en una cuerda, porque marcaste un encuentro con tu contador. Tu gaveta esta llena de barbitúricos y de narcóticos y tu intestino ya no funciona hace mucho. Te confieso una particularidad: ¡Los grandes asesinos de la historia, todos sufrían de estreñimiento!

Tu, Populacho, estás como dice mi compañera:

¡Podrido por dentro!

Pobre rata sana. Y tu estas simpre acusándome de generalizar, de estar exagerando, de descargar mi odio contra la humanidad, de ser un nihilista, de no tener ninguna utilidad para el progreso humano, de borrar toda la moral, de estar a favor del libertinaje, de ser un vagabundo, un apolítico, un individualista, un egoísta, un rebelde, un frustrado y un hombre que debe ser eliminado.

Pero yo te entiendo de manera íntegra. Entiendo todas tus estrategias para hacerte pasar por normal, por hacerte igual a la mayoría, por acusarme de cosas que tú, en tu esencia primitiva envidias. Te entiendo, cuando a traves de un psicologismo abyecto piensas justificar tu miseria y mi inutilidad. La Psicología, la Sociología, la Economía y todas estas nuevas miserias culturales son, en el fondo, (más alla del argumento que vas a usar para contestarme), formas de explicar y enseñar al hombre como vivir en la miseria, como aceptarse a sí mismo eunuco, asexuado, reprimido, esclavo. Todas estas miserias fueron creadas por eruditos de gabinete, como decía Engels-, hombres miserables que jamás estuvieron en contacto con la vida (**), que fundamentaron sus hipótesis en otros miserables que ya habían muerto hacía mucho. Levántate más allá de todo eso Populacho y cree únicamente en las cosas nacidas de la propia vida. Quien nunca buceo por el campo abierto de la locura, no tiene derecho a hablar de ella.

¡Ah, no sé como conseguiste dominar el mundo!

No sé como te mantienes como padre, como hijo y como un ser social. En el fondo de mi mismo existe un vacío profundo respecto de ti, de tu hija, de tu esposa y de todos los que sustentan esa mentira miserable de la sociedad. De esa sociedad que se sustenta apenas por el cambio ininterrumpido de personajes, de colores, de discursos y de tragedias. Una transmutación sin fin, de payasos en payasos, de mentirosos en mentirosos, de trágicos en trágicos ... ¡Ora, Populacho! el ser humano es débil, pero no tanto ... La culpa que más te ahoga, me parece es la culpa por haber destruído casi completamente a la mujer. Por tu culpa el amor fue proscrito de la tierra y, en su lugar, se quedo la indiferencia, el histerismo, el sexualismo, la competencia donde no hay perdedores ni ganadores. Toda la decadencia femenina, todo el rol que necesitan desempeñar ahora para sobrevivir, toda la sumisión a que están expuestas, todo eso lo deben a ti. A ti que sin saberlo, eres ironizado, ridiculizado, engañado y que estas con el pene marcado por el chancro, con la cabeza desprovista de cabellos y con una idiotez precoz. Y tu bien que lo mereces Populacho. Ahora ellas, las oprimidas durante siglos, te roban el sueño, el dinero, la paz para, en cambio, permitirte la introducción vaginal y la exposición delante de una sociedad esquizofrénica y de tartufos. Tartufos a quien tu necesitas decir que tienes una hembra donde eyacular. Después, engendras un hijo con ella, para probar tu masculinidad, y ese hijo será otra vez heredero de la muchedumbre. Hiciste de las mujeres (con pocas excepciones), seres vulgares e incompetentes ... exactamente tú, que tanto necesitas de afecto, de orgasmo y de una compañera para que contigo haga la escalada de la existencia.

¡Ah, cuando podrás otra vez entregarte a tu mujer y tener con ella una relación abierta y real! Sé que muchas veces tu soñaste con una mujer saludable, delicada, naturalista, adoradora de un Bach o de un Mozart ... Sé que muchas veces idealizaste una mujer superior, llena de sensualidad y sencilla ... Una de aquellas mujeres que no parecen compartir con la vida despreciable y abyecta de las otras mujeres ... Pero, ¿con qué derecho te permites fantasear una cosa asi? Tú, quien las odió duante años y años, que las explotó hasta ayer, que hizo de ellas máquinas de copular, ¿cómo quieres entregarte a una que se interese por Poe, por Bach o por Baudelaire?

¡Ah, Populacho abandonado! Tienes que emanciparte delante de la vida; no la emancipación que los políticos te obligan, ni la emancipación de los religiosos, ni la emancipación económica, ni la emancipación intelectual ... pero ¡sí la emancipación de un Libre Pensador!


Notas

(*) Realmente mío sólo es mi cuerpo; el derecho de mi propiedad sobre la esposa, el hijo, el esclavo, es una ficción que la realidad disipa y sólo hace sufrir a quien cree en ella, porque una esposa o un hijo nunca serán tan dóciles a mi voluntad como mi cuerpo, de la misma forma el dinero y toda clase de objetos externos nunca serán propiedad mía, sino un espejismo que originará padecimientos; así que de mi propiedad es mi cuerpo, que me obedece y está ligado a mi conciencia. Tolstoy, León.

(**) Todos los hombres espontáneos y de acción son activos, precisamente porque son estúpidos y limitados.- Dostoievski, Fiodor

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