Índice de Manifiesto abierto a la estupidez humana de Ezio Flavio Bazzo | Capítulo IV | Capítulo VI | Biblioteca Virtual Antorcha |
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Capítulo V
Proclamo la oposición de todas las facultades cósmicas contra esta blenorragia de un sol podrido surgido de las fábricas del pensamiento filosófico; lucha encarnizada por todos los medios de la repugnancia Dadaísta.
Cualquier producto de la repugnancia susceptible de convertirse en negación de la familia, es DADA: protesta a puño limpio de todo el ser en acción destructiva: DADA; conocimiento de todos los medios hasta ahora rechazados por el sexo púdico de la tranza cómoda y de la cortesía: DADA; abolir toda jerarquía y ecuación social instalada para los valores de nuestros criados: DADA; abolición de la Arqueología, abolición de los profetas, abolición del futuro: DADA; fe absoluta e incuestionable en cualquier dios que sea producto inmediato de la espontaneidad: DADA; salto elegante y sin prejuicios desde una armonía hacia la otra esfera: DADA; salto elegante, trayectoria de una palabra lanzada como un disco sonoro grito, respetar todas las individualidades en su locura del momento.
(Tristan Tzara)
Manifiesto Dadá de 1918
A través de ti, Populacho, los poderosos levantan fortalezas, crean axiomas, doctrinas y fórmulas mágicas que te mantendrán prisionero para siempre. Nunca te queda nada que no sean migajas de materia perecible, retratos cósmicos y tumbas de barro. Pero tú crees que así es tu destino y afirmas como un mono:
¡Este es mi Karma! Los humildes serán exaltados. Muchos son los llamados y pocos los escogidos.
Tórnate esclavo de filosofías estúpidas, sin tener el mínimo discernimiento y sin percibir que ellas, en el fondo, fueron fundamentadas también en la lógica de los peces ...
Duda de todo, Populacho. Deja que tu ser diga No o Si, y no temas herir a fanáticos incompetentes. Ya que todo pasa, ya que la vida es efímera como un coco de chivo, ya que no restará nada de tu cuerpo ni de tus energías psíquicas, haz que todo pase de una forma más elevada. ¡Sé Tu! Revira las hojas que cubren tu camino y asi te tornarás superior a las trampas que te esperan ... Asi yo te amaré un día, marcharé a tu lado, no al paso de ganzo de los nazis, sino al paso de un hombre común, de un hombre que descubrió que no vale más que una calabaza verde, apenas liberto de temores y de creencias estúpidas. Asi recuperarás a tus hijos, regresarás al placer de vivir y tu mujer te deseará otra vez. Asi conocerás el ciclo de las flores, entenderás el canto de los pájaros y tu adulto se armonizará con tu niño. Tu trabajo será otra vez un juego placentero, un encuentro diario con el arte y con la combinación de colores y de formas. Readquirirás otra vez la salud y tu voz será confortable, tus gestos serán libres y abiertos y no necesitarás más de dioses, ni de religiones, ni tampoco de maestros eunucos. No temerás más la muerte, ni tendrás más obsesión por una eternidad que por sí sola existe, pero que tu jamás podrás alcanzar. Regresarás a tu primitivo Estadio de hombre, lleno de configuraciones, de sueños y de actos, donde el Bien y el Mal ya no existen para nada. Ahora eres un hombre nómada, un gitano (como a los que atormenta la burguesía de Sevilla), sin patria, sin filosofía, sin miedo y sin una piedra donde reposar la cabeza. Eres ahora, ya libre, un solitario, ¡el estadio más elevado de un hombre! Ahora podrás saber que tu mismo eres un poco hermafrodita y que te bastas a ti mismo, como el genio. Ahora podrás saber lo que eres; pues cuando se está entre el rebaño humano tenemos una inclinación cómplice de olvidarlo, de no aceptarlo en la integridad. Ahora respirarás otra vez la libertad de los montes, como dice Nietzsche, pues al final, no estás más intoxicado por el olor de los humanos.
¡Ah, Populacho! Sé que estoy perdiendo el tiempo en hablarte; pues aunque la vida este cargada de encantos y armonía, donde tu habitas, todo se impregna de tragedias mórbidas. No tienes la culpa. No tienes la culpa de haber nacido de una madre lujosa del siglo XX, ni de haber venido al mundo por una cesárea, ni de no haber sido amamantado. Tu gran culpa es no tener voluntad, no dar tu grito de guerra y no desear salvarte. Sigues escribiendo para periódicos mentirosos y corruptos, rezando para fantasmas, venerando cadáveres, cobrando 500 pesos por una consulta, llevando a tus hijos a escuelas convencionales-fascistas, trabajando para un progreso que no existe, peleando por un partido de futbol, por un boxeador o por un gallo. Sigues usando remedios para curar la angustia, transmitiendo tus rencores a tu hija, explotando al prójimo, mintiendo y exhibiéndote delante de noblezas falsificadas, y gastando la vida para ganar la vida (*). No conoces a Kiekegaard, tienes miedo de los comunistas, de los fascistas, de los anarquistas y hasta ... ¡aún de tus intestinos que roncan! Aun eres celoso, envidioso, machista, o feminista, eyaculador precoz y un tonto que no piensas. Aun no aceptas mi libertad y prohíbes a tu mujer mirarme y acostarse conmigo, porque sabes cuán inferior e inseguro eres, y crees que si no amarras a tu perro, él te abandona. Tienes miedo de quedarte solo, abandonado como un cerdo, ironizado por las mujeres, calvo y con las nalgas al aire. Tienes miedo de ser un impotente, un afeminado ... y por eso luchas eternamente para tomar una posición viril que, como por fatalidad, va a llevarte exactamente al lugar de donde querías huir. No te bastas a ti mismo, no te consideras hijo del mundo y necesitas comprar escudos, acumular dólares, nombres famosos y fortalezas de piedra para salvarte. Siempre cuando regreso de un viaje, tú, que nunca fuiste más alla de tu oficina o de tu iglesia, empiezas a desbaratar y a mentir por nada, pensando así aliviar tu sensación de nulidad. Ah, Populacho, te digo otra vez las palabras del genio alemán: Nosotros, los solitarios, contruimos nuestro nido en el árbol del futuro; las águilas nos traerán el alimento en el pico.
Tengo pena de ti cuando pienso que la felicidad humana, la alegría humana, son cosas que nunca experimentarás. Por el contrario, (como decía la diosa de Prometeo): rica será tu parte de aquello que llaman dolor de corazón en la tierra de los hombres. Privaciones, disgustos y el deseo insatisfecho y la angustia sofocante en el silencio de las noches. En eterna (danación) correrá tu vida, día tras día y año tras año y no habrá para ti reposo ni domingo y te parecerá feliz todo animal que se fatiga y duerme y que ama y muere según la ley de la naturaleza. Para ti, Populacho, nunca vendrá el gran día, el día de la gloria, el día de la volupia, cuando la diosa se desnudará a tus ojos y su cuerpo se abrirá a tus deseos y sus senos se entregarán a ti, pegados sus miembros a los tuyos, y su corazÓn al tuyo y sus ojos en los tuyos ...
¡Ah, Populacho! Tu eres como el perro descrito por Spitteler que, mientras su dueño le estrangula a sus hijos, él lame sus manos y contempla su rostro con triste sumisión. La sumisión es la moral de los Asnos y por causa de ella, el mundo se atasca en las ciénagas. Tu ya naciste sumiso. Creciste sumiso. Estudiaste sumiso. Trabajas sumiso. Fuiste a fiestas, a la iglesia, a los cuarteles, al matrimonio y al bautismo de tu hijo, sumiso. Te sometes a terapias, temeroso como un carnero delante del verdugo y hablas cosas cotidianas como si fueran cosas terribles. La vida no es tan fácil, Populacho, pero tampoco es tan difícil como tu debilidad la hace. En la calle tu sigues actuando como un pequeño líder de la mafia y el secreto de la existencia esta en ser siempre el gran líder donde quiera que sea. Pero, tu sigues siempre con las piernas sueltas y arrastrándolas, con los ojos oscurecidos por una alimentación artificial, con las manos endurecidas y con las arterias del cuello con esclerosis. Vienes así por los siglos siempre con la esperanza de reposar, de recuperarte, de llegar al Status-Quo. ¿Qué mierda de determinación es ésta? ...
Eres esclavo de la tierra; porque la quisiste esclavizar y registrar a tu nombre. Pasas hambre, porque jamás te negaste a trabajar para quien come cinco veces al día. La enfermedad te ironiza, porque tu no respetas tu cuerpo. Los dioses, (en los que no creo) te abandonaron porque te presentabas delante de ellos siempre con una expresión de esclavo, de débil y de impotente y porque jamás te atreves a tener un poco de orgullo personal. ¿Dónde está tu orgullo, Populacho? ¡Sin orgullo un ser no puede existir! Sin orgullo tu pronto te transformas en siervo, en vendedor de títulos, en abogado o, cuando mucho, en un capitalista. Sin orgullo tu te contentas en rastrear bajo botas de hombres despreciables, tarados, psícopatas y peligrosos. Y tú sabes muy bien de qué orgullo hablo, pues existen hombres y mujeres que se enorgullecen por causas y por hechos que causarían vergüenza hasta a un reptil. Que tu orgullo sea por amarte a ti mismo, por poder caminar entre los hombres como si ellos fueran piramides y, fundamentalmente, por ser tu el único señor de tus actos. Quiero que te enorgullescas de no pertenecer a nada ni a nadie. A ninguna escuela, religión, filosofía, partido o patrulla de este mundo. Quiero encontrarte sonriente en el sol, siempre de pasaje, siempre deteniéndote por momentos delante de los hechos y los monumentos de los hombres. Tu idioma será el idioma no manifiesto de los pueblos y tu cuerpo jamás te negará el placer que en el habita.
¡Entonces yo te amaré, Populacho!
Te amaré en el momento que ya pudieres tocar delicadamente a tu mujer, oír la voz clara de tu hijo, y en el momento que ya te pueda ver en las calles, de brazos abiertos a los méndigos, a las putas, a los desgraciados y a los que manejan el mundo elevado de la Sin Razón. Entonces, serás ya un poco de aquello a que fuiste destinado. Y, si estos desgraciados se apegaren a ti como tu mismo estahas apegado a todas las futilidades de la vida, ordénales como lo hizo Zaratustra: Y ahora, os ordeno que me perdais y os encontreis a vosotros mismos; y sólo cuando todos me hubiereis renegado, entonces yo regresaré a vuestro encuentro y os amaré con un amor diferente.
No creas en maestro alguno y escala solo tu jornada. No te dejes llevar por la sed de poder que siempre duerme en los miserables. Sálvate a ti mÍsmo, la humanidad habita en ti y salvándote, tu la respetas. Salvándote, tu empezarás a creer que el hombre actual es apenas un medio y no un fin (**) y la lucha debe ser por el hombre del futuro. El futuro no es mañana, es exactamente el momento de tu próximo suspiro. ¡La vida es un momento! Es como el hierro que quema. Y por eso las aves nacen sin plumas, por eso las tortugas se pierden en el desierto, por eso los buitres bucean por los ojos de los caballos podridos.
¡Ah, Populacho! Por ironía eres tu quien diriges el mundo. De ti dependen los filósofos, los investigadores, los solitarios y los genios. En tus arcas reposan el alimento, las leyes y las armas que sustentan todos los imperios. En tu corazón duerme el futuro y el fracaso de la humanidad, en tus actos momentáneos se solidifica todo el dolor abismal del mundo. Tu eres el único culpable de tu esperanza y el único culpable de todas las llagas de la civilización. Mientras la vida está ahí, fácil y sencilla, tu te enfermas en las tramas de tus sueños. Cree Populacho: Aquello por lo cual tu luchas toda la vida, por lo cual sacnficas tus dias, sufres y te desesperas, todo eso viene por sí solo al hombre liberto. Al hombre libre no le falta nada porque a él el mundo le pertenece. De él son los palacios los trigales, las flores y las raices de lotos, que dormitan en las sombras de las ciénagas. De él son los riachuelos cristalinos y para él, son hechas las más valiosas obras de arte, de él son las más elevadas mujeres, los senos más puros y la sexualidad más placentera. De él es la vida, el sol, las mañanas radiantes y las lluvias de invierno. Es él el hombre que bebe té tibio en jicaras de barro y quien come las semillas pardas de los campos.
Si, Populacho, el mundo pertenece al hombre libre o, si prefieres, al vagabundo, al gitano errante, a los hijos del viento que, con sus bisturís fueron a los orígenes del todo.
¡HIJO DEL MUNDO! Tu debes ser un hijo del mundo, Populacho. Sepárate de los tuyos como lo hace el hijo de las águilas y pregunta: ¿Quién es mi padre? ¿Quién es mi madre? ¿Quien es mi amigo y quién es mi enemigo? Tengo convicción de que un silencio mortal caerá sobre tu pregunta.
Notas
(*) Nadie puede gastar más de lo que tiene, y eso se aplica tanto a los individuos como a los pueblos. Si alguien se gasta a sí mismo por poder, por puestos políticos más altos, por la posesión de un hogar propio, de un comercio, por intereses parlamentarios o militares (si se renuncia a esa porción de razón, buena fe, voluntad y autocontrol que constituye el verdadero yo, a cambio de algo), no le quedará nada.- Nietzsche, Frederich.
(**) El hombre real es un fin en si mismo, pero el hombre actual, el populacho, es aún un medio.
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